Durante el recital

La conocí durante un recital de rock y lo hicimos detrás del escenario. Historia basada en un hecho real.

MOTOR LOCO

El calor insoportable azotaba la ciudad. El sol con sus rayos castigaba la humanidad de quien fuera que se animara a deambular por las calles, a los que tomaran sol, a los que jugaran al futbol. Las bocas se resecaban, ávidas de alguna bebida y los cuerpos transpiraban un sudor pesado y denso.

Caminaba lento, con desgano, casi agobiado por las cercanías del Parque. Al llegar noté lo sobrepoblado que estaba. Añoraba las épocas en las que se podía correr tranquilo tanto por fuera como por dentro del Parque sin la molestia de tanta gente, que ahora parecían hormigas molestas, mediocres personajes de la ciudad que sin nada que hacer anegan el lugar con su presencia.

Yo había ido a comprarme el anillo que había visto la otra vez, ese con diseño de dragón, para mí gusto muy oriental. Cuando llegué al puesto del senegalés me puse contento de que aún lo tuviera. Lo probé y se lo compré. Quedé muy satisfecho.

Trataba luego de cambiar de rumbo. Me molestaba estar caminando en medio de tanta gente en actitud de turista en vacaciones. Me fui alejando apenas veía un claro para rescatarme. Me fui dejando llevar por algunos acordes de prueba que sonaban a lo lejos y que a medida que avanzaba los recibía más cerca. Una multitud más inteligente se había acomodado alrededor de una banda de rock, "Motor loco", que estaba a punto de empezar a tocar.

Me busqué un lugar para protegerme del sol y que si bien estaba empezando a ocultarse sus rayos aún eran potentes. Me senté luego al lado de un árbol grande.

La banda resultó muy buena. Tocaba un rock simple, callejero, sin cosas raras. Éramos todas gente joven, y algunos adultos jóvenes también había. Toda gente copada, desprejuiciada y con buena onda. Muchos en pareja, unos cuantos con alguna cerveza en la mano y un par como yo con un "faso" de marihuana sostenido en nuestras bocas.

Qué bien tocaba esa banda. Al rato llegaron dos chicas. Ambas con anteojos negros, pantalones tipo pescador y aire soberbioa. Una de ellas me cautivó la atención. Desde ese momento mis ojos alternaban ver la banda y mirarla a ella, con esa remerita corta y naranja que dejaba entrever su cintura, y ese pantalón negro y ajustado que le llegaba hasta antes de sus tobillos. Su gran culo se destacaba por sobre los demás atributos. A medida que pasaba el tiempo mis ojos casi no miraban otra cosa que esa curva tan llamativa que llevaba por detrás.

Al encender mi segundo faso de marihuana el olor que se había generado a mi alrededor era importante. Muchos al percibirlo se alejaban desdeñosamente mientras que a otros, como a ella, les llamaba la atención. Cuando me miró por segunda vez saqué mi faso de la boca y extendiendo mi mano le ofrecí una pitada. Al principio no quiso y volvió su mirada hacia el improvisado escenario. Yo la imité, pero al cabo de unos segundos lo vino a buscar.

Otra vez nuestras miradas se encontraron.

—¿Está bueno...?—pregunté como para iniciar la charla.

Ella asintió con su mirada esbozando una sonrisa.

—Te lo dejo para vos...¿Cómo te llamás?

—Carla ¿y vos?

—Ale

—¿Venís de lejos?

—Más o menos, de unas 15 cuadras—dijo señalando un punto cardinal

—Yo también pero más para el otro lado—le contesté ya con mi nuevo faso encendido

Yo no paraba de mirarla. No era tan soberbia y antipática como creía. Al cabo de un rato de charla, su amiga, que había quedado unos metros más adelante no se percató de que Carla estaba conmigo. La buscó con la mirada, intercambió dos frases con ella y volvió a alejarse apenas Carla le dio a entender que volviera a su lugar.

El sol había caído. El cielo ahora era bastante oscuro y nos dejó a todos en penumbras. Tomé coraje y busqué los labios de Carla. Mostró cierta timidez ante mi audacia pero luego me comió la boca. Ante tal gesto mi lengua no demoró en buscar la de ella. Juntas empezaron a jugar y a luchar, humedeciéndonos las bocas mientras los labios se mimaban con ganas.

Ambos de costado nos inclinábamos sobre el otro, sosteniéndonos al piso con una mano y con la otra toqueteándonos. Debo confesar que no tardé en excitarme. Mi pene se endureció tanto como ella me tanteaba la pierna y parte de la cintura, gesto que imitaba a los míos aunque no tan audazmente.

Su amiga nos miró de reojo y apartó su mirada luego de ver en qué estaba su amiga. Se mordió los labios de la envida y finalmente no tuvo otra alternativa que seguir mirando a la banda de rock y tener que soportar que algún pesado tratara de seducirla.

Carla me seguía comiendo la boca y yo a esa altura, de la calentura que tenía, le manoseé el trasero a riesgo de que me quitara la mano o se ofendiera, pero para mi sorpresa me contestó con un gemido electrizante a mi oído.

La oscuridad reinante jugaba a mi favor. Decidido a darle lo mejor de mí, me levanté de un salto y tomándola de la manó la invité a ir por detrás del escenario, que era un lugar arbolado, con buen espacio y por sobre todas las cosas oscuro y sin gente. Fuimos casi corriendo, torpemente. Nos ocultamos detrás de los baños, protegidos por unos cuantos árboles y la arrinconé contra uno de ellos. Rápidamente me bajé los pantalones al mismo tiempo que ella se arrodilló para recibir a la carne rígida que emergía de mi entrepierna. Mientras consumía mis últimas pitadas de marihuana, Carla me frotaba la pija con muchas ganas, que erecta en máxima extensión gozaba con la mano de ella y con su lengua que comenzaba a degustarla. Ah, cuánto placer me hacía sentir. La combinación entre la alucinación marihuanesca, tan psicodélica como siempre, y las mamadas que me proporcionaba mi nueva amiga me hacían estallar de placer. Ahora tragaba hasta más allá de la mitad de mi pene. Su boca me la comía de un buen bocado y con ayuda de su mano la terminaba de introducir hasta adentro para luego retirarla y empezar todo de nuevo. Yo le acariciaba la cabeza, como para a veces guiarla y mis ojos se perdían en cualquier punto de aquella oscuridad mientras recibía placer.

Sentí que mi leche quería salir. La detuve. Cuando mis ojos miraron a los suyos me calentó su mirada lasciva y determinada. Le subí la remera para besar sus tentadores pechos. Tenía grandes pezones como a mí me gusta, nunca me interesó que las mujeres tengan grandes pechos sino buenos pezones como los de Carla. Con ambos de pie me entretuve unos segundos besándole los senos una y otra vez. A veces subía para besarla descontroladamente, casi como violándola a besos, al tiempo que ella me manoseaba la pija larga y dura pronta a entrar en ella. Pero antes le bajé el pantalón hasta los tobillos. Quise sacárselo todo para estar más cómodos pero ella no quiso. A lo que no se negó fue a que le chupara la concha, a que lamiera ese tajo divino, sediento de mi saliva y de mis lenguetazos en su clítoris.

Los acordes roqueros sonaban con fuerza todavía desde el otro lado del escenario y recibían aplausos de la gente cada vez que terminaban un tema. Yo lo que mejor oía eran los ahogados gemidos de Carla, que reventaba de goce cuando mi boca le devoraba la vulva inundada de fluidos. Nada me da más placer que chupar la concha de las pendejas como Carla. Entretenido en mi celestial tarea ella me interrumpió con: "Ya está, vení, ponemela Ale, ponemela". Subí y le enterré mi tronco loco en su profundidad. Cómo exclamó cuando yo estuve adentro. Manoseándole el culo me apoyaba sobre ella para bambolearme una y otra vez penetrándola rápida y profundamente. Volví por un instante en mí. Me di cuenta de que no teníamos que tardar mucho. Me calentaba mucho estar en una cogida de emergencia. Son de las mejores.

Los gemidos de Carla me hicieron retornar al goce. La penetré una y otra vez. Ella me mordía y chupaba la oreja de ella. Sus piernas abiertas se ajustaban a las mías al tiempo que las mías, juntas, hacían fuerza para penetrarla con más ganas. "Dale ahora, dale ahora"—me rogó y yo le derramé generosas cantidades de semen dentro suyo en mis últimas entradas a su tajo sagrado. Agotados y sudados tardamos en componernos y vestirnos. Después nos fuimos juntos y buscamos a su amiga que hacía rato nos había perdido el rastro.

Finalmente nos despedimos. Le pedí de intercambiar los teléfonos. Es el día de hoy que seguimos en contacto. Ya pasamos por varias otras aventuras, pero contarlo será para una próxima ocasión..

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