Durante 2

Sigue la inmersión del protagonista en la dominación externa, en la que su esposa empieza a gozar de la situación con quien se presente

Cada día es un nuevo inicio. Incluso dentro del mismo día pueden haber varios inicios. Uno se despierta pensando que la rutina va a continuar. Y cuando menos lo esperas se aceleran los acontecimientos.

Digo eso porque, después de que mi Ama me dijera que iba a estar sin salir de casa unos cuantos días, vino a verme uno de mis compañeros del trabajo. Un buen amigo, a pesar de que siempre se le iban los ojos explorando a Natalia de arriba a abajo, hasta la última pestaña. Y a ella le encantaba sentirse el deseo de alguien como él, tan puesto y con esas palabras tan exactas que enervan a cualquiera que quisiera algo más que versos y poesía saliendo de esos labios tan carnosos. En esos momentos, hasta yo le hubiera dado un morreo para impregnarme de su encanto.

Natalia abrió la puerta vestida con un ligero vestido de tela amarillo pálido que desnudaba su cuerpo, sin ninguna ropa interior, y que llegaba hasta medio muslo. Se miraron sorprendidos, una por quien era y el otro por lo que ella insinuaba. Le invitó a acomodarse después de decirle que me iba a buscar.

Salí de la cocina, recién iniciada la comida que estaba preparando y me encontré con él, mirando el interior de mi habitación con la nueva decoración.

  • Joder - dijo. Observó mi cuerpo desnudo, decorado con unas pinzas metálicas en cada pezón de las que colgaban unos pesos que los estiraban hacia abajo -. Tu mujer llamó hace unos días diciendo que estabas enfermo y que no podías ir a trabajar... -. Mi ex interrumpió la conversación.

  • Yo no he llamado a.... Joder, menuda bruja. Ha sido tu ama. Por eso estabas aquí...

  • No entiendo nada -. Intervino mi amigo. Entonces sonó la voz de mi Ama en los móviles de la habitación.

  • ¿No vas a invitar a tu amigo a tomar algo?.

Natalia le cogió del brazo y se acomodaron en el sofá, diciéndome que los dos tomarían un whisky con hielo. Sabía que a él le encantaba. Y le explicó los últimos cambios que habiamos tenido en casa.

  • No lo entiendo, la verdad. Pero eso... ¿quiere decir que puedes follar con quien quieras? - le soltó a Natalia mientras yo dejaba las copas en la mesita. Le hubiera partido la cara, echado a patadas de casa.

  • Solo hay una forma de saberlo - respondió mi ex mujer bebiendo de su copa, dejando que el tirante del vestido se deslizase por su hombro y dejando una de sus tetas casi a la vista -. Tú - se dirigió a mi -, segura que tu ama querrá algo de ti - y salí del salón quedándome con las ganas de enviar a mi amigo a la mierda -. Y no cierres la puerta.

Desde la cocina podía oirse perfectamente la conversación que tenían. Hablaban del buen rato que estaban a punto de pasar y de lo raro de la situación.

  • Aún tengo que acostumbrarme a todo esto - dijo Natalia -. Es un cambio muy brusco. Aunque lo estoy pasando muy bien, Ernesto. Hago lo que quiero. De la casa se ocupa él, de todo. Hasta lava mi ropa interior a mano. Su ama le dijo que tiene que tener cuidado con mis cosas y que así, mis tangas y demás, él se daría cuenta de lo que se estaba perdiendo, limpiando el semen que las manchaba. ¿Tú te crees?...

Unos segundos de silencio y Ernesto le respondió.

  • Pues sí, una pena. Con lo buena que estás y sin tocarte siquiera. La verdad Nati, siempre he querido acostarme contigo, pero por respeto a él... Y ya ves.

Llamaron a la puerta y, sin pasar por el salón, fuí a abrir. Me encontré con dos mujeres que entraron apartándome de la puerta. Una de ellas me cogió de los huevos y metió en la habitación. Se quitaron la fina prenda que cubría sus cuerpos y aparecieron desnudas, con una enorme polla de silicona negra sujeta a sus cinturas. Me obligaron a inclinarme estirando de los testículos y me apresaron en el cepo.

  • Bienvenidas - se escuchó la voz de mi Ama en los móviles.

  • Gracias - respondieron las dos -. ¿Qué desea que hagamos, Ama?.

  • Tenéis libertad para hacer lo que queráis.

  • Sí Ama -. Parecían sincronizadas hasta en las respuestas.

Una de ellas ató un cordón en los huevos que sujetó a la base del cepo. La otra colocó una anilla en mi boca para impedir que la cerrase. Y calló el primer fustazo en mis nalgas. Levanté instintivamente el culo. Y otro más fuerte impactó en uno de los glúteos.

  • No te muevas - dijo una de ellas.

  • Sé cómo hacer para que no se mueva - dijo la otra. Sujetó cada una de mis piernas a los extremos del cepo y tensó más el cordón de los testículos que los unía a la base -. Sigamos.

Continuaron los azotes. Uno tras otro, sin poder moverme si no quería que el dolor de los huevos me desmayase. Babeaba sin cesar. Las lágrimas caían desde la barbilla al suelo. Las marcas de la bara crecían, creando cardenales que tardarían en curar. Y de pronto, una pala golpeaba el interior de los muslos hasta las ingles. Eran golpes rápidos, fuertes que no cesaban, subían y bajan por las piernas. Hasta que uno de ellos dió en los huevos, arrancando de mi garganta un grito que llenó la habitación y llegó al salón, donde Natalia y Ernesto habían empezado a besarse y recorrer sus cuerpos desnudos. Se levantaron del sofá y, en un ligero descanso de los azotes, pasaron delante del cepo donde tenía la cabeza colgando mirando hacia la entrada. Me miraron mostrándome su desnudez y la dureza de la polla de él y la de los pezones de ella.

  • Joder... Si te vieras - decía Ernesto. Se besaron. Natalia cogió la polla de mi compañero y la masturbó unos segundos.

Reanudaron los azotes en las piernas y culo, obligándome a cerrar los ojos por el dolor y perderme el avance de mi ex y mi compañero a la habitación de matrimonio.

Imaginé el espectáculo que les había ofrecido, babeante, con esa mirada de súplica que no encuentraba consuelo, las nalgas y glúteos al rojo vivo. ¿Les habría excitado más aún verme así?.

Las dos mujeres cambiaron la bara y la pala por azotadores de cuero de varias tiras ásperas y rígidas. Siguieron golpeando el culo, ingles y muslos. Dejaron marcas con finos hilos de sangre. Iniciaron los azotes en la espalda, recorriéndola por los dos lados, desde el cuello hasta los glúteos. No podía más. Las piernas se doblaron lo que permitió tenerlas más abiertas. Y pararon.

  • Has aguantado bien - dijo una de ellas. ¿He aguantado bien?. ¿Qué significaba eso?. Si seréis... Ojalá hubiese podido moverme, hacerles pagar lo que me habían hecho. ¿Donde estaba mi Ama?. ¿Por qué no las había parado? -. Sí, has aguantado bien - añadió acariándome la cabeza y levantándola estirado fuerte del pelo. Metió de golpe su polla de silicona hasta garganta, hasta hacerme saltar los ojos -. Sí, lo has soportado muy bien - repitió acariciándome de nuevo la cabeza y sin dejar de follarme la garganta a través del aro metálico.

  • Darle un baño relajante - ordenó nuestra Ama -. Añadir al agua el ungüento para las heridas. Dejarlo solo en la bañera y termináis la comida que el perro estaba preparando -. Todo eso me sonaba a gloria. Me sacaron del cepo, liberando también los huevos, la anilla de la boca y las pinzas de los pezones. Me acompañaron al baño que no podía usar. Me caía a cada paso. Temía mirarme en el espejo. Todo me parecía una tormenta, ausente de cuanto me rodeaba. Hasta que me sentí sumergido en el mejor baño que había tenido nunca. La calidez del agua me hizo pensar en mandarlo todo a la mierda. El escozor de los azotes en la espalda, nalgas y piernas provocaron que llorase, tapándome la cara con ambas manos, preguntándome por qué había terminado así.

  • ¿Mejor ahora? - preguntó mi Ama, que no había visto nunca -. Verás, perro, no es que tengas muchas opciones, pero es solo porque tu quieres. No has parado todo esto porque no te ha dado la gana -. ¡Ya!, con la boca abierta, inmovilizado... quién es capaz de pararlo así -. Tú has dejado que Ernesto esté follando con Nati, no le has echado, has dejado que entrase y la cortejase. Eres más calzonazos de lo que crees... Cornudo no, no lo eres, porque recuerda, ella ya no es tu mujer. Es libre y puede hacer lo que quiera.

En eso tenía razón. Pude haberlo parado e intentar recuperarla, volver a ser una de tantas parejas.

  • Mastúrbate - ordenó -. Descarga esa tensión que llevas entre las piernas.

Me faltó tiempo para cogerme la polla con la mano y pajearme, llegar al climax antes de que mi Ama cambiase de opinión. Pero no lo conseguí, no podía llegar a correrme. ¿Qué me estaba pasando?. ¿Por qué no me corría con lo dura que la tenía?. Aceleré el ritmo. El agua salía de la bañera por mi intento de llegar al orgasmo. Me sentí frustrado una vez más.

  • ¿Qué te pasa? - la risa provocaba que aún me fuese más difícil obtener el placer que necesitaba para terminar -. ¿Ves como nada depende ya de ti?. Eres tan inútil que no puedes correrte si no abusamos de ti. Anda para, que lo estás dejando todo perdido.

Aparecieron las dos mujeres, aún desnudas y con las pollas de goma en la cintura. Cogieron una toalla y mientras salía de la bañera empezaron a secarme con delicadeza, algo que no esperaba. Aplicaron una crema por la espalda y piernas, consiguiendo que se calmaran las marcas de los azotes más todavía.

Salimos al pasillo, pasando delante de la habitación de Nati, donde estaba disfrutando de una follada de campeonato. No pude evitar echar un vistazo rápido al interior, encontrándome a mi ex cabalgando sobre el miembro de Ernesto, cuerpo inclinado hacia atrás, manos apoyadas en el colchón y piernas dobladas a cada lado del cuerpo de mi compañero. ¡Menudo espectáculo!. Con la de veces que habiamos follado así.

Las dos mujeres empujaron de mi, asiéndome por las axilas. Me fallaban las fuerzas. Los gritos de placer de mi ex me acompañaron hasta mi cubículo, donde me senté sobre la cama como pude, intentando asimilar el crepitar de mi culo.

Memoricé las imágenes del día, al menos las que pude ver. El resto las imaginé. Y no sé por qué lo hice. Sentí que me moría de vergüenza, observado por Ernesto, incrédulo, y la mirada de deseo que se dedicaron los dos. A fin de cuentas tenían libertad para hacer lo que les diera la gana.

Las manos de aquellas dos mujeres me devolvieron a la realidad, levantándome por los brazos, volviéndome a colocar en el cepo. Les dije que me dejasen. Supliqué que parasen. Obviamente no sirvió de nada. Al menos la comida estaba hecha. Me asombré con esos pensamientos tan inocentes, diría que hasta inmaduros.

Otra vez con las piernas, muñecas y cuello trabados. Esperaba una nueva tanda insufrible de azotes que no llegaba. Colocaron la anilla en la boca. Un fuerte embite metió la punta de una de las pollas en el culo, parando ahí la invasión. La otra llenó de nuevo la garganta, hasta el fondo. Tensé el cuerpo y el esfinter. El dildo anal entró del todo sin contemplaciones, dejando el pubis de la invasora pegado a las nalgas, sin moverse un ápice, igual que el de la boca. ¿Por qué no esperaba que se relajara el esfinter?. Al menos eso, ¿no?.

  • Tienes que acostumbrarte. Esos orificios son los que te van a dar el placer que has perdido en el baño. Vas a adaptarlos para dar placer y para subirte a las nubes -. Mi Ama sonaba seria, segura. Estaban adiestrándome para dar y recibir, para ser un objeto de uso, imaginé que constante.

Empezó el mete y saca en el culo, pausada para que sintiera la embergadura y sensaciones que me iban a acompañar durante mucho tiempo. Paró pasados unos segundos, pubis contra nalgas. La de la garganta relevó a la otra, también despacio, notando la textura que entraba y salía de la boca, el sabor del material que llenaba el paladar. Pausa de unos segundos en ambos orificios haciéndome desear perder la conciencia de todo. Nuevos movimientos en los dos agujeros, a la vez, sincronizados. Retiraban los dildos y los introducían simultáneamente hasta fondo, pausando y acelerando en una perfecta sincronización que me desmayaba y extasiaba. Hasta que el semen salió de mi pene, resbalando sin fuerza por él, arrancándome una corrida nada placentera. Pero no pararon. Mi Ama, desaparecida.

  • Vaya con mi compañero -. Ernesto volvió a aparecer. Desde la puerta de la habitación se jactaba de la tremenda follada que le había dado Natalia, tomando aún su dura polla con la mano -. Menudo respaso te están dando. Si lo hubiera sabido... - y desapareció entrando en el salón.

  • Bueno maridito -. ¡Cuánta ironía! -. Cuando quieras nos puedes poner la comida -. Y también desapareció en el salón, desnuda igual que Ernesto. La verdad es que no sentí celos, ni arrepentimiento. Solo quería que aquello terminase, ese folleteo de mis dos agujeros que me estaba destrozando y que, otra vez, provocó que la leche volviese a derramarse por mi miembro.

  • Basta -. Por fin mi Ama paró aquello -. Sujetarlo bien en la cruz y servir la comida.

Antes de sujetarme por los brazaletes de las tablas, me pusieron un corsé blanco, bien apretado por las tiras traseras, tanto que casi no podía respirar, acentuando una finísima y estilizada cintura que mantenía el cuerpo rígido. Anilla en la boca, plug en el culo. Y allí me dejaron, brazos y piernas estiradas en cruz. Se quitaron las pollas de silicona, dejándolas caer al suelo y fueron a servir la comida a Natalia y Ernesto.