Dunacallada III - Se va caldeando la aplicación
María José y Nacho son un matrimonio con hijos que atraviesa un bache emocional. Estar en Dunacallada en el momento oportuno y junto a la gente adecuada, puede ayudar a resolverlo. Y a ganar dinero...
Hacía tan solo un par de días que su marido había comenzado las vacaciones y era la primera vez del verano que iban a la playa. María José era una mujer que había elegido ser ama de casa como dedicación profesional. Adoraba las vacaciones de su marido porque dividían las obligaciones domésticas y, además, traían auténticos días de descanso.
No se quejaba de su matrimonio ni de su vida, estaba feliz por ser la dueña de sus propias decisiones, pero se lamentaba de no recordar en qué momento había empezado a dejar de ser cada vez menos mujer para ser cada vez más madre.
A Nacho le pasaba lo mismo. Su trabajo en el banco era lo suficientemente estresante como para tenerle noqueado de lunes a sábado y, los domingos, la acumulación de tareas domésticas tenía que ser atendida por cuatro manos. Al final del día, de cada día, era un agotado padre de familia.
Lo habían hablado en alguna que otra ocasión y, durante un tiempo, lo fueron solucionando con planes románticos que, indistintamente, organizaba cualquiera de los dos. Pero hacía tiempo que esa opción también se les había ido apagando.
Nacho estaba en el agua, jugando con los dos niños, María José en su toalla, terminando de acomodar las cosas bajo la sombrilla. Sacó su revista de crucigramas después de dejarlo todo en orden y se relajó. Pero, al poco de abrirla, una barca con mensaje le animó a coger el móvil.
@Dunacallada la absorbió por completo. En seguida se descargó la aplicación y empezó a curiosear por ella. Había mucho donde entretenerse. Perdió la noción del tiempo mientras la asimilaba y aprendía a moverse por ella con una soltura envidiable.
Dominaba el mapa de ubicación. Pinchando sobre cada puntito verde se abría el perfil de su usuario correspondiente, incluido el suyo propio. Así que se entretuvo en hacerse una descripción completa. Luego, curioseando, había encontrado el perfil de Emily y le habían llamado la atención las dos descripciones que había de ella. Así que quiso saber cómo conseguir la suya y decidió ponerse en contacto por mensaje privado con el administrador. A los pocos segundos, María José ya charlaba animadamente con @Dunacallada.
Continuó curioseando los perfiles de los usuarios mientras comprobaba, al actualizar, que se iban incorporando nuevos. Formaba parte de una red social que estaba empezando a crecer y que estaba conectando a toda la gente que había en la playa. Sin embargo, quiso dejarse uno en concreto para verlo en último lugar, uno que ya estaba cuando ella se dio de alta y que estaba situado apenas a diez metros: el chico alto que estaba solo.
Debía rondar los cuarenta y era muy grande, más de metro noventa. Estaba delgado y poseía una caja torácica robusta cuya osamenta era fácilmente definible bajo la piel. Peludo, pero no en exceso. Ni siquiera llegaba al apelativo de osito. Guapo, de rasgos faciales exagerados y pelo corto color castaño en la cabeza. Afeitado, sin tatuajes.
- Me das morbo -se había dicho María José-. Te dejo para el final.
Miró a su marido, que seguía jugando con los niños, e hizo evaluación.
- Las circunstancias no nos han tratado del todo mal -empezó a decirse-. Mírale, Nacho no tiene el cuerpo perfecto pero tampoco es Curro, que está estropeándose a marchas agigantadas. ¿Qué tiene tripa? ¡¿Es que yo no?! Este michelín fofo ya no habrá quien me lo quite. Y este culo caído ya no hay quien lo levante. Solo las tetas me han resistido mejor, a pesar de haberlos amamantado a los dos. Además, como le quieres también por todas sus demás cosas, su imagen nunca deja de verse mal, siempre tienes la presencia de “su mejor momento” como si fuera parte de la realidad. Está siempre bueno... Sí, vale, no es el tío largo este pero es que, este tío, tampoco es Nacho. Puede que no le llegue ni a la altura de los zapatos... Pero está muy bueno...
Estando en esas Nacho salió del agua y llamó a los niños. Les dijo de calzarse y salir a pasear por los cerros que envolvían la playa. Al principio a los niños no les hizo mucha gracia pero, Nacho, les contó que, hacia el sur, había una pequeña cala en la que habían visto sirenas y consiguió llamar su atención.
¿Te vienes? -le preguntó a María José.
No, gracias. Me voy a quedar -le respondió-. Llévate el móvil que estemos localizables. Necesito un ratito de no pensar en nada. Me entiendes, ¿Verdad?
Nacho sonrió y le dio un beso. Sabía que el estrés de su mujer al frente de la casa era mil veces superior al de su propio trabajo y la comprendía a la perfección. Ella se merecía aquel momento tanto como él quería poder disfrutar de un rato así con sus hijos. Y se permitieron esos momentos.
María José se quedó sola en la playa, a diez metros de un tío que le daba morbo y con una aplicación en la mano en la que, con un poco de suerte, podría conocer muchas cosas sobre él. Terminó de revisar actualizaciones y otros perfiles con cierta prisa y, por fin, le llegó su turno.
A José le gustaba la fotografía, tenía publicadas un par de contraluces bonitos que, esa misma mañana, había hecho en la playa. Y tenía también una foto con otra pareja. Sin embargo, en aquel preciso momento, José estaba solo en la playa. Allí, a diez metros de ella. La pareja con la que salía en la foto no estaba.
- Se habrán ido...
Después de leerse y releerse toda la información de su perfil, las cinco o seis publicaciones que había hecho, con y sin fotos y de tenerle justo delante, María José se estaba excitando. No era un deseo incontrolable, pero sí que era una tentación que la retaba a ir calentándose cada vez más.
Y la posibilidad de enviarse mensajes empezó a ser tan tentadora como peligrosa.
- ¡Hay otras formas de tomar contacto, idiota!
Y soltó el móvil disgustada consigo misma al verse tan ridículamente dependiente de un teléfono. Entonces recurrió a la técnica tradicional y se levantó de la toalla para ir a la orilla de la playa a refrescarse los pies y, de paso, a llamar la atención un poquito. Con un poco de suerte, él daría el siguiente paso.
José picó el anzuelo y cogió su móvil con intención de hacer una de sus fotos de “apareces en la imagen como si no fueras parte del encuadre, sino una casualidad”. Él también se había fijado en ella. Disparó un par de fotos y, luego, escogió en la que no aparecía ella para publicarla en @Dunacallada pero la rotuló con un mensaje que no dejaba lugar a dudas: “Preciosas las vistas que, en estos momentos, me regala la vida”.
María José se dio la vuelta lentamente, dando opción a José a que se diera cuenta y disimulara si es que, realmente, la había estado mirando. Y, cuando por fin le tuvo en su campo de visión y le encontró con el móvil en la mano, supo que se había realizado el contacto. Ahora sí, tal vez @Dunacallada tuviera la respuesta.
Regresó a la toalla y cogió el teléfono. Efectivamente, José había dejado un mensaje. Su sospecha era solo una premonición, pero había acertado y estaba convencida de ello. Estaba pendiente de él, le miraba con el rabillo del ojo, y sabía que él estaba también pendiente.
- Puedo responder a la foto -pensó ella-. ¿Qué pongo?
Y, tras darle un par de vueltas, terminó con un: “Doy fe. Yo también las estoy viendo” que terminó acompañando con un emoticono que guiñaba un ojo.
- ¿Desea que esta información sea visible en su perfil? -fue la siguiente respuesta que, acompañada de emoticonos con carcajadas, José publicó en la foto.
María José rió. Entendió la broma y la pareció divertida. José estaba imitando a @Dunacallada que, cada dos por tres, te hacía esa pregunta. Por eso las carcajadas. Y decidió iniciar una charla con él en privado.
- ¿Tienes esa foto, fotógrafo? Pásamela.
Recibió una foto bonita, y ella era el centro del encuadre. Casi la misma foto que había publicado pero con el matiz que la sumaba a ella como espectadora y en una pose sugerente pero no ordinaria. La luz del sol dejaba todo su cuerpo desnudo a la vista y era tan agradable como sugerente. Se gustó en esa foto.
- Se la mandaba ahora mismo a mi marido si no fuera por lo poco que iba a tardar en mosquearse porque alguien me ha hecho una foto así. Tengo que valorar detenidamente cómo enseñársela, porque es una foto bonita y quiero que la vea.
María José quiso dejar claros los límites desde el principio y dar la información que, por precaución, creía que se debía dar. No hubiera hecho falta, José decía en su perfil que era una persona transparente y, en realidad, lo era. Tan transparente como grande a nivel espiritual. Aunque tuviera picardía, no existía maldad en él.
- Puedes empezar mandándole un mensaje en el que le preguntes cómo está. Así sabrás, para empezar, cómo de pendiente está del teléfono y, Dios no lo quiera, si tendríamos que salir a buscarle. Y, como luego él te preguntará cómo estás tú, tenemos la misma excusa para tardar en responderle. Así que, si quieres, te ayudo a pensar cómo se la enseñas.
Había mucho mensaje en aquellas palabras. A María José no le pasó desapercibido. Se confirmaba que José era un tío inteligente, con palique y sin dobleces. Era tan buen tío como a ella le habría gustado que fuera. Volvió a tener una premonición. Y volvió a acertar.
¿Tú qué le dirías? -preguntó María José.
Justo las cosas que, en cada momento, me gustaría ir escuchando a mí si estuviera en tu lugar; Que es el suyo.
Después de hacerle un breve resumen de lo hecho hasta ahora, omitiendo la foto, le diría que me he sentado en la orilla de la playa a charlar contigo.
¿Es que sabe quién soy? -respondió José.
Sí: “el largo” o “el largo de ahí la lao”
¿Y cómo le dirías que ha surgido la charla?
¡Coño! Nacho no sabe qué es @Dunacallada. ¡Mira! Igual tengo que contarle eso y omitir lo de que estoy en la orilla charlando contigo. De momento...
No hizo falta más. Ambos se levantaron de sus toallas para sentarse juntos en la orilla. María José llevaba en una mano el bote de protector solar y el teléfono en la otra.
Hola, María José.
Hola, José.
Puedes seguir llamándome “Largo” -sonrieron-. ¿Y cómo vamos a contarle a tu marido lo que es @Dunacallada?
Se sumergieron en una amena conversación que, buscando respuestas, les tuvo entretenidos durante un rato. Había conexión entre ellos. Existía química sexual, se la estaban reconociendo sin temor a estar expuestos y se seguían respetando.
- Estamos dos calas más abajo de donde estás tú. A menos de un cuarto de hora. Íbamos a empezar a tirarnos desde una roca mágica al agua -recibió María José como mensaje de whatsapp-. ¿Está todo bien?
María José se saltó todas las posibilidades que había barajado durante la charla y, lo primero que escribió, fue “estoy con el largo sentados a la orilla de la playa. ¿Tu sabías lo de @Dunacallada?”. Y se lo enseñó a José para que lo leyera.
- Lo que tarde en aparecer por aquí será lo que desconfía -contestó José.
Nacho respondió enseguida.
¿Debería saberlo? ¿Qué es? ¿Todo OK?
Sí, todo OK. Bájate la aplicación @Dunacallada del Play Store y échale un ojo. Luego hablamos. ¿Es segura la piedra para los niños?
Sí, tranquila. Es un juguete para menores de cinco años, pero les ha hecho gracia. Estoy pendiente de ellos. Voy a echarle un ojo a eso.
No va a venir -le respondió María José a José-. No, por lo menos hasta que termine las cosas que, tranquilamente, está haciendo por su cuenta. No hay peligro, podemos seguir charlando de picardías como, por ejemplo, la foto que tenemos que mandarle.
¿Te parece una picardía esa foto?
¡¿Me tomas por tonta?! ¿Por qué la has hecho si no? Pues por lo mismo que yo me he levantado para que la hicieras...
La erección de José se hizo bastante más notoria. Y ella miró con toda la tranquilidad del mundo hasta el punto de que se quedó perdida en sus pensamientos mientras le miraba la polla.
- Crees que no vendrá porque, en realidad, piensas que, para él, cualquier otra cosa es más entretenida que estar contigo.
José también sabía acertar con sus premoniciones.
- ¡Tía! Mándale la foto si quieres que la vea. Sin más. Y pregúntale qué le parece. Si pide explicaciones, ya habrá tiempo de dárselas.
-Y podría decirle que te he pedido que me la hicieras... No, ¡qué puñetas! ¡Toma! Hazme una foto.
José cogió el móvil de María José, se levantó, busco un encuadre bonito que la ensalzara a ella como mujer y, cuando lo tuvo, disparó. En la foto se le veía el coño perfectamente.
Volvió a gustarse en aquella nueva foto. Recogía sus imperfecciones pero, sin embargo, formaban un todo sensual. La visibilidad del sexo remarcaba su figura como mujer, antes que como cualquier otra cosa. Y tenía el mensaje implícito que buscaba, que Nacho la viera así tal y como la inmortalizaba un aficionado a la fotografía. Pretendía remover emociones en su marido.
Y se la envió a Nacho con un escueto “te amo”. Y se lo volvió a enseñar a su amigo “el largo”.
-Se me pone muy dura con esa foto, imagino que lo sabes -le dijo el fotógrafo a María José-. Y supongo que a Nacho le pasará lo mismo. Es lo que debería pasarle.
Sin embargo Nacho tardó en responder y María José tuvo miedo. Así que, la siguiente media hora, consistió en que José le pintara un mundo color de rosa que fuera creíble y que encajara en la historia de este matrimonio. Hizo falta rozar mucho los límites de la moralidad para que José consiguiera su intención de animar a María José. Se llegó incluso a la circunstancia de las caricias sexuales. José le había llegado a acariciar el coño mientras se lo alababa con palabrería motivadora.
Pero eso solo sirvió para que María José se perdiera y acabara en medio de una encrucijada terrible porque, de repente, le empezaron a entrar unas ganas locas de agarrar aquella polla con las manos y dejarse llevar. Afortunadamente sonó el móvil y se salvó por la campana.
Estuvo demasiado cerca. José no lo supo nunca. Nacho tampoco.
Estás irresistible -fue lo primero que leyó en la pantalla del móvil-. Si no hubiera gente en la playa se me está ocurriendo un plan romántico contigo ahora mismo... Va a ser verdad que, el largo, hace buenas fotos. Porque estás preciosa...
Si no hubiera gente en la playa y si no estuvieran los niños -suspiró María José en voz alta después de leer a su marido.
Se produjo un silencio que inquietó a José. Así que, ni corto ni perezoso, alargó la mano para cogerle el móvil y, al darse cuenta, María José se lo pasó.
- Que me follaba ahora mismo, dice...
-¡¿Y por qué no?! -reaccionó José como un resorte-. ¿Por los niños? Me quedo yo con ellos, ¡So pava! ¿No es eso lo que quieres? Pues, tía...
¡¿Pero cómo vamos a echar ahora un polvo?! ¡¿Tú estás viendo lo mismo que yo?! -señaló a la playa llena de gente-. ¡Es imposible!
Aquí sí, es imposible. Pero en Cala Lirio no os molestará nadie.
María José se quedó callada con cara de “¿Qué dices?”. Con ese gesto que se queda a medio camino entre el “No sé de qué me hablas” y el “¿Qué mierda de comida es esta?”. José señaló con la cabeza al cerro del noreste.
Cala Lirio, el rincón para los folladores de la playa. Yo ya he pasado por allí esta mañana.
Con los de la foto que has colgado -reaccionó María José al caer en la cuenta-. Un segundito, que me tienes que contar eso.
Abrió el whatsapp y le envió un mensaje a su marido.
- El largo tiene una idea para que tú y yo nos montemos un plan. Espero que no te importe que hable de estas cosas con él, son para nosotros. Luego te cuento...
Nacho contestó enseguida.
- Lo has hecho siempre, y con todos nuestros amigos. Fue una de las cosas que me enamoró de ti. No me preocupa. Espero vuestras noticias. Te amo. (Pd: La foto es otra de las cosas que me siguen enamorando de ti).
Los lagrimones que brotaron de los ojos de María José no tenían nombre.
- Siempre ha sido un puto amor, el jodíoporculo -dijo medio riendo mientras se secaba las lágrimas-. Bueno, cuéntame, ¿Qué es eso de Cala Lirio?
José empezó a contarle que, al otro lado del cerro, hay una cala a la que se suele ir a follar. La mayoría de las veces es gente que está aquí en la playa pero, en ocasiones, es gente que viene desde el camino y, en vez de detenerse al llegar a la playa, siguen por la duna para arriba en busca de la cala. Le describió el lugar y cómo, una misma playa, se podía dividir en varios ángulos diferentes en los que follar sin ser molestado. Por lo que, si había más gente, no era importante. Entre otras cosas, porque estarían haciendo lo mismo.
Y tú te has montado un trío allí esta mañana -dijo María José.
Sí -contestó José, saboreando el recuerdo de ese momento-. Y os lo vais a pasar de lujo.
Estando en esas sonó el móvil de María José, era un whatsapp de Nacho.
¿Habéis visto lo que acaba de publicar Emily en @Dunacallada? -y lo acompañó con decenas de emoticonos de ojos saltones y cara de asombro.
No. Voy.
María José abrió la aplicación y revisó el muro. Se encontró con una publicación que decía “Quiero utilizar el satélite con el que me han hecho esta foto para grabaros las caras cuando sepáis lo que estoy haciendo en el cerro, ¿Me dejáis?” e iba acompañada por una foto tomada por satélite en la que una barby con gorra de Ferrari, aparecía sentada y desnuda sobre una roca, con el pecho mirando al cielo, abierta de piernas, y con un hombre de cuclillas entre las piernas haciéndole sexo oral.
- ¡Hostias!
A la par que giraba la mano para que José viera lo que pasaba, María José miró al cerro y tardó poco en encontrar el punto rojo que había tanto tono amarillento. Reconoció la silueta de la rubia y la del hombre de cuclillas.
Al lado de lo que está haciendo esta, lo de irnos a solas a Cala Lirio es un juego de niños -y pulsó al “me gusta” de la foto-. ¿De verdad te quedarías con los niños?
Cuenta con ello -respondió José
De repente a María José le había cambiado el brillo de la mirada, la tenía encendida. Durante el rato que llevaban juntos, José la había visto encenderse y apagarse varias veces, fallando como la bombilla que está a punto de fundirse. Sin embargo, ahora aquella mirada brillaba como una potente bombilla nueva de bajo consumo. Incluso su sonrisa era más amplia.
- Me alegra saber que no soy la única que está cachonda por aquí...
Acto seguido, se giró para acercarse a José y, pasándole la mano bajo la corva flexionada, le cogió el rabo con fuerza con los cinco dedos y la sacudía a la vez que le daba un efusivo pico.
- ¡Me gusta cómo piensa tu polla, ahí! -le dijo sonriendo. Y le soltó el miembro al terminar de hablar, pero sin dejar de sonreír.
José sintió en ese momento que acababa de nacer una amistad realmente sincera y duradera entre ellos. Ella, aparte de sentir lo mismo que él, también tuvo la certeza de que, más tarde o más temprano, se lo follaría y Nacho estaría presente. Ambos acertaron.
¡Madre mía! Al lado de esa foto, la que me ha echado el largo es una inocentada -escribió para responderle a su marido-. ¡¿Tú qué haces viendo esas cosas?! -emoticonos llorando de risa.
Matar el tiempo mientras vosotros convertís mis sueños en realidad, evidentemente...
Fue entonces cuando María José se dio cuenta de que Nacho también había recuperado la picardía que le caracterizó durante un tiempo y que, a lo largo del matrimonio, se había ido consumiendo. Esta complicidad era propia de cuando empezaron a salir y luego alimentó un tiempo lo de los planes románticos. Un par de nuevas lagrimillas volvieron a brotar de sus ojos: había llama, estaba ahí, la estaban usando.
Se vino arriba...
¿Quieres un sueño hecho realidad? ¿Te gustaría que publicara mi foto yo también? Convénceme... -y pulsó “enviar”.
Esa foto también tiene sexo -le dijo José al leer la pantalla-. ¿La vas a subir?
Sí, por mí sí. Pero si Nacho no me convence, no la subo. Que esté tardando en responder hace que piense bien de él...
Pasaron apenas un par de minutos que se les hicieron interminables. Finalmente María José recibió un mensaje de whatsapp de su marido. Era un vídeo.
En el vídeo, grabado desde el espacio, se veía a Nacho preguntando de viva voz a @Dunacallada toda la información referente a la privacidad de las imágenes mientras que, en la pantalla de su móvil, el administrador iba contestando de inmediato por escrito y adjuntando todos los archivos y fotos necesarias para dejar constancia inequívoca de los términos y condiciones del contrato que, a los usuarios, habían aceptado al darse de alta en la aplicación.
- Está todo aquí, nena -dijo Nacho mirando al cielo en el vídeo-. Lo que pasa en @Dunacallada, se queda en @Dunacallada. Quiero colgarla yo para contar cuánto te quiero.
Las condiciones del contrato establecían al respecto que las imágenes eran en todo momento, hasta que no se dijese otra cosa, propiedad de sus protagonistas. Así mismo, era imposible descargarlas del muro de las publicaciones y solo podían ser vistas por los usuarios que estuvieran conectados. Y, por política de empresa, solo permanecían como conectados aquellos usuarios que, dados de alta, estuvieran en Duna Callada y alrededores. Los que se alejaran con el ánimo de marcharse y hubieran estado de alta, serían desconectados automáticamente.
-Cuélgala tú -le respondió María José-. Y tienes mi bendición incluso para poner alguna picardía.
Ya la había pensado. Ahora, cuando la publique, tiramos para allá.
¿Y a vosotros os iba mal? -preguntó José sorprendido.
Nunca dudes del poder destructor de un grano de arena, ni de lo fácil que es que se nos olvide que hay que limpiarlo porque hay otras cosas que nos entretienen...
Está limpio entonces, ¿No?
Sí, parece que hemos pasado el trapo por un buen sitio... Habría que aprovechar y terminar de limpiar. Pero, sin prisa...
Había esperanza en la cara de María José. Como si, de repente, este rayo de luz en su relación de pareja hubiera iluminado otras muchas zonas oscuras que, en realidad, ni estaban tan oscuras ni era tan difícil iluminarlas. Volvía a tener la ilusión de la veinteañera con la madurez de la cuarentañera. Se le veía en la cara que había encontrado la forma de reflotar su matrimonio. Y, lo mejor de todo, es que era haciendo cosas que le gustaban, a ambos, en lugar de tener que hacer sacrificios; Como hacen la mayoría de parejas que, por esa senda, terminan rompiendo.
Y, lo mismo que se veía esperanza, también se veía impaciencia. Estaba ansiosa por ver la publicación de su marido.
- ¡Pero, venga ya! ¡So jodío!
José no pudo evitarlo y se levantó de la orilla para ir a su toalla en busca del teléfono. Quería fotografiar aquella expresividad que estaba viendo. Ella, que le adivinó los pensamientos cuando le vio cogerlo, mantuvo el gesto y la expresión mientras agradecía lo feliz que era y escuchaba los varios disparos que realizó su amigo el largo.
Por fin apareció la publicación de Nacho.
- Está rugiéndome como solo ella sabe rugirme, como rugió el día que supe que quería gladiar con ella todas las épicas batallas que nos ofreciera la vida. Hoy vamos a vernos en la arena...
Acompañó el texto con la foto que ella le había enviado. Esa en la que, sentada sobre la arena, con una rodilla hacia el cielo, la otra hacia el agua y los brazos sobre estas, con uno sujetando la rodilla que miraba al cielo y cayendo con la mano por delante de la espinilla y, el otro, apoyado desde el antebrazo sobre el muslo abierto y la mano suspendida igual que la otra; Esa foto en la que sacaba pecho y estiraba la espalda para tratar de meter un poco la tripa y que estaba tomada de frente de manera que lo mostraba todo. Incluso la picardía sexual que se escondía en su mirada.
- ¿Por dónde dices que se va a Cala Lirio?
José y ella se rieron con el comentario y, acto seguido, el largo volvió a indicarle por dónde tiraba el sendero que llevaba a la Cala y todas sus características.
Te pones las deportivas. Los escarpines no valen -le estaba diciendo José cuando sonó el teléfono de María José.
¡Nena! Mira la cuenta a ver si han ingresado otros cien pavos. Vamos ya de camino. Te mando un audio mientras lo compruebas y te cuento.
Le hizo caso de inmediato porque aquello era extraño. Y, conforme fue a entrar en la aplicación de banca electrónica para comprobarlo, recibió el mail de su entidad financiera para informarle del ingreso. Pero el importe era de cincuenta euros.
Solo 50 -escribió.
Te cuento... -empezó a escuchar el audio de Nacho que se terminó de descargar en ese momento-. Resulta que, conforme he subido la foto, he recibido un mensaje del administrador diciéndome que están recompensando el material “pícaro” que se publica en la aplicación y que, por haber subido tu foto, nos iban a hacer un ingreso. Pero es que, casi a la vez, Emily me ha enviado un mensaje privado preguntándome por el dinero. Debe ser que ya ha terminado por lo alto del cerro -dijo bromeando-. Te he escrito de inmediato.
¿Por qué has dicho cien? -escribió ella.
Es lo que le han dado a ella. La verdad es que su foto es bastante más pícara que la nuestra -se escuchó tras descargarse un nuevo archivo de audio-. No escribo porque necesito ir mirando por dónde pisamos los tres. Ya estamos aquí al lado.
¿Y te están oyendo los niños?
Los tres metros que me separan de ellos y la dirección del viento juegan a favor.
Podéis hacer la prueba ahora en la cala.
María José había apretado el botón de grabar audio para dejarle un mensaje sensual a su marido cuando el largo la interrumpió con su apreciación. No se lo esperaba y, su primera reacción, aparte de mirarle sorprendida, fue la de soltar el dedo de la pantalla. Y el audio se envió.
Y Nacho lo escuchó, y respondió.
- ¡Largo! Me gusta como piensa tu polla, ahí.
Y, aquí, fue dónde José también se dio cuenta, como ya hiciera María José hacía un rato, que, más tarde o más temprano, ellos tres terminaría follando. Y acertó.
María José y él se miraron y empezaron a reírse a carcajadas. Entonces el largo se abrió de piernas y le balanceó la polla, que seguía totalmente erecta, con la certeza de saber que ella haría lo que tenía que hacer.
Y María José lo habría hecho encantada. De hecho, necesitaba volver a sentir aquella polla y aquellos huevos en la mano sabiendo que ya eran suyos también, y hasta llegó a comenzar a moverse para ir a cogerla. Pero, al hacerlo, vio aparecer a Nacho con los niños por el fondo de la playa y detuvo la mano.
Él le leyó la mirada y la comprendió de inmediato. Se quedaba con las ganas de haberlo hecho pero, estando a la vista ya de su marido, debería ser otro el momento oportuno. Y, delante de los niños, ya ni te cuento. Sonrió y se giró para verles venir.
Cuando alcanzaron la sombrilla, los niños se descalzaron y se fueron corriendo al agua. Nacho fue a descalzarse también pero María José le dijo que no lo hiciera. Entonces, tras dejar la mochila, se acercó hasta su mujer y el largo que estaban sentados a la orilla de la playa.
Nacho, encantado.
José. Igualmente. Sois una pareja genial. Y lo sabéis...
No sé que habrá pasado aquí pero tengo la sensación de que te debo una...
José sonrió ante aquellas palabras y, tras poner un gesto picarón, miró al cielo y preguntó:
Oye, Dunacallada, ¿Tu no tendrás por ahí el vídeo de lo que hemos estado haciendo, no?
Sí. ¿Te lo preparo? -recibió en un mensaje de whatsapp en su móvil.
Lo leyeron y se echaron a reír los tres.
Venga, cálzate y tirad para allá volando. Y lleváos el móvil, por si necesitara localizaros...
Y para lo demás -añadió María José.
Eso. Y para lo demás. ¡Nacho! Encantado, de verdad. Ahora después nos vemos.
Y se despidió de él con un apretón de manos, después de haberse puesto primero de pie, que acompañó con un par de palmadas que, con la otra mano, dio sobre el puño que habían formado.
En un salto, María José se había calzado y había echado a andar junto a su marido hacia el otro lado de la playa. Al pasar a la altura de sus hijos les dijo que vendrían pronto, que el largo iba a estar pendiente de ellos. El mayor de los niños fue a protestar pero el gesto que le hizo María José llevándose el dedo a la boca fue determinante. El chaval ni respiró. Se dio la vuelta, miró malhumorado a José y volvió a meterse en el agua a seguir jugando con su hermano.
El largo les hizo una foto de espaldas y cogidos de la mano mientras se alejaban paseando por la orilla. Luego, empezó a estar pendiente de los niños.
Por el camino María José le fue contando lo de Cala Lirio y que era la “playa para los folladores de Duna Callada”. Todo lo que había estado hablando con el Largo e, incluso, los dos bajoncillos que le habían dado. De hecho, la conversación acababa de andar por esos derroteros de emociones tan íntimas cuando la playa apareció ante ellos.
Aquel lugar era idílico, paradisiaco tal y como había dicho el largo. Pronto decidieron que el fondo de la playa era el sitio que más le llamaba la atención, allí donde estaba el pedestal en el que la madrileña le había hecho la mamada a José unas horas antes, porque les inspiraba más intimidad.
Pronto encontraron una piedra que asomaba sobre la arena para dejar allí el calzado y los teléfonos y, mientras Nacho la miraba, María José le dio la espalda y se dirigió a la orilla a meter los pies en el agua.
Aquella silueta de mujer era hermosa. Nacho amaba a su esposa y seguía sintiendo por ella la misma pasión y deseo que despertó en él cuando se conocieron. Camino hasta colocarse a su espalda y la rodeó con los brazos, cruzando las manos sobre el pecho de su mujer y juntando piel contra piel.
Pronto sintió María José la erección de su marido oprimiéndose contra la hendidura de sus cachetes. Apretó el culo contra Nacho y él respondió acariciándole el pecho con una mano, el vientre con la otra y comenzaba a besarle el cuello.
Pronto se dejaron caer sobre la arena y allí, en la misma orilla, se fundieron en un solo cuerpo haciendo el amor. Adoptaron diversas posturas mientras lo hacían y disfrutaron como adolescentes de todas. Estaban pletóricos, apasionados.
María José se corrió mientras le cabalgaba. Nacho estaba tumbado boca arriba en la orilla de la playa, con los pies en el agua y la cabeza en la arena. Ella, sentada a horcajadas sobre el él, le daba la espalda al horizonte. Nacho también se había corrido ya. Se miraban resoplando y sonreían.
- Tienes una foto muy sugerente ahora mismo -dijo Nacho.
María José no se lo pensó dos veces, se levantó, se acercó a por el móvil y regresó a su sitio. Volvió a sentarse a horcajadas sobre su marido y le pasó el teléfono. El disparó varias fotos. Conseguía encuadrarla de cuerpo entero, abierta de piernas con las rodillas contra la arena y debidamente apuntalada. María José se había echado un poco hacia atrás de manera que se veía perfectamente como su coño absorbía el miembro. Unas caprichosas rocas dentro del agua y el horizonte en el que se enfrentaban el cielo y el mar terminaban de ser los componentes de aquellas buenas fotografías que se le habían ocurrido a Nacho.
Y ella posó muy seductora...
Le pidió el teléfono a su marido y le echó un vistazo a las fotos que le acababa de hacer. Hubo una que le gustó especialmente. La sonrisa que tenía era el resumen perfecto de todo lo que se veía en la imagen. Entró en la aplicación de @Dunacallada y comprobó que, en el muro, aparte de la primera foto brutal de Emily y la que, de ella, había colgado su marido, empezaba a haber más fotos de más gente que había en la playa. Curiosamente, el tono que existía en el muro andaba entre la picardía sutil y la sensualidad sugerente. Los diez o doce usuarios que ya habían interaccionado iban del mismo palo.
- Estoy por hacer una locura -dijo María José.
Nacho la vio venir, supuso a lo que se estaba refiriendo: hablaba de publicar la foto.
A ver cuánto nos dan por esta...
¡Hostia! -se echó a reír- ¡Y por eso también!
Empezó a teclear un mensaje y lo acompañó con la foto. Tras pulsar la opción de publicar, todos los usuarios pudieron ver en su muro la siguiente publicación:
- Es la primera vez que, para el postureo, me hago una foto follando. ¡Pero es que no sabéis cuanto amor hay en esta imagen! Hay que follar más y joder menos ¿O acaso vosotros no tenéis ganas de hacerlo hoy?