Dulces truenos: Entre hermanas

9ª Entrega. Continúa la historia Dulces Truenos con la hermana entrando totalmente al juego.

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Dulces truenos: Una historia de amor tóxico


Capítulo 9: Entre hermanas

Al llegar a casa me encontré todo un poco revuelto y a mi hermana organizando algunos armarios del comedor.

—Ah sí, se me había olvidado decirte que tu hermana había intentado fingir un robo. De hecho, eso es lo que me hizo creer cuando vine en su ayuda —comentó Raúl.

—¡Encima de follarte a mi Ex en mi cama, me alborotas la casa! —dije furiosa.

¿Pero a mi hermana qué le había pasado por la cabeza? ¿Cómo pudo haber traicionado mi confianza así?

—Todo esto es culpa tuya —respondió Sonia—. Si no te hubieras ido con tu novio. ¡Que encima que vengo a verte, me dejas sola la noche!

—¡A mí no me eches la culpa de que seas una guarra que no sabe cerrar las piernas!

—Chicas, Chicas, vamos a relajarnos un poco —dijo Raúl tratando de calmar los ánimos.

¡Qué situación! Debía ser obediente con Raúl y estaba furiosa con mi hermana. Igual podía vender a mi hermana, para complacer a Raúl y… así quizás me dejaba a mi tranquila. Mi hermana era más guapa y con mejor cuerpo. Siempre había sido la que más ligaba, y pensaba que no me importaría venderla a cambio de mi libertad.

—Os voy a compensar por las molestias —replicaba Sonia de la manera más humilde que pudo hacerlo—. ¿Qué os parece si os compro unas vacaciones con todos los gastos pagos a donde vosotros prefiráis?

—¡Estas muy acostumbrada a ponerle precio a todo! ¿Verdad hermanita?

—Bueno, cariño. —comentó Raúl—. No descartemos el viaje, puede ser interesante también.

—¿También? ¿Qué más queréis? —protestó Sonia.

—Sabes muy bien a lo que he venido —alardeó Raúl acercándose a ella—. Esta noche has sido muy borde y mentirosa conmigo, pero te daré una pista a ver si lo adivinas… tienes un buen cuerpo que antes he visto a través de una pantalla.

Sonia parecía no saber dónde meterse, y ese niño estaba demasiado seguro de tener toda la situación bajo control. ¿Cómo podía haber conseguido esto?, preguntaba para mí.

En ese momento me miró. Pensaba que iba a tener que hacer algo cuando solo me mandó ser cómplice de la situación.

—Cariño. ¿Tienes el móvil a mano, no? He pensado un juego para tu hermana, ya que le gusta mucho actuar, follar y mentir…

—Eh yo no. —interrumpió Sonia.

—Shhh —articuló Raúl—. Elena tendrá el video que te he pasado antes en la conversación de tu marido, y si tú tienes una falta, ella le dará a enviar, sin dudarlo. ¿Entendido chicas?

—Si —respondí mientras miraba a mi hermana desafiante.

Seguramente esta situación no la hubiera aceptado, pero el pensamiento de que ella era más atractiva, mucho más acaudalada y más fácil de extorsionar, además de brindarme la oportunidad de que Raúl se olvidara de mí y el miedo de sufrir una represalia, me hacían actuar con la mejor actitud posible.

—Muy bien, cielo. Si ves que una orden no la cumple al momento, contarás de 3 hasta llegar al 0 y le enviarás el video en ese mismo momento.

—No, no podéis hacerme esto —suplicaba ella temerosa de lo que pudiera ocurrir.

Entonces la rodeó como un macho que acecha a su presa y, acto seguido, le ordenó desnudarse. Parecía que dudaba y me miraron ambos, como si yo tuviera algo que hacer. Nerviosa, solo pude empezar a contar:

—3…

—2…

—¡Voy! ¡Voy!

Mientras mi hermana parecía no dar crédito, mi captor se mostraba orgulloso de mí, por las miradas de complicidad que me brindaba. Suponía que era algo bueno; tampoco pensaba que a estas alturas tenía mejores opciones.

—Bueno, pero no pongas esa cara, mujer. ¡Cualquiera diría que te estamos obligando! —se jactaba él.

Palpaba la humillación de mi hermana cuando apenas conservaba la ropa interior, pero una parte de mi deseaba que Raúl continuara, para darle el escarmiento a mi hermana, que tan merecido lo tenía.

—Estás francamente de revista. Muy bien proporcionada. Seguro que vas a ser una buena perrita.

Dicho esto, empezó a manosear su trasero y posteriormente sus senos con la mayor lascivia y descaro que imagino le era posible. Le desabrochó el sujetador y dejó a mi vista esos enormes pechos que desafiaban a la gravedad. Debo reconocer que tuve envidia de ello.

En esa situación solo había una persona que se atrevía a hablar.

—Me la has puesto tan dura que ya no aguanto más, perrita.

Entonces vi cómo se bajaba los pantalones y nos mostraba el bulto en su bóxer.

—Bueno, Sonia. Tienes 2 minutos para hacer que me corra en tu boca.

“Elena, ¡grábalo todo!”

Raúl ordenaba con una firmeza atronadora. Y mi hermana ni siquiera se atrevía a dudar. Ahí vi que era mucho más fuerte que ella. Yo al menos no me había dejado manipular tan fácil, o eso pensaba, y ella estaba mostrando lo insignificante que era, y que todo lo que había conseguido era por su marido. Aún furiosa de ella, me vanagloriaba por la posición que había ocupado.

Rápidamente puse la cámara en video del móvil y empecé a grabar; a lo que nuestra victima parecía pedir, entre miradas suplicantes, que no lo hiciera. No iba ni a correr ese riesgo ni cambiar de estrategia.

Empezó bajándole los bóxers, algo inexperta. Se notaba miedo en sus actos. Un temor del que parecíamos disfrutar los demás. Comenzó sujetando los huevos con una mano, mientras lamía el tronco y trataba de masturbarlo con su otra mano.

—Ya ha debido de pasar 1 minuto y lo has desaprovechado por no metértela a tu boca —vaciló.

En ese momento intentó con más energía hacer una mamada, pero era muy torpe. Creo que ambos sabíamos que no lo conseguiría.

Raúl me pidió el móvil, y la grabó de cerca mientras le practicaba la felación, haciendo comentarios de lo más vulgares.

—Bueno, perrita. Como no lo has conseguido, vamos a tener que mandárselo a tu marido. —dijo con malicia a la chica.

—¡No! Por favor, hice lo que me pedias.

—No seas mentirosa. Te he pedido que hicieras correrme en tu boca, y ni siquiera me he corrido.

—Haré lo que quieras, pero no le mandes eso, por favor. Te lo ruego.

—Umm. ¿Qué crees que debemos hacer con ella, Elena?

Estaba dudando. Si dejaba salir mi ira, y mi situación de poder para flagelar a mi hermana, sería algo que no tendría vuelta atrás. Supuse que en muchos años, pero por otra parte, me seguía sintiendo un títere de aquél muchacho y sería mejor actuar con astucia.

—Tu eres nuestro Amo —respondí complaciente.

Era la mejor respuesta que podía dar. Seguro que le complacería. Y por otra parte, mi hermana tampoco me odiaría para el resto de sus días.

—Antes, en mi casa, has dicho que la azotara como te hice hacer a ti, ¿cierto?

No me dejaba mucho margen y estaba acorralada, ya sin posibilidad tenía que tomar el veredicto y apostar por dejar totalmente desvalida a mi hermana; al fin y al cabo, se lo había ganado en buena parte. Traté de convencerme.

—Sí. Se merece un buen castigo —contesté.

—Bien. Vamos a la habitación. Allí está la cámara, ¿no? —preguntó— Así se grabará en mi casa para tener un bonito recuerdo de esta noche entre hermanas.

Raúl se terminó de quitar la ropa que le quedaba y, con el control de la situación, le dijo a mi hermana que sería la perra de la casa por esa noche; y como tal, caminaría a cuatro patas para su mayor humillación.

—No quiero nada de ropa en ninguna de vosotras esta noche. ¿Entendido?

No lo dudé un segundo, me despojé de todas mis vestimentas y las dejé tiradas ahí mismo.

Como nuestro macho se adelantó hacia mi habitación, le seguí, sin querer cruzar la mirada con mi hermana en todo el camino.

Una vez en mi habitación, Raúl se tumbó en la cama boca arriba.

—Perra, sube a continuar con la mamada. Te queda mucho por practicar.

Así lo hizo. Subió como animal obediente a la cama para, en cuatro patas, meterse aquel tronco en la boca.

—Gata, ahora es tu turno.

¿Mi turno? ¿Turno de qué? Pensaba mientras quedé petrificada.

—Vas a azotar a tu hermana con el cinturón, como querías.

Casi suspiré aliviada al saber que no era la víctima sino el verdugo. Busqué un cinturón y regresé delante de ellos a esperar la siguiente instrucción.

—Cariño, estás demostrando ser una buena sumisa y compañera —se dirigió a mí.

Hice alarde de una sonrisa modesta, a la vez que incliné mi cabeza ligeramente.

—Procede —me mandó reafirmando sus palabras con la mano.

Entonces empezó lo que iba a ser para Sonia una tortura como hasta entonces no se habría enfrentado en su cómoda vida.

Ella seguía con el pene dentro de su boca, y di el primer azote con el cinturón, que hizo un verdadero sonido.

—¡AAHHHHHH! —gritó horrorizada.

—Nadie te mandó dejar de comerme la polla, perra.

Mi hermana hizo ademán de querer hablar, pero la interrumpió.

—Elena, continua.

No lo dudé un segundo antes de proceder.

—¡AAHHHHHHHH! —Quedó sin aliento.

Intentó incorporarse para venir a por mí. Parecía el primer acto de rebeldía por su parte, cuando Raúl le agarro fuerte del brazo.

—Como te vuelvas a levantar o tener el más mínimo gesto de no colaborar, va a ser el último. ¿Entendido? —dijo Raúl con una agresividad que no había visto hasta ahora.

La agarró fuerte del pelo y volvió a metérsela en la boca de forma brusca.

—¡Siguiente! —me mandó teniendo a mi hermana en esa posición.

Tras el siguiente golpe de cinturón se ahogaron sus gritos, en lo que sin duda era más dura y forzosa penetración.

—Ahora sí estás en condiciones de pedirle perdón a tu hermana —esputó dirigiéndose a mi hermana.

Le saco la poya de la boca y la forzó a mirarme. Estaba totalmente derrotada, humillada, rendida, y pude oír unas leves disculpas.

—Perdón…

—¡Jajaja! ¿Así vas a pedirle perdón a tu hermana? No, perrita, no…. Tendrás que darle placer para que te perdone.

Raúl estaba más Dominante y duro de lo que había sido conmigo. ¿Qué significaba darme placer? No tardé en averiguar sus planes…

—¡Pídele que te deje comer su coño!

Le miró con cara de estupor, pero sabía que iba en serio, y sería mejor colaborar. En ese momento creo que mi hermana empezaba también a entenderme a mí, y cómo podría haber acabado en esa posición.

—Hermana… puedo… comerte… el… coño —alcanzó a decir.

—Sí, claro —dije pensando que debía colaborar.

Me recosté a un lado de la cama para estar cómoda. Y tal como me miraba Raúl, no hacían falta palabras. Abrí las piernas y me dejé hacer. Al notar la lengua de mi hermana por primera vez, sentí un gran placer. Aquella situación tan contraindicada me produjo un morbo que no pude controlar, y enseguida empecé a cerrar los ojos para disfrutar mejor.

Enajenada de cuanto me rodeaba, poseída por la dicha de aquella lengua prohibida: no tardé en tener mi primer orgasmo. Extasiada, completamente ida, disfrutaba del sexo oral de la inepta de Sonia, y me atreví a empujarle la cabeza contra mí para conseguir que viniera el segundo, que no se hizo esperar.

Esa situación prohibida debo reconocer que me encantó. No pensaba ni me importaba cómo se pudiera estar sintiendo mi hermana, ni qué sentiría ella. En esos momentos solo pensé en mi disfrute.

Cuando logré un poco de calma tras el segundo orgasmo, me di cuenta que Raúl la estaba penetrando desde atrás. Disfrutaba como un auténtico poseso.

Eso provocaba que mi hermana tuviera un vaivén en mi entrepierna que de nuevo me hizo excitar.

—Mete bien la lengua, hermana —fue todo lo que pude decir entre expiraciones.

Suprimiendo todo sentimiento ajeno al placer, me dejé llevar de nuevo por la situación y, golpeando la cabeza de mi hermana contra mí, logré mi tercer orgasmo.

No tardé mucho en escuchar los alaridos de Raúl haciéndome saber que también se había corrido dentro de ella.

Estaba agotada, rendida. Cuando empecé a tomar más conciencia de la situación, me parecía vergonzoso. ¿Cómo podía haber disfrutado de algo así? Me sentía culpable.

—Chicas, la verdad que ha sido una noche espectacular gracias a vosotras.

¿Cómo no? Raúl no podía rebosar más orgullo y felicidad.

Se acercó a mí para darme un beso en la frente. Este chico no está bien, pensaba para mí.

—Estoy agotado. ¡Y madre mía, qué hora es! —nos dijo saliendo de la habitación.

Mi hermana y yo éramos incapaces de cruzar miradas, ni siquiera movernos; y estuvimos así hasta que regresó.

—Vaya. ¡Jajaja! Parece que mis chicas están con vergüencita —se mofó.

Totalmente cierto, pero al oírlo me atreví a incorporarme para dirigirme a él.

—Bien, cariño, yo ya me voy a casa a dormir. Es tarde. Os dejo para que os podáis vestir—atinó a darme un beso apasionado que respondí—. Creo que es nuestra despedida del año, y gracias las dos por hacerla inolvidable.

Sonia no era capaz de mirarnos, y yo no sabía cómo actuar.

—Les dejo, chicas —continuó—. Que lo pasen bien estas navidades con los papis. Ya nos veremos.


Dulces truenos: Una historia de amor tóxico


Siento el parón, pero nada más terminar la serie tuve varios problemas con la publicación y personales, lo cual me hicieron dejarlo por completo para centrarme en otras cosas que debía resolver, ahora ya, totalmente solventadas, he vuelto a publicar de nuevo el libro, futuros relatos y llevo ya medio libro más de otra serie con un contenido magnifico.

Un saludo y gracias a todos por el apoyo y los emails que he recibido en todo este tiempo.