Dulce y Amarga amistad

-Uff, que rico me follas mamón, qué sabrosa verga me das, dame más fuerte, más, más, más. –Me atendía y a cada más que le pedía, apretaba más fuerte llegando hasta el fondo de mi vientre con el pene.

Historia corta de dos amigos: Jesús Alejando y Álvaro

(

El relato es algo largo pero creo que merece la pena leerlo)

Dedicado a Jesús A. que lo inspiró y ahora quiere que lo publique para que otros lo conozcan.

Detuve el coche delante de la casa de Álvaro, dudé en bajarme y entrar, tendría que saludar a su familia y al final…, ¿por qué no?, ellos se sentirían más tranquilos al ver que estaría conmigo.

Pulsé el timbre de la cancela del jardín y no escuchaba el sonido, pero su gran perro pastor apareció enseguida ladrando y moviendo la cola, contento de volver a verme. Empujé y traspasé la puerta, Drago quiso saltar encima de mí y tuve que contenerle para que no pusiera sus zarpas en mi pecho.

-Quieto, tranquilo. Si se ponía derecho era más alto que yo, le acaricie la cabeza y no resultaba suficiente, quería más.

Su madre me esperaba en la puerta de la cocina vestida en plan de trabajo con guantes de cabritilla amarillos para cuidar sus manos de pianista, los tenía sucios de tierra y no se atrevió a abrazarme, lo tuve que hacer yo mientras ella me besaba.

-¡Cuánto tiempo sin verte Jesús! Habían pasado dos meses de verano y todos fuera de la ciudad como todos los años, éste peor porque no había pasado algún día con ellos. Antes de poderla responder tenía a su hija rodeando mi cuello. Natalia que había perdido su timidez conmigo a sus quince esplendorosos años.

-¿Álvaro?  Indagué a la vez que abrazaba el breve cuerpo que se me apretaba.

-Ya ha desayunado y está lavándose los dientes, le voy a decir que has llegado. Natalia salió corriendo al interior de la casa.

-Cuídalo Jesús, no sabemos lo que le sucede, si os quedáis unos días nos veremos el fin de semana.  Me suplicaba con la mirada lo que no quería decir con la boca y se la veía preocupada.

-Igual os esperamos allí para escucharte tocar, no pudimos ir a tu último concierto, nos lo perdimos y lo sentí. En ese momento salió Álvaro, Natalia le llevaba la bolsa con su ropa arrastrándola mientras él se metía la camisa debajo del pantalón. Nos fundimos en un interminable abrazo.

Nos despedimos aunque Natalia quería venirse con nosotros poniendo cara de enfadada, y después de escuchar las recomendaciones de su madre pudimos montar en el coche y emprender el viaje.

Llevábamos una tercera parte del camino recorrido, una hora de viaje sin que Álvaro hubiera abierto la boca, yo tampoco. Coloqué mi mano sobre su rodilla desnuda, sentí como se estremecía, como si volviera en ese momento a tener consciencia de donde se encontraba y, a su vez, colocó la suya encima apretándomela fuerte.

-¡Jesús! -Fue un gemido lo que le salió de la boca. Volví la mano para entrelazar los dedos, me apretaba hasta hacerme daño.

-¡Mónica! ¡Joder, joder, joder!  -Comenzó a llorar y la mano que sujetaba la mía subió hasta su cara para apretarla en su mejilla, sentía la humedad cálida de sus lágrimas rodar mojándonos las manos. Me rompía el corazón pero mantuve la calma dejándole llorar y que se desahogara hasta que retiré la mano para coger la palanca de cambios y reducir la velocidad.

Detuve el automóvil en un área de descanso y paré el motor. Sin quitarse el cinturón de seguridad que lo aprisionaba se giró y abrazó mi cintura. Se agitaban sus hombros al sollozar angustiado y comencé a pasar mi mano por su cabeza, las lágrimas traspasaban la tela de mi pantalón y las sentía como una liberación de su alma herida.

Estuvimos un rato hasta que dejó de llorar y se incorporó, me miraba avergonzado y restregándose los ojos para apartar las últimas lágrimas llevándose la humedad, tenía los ojos rojos. Busqué una bolsa de pañuelos en la guantera y la abrí para que cogiera a su gusto.

Solté su cinturón y el mío mientras él se limpiaba y se sonaba la nariz.

-¡Perdóname Jesús! ¡Joder! Parezco una mujercita.  Me giré hacía él montando mi pierna en el asiento y le cogió por los hombros.

-Ven aquí, ¡tonto! Le abracé estrechándole en mi pecho, continuaba llorando, ahora con un llanto suave y apaciguado donde destilaba su angustia y dolor, él no lo veía al tener su cabeza debajo de mi barbilla como yo lloraba también acompañándolo en su duelo acariciándole pelo.

Salimos del coche y nos sentamos en un banco mirando el hermoso paisaje de montaña sin hablarnos, nos comunicábamos en el silencio sintiendo el dulce viento acariciar nuestras caras, Álvaro asía con fuerza el borde del banco poniendo los nudillos de sus manos blancos de tanto apretar.

-Mi primo la ha visto con un chico, me separo de ella unos días y se va con otro…

-No debes juzgarla sin saber lo que pasó. Me puse rojo avergonzado, daba consejos que yo no había seguido y decidí callar y escuchar aunque suponía lo que vendría a continuación.

-No ha sido únicamente una vez, los ha encontrado en los bares y en la calle como si no le importara que la vieran, el otro día decidió seguirla cuando montaba en un coche, fueron hasta un descampado donde estuvieron revolcándose... Y eso lo vieron mi primo y dos amigos suyos.  –Pasé mi brazo por sus hombros, sabía sobre ese dolor.

-No ha querido hacerlo conmigo, nunca me lo ha permitido y se entrega al primero que se le acerca.

Me dolió lo que decía, al final otros lo pasan peor, no soy el campeón del desengaño aunque eso no suponga una liberación para mí. Permanecíamos en silencio y no me importaba, me sentía muy bien en esa soledad de dos que sufren lo mismo aunque él no conocía lo mío.

-¿Y para qué estamos aquí? ¿Qué quieres hacer? Cruzó los brazos mirando a la lejanía, perdiendo la vista en la inmensidad de la nada.

-Quiero comprobar que es cierto, verlo con mis propios ojos.

-Amigo, te va a doler y causarte más daño.  Me volvió a abrazar mientras su cuerpo temblaba.

-Lo sé, lo sé Jesús. –Le levanté la cabeza y pasé la mano por sus mejillas arrebatándole las lágrimas.

-Mejor nos emborrachamos esta noche y nos olvidamos.

Dos horas más tarde llegamos a la casa de sus tíos, al final había olvidado las llaves de su casa y tuvimos que ir a recoger las que tenían allí. Su tía se opuso a que fuéramos a comer a cualquier bar del pueblo y nos preparó huevos fritos con jamón que me supieron riquísimos. Álvaro no comió, su primo le miraba nervioso y algo debía haberles contado a sus padres que se mostraban de lo más amables.

-Prepararé una habitación para vosotros.

-No tía, tengo que hacer algunas cosas en casa y nos quedaremos allí. -Me dirigió una mirada.

-Igual nos quedamos hasta que lleguen mis padres con Natalia.

La estancia en la casa de sus tíos fue breve, salimos y llegamos a la suya, la charla con sus tíos parecía haberle distraído y comenzaba a verle como siempre se comportaba, como un chico alegre y pletórico de vida deseando disfrutarla. Su padre había dejado la depuradora de la piscina funcionando y el agua estaba tibia y deliciosa para recibirnos en un baño que deseábamos.

Su primo, que se llama igual que yo, había quedado en venir más tarde y llegó con algunos amigos, chicos y chicas que abrazaron a Álvaro rodeándolo de cariño, lo de Mónica debía ser conocido por todos y sus amigos querían protegerlo, quizás demasiado. Llevaban comida y bebidas, cerveza en abundancia como si pretendieran beber toda la noche y el agua no existiera.

Pusieron música en el jardín y comenzamos a bailar y a bañarnos, aunque al anochecer comenzó a refrescar allí en lo alto, el efecto del alcohol desinhibía a los chicos que a veces se les bajaba el bañador mostrándose desnudos al salir del agua y alguna chica lanzada dejaba que se le vieran los pechos. Todo como lo más natural sin que alguien se asustara.

Tomaba mi penúltima cerveza, llevaba trasegado más de un litro y había tenido que ir al baño en varias ocasiones, observaba lo bien que lo pasaban y se lo agradecía en el alma ya que Álvaro, en su mareo de alcohol, parecía olvidarse de sus problemas.

-¿Tú no te bañas?  Miré al chico que me hablaba, era rematadamente guapo y él lo sabía. Le señalé mi pelo ahora seco.

-No quiero volver a mojarme y comienza a hacer frío en estas alturas.  –Se sentó a mi lado, mirando igual que yo a la piscina con su lata de cerveza en la mano. Seguro que era más joven que yo pero bebía largos tragos como si estuviera acostumbrado y sediento.

-¿Quieres que te traiga algo de comer?  No parecía que me fuera a dejar tranquilo, en otro momento era a él a quien me hubiera comido, indudablemente buscaba conversación y algo más pero no se atrevía a dar el siguiente paso o seguía tanteando el terreno.

-Si vas a buscar para ti y no te molesta lo acepto, lo que a ti se te antoje.  Desapareció unos minutos y regresó con dos platos de cartón, sendas porciones de tortilla y algún embutido, todo revuelto.

-Me llamo Alberto. Y me alargó la mano dejando el plato en el suelo.

-Jesús, amigo de Álvaro.  –Debía practicar mucho deporte, su apretón de manos fue tremendo.

-No te había visto por aquí.

-Este año no he podido venir a pasar unos días como hago otras veces, no veraneo en la zona.  –Se comenzaba a poner nervioso, disponiéndose a atacar a su presa.

-Me gusta hablar contigo, podíamos ir a un lugar más discreto dentro de la casa.  Me levanté de improviso y tiré de su mano, si deseaba follar había encontrado pareja.

-¡Vamos!  -Me siguió a trompicones, subimos las escaleras hasta una de las habitaciones y al entrar le sujeté por la cintura uniendo las bocas, respondió a mi loco beso muy excitado, mordí sus jugosos labios y sin dejar de acariciarnos llegamos a la cama, caímos revueltos entrelazando las piernas y comenzando a sentir nuestras calientes erecciones.

Intenté darle la vuelta para colocarme sobre él, no le conseguía mover, y al contrario, resultó ser él quien quedó sobre mí, había acertado al suponer, que a pesar de ser delgado, resultaba un muchacho muy fuerte, de tendones de acero en sus flacos brazos. Me miraba desde arriba sonriendo y elevé la cabeza para llegar a sus labios y lamerlos.

-Eres muy guapo Jesús, me gustaste desde el primer momento de verte, sabía que terminaría follando contigo.  –Se otorgaba el poder de haberme llevado a la cama y no quise desilusionarle.

-Tú también me gustas, ¿quién follará a quien? No me conformo con cualquier verga.  –Notaba que poseía un buen garrote que se apretaba en mis muslos sin necesidad de verlo.

-¿Te es suficiente de diecinueve?  -Le abracé el cuello para llegar con mi boca a la suya y entregarle la lengua para que me la chupara.

-Si lo sabes usar y aguantas será más que suficiente. –Sentí como un golpe de sangre le puso más dura la polla. Estaba en plena erección y comencé a bajarme el bañador para liberar el pene, luego tiré de la cinturilla del suyo dejándolos a media pierna y con nuestros sexos unidos.

-Te lo noto gordo y caliente, quiero chupártelo un poco antes de entregarte lo que quieres. -Saltó de encima de mí y terminó de quitarse el bañador, su verga no desmerecía de su trabajado cuerpo y sus testículos tampoco, la boca comenzó a hacérseme agua. Se detuvo unos segundos mirando mi cuerpo tendido y desnudo, y se la abrieron los ojos como si expresara asombro.

-También tú estás bien dotado.  –Sujeté mi polla con la mano mirándole maligno.

-Si luego la quieres te la daré por ese lindo culito. Tenía unas nalgas preciosas y gorditas, redondas que antes ocultaban el bañador. Tuvo un gesto de atrevimiento y se volvió agachándose para que las viera pujantes y tersas.

-¡Waaa! Chaval, estás cañón. Se comenzó a reír y se tiró en la cama a mi lado.

-Eres genial Jesús.  –Y sin más se dio la vuelta ágilmente para hacer un sesenta y nueve, empujando su pelvis ansioso para que comenzara a chupar su linda polla. Olía ligeramente a precum, algo delicioso para mi lengua y él comenzó a catarme lamiéndome el glande y haciéndome gemir desde el primer momento.

Chupábamos sin cansarnos, a los dos parecía gustarnos mamar verga y la disfrutábamos con sorbidos ruidosos y húmedos, descansábamos unos segundos y entonces eran los testículos los que ocupaban nuestras bocas y los dedos se escapaban a nuestros culos metiéndolos después de acariciar las entradas bien mojadas en saliva.

Estaba pasando un rato delicioso con aquel ardiente chaval tan goloso y vicioso como yo, sabía mamar verga como si no hubiera hecho otra cosa con su boca y recibía de mí mis mejores atenciones, los dos atentos a hacernos gozar acariciando todo lo que nos daba placer y haciéndonos desear más.

-Alberto, ¿me la metes o te follo yo?  -Le introduje dos dedos por el ano y los moví en círculo estirándole el hoyito. –En lugar de responder se separó para ponerse sobre mi y mirándome muy fijo.

-Primero yo goloso, tienes el anito más gustoso que haya probado en mi vida. –Y comenzó a morderme los labios, sabíamos a verga, a culo, a sudor y nos enardecía sabernos tan sucios.

-Te la voy a dar por atrás para gozar de tus nalgas. –Se las ofrecía con gesto obsceno, moviendo las caderas y abriéndome con las manos para que viera mi agujero.

-Tienes ganas mariquita, ahora te la meto. Sin más empezó a dirigir la verga a la entrada del ojete y apretaba muy fuerte, si seguía así me la metería de golpe con el consiguiente dolor, pasé la mano debajo de mis huevos y se la sujeté.

-Despacito bruto, la quiero gozar desde el principio.  –Sí, la fue metiendo despacio después de que entrara el glande, y la gozaba como loco notando deslizarse toda la polla encajándose en mi culo. Tenía el ano muy dilatado por tanta caricia y follada de dedos y el deseo que me abrasaba deseando tener el culo lleno de verga.

Respiró entrecortado apoyando todo su peso en mi espalda, tirando de mis caderas para que no se le saliera la polla, yo apretaba y aflojaba mi culito chupándole la polla, haciéndole una mamada con el ano, gozando de ese “diecinueve” metido hasta los huevos.

Sus primeros movimientos ya me hacían suspirar, gemir como puta loca y tragar ahogado.

-Uff, que rico me follas mamón, qué sabrosa verga me das, dame más fuerte, más, más, más. –Me atendía y a cada más que le pedía, apretaba más fuerte llegando hasta el fondo de mi vientre con el pene.

Diez minutos de gozarla, acaso más, y me sentía en la gloria deseando que este gusto durara toda la noche, la eternidad.

-Me voy a correr Jesús, no aguanto más, tu culo me traga, ¿dónde quieres la leche?  -Sabía que se iba a correr, su verga se ponía más rígida y potente arañándome el recto y entraba con más fuerza apretando los riñones.

-Dámelo en la cara, báñame de semen. –Rápidamente me descabalgó y yo me giré, dos meneadas de polla fueron suficientes para que empezara a llenarme la cara de leche cremosa y caliente, le ayudaba a escupir el semen acariciándole los huevos hasta que sacó la última gota que me dejó en la lengua. Me pasó la polla por la cara esparciendo el semen y soltó un hondo suspiro de satisfacción.

Me dejé caer de espaldas, su verga seguía tiesa y dura, encogí las piernas abriéndolas.

-Vuelve a meterla y lame tu leche de mi cara. –Ahora me la envió dentro de una estocada y unió su pecho al mío para empezar a lamerme la cara. Aprovechaba la dureza de su verga juvenil y potente para mover las caderas y conseguir llegar al orgasmo sin tomarme la polla, era suficiente con el roce en su abdomen y el frotamiento de su maravillosa polla en mi culo.

Bufé tirando la leche que me metía con la lengua y me empujé contra él cuando empecé a eyacular rebotando sobre la cama. Resultó un gozo impresionante sentir salir la leche que quedaba depositada entre nuestros abdómenes.

Habíamos quedado en que luego le follaría yo, pero resultamos tan cansados que abrazados nos dormimos sin lavarnos, con las caras cubiertas del semen que no nos habíamos comido así como en nuestros vientres.

Cuando abrí los ojos Álvaro estaba en la puerta de la habitación con una lata de cerveza en la mano, me hizo un gesto como si brindara por nosotros y se marchó. Me levanté rápidamente, cubrí el cuerpo de Alberto y me dirigí al baño para asearme, me metí bajo la ducha y volví a la habitación. Mi follador continuaba durmiendo y le apagué la lámpara.

Mi  bolsa de aseo estaba en la habitación de mi amigo y llegue hasta allí. Álvaro estaba sentado en una de las dos camas tratando de quitarse la ropa que llevaba, una camisa y el bañador, y con la cerveza aún en la mano. Abrí su armario y busque dos pantalones de dormir, me coloqué uno y comencé a ayudarle a desnudarse.

-Déjame, puedo yo solo. –Su voz tartamudeaba y se le veía borracho, no le hice caso y le quité la camisa y el bañador, le tendí sobre la cama para ponerle el pantalón de dormir. Siempre me ha admirado el tremendo pedazo de polla de mi amigo, hace que sus huevos parezcan pequeños en comparación pero también son grandes, aún en reposo no dejaba de sentir admiración, no deseos porque sabía que no era para mí aunque siempre la quise.

Le metí en la cama y me acosté a su lado.

-Disculpa por haber usado tu casa para follar.  –Me respondió con su voz de borrachín.

-Es tu casa, todo lo mío te pertenece.  -Le abracé por detrás dándole un beso en la espalda y el sueño y cansancio nos rindieron.

Desperté abrazado a mi amigo como me había dormido, después de un momento fui separándome de él, ronroneó y me sujetó la mano pero no se despertó. Le miré mientras me colocaba una camisa, parecía tan indefenso y sensible abandonado en el sueño y sonreía feliz como si su dolor se hubiera marchado. Cogí mi bolsa de aseo y salí cerrando la puerta.

Llegué hasta la habitación donde dejé a Alberto, continuaba durmiendo y se había descubierto permaneciendo desnudo tumbado boca abajo, le sujeté del hombro y le sacudí hasta que abrió los ojos y la boca estirándose y dándose la vuelta.

-¿Seguimos Jesús?  Ahora te toca a ti follarme. -No pude evitar una sonrisa.

-Es de día, levántate y colócate la ropa. Me di cuenta de que habíamos follado en la habitación de Natalia, la hermana de Álvaro y que teníamos que recoger las sábanas sucias de semen. Me dirigí al baño. Comencé a lavarme los dientes y me estaba afeitando cuando Alberto entró, me abrazó por detrás colocando su polla entre mis nalgas.

-Te lo decía de verdad, quiero volver a meterla en tu culito si tu no me la das. -Apague la maquinilla y me apoyé en el lavabo, yo tenía puesto el pantalón de dormir y él seguía desnudo.

-Habíamos quedado en que después de que tú me la metieras sería mi turno.

-Pues cumplamos lo pactado. -Comenzó a moverse como si me follara.

-¡Vale ya! Mea, tienes la polla tiesa y necesitas descargarte, ayúdame a espabilar a ésta gente para que se vayan a sus casas.  -Al fin me dejó y escuchaba el chorro de su orina caer en el inodoro con fuerza.

Se habían marchado todos cuando llegó Laura, la tía de Álvaro con una mujer, su primo nos dijo que no nos preocupáramos por que vendría su madre a recoger el desastre de la fiesta. Nos preparó unas tostadas para comer algo y nos mandó fuera de la casa. La otra mujer había recogido lo tirado en el jardín e iba a comenzar con el interior.

-Os esperamos para comer en casa.  –Nos despedíamos de ella en la puerta y Álvaro, aún con la cara adormecida la abrazó.

-Comeremos fuera tía, gracias por todo, te hemos dejado un desastre, vamos a subir a las pistas y ver si me despejo.

Subimos en el coche hasta las zonas de remonte de las pistas de esquí ahora desiertas, y en una cafetería abierta tomamos un café doble que me revolvió el estómago. Caminamos mucho tiempo, más de dos horas despacio y en silencio subiendo hasta las cimas, obligándonos a caminar hasta sentir el sudor corrernos por la frente y la espalda.

En una zona inclinada resbalé sobre la piedra suelta y Álvaro que venía detrás me sujetó por la cintura, fue inevitable el que nuestros cuerpos se unieran quedando mi trasero pegado a su entrepierna. Algo que había sucedido muchas veces jugando, nadando o simplemente durmiendo en la misma cama, pero esta vez había algo diferente, resultó muy sutil y breve pero me retuvo más tiempo del necesario apretándome contra su polla que no la tenía floja, le miré y tenía la cara encendida, me soltó como si mi cuerpo quemara y sin hablar se puso delante y dirigió la marcha.

No le di más importancia, era imposible que yo hubiera podido excitarle, pensé que remotamente pudo pensar que mis nalgas eran las de una chica al verlas moverse en sus narices subiendo la ladera.

A mi amigo le gustaban las chicas y de eso no tenía duda alguna, nunca había observado en él atracción hacia los hombres, me lo hubiera confesado como hice yo con él.

Aparte de ese incidente, sobre el que no hablamos y eso también era raro, en otro momento nos hubiéramos reído por esa tontería o comentado algo, como que si ahora le gustaba mi culo, o hacer ejercicio le calentaba los huevos, algún comentario de esos pero los dos callamos.

Comimos en el lugar donde tomamos el café, estaban recogiendo el comedor por lo avanzado de la hora pero nos hicieron algo de comida, ensalada y unos filetes a la plancha. Comimos como lobos, el ejercicio nos había dejado hambrientos.

Volvimos a su casa y recibió una llamada de Jesús su primo, invitándonos a la cena en su casa para salir a beber a la noche y no podíamos decirle que no, su madre estaba molesta por no haber ido a comer.

Nos duchamos y nos tendimos en la cama para descansar y dormir, teníamos que estar preparados para la noche que nos esperaba, cada uno en una cama, en su habitación que disponía de dos y donde siempre me quedaba cuando le visitaba.

Habíamos tomado un par de cervezas, en un bar con música y zona de baile, donde llegamos después de la cena dispuestos a seguir la fiesta. Habían llegado algunos de los que estuvieron la noche pasada en la fiesta de su casa y estuvimos charlando a gritos.

Alargaba los espacios de tiempo sin beber, no quería terminar borracho aunque no tuviera que conducir, podíamos volver a la casa andando. Apareció Alberto que después de besar a alguna chica se colocó a mi lado.

-¿Te apetece bailar?  -Era lo mejor que podía haberme propuesto y me levanté decidido encaminándome al lugar donde la gente se estiraba y sudaba al ritmo de la música.

-Mónica está en el bar.  –Miré hacía donde Alberto tenía prendidos los ojos. La ex de Álvaro estaba con un chaval que la cogía cariñosamente de la cadera pasando su brazo de forma que entendí posesiva.

Busqué a Álvaro y estaba mirando fijamente el lugar donde permanecían los recién llegados y dejé el baile para ponerme al lado de mi amigo  por lo que pudiera suceder.

Llegué justamente a la vez que Mónica junto a él, había dejado a su pareja y se plantó delante de mi amigo. No me esperaba lo que sucedió a continuación. La chica abrazó su cintura, levantó la mano y acarició con ternura su mejilla, es de estatura más baja y se colocó de puntillas para darle un beso donde antes tuvo la mano. Entonces reparó en mí.

-¡Jesús! Me alegra que estés aquí.  –Y como era su costumbre me abrazó y besó mis labios. Mónica era la novia de Álvaro pero también era mi amiga aunque no al mismo nivel de él.

-Vaya, no pensaba que me sustituirías tan pronto y menos que fuera con Dan.   –Estábamos muy próximos los tres y no creo que otros escucharan lo que hablaban.

-Álvaro lo nuestro ya está aclarado, no te incumbe con quien pueda salir, creo que todo quedó claro entre nosotros.  –Entonces se dirigió a mí.

-Cuídalo Jesús, impide que haga cualquier tontería y pídele que se calme.  -No se despidió y volvió donde había dejado al tal Dan.

Álvaro se había apoyado en la barra y permanecí a su lado estudiando sus reacciones, bebió la cerveza de un trago y pidió otra.

-¿Estás bien? ¿Quieres que nos vayamos?  -Me miró desafiante.

-¡Déjame joder! ¡Vete a tomar por el culo! -Me dio la espalda con la nueva cerveza en la mano, pensé que era mejor dejarle un momento mientras se tranquilizaba aunque fuera bebiendo. No me molestó su exhabrupto tan grosero sabiendo lo que pasaba por su cabeza. Volví al baile, Alberto no me perdía de vista moviéndose en la pista de baile improvisada. Me abrazó cuando llegue a su lado, moviéndome de un lado a otro como si bailara.

-¿Cómo ha ido el encuentro?

-Bien, no te preocupes.  –Sus amigos le querían y era inevitable que se interesaran por su estado.  Seguimos bailando sin perder de vista a mi amigo que no paraba de beber y terminaría cayendo redondo. Alberto aprovechaba para meterme mano dentro de los pantalones agarrándome el culo, sin miramientos por los que estaban delante.

-Me quedé con ganas, tienes que entregarme otra vez las nalgas.  -No cesaba de besarme y no tenía problemas en follarme delante de todos. Le dejaba hacer porque mi cabeza estaba en otro lugar.

Álvaro tenía que explicarme algunas cosas cuando estuviera tranquilo, aquella ruptura con Mónica no había sido como yo suponía.

-¿Podemos volver a lo de anoche? Ya se que ahora te toca a ti y mi culito te hará un buen recibimiento, luego te lo follo yo.  –Alberto me mordía la oreja haciéndome notar la dureza de su polla deseosa de fiesta.

Habían pasado las horas y observaba a Álvaro junto con su primo intentaba impedir que siguiera ingiriendo bebida, y ahora no era cerveza.

-No puedo dejarle así, me lo llevaré a casa. -le dije a Alberto susurrándole al oido.

-Te va a resultar difícil como está, os acercare en mi coche.

Tuvimos que luchar para convencerle de que nos marcháramos.  Alberto me ayudó a desnudarlo y meterle en su cama, tenía la mirada fija mirando el techo de la habitación.

-Bueno, me voy ya lo tienes seguro.  –Salí al pasillo y allí Alberto me abrazó.

-Ver la verga de Álvaro me ha puesto más cachondo, ¡vaya trozo que tiene el chaval! No me importaría probarla aunque me rompa el culo. –Me reía y le empujé para que se marchara.

-Nos vemos otro día para terminar lo que empezamos, ahora tienes que marcharte, no sé los días que estaré aquí, seguramente hasta que vengan sus padres y entonces me iré.  –Le dejé en la escalera para que bajara él solo y lo hizo sin protestar pero antes se llevó un premio.

-Cierra las puertas al salir y gracias por todo.  –Me sujetó por las nalgas contra él y me besó en la boca un beso largo, increíble y delicioso.

-No olvides que me la debes, terminaré enamorado de ti y deseándote más si me rechazas. -Tuve que empujarle para se fuera de una vez y bajo las escaleras satisfecho como si bailara al bajar los peldaños.

Volví a la habitación y comencé a desnudarme, ponerme el pantalón de dormir y me encaminaba al baño para lavarme la boca.

-Soy un cabrón, pensarás que soy un hijo de puta, ¿verdad?  -Le miré, su voz no sonaba a que estuviera tan bebido, seguía mirando al techo. No le respondí y fui al baño, al regresar estaba en la misma posición.

-¿No me vas a hablar?  ¿Ves a tu amigo como está?, un puto borracho de mierda, cornudo e inútil, incapaz de mantener a una chica a su lado.  Solo sirvo para insultar a mi mejor amigo. –Se volvió hacia el otro lado y sus hombros desnudos temblaban sacudidos por los sollozos.

No pensaba dormir con él, no sabía el motivo pero sentía miedo sin saber a qué, pero no podía dejarlo así, sin consolarle y abrazar sus hombros trémulos. Me tumbé detrás de él, abrazando su cintura como la pasada vez, la noche estaba fría y tiré de la ropa para cubrirnos, enredé mis piernas con las suyas para entrar en calor y besaba su hombro estrechando su cintura.

-Estoy contigo, no pasa nada, tranquilo.  –Acariciaba su pecho desnudo pasando mi mano con suavidad por la dureza de sus pectorales.

-¡No pasa, claro no pasa nada!, tú eres feliz, no te faltan los amantes, tienes a quien quieres, como Alberto al que acabas de conocer y ya te lo has tirado.  –Me puse tenso y él lo notó. Se dio la vuelta y me abrazó contra él.

-¡Perdóname! No sé lo que digo.  –Comenzó a besarme la cara con besos muy rápidos, olía a cerveza y alcohol pero no era desagradable, al contrario, al final posó los labios sobre los míos, me quedé quieto sintiendo lo calientes que los tenía y lo dulces que me sabían.

Álvaro se estaba excitando como si yo fuera una chica que le atrajera, apretaba la verga contra la mía y notaba como se le iba endureciendo. Aquello estaba saliéndose de madre, y cada segundo que pasaba se convertía en un torrente de deseo que le notaba y tenía que ponerle fin, era mi responsabilidad ya que era yo el que me encontraba más cuerdo.

-Para, para ya, detente.  –Tenía mucha fuerza y casi no me dejaba respirar besándome sin detenerse, metió una mano por la cintura de mi pantalón y me agarró con fuerza una nalga.

-Déjame Álvaro, me haces daño.  –Me apretaba tan fuerte el culo, llegando con los dedos a la entrada de mi ano que comenzaba a dolerme.

-¿Puedes hacerlo con otros y con tu amigo no? También tengo derecho a meterla alguna vez.

Me mordió el labio inferior pero empezó a tranquilizarse.

-¿Sabes por qué ha roto Mónica conmigo?  ¿Quieres saberlo? -Me sujetó la mano y la llevó hasta su polla, la tenía extremadamente dura tirando de la tela de su pantalón.

-Le da miedo, no quiere follar conmigo. –Había soltado mi mano y yo seguía con ella sobre su verga sin retirarla, como si se me hubiera quedado pegada, y sin pensarlo se la acaricié por encima de la tela.

-Ese no es motivo para que me la quieras meter a mí, tú no eres gay y no te gustan los hombres.

-No me gustan los hombres, tú sí…

-Estás loco Álvaro y tienes mucha calentura, te arrepentirías toda tu vida si lo hiciéramos y no quiero perderte como amigo.

-Quiero hacerlo Jesús, déjame por favor.  –Me imploraba y le temblaban las manos, los labios, no me pude resistir y se los besé.  Quería a mi amigo, le amaba como a un hermano, más aún, y aunque alguna vez había tenido fantasías con él, con ese tronco inmenso que tenía entre las piernas, nunca había pensado que pudiéramos llegar a tener sexo.

Por otro lado, ahora que me lo pedía, sentía miedo por lo que pudiera hacerme, como le pasaba a Mónica. Es cierto que mi culo no es virgen, que he gozado de muchas vergas aunque sea tan joven, algunas poderosas, largas y gordas pero lo de Álvaro es algo diferente.

A la vez me sentía excitado y deseoso de poderlo hacer con mi amigo, por tres razones, le quería, él me lo pedía y como buen marica su verga me atraía aunque me rompiera y me destrozara el culo, deseaba saber lo que se sentía con tamaño miembro dentro de mi trasero, a si es que...

-De acuerdo, lo haremos si tú quieres, pero luego no me niegues tu amistad y lo haremos despacio, no quiero que me rompas el culo más de lo necesario.  –Esto último se lo dije riendo y le volvió loco, se tiró encima de mí y me besaba enfebrecido.

-Despacio, se suave. –Le decía riendo.

-Ahora déjame que te la acaricie y nos conozcamos.  –Nos quitamos los pantalones, la única ropa que llevábamos quedándonos desnudos, mi amigo me miraba con ojos de lujuria y yo solo tenía ojos para su pija. Una vez me había dicho que le media veinticinco centímetros, a mi me parecía más grande.

-Mientras te la acaricio tienes que prepararme el culito, irme metiendo los dedos despacio, voy a buscar una crema al baño.  –Volví, se había tumbado de espaldas, se sujetaba la verga con las dos manos y ni con las mías añadidas la cubriríamos, sentí un escalofrío de ansiedad  pensando que aquello me perforaría y estaría en mi interior, por lo menos alguna parte de ella, no creía que pudiera metérmela toda.

Le entregué una cajita de crema y me puse de rodillas a su costado para dejarle fácil acceso a mi ano.

-Poco a poco vas metiendo un dedo y luego dos y…  -Me miraba sonriente.

-Jesús, no soy tan tonto, lo he visto hacer.  –Me puse rojo avergonzado.

Se sentó para abrazarme y besarme en la boca.

-Voy a ser un alumno aplicado, no te haré daño,  ¿tienes miedo, tú lo quieres hacer?

Miré hacía mi costado, su enorme verga no se tenía de pie y se inclinaba babeando sobre el abdomen, llevé mi mano y agarré el glande enorme y brillante, mordí excitado mi labio.

-Tengo miedo pero quiero, he tenido fantasías con tu polla, deseo que me penetres con ella y que me goces.   ¡Síííí, sí la quiero! –Grité abrazado a él.

Me incliné elevando las nalgas, dejando mi hoyito dispuesto para que lo trabajara con sus dedos y, a la vez, poder llegar con mi boca a su polla que deseaba tener.

-No, así no.  –Me colocó tumbado sobre él, con mi verga y los huevos sobre su cara, supe que quería lamerme el culito y trabajarlo según hubiera visto hacer, no quería solamente perforarme, sacarse la leche y ya está, sentí que no era solamente un objeto sexual para Álvaro, un simple agujero donde descargar su calentura.

Exploraba despacio mi culo, primero con las yemas de los dedos acariciando la entrada, jugando apretando el fruncido y moreno anito, y al fin se decidió a aplicarme la lengua, me estremecí pensando que era la boquita de mi amigo la que me daba placer, se detuvo un momento y reanudó la labor, supe que le gustaba porque aceleraba el paso de la lengua y su verga reaccionaba engordando.

Era mi momento soñado tantas veces, me detuve observando el movimiento de su verga, su vaivén, elevándose impulsada por el bombeo de su corazón y volviendo a ser vencida por la fuerza de la gravedad y su grandeza. Colgaba de su boquita un hilo de presemen con una gota transparente que tiraba para caer al lado de las que ya se habían desplomado más arriba del ombligo.

Cogí con el dedo sus flujos y los llevé a mi lengua, sabía dulzón y me emborrachó más que las cervezas bebidas, estaba caliente cuando la sujeté sin apretarla, ¡waaww!, era un amor de verga y olía deliciosamente, empecé a pasármela por la cara para sentirla latir y humedeciéndome con lo que expulsaba sin cesar.

La olía para impregnarme de su viril olor a hombre, a semental, a joven macho aún sin desvirgar, mucho más profundo de lo que era su olor corporal que conocía, me embriagaba el deseo y sentía sus lamidas en mi ano y los besos que daba a mis testículos y verga.

La besé el capullo ahora rojo fuerte y deslicé el prepucio para lamerle el frenillo logrando que gimiera dejando de lamer mi culito. Me gustaba, me volvía loco y apoyé la cara sobre ella como si fuera una almohada para seguirla besando, ¡oh Dios mío! ¡Qué verga más rica y sabrosa!

En un momento decidí medirla a base de ir colocando las manos una detrás de la otra, desde los pelos del pubis al glande, tuve que colocar cuatro veces las manos y aún aparecía verga sin cubrir, volví a estremecerme nervioso respirando entrecortado de la emoción.

Álvaro dejó de lamerme respirando entrecortado y elevaba las caderas excitado, tanto que temí que se corriera y luego tuviera dificultad para penetrarme si perdía la rigidez, me apenaba dejar de chuparla, solamente había conseguido meter un tercio de ella en mi boca y su sabor era riquísimo y delicioso, el capullo resultaba un placer darle vueltas en mi boca pasando la lengua por él, lo estaba gozando, disfrutaba haciéndole gozar con mi boca, pero tenía que pensar en él.

Sabía que tenía mi culo preparado y sentía como metía dos dedos de cada mano en mi ano estirándolo, mi amigo no había estado en esta situación antes y su instinto le decía como tenía que prepararme para no romperme, resultaría un buen amante atento con su pareja. Le acaricié por último los testículos volviéndolos a besar.

-Álvaro tienes que metérmela ya, creo que estoy preparado.  –Me hizo resbalar inmediatamente de él, como si estuviera esperando mis instrucciones. Me tendí boca arriba abriendo las piernas, le pedí la crema y empecé a inspeccionarme el ano, lo tenía estirado y entraba la palma de mi mano.

Mi amigo me miraba lo que hacía, masturbando despacio su verga arrodillado a mi lado y abrí los brazos para que se colocara sobre mí.

-¿Así quieres que te la meta?  -Debía tener pensada otra posición que le gustara más.

-De esta manera pudo retenerte mejor si me duele, venga estoy esperándote.  –Se tumbó sobre mí uniendo nuestros pechos y le abracé el cuello para besarle y hacer que se calmara.

Sentía su pene golpeando mis muslos, vibrante e inquieto y la humedad que seguía saliendo de él. Se lo sujeté pasándole las manos con la crema que tenía en el culo y lo emboqué en la entrada de mi ano. Supo lo que tenía que hacer y elevó el cuerpo para apoyarse sobre la cama y hacer fuerza, empujaba con timidez y así no conseguiría vencer la resistencia inicial del esfínter al ser tan gordo su glande.

Me miraba excitado pero con miedo y le sonreí para que viera que estaba bien. Se la sujetaba con las dos manos para que él solamente apretara.

-Dale, dale un poco más fuerte para que entre el principio.  –Se inclinó y me dio un beso.

-Lo siento, te voy a destrozar. –Por poco se me salta el corazón al escucharle hablar preocupado por mi.

-Estoy bien y preparado, tú empuja con fuerza, yo te detengo para que no entres mucho.

Se elevó y se mordía los labios empujando como un toro, comencé a sentir que me rompía queriendo entrar, estiraba mi piel al tirar de ella empujándola con el pene, cerré los ojos para que no me viera sufrir y de repente el glande me venció, pudo con mi culo y lo tenía dentro de mí, abrí la boca dolorido y angustiado pero no grité para no asustarle.

-Sigue, sigue…  -Continuó empujando hasta que tuve como la mitad de la verga dentro del culo, lo sabía porque aún tenía las dos manos ocupadas agarrándole la polla y como no le dejaba seguir se detuvo. Intenté evitar llorar pero alguna lágrima se me escapó.

-Te he hecho daño, ¿me salgo?  -Le dije que no con la cabeza, no podía ni hablar, no tardé mucho en recuperarme y aunque me sentía lleno deseaba que siguiera.

-Esto es normal, ahora ve despacio metiéndola.  –Tenía las piernas elevadas bailando y me cansaba, dejé sola su polla y tiré de mis piernas para abrirme más. Álvaro empujaba fuerte pero lento entrando y cogiéndome con fuerza, comenzó a sudar, yo más por los nervios, puse las manos otra vez en la entrada de mi culo, ya le faltaba poco, esparcí la crema por el resto de la verga y tiré de los costado de mi culo, el resto de la verga entró de golpe haciéndome gritar y respirar angustiado.

Ya lo tenía todo él en mi interior, y pasé los pies detrás de sus piernas para impedir que se moviera mientras mi dolorido culito se adaptaba al enorme invasor. Con todo su pene en mi recto, que me llegaba hasta el estómago, se dejó caer saliendo un poco.

-Me aprietas Jesús, me la tienes muy sujeta y te he hecho daño.  -Le abracé con inmenso cariño y amor.

-No pienses ahora, siénteme y muévete despacito mi amor.  –Me miró sorprendido por mis palabras.

-Ahora eres mi hombre, mi macho, mira como me tienes cariño. Yo te la siento muy hondo, me gusta sentirte, notar tu rico pene en mi cuerpo.  -¡Ohhh! Comencé a besarle la cara, los labios y tirar de él para que me aplastara con su peso.

-Jesús, Jesús, es muy rico estar así, tu culo es divino y caliente, lo siento delicioso, tú eres un ángel.  –Me reí lleno de gozo.

-Soy tu primer culo, estoy contento de tenerte.  –Y continuábamos besándonos, a veces jugando con nuestras lenguas mientras mi ano se hacía a su verga y al revés, y a él se le bajaba algo la calentura y no se terminaba por correr.

-Eres más que eso, el primer ser que me deja sentirme pleno, mi amigo, te quiero Jesús…

-Pues comienza a moverte, quiero sentirte, que me disfrutes. –Antes que él lo hiciera, comencé yo a mover las caderas para sentir que su pene podía moverse y sentirlo sin dolor.

-Así, así vas bien mi vida, ¡ufff! Es delicioso, que verga más rica. Me gusta tu polla Álvaro. Me llena y llega hasta el fondo. Cariño, tienes una verga increíble. -Me iba follando lentamente metiendo y sacando hasta la mitad de la polla, sentía que al salir como si se llevara mis tripas que volvían a entrar cuando su verga volvía a mi cuerpo, pero esto duró poco. Mi amigo no podía soportar más su placer, y como mi anito le apretaba mamando su pene.

-Me voy a correr Jesús, no voy a aguantar mucho más.

-Hazlo cariño, vacíate en mi cuerpo, lléname de leche mi amor.  –Quería eyacular a la vez que él y empecé a masturbarme la polla y acariciarme el glande envolviéndolo en el líquido que me hacía derramar sin cesar.

Deseaba cerrar los ojos para sentir mejor las sensaciones de su verga en mi culo y mi mano en mi pene, no lo hice porque resultaba maravilloso mirar su cara encendida, sus labios temblorosos, sus ojos acuosos y brillantes, y no pude evitar estrangular unos segundos su verga, retrasando su venida, cuando temblé incontrolable derramando la leche sobre mi cuerpo.

-¡Ahhhh! Álvaro, mi vida, mi vida.  –Saltaba sobre la cama apretando mis piernas sobre las suyas. Entonces comencé a sentir como me llenaba el vientre de semen, como se hinchaba más su verga, como se clavaba en mi cuerpo, con que fuerza, tiritándole los brazos apoyados en la cama hasta que se desplomó angustiado como si un rayo le hubiera golpeado.

Sentía latir alocadamente su verga y moverse en mi recto, su respiración atropellada en mi cuello, la saliva que se le escapaba de la boca, y le acuné sobre mi pecho como si fuera un niño pequeño.

-¡Ohh! Álvaro, vida mía, te quiero.  -Me sentía enajenado de cariño y amor y no paraba de besarle y lamerle la saliva que le manchaba. Me había hecho gozar como ningún otro conseguía hacerlo. su verga era grandiosa y él maravilloso.

Cuando sacó la verga quiso ver cómo me había dejado el hoyo y tuve que elevar las piernas para que me viera el culo, boqueaba aún sin cerrarse del todo, pasó los dedos por la entrada en una caricia delicada y suave.

-Está muy abierto y rojo.  –Y continuaba acariciándolo curioso, logrando que me riera y que sintiera una cierta vergüenza al verme expuesto de esa forma ante sus ojos, resultaba tan tierno, tan cariñoso.

-Eso se pasa enseguida, lo importante es que lo has hecho muy bien, como un profesional, Lo siento por Mónica, no sabe lo que se ha perdido.  –Conseguí arrancarle una muy tímida sonrisa.

Nos duchamos antes de volver a la cama, no me dejó que durmiera en la mía, esta vez fue él quien me abrazó y besaba mi cuello y espalda como yo le hacía.

-¡Gracias Jesús!  -No le contesté, estaba muy a gusto sintiendo su calor hasta quedarme dormido.


Estábamos tumbados al lado de la piscina, la mañana había transcurrido divertida, jugando en el agua pero un poco alejados sentimentalmente, sin hablar de lo pasado, como si sintiéramos vergüenza de mirarnos, o para ser exactos, como si él la padeciera, desayunamos en su casa y para comer nos llamaron de la casa de sus tíos. No volvimos a hablar de lo que había sucedido. Rehuía mi mirada y realmente tenía miedo de haberlo jodido todo por mis ganas de puto loco por gozar su verga.

Quería creer que el problema venía de que aún estuviera pensando en Mónica y pretendía no darle importancia para justificarme. Por lo demás el culito me escocía un poco, no le concedía importancia, otras veces me había pasado lo mismo si estaba mucho tiempo sin recibir una verga. Su primo no había estado en la comida, habían salido muy temprano, sin haber dormido apenas para recorrer una senda que tenían previsto hacer.

A media tarde se presentó Jesús acompañado de Alberto y otros amigos, venían sudorosos y deseaban bañarse con nosotros para quitarse el cansancio que traían de la larga caminata. Agradecía su presencia que me liberaba en parte y Álvaro enseguida se tiro al agua a jugar con ellos, yo me quedé sobre el verde pensando que esto lo tenía que hablar con mi amigo. No estaba dispuesto a renunciar a su amistad y necesitaba saber lo que pensaba.

Seguía sus evoluciones en el agua y ahora miraba con más atención el bulto que se le marcaba en el bañador.

-Se le ve tentador y deseable.  –Me sobresalté al escuchar la voz cerca de mi oido. No me había dado cuenta de que Alberto estaba a mi lado mirándome, a mí y a lo que yo miraba. Sentí acaloradas mis mejillas.

-¿De quién hablas?  -Intentaba disimular mi sorpresa.

-¿De quién crees tú que puede ser?  -Se tendió a mi lado y desvié la mirada buscando a otros nadadores en los que fijarme.

-Hay chicas que no saben lo que pierden pero hay que respetar las decisiones de los demás, yo le conozco poco pero es un chico estupendo…, en todo.  –Lo último lo decía con retintín y supe lo que quería decir.

-Yo sí que le conozco y es como un niño, pequeño para algunas cosas y muy hombre para otras. -Le repliqué defendiendo a mi amigo.

–Muy niño para saber llorar sus penas sin complejos, y muy hombre para ser gentil, preocuparse de los demás y hacerles felices, supongo. -Me sorprendía poder mantener esta conversación con Alberto.

-Parece haberse olvidado de su problema y se le ve feliz y diferente. Tiene que haberle pasado algo, algo bueno. -Alberto era listo y observador.

-¿Tú le observas contento?  -Le preguntaba como ignorante de lo que quería significar y poniéndome más rojo.

-Algo a alguien le ha cambiado en una noche. –Miré a Alberto, no había malicia en él ni segundas intenciones pero presentía que, de alguna manera, él conocía que el causante del cambio de actitud de Álvaro, hasta cierto punto, había sido yo. Creo, además, que el intenso rubor de mi cara se lo confesaba.

-¿Qué tal es en la cama?  -No iba a dejarme en paz y me estaba poniendo nervioso.

-¡Ohhh! Alberto, él no es gay.

-Vale, de acuerdo, no es maricón como nosotros, pero tú le gustas, ¿qué tal es? ¿Cómo se siente tener todo eso dentro? –Me quedé en silencio un momento. Alberto deseaba desviar mi atención y que pensara solamente en el aspecto sexual, en el tamaño de su pene que tanto nos llamaba a los dos la atención, entonces yo también le interrogué.

-¿Álvaro te interesa? Sientes algo por él, tú me descubres a mí pero no puedes ocultar lo tuyo.  –Solté una risita baja y él me acompañó como una forma de darme la razón.

-¿Quién no estaría interesado por un hombre con ese aparato reproductor, es el sueño de todo marica? Otra cosa no se puede esperar de él, tú lo has dicho, él no es gay.

-Pues te seré sincero, hacerlo con él es, sentir su verga es…, todo él es…, diferente, distinto a otros y muy bien.  –Nos echamos a reír.

-Si solo es eso no me importaría compartirlo y sentirlo yo también.  –Las risas continuaban y algunos volvían las cabezas para mirar a dos chicos locos tirados revolcándose sobre la hierba.

Algunos de los muchachos salían del agua entre risas y peleas, varios desnudos, al no llevar bañador no les importó meterse al agua sin ropa, total todos eran machos y estaban habituados a verse desnudos. No había chicas que se escandalizaran al ver sus juveniles cuerpos, destacando sus aparatos reproductores, con sus atributos viriles sueltos y danzando, como la misma naturaleza que nos envolvía en el frondoso jardín de la casa de mi amigo.

A Alberto y a mí no nos importaba en absoluto, preferíamos verles así y recrearnos en sus bonitas figuras, haciendo distintas posturas que realzaban sus cuerpos mientras jugaban pretendiendo tirarse unos a los otros al agua.

Después de vestirse con la ropa que habían traído, sudada y sucia, se fueron marchando entre risas, empujones y varoniles bromas, Alberto también terminó por dejarnos después de hacernos prometer que nos veríamos a la noche para tomar unas cervezas, y Jesús se quedó para ir con nosotros a su casa y cenar con su familia.

Estuvimos en el mismo bar de la noche pasada y la fiesta resultó más tranquila ya que Mónica y su pareja no aparecieron durante el tiempo que estuvimos. Bailamos y bebimos pero sin intención de emborracharnos. Jesús y los otros chicos intimaban con las chicas que nos acompañaban y otras que encontraron en el bar, por otra parte Alberto no perdía la ocasión para acompañarnos a mi amigo y a mí bailando sin separarse.

-¿Y éste de qué va, que anda buscando? ¿Ya te quiero coger otra vez?  -Le notaba muy abierto y despreocupado, totalmente diferente que ayer.

-Creo que te equivocas, tú le interesas.  –A Álvaro no le debió de parecer mal mi observación y sacó una sonrisa pecaminosa y de confianza en sí mismo.

Todo fue bien a partir de aquel momento, bailamos los tres, a veces abrazados, y otras con el resto de los amigos de su primos. Las horas pasaron y comenzaron a retirarse como cuentas de un rosario, lentamente cada uno o haciendo pareja fuimos abandonando el local.

-Si queréis os puedo acercar hasta casa en el coche. –Alberto y su amabilidad, me rodeó la cintura con su brazo para acercarse a mi oído.

-Tenemos que estar, te debo una.  –Me hablaba a mí pero miraba a mi amigo.

-Aún me quedan un par de días, déjame con Álvaro, aún me necesita. –Lo cierto es que lo aventuraba y no sabía, pero quería estar a solas con él para saber lo que pensaba.

Emprendimos el camino hacia su casa, caminando uno al lado del otro, cercanos y alejados a la vez. Como la mayoría de las noches en la montaña hacía frío, y además un suave viento lo aumentaba. Había luna llena, con el cielo despejado haciendo posible ver la impresionante Vía Láctea. La calle discurría con un terraplén a la izquierda protegido por un murete de piedra y rematado por la barandilla de hierro. Me detuve y miré el inmenso cielo estrellado.

-¡Es precioso! –Me estremecí sintiendo el frío de la noche. Mi amigo se quitó la chaqueta y la colocó sobre mis hombros.

-Vamos para casa o mañana tendrás que quedarte enfermo en la cama.  -Paso el brazo por mis hombros y avanzamos hasta llegar al abrigo cálido del hogar. Nos dimos una ducha muy caliente y después de lavarnos la boca nos fuimos a acostar.

Estábamos cada cual en su cama y me giré para mirarle, hubiera preferido compartirla con él pero no lo sugirió.

-¿Estas arrepentido de lo de ayer? –Estaba cubierto por la ropa de cama y solamente dejaba ver mis ojos.

-¿Qué dices? Estás loco. He pasado todo el día queriendo repetirlo y no sé si tu lo quieres y en como tendrás el culo.  –Álvaro se había puesto rojo. Salte de mi cama para ir corriendo a la suya y me cobije bajo las mantas abrazándome a él.

-Eres un amante delicado y perfecto, por mi culo no te preocupes ya está bien y recuperado.  –Se estaba muy bien a su lado, sintiendo su calor envolvente, su cálido aliento rozando la piel de mi cara. Me mantenía abrazado besándome la frente.

-Tenía miedo de que estuvieras arrepentido y nuestra amistad se hubiera malogrado. –Le cogí una mano entrelazando los dedos.

-¿Puede haber algo serio entre nosotros? Creo que te quiero Jesús.  –Pasé mi brazo debajo del suyo,  lo atraje empujándole de la espalda y escondí la cara en su cuello.

-Yo también te quiero, lo sabes, y mucho, pero somos muy jóvenes, tenemos que vivir la vida, y conoces que no soy muy fiel, tú mereces algo mejor y además aún no tienes decidido si eres gay, bisexual o no eres ninguna de esas cosas, es mejor que lo dejemos así, como hasta ahora, amigos que nos queremos.  –Me miró elevando las cejas, en un gesto de enfado que conocía muy bien.

-Quiero, necesito estar contigo Jesús.  –Me había soltado y ahora miraba al techo con gesto frustrado y adusto.

-Anda ven, no te enfades, tus padres estarán aquí en dos días y tengo que marchar, vamos a pasarlo bien el resto del tiempo. –Le acariciaba el pecho hasta que esbozó una sonrisa.

-Eres muy guapo, varonil, buena persona y un chico estupendo. Alberto se ha dado cuenta y le interesas, por cómo eres y por esto. –Coloqué mi mano sobre su polla y le acaricié los huevos.

-Tienes una herramienta prodigiosa y no debes ocultarla, hay hombres y mujeres que darían un reino por tenerla.  –Su verga reaccionaba a mis caricias con rapidez inusitada. Escondí la cabeza debajo de la ropa y recorrí con besos su pecho sin dejar descuidada la verga.

-Voy a volver a romperte el culito si continúas así.

-Lo estoy deseando, ¿no lo ves?  -Álvaro tomó la iniciativa y lo primero que hizo fue quitarse el pantalón para que continuara dando mi cariño a su polla. Sacó de la mesita la crema que usamos la noche pasada para tenerla a mano, me dejó desnudo mientras me besaba el cuerpo.

Mi amigo parecía ahora un caballo desbocado ansioso de mí y quería pasar las manos por mi cuerpo entero sin cansarse, las manos, sus labios y su lengua, como si yo fuera un dulce y sin mirar donde lamiera.

-¡Qué rico Álvaro! La chupas divino mi amor, aprendes muy rápido. –Chupaba mi pene como si no hubiera hecho otra cosa en su vida, no se lo se metía del todo pero aspiraba con ganas llevándose mi prepucio.

-Tantas ocasiones perdidas teniéndote tan cerca Jesús. -Se detenía para hablarme y sacaba el glande de su boca brillante y rojo a punto de explotar. Luego lo  besaba y volvía con él a su boca.

-Me gustas Jesús, al final voy a preferir los chicos a las chicas.  –Con picardía me guiñó un ojo volviendo seguido a lamerme el capullo de la polla.

Yo quería alcanzar su pene pero se alejaba de mí dejando que el hilo de sus flujos cayera sin aprovecharlo.

-Deja que toque tu verga, me encanta, quiero tenerla en la boca, en mis manos.  -Le hablaba acariciándole el pelo y empujando su cabeza para que me comiera más verga.

-¡No!, si me corro no voy a podértela meter y prefiero tenerla dentro de ti y preñarte con mi leche.  –Sabía sus limitaciones y me resigne a simplemente admirarla babeante.

Hizo que me estremeciera con sus palabras apasionadas y llenas de deseo, pensar que volvería a tenerla muy dentro de mi cuerpo me volvía loco. Solamente podía alcanzar su cabeza, sus hombros y algo de su ancha espalda donde pasaba mis manos acariciantes, temblando sintiendo su boca y sus manos en mi ano.

-Álvaro, mi vida, eres el mejor amante. ¡Ahh! Qué placentero se siente.  –Estaba estirando la entrada de mi culo alternando la boca con tiernos besos, la lengua penetrando y sus largos dedos durante un tiempo muy largo.

Cuando pensó que me tenía listo se tendió a mi lado para dejar que le besara la boca, de que lamiera sus labios rojos a punto de sangre de lo que había chupado.

-¡Gracias! Álvaro, eres especial, extraordinario, consigues que desee tu larga verga aunque me mate.

-¿Tú me das las gracias? ¡Ohhh! Jesús. Lo voy hacer con amor, te quiero, deseo tenerte  y penetrarte, estar calentito en tu interior.

Temblé emocionado, mi amigo conseguía de mí que afloraran mis mejores sentimientos, lo que no había sentido desde hacía dos años, que dejara de ser malo y olvidara mis rencores hacia los hombres.

Mientras me decía esas cosas tan bonitas no dejaba de besarme y lamerme las orejas, abracé su cabeza contra mi pecho acariciándole el pelo.

-Cumple tu labor de macho, fóllame ya vida mía. ¿Cómo quieres cogerme? ¿Por atrás?  -Me miró dudoso.

-Quiero cabalgar sobre ti, montarte y tenerte dominado, me gustaría pero aún no confío y es mejor que sea como ayer.

Sin más abrí las piernas y las recogí entregándole mi cuerpo. Apoyó la verga en la entrada de mi culo y éste se abría y cerraba queriendo tragarlo. Me miró pidiendo permiso y fue mi sonrisa la que le respondió. Ahora confiaba en él y no le detuve para nada, él se controlaba y empujaba con fuerza pero agarrándose la polla para que no entrara de golpe.

Me relajé y yo también empujaba hacia él para no resbalar sobre la sábana, tuve un pequeño dolor que no supe si fue al vencer mi resistencia o era porque mi culito aun estaba resentido de la anterior cogida, puedo decir que resultó como una segunda desvirgada.

Resultaba delicioso sentirle avanzar en su recorrido por mi recto, como lentamente iba llenándome con su virilidad esplendorosa, a empujones lentos para terminar de encajar el pene en mi cuerpo hasta sentir los pelos de sus testículos golpeando en la entrada de mi ano.

Álvaro sudaba y le miraba como se formaban las gotas en su frente mordiéndose los labios y a veces cerrando los ojos, resultaba todo un espectáculo observar al semental realizar su labor para la que estaba dotado. A mi vez, aguantaba como buena hembra, disfrutando al ser penetrada por la polla del macho que la encantaba, sintiendo como me llenaba hasta temer que me reventara, pero estaba allí para que él me gozara y se sirviera de mi cuerpo para su placer que era el mío.

-¿Estás bien?  -Casi no se le oían las palabras por lo agitado de la respiración.

-Estoy bien cariño, lleno de ti mi vida. –Sonreía satisfecho y descansó posado sobre mi pecho, besándome con suavidad, haciendo pequeños movimientos de giro que hacía que temblara y me derritiera.

Lentamente comenzó a moverse, a bombear en mi culo su largo y riquísimo pene, notaba su dedicación e interés en no correrse muy pronto y como se detenía cuando estaba a punto de eyacular para alargar más la cogida. Resultaba todo un detalle su deseo de que fuera yo el que obtuviera mi orgasmo primero, él no se dio cuenta pero ya lo había sentido sin correrme. Iba a coger vicio por mi amigo, por su polla, por su inmenso cariño.

-Me voy a correr Álvaro, ¿y tú?

-Hazlo ya, quiero ver cómo te hago disfrutar.  –Y unos segundos después sonreía viendo mi cara de placer al eyacular perdiendo el control, y saltando mi culo sobre la cama gozando fuertes espasmos con cada eyaculación que tenía cuando expulsaba el semen de mis testículos.

Había cumplido con su deber de hombre, de macho que deja a su hembra satisfecha y entonces comenzó a follarme fuerte sin sacar mucho la verga, lo disfrutaba también como una continuación de mi cénit de placer, mi culo gozaba de nuevo aunque me hubiera corrido.

Había sido una de las mejores folladas que me habían dado, un muchacho que era su segunda vez y resultaba todo un poderoso y viril hombre, le abrace gozando su peso posesivo encima de mí trémulo cuerpo.

Tenía que meditar sobre su ofrecimiento, Álvaro era un dulce demasiado tentador y sabía que terminaría por estar a su lado, para siempre o hasta que se cansara de tenerme, eso ahora no importaba, solo abrazarle y recibir sus descargas del néctar que expulsaba de sus testículos a mi vientre.

Fin