DULCE VI (Final de la historia)
De cómo paso de tener una hembra entregada a tener dos sólo para mí.
DULCE VI (Final de la historia … o principio de otra)
A la llegada al hotel Laura estaba desecha. El placer de tantas manos tocándola, acariciándola, dedos penetrándola, los orgasmos provocados por mis folladas en su culo, por el vibrador en su sexo…
Dulcemente la llevé hasta la habitación donde nos dimos otra ducha refrescante. Ella, su cuerpo seguía reaccionando, yo se lo impedí. Le enjaboné todo el cuerpo con mis manos, acariciando cada centímetro de su piel, verificando sus zonas más sensibles, las que más habían estado expuestas, su sexo dilatado del uso del vibrador y de los dedos que la penetraron, su ano aún sensible a las caricias de mis dedos tras las muchas penetraciones que recibió de mi pene esta noche, sus pezones, duros y marcador por alguna “mordidita” más allá de lo permisible, aún con la marca de los lazos-pezoneras que le había puesto. Todo su cuerpo era el de una muñeca manejable en mis manos.
Tras la ducha, la sequé con cuidado y con mucho mimo hidraté toda su anatomía con crema. La verdad es que tenía que reconocer que, sea como sea, había dado el todo por el todo y disponía ahora de una hembra increíble, muy entregada y deseable, dispuesta a complacerme en cada juego para el placer mutuo.
Tras dejarla en la cama me duché yo y me puse a trabajar un rato en el despacho de correos, gestiones varias de la empresa y valoración de las llamadas perdidas y no atendidas que tenía en el móvil.
Me dio tiempo, antes de meterme en la cama, de valorar mis próximos movimientos. Teóricamente hoy venía Dulce y tenía que tenerlo todo muy bien organizado si quería salirme con la mía. Conseguir a Dulce y mantener a Laura. Cuando me metí en la cama, abracé su cuerpo, escuché su respiración y me quedé dormido.
Una dulce sensación intentaba sacarme de lo más profundo de mi sueño. Una sensación placentera, agradable y cálida que hizo que abriera mis ojos para encontrarme a Laura entre mis piernas, situada en cuatro y con mi pene en su boca, mientras lamía y chupaba me miraba.
“Buenos días mi señor, espero le guste este despertar” me dijo mientras seguía chupando mi pene. Su posición me ofrecía una espléndida imagen de su culo reflejado en el espejo de la pared. Mi mano viajó hasta su cabeza acariciándola y agradeciéndole este húmedo despertar. Sus babas caían por mi pene mientras ella, sin apartar la mirada de mis ojos, seguía lamiendo y chupando mi polla.
Con un gesto mío entendió que era el momento de su entrega e hizo algo que me desconcertó. Se levantó de la cama colocándose las zapatillas de tacón y fue directo hacia el espejo donde apoyó sus manos separando las piernas y metiendo los riñones, la imagen fue infartante.
“Todo a tu disposición” me dijo con una sonrisa irónica mientras me miraba en el espejo. Yo me levanté y caminé hasta ella, pegué mi cuerpo al suyo, la tomé de las caderas y mi pene se introdujo de un solo golpe en su sexo. Follármela así era divino. Mirando su cuerpo en el reflejo, el balanceo de sus pechos, la dureza de sus pezones, su cara de placer a la llegada de su primer orgasmo.
Justo en ese momento, con ella totalmente ensartada y sufriendo los espasmos de su corrida, la saqué para clavársela en su culo. Ella arqueó la espalda tirando la cabeza hacia atrás “así la esperaba…así la quería…” susurró cuando empecé a follármela de modo salvaje mientras la mantenía fuertemente sujeta de las caderas y barrenaba su ano con mi pene.
A mi corrida le acompañó otro orgasmo de ella que casi la hace caer, sus temblores me encantaban en esta fase de acto. Al sacarla íntegramente, brillante de mi semen y sus flujos, su gemido acompañaba el líquido que salía de su ano y bajaba por sus muslos.
Tenía hambre y quería desayunar antes de ir a buscar a Dulce. Tras la ducha le pedí a Laura se vistiera con un minishort que había traído de color verde. Muy ajustado y corto que, por detrás, dejaba escapar parte de las redondeces de sus nalgas. Unas zapatillas de tacón y tiras muy veraniegas en color camel y un top en el mismo tono. El top era de tirantes y no le permití ponerse sujetador. Una vez más sus pezones marcaban deliciosamente la tela y atraían cualquier mirada.
Por mi parte ropa ligera y cómoda, unos tejanos y una camisa de lino, hoy sería un día largo y caluroso.
Tras el desayuno en la cafetería del hotel (mientras yo me recreaba con las miradas lanzadas a laura cada vez que se levantaba a buscar algo más de comida) la puse al corriente de mi plan. Iríamos a buscar a Dulce e iríamos a tomar algo los tres juntos. Después iríamos a comer y yo dejaría tiempo para que Laura fuera allanándome el camino. No quería forzar a Dulce, tenía que ser algo de mutuo acuerdo y pactado. Si ella estaba dispuesta bien, en caso contrario simplemente estaría con nosotros y se marcharía al día siguiente.
Laura me miró y vi un poco de intranquilidad en sus ojos
“¿No crees que puedas convencerla?”
“No es eso… es que temo que cuando la consigas a ella…te olvides de mi”
Por mi parte dejé unos segundos de silencio
“Has visto mi entrega, contigo disfruto y, mientras en mí no cambie nada, me gustaría seguir con estos juegos, pero, si decides que ya no contarás más conmigo, no me quedarás más remedio que entenderlo”
…..
“Mira Laura, reconozco que has estado increíble y nunca, cuando te vi con Paco, imaginé que podría tenerte cómo te tengo ni que llegarías a una entrega tan absoluta. Me gustas y me gusta todo este juego que tan bien estás llevando. Diría que me conoces de toda la vida y me gustaría seguir teniéndote, pero, eso dependerá de ti. Como te he repetido varias veces eres y serás libre de tomar la decisión que tomes y yo la entenderé, pero si quieres seguir conmigo tendrás que pasar por esto. Mira Laura, lo de Dulce es como un reto un desafío que me martillea la cabeza”
“¿Pero qué buscas en una niña a la que llevas más de 20 años? ¿qué esperas de ella que no te esté dando yo?”
“¿La verdad? Nada”
Se hizo un momento de silencio entre los dos.
“Laura, es el desafío en sí, un cuerpo joven, una mente aún moldeable. Puede resultar o no, pero quiero intentarlo con tu ayuda. Puede ser interesante para los dos, se puede convertir en parte, en una pieza de nuestro juego o puedo entender que no he de contar con ella. Puede ser tu rival o puedes tomarla como aliciente para emplearte más a fondo y dar más de ti. No se puede predecir nada de ante mano, hay que esperar a ver qué pasa y actuar en el momento preciso. ¿lo entiendes?”
Ella, tras mirar la tela del mantel de la mesa un rato, volvió a mirarme y dijo…
“Lo entiendo, pero sea como sea quiero que sepas que no voy a renunciar a ti, con ella o sin ella quiero mantener y disfrutar de esto que estamos disfrutando”
En mi cara se dibujó una sonrisa y le respondí…
“Me parece bien, vamos a buscarla”
Ambos salimos del hotel en dirección a la estación de tren, donde la recogeríamos.
Tras su llegada y los saludos pertinentes, nos dirigimos a una terraza situada en el barrio de la Judería donde nos sentamos como unos turistas más de los miles que visitan la ciudad. Pedimos las bebidas y mientras ellas comentaban cosas del proyecto y de la empresa, yo me dediqué a darle un repaso a Dulce.
Esta muchacha de origen mexicano, piel morena y larga cabellera que caía sobre sus hombros. Menudita de estatura que la hacía más deseable para mí que no paraba de imaginar lo manejable que sería esta mujer. Unos ojos color café, penetrantes y rasgados origen de alguna mezcla de razas. Una piel tersa y que invitaba a ser acariciada en un cuerpo delgado pero lleno de curvas.
Traía una falda corta, a medio muslo (no sé si la vestimenta era iniciativa de ella o recomendación de Laura) que con sus piernas cruzadas me daba una buena visión de las mismas. Una blusa veraniega y transparente, abotonada por delante y con la apertura de escote justo para dejar volar la imaginación. Por las transparencias de la tela vi una prenda que me disgusta, el sujetador. Pero también comprobé que era de lencería fina, con encajes adornándolo.
Los botines eran cerrados y con un amplio tacón de aguja. Debido a su pequeña estatura y, aún con estos tacones, resultaba manejable para mí y en mi mente. En un momento determinado las dejé a solas con la excusa de varias llamadas que tenía que hacer y que pudieran hablar entre ellas.
Yo aproveché, lejos de su radio de escucha, para llamar a mi pareja y ver cómo estaba, ponernos al día y decirnos, mutuamente, lo que nos echamos de menos.
Tras esto llamé a la oficina para gestionar un par de temas y que Pilar me pusiera al día de algunas cosas, entre ellas, los avances de la empresa de Laura y Paco.
A mi regreso a la mesa ya había pasado un buen tiempo en el que ellas no pararon de hablar. Para mi asombro Laura se excusó y nos dijo que no nos acompañaba a la comida, que tenía trabajo pendiente y que tenía que comprar algunos detalles que le había solicitado Paco. Nos despedimos de ella (no sin antes insistir en que nos acompañara) y la vimos marcharse.
Tomé a Dulce de la mano y le dije…
“Si no me temes, estás en mis manos”
Ella respondió con una carcajada y apretándola más me dijo…
“Por lo que me ha dicho Laura, hay que dejarse llevar y estar en ellas. Seguro que puedo confiar…”
Este mensaje me dejó pensativo y perplejo, pero no quise seguir perdiendo tiempo en él.
La reserva en el restaurante la hice desde el móvil, un restaurante cercano al hotel por si todo salía según lo previsto.
Durante la comida hablamos de muchos temas, comenzamos por los laborales y poco a poco me fue poniendo al día de los personales. Qué la movió a venirse a España, cómo se encontraba en lo laboral, en lo anímico, en lo sentimental…
Cuando llegamos a los postres yo seguía desconcertado y decidí atacar…
“Mira Dulce, no sé qué te habrá contado Laura sobre el contrato que terminamos de firmar y en qué condiciones. No sé si estás al día de lo que hace Laura aquí, en Granada, conmigo…”
No me dejó continuar, simplemente se levantó y se dirigió a los servicios dejándome con cara de tonto mientras miraba el balanceo de sus caderas al caminar.
Yo me debatía entre las muchas posibilidades de lo que estaba sucediendo, valoré mi situación y me dije de tirar la toalla, no forzar más la máquina y esperar a ver qué pasaba. Regresó Dulce y me hizo entrega del sujetador colocándolo sobre la mesa mientras me miró y me dijo…
“Sé que es una prenda que no te gusta y que no podré usar desde ahora y si acepto”
“¿Eso quiere decir que aceptas mis condiciones? ¿Te lo ha explicado Laura?”
“Laura sólo me ha comentado algo, por encima porque yo no quise saber más. Prefiero comprobar, valorar y tomar decisiones por mí misma. No prometo nada, si hay algo que me disguste me iré y santas pascuas y si decido quedarme… bueno, ya se verá”
Y dicho esto tomó su jarra de cerveza y de un trago bebió hasta acabar con ella, para luego depositar la jarra, ahora vacía, sobre la mesa. La miré directamente, tomé su mano y le dije…
“Creo que no te arrepentirás”
Con las prisas que me entraron pagué apresuradamente y dejé el sujetador sobre la mesa valorando la situación, viendo cómo reaccionaba Dulce y tirando de ella hacia el hotel.
Al llegar a la puerta del establecimiento nos detuvimos y la tomé en mis manos, abrazándola, fundiéndome con ella en un beso intenso y muy húmedo al que respondió sin reparos mientras mis manos la sujetaban públicamente de las nalgas. Al romper el beso la miré y le dije…
“Última oportunidad”
Ella simplemente me sonrió, me tomó de la mano y nos encaminamos hacia el interior del hotel.
En la recepción al verme llegar con esta nueva acompañante, se hicieron comentarios por lo bajo entre las dos personas que allí estaban. Caminamos hacia la habitación y puse a Dulce de cara a la puerta mientras la sujetaba fuertemente, desde atrás, por la cintura. Mientras abría la puerta, mi mano subió y desabotonó su blusa para buscar sus pechos, duros y de piel suave. Ella se giró abiertamente separándose de mi a la vez que entraba lentamente en la habitación. Cualquiera que estuviera en los pasillos en ese momento tendría una imagen perfecta de sus senos turgentes y juveniles.
Nos comíamos a besos mientras empezamos a desnudarnos uno al otro. Había ansiedad, deseo, morbo, pasión y sexo salvaje y compartido por ambos.
Al quedar desnudos Dulce velozmente se arrodilló y tomó mi pene entre sus manos mientras miraba hacia arriba buscando mi mirada. Con picardía en su rostro y media sonrisa en sus labios tomó mi pene pasándolo por sus labios, lo besó, lo lamió, escupió en la punta y, poniendo sus manos en mis nalgas, lo metió todo en su boca. No hizo falta de que yo hiciera nada, ella se encargó de todo moviendo su cabeza adelante y atrás, sujetándome fuertemente de las nalgas mientras ella misma se follaba la boca. Vi como la saliva se le salía por las comisuras y bajaba por su cuello hasta sus pechos. La mamada fue sensacional, pero, esto no lo estaba llevando yo, estaba siendo controlado por esta niña veinteañera.
La tomé del cabello obligándola a incorporarse, ponerse de pie y la llevé contra la pared apoyando allí su espalda mientras la comía a besos. El sabor de estos labios jóvenes, el olor de su piel, sus pechos duros y de pezones erectos, toda una delicia que tenía que saborear. La tomé de las nalgas para izarla, levantar sus piernas del suelo y así, a mi merced, clavársela hasta el fondo en su coño. Ella soltó un gemido largo y muy alto mientras era penetrada. Ahora, en cada embestida, jadeaba, suspiraba y gemía sin importarle que, desde fuera de la habitación, toda esta fiesta fuera audible. La fogosidad y el encanto de la juventud.
Dulce no sólo era manejable, sino que ella misma sabía lo que tenía que hacer, para su placer o para el mío. Cruzó las piernas detrás de mis riñones y acompañó mis embestidas con movimientos de sus caderas. Estaba siendo follada por mí en el aire, su único contacto físico era mi cuerpo y lo aproveché para darle más fuerte mientras ella gritaba aún más.
Su orgasmo coincidió con el momento en que mi pene no paraba de penetrarla y mi dedo entró en su ano. Sus gemidos y convulsiones mientras se aferraba más a mi cuerpo eran deliciosos.
Así la llevé hasta la cama donde la deposité y, para mi asombro, fue como si ella recobrara fuerzas o energías. Me hizo tumbarme boca arriba y de un movimiento volvió a ensartarse hasta el fondo mi pene.
Ahora ella encima de mí, era la que mandaba y yo la dejaba hacer. Sus manos apoyadas en mi pecho, el movimiento de sus caderas que aceleraba y retardaba a placer, su cara mezcla de placer y vicio, su boca o sus pechos que ponía a disposición de mis manos o de mi boca. Fue un largo e intenso rato de juego hasta su segundo orgasmo cayendo rendida sobre mi pecho.
Su respiración muy agitada y sus estertores aún la dejaban más rendida sobre mi cuerpo mientras yo la acariciaba y dejaba que se recuperara.
“Creo que hay potencial en ti. Esto es una carrera de fondo y voy a saber sacarte todo el jugo. Creo que podremos divertirnos mucho juntos”
En este momento se escuchó un ligero ruido en la habitación. Yo mantenía a Dulce abrazada a mi cuerpo, aún se recuperaba del primer combate, de sus primeros orgasmos cuando, Laura, vestida sólo con las zapatillas y los lazos de sus pezones, descendió de la buhardilla donde había visto todo desde nuestra llegada, subió de rodillas a la cama y se inclinó para besarme intensamente.
Dulce intentó zafarse de mi abrazo, pero, entre ambos, la retuvimos,
“Creo, mi señor, que a esta potrita hay que domarla y enseñarle algunas cosas…” Decía mientras acariciaba la espalda de Dulce.
“Estoy seguro de que, con tu ayuda, la adiestraremos, su entrega será total y lo disfrutaremos…”
Final de la historia (de momento)