Dulce Venganza

Sentir su aliento entre mis labios casi me hizo perder la razón, y cuando su lengua empezó a penetrarme con ternura en un principio para terminar violentamente mis gritos y gemidos de seguro se escuchaban en todo el recinto.

Luego de nuestro primer encuentro hubo varios más donde aprendí a hacerme mujer, entre sus sábanas y las mías.

Todo iba bien hasta que un día, luego de haber gritado su nombre al sentirlo dentro de mí y haber alcanzado un orgasmo como nunca me dijo que debíamos hablar, seriamente.

¿Qué sucede?- inquirí preocupada por la forma en que me miraba

Yo…. No sé como decirlo.- balbuceó

Dilo de una vez.- espeté. Se tomó algunos segundos y luego respiró profundamente

Estoy enamorado de otra persona.

Tardé varios minutos en reaccionar. ¿Otra? ¿Quién? Casi como por un reflejo tomé la sábana que me cubría y tapé mis pechos, alejándome de él sin derramar ni una sola lágrima. No se la merecía en absoluto.

¿Quién?- inquirí cuando sentí que la voz me sonaba más segura.

¿Importa?

¿Quién?- reiteré, sin mostrarme demasiado enojada.

Samantha.- me dijo y sentí que el corazón se me partía en mil. ¿Cómo podía gustarle mi mejor amiga? ¿Y cómo podía decírmelo en esas circunstancias?

Respiré hondo y traté de poner mi mente fría, demasiado fría.

Esto no iba a quedar así, por supuesto que no. Me sentía usada, desvalorizada. ¿Tan poco podía llegar a quererme alguien?

Tuve que esforzarme para no llorar, es verdad. Pero de pronto se vino a mi mente un recuerdo que pensé que me podía ser más que útil. Sam era lesbiana.

Rápidamente un plan un tanto morboso se formó en mi mente y me ayudó a mantener el control.

Gracias por dejármelo saber después de haber vivido todo esto contigo.- le dije con furia y me paré de la cama.

Lo siento, pero… debía decírtelo, antes de que fuera más tarde.- me dijo

¿Pensabas en ella mientras me tocabas ahora?

No

Mientes.- le dije y le di una cachetada.

Me paré enrollada en la sábana y tomé mis pertenencias lo más rápido. Me vestí en el baño y al salir ni siquiera lo miré a los ojos.

Me sentía una mierda, pero me las iba a pagar… no me iba a aguantar que jugara de esa forma conmigo y le haría sentir mucho peor de lo que él me había hecho sentir a mí.

Pasaron algunas semanas y de Pablo no quise saber nada, absolutamente nada. Me mandaba mensajes de texto y me llamaba al celular un montón de veces pero no quería contestarle, quería esperar un tiempo.

Por mi mente había sólo una idea, lograr que Sam quisiera estar conmigo en la cama. Que estuviéramos juntas y que Pablo nos viera. Saber que me miraba como cogía con la mujer de la que supuestamente estaba enamorado, que me viera a mí satisfaciendo mis ansias con ella, que se diera cuenta que jamás iba a poder estar con ella.

Cada vez que nos juntábamos con Sam yo trataba de ponerme algo sexy, algo que marcara mis glúteos, que acentuara mi figura y siempre con un escote que dejara ver algo más. Yo sabía que le podía calentar a mi amiga, mal que mal, era mi "mejor amiga" y la conocía bastante bien.

Un día estábamos en mi casa, conversando nada más en un sillón y me di cuenta que Sam miraba intensamente mis piernas, recorriéndolas de a poco con sus ojos verdes, amenazantes y supe que al parecer lo había logrado.

Oye Sam- le dije y ella salió de ese trance que se había apoderado de ella.- ¿Te gustaría acompañarme mañana?

¿Dónde?- inquirió, con la voz normal, disimulando.

A un pub, es que va a estar Pablo y quiero verlo…- le dije y me acerqué a ella, harto. Y apoyé mi mano en uno de sus muslos.

Está bien.- me dijo y tragó saliva.

Te adoro.- le dije y apreté más mi mano, subiéndola lentamente y luego le di un beso en la mejilla y volví a mi posición inicial, mirando sus labios, convenciéndome a mí misma que los quería sobre los míos en ese momento y que ese deseo se reflejara en mi mirada.

Al día siguiente ordené todo en mi casa y me alisté. Estaba un tanto nerviosa, y no sabía si las cosas me resultarían como lo quería, pero mi determinación era enorme, y debía atreverme.

Me junté con Samantha en la entrada del edificio donde ella vivía. Le había dicho a mi mamá que me quedaría en su casa.

Nos saludamos y ella notó de inmediato la mini que llevaba puesta y que a penas me tapaba parte de los muslos.

Lo noté porque mientras ella bajaba la escalera me recorrió con la mirada de pies a cabeza y no pudo evitar morderse su labio inferior.

Yo en cambio me hice la que no me había dado cuenta, inocente y la saludé con un beso en la mejilla y le indiqué que avanzáramos rápido para no perdernos el concierto, que supuse le gustaría.

La tomé de la mano y avanzamos, yo sin pensar en nada. Incluso, la idea del plan de venganza y eso habían quedado un tanto rezagados en mi mente.

Fue así hasta que al entrar al concurrido pub divisé a Pablo y el alma se me cayó al suelo.

Una ráfaga de ira me recorrió por completo, pero algo de satisfacción me inundó cuando él posó sus ojos en mí y cuando vio con quien estaba.

Feña, mira… ahí está el Pablo.- Me dijo tirándome de la polera, como si yo no lo hubiera visto

Sí sé, pero me quiero ir a tomar algo primero, vamos.- le dije y la arrastré hasta el bar.

Pedimos unos whiskeys y luego más hasta que mi mente estaba un tanto distorsionada. Miré a Sam y la encontré hermosa. Sus pechos apretujados en esa blusa estrecha, esas caderas que se movían con firmeza en su caminar, sus labios gruesos, su cabello color miel.

Quiero bailar.- le dije un tanto mareada las dos y nos fuimos a la pista del pub.

Creo que sonaba algo pop, no lo recuerdo, el asunto es que la tomé de la mano nuevamente, entrelazándonos y apegamos nuestros cuerpos, moviéndonos al ritmo de la música sin separarnos.

Luego, para mi sorpresa la música cambió, ahora era Creep, de Radiohead y aproveché para pegarme más a ella, respirar en su cuello y cantar esa conocida canción en su oído mientras ella apretaba mi cintura con fuerza.

No me importaba que todos estuvieran mirándonos, sólo me importó cuando pude ver a Pablo entre las demás personas, con su guitarra colgando en el hombro, estático.

Lo miré con odio, con todo el que sentía en mi ser y me acerqué más a Sam, sin quitarle la vista a Pablo, más cerca, más cerca, más cerca; su pelvis y la mía estaban juntas y empecé a correr mi cara de a poco hasta que me topé con sus labios, con esos labios que clamaban a gritos ser besados por mí.

Mi amiga no lo tomó como una sorpresa, como si hubiese estado preparada siempre, sabiendo que veníamos a esto. Conciente plenamente de mi lengua que se escabullía en su boca y la exploraba, sintiendo el sabor de ella, de su aliento, mientras movíamos nuestros labios con desesperación y mis manos ávidas ya se encargaban de tocar su cuerpo.

Le mordí el labio, con furia, y luego hice lo mismo con el lóbulo de su oreja y descendí por su cuello, dando pequeños besos, apenas rozándola hasta llegar a ese prominente escote, volviéndome completamente loca.

Ella arqueó la cabeza hacia atrás y llevó sus manos a mi cintura, hasta que me di cuenta que mi entrepierna se estaba humedeciendo gracias a las caricias que estaba recibiendo, a los suspiros que se le escapaban a mi amiga dentro de mi boca una vez que volví a besar sus labios y la temperatura que ascendía alarmantemente.

Sin decir nada me separé de ella, la miré y sus ojos me dieron la respuesta que necesitaba.

Avanzamos rápidamente hacia el baño. Yo estando segura de que Pablo nos había visto, tenía en mi retina su cara de asombro; y sabía que nos seguiría

Una vez en el baño no nos importó siquiera cerrar la puerta y nos metimos a una de las cabinas.

Ella se abalanzó sobre mi boca con premura y me quitó sin más la remera negra que llevaba.

Se separó un poco para admirar mi cuerpo, mi cintura, y empezó a masajear mis pechos, sacando el sujetador que ya estorbaba entre nosotras.

Yo sentía una ola de calor recorrerme desde mi entrepierna hasta mi propia boca, soltando un gemido sorprendente y quise que ella sintiera lo mismo.

Le bajé las tiritas de su polera y sus senos saltaron hacia mí en un segundo, dejando ser acariciados por mis manos inexpertas.

No sabía muy bien que hacer, mi primera vez con una chica, pero no importó, por instinto supe qué le gustaría, y lo comprobaba con sus gemidos en mi oído.

Con autoridad la apoyé en la puerta del baño y la aprisioné, con furia y me apegué a ella.

Con una sonrisa lasciva me miró y sin previo aviso sentí su mano en mi cintura, por encima de mis bragas.

Sonrió al notar mi excitación y puso su palma contra mi sexo, presionando con fuerza, pero aún sobre la tela.

Me quería hacer sufrir, me quería hacerle rogar y estaba dispuesta.

Con las manos apoyadas en la puerta trataba de sostenerme y no caer ante las convulsiones que estaba sufriendo mi cuerpo.

Sam sólo observaba mi cara, mis movimientos, mis gestos que le demostraban que estaba gozando demasiado con sólo sentir su palma firme y segura contra mi cuerpo.

Cógeme.- le dije al oído, tratando de controlar mi voz. Pero no podía. ¿Qué mierda hacía esa mujer con su mano que me hacía sentir así?

Aún no.- me dijo con perversidad y retiró su mano.

Volvío a besarme y aproveché yo de tocarle los pechos. Le quité la remera sin mucha dificultad y sus pechos quedaron al descubierto de inmediato, andaba sin sujetador.

Ver sus pezones firmes, apuntándome me excitó y me llevé uno a la boca.

Lo mordí y besé a mi antojo, luego el otro y fui alternando mientras mi amiga se retorcía de placer contra la puerta.

O sonreía para mis adentros. Pablo estaba escuchando, iba a distinguir mis gemidos y los de ella. Estaba segura. Sabía que estaba cerca del baño, y sabía que había trancado la puerta detrás de sí al entrar para que nadie más entrara.

Y estaba segura que en ese momento, cuando mordí con fuerza uno de los pezones de mi amiga y ella gritó en mi oído él estaba sintiendo como su miembro se erectaba, como ese calor lo recorría y se llevaba una mano debajo del pantalón.

Con la lujuria brotando por cada poro de mi ser me separé de Samantha y bajé con prisa el cierre de su pantalón, dejándome ver la pequeña tanguita que llevaba y luego la bajé también, mirando su sexo.

Sin dejar de mirarla a los ojos introduje uno de mis dedos, comprobando lo excitada que estaba.

Con extrema lentitud, cosa que no se diera cuenta lo introduje, y una vez que estuvo dentro lo saqué y comencé a masturbarla rápidamente, casi de forma violenta.

Sus convulsiones bajo mi mano fueron casi inmediatas, se aferró a mi espalda como si de eso dependiera su vida y no podía dejar de gemir.

Yo al escucharla me encendía más, sentir sus uñas incrustadas en mi espalda y como mi mano se escabullía en su sexo provocándole un orgasmo que de seguro estaba próximo me gustaba.

Me hubiese gustado que me hubiese abrazado con sus piernas, sentirla demasiado cerca de mí, pero ni siquiera lo intentó. Yo era demasiado delgada como para soportar su peso, pero no importaba, yo me apegué lo más que pude, sentí sus pechos juntarse con los míos, rozándose.

A los pocos momentos de que mi mano divagara por su interior alcanzó un orgasmo increíble debajo de mi mano. Apoyó su cabeza en mi hombro un momento y trató de que su respiración se calmara.

En ese momento pude oír otros gemidos que trataban de contenerse, gemidos que había escuchado antes y sabía que provenían de Pablo, no podía ser nadie más.

Te toca.- me dijo Sam cuando logró reponerse, pero no cambiamos de posiciones como imaginé, sino que ella me hizo correr más atrás hasta que sentí como me sentaba en la tapa del baño de aquel pub.

Se arrodilló para quedar a mi altura y me besó de forma salvaje, apoyándose en mis piernas y frotándolas hasta llegar al inicio de la mini que llevaba.

Soltó mi sujetador, acarició mis pechos con mayor vehemencia que yo y me pellizcaba de vez en cuando, se sentía demasiado bien; una mezcla de dolor y excitación que se reflejaban en mis susurros que se tornaban más estridentes cada vez.

De mi vagina corrían mis flujos sin detenerse, jamás me había sentido tan sofocada. ¿Una mujer me estaba haciendo sentir así?

Arqueé mi espalda, ya no lo aguantaba más, y Samantha lo supo.

Con delicadeza me separó las piernas y se ubicó entre ellas, aún arrodillada en el piso y mientras m miraba y masajeaba mis pechos y seguía con aquellos movimientos en mis pezones fue hundiendo su cara entre mis piernas hasta que sentí el roce de su lengua.

Mi sexo palpitaba gritando su nombre. La quería sentir en ese momento, no podía aguantar más… así que la tomé de su cabello castaño claro y la acercé por completo a mí.

Sentir su aliento entre mis labios casi me hizo perder la razón, y cuando su lengua empezó a penetrarme con ternura en un principio para terminar violentamente mis gritos y gemidos de seguro se escuchaban en todo el recinto.

Pero era Pablo el que los escuchaba de cerca, el que podía sentir el olor a sexo y pasión de cerca y no tenerlo.

Pensar en cómo debía estar masturbándose me excito aún más (si es que eso era aún posible) y me corrí como nunca en la boca de mi mejor amiga, quien al notar mi orgasmo no se detuvo, sino que intensificó el movimiento de su lengua, mordiendo mi clítoris, golpeándolo a ver si aún podía soportar más.

Quedé exhausta sentada en la tapa de aquel baño, y mi amiga para descansar apoyó su rostro en mi pierna, tan cansada como yo.

Todo el alcohol que habíamos consumido se había ido de nuestros cuerpos y estábamos plenamente concientes.

Pensé en disculparme, aunque no sé por qué. No sentía ganas de retractarme de nada, lo había disfrutado al máximo y estaba segura, segurísima que ella también.

Sin dejar de mirarnos una vez que el ritmo de nuestros corazones se habían calmado empezamos a recoger nuestras prendas y nos vestimos.

Antes de salir del baño Samantha se acercó a mí y me dio un beso, pero no lujurioso como los anteriores, sino que uno repleto de cariño.

Le sonreí y se lo devolví con la misma intención y salimos.

A mí no me sorprendió ver a Pablo aún en el baño. Aún con una erección prominente, tratando de calmarse mojándose con agua helada la cara.

Lo miré con picardía a través del espejo, ya que estaba de espaldas, mirando a los lavamanos; con ese gusto de la venganza aún en mí y avancé de la mano con Samantha.

Ella también había estado conciente de su presencia aunque no lo hubiese mencionado, por lo que no se sorprendió al verlo.

¿Vamos a mi casa?- me propuso susurrándome al oído, yo sin apartar la mirada de Pablo.

De acuerdo.- le respondí y salimos del baño con las manos entrelazadas.

Esa resultó ser una tarde bastante larga, digna de varios relatos más.