Dulce V (Laura en su estado máximo de entrega)
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Dulce V (Laura en estado máximo)
Regresamos al hotel como dos niños emocionados. Yo por la disposición de esta preciosa mujer, Laura por las sensaciones y placer que estaba viviendo.
Dentro de la habitación nos duchamos y descansamos un poco. Aproveché para llamar a mi pareja y comentarle lo cotidiano del día, lo abrumador del trabajo y el tedio de la cena de esta noche. Tras largo rato de charla, colgamos y me puse a trabajar en mi pc.
Contacté con un amigo de aquí, de Granada. Un empresario al que conocí hace muchos años por temas de trabajo y con el que, con el paso del tiempo, he compartido risas, fiestas, preocupaciones e intimidades. Estaba hablando con él por teléfono y comentándole la situación, cómo y con quién estaba y lo que se me había ocurrido hacer esta noche.
Miguel enseguida me siguió la idea. Como digo no es sólo un compañero, es amigo y muchas han sido las veces que hemos sido colaboradores, confidentes y hasta excusa el uno del otro. Tenía su apoyo y seguiría mi juego e indicaciones.
Laura, tras la ducha, tomo su móvil para llamar a Paco. La vi buscando algo de intimidad mientras subía las escalerillas hacia el altillo de la habitación, lo respeté. Tras un largo rato de charla con su pareja, se asomó a la barandilla y me dijo
“Voy a llamar a Dulce. Iré preparando el camino”
Y sin abandonar la postura (para que yo la viera) marcó el número y esperó respuesta…
“Chica ¿cómo estás?... no sabes todo lo que te tengo que contar y lo mucho que hemos de hablar…”
Esto fue lo último que escuché ya que, Laura, se retiró para sentarse en los sofás que adornaban esta parte de la habitación. Mientras yo seguí con mis preparativos, haciendo llamadas y respondiendo correos. Quería aprovechar la noche y que fuera lo más intensa posible.
Cuando Laura bajaba del altillo, terminada su conversación con Dulce, ya habían pasado casi dos horas y, por mi parte, todo estaba listo.
“¿Qué tal?” le pregunté
“Bueno…creo que está lista. Me ha costado convencerla, pero he conseguido que venga mañana. No he entrado en detalles, sólo insinuaciones a las que no ha puesto negativas, pero no se decide a dar el paso.”
Silencio por mi parte, analizaba todo lo que me decía…
“Se lo he planteado muy suave, le he reconocido lo que yo estoy haciendo por el futuro de la empresa y su futuro. Su familia, en México, en parte dependen del dinero que ella les puede enviar y he buscado y usado ese punto débil para ella. Le he dicho que no ha de pasar por lo mismo que yo, que tú sólo quieres conocerla, hablar con ella, que deseas sentir el gusto de compartir con una mujer joven una cena, un paseo…”
El planteamiento que me puso sobre la mesa no terminaba de convencerme, pero ella la conocía mejor que yo y, ya se sabe, entre mujeres…
Yo ya estaba duchado y vestido, le pedí que se diera una ducha rápida y tenía todo preparado sobre la cama cuando saliera. Ella, obedientemente y para mi asombro, consiguió darse una ducha rápida. A la salida del baño encontró, sobre la cama, todo lo necesario para esa noche.
Una tanga negra muy fina y con encajes y el típico adornito brillante en la parte trasera, justo en el triangulito de unión de las partes. Un traje negro de tirantes, entallado en la parte alta hasta la cintura, con faldita de vuelo a medio muslo. La espalda al descubierto. El conjunto terminaba con unas zapatillas de tacón fino muy veraniegas. Vio también el huevo vibrador y los lazos -pezoneras con la cadenilla. Me miró y, sin decir nada, tomó el vibrador, se lo introdujo y se colocó la tanga. Se puso las zapatillas y, tomando los lazos de los pezones, se aproximó a mí y me dijo…
“Por favor, mi señor, haga los honores…”
De entregó la cadenilla y procedí a ajustarle los lazos. Uno en cada pezón, con el ajuste justo. Perfectamente podría haberle pedido que nos fuéramos así, estaba deliciosa.
Tomó el vestido y terminó de arreglarse.
Cuando salimos del hotel ambos estábamos radiantes. Laura llamaba la atención de cualquiera, yo orgulloso de esta hembra en mis manos.
En el restaurante que elegí fuimos la comidilla de miradas al entrar. Los hombres de allí comiéndosela, las mujeres odiándola, como era de esperar.
Nos sentamos y estuvimos rato eligiendo platos de la carta, al final decidimos pedir varias cosas y compartir. Mientras decidíamos esto el camarero, muy inteligentemente, se situó de forma que le fuera permisivo darle un repaso al escote de mi acompañante, seguro que divisó hasta los lazos en sus pezones porque, cuando me fijé, no podía disimular la erección que tapaba su pantalón.
Laura siguió mi mirada y se dio cuenta, nos reímos los dos y puse el vibrador en ON con potencia media. Esto fue como un latigazo para ella que, se tensó, me miró, suspiró y sonriendo tomó una de mis manos diciéndome…
“Malvado… ¿me tendrás así toda la noche?”
“Ya verás, recuerda, tu entrega total y disponibilidad absoluta para mí” le dije.
“Soy toda tuya, mi señor. Haz de mí y conmigo lo que te plazca” me respondió mientras ambos soltamos una pequeña carcajada.
El efecto del vibrador era notorio en sus pezones y se dibujaba perfectamente en la tela del traje. No pudiendo aguantar mucho más, cruzó sus piernas dando una imagen muy sensual a los que allí la estaban mirando.
Yo jugaba con las diferentes intensidades del juguete mientras nos mirábamos y charlábamos
“No aguanto más…” me dijo
La tomé de la mano y puse la máxima intensidad. Ella se tensó, me apretó la mano y, mirándome a los ojos, se corrió mientras ahogaba sus gemidos poniéndose la servilleta en la boca. Bajé la intensidad al mínimo.
Con este juego estuvimos toda la comida, subía intensidad, bajaba, volvía a subir…. Dejé que tuviera dos orgasmos antes de llegar a los postres. Apagué el juguete.
A la salida del restaurante tomamos un taxi. Di la dirección a la que íbamos y, girándome hacia ella, saqué del bolsillo de mi chaqueta un antifaz total que le mostré.
“A partir de este momento no vas a ver nada, sólo vas a sentir. Has de confiar en mí y seguir entregándote a lo que te pida”
“¿Obediencia total?” me dijo
“Si” respondí
“Sabes que la tienes”
Y sin más, inclinó un poco su cabeza hacia delante para facilitarme ponerle el antifaz. Era negro e integral, no podría ver nada.
El taxista casi se sale de la carretera mirando todo lo que pasaba en el asiento trasero.
Llegamos a un chalé en las afueras, zona de los Cármenes y residencia de mi amigo Miguel. La tomé de la mano para ayudarla y la conduje hasta la entrada de la casa. En la puerta Miguel ya nos esperaba, tras un efusivo saludo le presenté a Laura
“Miguel, esta es Laura, como te dije, nuestro juguete de esta noche. ¿Lo tienes todo preparado?”
“Claro, ¿alguna vez te he fallado?”
Tomé a Laura de la mano y la guie hasta el centro del salón.
Siguiendo mis indicaciones Miguel había invitado a varios amigos, cuatro en concreto. Personajes del mundo bancario, financiero y empresarial de Granada. Personas ya mayores (la media estaría en los 65 años) pero con una presencia muy impactante en esta ciudad.
Mientras Laura se mantenía quieta en el centro del salón, inquieta y expectante, yo me desvestí y fui hasta ella.
“Señores, esta noche vais a tener la magnífica visión de esta hembra tomada por mí. Está aquí para satisfacción y para que os recreéis. Podréis tocar, acariciar, usar los dedos, pero sólo cuando yo lo indique. Además, recordad que sólo yo la poseeré”
Hubo algún que otro comentario ya que la visión de esta hembra era para disfrutarla más intensamente, pero sabían las reglas del juego, ya lo habíamos practicado antes y las aceptaban.
Me dirigí hasta Laura para despojarla del vestido, en ese momento hubo aplausos y puse el vibrador en potencia media.
“¿Quién quiere comprobar la mercancía?” dije y todos se dirigieron hacia ella para tocar, palpar sus pechos, acariciar sus nalgas, pasar los dedos por sus labios.
Ella soportaba estoicamente el trato al que estaba siendo sometida, se dejaba hacer de todo lo pactado con ellos. Sentía las manos apretando sus carnes, sobando sus pechos. Uno más lanzado ya estaba lamiendo sus pezones, dejando restos de babas en los eslabones de la cadenilla.
Al aproximarme yo, todos se apartaron haciendo un corro. Vieron como ante mis indicaciones ella se arrodilló y gemía al sentir mi polla pasando por su rostro.
“Traga” le dije mientras puse el huevo al máximo nuevamente. Ella abrió la boca, chupó mi polla, lamió y se la introdujo todo lo que pudo. Situó sus manos en mis nalgas u movía su cabeza adelante y atrás para chupar más y más profundo. Cada rato yo la sacaba y dejaba que vieran los hilos de babas colgando desde sus labios hasta mi capullo.
La saqué y la tomé de la mano para incorporarla. La llevé hasta una mesa donde la tendí boca arriba, en el borde de la misma. Puse una silla delante de sus piernas abiertas y dije...
“Podéis jugar, preparádmela”
Tiraron la silla ya que no podían esperar turnos. Se agolparon delante de ella para ver, tocar, lamer su sexo depilado, abierto, lleno con el vibrador, dilatado por las folladas del día.
Laura gemía y gemía mientras arqueaba la espalda y jugaban con su cuerpo. Pellizcaban sus pezones, frotaban su clítoris.
Todos ellos hacía rato que tenían sus miembros en sus manos y se masturbaban a la vez que jugaban con la hembra.
Alguno se había corrido un par de veces manchando el suelo del salón y retirándose a su asiento, por la edad y el esfuerzo, ya no podían más.
En esto me aproximé y, tomando a Laura de las caderas, la giré hasta colocarla boca abajo. Puse el vibrador al máximo, separé sus nalgas y penetré su ano de una sola estocada. Se escucharon murmullos de aprobación y se aceleraron los movimientos masturbatorios de sus manos mientras Laura jadeaba casi a gritos al sentir mi polla entrando y saliendo de su ano. Con sus manos daba golpes en la mesa a cada acometida y quiso arañar la superficie en el momento de su orgasmo.
Orgasmo que coincidió con mi corrida en sus intestinos y el cuerpo laxo de Laura sobre la mesa.
Tras esto dejé que ellos siguieran jugando con mi hembra mientras charlaba con Miguel.
La estuvieron tocando, masturbando, metiendo dedos, pellizcando…durante casi una hora en la que Laura consiguió dos orgasmos más.
Estaba rendida y tendida sobre la mesa cuando la tomé en mis brazos para llevarla al baño cerrando la puerta detrás de nosotros, le quité la venda de los ojos y terminé de desvestirla para meterme en la ducha con ella.
En su mirada estaba todo el placer sentido y entrega a la situación, sin decirme nada se arrodillo y volvió a mamármela como a mí me gusta, mirándome a los ojos hasta que descargué con toda mi potencia en su garganta no dejando escapar ni una gota.
Tras la ducha volví a vestirla y vendarle los ojos. Al salir del baño nos esperaban para despedirse, dándole besos en las mejillas y agradeciendo el rato pasado.
En la puerta Miguel me dijo que, cuando quisiera, estaba su casa a mi disposición.
“Gracias” le dije, “pero prefiero disfrutarla yo solo, lo entenderás”
Con una carcajada me dio un abrazo y nos miraba mientras entrábamos en el taxi. Quité la venda de sus ojos sólo cuando estábamos llegando al hotel para mirarla y decirle…
“Has estado espléndida, pero aún me quedan cosas que hacer contigo”