Dulce tortura

Una sumisa desobediente. Un amo que no permitirá su insolencia. Un castigo que ella no espera.

La puerta de la habitación estaba abierta tal como la había indicado. Avancé hacia la cama contemplando su cuerpo desnudo con los tobillos ya atados a las dos esquinas inferiores de la cama. Noté como contenía el impulso de mirarme.

Me acerco a ella sin mediar palabra. La tomo de las manos y se las sujeto a las cuerdas ya preparadas a tal efecto en el cabecero. Tiembla cuando rodeo su cabeza con la venda apartando tiernamente el cabello rizado y negro como el ala de un cuervo que nunca le permito cortarse.

No sabe que es lo que va a ocurrir. Piensa que va a ser severamente castigada por alguna falta. Y así es, pero no la clase de castigo que se espera.

Tranquilamente coloco el contenido de mi bolsa sobre la mesilla junto a la cama, los pequeños ruidos que hago no hacen sino aumentar su inquietud.

-Amo por favor, lo siento. Perdóneme…

No la contesto. Coloco mis dedos índice y corazón sobre sus labios indicando que guarde silencio. Se que eso la mata, el no tener ninguna idea, ninguna información de su falta y castigo la hace temerse lo peor.

Me siento sobre la cama y la acaricio el pelo. Un suspiro ahogado de sus labios me dice que ya está preparada.

Alargo la mano hacía la mesilla y cojo un suave plumero con las plumas teñidas de rojo. Doy una leve pincelada en su cuello y tiembla. Ya sabe que clase de castigo la espera.

-Amo, piedad por favor! Azóteme, use las pinzas, cúbrame de cera, destroce mi culo! Pero esto no por favor!

-Silencio- Contesto suavemente pero la firmeza en mis palabras no deja lugar a dudas. Debe guardar silencio y aceptar el castigo.

El plumero continua su trabajo. Recorro su cuerpo desde la barbilla bajando su torso hasta llegar a su pubis. Contiene un gemido cuando las plumas acarician los pliegues bajo sus pechos. Conozco bien las zonas en las que la piel es mas fina y por lo tanto más sensible.

Dedico un buen rato a acariciar sus muslos torneados subiendo de nuevo al torso evitando deliberadamente las zonas mas erógenas. Para ellas tengo reservado un trato especial.

Le coloco el mango del plumero en la boca. Ella sabe que será severamente castigada si se le cae. Me dirijo de nuevo a la mesilla y recojo un hielo de una cubitera. Lo humedezco y acercándolo a su mejilla dejo que una gota caiga sobre ella. Se agita y su rostro es de puro terror al comprender.

Sin dejarla procesarlo paso el hielo por la circunferencia de sus pezones lentamente Su espalda se arquea y son evidentes los esfuerzos por no soltar el mango entre los dientes. Cuando considero que sus pezones han recibido suficiente castigo me acerco entre sus piernas. Una súplica en forma de un chillido ahogado en su boca surge cuando abro los labios de su coño y acerco el hielo al clítoris.

El impacto del frío la sacude y desesperada lucha con sus ataduras. El placer sin control la está enloqueciendo y sabe que solo tendrá el valioso orgasmo que tanto desea cuando yo así lo decida.

Su cuerpo esta ardiendo a pesar del frío del hielo. Me divierte mucho verla así y decido pasar al castigo principal. El que hará que estalle de desesperación.

-Bien perrita. Ya sabes lo que viene ahora. Solo tu sabes lo que has hecho y que me ha obligado a castigarte. Cuando lo sepas y pidas perdón por ello es cuando acabará tu suplicio.

-Mamo prrf avor- Articula como puede las palabras a través de su boca cerrada. La ignoro, solo ella tiene la llave que terminará con el tormento y aun no la ha encontrado.

Recojo el último elemento. Un vibrador especial para el clítoris de velocidad variable. Al colocarlo inmediatamente lo enciendo a la máxima intensidad. Esta vez sus estremecimientos son tales que parece que vaya a descoyuntarse.

Tiembla gime y se sacude pero no tengo compasión alguna. Parece relajarse por un momento. Piensa que si logra contenerse bajaré la guardia y podrá tener su deseado orgasmo sin que me de cuenta. Pero la conozco perfectamente, cada gemido, cada temblor de sus músculos.

Mantengo el vibrador a su máxima intensidad hasta que noto que está acercándose a su premio. Entonces lo apago completamente.

Un gesto de sorpresa y después de impotencia se reflejan en su rostro. Va a decir algo pero de nuevo la interrumpo.

-Que te creías zorrita? Que no se como piensas? Como reaccionas? Igual que la falta que has cometido. Creías que no me enteraría?

De nuevo parece que va a hablar, quizás disculparse sin llegar a reconocer su falta. No se lo permito. Acciono de nuevo la maquina y dejo que nuevamente se retuerza y gima totalmente en mi poder.

Durante mas de media hora el castigo se repite en un ciclo insoportable. Un orgasmo que nunca llega. Su precioso cuerpo empapado de sudor agitándose impotente en mis manos.

Cuando creo que va a desmayarse el mango del plumero cae de su boca. Un susurro sale de su boca. Le cuesta articular las palabras.

-Amo, lo siento… Mucho… No debí masturbarme sin su permiso… Piedad por favor… Seré bu… ena.

-Ves zorra? Eso es todo lo que necesitaba que hicieras- La acaricio el pelo con ternura y retiro el vibrador. Quiero que se corra de mi propia mano.

Mis dedos entran en su coño como si no hubiera nada. Está extraordinariamente dilatada y húmeda.

Beso sus labios mientras la masturbo. Tiembla de nuevo pero esta vez sin impotencia ni angustia en su semblante. Sabe que tendrá su premio y está agradecida.

Apenas tardan en aparecer las primeras convulsiones del orgasmo. Gime y jadea desbocada.

-AMO!! AMO!! MI AMOOOO!!!.

Explota por fin en el orgasmo largo tiempo esperado. Su cuerpo se arquea de nuevo para caer entre las sabanas encharcadas de su sudor y sus flujos. No puede hablar, apenas está consciente.

La desato cuidadosamente. Sus muñecas y tobillos muestran marcas allá donde la cuerda la ha arañado en su lucha desesperada por liberarse. Deberé ocuparme de ello inmediatamente.

La recojo en mis brazos con dulzura. No deja de sorprenderme lo ligera que es y lo frágil que parece pero yo sé que en su interior arde una fuerza descomunal. Ha resistido casi una hora el castigo que más teme sin romperse.

En mis brazos completamente derrotada parece una muñeca de trapo. Entramos en el baño y la deposito en la bañera asegurándole una postura cómoda.

Abro el grifo y mientras se llena la bañera preparo la esponja y el gel especial para tratar las rozaduras de la cuerda.

El contacto con el agua parece espabilarla. Alza la mirada y me sonríe.

-Seré buena mi amo.

La devuelvo la sonrisa. Pero una duda aun me reconcome.

-Dime una cosa pequeña: Incumpliste deliberadamente mis ordenes sabiendo que te castigaría de esta manera?

Me vuelve a sonreír. Sus ojos color café lo dicen todo. Ella también me conoce muy bien.

-Seré buena mi amo.

Como siempre acepto críticas constructivas y para cuanto queráis podéis escribirme a mi correo: donatienm40@gmail.com