Dulce ruptura
Sarah acepta un trabajo en Perú para alejarse de su mundo y de una relacion infructuosa. Allí conoce a Richard, que le hace comprender que los desengaños amorosos no tienen por que ser malos.
La puerta crujió a sus espaldas, el ruido constante de la fiesta se escuchaba ahora amortiguado por el ronroneo del agua corriendo a apenas un metro de distancia. Dos figuras se perfilaron en el umbral de la puerta, un hombre rodeaba con el brazo el cuello de una mujer que le sostenía con claro esfuerzo.
-Mierda Richard, ¡Ayuda un poco! – Dijo una voz femenina mientras se liberaba del abrazo.- ¿Dónde está la lu…
El sonido de una exclamación de sorpresa seguido de un chapoteo al instante la interrumpió. Tardo unos segundos más en encontrar la luz, una bombilla temblorosa se encendió con una luz tenue y naranja. Un hombre de unos 25 años se hallaba de pie en una especie de bañera con el agua hasta la cintura, completamente empapado. El cabello corto y rubio le caía soltando gotitas de agua sobre los ojos verdes. Era esbelto, no musculoso, pero la camisa pegada a su cuerpo demostraba que no le sobraba un gramo de grasa. Comenzó a acercarse hacía el borde y tendió una mano a la mujer.
-¿No me vas a ayudar a salir?.- preguntó.
La chica tomó su mano, pero Richard la atrajo hacia así, apoyó la mano libre en su cintura y la tiró al agua. Tardó apenas unos segundos en salir del agua. Aún con su mano en la cintura, Richard se deleitó mirándola, no debía ser más mayor que él, también rubia, pero de ojos azules. La había visto por primera vez cuando llego a Perú con intención de hacer una guía de viaje, y le había conquistado desde el primer momento. Era guapa, inteligente, simpática, y lo mejor de todo: soltera. Ahora que su blusa blanca estaba empapada y se le pegaba al cuerpo, dejaba entrever una delicada figura con la que el chico llevaba varios días soñando. Se traslucía mas de esa piel color crema que recorría su mente durante las noches, y ahora su sujetador color blanco. La sola imagen del escote de Sarah le produjo un cosquilleo en el vientre.
Ella, al notar hacia donde se dirigía su mirada, inconscientemente se tapó como pudo, no tenía vergüenza de su cuerpo, pero hacía mucho que no estaba en presencia de otro hombre que no fuera su novio. “exnovio” se recordó, él era el motivo de su apresurado viaje a Perú. Y, la verdad, era que Richard le gustaba. Sentía su mano en la cintura, la única fuente de calor entre las frías aguas, le hacía sentir bien, quería sentir más, que se acercara más a ella. Lentamente, sus manos se retiraron de su cuerpo y se extendieron al de su acompañante, dio un pasito más, para apoyar ambas manos en sus hombros. El también estaba empapado, la visión de sus pectorales a través de la tela húmeda la hicieron pensar sobre cómo se sentiría juntar ambos cuerpos, piel con piel. La sensación de otra mano en su cintura le hizo dar un respingo. Era como si el calor se propagase, estaba segura, de que si el intentara subir o bajar esas manos, ella no podría hacer nada para impedírselo.
Le miró a los ojos, como suplicando, " por favor, más ” y de repente, Richard cubrió la distancia que los separaba y apretó sus labios contra los de ella. Llevaba toda la noche queriendo hacerlo, por eso había ingerido tal cantidad de alcohol que le había traído a aquel baño. Pensándolo bien, y considerando el resultado, no se arrepentía de nada. Sarah abrió la boca y dejo que la lengua de Richard la explorara, después, ella hizo lo mismo, el sabía cerveza, pero ella también había bebido, así que no le importó. Es más, la excitó aún más. Sus brazos terminaron de rodear el cuello de Richard, acercando sus cuerpos aún más. Disfrutando del calor humano. Entonces, por fin las manos de Richard descendieron, agarraron con fuerza su culo. Sarah no pudo hacer otra cosa que separarse para dejar escapar un suave gemido. Él lo interpretó como una invitación, se giró para dejar a Sarah apoyarse contra la pared y comenzó a bajar. Descendió por el cuello de la chica entre besos y lametones, acompañado por los débiles gemidos de esta. Llevo una mano al pecho izquierdo de la joven mientras la derecha acariciaba la parte interior del muslo, sin llegar a avanzar más, torturándola. Sarah, finalmente, no aguantó más, soltó su mano derecha del agarre y condujo la de Richard todo el camino de sus piernas hasta arriba. Cada vez estaba más excitada, y las caricias de él en su entrepierna, a través de la tela de su braguita, sin llegar a apartar esa fina tela que les separaba, no ayudaban en absoluto. Movia la mano adelante y atras, sobre la tela empapada ya no solo por el agua, perp sin traspasarla. Pero arriba la tela no le detuvo, su mano se coló ágilmente entre el sujetador y ella nada más desabrocharle los botones. Sintió como dos dedos aprisionaban su pezón. El gemido que acompañaba a sus movimientos quedó ahogado esta vez por sus labios al juntarse de nuevo.
Sarah comenzó a frotarse ella misma contra la mano de Richard, y entonces oyeron un ruido. Una puerta abriéndose. Los baños estaban conectados y carecían de seguro por lo que la posibilidad de que alguien les escuchara y les interrumpiera era muy real.
-Richard.- Gimió Sarah bajito.- No podemos hacerlo aquí.
-¿No?- La miró haciendo pucheritos, retiró su mano de la entrepierna de Sarah y ella le rodeó con sus piernas, colgándose de él.- ¿Y qué propones hacer entonces?
Ella le dedicó su mirada de: Eres un cabrón. Que a él le ponía a cien, el abrazo de sus piernas se hizo mayor y le susurró al oído con una voz ronroneante que le puso los pelos de punta y casi le hizo perder el control allí mismo:
-Llévame a mi cabaña.