Dulce III (Convirtiendo a Laura en mi perra)

Para conseguir el contrato, Laura ha de convertirse en mi juguete... y no hace.

Dulce III (Convirtiendo a Laura en mi perra)

Aquella noche tuve que hacer “horas Extras”. Además de la tarde de sexo que había mantenido con Laura, mi pareja, tenía ganas de fiesta. Menos mal que es de las mujeres que se conforman con su orgasmo, rápido e intenso.

Tras un reponedor sueño, mientras me arreglaba para acudir a mi trabajo, mi mente no paraba de darle vueltas al morbo de la situación.

En el coche, camino de la oficina, llamé a Paco

“¿Sí?” contestó, “Hola Paco, soy Carlos” se hizo el silencio del otro lado del auricular

“¿puedo ayudarte en algo? ¿fue todo bien ayer?” fueron sus preguntas

“Todo estupendamente” respondí. “Creo que Laura te pondría al día anoche y precisamente de ella quería hablarte. ¿puedes pasarte por mi oficina en una hora?, hay cosas que discutir para terminar de cerrar el trato”

Esto último lo dije secamente, sin esperar a que él meditara o dudara

“Claro, allí estaré” fue su respuesta e inmediatamente y sin despedirme, colgué.

Cuando Paco se presentó me había dado tiempo de despachar algunos correos y hacer algunas llamadas de urgencia. Sólo le hice esperar 10 minutos mientras terminaba de despachar algunos temas con Pilar.

Al entrar Paco al despacho (llamado por Pilar) esta salió cerrando la puerta tras de sí. El saludo fue rápido y sentí incomodidad en él al sentarse del otro lado de la mesa. Una incomodidad interna y que se reflejaba en su esquiva forma de evitar mirarme a los ojos.

“Mira Paco, te voy a ser sincero. Laura me contó la necesidad que tenéis de nuestra cuenta y te aseguro que ella ha puesto todo de su parte para conseguirla. Bueno, lo pudiste comprobar anoche, cuando llegó a casa”

Paco se revolvió en la silla y cuando intentó decirme algo, le corté

“No hace falta me des ninguna explicación. Se ve a la legua que sois pareja y no sé ni me interesa de qué tipo, pero te aseguro de que ella está muy implicada en los problemas de vuestra agencia. Es por lo que sé que anoche regresó a tus brazos para ponerte al día de todo y por lo que quiero proponerte una cosa”

Conseguí, con esta frase final, que Paco me mirara entre dubitativo y furioso

“Si queréis la cuenta Laura ha de hacer algo y conseguir otra cosa. Si hace lo que quiero conseguirá la cuenta. Pero si consigue lo que le voy a pedir, firmaremos con vosotros la totalidad, esta oficina y la central. Todo está en manos de ella”

Paco me miró extrañado y se envalentonó a preguntarme

“Pero ¿Qué ha de hacer?”

“Lo primero ha de llamarme para cerrar con ella el tema. Me llamará dentro de dos horas, es el tiempo que os doy para pensarlo. Si me llama será aceptando las consecuencias de lo que ha de hacer”

“¿Y eso qué es?” preguntó.

“Volver a estar a mi disposición durante dos días. Esta noche tengo una cena de negocios y la necesito, los términos de esta situación los discutiré con ella cuando me llame. Pero ha de quedarte claro que serán dos días en los que Laura será mía, con esto firmo el contrato de esta oficina sobre la marcha. Si además consigue lo que le tengo que pedir, la cuenta general. Tenéis dos horas para decidiros. Que me llame y termino de hablarlo con ella” Le dije mientras me levantaba para darle la mano a modo de despedida.

Al verlo marchar miré mi reloj, tengo dos horas para empezar a prepararlo todo.

A las dos horas y media sonó mi móvil, era Laura.

“Veo que aceptáis mi propuesta” fue lo que dije a modo de respuesta a su llamada “te has retrasado media hora, veré como me lo compensas”

“Lo primero prepara una maleta con ropa para dos días. Vas a necesitar tu mejor lencería, tu ropa más sexi tanto de trabajo como para la noche, bikinis y tu mejor predisposición. Tienes otras dos horas para todo. Que Paco te traiga en el coche y, cuando estéis abajo, que me avise, bajaré a buscarte. Pero que no se vaya, he de comentar con él algo. Ten en cuenta que tendré el contrato firmado”

Laura, en tono dulce pero nervioso a la vez, me hizo varias preguntas que respondí en tono seco. Colgué y me dediqué a prepararlo todo.

Llamé a mi pareja para decirle que me había surgido un viaje urgente e importante a Granada, que si quería venir conmigo. Yo sabía, de ante mano, que diría que no. Que su trabajo no se lo permitía y no tenía a nadie para suplirla. Que qué mala suerte no tenerlo previsto.

“No pasa nada, cari. Será la próxima” le dije y me despedí con un beso cuando colgué el móvil.

Pasé por casa para tomar lo justo que me quería llevar, le dejé una nota romántica a mi pareja y regresé a la oficina.

A Pilar le dije que estaría dos días “ausente, que me marchaba a Granada por temas personales”, sin decir nada más lo entendió y me hizo las cuatro preguntas básicas para cubrir mi coartada.

Cuando Paco me avisó ya lo tenía todo preparado y bajé como había dicho.

En lo bajo de las oficinas hay una cafetería donde les invité a tomar un café. Allí los tres sentados vieron el contrato, aún sin firmar y se miraron entre ellos.

“Tranquilos” les dije

“Lo primero es que quiero que queden las cosas claras entre los tres. Laura va a dar un paso importante para la salud de vuestra empresa, pero quiero que sea un paso voluntario y asumiendo todas las consecuencias”

Miré a Laura… “desde que firmé este contrato y durante dos días vas a estar enteramente a mi disposición. Ya sabes cómo es eso, lo has vivido y sabes lo exigente que puedo llegar a ser. ¿Estás totalmente dispuesta a entregarte a mí y satisfacer todos mis caprichos? Piénsatelo porque, desde este momento te quiero al 100%”

Laura me miró como lo hizo en la despedida del día anterior y dijo “¿sin límites?”

“Sin límites” respondí “pero tranquila, ya sabes lo que quiero, lo que me gusta y sabes cómo dármelo”

Laura miró a Paco para regresar su vista a la mía y decirme “Tuya al 100%, acepto”

Miré a Paco “durante estos dos días no has de ponerte en contacto con Laura para nada, cuando te la devuelva ella será libre de contarte o de mantener silencio sobre lo que sucederá”

Mientras decía esto tomé los papeles, firmé el contrato y se lo entregué.

“Hay algo que no me queda claro” dijo Laura “¿Qué es lo que tengo que conseguir para la cuenta general?”

La miré mientras soltaba una carcajada relajante y tomando su barbilla con mi mano le dije “tranquila, ya te lo diré y estoy seguro de que lo conseguirás, o al menos eso espero” y seguí con mis risas.

En el parking Laura se despidió de Paco y, antes de entrar en mi coche, la hice girar sobre si misma para contemplarla. Efectivamente sabría cómo complacerme. Vino vestida con un traje de una sola pieza, veraniego y de pronunciado escote que dejaban ver parte de sus turgentes senos, manchados por las pecas que cubrían toda su anatomía, ceñido a la cintura de con la altura justa, medio muslo. Sus zapatillas de tacón hacían que se marcaran más sus nalgas al caminar y estas se adivinaran en la tela del traje.

Una vez en el coche tomamos rumbo salida de Madrid, A4 en dirección Andalucía y sólo entonces ella me preguntó dónde nos dirigíamos.

“¿Conoces Granada?” fue mi respuesta, “no, pero seguro sabrás enseñármela”

Durante el viaje mi mano no dejaba de acariciar su muslo mientras hablábamos de temas varios y hasta que decidí entrar en materia.

“Mira Laura, la primera parte del trato ya está. Ya tenéis el contrato firmado y en cuanto a mis condiciones, si quieres retirarte estás a tiempo. No reprocharé nada y tenéis la cuenta ya en vuestras manos, pero ambos perderíamos mucho. Si te quedas te aseguro de que lo pasaremos fenomenal ambos”

“Estoy decidida y soy mujer de palabra” me dijo, “pero me intriga qué he de conseguir”

“Todo a su tiempo” le respondí mientras mi mano alcanzaba su sexo apartando la tela del tanga para meter dos dedos en su coño ya empapado. Ella gimió, dejó hacer su cabeza hacia atrás y con sus manos sujetó fuertemente la mía, la que invadía ya su coño que se contraía con el primer orgasmo.

Con este juego estuve largo rato, hasta que paramos en la zona de Despeñaperros para comer algo. El restaurante de carretera ofrecía buena calidad al justo precio, es por esto que parte del comedor estaba ocupada por camioneros sabedores de este tipo de sitios y que no apartaron la mirada de su cuerpo cuando entramos.

Nos sentamos y estudiamos la carta mientras notaba como ella estaba acalorada y hasta cierto punto incómoda por las miradas de tantos hombres que repasaban su cuerpo. Mientras comíamos le dije…

“Recuerda que me has prometido entrega plena e incondicional ¿qué me impide entregarte a este grupo de hombres para que hagan contigo lo que deseen? ¿qué me impide ver como ellos juegan contigo, con tu cuerpo y te usan a su placer hasta quedar satisfechos?, estoy seguro de que sólo una indicación mía bastaría para conseguirlo”

Laura, que no se esperaba este comentario se sobresaltó por la idea. En su mirada vi la mezcla de pánico al valorar el alcance de mis palabras, sopesó lo que sería su siguiente paso y, mirándome a los ojos dijo…

“Puedes hacerlo, estás en todo tu derecho, pero perderías mucho. Estoy seguro de que todos estos camioneros me usarían a placer, se desfogarían conmigo, con mi cuerpo y disfrutarías viéndolo, pero no creo te gustara que otros hicieran conmigo lo que tú deseas hacer, serías segundo plato y, te aseguro, que seré mejor primer plato para ti de lo que pueda ser nadie”

Se quedó mirándome fijamente unos segundos y, sin decir nada, se levantó encaminándose al baño. Noté en su andar lentitud y un despliegue de erotismo dirigido a todos los comensales que los atrapó. Si quería llamar su atención y calentarnos, a fe que lo consiguió. Hasta yo me calenté.

A los dos minutos regresó a la mesa con un pequeño cambio. Había recogido su cabellera en una cola de caballo que dejaba al descubierto su cuello. Me percaté que en su cuerpo ya no estaba el sujetador y los pezones se marcaban poderosos contra la tela del traje a la vez que se balanceaban con cada paso que daba.

Más de uno estuvo a punto de correrse allí mismo mientras vieron como llego a mi lado, se inclinó dejándoles ver su poderoso culo mientras me besaba y me entregaba el sujetador para volver a sentarse en su silla, tomar la cucharilla del postre y mirarme pícaramente para decirme…

“¿Mejor así?”

No dudé en mirar directamente sus pezones, dibujar una sonrisa y levantarme para tomarla de la mano y arrastrarla, ante la vista de los comensales, hasta el baño de caballeros donde la metí directamente en una de las cabinas mientras la besaba y acariciaba todo su cuerpo.

La senté en la taza mientras pasaba el cerrojo de la cabina y escuchaba la puerta abrirse. Ella simplemente me liberó del pantalón y sacó mi pene a la luz para tomarlo entre sus manos acariciándolo, llevarlo a su boca y, sin apartar la mirada de mi rostro, empezar a lamer y ensalivarlo antes de tragárselo.

Mi mano viajó hasta su nuca libre de cabello con la cola que se había realizado y empecé a marcarle el ritmo deseado.

Sus ojos seguían clavados en los míos y asentía con su mirada mientras se escuchaba el gorgoteo de su boca al chupar.

Fuera de la cabina escuchaba los murmullos de varios de los comensales que, siguiéndonos, habían entrado al baño. Imaginé a alguno ya masturbándose cuando saqué mi pene de la boca de Laura, tiré de ella para ponerla en pie y la giré para que se apoyara contra la débil puerta, de espaldas a mí.

Ella intuyó mis intenciones porque, inmediatamente, arqueó su espalda metiendo los riñones y sacando aún más sus nalgas.

La punta de mi polla ya estaba jugando con su ano, lo sentí relajado, aún algo dilatado del día anterior y aceptando, plenamente, la entrada de mi pene. Cuando la tuve totalmente dentro empecé a follarla con ganas. La débil puertecita de la cabina transmitía al exterior los embates a los que estaba sometiendo a mi hembra y fue cuando empezamos a escuchar comentarios desde el otro lado…

“déjanosla un rato cuando termines, le vamos a enseñar a no provocar…”

“reviéntala, esta está pidiendo guerra…”

“¿Cuánto pides? Pocas veces se ve una hembra así…”

Eran algunas de las obscenidades que escuchábamos mientras seguía follándomela. Laura se corrió dos veces antes de recibir mi semen en su interior, en sus intestinos. Una plácida corrida la mía que ella culminó al girarse y volver a mamármela para dejarse seco y reluciente.

Terminó de limpiarme con un poco de papel y “encerró el pajarito” en su jaula. Yo la tomé de la mano y salimos de la cabina mientras hacían corro a nuestro alrededor para mirarla. Más de uno ya la tenía fuera y se estaba masturbando sin disimulo, deseándola.

Levé a Laura hasta el lavamanos y manteniendo su mano sujeta con la mía, con la otra mojé su cara para refrescarla, limpié los restos de semen de sus labios y con unas toallitas húmedas limpié sus nalgas y sus muslos. Todo esto era seguido entre comentarios de los allí presentes.

Cuando intuí que se ponía peligroso el momento, tiré de ella y salimos por la puerta del baño mientras dejábamos detrás silbidos, gritos de reproche y alguna amenaza de violarla inmediatamente.

Con prisas nos dirigimos al coche y tomamos nuevamente carretera a toda prisa mientras ambos comentábamos el peligro corrido y nos reíamos nerviosamente.

En lo que restaba de viaje seguí jugando con mis dedos en el coño de Laura, pero no dejé que se corriera, la quería muy preparada para nuestra llegada al hotel.

¿seguirá…?