Dulce II (cómo se ganó el contrato y se convirtió

Lo que se está dispuesta a hacer para conseguir un contrato en momentos duros económicos.

Dulce II (cómo se ganó el contrato y se convirtió en mi juguete-amante)

Llegué a la oficina más temprano que de costumbre. Aunque suelo ser el primero en llegar ese día quería tenerlo todo preparado para la segunda reunión con la empresa de visuales y marketing.

Al rato de estar encerrado en mi despacho, se abrió la puerta, era Pilar. Tan espléndida como siempre me sonrió al darme los buenos días. Se sentó y se interesó por la reunión del día anterior cambiando de cara ante mis comentarios o sonriendo cuando le describí a Lucía.

Tras un rato charlando se puso en pie y, acercándose, me tomó la mano y la llevó a su rostro para acariciarse con el revés de la misma mientras me miraba a los ojos.

“¿Sabes? Te echo en falta”

“Yo también te extraño, preciosa, pero las cosas están como quisimos”

Dicho esto, ella aproximó sus labios a los míos y nos fundimos en un beso matinal muy pasional y caliente. Mis manos bajaron hasta sus nalgas apretándolas mientras nos mordíamos los labios. La empujé hasta la mesa y me puse entre sus piernas mientras me sentaba en mi silla. Mis manos acariciaron sus muslos subiendo por su tersa piel mientras ella, apoyaba sus manos en la encimera de la mesa y me miraba repitiendo el gesto que sabía que me volvía loco, morderse el labio inferior.

Mirándonos fijamente, de forma casi desafiante, mi mano llegó a su sexo apartando la tanga y dos de mis dedos, la penetraron con fuerza. Ninguno apartó la mirada mientras la masturbaba salvajemente y sólo cuando estuvo a punto de llegar su orgasmo, cerró los ojos dejando caer la cabeza hacia atrás, cerrando fuertemente las piernas y entrando en ese estado de compulsiones que tanto me gustaban cuando ella se corría para mí.

Cuando se relajó, saqué los dedos de su sexo y se los llevé a la boca para que chupara y lamiera dejándomelos como nuevos.

“Cuanto extraño nuestros juegos cary, cuanto te extraño”

“También yo Pilar, pero decidimos estar así. Tú tenías que tomar un camino que yo he respetado. Como te prometí, no te buscaré pero siempre que me necesites... aquí estoy para ti”

Pilar se retiró al baño para arreglarse un poco y disimular en su cara el orgasmo matinal que había tenido, mientras yo continué preparando la reunión.

Esta vez había pedido no empezar antes de las 12 y puntuales llegaron. Eran tres, el responsable de la cuenta y dos señoritas. Laura era creativa de imagen de empresa, la que había diseñado en parte el proyecto, digo en parte porque la otra mitad del equipo era Dulce.

Laura era una mujer de edad difusa, podía decir que tenía 25-30 años por su espléndido físico, pero, hablando con ella, se la notaba mucha más madurez (o la escuela de la vida, nunca se sabe). Apareció vestida con un traje muy veraniego, ligero y suelto del cuerpo, pero de tela muy transpirable y transparente cuya altura estaba a medio muslo. Lo ajustaba a su cintura con una ancha banda de cuero anudada a un lado. Las dos aperturas laterales dejaban ver buena parte de sus muslos y estos eran realzados por las zapatillas de tacón alto que calzaba.

Dulce, la segunda del equipo, era una linda muchacha de mirada penetrante. De pelo largo y ondulado, sus labios, su boca, su tez me indicó que no era de aquí (luego descubrí que era mexicana). Muy joven, le calculé unos 24 años y un cuerpo delicioso y que dejaba volar a pecaminosas posibilidades con él.

Vestía bastante más informal pero muy sexy a mi gusto. Un minishort negro muy ajustado, zapatillas de fino tacón también negras y una camiseta de asillas corta (apenas le cubría el ombligo) con escote en pico y de seda en color gris perla que realzaba muy bien la turgencia de sus pechos y sus pezones, pero sin llegar a ser vulgar. El conjunto era muy sensual a la vista.

Paco, el responsable de cuentas, me las presentó y alabó las cualidades de una y de la otra antes de que comenzaran a presentarme sus ideas.

Estas, inicialmente, me aburrían porque casi eran un calco de lo escuchado el día anterior.

Tras una hora en esta situación me sorprendió la voz de Dulce (callada y atenta hasta ese momento en todo lo que comentaba Laura) diciendo “estamos seguros de que todo esto ya lo conoce, es lo que cualquier empresa de imagen le habría presentado. Nosotras queremos innovar y creo que su empresa es lo que está buscando”

Esto llamó mi atención y miré a Laura que estaba tan sorprendida como todos por la intervención de Dulce.

“Ok, señorita, veamos lo que tiene para mí” le dije a lo que ella, sin decir nada más, se levantó del otro lado de la mesa donde estaba para sentarse a mi lado con su portátil y la libreta de notas.

En esta situación pasamos las siguientes dos horas en las que creció un tono de confidencialidad entre ambos. No disimulaba su rodilla pegada a la mía ni intentaba cerrar el escote cuando se inclinaba a presentarme algo (gracias a esto descubrí que no usaba sujetador y que tenía unos pezones morenos y durísimos, destacados sobre las aureolas).

Como el día anterior, llegó la hora de la comida y les invité a ello.

Elegí el restaurante de un hotel cercano, por la buena comida y el parking asegurado.

Al sentarnos me extrañó la disposición que ellos mismos eligieron. Laura a mi lado y frente a nosotros, Paco y Dulce.

Durante la comida, distendida y agradable, en varias ocasiones la mano de Laura se apoyaba en mi rodilla, bien fuera para hacerme una confidencia, inclinándose para tomar la botella y servirnos más vino…

En todo esto yo estaba en la gloria por el trato que ella me dispensaba, pero centré mi interés en Dulce. Durante la charla supe que, efectivamente y cómo había calculado, tenía 24 años, era de México, que se vino a España buscando más libertad de la que había en su estricta sociedad, que quería progresar en su profesión. Le gustaba mucho la música, pero no era amante de fiestas ni discotecas.

Según seguía hablando ella, me parecía más interesante, pero se redoblaban los ataques de Laura. En un momento determinado, Paco le dijo algo a Dulce y los dos pidieron permiso para ausentarse unos momentos.

Justo al quedarnos solos, Laura redobló sus ataques, apoyó una de sus manos en mi hombro mientras con la otra acariciaba mi rodilla.

“Dime Carlos, qué hay que hacer para convencerte. Estamos muy interesados en conseguir esta cuenta y haremos todo lo que esté en nuestras manos. Con nosotros tendrás un buen equipo colaborador”

“¿Todo?” pregunté

“Todo” me respondió

Vamos a ver, Laura. No se me escapa que necesitéis la cuenta. Tampoco se me ha escapado que entre tú y Paco hay algo, no sé de qué profundidad, pero lo hay.

“Es mi pareja y socio en la empresa” soltó sin pedírselo

La miré, repasé cada detalle de su cuerpo ya sin disimulos y le dije “¿Hasta dónde estás dispuesta?”

“Ponme a prueba” fue su respuesta.

“¿Y Paco?”

Mira Carlos, si no me equivoco, está gestionando la reserva de una habitación en este hotel, buscará cualquier excusa para ausentarse con Dulce y me dejará contigo. Yo quiero convencerte de que firmes con nosotros.

“¿Está dispuesto a sacrificarte de esa forma?”

“Trabajamos muy bien en equipo, cada uno conoce su parte en los proyectos”

“Pues vas a tener mucho trabajo para convencerme”

Terminando de decir esto llegaron nuevamente Paco y Dulce, yo no disimulé que tenía mi mano metida entre los muslos de Laura, acariciándola mientras ella se dejaba y seguía bebiendo de su copa para disimular.

Efectivamente Paco nos dijo que tenía que dejarnos, él y Dulce, porque había surgido algo muy importante y tenían que irse. Como la reunión no había terminado, se quedaría Laura para resolver todas las dudas que tuviera.

Me levanté y los acompañé hasta la puerta, yo delante con Dulce mientras vi a Paco entregarle algo a Laura. En la misma puerta nos despedimos, le di la mano a Paco, dos besos en las mejillas a Dulce que me devolvió una mirada cálida e insinuante y me giré para dirigirme a la mesa donde me esperaba Laura.

Volví a sentarme a su lado, la miré a los ojos, la tomé de la nuca y la atraje para darle un profundo beso.

“Dame la llave” lo hizo.

“Ahora vamos a subir a discutir los puntos del acuerdo. Te has ofrecido voluntaria para esto y como tal quiero tu entrega total. Has de complacerme en todo y de buena gana. Esfuérzate en ganarte la cuenta y cerrar el proyecto, pero seré muy exigente”

Ella me miró y como respuesta sacó su lengua para dibujar, con la punta de la misma, el contorno de mis labios mientras debaja abrirse un botón más del escote de su traje.

La tomé de la mano y nos dirigimos hacia el ascensor ya comiéndonos a besos. Mientras subíamos mis manos encontraron fácilmente el contacto de su piel, de su carne debajo del vestido.

Se abrió la puerta del ascensor cuando la liberaba del fajín sujeto a su cintura. Llegados a la puerta de la habitación la apoyé en la misma mientras terminaba de liberarla del traje dejándola en el pasillo sólo con las zapatillas y su conjunto de lencería. Abrí la puerta y ella entró lentamente, caminando con cadencia.

Se dedicó a desvestirme, yo no hacía nada más que ver cómo me liberaba de la corbata, de la camisa, cómo se arrodillaba para liberarme de los zapatos, del cinturón, del pantalón.

Ya en bóxer se dedicó a acariciar mi pene por encima de la tela mientras me los bajaba para dejarme totalmente desnudo. En esto, sin cambiar de postura y sin dejar de mirarme, se liberó del sujetador, tomó mi pene en sus manos y empezó a jugar con sus duros pezones.

Alargué la mano y tomé el teléfono para llamar al servicio de habitaciones, solicité una botella de vino blanco muy frío y una cubitera con mucho hielo.

Al colgar Laura ya estaba dedicada a una mamada de campeonato. O muchos penes había chupado o muchas pelis porno había visto. Ritmo cadencioso, lento, sin dejar de mirarme, bien ensalivada y dejando caer hilitos de babas desde su boca hasta sus pechos.

La tomé de la nuca y le dije “eres una delicia y voy a follarte por cada agujero de tu cuerpo” comenzando a marcar yo el ritmo de las acometidas de mi poya en su boca. Sonó la puerta, era el camarero. Tomé un billete de 10 euros de mi cartera y le dije “abre y dale la propina”

Tal y como estaba, sólo en zapatillas de tacón y tanga, pezones duros, la saliva aun cayendo por su cuello, abrió la puerta. Al camarero cas le da algo al verla mientras ella le sonreía, tomaba la bandeja y le entregaba el billete de propina que le había dado. Cerró la puerta dejándole ver sus poderosas nalgas y depositó la bandeja en la mesita que había en la habitación.

Solícita y obediente abrió el vino, lleno las dos copas, puso la botella en la cubitera y se dirigió a mí, que estaba sentado, con las copas en la mano. Al llegar a mi altura se arrodilló entre mis piernas, me dio mi copa, brindamos y mirándonos a los ojos dimos un trago al fresco vino blanco.

Ella sonreía y siguió inclinando la copa hasta conseguir que parte del vino cayera por sus pechos hasta los pezones. Dejó la copa en el suelo y se incorporó para darme a beber el vino de ambos pezones. Estaban duros, muy duros y no me reprimí en morderlos hasta hacerla gemir.

La atraje hacia mí (yo seguía sentado) y la coloqué de forma que su sexo lo tuviera en primer plano, delante de mí. Separé la tela del tanga y empecé a comérselo, lamiéndolo, besándolo, saboreando sus labios mayores, los menores y centrándome a jugar en su clítoris.

Por la agitación de sus caderas intuí cada vez que estaba a punto de llegar al orgasmo, se lo negaba, en ese momento apartaba mi boca de su sexo y arañaba, apretaba y daba nalgadas en su culo.

Estuve así mucho rato hasta que me puse en pie, lamí y besé sus labios y le dije “vas a ser una caliente y muy obediente puta en mis manos, voy a usarte a placer”

“Estoy aquí para eso” fue su respuesta.

De un tirón arranqué su tanga, ya solo vestía las zapatillas de tacón, la llevé hasta la cama y allí la tiré. Tomé sus piernas con mis manos, las separé y de un solo golpe de cadera la atravesé.

Su grito tuvo que escucharse en medio hotel. Estuve follándola así, salvaje, durante mucho rato hasta que, sin miramientos, la giré para colocarla a cuatro.

Dudé un rato entre su sexo y su ano, pensé reservar este último para más tarde y volví a clavársela hasta el fondo.

Ver cómo se entregaba, como se aferraba a las sábanas, cómo jadeaba, como se agitaba con los orgasmos, me llenó de fuerzas. La saqué y la hice girarse a la vez que le di una orden “en tu cara”. Sin decir nada más tomo mi pene entre sus manos y me masturbó con fuerza hasta que mi semen salió disparado a su rostro, a su frente, a su barbilla y siguió masturbándome hasta que no quedó gota, tras lo cual, se lo metió en la boca para chuparlo vaciándome por completo.

Me separé de ella y me la quedé mirando, le tendí mi mano y fuimos hasta el baño. Ella empezó a lavarse la cara mientras me comentaba lo bueno que había sido, lo que había disfrutado… la dejé hablar hasta que sintió mis manos en sus caderas, se quedó callada mirándome por el espejo

“¿Creías que esto ha terminado? Te dije que te voy a usar hasta cansarme y más te vale estar a la altura, ser complaciente, obediente y satisfacerme en todo”

Ella escuchó atentamente esto mientras sintió la punta de mi capullo entre sus nalgas, jugando en su ano

“NO, no pensé que…. Esto no estaba en ….”

De un golpe penetré su ano y a ella se le escapó un grito desgarrador. Yo no había sido delicado y seguro que le dolía que le partiera el culo así. Dejé mi pene dentro de su ano un rato, esperando que se relajara, masajeando para que dilatara. Su mirada ahora en el espejo era diferente. Pasó de ser la altanera Laura que se creía dominadora de la situación, a encontrarse dominada, clavada hasta las entrañas por su culo y en mis manos.

Cuando sentí que se estaba relajando, aceptando lo que pasaba, comencé a follarla con gusto, primero lenta y suavemente, para después incrementar el ritmo y descubrir, en el espejo, la lascivia en su rostro, la entrega en sus ojos.

“Ahora me vas a sentir” le dije mientras mi corrida llenaba sus intestinos y los latigazos de mi orgasmo en mi pene, castigaban su ano dolorido. Al sacarla lentamente, vi como parte de mi semen bajaba por sus muslos mientras ella suspiraba de alivio.

“Nena, no has estado mal, pero estoy empezando contigo, vamos a la ducha, quiero que me limpies bien y tú quedes como nueva”

En la ducha ambos enjabonábamos nuestros cuerpos mientras hablábamos

“Ya te advertí de que te tendrías que emplear a fondo para conseguir el contrato. Paco no sabe en que manos te puso y menos que posiblemente te pierda”

“¿Por?” me preguntó

“Porque a lo mejor te incluyo a ti en el proyecto, todo se verá. ¿No me hablaste de tu capacidad de sacrificio? Pues aquí es donde has de demostrarlo”

Tras la ducha, nos secamos mutuamente y regresamos a la cama. Descansando, bebiendo vino..

“¿Siempre sacrificas tanto por los proyectos? ¿Paco está siempre de acuerdo?” le pregunté

“La verdad es que no, estamos atravesando una mala racha y no podemos permitirnos perder más oportunidades. Esto ha sido algo único y te aseguro de que cuando Paco me lo insinuó casi lo rechazo, pero después me dio rabia que él dispusiera de mí para esto, que me usara”

“Bueno vuestros problemas son vuestros, pero has aceptado estar aquí y con todas las consecuencias. Yo voy a aprovecharme de la situación y tú, si lo piensas, no tienes mejor excusa para vengarte de él”

“Tienes razón” me dijo y empezó a lamerme los pezones y fue bajando por mi pecho, mientras mantenía la mirada de gata mimosa, hasta llegar a mi pene. Escupió en la punta y comenzó a realizarme otra húmeda mamada. Yo estaba en el séptimo cielo mirándola y dejándola hacer.

Al rato se incorporó, gateo sobre mí, se colocó sentada a horcajadas sobre mi cuerpo, tomó mi pene y se auto penetró. Se dejó caer clavándosela íntegramente hasta que su clítoris se rozaba con mi pubis.

Movimientos de caderas lentos, cadenciosos mientras sus manos se apoyaban en mi pecho. Mis manos apretando sus caderas, jugando con sus pezones, besándonos y cuando estaba a punto de correrse, la tomo de las nalgas alzándola para sacar mi polla mientras su sexo quedaba abierto, vacío y suplicando más.

La tumbé boca arriba y giré sus caderas para una penetración lateral, mirándola mientras ella gemía y gemía pidiendo más hasta que se corrió y empezó a dar puñetazos al colchón mientras lo mordía para ahogar los gritos.

Me puse en pie y la llamé “ven”

Ella se levantó, se calzó las zapatillas y caminó lentamente hasta donde yo estaba

“¿Qué desea el señor para ser complacido?” me dijo

“Que te inclines sobre la mesa, separes tus nalgas y grites lo que estás dispuesta a hacer”

Se giró y se inclinó sobre la mesita, apoyando sólo la frente, separó las piernas y llevó sus manos a las nalgas separándolas

“Es tuyo, fóllamelo” dijo tímidamente

“No te oigo”

“Que me folles por el culo” dijo elevando más el tono

“Sigues sin entregarte”

“Que me uses, que me rompas el culo” dijo más alto

“Así no se enteran en el hotel, recuerda que estás aquí para complacerme y quiero tu entrega total”

“¿No ves que soy tu hembra y tu puta? Fóllame, rómpeme el culo, haz de mi lo que quieras hasta cansarte” dijo ya casi chillando

Casi chillando porque el auténtico grito vino cuando, de golpe, volví a penetrar el culo con mi polla.

La estuve follando largo rato, sus piernas temblaban en cada acometida, aceleré cuando intuí su orgasmo, casi se cae al suelo rendida, la saqué de su culo, la tomé como un saco en hombros y la llevé hasta la cama, la lancé allí, tomé sus manos y con mi cinturón las até a la cabecera de la cama, tomé la botella de vino (ya vacía) y se la metí en el coño mientras la agitaba.

Así la tuve más de media hora hasta que la puse boca abajo, sin sacarle la botella, y volví a separarle las nalgas y penetrarla por el culo.

Ahora si chillaba de placer, ahora estaba en el punto que yo quería tenerla, la botella fría en su sexo, mi polla ardiendo en su ano hasta que me corrí, parte en sus intestinos, la otra parte en su espalda, rociándola.

Estuvimos largo rato descansando para recuperarnos, la mantenía en la postura, atada y con la botella dentro. Ella respiraba fuerte, jadeaba e intentaba recuperarse.

La giré y lentamente le saqué la botella, la desaté y volvimos a la ducha.

Cuando nos estábamos vistiendo vi la dificultad que tenía en moverse, estaba dolorida, la ayudé

Al bajar, al salir del hotel le dije “Mañana te llamo, hay cosas que aún tenemos que concretar”

Nos dimos un húmedo beso de despedida y cada uno marchó en su coche.

Camino a casa descubrí, que en mi mente y no sabía porqué, estaba Dulce, su mirada, su tono al hablar, su acento, su olor……