Dulce hogar 5

A la relación incestuosa entre los hermanos se agregó una persona más, quien no solo los comprende, sino que también tiene sexo con ellos y además les cuenta lo que sabe de sus padres. Por otra parte Damián en una visita que hace a la case de su amigo, tiene una sorpresa que lo toma desprevenido, pero termina gustándole.

Recomiendo para una mejor comprensión del relato, leer previamente las entregas anteriores.

Marcela

DULCE HOGAR   5

Mientras Damián caminaba de vuelta para su casa, pensaba en la noche que le había hecho pasar su amigo Bruno y a propósito de ello, como le estaban cambiando las cosas. Lo que antes le parecía terrible, ahora no le parecía tan así. Meditaba concretamente en como dos hombres podían juntarse y tener sexo entre ellos, sin que ninguno de los dos se sintiese o actuase como lo hacen los maricas.

Para él estaba bien que dos mujeres pudieran llegar a amarse entre sí, no le parecía mal que dos chicas se besaran o tocaran y de hecho en las discotecas, cuando eso sucedía, las chicas pasaban a tener otro status, eran chicas open mind, eso se veía bien. Digamos que aceptaba la bisexualidad en las mujeres, pero no así en los hombres.

Esto lo quería conversar un poco con su hermana, tal vez ella le aclarase un poco sus dudas, “ni bien llegue a casa, la buscaré a Marisol para charlar sobre esto”, es lo que se dijo casi llegando a su casa.

Ingresó a la casa, solo estaba Romina atendiendo las últimas tareas domésticas, sus padres habían salido a cenar afuera, la saludó y se marchó directamente en busca de su hermana, a quien afortunadamente encontró en su dormitorio, entretenida con su computadora.

-        No sabes el deseo que tengo de hablar algunas cosas contigo, a ver si me aclaras si estoy pensando bien o mal.

-        No quieres contarme antes como te fue con tu amigo, si es que se lo puede llamar así a ese – le preguntó Marisol.

-        Preferiría no hablar de eso, tu sabes que él me llamó . . .

-        Te volvió a hacer lo mismo, verdad? – insistió Marisol procurando saber que había pasado en ese último encuentro.

-        Si, lo mismo o mejor dicho, mucho más que eso.

-        Como puede ser tan hijo de puta, que te hizo, cuéntame que estuve muy preocupada esperándote.

-        Me hizo lo mismo, pero ahora con el agregado de la humillación. No paró de humillarme a cada momento, creo que se siente que es un rey o algo muy superior a cualquiera de nosotros, se siente poderoso.

-        Y de hecho lo es, porque nos ha manipulado hasta ahora, bueno más a ti que a mí, pero me temo que cuando se canse de ti, vendrá por mí.

-        Creo que no te equivocas. Aunque ahora pienso que la cosa es conmigo, escucha lo que me dijo: “te dije que en diez días te tendría de vuelta conmigo, ahora te vaticino que en cinco días, estarás por acá visitándome”, te imaginas hasta donde quiere llegar?

-        No, la verdad no puedo pensar como lo hace él, pero dime que es lo que te ha hecho, digamos, de qué forma dices que te ha humillado?

-        Con actitudes suyas, con sus dichos, rebajándome, diciéndome las cosas que hizo conmigo, las que va a seguir haciendo e incluyéndote a ti en sus sucios planes. Aunque de ti, no me dijo más de lo que puedas imaginarte.

-        Dime Damián, que pretende de mí, no me dejes con la intriga.

-        Como mínimo te quiere coger, eso desde ya, pero lo que me da miedo es que más puede pretender en el futuro, creo que si no lo paramos nos va a meter en algo grande, que nos va a llevar al fondo del mar.

-        Estoy segura de eso, tenemos que detenerlo, pero como haremos?

Mientras mantenían esa charla, especulaban sobre una y otra cosa, Damián comenzó a excitarse, no sabiendo si era producto de la conversación que estaba manteniendo con su hermana o era por el morbo mezclado con placer que le había despertado su amigo y al que no le encontraba explicación. Disimuladamente, se tocó la verga y se dio cuenta que la tenía dura, a punto para una buena mamada, así que sin pensarlo bajó el cierre de su pantalón, la sacó afuera y mostrándosela a su hermana, le pidió que se la chupara como si fuera una acción terapéutica, para liberar tensiones le dijo.

-        Vamos hermanita, que tu si la sabes chupar – la incitó a Marisol.

-        Mmm bueno, dale, acuéstate en la cama y mejor, bájate los pantalones, para que pueda acariciarte tus huevitos.

-        Sí, eso me gusta.

Marisol estaba dándole una mamada de primera, con mucha lengua, caricias, lamida de huevos, incluso una incursión de sus deditos hacia el orto de su hermano, que él mismo facilitó levantando su cola. Mientras la chupaba con mucho entusiasmo, trató de averiguar mediante el tacto, el estado del orto recién penetrado, notando que se encontraba con bastante dilatación. Su hermano en ningún momento le pidió que retirara la mano de esa zona, por la que siguió jugueteando hasta que le metió un dedo y más tarde dos y mientras ella hacía girar los dedos dentro del culito, percibió como llegaban los espasmos y contracciones que desembocaron en una gran acabada, a lo bestia.

-        Mmm, que bueno, acabé como un caballo, me gustó mucho, mmm ahhh.

-        Te gustó como te la chupé? – le dijo Marisol, luego de tragarse todo el semen de su hermano.

-        Si, hermanita, cada día la chupas mejor.

-        Y te gustaron mis dedos en tu culito?

-        Mmm, si debo decirte la verdad, tendría que decir que sí, me calenté muchísimo con eso.

-        Seguro que no te gusta cuando te coge Bruno? – le preguntó Marisol estando su hermano parado con los pantalones por los tobillos, mientras ella se la terminaba de limpiar y secar con la lengua.

Fue en ese preciso momento, que la puerta se abrió de golpe, para que Romina pudiera ver una escena de amor filial, que para la mucama era impensada. Si bien la muchacha había sido víctima de una violación por parte de sus familiares, jamás quiso pensar que esas situaciones se daban en otras familias. En esta ocasión la vio a Marisol con semen en su rostro, quien le devolvió la mirada sin tener tiempo de limpiarse o separarse del cuerpo de su hermano.

Ella tenía agarrada con una mano la verga de su hermano, muy cerca de sus labios, la otra mano la tenía entre las piernas, que era la que había utilizado para penetrar con sus dedos el culito de Damián, que seguía en pie frente a su hermana arrodillada en el piso. La imagen de los hermanos era fatal, indisimulable, no tenían excusa alguna para decir que estaban haciendo otra cosa que lo que estaba a la vista.

No supo Romina cómo reaccionar, los hermanos tampoco, Marisol seguía sosteniendo la verga de su hermano con una de sus manos, Damián había tenido el acto reflejo de tapar su desnudez, pero sin mucho éxito y Romina no dejaba de mirar a uno y otro hermano.

-        No puedo creer lo que estoy viendo, chicos, yo . . . – exclamó Romina.

-        No sabes que debes golpear la puerta antes de . . . – Marisol pretendió molestarse por la irrupción de la mucama, que había descubierto en parte las relaciones de los hermanos.

-        Lo único que falta es que te enojes por lo que descubro que haces con tu hermano – le contestó Romina a Marisol, cortándole la frase que estaba dirigiéndole.

-        Cuidado con lo que dices, antes que nada quiero que . . . – ahora era Damián el que trataba de encontrar una explicación, alguna excusa, al menos para salir de esta situación embarazosa.

-        Antes de decirme nada, porque no te subes los pantalones, tienes todo afuera Damián y tu levántate y acomoda tu cabello.

Romina no solo le puso freno a lo que pudieran decirle ambos hermanos, sino que además  los reprendió por la forma en que se encontraban, impresentables ambos. Los hermanos entendieron muy rápido que lo que les convenía era tratar de convencer a Romina de que esto que ella había visto, en realidad no habido pasado, que nunca antes lo habían hecho y en esa dirección iban sus voces hacia la mucama.

Pero Romina, sabía desde hacía bastante tiempo atrás las andanzas de los hermanos, porque los había escuchado encerrados en el dormitorio más de una vez, pero nunca quiso dar crédito a lo que sus oídos le dictaban, siempre pensó que podrían estar viendo una película y ahí la explicación de todo. Ahora sabía perfectamente que ellos no eran unos santos precisamente.

Que debía hacer, se preguntó Romina, ser complaciente con los hermanos o llevar a conocimiento de sus padres la conducta de ellos, que por otra parte eran sus amantes, juntos y por separado. Su cabeza daba vueltas tratando de encontrar una respuesta a cómo salir de esta situación, por momentos parecía que la que estaba en falta era ella, cuando la realidad decía otra cosa.

Los hermanos continuaban diciendo una y mil cosas, pero Romina no los escuchaba, solo miraba hacia ellos, pero sin ver nada que no sea sus pensamientos. Tampoco los escuchaba, porque su mente no se lo permitía. Finalmente volvió a la realidad y se dirigió a los hermanos para decirle:

-        Chicos, lo que hagan ustedes, es cosa suya, no traten de confundirme, mi único pecado ha sido entrar al cuarto sin llamar – con esto que les dijo, Romina retrocedió sobre sus pasos, se dio vuelta, cerró la puerta y se retiró dejando a los dos hermanos perplejos, pensativos.

-        Escucha Romina – le gritó Marisol, pero la muchacha ya había dado impulso a la puerta para que se cerrara tras ella.

-        Espera Marisol, vamos a hablar un minuto sobre esto, a ver como lo arreglamos – le dijo Damián que seguía duro en su posición.

-        De acuerdo, pero porque no te vistes de una vez o piensas seguir desnudo así como estás – lo conminó Marisol a su hermano.

-        Si, disculpa, es que he tenido un día terrible. Primero lo de Bruno y ahora resulta que cuando logro relajarme, nos pesca Romina en plena batalla.

-        Escucha hermano, hay algo que tengo que decirte y es nuestra carta de triunfo, te contaré algo con lo que podremos silenciar a Romina.

-        Que dices, cuenta rápido, que no sea una estupidez, porque no estoy para otro disgusto.

-        De acuerdo, te acuerdas cuando me sorprendiste espiando el cuarto de nuestros padres? – le preguntó Marisol, sabiendo perfectamente que de eso no se iba a olvidar jamás, ya que ese instante fue el punto de partida de su relación.

-        Por supuesto, estabas en el pasillo, en una posición que no dejaba duda alguna.

-        Esa noche tal vez no te diste cuenta, pero yo estaba conmocionada y no porque tu me hayas sorprendido espiando.

-        Ajá y a que se debe esa conmoción que tenías? – preguntó Damián.

-        A que en el cuarto de Papá y Mamá, además de ellos, estaba Romina.

-        Como dices?

-        Que esa noche la pesqué a Romina entrando al cuarto de nuestros padres y al rato los escuché a los tres en plena relación sexual.

-        Que estás diciendo? – Damián pegó un salto y se plantó ante su hermana tomándola de los brazos, exigiéndole que le dijera la verdad – no vayas a inventar nada para salvar nuestra posición, eh?

-        De ninguna manera, digo lo que vi, cuento lo que escuché.

-        Entonces Papá y Mamá hacen fiesta con Romina? No lo puedo creer, estás segura de lo que me estás diciendo?

-        No te lo diría de otra forma. Puedes llamarla a Romina y hablarle sobre esto que acabas de enterarte y nos fijaremos como reacciona, te parece? – propuso Marisol.

-        Ni lo pienso, ya la voy a llamar, le diré que venga hasta el dormitorio y una vez que entre, la exigiremos que nos cuente la verdad.

-        Yo me quedo acá esperando – contestó Marisol.

Damián se fue como exhalación en busca de la mucama, a quien encontró en su cuarto, descansaba viendo la televisión y lista para acostarse a dormir. Llamó a su puerta y la chica lo recibió con un cierto grado de molestia, ya que pensaba que venía a disculparse ante ella, por la escena que le había tocado presenciar.

-        Se puede saber que quieres ahora? – le dijo de mala gana.

-        Quiero que te vengas hasta mi cuarto, con Marisol queremos decirte algo – le contestó Damián, mirándola desafiante al rostro, directamente a sus ojos.

-        Estoy cansada Damián, quieres que lo charlemos mañana?

-        No, preferiría hacerlo ahora, no te llevará mucho tiempo, es algo que queremos comentarte.

-        No puedes decírmelo acá, así te escucho, te doy mi parecer y puedo acostarme rápido.

-        Dale Romina, no te llevará más que cinco minutos, acompáñame por favor.

-        Ok, cinco minutos y me vuelvo, estoy muerta de cansancio.

-        Hecho.

Caminaron en silencio de vuelta hasta el cuarto en donde estaba esperando Marisol, entraron sin llamar y si sentaron todos en torno al escritorio. Damián tomó la palabra mirando a los ojos a Romina y de tanto en tanto a Marisol. A medida que la primera palidecía y se borraba la sonrisa que traía al venir, a Marisol le salía un extraño brillo en los ojos y adquiría una sonrisa que aumentaba en intensidad, tras cada palabra que pronunciaba su hermano.

-        Por lo seria que te has puesto y por lo pálida que estás, creo que no tienes nada que decir.

-        Creo que tiene mucho por contarnos – agregó Marisol – solo que ahora tendrá que meditar que habla y que silencia.

-        No se como pudieron enterarse de esto chicos – dijo Romina – pero a lo dicho por ustedes no tengo nada que agregarle o quitarle. Creo que debemos dejar las cosas así, yo me olvido de lo que vi y lo mismo hacen ustedes.

-        Me parece un buen trato, por ahora, no es algo que puedas tomar como definitivo, solo lo vamos a pensar un poco, como se dice en política: entramos a un cuarto intermedio, ok? – cerró la conversación Marisol, dándole lugar a Romina para que se retirara.

Cuando los hermanos quedaron solos, cerraron la puerta para conversar entre ellos acerca de cómo iba a continuar la relación con los demás integrantes de la casa. La posición de Marisol era la de mantenerse en estado de alerta, como si nada hubiera pasado. En cambio Damián, que era más zorro, tenía otro tipo de ideas. En principio coincidía con su hermana en actuar de un modo indiferente, pero tomando ciertas precauciones, como por ejemplo tenía la intención de espiar a sus padres, sobre todo la relación que éstos tenían con la mucama.

Marisol no estaba muy de acuerdo con esta forma de proceder que proponía su hermano, porque no le interesaba entrar más en la relación que sus padres pudieran estar desarrollando, más de lo que ya se había entrometido. Ya tenía demasiado con todo lo que había vivido últimamente, su novio había pasado a un segundo plano en su vida, era algo que no la desvelaba como si lo hacía su hermano Damián.

Esta relación si que le quitaba el sueño, sentía ella que se estaba enamorando de su hermano, estaba confundiendo los sentimientos, no sabía si lo que lo atraía de su hermano era amor o calentura. Sea lo que fuera, claramente deseaba estar más tiempo dentro de la cama de su hermano, a pesar de que no podía evitar negarse a sus requerimientos, a los cuales siempre terminaba complaciendo y gozando cada vez con mayor intensidad. También sentía que Bruno era un factor que empujaba a su hermano hacia ella, ya que ella era la persona que estaba al tanto de lo que le ocurría cuando estaba con él y le tocaba consolarlo compartiendo tamaño secreto.

Sentía también que Damián estaba comenzando a caminar otro sendero obligado por su amigo y que solo ella conocía, por lo que Damián cada vez se le acercaba más, para cobijarse en sus brazos y desahogarse en ella.

Transcurridos cinco días del encuentro de Damián con Bruno, éste último lo llamó para que volviera a visitarlo en su departamento. Lo primero que hizo Damián fue poner este acontecimiento en conocimiento de su Marisol, para que estuviese al tanto y le dijese algo al respecto.

-        Que locura todo esto hermanita, que quiere este tipo? Me quiere enloquecer acaso?

-        Estoy convencida que quiere tenerte sometido, va a insistir contigo para ver hasta donde llega. Tal vez me equivoque, ojala que así sea, eso es lo que pienso.

-        Me dijo que me espera de buen ánimo, que estuvo repasando y editando todo lo que tiene filmado con nosotros y que es una obra de arte, pero que no tengamos miedo, que está muy bien guardado – le comentó Damián para convencer a su hermana acerca de la conveniencia de que él vaya a encontrarse con su amigo.

En realidad Damián lo que quería era que su hermana se diera cuenta del sacrificio que él hacía por evitar un papelón mayúsculo, pensando en lo que sería si Bruno publicaba los videos que él tenía de ambos. Damián quería tener la complicidad de su hermana para asistir al encuentro con su amigo, algo así como que ella le dijese: “si, tienes que ir y hacer lo que te pide, por el bien de nosotros y de la familia”. Necesitaba sentirse apoyado en ese aspecto, porque en ocasiones pensaba que le gustaba ir a la casa de Bruno.

Finalmente llegó el momento de tocar el timbre en casa de Bruno y cuando lo hizo desde la planta baja del edificio, le contestó directamente el sonido del portero eléctrico abriendo la puerta. Tomó el ascensor y llamó a la puerta del departamento, grande fue su sorpresa cuando la persona que le franqueó la entrada no era su amigo en persona, sino un enano que a juzgar por su apariencia superaba los cuarenta años o sea prácticamente lo doblaba en edad.

-        Eres Damián? – le dijo el enano, muy amistoso por cierto.

-        Si y Bruno? No se encuentra? – contestó Damián desconcertado por tan inesperado encuentro.

-        Mi nombre es Leandro, soy amigo de Bruno – se presento el pequeño hombrecito, indicándole el paso hacia el living.

-        Mucho gusto señor.

-        Llámame Leandro, no tengo problemas en que me tutees – expresó el enano.

-        Está bien, Leandro – dijo Damián y se sentó en un sillón, dispuesto a esperar a su amigo – tardará mucho Bruno? – le preguntó.

-        Una hora, tal vez un poco más, me dejó un encargo para que realizara contigo en su ausencia.

-        Que clase de encargo? – Damián saltó como un resorte, presumiendo que algo raro estaba por pasar.

-        Mira, te noto un poco tenso, creo que mi presencia acá es providencial, te voy a explicar porque – le dijo el enano, tomando asiento enfrente de Damián, en una silla y mirándolo fijamente.

-        Explica, por favor.

-        Soy masajista profesional, visito a Bruno una vez por semana, le hago masajes para relajación muscular, no se si alguna vez te los han hecho?

-        No, nunca – respondió Damián.

-        Bien, te va a venir bien probarlos, porque te permitirá relajarte en forma total.

-        Algún día, tal vez . . .

-        No, ahora los vas a probar, para eso estoy acá, me pidió Bruno que te diera una sesión de masajes, para que él te encuentre en tu mejor estado a su regreso.

-        No, no hace falta, en esta media hora que falta o un poco más . . .

-        No voy a aceptar un no como respuesta, es mi trabajo, vamos para el cuarto del fondo del pasillo, allí está todo preparado – la forma en que el enano se dirigió a Damián, no le dejó al muchacho la más mínima duda de cómo seguiría esa velada, así que invitado por Leandro, se puso de pie y marchó hacia el cuarto indicado.

-        Muy bien, así me gusta -  dijo Leandro, caminando tras el muchacho.

Al ingresar al cuarto, Leandro le indicó que se quitara la ropa y que se acostara boca abajo en la camilla que estaba cerca de la ventana. Al lado de la misma, se encontraba una tarima, que utilizaría el enano para quedar a una altura conveniente para un mejor masaje.

Damián se quedó con sus boxer y medias como única vestimenta, pero Leandro al verlas le dijo que lo quería totalmente desnudo y el muchacho obedeció. El mismo, cambió su indumentaria y quedó con el torso desnudo, con un pantalón amplio, muy liviano y ojotas como calzado.

Esparció Leandro un talco sobre el cuerpo de Damián y comenzó a masajearlo en la espalda, cuello y llegando hasta los pies, luego lo hizo dar vuelta y repitió la operación. Logró así que Damián se relajase un poco, ayudado por sus manos y por la música que sonaba en un tono bajo que lo invitaba a dormitar. Leandro volvió a colocarlo boca abajo y ahora los masajes eran más intensos, más fuertes, más pesados, llenando su cuerpo de un líquido aceitoso, resbaladizo, que hacía que las manos no dañasen la piel de Damián.

-        Ahora vas a abrir las piernas, para que yo me ubique en ese lugar sobre la camilla y me pueda apoyar sobre tu espalda, ok? – le dijo Leandro a Damián que casi dormía y despertó de golpe.

-        Que? Como?

-        Que separes las piernas, así me puedo ubicar en la camilla, para masajear tu espalda – le repitió Leandro, con un tono de voz que no daba lugar a ningún tipo de sospecha.

-        Está bien – rumió Damián, no muy convencido de hacer lo que le pedía el enano.

El hombre pequeño, de un salto trepó a la camilla y se ubicó entre las piernas abiertas de Damián, apoyando las manos con todo el peso de su cuerpo sobre la espalda del muchacho, que ahora empezaba a moverse a uno y otro lado, ya que trataba de evitar sentir el roce de los genitales de Leandro sobre su culo.

-        Amigo, quédate quieto o te juro que te ato – le dijo Leandro – no me dejas hacer mi trabajo.

-        Es que tú me estás apoyando el bulto en mi culo – le contestó Damián.

-        Te olvidas que soy pequeño, mis brazos son cortos, eso es lo que pasa, relájate muchacho y déjame trabajar – y Leandro siguió apoyando su bulto cada vez con mayor energía que a su vez se endurecía segundo a segundo, por lo que Damián daba saltos cada vez más grandes.

-        Espera, ya basta, esto no me gusta . . .

-        Tu lo quisiste muchacho – le respondió el enano.

Leandro se bajó de la camilla y cuando Damián se quiso acordar tenía un brazo pegado a una pata de la camilla y pasando del otro lado por debajo de la misma, tomó el otro brazo de Damián que trataba de despegar al primero y lo ató a la otra pata. Damián saltaba tratando de desatarse, cosa que casi logró con uno de sus brazos, pero merced a la rapidez de Leandro las ataduras que lograba con una tela adhesiva fueron reforzadas, lo que terminó con la posibilidad que tenía el muchacho de liberarse.

-        Mira Damián, debes dejar que termine con mis masajes, si te tranquilizas lo haré rápido y si no lo haces, te ataré las piernas y lograré mi propósito de todos modos – le dijo Leandro muy tranquilamente.

-        Te pido que me liberes, por favor, te prometo colaborar para que termines de darme los masajes – contestó Damián, tratando de convencer al enano.

-        Mira, Bruno me pidió que te relajase y estás hecho una furia, tienes la cara roja y las pulsaciones al máximo, yo lo único que quiero es poder cobrar mi trabajo y nada más – Leandro trataba de que se calmara para lo cual le hablaba en un tono suave y conciliador.

-        Está bien, estoy calmo, desátame y sigue, no me moveré más.

-        Bien, así me gusta – dijo Leandro y dando la vuelta por la parte de atrás de la camilla, le ató una pierna a una asidera metálica y luego la otra.

Dicho esto, Damián escuchó lo que podría ser el esbozo de una sonrisa triunfadora, algo así como un: je je y acto seguido Leandro se refregaba sus manos en señal de haber alcanzado una primera etapa. Damián insistió en que lo soltara, tal lo convenido, pero sin estar convencido, ya que después de haber alcanzado el acuerdo, el traicionero enano le había inmovilizado ambas piernas a dos asideras que tenía la camilla. Pero la sorpresa de Damián, que ahora estaba mudo esperando nuevos acontecimientos, llegó a su punto culminante cuando Leandro parado enfrente de la cabecera de la camilla, se desprendió el pantalón desatando un cordón, para dejarlo caer al piso, exhibiendo su desnudez y sus obvias intenciones.

-        Espera, por favor, Leandro, escúchame, te puedo pagar el doble de lo que te haya prometido Bruno, si me desatas en este momento.

-        A ver como es eso, me gusta el dinero – y el enano se fue hasta el pantalón de Damián y alzándolo le dijo – adonde tienes la plata?

-        No, acá no tengo, pero si me comprometo a algo, siempre cumplo con mi palabra.

-        No hay plata, no me fío – dijo Leandro mientras se acariciaba la verga para ponerla en estado ideal, le hablaba para desesperarlo aún más – pero te puedo dar una oportunidad.

-        Está bien, acepto, lo que sea – le respondió rápido Damián y Leandro se acercó hasta su cara poniendo su verga junto a la cara del muchacho.

-        Comienza a chuparla, entonces -  le dijo Leandro, tocando con la punta de su verga la cara de Damián, por distintas partes.

-        No, sácame eso de ahí, no pienso chupártela – le gritó Damián.

-        Vamos, solo dame unos besitos y no te molesto más – le dijo Leandro al tiempo que le refregaba toda la cara con su verga, especialmente los labios, poniéndolo furioso a Damián.

-        Sácame eso de ahí, enano de mierda, te juro que me las vas a pagar – le gritó fuera de si Damián.

-        Entonces te hago la colita, lo tomo como un pedido tuyo – y buscando el líquido aceitoso que tenía sobre una repisa, se untó la verga parsimoniosamente, desparramando algo de lubricante en el orto de Damián, que se agitaba tratando de impedirle el acceso a su cola.

El muchacho forzó sus ataduras empleando para ello toda su potencia física, mientras el enano lo miraba desde un costado de la camilla, acariciándose la verga, disfrutando la impotencia de la persona que muy pronto tendría sometido bajo su cuerpo. Con una mueca de satisfacción en el rostro, Leandro dio un salto y se volvió a colocar entre las piernas de Damián, esta vez él también estaba desnudo y además con la verga a punto, endurecida y lubricada, enfocándola directamente a la puerta de ese culito que estaba a su alcance.

Damián se sintió perdido y entregado a la voluntad del enano, las fuerzas las había agotado tratando de librarse de las ataduras, inútilmente. Agitado como estaba, respirando entrecortadamente, sintió como la cabeza de la verga de Leandro empujaba en su orto tratando de traspasar esa barrera, lo que logró ni bien se la apoyó, con muy poca puja por parte del enano.

-        Ahhh, ay por favor no, te lo suplico – Damián se debatía tratando de evitar lo inevitable, ya que Leandro parecía no estar dispuesto a deponer su actitud.

-        Este enano de mierda te va a hacer la colita, amiguito, vamos relájate y te dolerá menos, mmm – con sorna Leandro dio muestras de haber recibido y sentido el agravio propinado por Damián.

-        Lo dije sin querer, me estabas ofendiendo tú a mí, discúlpame.

-        Te disculpo, pero así y todo voy a saborear tu culito, mmm que rico que lo tienes, mira como te entra – le decía Leandro.

-        Mmm por favor no – cuando el muchacho decía esto, ya la tenía toda adentro y además había comenzado a bombear adentro y afuera, cada vez con más fuerza.

-        Ahhh, que lindo que tienes el culito precioso, como lo estoy disfrutando.

-        Me está doliendo mucho – se quejaba Damián, a la vez que lloraba como un niño.

-        No mientas, no puede dolerte, la tengo más chica que la de Bruno, solo relájate y podrás sentir placer.

-        Mmm bueno, despacio – Damián percibía que esta cogida que le estaba dando Leandro, era tolerable y mucho menos dolorosa que cuando lo agarraba Bruno, por lo que trató de relajarse siguiendo el consejo de su violador. Se relajó y dejó de llorar, todo al mismo tiempo, más tarde comenzaría a sentir placer, pero no lo podía manifestar.

-        Así está mejor chiquito, quédate quietito, no grites más y disfruta la pija que tienes metida adentro de tu colita.

-        Bue bueno, mmm ahhh – Damián estaba entregado, sin remedio.

-        Dime que te gusta lo que te estoy haciendo y te termino enseguida, eso me calienta mucho, vamos, anímate – le propuso el enano.

-        Mmm me gusta – con voz entrecortada por el dolor, pensando que diciendo esto el enano acabaría pronto.

-        Que es lo que te gusta, precioso, dime toda la frase que quiero escuchar y te lleno el culito de leche.

-        Me gusta mmm como me estás cogiendo, ahhh.

-        Ahhh ya te acabo putito, sientes mi leche? – Leandro cumplió y le llenó el culo de leche, que Damián sintió como si fuera una enema caliente.

-        Mmm, si, la siento, lo juro, ahora déjame.

-        Está bien, ya me bajo – y con esa frase de sumisión, Leandro retiró su verga de dentro del culo de Damián y se bajó de la camilla.

Mientras se limpiaba la verga, con todo el tiempo del mundo a su favor, Leandro miraba de reojo a Damián estudiando el comportamiento del mismo. Movía la cabeza a uno y otro lado, fastidioso, esperando ser liberado, impaciente por que le quitaran las ataduras. Finalmente Leandro, luego de ponerse nuevamente el pantalón que llevaba puesto, se decidió a darle la libertad al muchacho, previo a lo cual quiso asegurarse de que no hubiera ninguna reacción violenta en su contra.

-        Creo que querrás que te quite las ligaduras, verdad? – preguntó Leandro sabiendo de antemano la respuesta.

-        Claro, quiero que me desates, me quiero ir a mi casa.

-        Solo tienes que prometerme que te portarás bien, que no intentarás pelear conmigo y que te irás de aquí feliz y contento, ok?

-        Lo prometo – afirmó Damián.

-        Bien, no está demás decirte, que ante cualquier acto de violencia que quieras cometer, recibirás de mi parte una fuerte respuesta, a pesar de mi tamaño pequeño y te advierto algo más, que ese tipo de situaciones me pone muy caliente, en todo sentido, sabes a que me refiero?

-        Me imagino – contestó Damián a secas.

-        Por las dudas te lo aclaro – dijo Leandro, mientras comenzaba a quitarle las vendas de los pies – que si tengo que golpearte, lo haré sin contemplaciones, pero encima de la paliza, te vas a ligar una flor de cogida, que no será tan rapidita como esta, está claro?

-        Muy claro, no hacía falta tanto detalle, ya te había entendido.

-        Mejor así.

Una vez que quedó libre, Damián salió como disparado de ese departamento, casi sin despedirse del pequeño hombre que lo había sometido y metido miedo mientras lo desataba.

Marcela   ( marce459@live.com.ar )

C O N T I N U A R A