Dulce hogar 11
Sigue la noche en casa de Horacio y Elba, con los hermanos dando y recibiendo a los dueños de casa y a sus invitados
Recomiendo para una mejor comprensión del relato, leer previamente las entregas anteriores.
Marcela
DULCE HOGAR 11
Damián fue quien en primer lugar divisó en un ambiente en penumbras dos siluetas femeninas, una de ellas muy conocida para su vista que era la de su hermana, asediada sin disimulo por Elba. Decidió acercarse a la pareja cuando sintió que alguien golpeaba su espalda, se dio vuelta y era Gimena, Dios se había acordado de él.
- Quieres tomar algo – le dijo acercándole una bandeja con distintas bebidas para que eligiera según su gusto.
- Gracias, me encantaría que me acompañes – contestó Damián.
- Me lo dices en serio? Con mucho gusto, me esperas que sirva las bebidas?
- Por favor no tardes.
Gimena dispuso en distintas partes de la sala las bebidas, para que estén al alcance de quien las quisiera consumir. Hecho esto se volvió en busca de Damián, el hermano de Marisol le había gustado ni bien lo vio y por suerte para ella, él también compartía ese sentimiento.
- Tú eres Damián, el hermano de Marisol, verdad – le dijo Gimena a Damián que estaba distraído esperando su retorno.
- El mismo, te estaba esperando, quiero que me enseñes esta sala y me cuentes lo que hacen acá.
- Uf, acá tienes todo a la vista, no hace falta demasiada imaginación para darse cuenta que cosas pasan dentro de este ambiente.
- Es verdad, perdona mi curiosidad, pero tu tomas parte de lo que aquí hacen?
- En ciertas oportunidades me invitan a que comparta o participe.
- Ya veo.
Tomaron asiento en un rincón apartado, si estiraban el cuello podían ver en el otro extremo a Elba que se debatía en una lucha cuerpo a cuerpo con Marisol. Eso lo puso a Damián muy caliente, más de lo que estaba y se animó a tomar a Gimena con ambas manos de su cintura atrayéndola hacia su cuerpo, la muchacha no se resistió en absoluto, al contrario, le ofreció su cuello desnudo para que pudiera respirar su aroma corporal de hembra en celo. Damián aspiró profundamente y con sus labios separados recorrió esa piel morena caliente, sacando de tanto en tanto su lengua para humectar la superficie que recorría.
Gimena dejó escapar un gemido que le demostró a Damián que estaba en la ruta correcta, la apretó con fuerza contra su pecho, sintiendo la dureza de los pezones de la chica presionando contra él. Alzó ambas manos rozando los costados del cuerpo de Gimena, hasta alcanzar los pechos desnudos, no llevaba puesto corpiño bajo la remera corta que vestía, Damián los palpó y amasó con suavidad y firmeza, terminando su faena con los dedos retorciendo los duros y erectos pezones. Ahora se sintió un jadeo, fuerte y sentido, lo que hizo que Damián se tirara sobre ella, acostándola sobre el mullido asiento que los contenía, para levantarle la minifalda que vestía, notando lo mojada que tenía su entrepierna.
Con una de sus manos acarició la zona más húmeda y caliente de la chica, dejando la otra sobándole los pechos, mientras metía lengua por cuello, orejas, boca y cada lugar que la joven le acercaba para que besara. No perdió el tiempo, cuando sintió que Gimena estaba entregada a sus caricias, abrió su bragueta y sacó la verga afuera, llevando la mano de la muchacha sobre ella, para que la fuera conociendo, acariciando, hasta que descubrió que no ofrecía resistencia, por lo que empujó desde el cuello hasta ponerla en posición de iniciar una mamada.
- Vamos mi amor, demuéstrame que bien que me la comes.
- Mmm glup splash glup mmm rica glup.
- Ah, que bien que la chupas mi amor, eres una delicia.
- Me gusta mmm glup splash.
- Sigue chupando, vamos puta, chupa verga.
Gimena empujó a Damián contra el respaldo, se bajó para arrodillarse entre sus piernas y desde esa posición le hizo una mamada excelente, no descuidando los huevos, una vez que le bajó el pantalón hasta los tobillos.
- Quítate el pantalón, quiero chuparte bien las bolas, Damián, mmm.
- Que putita que eres preciosa, espera.
Damián se sacó el pantalón, los zapatos, las medias y arrojó su camisa hacia atrás, quedando completamente desnudo, al tiempo que le levantaba la remerita a su chica, para desnudarla de cintura hacia arriba. Gimena seguía ayudada con sus manos, mamándole la verga al muchacho que estaba al borde de alcanzar el primer orgasmo. Cuando percibió que empezaban las contracciones musculares, como así también a largar pequeñas cantidades de líquido preseminal, Gimena se acomodó como para recibir la primera oleada de semen, mirándolo a los ojos con una sonrisa típica de actriz de película porno.
- Ya te acabo mi amor, mmm, no puedo más, me voy, traga por favor, mmm ahhh.
- Glup splash ahhh ajjj que rica tu leche, glup ahhh ajjj.
- Mmm toma y traga todo puta, que bien me la chupaste, eres una puta excelente.
Después del último espasmo de Damián, Gimena sorbió una cantidad de leche mínima, la que juntó con su saliva y mediante un beso de lengua, traspasó a su macho circunstancial que no dudó en recibir su propio semen mezclado con los flujos bucales de la muchacha.
- Ah puta, me hiciste tragar mi propia leche, mmm es rica, estuviste bien.
- Te gustó saborear tu leche amor?
- Me pareció raro, pero si, me gustó.
Necesitó unos cuantos minutos Damián para recuperarse, fue en ese lapso que aprovechó para mimosear con Gimena al tiempo que le iba quitando la ropa de a poco hasta dejarla tan desnuda como él lo estaba. En ese mismo espacio de tiempo, mientras su cuerpo se recuperaba del orgasmo alcanzado, se dedicó a pasar su lengua por todo el cuerpo de la chica, deteniéndose en última instancia en la entrepierna, que lamió hasta hacerla temblar de calentura, con sus dedos separó los labios vaginales mayores para pasear su lengua por el interior de esa concha caliente, mojada y dispuesta a recibir toda caricia posible.
Con un dedo le hizo un primer tacto vaginal, luego con dos, tres y cuatro dedos, entrando sin mayor dificultad por la calentura que la chica tenía que hacía que expulse torrentes de flujo. Mientras jugaba con sus dedos, le chupaba el culito, ya que Gimena alzaba las piernas como una poseída. Damián en ese momento tenía su verga engarrotada y fue apoyarla en la zanja que en la primera pasada de arriba abajo, le entró de una vez y hasta los huevos, lo que dio la impresión al muchacho que o le faltaba verga a él o le sobraba concha a ella. Comenzó Damián a bombear, con Gimena abrazando su cintura con sus piernas y gritando como una loca, por lo que hizo su mayor esfuerzo para que sintiera sus embestidas.
No estaba seguro Damián que la muchacha haya sentido su verga, porque hizo todo tipo de esfuerzos y excesos en las bombeadas, sin que haya podido quitarle la sonrisa del rostro. Le daba la sensación que Gimena estaba acostumbrada a vergas de mayores dimensiones, lo que si tenía en claro era que su chupada de concha la había satisfecho a pleno. Y no se equivocaba.
Después de cogerla hasta el cansancio, Gimena acabó varias veces, no pudo precisar Damián el número exacto, pero si que tuvo orgasmos respetables, cuando él llegó a su segundo orgasmo (el primero lo había tenido con la chupada que le hizo la chica), trató de relajarse un poco, no pudo hacerlo en extenso porque Gimena ya quería más y él no tenía con que darle. Así que empezó a jugar con sus dedos dentro de la concha de la chica hasta que terminó por meterle el puño entero y éste adentro casi hasta el antebrazo, logrando hacerla gritar de la calentura y alcanzar otro fuerte orgasmo.
Pero Damián quiso más y esa misma práctica de fisting repitió en el culito de Gimena, que no se opuso en absoluto y por el contrario, se dio vuelta y se puso en cuatro, poniendo su orto para arriba y ofreciéndole un pomo de lubricante que extrajo de un cajón que estaba abajo del asiento en donde estaban instalados. Pudo así Damián volver a repetir la práctica, ahora por el culo, metiendo un dedo, luego dos, tres, cuatro y finalmente cuando la dilatación lo permitió el puño entero.
Cuando el puño entró, Damián quedó muy impresionado por la apertura de ese orto, le parecía increíble que pudiera abrirse así, sin embargo el puño de su mano estaba adentro, había traspasado el ano haciendo que Gimena jadee como una yegua en celo, al mismo tiempo con total desenfado, la muchacha se pajeaba sobando su clítoris, desprendiendo flujo que se deslizaba por los muslos hacia el asiento. Cuando Gimena acabó Damián le quitó el puño de adentro de su culo y se acostó al lado de la chica, que había quedado en un estado de agotamiento impresionante. El mismo, estaba sorprendido de la capacidad para gozar y dar placer que tenía esa mujer.
Pero algo que no supo inquietó a su chica esa noche, porque Gimena exhausta como estaba se incorporó y besando a Damián se disculpó diciéndole que la señora la estaba necesitando y que debía marcharse. El muchacho no entendió bien lo que ella le había dicho y al igual que ella se vistió, para seguir con la mirada el rumbo que tomaba cuando se alejó del sitio en donde vivieron esa práctica sexual tan particular.
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Mientras todo esto sucedía, Elba no había dejado pasar un solo segundo sin aprovechar el cuerpo de Marisol, dando y recibiendo caricias, besos y lamidas por todo el cuerpo. No fue más que ingresar a la sala, sacarse de encima a su marido para quedarse a solas con la pendejita, que comenzó a desnudarla sin siquiera preguntarle si estaba a gusto o no. Por otra parte, Marisol demostró compartir la misma ansiedad y necesidad de Elba, ya que colaboró en la tarea de quitarse su ropa hasta quedar desnuda, para luego arrojarse a los brazos de la mujer que tenía frente a si.
Sin embargo Elba no quiso desnudarse, ni siquiera desprender su ropa, todo lo que quería era tener a la pequeña desnuda para disfrutarla a su gusto. Así que hizo que la chica se acostara sobre una mesa acolchada adonde adrede la había llevado y cuando logró ese cometido acercándose a su oído, comenzó a decirle lo que tenía pensado hacer con ella.
- Mi querida Marisol, hoy te voy a dar tanto placer que te aseguro que recordarás esta noche por mucho tiempo, será un antes y un después. Te haré ingresar a mi mundo, solo necesito que te entregues completamente y confíes en mi, podrás hacerlo? – le dijo Elba a una Marisol que temblaba desnuda sobre una mesa, mitad de calentura, mitad de ansiedad por lo desconocido.
- Quiero gozar contigo como la vez anterior.
- Bien chiquita, eso quería escuchar. Ahora debes concentrarte en lo que te diga y prometo que la pasarás genial, pero no será lo mismo que la vez anterior, te prometo que gozarás mucho más.
- Si, lo que sea que quieras, voy a hacer.
A partir de ese momento, Elba retomó los mimos a la chica, recorriendo ese cuerpo desnudo con sus manos, labios y lengua, desde el cuero cabelludo hasta la punta de los dedos de los pies, deteniéndose muy especialmente en los pechos y la zona genital, provocándole contorsiones musculares, gemidos y grititos de placer. Elba la llevaba a alcanzar picos de calentura muy altos y cuando percibía que estaba a punto de acabar, interrumpía lo que fuere que estuviera haciéndole y comenzaba de nuevo con la franela, llevando a la pendejita a estados de alta tensión corporal.
- Ay por Dios, Elba, no me hagas esto, estoy por acabar y te interrumpes, déjame terminar, que cada vez que estoy a punto de echarme un polvo me lo impides, por favor, no doy más – se quejaba Marisol.
- Es lo que busco, que te des cuenta que puedo provocarte mucho placer o no, depende si quiero o no que acabes, me entiendes perrita?
- Si, pero déjame acabar una vez al menos y después me haces lo que tu quieras.
- No perrita, vas a acabar cuando yo lo decida, quien manda acá?
- Tú mandas, pero por favor quiero acabar.
Marisol temblaba sobre la mesa, los pezones los tenía duros y en punta y el clítoris a punto de reventar de lo hinchado que estaba, desprendiendo flujo vaginal en cantidades. Consideró Elba que la chica estaba a punto para lo que ella deseaba hacer y procedió sin decirle nada a colocarle una venda, para impedirle la visión por completo.
- Que me haces? – preguntó Marisol.
- Te coloco una venda y es posible que te inmovilice el cuerpo, digamos pies y manos. Te dejarías atar por mi?
- Puedes hacerme lo que quieras, pero quiero tener un orgasmo primero.
- Lo vas a tener cuando yo lo decida, de acuerdo?
- Mmm está bien, tú mandas.
- Eso me gusta, que vayas entendiendo como son las cosas.
Acto seguido, Elba, tal como había anunciado, comenzó a colocarle correas en las muñecas y tobillos, con lo cual el cuerpo de Marisol quedó firmemente inmovilizado sobre la mesa de cuero acolchada. Cuando se cercioró que la muchacha no tenía movimientos posibles, retomó las lamidas corporales sobre todo en la zona de la cercana a su sexo, aprovechando que las piernas habían quedado separadas, con lo cual esa parte del cuerpo quedaba expuesta de una forma que resultaba ideal para ser chupada y penetrada.
Pero Elba quería mejorar el acceso que tenía al cuerpo de Marisol, por lo que le colocó bajó las nalgas un almohadón para elevarle el culito y poder tener llegada al orto ya sea con sus dedos, con su lengua o con un consolador. Cuando la tuvo en la posición deseada se lanzó con ambas manos y todo su ser a recorrer toda la humanidad de la chica, la que privada de la visión y de todo tipo de movimientos, tenía múltiples sensaciones corporales. Toda Marisol era un contrasentido, estaba caliente, pero también aterrada, quisiera estar libre, pero deseaba seguir atada, quería verle el rostro a Elba, aunque el miedo que sentía hacía que estuviese mejor sin el sentido de la vista.
Deseaba que la lengua recorriera sus pechos cuando la tenía en las piernas y cuando Elba le mordía los pezones, tenía necesidades en su clítoris que hacían enloquecerla. Así la mantuvo un buen tiempo, inquietándola, dándole mimos pero no todos los que ella requería, ni en los lugares que deseaba.
Todo esto era un juego que Elba sabía jugar muy bien, algo así como el juego del gato y el ratón. Le daba, le ofrecía y se lo quitaba, para darle más y quitárselo nuevamente y mientras Elba jugaba, Marisol no podía concretar lo que tanto quería, no alcanzaba a terminar con esas prácticas sexuales cargadas de erotismo y con un fuerte componente de sadismo, la piel la mantenía erizada y el sistema nervioso crispado. A tal punto la llevó Elba, que Marisol rompió en llanto, suplicando la dejara tener un orgasmo, sin lograr que le fuera concedido su pedido.
- Que te está pasando mi cielo – le decía Elba.
- Quiero acabar, quiero echarme un polvo, no aguanto más – lloraba y gemía Marisol, ante la sonrisa sádica de Elba – por favor, déjame libre una mano para pajearme, no puedo soportar esto.
- Si te portas mal, mamá Elba te va a dar unos chirlitos en la cola, eso es lo que quieres?
- No, quiero acabar, suéltame por favor.
- Te estás portando mal, ahora mamá Elba te va a castigar un poquito y después te va a hacer tener unos lindos orgasmos, quieres eso?
- Lo que sea, si, lo que sea.
- Lo que sea mamá Elba, me oíste?
- Si, lo que sea mamá Elba – respondió Marisol.
Buscó con la mirada Elba para encontrar a su empleada Gimena, descubriendo que la chica estaba justamente con la compañía del hermano de Marisol, por lo que dejó encendida una lucecita violeta, que significaba en el código de esa familia, que necesitaba su presencia. Gimena distinguió esa llamada, tomó su ropa colocándosela rápidamente, para luego marcharse hacia donde estaba su señora.
- Donde estabas puta? – le dijo Elba a su empleada cuando la tuvo junto a sí.
- Justo del otro lado de la sala, estaba con Damián.
- Me imaginé, viste ese muchachito y no pudiste con tu genio, te meás encima.
- Mmm está muy lindo, en verdad.
- Ya lo creo, bueno, vamos a darle a esta perrita un buen tratamiento, para que vaya conociéndonos.
- Lo que diga señora.
- Debo castigarla, así que para eso te necesito.
- Mmm que bueno – Gimena sonrió con una mueca que hablaba de su gusto por la dominación – puedo hacer algo?
- Adelante – respondió Elba.
Gimena se agachó para olfatear el cuerpo de Marisol, que temblaba maniatada y privada de vista como estaba. Sin desatarle las piernas, le flexionó las rodillas para que su sexo quedara más expuesto y acto seguido se lanzó a succionar el mar de flujo que salía de la conchita caliente y depilada de Marisol. Esta cuando sintió la lengua, labios y respiración de Gimena, pensó que le había llegado el momento del placer, pero no, se equivocaba, le esperaba un tratamiento que sería nuevo para ella.
Luego de chupar los jugos de la concha de Marisol, Gimena comenzó dando pequeñas palmadas en las nalgas de la chica, en realidad en la porción de nalga que quedaba expuesta y lo hizo hasta calentarle bien esas masas musculares. Luego sus palmadas se fueron extendiendo a la parte de la entrepierna, de uno y otro lado, hasta que lo que eran grititos provocados por la molestia de las palmadas, se fueron convirtiendo en gritos más fuertes producto del dolor que comenzaba a hacerse insoportable.
Ahí fue que Elba le colocó una mordaza con una bola de siliconas, para ahogar los gritos que podían ser música para sus oídos o una verdadera molestia, este era el caso por lo que decidió amordazar a la pendejita. Entonces los castigos se intensificaron hasta que el color de la piel era de una tonalidad rojo sangre. Cuando Elba notó este acontecimiento, separó a Gimena y se colocó ella entre las piernas de Marisol para hacerle una chupada de concha como nunca antes nadie le había hecho.
Marisol sentía que una lengua larga, húmeda y caliente se paseaba por su zanja desde la concha hasta el orto, ida y vuelta, le separaba los labios vaginales y se perdía entre la cantidad de flujo que seguía emanando y se posicionaba sobre el clítoris para chuparlo, lamerlo, morderlo y darle tanta pasión como le era posible. Aún sin tener demasiado movimiento, el cuerpo de la pequeña se movía, temblaba y entraba en contracciones fuertes, por lo que Gimena actuó sin que mediara orden de su patrona y le quitó la mordaza, para que la respiración fuese más plena. Y llegó un orgasmo muy intenso, que Elba no interrumpió y que Marisol sintió como nunca antes había sentido. Tuvo la sensación que era la primera vez en su vida que le pasaba eso, así lo vivió en ese momento. Gimena continuó como era su rutina desatando a la niña, quitándole la venda que cubría sus ojos, para devolverle la capacidad de movimientos y de visión. Sin embargo, Marisol no se movió, se quedó donde estaba, con los ojos cerrados y ahora Gimena tomaba la posición de su patrona y lamía las piernas, el culito y la concha de Marisol, lo hacía despacio, sin dejar ni un poquito de piel sin besar, en busca de darle otro orgasmo.
A Marisol no le costó mucho darse cuenta que quien la estaba chupando ahora no era Elba, sin embargo Gimena lo hacía bien y mientras esto sucedía pudo comparar y establecer una diferencia fundamental de lo que era una mujer chupando una concha o un hombre. Recordaba como se la chupaba su hermano, todo el placer que le hacía alcanzar, pero no pudo evitar reconocer que la boca y lengua de una mujer es superior a la altura de practicar esos menesteres. Pensaba eso y llegó el segundo orgasmo, que lo gritó mucho más que el primero, a pesar de haber sido de menor intensidad. Es que ahora la tenía a Elba, mamándole sus tetas, retorciendo sus pezones y haciendo todo tipo de delicias.
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Simultáneamente con el encuentro entre Gimena y Damián y el que se dio entre Elba y Marisol, Horacio se había llegado a donde se encontraba Leandro, quien estaba contrariado luego del desaire que sufrió con el hermano de Marisol. No encontraba motivo alguno para estar ahí, no tenía con quien estar, estaba solo. Mirando por aquí y por allí lo encontró a Horacio, que caminaba desorientado al igual que él, ya que su esposa le había hecho entender que tenía que dejarla sola con la pendeja y su empleada estaba atareada y perseguida por Damián.
- Leandro que pasó con Damián, pensé que ustedes dos iban a tener una linda noche – le dijo Horacio.
- Yo imaginé lo mismo, por eso vine – contestó Leandro.
- Quedamos solos.
- No hay duda de eso.
- Bueno, entonces tomemos algo y charlamos, te parece?
- Ok.
Luego de servirse unas copas, se ubicaron en un sillón de varios cuerpos a conversar y el tema de arranque lo inició Horacio preguntándole sobre su relación con Damián.
- Solo he estado con él en una oportunidad y de verdad me quedé con muchas ganas de volver a tener otro encuentro.
- Quieres contarme más sobre esta relación.
- No hay problema, un amigo me pidió que lo atendiera con una sesión de masajes, me dijo que el chico era un putito indeciso, digamos que le gustaba que lo cogieran, pero que no se animaba a admitirlo.
- Eso te dijo tu amigo?
- Si, además me dijo que una vez que lo tuviera acostado en la camilla, desnudo, me insinuara y si se hacía el loco, que no dudara en imponerme por la fuerza. Que era costumbre de él, dejar caliente a los tipos y que después que se lo cogían terminaba agradeciendo los servicios prestados.
- Pero sabes tú que eso era mentira?
- No, lo supe después, cuando me contó mi amigo que si lo veía a Damián por las dudas me apartara, más que eso no me contó, ni siquiera los motivos de su cambio de actitud.
- Bien, charlemos de otro tema, parece que Damián está ahora dedicado a las damas, no te parece?
- Así mismo.
- No sabe lo que se pierde – acotó Horacio, al tiempo que le acariciaba el rostro a Leandro, con la cara exterior de su mano.
- Mmm hace tiempo que no tengo nada con un maduro – acotó el enano.
- Sabes? Yo hace rato que no tengo nada con un tipo y ya estaba teniendo deseos de tener un lindo encuentro.
- Tu esposa no te dice nada?
- Porque me tendría que decir algo, acaso ella no está encamada con una mujercita?
- Es verdad.
Horacio se recostó contra el respaldo del sillón, se desprendió el pantalón y sacó afuera del mismo a su adormilada verga, para ofrecérsela al enano para que se la chupe.
- Te la chupo y después te cojo? – le dijo mirándolo a la cara, Leandro.
- Que? No, me la chupas y después te cojo yo a ti.
- Ni loco, soy activo, mi culito no lo he entregado todavía y no creo que lo haga esta noche.
- Está bien, pero me la quieres chupar o tampoco eso?
- No tiene sentido, si no te voy a poder coger, porque tendría que hacerlo?
- Entiendo que nos hemos encontrado dos activos y no tenemos más que conversar.
Marcela ( marce459@live.com.ar )
C O N T I N U A R A