Dulce despertar

Abro los ojos y te encuentro ahí...

Estaba todo oscuro, tardé unas décimas de segundo en darme cuenta que todavía tenía los ojos cerrados. La boca tenía un sabor entre metálico y fresco. Mi cabeza daba vueltas intentando ubicarme, estaba totalmente desorientada...

Intenté abrir los ojos poco a poco, evitando así que el sol que entraba por la ventana justo a mi lado de la cama me hiciera daño. En ese momento, sentí cómo unas manos suaves y a la vez decididas, rozaban mis caderas desnudas y subían hasta abrazarme. Ese gesto hizo que inconscientemente mi cuerpo intentara moverse, para demostrarse que estaba vivo, y con ese movimiento ínfimo, casi inapreciable, pude notar el frío que me provocaba la humedad de mi sexo, de mi cuerpo, que yacía conmigo cual volcán que espera la erupción tan deseada como su fin principal.

Noté que sus brazos me rodeaban con más fuerza, a la vez que su cuerpo se movía para acercarse más al mío y poder colocar de este modo su barbilla sobre mi hombro, para susurrarme: "Buenos días, niñata"...

De mi garganta apenas salió una palabra, sino más bién un gemido de aprobación, de corroborar que todo estaba bien. Sus manos me hacían cosquillas en mis brazos y en mi vientre, provocando que mi piel se erizara sin remedio. Mi respiración inconsciente se iba acelerando, sin motivo aparente. Cogí con mi mano una de las suyas y me la acerqué suavemente a mi boca para besarla con mis labios calientes, suavemente, con dulzura, y noté que a ella le había gustado ese gesto.

Seguía cogida a su mano, ella abrazándome por la espalda, con su barbilla apoyada en mi hombro, sintiendo su leve aliento en mi mejilla y oreja, tranquila. Mi mano junto a la suya empezó a peregrinar, a mi voluntad y ella dejándose llevar, por mi cuello. Su mano bajo la mía era una marioneta a mi merced, dispuesta a seguir todos mis movimientos. Bajamos nuestras manos acompasadas hasta llegar a mis pechos, suaves, fuertes y ahí le dejé un margen de libertad, el cual supo aprovechar muy bien. Sus dedos exploraban en círculos mis pezones que ya estaban erectos a raiz de las caricias matutinas. Dejé que disfrutara de su momento de libertad un ratito más, y cuando vi que era suficiente, volví a poner mi mano sobre la suya para orientarla de nuevo.

Sin más dilación, más que nada porque tanto su respiración como la mía ya eran sobradamente expresivas y acompasadas, el poder de mi mano la llevó directamente hasta mi entrepierna.  Su cuerpo reaccionó al instante, sorpresa y satisfacción al mismo tiempo. Un gemido salió de su garganta al notar la humedad que me invadía, y su cuerpo se encogió, apretándose más al mío. Su mano seguía a mi merced, sus movimientos eran provocados por decisión mía, hasta que de repente, el dejarse llevar se terminó, y tomó ella el control de su propio cuerpo, de su propia mano obediente hasta el momento.

Deslizaba suavemente su palma de la mano por todo mi sexo, que cada vez estaba más excitado y lubricado, con movimientos decididos de abajo a arriba y de arriba a abajo, rozando sutilmente y a conciencia mi clítoris, provocándo en mi un deseo indescriptible. El movimiento de su mano sobre mí, era como un baile que acompasaban nuestros cuerpos, y que nos sabíamos de memoria.  Su mano estaba completamente descontrolada y húmeda, y en una de sus pasadas lentas y profundas, noté, sentí, disfruté, cómo uno de sus dedos exploraba penetrando en mí. Inspiré profundamente para luego soltar mi aliento con lentitud, al igual que hizo ella.

Me penetraba lenta pero profundamente, a la vez que con su palma de la mano rozaba, con total intención, mi sexo.  Nuestro baile se aceleraba por momentos, nuestra respiración ya eran gemidos casi incontrolados. Salió de mi interior para ahora centrarse en explorar y jugar con sus dedos, esos dedos ágiles, decididos, experimentados que me volvían loca. Jugaba con la presión sobre mi clítoris, jugaba con la velocidad de sus movimientos, jugaba conmigo en definitiva... Estaba a punto de estallar de placer, por culpa de su manera de tocarme, de acariciarme, de rozarme, de presionarme en el sitio y en el momento justo, cuando de reprente empezó a aminorar la velocidad de sus movimientos, haciendolos casi imperceptibles...dios, qué rabia me daba, y a la vez qué subidón en todo mi cuerpo, porque con ese cambio me permitía disfrutar más, sentir más, derretirme más.

"Sigue por favor", fueron mis gemidos intentando ser palabras. A lo que ella respondió con total complaciencia hacia mí, intensificando el roce de su mano en mi sexo, el cual ya no podía estar más húmedo, volviendo a jugar con sus dedos revoltosos, acelerando por momentos, cada vez un poquito más, al ritmo de nuestro deseo. Su cuerpo empujaba el mío con más energía, el mío se dejaba llevar por su movimiento, su mano, esa mano, estaba totalmente decidida a terminar lo que había provocado. Todo mi ser lo anhelaba. En ese momento, acercó su boca a mi oreja y me mordió el lóbulo de la oreja, provocándome una corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo ansioso hasta mi zona húmeda que lo disfrutó como nunca. Mientras ella seguía con lujuria dándome placer con más intensidad, mi cuerpo empezaba a reaccionar con los primeros espasmos por mi espalda, poniéndome rígida por momentos... "Vamos nena..." me susurró justo en el momento en que sus dedos ejercían el movimiento circular y presionaba exactamente la zona de mi cuerpo que iba a provocar la explosión final. Todo mi cuerpo se tensó, espalda, brazos, piernas, mis manos buscaban las suyas desesperadamente para que parara con esa dulce tortura. Y conseguí alcanzarlas cuando toda yo era un orgasmo sin control. Se las agarré con fuerza y no paré de sujetarselas hasta que mi cuerpo empezaba a desentumecerse.

En ese momento, recopilando las pocas fuerzas que me quedaban, me di media vuelta, nos quedamos frente a frente, acerqué mi boca a la suya sedienta de mí, la besé con deseo buscando ligeramente su lengua. Me separé un instante, clavé mis ojos en sus ojos marrones, y con una de mis mejores sonrisas le susurré: "Fea, mi turno..."