Dulce Clara (02)

La historia continúa. Clara se encuentra a merced de las morbosas fantasías de su viejo patrón.

Clara llego furiosa a su cuarto. Su vecina la esperaba con un vaso caliente de Chocolate que ella rechazo.

-¿Qué te sucede querida? ¿Te encuentras bien?- Su vecina sostenía el platito con la taza humeante.

-Si discúlpeme, es que todo el asunto de mi hijo, usted sabe...- Clara mintió y tomo el vaso de entre las manos de la señora.

-Bueno hijita, Tomas se encuentra mucho mejor, no te olvides de darle su medicamento. Yo me voy a mi cuarto. Que descanses.

-Muchas gracias por todo. Hasta mañana.- La señora termino de salir del cuarto y Clara rompió en llanto. Aun tenía impregnado el olor a sudor y semen de Miguel en su cuerpo. Se odiaba a si misma.

Llevo la taza de chocolate a la pileta y la vacío, unas gruesas lágrimas caían por sus mejillas.

-¿Mami, estas bien?- Tomas había oído a su madre. Con el piyama puesto y con ojos débiles miraba a su madre que lloraba sobre la pileta.

-No mi amor. No pasa nada.- Clara abrazo fuertemente a Tomas. -Ven vamos a la cama.- Lo alzo en sus brazos y lo llevo hasta su camita. Lo ayudo a meterse dentro y lo arropo cariñosamente.

-No estés triste mami, ya me siento mejor.- Clara contuvo el llanto.

-Me alegro corazón. Toma tus remedios.- Le alcanzo las numeroso pastillas y el obediente Tomas las trago una por ves. -Bueno ahora duérmete. Mañana te vuelves a quedar con Doña Elvira.- Beso a su hijo en la frente y salio del cuarto.

Clara se duchaba meticulosamente, intentando quitarse la culpa con agua y jabón. Los recuerdos que aquel asqueroso viejo y su enorme falo perturbaban su mente. Cuando lavó su cabello, noto varios pegotes de semen en el, cosa que casi la hace vomitar.

Tras un largo rato bajo la ducha, fue hasta su cama y saco una vieja maleta de debajo de ella. Prendió la televisión con el volumen bajo, no quería que Tomas se despertara. Las últimas palabras que Don Miguel le había dicho, retumbaban en su cabeza, " Mañana trae ropa más provocativa ".

Clara se paseo por el cuarto pensando en alguna posibilidad de escaparse de aquel viejo degenerado pero no encontraba ninguna. Nunca había estado acorralada y a merced de los deseos de un chantajista. En el fondo ella sabia que la salud de su hijo dependía de cumplirle los deseos a aquel sujeto y por más que no le gustara debía hacerlo.

En un pequeño bolso metió gran parte de su ropa sexy. Hacia años que no usaba estas prendas y dudaba de que alguna le pudieran entrar. Coloco la bikini que había usado aquella tarde en el arroyo sin saber que era la prenda que lo inicio todo. También puso una caja de maquillajes, unas zapatos con taco aguja y unas sandalias con plataforma, cerro el bolsito y se acostó a dormir.

A la mañana siguiente no hacia tanto frió, pero la nieve aun cubría las calles. Se vistió normalmente y dedico parte de ese tiempo a estar con su hijo Tomas. Le preparo el desayuno y jugaron juntos, el sin salir de su cama. Un momento después Doña Elvira toco la puerta y Clara junto a su bolso partieron a lo que ella sentía como el infierno.

Esa mañana no saludo a Don Miguel, el se encontraba de un humor alegre, es mas se divertía con el enejo de su empleada. La mañana pasó, no se dijeron nada hasta que llego la hora del almuerzo. Clara siempre iba a un bar que quedaba en la esquina, tomo su cartera y cuando estaba por salir, Don Miguel se cruzó frente a ella.

-Epa, epa que son esos modales. ¿No piensas darme un beso antes de irte?- Clara lo empujo y salio a la calle, una carcajada se oyó detrás de ella.

Al volver del almuerzo Miguel la esperaba sentado detrás del mostrados, faltaban quince minutos para que volviera a abrir la farmacia, por lo que él aprovecho y dijo.

-Esta noche tengo planes para ti.- Clara lo miro furiosa. - Vamos a ir a la ciudad.

-Usted esta loco, ni piense que voy a ir a la ciudad con usted. – La joven apretaba los dientes con fuerza.- Mi hijo esta enfermo y necesita de que lo cuide.

-Mira Clara, si mal no recuerdo la salud de ese niño depende de mí. Así que te recuerdo que si no quieres ver a tu hijo dentro de una caja de madera, te recomiendo que obedezcas.- Miguel sintió que había pasado el límite, pero no quería perder su poder sobre Clara. Tenia que ser cruel. La joven lloraba y el odio recorría cada centímetro de su piel de haber podido hubiese matado a golpes a aquel viejo.

Clara no dijo nada, solo se mantuvo quieta en el lugar desbordada de ira.

-Bueno, te aconsejo que llames a tu casa y avises que esta noche no regresaras hasta muy tarde. Si quieres inventa que es por trabajo o por que vas en busca de medicinas para el niño. Tu vecina se lo va a creer.- Miguel salio del cuarto y se fue para el fondo del local, dejando a Clara sola con sus pensamientos. La joven madre llamo a su hogar y le contó a Doña Elvira que había una nueva medicina en la ciudad y que tenia que ir ella personalmente a buscarla, la señora un poco preocupada creyó cada palabra que salio de la boca de Clara y sin más acepto a quedarse con Tomas.

La tarde pasó volando, Miguel y Clara atendieron a un gran número de clientes y a eso de las siete, Miguel cerró el local.

-Espero que estés lista para nuestro pequeño paseo. Agarra tus cosas, nos vemos en el auto.- Miguel salio del local, Clara quería escapar pero no podía hacerlo, sin mas remedio tomo sus pertenecías junto a su bolso y salio de la farmacia cerrándola con llave.

La ciudad quedaba a unos cincuenta kilómetros, no era lejos, pero con la ruta con nieve y el cacharro que tenia por auto Don Miguel el viaje les llevo una hora. No hablaron demasiado, a decir verdad las únicas palabras las dijo Miguel. Clara solo apretaba su bolso contra su pecho.

Una ves en la ciudad, precisamente en el centro de ella, estacionaron frente a un horrible hotel que se ubicaba en la calle paralela a la avenida principal. Miguel bajo primero del auto y ayudo, mejor dicho, obligo a Clara a salir de el. Unos cuantos pordioseros vieron a aquel viejo bajar con aquella hermosa joven y lo envidiaron profundamente. Uno de ellos con una botella de vino en su mano, le lanzo un piropo horrendo que a Miguel le causo gracia. Miguel sujetaba por el brazo a Clara, mientras este pedía un cuarto. El sujeto del hotel era realmente nefasto, casi parecía nosferatus o algún personaje de alguna vieja película de terror.

Una ves en el cuarto Miguel se dispuso a contar en que consistía el plan que tenía para ella esta noche.

-¿Has traído la ropa que te pedí?

-Si, esta en este bolso.

-Bien. Dámelo, quiero ver que te vas a poner esta noche.- Miguel le saco el bolso de las manos y abriéndolo en la cama desparramo todas las prendas que había en el. - Veo que has hecho la tarea que te encargue. Así me gusta.- Cuando vio la bikini que, su corazón se sobresalto, pero disimuladamente se las alcanzo a Clara. - Quiero ver como te queda esta bikini.- Clara las tomo de entre lo dedos de Miguel y se metió en el baño del cuarto. Miguel ordenaba y revisaba la ropa imaginándose a Clara vestida con las diferentes prendas.

La puerta del baño se abrió y ante Miguel se encontraba Clara usando la bikini. Casi instantáneamente aquel viejo tuvo una erección. Se acerco decididamente a su empleada y la contemplo largamente. Luego con la punta de sus dedos empezó a estimular los pezones de Clara que inmóvil dejaba que él hiciera cuanto quisiera.

-Que buena estas Clarita. Mira como me pones.- Tomándola de su muñeca hizo que ella apoyara su mano sobre el enorme paquete de él. - No pongas esa carita, bien que ayer lo disfrutaste tanto como yo.- Miguel había logrado que los pezones de Clara se endurecieran, ella frotaba el miembro de él por sobre su pantalón sin demasiado entusiasmo, no quería demostrar ningún sentimiento. La mano de Miguel masajeaba las nalgas de ella, le dio un chirlo y con una gran sonrisa volvió a la cama a armar el atuendo de Clara.

-Toma- Miguel le lanzo el maquillaje. -Hazte un maquillaje provocativo, ¿entiendes? También cámbiate el peinado, hazte dos colitas al igual que una colegiala.- Clara asintió con la cabeza y volvió al baño a maquillarse. Miguel se decidió por una minifalda roja, un top negro y un conjunto de ropa inferior color rosa que incluía una diminuta tanga, junto a un casi transparente sostén y un portaligas del mismo color. Le alcanzo unas medias color blanco y los zapatos con taco aguja. Clara cerro de un portazo. Al ver la ropa que Miguel le había pasado suplico porque la minifalda no le entrara ya que no la usaba desde sus veintidós años. Recuerdos con Sebastián cruzaron su mente, que distinto seria todo si el hubiera permanecido junto a ella. Miguel golpeo la puerta con intención de que se apurara. - Rápido niña, sal de una puta vez.

Pasaron los minutos hasta que la puerta se abrió. Clara lucia despampanante, no existía hombre en la tierra que le dijera que no a esa mujer. Llevaba los labios pintados de un rojo intenso, los ojos delineados con negro le daban un aspecto muy sensual. Su pelo atado en dos colitas generaba un increíble morbo en las fantasía de Miguel, que sin dejar de mirar cada detalle en ella, se tocaba su verga dentro de su pantalón.

-¡Uff! mi niña, estas que explotas.- Lo decía muy enserio, la minifalda totalmente ajustada realzaba y levantaba las carnosas nalgas de Clara, la minifalda dejaba ver la unión entre sus piernas y sus glúteos y con solo agacharse un poco se veía la provocativa tanga rosa. Sus senos casi se salían de aquel sostén que exageraba aun más su tamaño ya que llevaban push up.

-Bueno, el plan consiste en lo siguiente. Vamos a salir los dos a la calle. Yo voy a ir varios metros detrás de ti. Cerca de aquí hay un callejón que va a servirte de oficina para que atiendas a tus clientes. De esa manera podrás decir que no pagaste solamente con tu cuerpo los remedios de tu hijo. Eso si aceptaras lo que ellos ofrezcan por vos, ni más ni menos- Clara se abalanzó con violencia sobre Miguel que no pudo atajar el primer golpe. Una de sus uñas había cortado una de las mejillas de Miguel. Cuando pudo controlarla le hablo lenta y claramente al oído.

-Vamos a hacer de cuenta que esto no pasó. Si vuelves a hacer algo parecido, te juro que tu hijo se muere. ¿¡Entendiste?!- Clara cayo de rodillas al piso, su mirada se perdía en el infinito, estaba completamente vencida. Miguel le ofreció unos tragos de whisky que ella acepto sin dudarlo un segundo, tomo tres vasos grandes y cuando ya salían del hotel, noto que estaba ebria. -Ten, no valla a ser que te enfermes.- Miguel coloco una tira de varios preservativos dentro de la cartera de Clara. -Vamos, camina.- La empujo tomándola del brazo y dejo que se adelantara unos pasos. Camino unos cuantos metros, cada hombre que pasaba le decía algo, incluso alguna que otra mujer se volteaba para verla. Pasaron unos minutos hasta que un pequeño hombre de unos cuarenta y dos años de le acerco.

-¿Pero que haces solita, mami?- Clara no sabia como reaccionar, si bien el alcohol le había otorgado un poco de valor no estaba preparada para algo semejante.

-Nada.- Respondió cortante.

-¿Qué opinas si vamos y no divertimos un poco?- Clara no dijo nada. -No tengo mucho, ¿me la chuparías por treinta pesos?- El sujeto tomo los tres billetes de diez y se los ofreció a Clara. Esa era la señal que Clara esperaba, por sobre el hombrecito vio a Miguel que sonreía muy entretenido. En parte le daba un poco de seguridad que aquel viejo la vigilara de cerca.

-Vamos.- Clara tomo los billetes y los guardo en una carterita. Se adentraron en el oscuro callejón, el hombre la seguía de cerca sin quitarle la vista de ese increíble culo. Llegaron a un rincón oscuro, casi en el fondo del callejón, en donde una montaña de basura les daba un poco de resguardo. El hombrecito se encontraba muy nervioso, luchaba con su gastado cinturón mientras Clara miraba hacia todos lados, estaba completamente expuesta y paranoica.

-A ver déjame ayudarte.- Clara quería acelerar el tramite, como una madre ayuda a su hijo a vestirse se agacho y desabrocho rápidamente el cinturón. Tras unos segundos aquel personaje se encontraba de pie solo con sus calzoncillos gastados y a solas con esa tremenda mujer. Con un dejo de timidez, tomo su calzón y como quien hurga en un monedero, tomo su pene y lo saco afuera. Se notaba que aquel hombrecito necesitaba un buen baño porque apestaba. Clara noto que no tenía mal tamaño pero no era gran cosa, seguía flácido cosa que atentaba con la rápida resolución de aquel asunto. La joven seguía mirando hacia todos lados sin prestarle mucha atención aquel hombre que impaciente esperaba a ser atendido.

  • Se buena conmigo, muéstrame las tetas necesito un poco de motivación.- Fue en ese momento en que Clara tomo conciencia real e lo que sucedida, tal ves un poco por el alcohol o su terror a ser descubierta no había reparado que estaba a punto de practicarle sexo oral a un completo desconocido. Clara tomo uno de sus senos y lo desenfundo de aquel apretado brasier, el pene de aquel hombrecito empezaba a llenarse de sangre al tiempo que ella dejaba su otro seno al descubierto. -Pero que buena estas.- Una delgada mano carrasposa se poso sobre la teta derecha de Clara. La amasaba vigorosamente, los finos dedos se sumergían en la blanda carne. Torpemente Clara saco uno de los condones e intento colocárselo, no tuvo mucho éxito ya que aun no estaba del todo erecto y se complicaba. - Vamos acaríciame un poco, vas a ver que rápido se despierta.- La mano de Clara toco la verga y lo abarco con sus dedos, empezaba a endurecerse y a subir de temperatura. Clara lo masturbo hasta que el miembro estuvo completamente tieso. El hombrecito deliraba de placer y también apestaba horrible. Clara rápidamente aprovecho y le puso el condón, de solo imaginarse esa verga apestosa en su boca le daban arcadas. La joven acerco sus labios y sin demasiados preámbulos introdujo el miembro dentro de ella. Él la tomaba de la cabeza y con su mano libre se paseaba entre sus senos. Basto con un minuto medió para que aquel hombrecito se corriera, gimió como un niño y tras dos cortos espasmos vació su esperma en el condón, sobre la lengua de Clara. Miguel también estaba que explotaba, ver a Clara completamente entregada a un desconocido, lo tenia a Miguel súper excitadísimo. -Tu si que eres toda una profesional.- Clara no hizo caso al comentario y salio de aquel callejón, dejando solo al hombre que torpemente intentaba subir sus pantalones.

La noche estaba fría y para suerte de Clara pocas personas la transitaban, en un descuido, mientras ella estaba parada en un esquina dos jóvenes en motocicleta pasaron junto a ella. Cuando Clara quiso darse cuenta, uno de los mozalbetes había metido su mano por debajo de la minifalda de ella. El joven muy hábilmente se las ingenio en un segundo, corrió la fina tanga de Clara y paso sus dedos por el sexo desnudo de ella. La moto salio volando con los dos jóvenes matándose de risa sobre ella y a Clara indultándolos en medio de la calle. Miguel observaba desde no muy lejos, todo eso lo divertía mucho y por supuesto, lo excitaba. Hacia rato que venia con su verga parada que sobaba desvergonzadamente.

Ya eran casi las doce de la noche, Clara no podía dejar de pensar en su hijo necesitaba llamar a su casa y saber si todo estaba bien. Camino unas cuadras buscando algún teléfono publico, pero sin excito, se detuvo frente a una estación de servicio casi abandonada, solo se podía ver a uno de los empleados que atendía el lugar dentro del mercadito y a otro que dormitaba sobre una silla a espera de un cliente.

El hombre que se encontraba detrás del mostrador tenia junto a si un teléfono, Clara sin pensarlo encaro para aquel lugar en busca de la posibilidad de poder hablar a su casa.

El hombre que atendía el lugar completaba un crucigrama y cada tanto ojeaba las noticias que se veían en un viejo televisor sobre uno de los rincones del lugar.

Era un hombre de escaso cabello y frente grasienta, una remera gastada con el logo de la estación de servicio ocultaba el gran volumen de aquel hombre. Tenía unos pantalones holgados, bastante holgados, parte de su trasero quedaba al aire.

La puerta del local se abrió abruptamente rompiendo con la calma de aquella noche. El hombre se quedo boquiabierto al ver a la despampane Clara entrando a su asqueroso lugar de trabajo.

-¿Puedo usar su teléfono?- Clara aguardaba la respuesta del empleado que no quitaba su mirada de las tetas de Clara.

-Si… si úselo…- Le respondió como hipnotizado, seguía sin poder creer lo que veía. Clara llamo a su casa, estuvo hablando por uno minutos con Doña Elvira que un poco dormida y molesta la tranquilizo al decirle que Tomas dormía tranquilo. En la calle, parado bajo un farol Don Miguel la observaba atentamente.

El empleado del lugar, aprovecho la distracción de Clara y se paso al otro lado del mostrador. Estaba sentado justo detrás de ella mirando descaradamente como los cachetes de ese increíble culo se comían la diminuta tanga. Cuando Clara se disponía a agradecerle el gesto, dos manos la tomaron por detrás de su cintura. El hombre la apoyaba descaradamente y sin perder tiempo le subió la minifalda a hasta la cintura.

-¡Pero que hace! ¡Déjeme!- Le espeto Clara furiosa.

-Vamos solo un rarito, pienso pagarte.- La joven madre había olvidado como iba vestida, era de suponer que aquel hombre estuviera tan alzado y se atreviera a cometer semejante acto. Clara tenia prendido por detrás a este sujeto que apoyaba su paquete y se frotaba contra las nalgas de ella. Miguel miraba complacido, por un momento sus miradas se encontraron, Clara supo que este seria su segundo cliente de la noche.

-Mira como me tienes.- Clara podía apreciar un paquete de respetables proporciones entre sus carnosas nalgas. Con su minifalda completamente levantada, la joven madre se encontraba acorralada entre el mostrador del mercado y aquel hombre. El sujeto jadeaba como un perro alzado y con sus manos apretaba los senos de ella. -Vamos a un lugar más cómodo.- Clara fue guiada a un cuarto que se encontraba pegado a los baños públicos. En el había varias escobas y trapeadores, algunos productos de limpieza y medio improvisado una cama con una sabana amarillenta llena de manchas de grasa y variadas sustancias. Un fuerte olor a combustible entraba por un tragaluz.

El hombre empezó a desvestirse rápidamente.

-¡Vamos! que si se enteran de esto me echan.- Clara dio unos pasos acercándose a él.

-¿Cómo te llamas?- Pregunto tímidamente.

-Me llamo Diego y termina con las tonterías. No tengo mucho tiempo, quiero ver lo buena que estas.- Clara supo que no podría zafarse de aquello con una simple charla amistosa. Diego se acerco y velozmente ayudo a Clara a desvestirse. El pene de Diego era una herramienta imponente, el glande era de un gran tamaño, poseía un grueso tronco y testículos grandes. No estaba del todo erecto, pero ya demostraba un buen tamaño. Clara no podía creer lo poco atractivo que le resultaba aquel hombre, a decir verdad Diego tenia que agradecer a sus genes por esa gran verga, sin ella seria un hombre desdichado.

Diego besaba los senos de Clara, la punta de su miembro chocaba y se paseaba entre los muslos de de Clara. Ella solo se limitaba a ver como Diego le comía las tetas. Un fuerte mordisco, hizo gritar a Clara.

-¿Pero que mierda haces? Ten mas cuidado quieres.

-Perdona, ven acércate.- Diego volvió a meter su rostro entre los senos de Clara. El muy cerdo deslizo una de sus manos por el abdomen de Clara y jugueteando un poco con su vello púbico paso a estimular los labios y clítoris de Clara. Un escalofrió recorrió el cuerpo de la joven al sentir el tacto de los dedos sobre su sexo. Diego escupió sobre ellos y humedeció la entrepierna de Clara que asqueada sintió como los dedos de aquel hombre se abrían paso en ella.

Se notaba el apuro de Diego, su pene casi erecto esperaba un poco de estimulo para poder entrar en acción. Tomo un a de las manos de Clara y la invito a que lo acariciara. Diego tenía la verga caliente y dura, dejo de besar los pechos de Clara y la empujo hacia abajo. Clara entendió el mensaje a la perfección, se coloco en cuclillas y con su sexo completamente húmedo, se dispuso a comer esa verga. Sin olvidarse, tomo el condón e intento colocarlo. Con tono de súplica, Diego le dijo a Clara. -Cómelo sin condón, como favor por lo del teléfono. Luego me lo pongo . - Clara acepto .- Pero después te lo pones. ¿Esta claro?-

-Si, si vamos que no tengo toda la noche.- Clara beso la cabeza del pene, abrió sutilmente su boca y con su lengua lamió la base de este.

El viejo Miguel se las había ingeniado para ser el espectador principal de aquel espectáculo. Esta subido a un barril de aceite, y asomado como un niño por el tragaluz no se perdía detalle alguno.

Diego deliraba de placer, su verga desaparecía entre los labios de aquella hermosa mujer, tibia saliva se desparramaba a lo largo de todo el tronco.

-Haz más ruido, quiero oír como lo disfrutas.- Clara accedió y de su boca salieron pequeños gemidos .-Mmmm….mmmm

Clara se encontraba recostada sobre la cama, Diego estaba arrodillado entre sus piernas y con ayuda de su mano paseaba su herramienta por la vagina de Clara. Con la otra mano, Diego separo los labios superiores y presiono delicadamente sobre la capucha que recubría el clítoris de Clara para que este se asomara. El glande desparramo sus jugos a lo largo de toda la vagina de Clara, en ocasiones Diego presionaba amenazante sobre el ano de ella pero eran simple jugueteo. Clara se humedecía cada vez mas, no entendía como aquella situación podía excitarla tanto.

-Vamos… ponte el condón.- Clara le alcanzo como pudo uno de los sobrecitos.

-No molestes. Te prometo que me corro afuera.

-¡No! por favor te lo pido.- Clara puso un tono maternal en sus palabras.

Diego penetro a Clara sin el condón. Los dedos de ella se clavaron en las manchadas sabanas mientras sus senos se sacudían al ritmo de las embestidas de Diego.

-¡Quítalo, por favor! ¡Ponte el condón!- Diego no hizo caso a la suplicas ella.

Clara estaba con los ojos cerrados su cuerpo le pedía que se rindiera al placer, pero su mente se lo impedía, Diego se recostó sobre ella y con su boca intento besarla. Clara no quería hacerlo, pero Diego insistía casi violentamente. Su lengua busca entrar en la boca de ella, pero se chocaba con los dientes que fuertemente le cerraban el paso. Al no poder besarla, Diego pellizco fuertemente uno de los pezones de Clara, instintivamente abrió su boca para gritar pero esto se vio impedido por la audaz lengua de Diego que chocaba contra la suya. Clara dejo que él la besara.

Como le había prometido, Diego se retiro de ella y dejo caer su espesa lecha por sobre el estomago y parte de las tetas de Clara.

Clara seguía sobre la cama, Diego se vestía con rapidez y de su bolsillo saco un billete de cincuenta pesos.

-Toma, aquí tienes.- Clara no lo agarro pero Diego se los dejo sobre la ropa y salio del cuarto. Traspirada y manchada con el semen de Diego, se incorporo sobre la cama y se limpio con las sabanas. Clara se vistió y para su sorpresa vio la incisiva mirada de su patrón que la observaba por la ventanita. Miguel estaba complacido.

El viejo Miguel y Clara volvieron al hotel. No se dijeron nada en todo el camino. Clara se tomo una larga ducha, se cambio con su ropa habitual y volvieron al pueblo. Eran las dos de la madrugada cuando el viejo Miguel la dejo en la puerta de su casa.

-Aquí tienes los remedios para tu hijo.- Cuando Clara estaba por tomarlos miguel la tomo por la muñeca. -Mañana te daré la última dosis para que tu hijo se cure por completo. Espero que este preparada.- Clara no dijo nada, simplemente tomo los remedios y subió a su cuarto.

Espero que sea de su agrado. La parte tres va a ser la última.

Me gusta que la historia sea auto concluyente. Espero no arruinar esta saga.

Nos leemos ;)

PD: Muchas gracias por los comentarios y sus valoraciones. Son de mucha ayuda y motivación.