Dulce Clara (01)

Una joven madre se ve forzada a cumplir los deseos sexuales de su viejo patrón.

Clara era madre de un niño, Tomas de cinco. Hacia seis años que había conocido a Sebastián, el padre de Tomas. Al poco tiempo de estar juntos, Clara quedo embarazada, Sebastián quiso estar con Clara pero la responsabilidad y su egoísmo lo forzaron a abandonarlos. Clara trabajaba en una pequeña farmacia en el centro del pueblo. Los clientes siempre eran los habituales y a decir verdad todos eran muy buenos con ella y con Tomas. Doña Jacinta una de las clientas mas habituales, recibía una inyección cada semana debido a una enfermedad crónica que tenia. Siempre que iba le llevaba algún regalo a Clara, ya sean caramelos para su hijo hasta ropa de su hijo que ya no usaba y que podía serle útil para Tomas.

Trabajaba nueve horas diarias, y siempre Tomas la acompañaba después de sus clases, por lo general, Tomas iba al colegio a la mañana, a eso de las ocho y volvía a una de la tarde, donde era dejado por un vecino y padre de un amigo de el en la puerta de la farmacia.

Clara tenia veintiocho años, solo había terminado el secundario y había tenido un solo gran amor, Sebastián. Aunque nunca lo perdonaría, muy en el fondo de su corazón le seguía teniendo afecto y desde el día en que él los dejo ella nunca había vuelto a tener alguna relación con un hombre. En numerosas oportunidades, loas mas ancianos del pueblo intentaron presentarles muchachos a Clara, a ver si en una de esas conseguía novio, ella aceptaba la cita, pero no pasaba de ahí, solo salía con sus pretendientes y los dejaba de ver con excusas a acerca de su hijo o de su trabajo.

El sueldo que cobraba no era mucho, le alcanzaba para vivir en un pequeño cuarto junto a su hijo, alimentarlo y mandarlo a la escuela, todo lo demás se debía a favores y ayuda de la gente del lugar. Cada tanto lavaba ropa de sus vecinos o cuidaba a los hijos de conocidos y con eso lograba hacer una mínima diferencia.

Su patrón se llamaba Miguel, era un sesentón un poco amargado, había contratado a Clara solo por la insistencia del cura del pueblo que le pido como favor personal que lo hiciera, si fuera por él atendería el local solo. No le gustaba ver a Tomas correr dentro de la farmacia, siempre lo retaba y en varias ocasiones lo persiguió intentando darle un coscorrón, pero sabía que tenía que dejar que el niño se quedara con su madre, ya que si no toda su clientela se enojaría y dejaría de ir a su local.

En las afueras del pueblo, un arroyo surcaba las grutas en lo alto del monte. Clara y Tomas lo visitaban los días libres, mas aun en verano que el calor era agobiante. Casi nadie iba ahí, la mayoría de las personas del pueblo los días de calor se dirigía a la piscina publica, lo que pasaba es que costaba unos quince pesos por cabeza y Clara no se podía dar el lujo de gastar ese dinero, por lo que llevaba a su hijo al arroyo montados en bicicleta.

Clara era una joven muy hermosa, de piel blanca y ojos oscuros. Su largo pelo ondulado caía a lo largo de su espalda, cuando trabajaba lo ataba en un larga trenza, a su hijo Tomas le encantaba esa trenza. Media un metro sesenta y nueve, era delgada pero no muy flaca. Su rostro tenía rasgos bien marcados y sobre sus mejillas y su nariz descansaban unas hermosas pecas. También tenía algunas pecas sobre sus pechos. De tobillos finos y piernas bien marcadas, era considerada la mujer mas linda del pueblo.

Los jóvenes del colegio siempre se paseaban por la farmacia para verla de lejos y los más osados se animaban a entrar y comprarle cosas como aspirinas. Se podría decir que casi todos los jóvenes de aquel lugar habían fantaseado con ella a lo largo de los años que vivió en ese pueblo.

Esa tarde del domingo, se encontraba tomando sol sobre la playa de rocas del arroyo, mientras vigilaba a Tomas que chapoteaba en el agua alegremente. Llevaba una bikini bastante pequeña, que solo podía usar en ese recóndito lugar ya que las personas del pueblo eran bastante rectadas y también porque en parte le daba un poco de vergüenza usarlo en publico. Tras unas horas Tomas se quedo dormido sobre la toalla, así que Clara aprovecho y se metió en el arroyo para refrescarse, mientras se mojaba en la parte menos profunda del arroyo, Don Miguel viajaba en su bicicleta por el camino que llevaba al arroyo. Nunca se hubiese imaginado encontrase con aquel espectáculo. Clara seguía bañándose sin notar la presencia de Miguel que la observaba desde las cercanías de unos árboles y arbustos.

Clara se agachaba una y otra vez para mojar su largo cabello, otorgándole un maravilloso primer plano de sus nalgas a Miguel. La bikini se sumergía profundamente entre los carnosos glúteos y cada vez que se agachaba, aquel viejo podía ver como el bulto de la vagina de Clara se asomaba entre sus piernas. En una de las agachadas, Clara se descuido y unos de sus pechos se escapo de su bikini, abalanzándose en el aire para deleite del ya excitado Miguel que difícilmente podía dejar de ver aquel show. Sin demasiados tapujos, Clara se quito el top del bikini y lo lanzo cerca de la orilla y continúo refrescándose. Tenía unos pechos perfectos, no eran ni muy grandes ni muy pequeños y de una firmeza envidiable. Dos aureolas de un rosado intenso enmarcaban un diminuto pezón que tímidamente esperaba a ser estimulado.

Por la mente de Miguel, las mayores atrocidades hacían desfile, no podía creer lo que veía, mas aun, no recordaba cuando había sido la última vez que había tenido una erección semejante. En eso Clara salio del agua y empezó a caminar hasta donde estaba Miguel. Muy asustado, el hombre salio lo más sigilosamente que puso, y pedaleo como nunca hasta el pueblo. Desde aquel día Miguel no dejaba de pensar en Clara.

Ese Lunes en el trabajo, Miguel estaba ansioso por ver a Clara, cuando la joven cruzo el umbral, Miguel no pudo evitar imaginársela completamente desnuda frente a él.

-Buenos días Don Miguel. ¿Cómo paso el fin de semana?

-Bien... bien querida. Con mucho calor. ¿Y tú?

-Muy bien. Fui con Tomas al arroyo, nunca hay nadie es precioso y muy tranquilo.

Miguel recordó aquellas imágenes, hasta podía oír el correr del arroyo entre as rocas.

No había ocasión en la que Miguel no aprovechaba para mirar descaradamente a Clara o rozarla, hasta llego a apoyarla en varias ocasiones. Clara era su objeto de deseo. Siempre que podía le pedía a Clara que se subiera a la escalera para acomodar lo remedios de las alacenas de arriba y así poder disfrutar de la vista. Cuando Clara se encontraba en el laboratorio, en la parte trasera del local, Miguel siempre iba a su encuentra, ya que el pasillo que lo comunicaba era muy angosto y era la mejor oportunidad para apoyarla o rozarla justificadamente. Clara no sospechaba de nada, ella simplemente seguía con sus deberes.

Pasaron los meses y el crudo invierno llego al pueblo. La nieve cubría las calles y muchas mas personas visitaban la farmacia en busca de remedios. Muchas personas estaban enfermas, sobre todos los niños, ya había varios casos de Pulmonía y Bronquiolitis. Las clases se habían suspendido intentando evitar más contagios, pero lamentablemente Tomas ya se había contagiado. Clara falto por tres días al trabajo, se había quedado día y noche junto a la cama de su hijo, que cada vez empeoraba más. El medico le dijo que tenia un caso grave de pulmonía y le otorgo una larga lista de remedios que debía comprar, al ver esta lista supo que estos remedios eran extremadamente costosos y que era casi imposible para ella comprarlos. El medico se apiado de ella y le dejo unas muestras para que aguantara unos días hasta que pudiera conseguir los remedios necesarios. Clara estaba desesperada.

Al otro día, Miguel seguía atendiendo la farmacia solo, fue un día largo y de muchos clientes y aun mas, lo peor de todo era que no veía a Clara hacia ya unos cuatro días.

Faltaban quince minutos para cerrar, Miguel ordenaba las recetas y con una vieja calculadora sacaba cuentas y contaba el dinero de la caja, se encontraba inmerso en las cuentas cuando escucho que el llamador de la puerta se sonaba y alguien entraba al local, era Clara. Tenía un abrigo y un gorro de lana. Unos jeans ajustados aparecían por debajo del abrigo y terminaban en unas botas de cuero grueso. Tenía la mirada muy cansada y a lo lejos se notaba una inmensa preocupación.

-Clara, ¿Qué haces por aquí? ¿Estas bien?- La alegría de Miguel era enorme, pero la disimulo astutamente.

-La verdad que no Don Miguel. Tomas esta muy enfermo y sigue empeorando.

-Lo siento mucho mi hija. ¿Qué es lo que tiene?

-Tiene un caso grave de pulmonía. El medico vino y me dio una lista interminable de remedios que no puedo comprar.- Clara rompió en llanto.

-No desespere, yo la puedo ayudar. A ver páseme la listas- Ante Miguel una gran oportunidad se presentaba, si bien eran medicamentos costosos Clara bien lo valía.

Clara le paso la lista y Miguel la leyó detenidamente frunciendo el seño, como si viera que eran medicamentos realmente costosos.

-Es cierto que son muy costosos... pero igual podemos llegar a un acuerdo.- Clara sonrió por primera vez en aquellos cuatro largos días.

-Dígame Don Miguel, le voy a estar eternamente agradecida.- Clara se acerco a su patrón y lo tomo de las manos.

-Bueno Clarita...- Miguel pensaba detenidamente que iba a decir a continuación.- Como yo estoy por hacerte un inmenso favor, pido lo mismo de parte tuya. No te preocupes no es nada imposible eso si, espero que cumplas al pie de la letra todo lo que yo te pida.- Eran tantos los problemas en la vida de Clara que acepto la propuesta ingenuamente, nunca pregunto que tipo de favor Don Miguel le pedía a cambio.

  • Si Don Miguel, muchas gracias es usted un hombre muy bueno.- Miguel le dedico una calida sonrisa y tras unos minutos en el fondo del local volvió con los remedios para Tomas.

-Te voy a dar pequeñas dosis, ya que muchos en el pueblo están enfermos, calculo que con esto tienes para dos días. Luego te daré más.

-Si Don Miguel, y nuevamente muchas gracias.- Clara lo beso en la mejilla y salio volando del local hacia su casa. Los días pasaron y Tomas mostraba indicios de mejora, como Clara necesitaba volver al trabajo, dejo a Tomas al cuidado de una de sus vecinas una mujer muy dulce y cariñosa que siempre ayudaba a Tomas con la tarea y en ocasiones lo traía del colegio.

Clara volvió a la farmacia de muy buen humor, su pequeño estaba mejor lo que la ponía muy feliz. Miguel no le quitaba ojos de encima y cada que ella notaba que él la miraba le sonreía agradecida. Jamás se hubiera imaginado que pensamientos oscuros se generaban en la mente de aquel hombre.

A lo largo del día los roces y las apoyadas se volvieron mas descaradas, hasta el punto que Clara había sentido el bulto entre sus nalgas justo cuando Don Miguel pasaba por detrás de ella y el mostrador. Como era de suponer ella no dijo nada y siguió con su trabajo.

-Clara. Hoy vamos a cerrar dos horas así me ayudas a ordenar el deposito.

-Bueno Don Miguel.

El día trascurrió sin demasiados clientes Era un día nublado y nevaba por lo que la mayoría del pueblo se había quedado en sus casas o difícilmente saliera de sus trabajos.

Llegaron las seis de la tarde y Miguel despidió al ultimo cliente y tras el cerro la puerta de la farmacia con llave, giro el cartel de "Abierto" a "Cerrado" y muy cansinamente se quito la bata blanca de farmacéutico. Clara ordenaba las recetas mientras de reojo observaba a Miguel, su instinto femenino la alertaba pero se lo adjudico a un acto entupido de paranoia y se auto convenció de que estaba todo bien.

-Ven querida vamos al deposito. Hay mucho por hacer.- Una mirada lasciva se escapo de los ojos de Miguel, que haciendo un gesto con la mano dejo pasar primero a Clara a trabes de la puerta del deposito.

Era un cuarto oscuro, no había ventanas en el y un pequeño cable colgaba del techo sosteniendo una amarillenta lamparita de cuarenta watts. Varias cajas con medicamentos y ampollas se apilaban en los rincones y uno grandes estantes adornaban las viejas paredes de ladrillo. Los dos entraron al cuarto y Miguel cerro la puerta.

-Tú encárgate de aquellas cajas. Yo ordenare este lío.

-Bueno.- Clara abrió la primera caja y se puso a ordenar. Escuchaba como Miguel trabaja en lo suyo así que se despreocupo.

Hacia mucho frió en el lugar, la calefacción del salón principal no llegaba ahí por lo que a Miguel y a Clara les salio una pequeña nube de vapor cuando respiraban. Unos veinte minuto pasaron, Miguel dejo de ordenar y se voltio mirando la espalda de Clara.

-Clara escúchame atentamente.- Clara se volteo sorprendida dejando caer una pequeña ampolla que estallo entre sus zapatos.- Como bien sabes tu hijo esta mejor y eso es gracias a mí. No quiero ser cruel contigo pero desde hace mucho tiempo que me tienes loco- Clara se incorporo y miro detenidamente a Miguel.

-Escúcheme Don Miguel, no se lo que esta pensando pero...- Miguel la interrumpió.-Tu sabes bien en lo que estoy pensando. Te lo voy a dejar fácil para que lo entiendas. O haces lo que te pido o tu hijo deja de recibir sus medicinas.- El mundo de Clara se derrumbo en millones de pedazos, parecía que el cuarto se achicaba y un fuerte mareo la obligo a ponerse en cuclillas.- Te doy mi palabra que tu hijo estará bien siempre y cuando obedezcas.- Clara no tenia escapatoria su hijo era todo para ella por lo que estaba dispuesta a hacer todo por Tomas. Clara se puso de pie y tomo la bragueta de Miguel. El viejo retrocedió.-No querida, esta lejos de ser tan simple. Primero quiero ver que tienes bajo esa ropa.- Clara desabrocho los botones de su bata blanca y la dejo caer en el sucio suelo de aquel depósito. Usaba una polera de algodón ajustada que apretaba sus tetas. Unos jeans de tiro bajo, bien ajustados y unas botas completaban su atuendo. Miguel sentía como su verga empezaba a crecer en sus calzones. Por fin iba a tener a Clara entre sus manos. La joven no mantenía contacto visual con su patrón, nunca se había sentido tan humillada en toda su vida, pero lo hacia por Tomas, era lo mas importante en el universo para ella. Clara levantó lentamente su polera y se la quito, denudando su torso y dejando expuesto sus pecosas tetas atrapadas en un sujetador de encaje negro. El frió empezaba a invadir el cuerpo de Clara, sus pezones se endurecían y se marcaban notoriamente sobre su brasier. Miguel la contemplaba extasiado, quería desenfundar su herramienta pero se contenía. Mientras Clara desabrochaba los botones de su jeans, unas bragas negras que hacían juego con su sostén ocultaban su perfecto pubis, se quito las botas lo que le llevo un rato y quedo solo en ropa interior. Estaba por desabrocharse el sostén cuando Miguel la detuvo.

-Acércate querida, quiero tocarte.- Clara obedeció y tras unos cortos pasos se encontraba a escasos centímetros de Miguel. Los dedos de aquel hombre se apoyaron suavemente sobre las caderas de Clara, eran un poco ásperos y de un grueso importante, los deslizo por los muslos de Clara hasta toparse con el elástico de sus bragas, coloco sus dedos por debajo y tiro de él. Miguel quería que las bragas se metieran entre las nalgas y la entrepierna de Clara. Los senos de la joven se apoyaban sobre el pecho de Don Miguel que seguía tirando del elástico. Una vez logrado el objetivo, acaricio los costados de los glúteos de Clara apretándolos entre si. No podía creer lo firme que tenía la cola, el olor de Clara embriagaba los sentidos de Miguel que sobaba aun más las nalgas de su empleada.

Miguel se separo de Clara y empezó a quitarse su ropa. Era un hombre corpulento de brazos gruesos y firmes. Tenia el pelo canoso y gran parte de su pecho, hombros y abdomen estaban cubiertos por una espesa pelusa blanca.

-Date vuelta, quiero ver tu culo.- Clara dudo por unos segundos, estaba completamente a merced de aquel viejo degenerado y chantajista. Sin mas remedio giro en el lugar, su larga trenza caía sobre su espalda indicando justamente a donde a había que mirar. Sus bragas arrugadas se metían profundamente entre esos perfectos glúteos, Miguel acelero la marcha, y tras unos segundos se encontraba en calzones. Un bulto de gran tamaño se erguía dentro de su ropa interior, una aureola de humedad se dibujaba sobre la grisácea tela de algodón.

-Separa las piernas y con tus manos abrí tus nalgas, quiero verte bien.- Clara separo sus piernas y coloco sus manos sobre los cachetes de su culo. Empezó a separarlo tímidamente, Miguel no podía ver bien.

-¡Hazlo mejor!- Clara se sobresalto y acoto la orden, separo aun mas sus glúteos. Miguel miraba como las bragas de Clara separaban los labios mayores de su vagina, un poco mas arriba se podía lo oscura piel que encerraba su orificio anal.

-Muy bien así me gusta. Ahora ven y quítame los calzones, quiero recibir un poco de cariño maternal.- Miguel disfrutaba del momento, Clara era su esclava y él podía hacer lo que quisiera con ella. La joven dejo sus nalgas y volvió a girar en su lugar. Con su pie acomodo la bata blanca para apoyar sus rodillas sobre ellas.

Clara se encontraba frente a frente con aquel enorme bulto, solo una tela de algodón los separaba. Se armo de coraje y tomando por el borde, bajo la ropa interior de Miguel. Un considerable pene se sacudió ferozmente ante la sorprendida Clara, que no podía entender como un hombre de aquella edad podía tener una verga tan grande.

-No te preocupes, no muerde.- El miembro se blandía amenazante frente al rostro de Clara. Unas gruesas venas surcaban el tronco y un glande rojizo brillaba bajo la amarillenta luz del depósito. La piel era brillante casi parecía cuero, un liquido transparente y espesó bañaba la punta, dejando caer pequeños hilos que caían de la comisura. Miguel lo acerco casi al punto de golpearla con su miembro.

Clara lo tomo con su mano, estaba muy caliente y duro, casi se podía sentir como la sangre lo circulaba. La joven empezó a deslizar su suave mano sobre el tronco abarcando parte de la cabeza del pene. Más líquido preseminal salio de la punta manchando una de las piernas de Clara. La piel del prepucio ocultaba por momentos el glande para volver a descubrirlo siguiendo el ritmo de la mano de Clara.

-Juega con mis huevos.- Con su otra mano, Clara agarro los testículos de Miguel y los masajeo hábilmente entre sus delicados dedos. Miguel gemía roncamente. - Frótalo en tus tetas.- Clara se incorporo aun mas sobre sus rodillas y coloco la cabeza del pene sobre sus senos. Embadurno sus pechos con el viscoso líquido transparente. Daba pequeños golpecitos sobre sus pechos que enloquecían a Miguel. Instintivamente Clara llevo su otra mano a su sexo, hacia mucho que no intimaba con un hombre, y para su sorpresa tenia las bragas empapadas. Clara frotaba sus dedos fuertemente entre sus labios vaginales, presiono sobre su clítoris varias veces, haciendo que este se asomara completamente erecta de entre su funda. Clara ya no notaba el frió del cuarto, sus mejillas se ruborizaron y el penetrante aroma de aquel miembro viril la empezaba a dominar.

-Veo que has entrado en calor. Métetelo en la boca.- Tomándolo por la base del tronco, lo puso frente a sus labios y beso la punta de aquel vibrante órgano. Una exhalación de placer se oyó en el cuarto, mientras que Clara recorría con sus labios el tronco. Su lengua se deslizaba humectando con saliva aquella lustrosa verga. Miguel jadeaba y miraba como la dulce boca de Clara besaba su pene. Clara coloco el glande sobre sus labios, y con ayuda de su lengua introdujo parte de el en su boca. Las considerables dimensiones de este aparato seguían sorprendiendo a la joven Clara que difícilmente podía mantener ese pedazo de carne dentro de su boca sin ahogarse. Por un momento ella dominaba la profundidad a la que llegaba el miembro en su boca, pero tras unas cuantas lamidas, Miguel opto por forzar la situación, hasta el punto de producirles unas sonoras arcadas. Las lágrimas corrían el rimel de los ojos de Clara, que sin aliento intentaba safarse. Al poco tiempo, Miguel dejo que la joven recuperara el aliento. Entre toses y sollozos, la saliva mezclada con los jugos de Miguel se chorreaba sobre las tetas de Clara. Miguel tomo por el codo a Clara y la ayudo a que se levantara, luego agarro un pequeño banco de madera y se sentó frente a la joven que aun jadeante esperaba las nuevas instrucciones. Su sostén estaba completamente empapado, parte del líquido se deslizaba entre sus senos.

Miguel no dijo nada, simplemente la tomo por la cintura y con un veloz movimiento despojo a Clara de sus bragas. Parada frente a este viejo, desnuda de la cintura para abajo vio como Miguel acercaba su boca a su sexo. La lengua recorrió hambrienta toda la raja de la vagina, los dulces jugos de Clara se esparcían por toda la lengua y boca de Miguel que degustaba a la joven como un perro famélico.

-Que rica esta.- Miguel usaba sus dedos, hundía levemente dos de ellos entre los rozados labios vaginales, mientras que con la lengua repasaba velozmente el clítoris de Clara. Mas jugos salieron de ella que perdida en el placer que Miguel le otorgaba, se tomaba de los hombros peludos de él para no desplomarse. Sin demasiado reparo, Miguel penetro a Clara con dos dedos, unos chasquidos húmedos se oían en aquel cuarto junto con los agudos gemidos de la joven, Clara separo mas sus piernas, quería ser penetrada mas profundamente. Miguel sintió en sus dedos como los músculos vaginales y pélvicos se contraían dentro de Clara, el viejo acelero y le introdujo un tercer dedo, instantáneamente, como si alguien oprimiera un botón en ella, un orgasmo sacudió el precioso cuerpo de Clara, Miguel la sostuvo como pudo, de no ser así se hubiera desplomado sobre el suelo.

Miguel se esparció los fluidos de Clara sobre su miembro que palpitaba esperando a entrar en acción. Unos minutos bastaron para que Clara se recobrara de aquel orgasmo. Miguel nuevamente de pie, tomo el sostén de su empleada y tiro hacia abajo descubriendo los pechos que se apretaban entre si. Abrió la boca la mas grande que pudo e introdujo uno de los pezones en su boca y jugueteo con su lengua sobre el. Cada tanto la mordisquea suavemente, Clara gemía, ese viejo sabia lo que hacia, había convertido a Clara en toda una perra.

La joven abrazo a su patrón y presionó de abdomen y parte de su pelvis contra aquel miembro erecto, con solo sentirlo sobre su piel, la carne se le ponía de gallina. Miguel la tomo por sus carnosas nalgas, se frotaba contra la joven mientras alternaba sus caricias entre las tetas de Clara.

Miguel la tomo por atrás de uno de los muslos y levantando levemente una de las piernas de ella, apoyo el tronco sobre los gruesos labios de la vagina, estos abrasaban el grueso miembro de Miguel, que soltó a la pierna de Clara. Por detrás de ella se podía ver como la gruesa cabeza aparecía entre los muslos, justo entre las piernas y la vagina de ella. Clara apretó sus muslos sobre el grueso miembro, se sentía un cualquier pero, que placentera sensación. Siguieron así por unos minutos, la joven apoyaba sus senos contra el pecho de Miguel, que la besaba por el cuello y lamía su oreja. Ella acariciaba su espalda, en ocasiones lo rasguñaba un poco. Entre uno de esos tantos movimientos, Miguel se detuvo dispuesto a penetrarla, Clara noto esa misma necesidad y se acomodo para que lo hiciera.

Le glande se abrió paso dentro de Clara, seguido por el grueso tronco, Clara nunca se hubiese imagino que semejante mástil podría entrar en ella, pero a decir verdad estaba tan mojada y excitada que fue mas fácil de lo que se esperaba. Su clítoris hizo tope con la base del miembro de Miguel, sintiendo como sus enormes huevos golpeaban en el espacio entre su vagina y su ano. Miguel en un principio se movía lentamente, disfrutando cada centímetro dentro de Clara, siguió así por un momento hasta que acelero el ritmo, Clara lanzaba pequeños grititos de dolor mezclados con placer, sus piernas se enroscaba en la cintura de su Patrón, también se tomaba por el cuello de él que la sostenía vigorosamente entre sus gruesos brazos.

Sin separarse, Miguel se sentó en el banco de madera, era un hombre grande y no podía aguantar a Clara encima de él. Ahora Clara era la que hacia todo el trabajo, se recostó un poco hacia atrás, y comenzó a mover sus caderas circularmente, luego impulsándose con sus pies marcaba el rito de la penetración. Sus tetas se sacudían violentamente, mordía su labio inferior evitando así gritar. Miguel estrujaba con fuerza las nalgas de Clara, el viejo se abrió camino con sus dedos entre las nalgas de su empleada en busca del orifico anal. Muy excitada Clara noto como Miguel jugueteaba con su ano e intentaba introducir uno de sus gordos dedos.

-Don Miguel por ahí no...- No era lo que él tenia en mente. Clara se detuvo en seco quitándose de encima de Miguel. Ella intentaba mantener su postura y una mirada desafiante, mientras que el le sonreía socarronamente, como quien sabe que tarde o temprano lograría su objetivo.

-Este bien Clarita. Ven acércate y hazme acabar con tu boca. Límpialo todo.- Clara pensó que había dejado en claro su postura, así obedeció y de rodillas frente a Miguel sumergió la verga de este en su boca. Menos inhibida y con más desenfreno, Clara chupaba el miembro de su patrón con gran esmero. Lo intercalaba entre su poca y sus senos estrujándolos entre ellos, lo hizo varias veces, hasta que de un salto Miguel se incorporo.

  • Abre bien la boca que aquí viene tu premio.- Los testículo de Miguel se retrajeron y en su base se podía ver fuerte latido que anticipaba el orgasmo. Clara de rodillas abrió su boca y asomo un poco la lengua. Un primer chorro inundo la boca de Clara de un viscoso semen blancuzco y caliente. Una gran cantidad se desparramo de su boca mientras un segundo chorro impactaba contra su mejilla izquierda y se depositaba sobre su ojo. Varios chorros más salieron de aquel gigante miembro, sin la intensidad de los primeros pero de abundante cantidad, mancando el pelo, sus senos, abdomen y muslos.

  • Mira que desastre e hecho.- Miguel desparramaba parte de su corrida por el rostro de la joven que inmóvil sentía como este liquido se deslizaba por gran parte de su cuerpo.

Los dos se asearon en el baño de la farmacia, faltaban veinte minutos para las ocho.

-No puedes negar que la hemos pasado muy bien.

-Usted es un cerdo, todo lo que hice lo hice por mi hijo.

-¡Jajaja! bueno lo has disimulado muy bien. Toma esta es la dosis que tiene que tomar Tomas el día de hoy. Mañana te daré la siguiente.

-Pero... eso no es lo que acordamos...

-Yo pongo las reglas. Mañana seguiremos con este asunto. ¿Acaso la salud de tu hijo no es importante?- Si Clara hubiese tenido un arma en lugar de las pastillas la historia seria muy diferente.

-Ah... me olvidaba. Mañana tare ropa mas provocativa.- Miguel la acompaño hasta la puerta y la despidió hundiendo su mano entre las nalgas de la joven.

Continuara...

PD: Me gustaría que me dijeran si se les hace muy extenso las escenas de sexo. Hay veces que me parece que son largas. Sus comentarios me sirven para mejor las historias.

Gracias por leerme.

Salu2