Duermo relajadita, relajadita
Recuerdo la fecha como la de mi cumpleaños porque para mí fue un regalo como los de cumpleaños. Mi madre estaba ingresada a punto de dar a luz a mi hermana. Yo estaba en esa edad rebelde, esa tardía adolescencia de los 17 que se contradecía con el mundo que habitaba mi cuerpo. Además estaba celosa. Sí. Estaba celosa desde hacía meses. Estaba celosa desde que supe que iba a tener una hermana. Estaba celosa desde que me di cuenta de que iba a dejar de ser su niña.
Recuerdo la fecha como la de mi cumpleaños porque para mí fue un regalo como los de cumpleaños. Mi madre estaba ingresada a punto de dar a luz a mi hermana. Yo estaba en esa edad rebelde, esa tardía adolescencia de los 17 que se contradecía con el mundo que habitaba mi cuerpo. Además estaba celosa. Sí. Estaba celosa desde hacía meses. Estaba celosa desde que supe que iba a tener una hermana. Estaba celosa desde que me di cuenta de que iba a dejar de ser su niña.
Pero aquella noche estaba siendo especial. Mi madre llevaba un día ingresada; mi padre después de la visita, había salido con unos amigos a tomar unas copas y regresó a casa a la espera de noticias del hospital; aquella noche estaba siendo especial porque mi padre había bebido y entre el alcohol y la euforia de su nueva paternidad, estaba muy alegre; había pedido pizzas y habíamos estado viendo una película de risa. Después nos tiramos en la terraza a disfrutar de la estupenda noche de verano, escuchando los grillos del jardín que rodeaban la piscina. Me gustaban los veranos porque era la única época del año en que lejos de los internados para señoritas de bien, disfrutaba de los lujos de mi familia y de los caprichos materiales que mi padre siempre me concedía para rellenar los espacios que ni él ni mi madre ocupaban el resto del año.
-Me voy al agua-
-¿Qué dices hija? Al agua ahora....
-Venga papi, hace calor, vamos a darnos un chapuzón- lo observé mientras apuraba el último trago de whisky en vaso on the rocks- venga porfa papá...
-Vale pero sólo un remojón ¿de acuerdo? estoy cansado y quiero ir a dormir- se levantó intentando disimular que el alcohol desequilibraba sus movimientos.
Me quité la camiseta, me tiré de cabeza a la piscina y desde dentro lo llamé. Bajó las escaleras metálicas y nadó hasta mí, yo huí juguetona hasta el otro borde donde no se hacía pie. El llegó hasta mí y me arrinconó contra la pared.
-Te pillé, ¿a ver qué haces ahora?- su aliento olía a tabaco y whisky pero me gustaba tenerlo tan cerca
-Sé muchas cosas que podría hacer para liberarme de ti pero prefiero que me abraces- lo miré indefensa- a veces te echo de menos papá, paso mucho tiempo lejos de ti y te echo de menos.
Vi cómo se le rayaban los ojos de compasión y culpa, me acarició una mejilla y me abrazó. Pasé mis brazos alrededor de su cuello y me pegué a él rodeando su cintura con mi piernas para no hundirme. Me quedé en aquella posición sintiendo cómo mi cuerpo recibía grato aquel abrazo tan celado. Aproveché el ligero balanceo del agua para mecerme con él apretándome, deseando que mis piernas no se separaran nunca. Creí que mi padre rehuiría del intencionado magreo pero creo que la culpabilidad por haber estado tanto tiempo lejos de mí le incitaba a entender que aquello tenía que ser así... y yo encantada claro.
Cuando era pequeña, antes de los internados, jugaba con él del mismo modo y me gustaba ver cómo él reaccionaba y seguía jugando un poco más dejándome cabalgar sobre él hasta que empezaba a sudar, luego me abrazaba, me besaba la frente y se metía a solas en el baño. Con el tiempo, en los dormitorios de las residencias juveniles unas veces sola y otras muy bien acompañada, fui entendiendo muchas cosas y deseando muchas otras más. Ahora estaba encantada de tener a mi padre para mí, como cuando era niña y más encantada estuve aún cuando noté que la borrachera de mi padre era mayor de la que ambos creíamos; se dejaba somnoliento y casi sonreía cada vez que me frotaba. Empecé a sentir que bajo sus calzoncillos algo se movía. Ese despertar me era familiar, sabía lo que venía después y rogaba que mi padre continuara dejándose llevar. Lo escuché susurrar cuando me apreté más para que siguiera empalmándose pero fue entonces cuando reaccionó, sin desprenderse de mí me besó la mejilla, me miró y me dijo.
-Es mejor que salgamos, mi niña- me separó las piernas y cogiéndome por la cintura me subió hasta dejarme sentada en el borde de la piscina. Me miró desde el agua y nadó hasta las escaleras del otro lado.
Me sentí rechazada y como buena adolescente di un rabotazo y entré en la casa dando un portazo. Mi padre me llamó desde fuera intentando disculparse pero no hice caso. Subí a mi dormitorio me quité las bragas y el sujetador mojados y me tumbé en la cama bocarriba. Mi padre me había excitado y notaba mi coñito depilado a la moda humedeciéndose. Me acaricié y me abrí de piernas para escuchar el chasquido mojado de mi moco al frotarme con los dedos. Me pellizqué los labios del conejo y note cómo se volvían carnosos y boqueaban como los pececillos. Seguí tocándome unos minutos y escuché la puerta del mueble bar en el salón y el sonido de las piedras de hielo al caer en un vaso, los pasos de mi padre... deseé que subiera y me viera allí, masturbándome por él pero no pasó de su dormitorio, escuché el vaso de whisky sobre la mesilla y los muelles de la cama cuando se sentó en ella. Cerré los ojos y me lo imaginé desnudándose, tumbándose en la cama con su polla aún medio erecta.
Cerré los ojos y me lo imaginé tocándosela a solas pensando en mí, deseándome y mi excitación me llevó a colarme los dedos. Los moví dentro mientras con la yema de los otros me apretaba el clítoris hasta sentir un espeso escupitajo caliente brotando entre mis piernas. La masturbación de una adolescente puede ser muy tierna pero también muy guarra; dejé que mi corrida bajara hasta mis nalgas y seguí tocándome para sentir los últimos escalofríos, me mojé las manos en el chocho y me manoseé los pechos. Estaba sudada, olía a pescado sobado y tenía las manos pegajosas; quería seguir allí tocándome hasta rozarme toda pero tenía sed. Me levanté y salí al pasillo para ir al baño a refrescarme.
Mi padre había puesto la radio, al pasar delante de su cuarto vi la puerta entrecerrada, él nunca hacía eso, siempre la dejaba abierta de par en par. Me acerqué y la empujé levemente. Estaba como me lo imaginaba en mis fantasías, no se había desnudado pero estaba bocarriba disfrutando de un largo masaje en su pene. Me quedé allí, mirándolo y note cómo volvían a hincharse los labios de mi chocho. Me acaricié con las piernas flexionadas y al notarme tan mojada no pude dejar de frotarme como una desesperada. Gimió cuando su chorro se estrelló en la palma de la mano con la que se cubría el capullo para no salpicar, se corrió y dejó de tocarse de pronto, supongo que acostumbrado a hacer lo mismo con mi madre, meter, cumplir y parar. Se levantó, apuró el whisky y haciendo eses por el camino entró en el baño de su dormitorio y se metió en la ducha. Tal y como estaba no podía quedarme allí sin más, así que decidí meterme en su cama y esperarlo allí desnuda. Tardó apenas unos minutos; cuando volvió a salir envuelto en una toalla, me encontró bajo sus sábanas.
-¿Qué haces aquí pequeña?- preguntó paternal.
-Papi, esta noche quiero acostarme contigo- la frase era cierta en todas sus interpretaciones pero creo que él quiso entender la inocencia de una hija pasando la noche junto a su padre al que ha echado de menos casi durante toda la vida.
-Vale cielo- entró en el baño y volvió a salir con el short de un fino pijama de seda.
Se acostó y apagó la radio. Se giró y me dio las buenas noches con un beso en la frente. Aún olía a alcohol y su cuerpo estaba lleno de calor. Pronto sentí su aliento quedándose dormido. Me acomodé abrazada a él. Creo que no se había dado cuenta de que estaba desnuda, retiré despacio las sábanas y comprobando que ya dormía la mona aproveché la intimidad.
Encendí la luz de la mesilla, me senté junto a él mirándolo y acaricié la seda del pijama. La respuesta fue inmediata, algo se movía. Traviesa y curiosa froté más y bajé el movimiento hasta los huevos que se le escapaban por las perneras del short, regresé hacia arriba y apreté la caricia sobre su capullo. Ya no se movía inquieta, ahora su polla se sacudía intentando escapar del pijama, mi padre sonreía sin despertar, viviendo su sueño erótico más real. Sabía que intentar moverlo lo despertaría pero quería bajarle el pantalón y ver cómo se empalmaba, me maravilla ver cómo un hombre se va empalmando mientras se la toco; aflojé el nudo del elástico y dejé que cediera, no podía bajárselos pero podía dejar su polla al descubierto.
Metí mi mano para sacársela y al agarrarla noté su dureza, las venas ya yertas agradeciendo el contacto de mi mano. Se la saqué y después de acariciarla completa de arriba a abajo me dije que tenía que hacerlo ya, antes de que se despertara, así que me incliné y metí su sonrosado capullo en mi boca. Aquel músculo pegó un respingo cuando tragué y siguió creciendo dejándome saborear unas gotitas melosas mientras miraba por si se despertaba. Aproveché y tragué cuanto me cabía en la boca pero justo cuando iba a seguir bombeando sobre mi golosina una manos frenaron suavemente mi frente.
-¿Qué haces hija? Estáte quieta mi amor- papá me pedía que parara de una manera muy extraña porque no se movía ni intentaba retirarme de su lado- mi vida, esto no está bien, déjalo ya- volvió a balbucear casi sin fuerzas.
Aproveché su falta de energía para imponerse y continué más afanada mi mamada pelando con mis manos la piel que no me cabía en la boca. "No, no...", me decía pero se contorsionaba acariciándome el pelo "...no está bien, hija esto no está bien", pero ya me seguía el ritmo y me dejaba moverme con soltura por su cuerpo. Lo había conseguido. Pasé mis labios a lo largo de su verga acariciándole los huevos con una mano, pellizcándole la pielecilla que los recubría, él se encongíó en un gemido, desde abajo chupé de nuevo a lo largo apretando mis labios hasta su capullo y rodeándolo con los dientes apreté mi lengua en su agujerillo.
"Aaaahhhhhh, mmmmmmm", murmuró incorporándose para verme faenándosela. Verlo mirarme mientras se la comía me puso más cachonda. Seguí lamiendo golosa y le cogí una mano, me abrí hacia él y sin dejar de chupársela empujé sus dedos directamente dentro mi chocho. Le moví la mano como si fuera un consolador y cuando aprendió el movimiento devolví mis manos a su cipote cada vez más brillante, terso y rojo. No lo había visto nunca tan grande. Los chicos de las residencias eran chavales de quince a veinte años y aunque de hormonas estaban llenos para experimentar algunas de mis habilidades, de centímetros no iban sobrados los toletes que me había beneficiado. Mi buen amigo Don Ramón, el cura de mi colegio, cuando me confesaba me había enseñado la diferencia entre los muchachos del colegio y él, que podía perdonarme todos mis pecados a cambio de una buena penitencia de rodillas entre sus piernas, pero tampoco el padre Ramón se había levantado tanto como mi padre en aquel momento. Llenaba mi boca y sentía el sabor de las gotitas que se deslizaban ardientes por mi garganta. Mi padre seguía metiéndome los dedos y ya no decía nada, sólo gemía. Dejé de mamársela y cogiendo su mano para que la moviera con más fuerza lo miré.
- Ves como no esta mal papi, a ti te gusta, a mi me encanta- gemí para que se lo creyera más aún- ves papi, esto es maravilloso, mmmmmm, sigue papá, sigue.
Siguió moviendo los dedos con insistencia, me arrimé más a él y me abrí todo lo que pude "chúpame, papi" y me toqué para excitarlo, "chúpale el chuminito a tu niña, cuando era pequeña me gustaba que me bañaras porque así conseguía que me acariciaras y yo sé que a ti te gustaba que te lo pidiera, hoy estas aquí, estamos los dos para darnos gusto papito, chúpame aquí papi", y me tocaba, "cómele el conejito a tu niña...", y bajó su cara hasta mi potorro abierto, noté su lengua explorando mi clítoris y metiéndose entre mis labios chorreantes, no sólo me comía sino que me hurgaba con los dedos y me hacía contorsionar de gusto apretándolo contra mí, "sí, así papi, cómemelo todo, así, más papi, más" y él seguía, "mmmmmm, sí papi sí, pero más, necesito algo más papi, más, hazme más cosas buenas papito".
Me miró como si no entendiera, "más papi, te quiero todo dentro de mí, quiero más, me lo debes papi", estaba siendo cruel con él, "vamos papi, quiéreme, lo necesito, quiero que me folles, métemela papi, métemela". Muy tierno y paternal me besó el vientre y me acarició lascivo los muslos hasta las ingles, su mirada me incitó a chuparme los dedos y tocarme luego el conejo sin dejar de gemir atormentada. Mi padre se puso de rodillas sobre la cama, me colocó la almohada bajo las caderas y subiéndome las piernas sobre sus hombros me abrió las rodillas e insertó lentamente su capullo en mi conejo, cariñoso, muy padre. Lo sentí entrar suave, adapatarse a mí, choff, al moverse, choff, al deslizarse, "más papa, métela toda papi, hazme daño y cúrame luego papi". Bombeaba despacio, creyendo que iba a topar con mi virgo, pobre inocente, bombeaba.... choff, choff, la sacaba un poco y empujaba de nuevo unos cuantos centímetros más hasta que yo de un golpe de cadera me pegué a él de pronto, clavándome lo que aún no me había metido.
"Fóllame bien papi, soy tu muñequita", gemí infantil, "venga papaíto, hazme todo eso que mami no te deja hacer, fóllame como un loco" y empezó a empujar bruscamente, al principio me hacía daño pero mis palabras lo habían ensanguinado, estaba descontrolado y notaba cómo su polla entraba y salía de mí casi desgarrándome el chumino pero haciéndome sentir única. Gozaba de su apetito reprimido durante tanto tiempo y notaba como la gorda punta de su cipote me arañaba sin piedad. "¿Así?, ¿te gusta así mi niña...?", me preguntó con un punto sado, "...¿es esto lo que querías hija? Dímelo, dime que te gusta , quiero oírtelo mi niña...", "Sí papi, esto es lo que quería, pero quiero más, hazme gozar más, seguro que sabes cómo darme más gusto papi...", jadeaba obscena. "...vamos papi, demuéstralo, demuéstrame que eres un buen padre que quiere mucho a su niña...hazme gozar más si sabes...".
Se detuvo bruscamente, como fuera de sí, sacándome la polla me giró sobre la cama dejándome a cuatro patas bocabajo y me tomó por la cintura. Acercó su polla a mis nalgas y con ella empezó a humedecerme desde la raja hasta el agujero del culo, primero hurgó con la punta de su cada vez más gordo y tenso mango y después de meterme el capullo en el chocho para remojárselo bien apuntó a mi ano. Me la metió de golpe, sin pensárselo dos veces, sin cuidado, enterrándose en mí sin avisar. No pude ni gritar; me quedé sin respiración y no escuchaba más que sus quejidos al empujar, parecía hacerse daño pero seguía empujando violentamente. "¿La notas ahora dándote gusto mi niña?, es lo que querías ¿verdad cariño?... ¿La sientes dentro hija, ves todo lo que te quiera papaíto?... ¿por qué no le dices a papi lo que sientes dentro?... ¿Te gusta eh?" Casi no lo reconocía mientras me tomaba de aquella forma, su voz sonaba cochina "¿quieres más mi vida?....toma...." y me empujaba con más fuerza sintiendo su tolete presionado por mi estrecho culo.
Nunca me habían hecho esto, pensaba mientras creía morirme de dolor. Las lágrimas me bajaban por la cara y notaba cómo mi cuerpo se abría por dentro para dejar espacio a aquella inmensa verga que me taladraba, perdí hasta la visión unos segundos, dejé de oír y el dolor no me dejaba ni respirar. De pronto sin dejar de sentir el rabo de mi padre entrando y saliendo en mi culo noté sus dedos hurgándome el clítoris, empecé a gemir y el aire volvió a mis pulmones, "¿es esto lo que querías verdad mi niña?¿era esto...?" mi padre jadeaba pero no dejaba de buscarme el placer entre las piernas, conseguí pronuciar un doloroso pero morboso "síííí, papí, síííí..." me desvaré de gusto al sentirlo convencido del placer que me daba y para intentar olvidar el dolor empecé a moverme en círculos intentando gozar. Mi padre me cogió una mano y me hizo masturbarme mientras él me metía dos dedos e intentaba colar el tercero, "¿te gusta verdad, cariño? ¿te gusta lo que te hace papi?" y seguía empujándomela por detrás sin dejar de meterme casi sin control los dedos, no llegaban hasta dentro pero me abrían los labios los suficiente para sentirme más salida.
Siguió masturbándome sabia pero violentamente y entre sus dedos dentro de mi joven coño y su verga desgarrándome el recién estrenado culito de señorita de bien perdí la noción del tiempo. No sé cuánto tiempo estuvo dentro de mí hasta que sentí un escalofrío que me recorrió desde la planta de los pies toda la espalda hasta llegar al cuello, empecé a convulsionarme de un gusto que jamás había experimentado sintiendo su polla aún dura llevándome a más, sus manos chorreaban entre mis piernas y era tal mi corrida que mi padre no coseguía tocarme el clítoris sin que se le resbalaran los dedos, al sentirme gemir del interminable orgasmo y desfallecer de gusto empezó a bombear impulsivamente metiéndome la polla hasta el fondo del culo, sacándomela y perforando después mi chumino boqueante; yo me dejaba a gusto, estaba exhausta y dolorida pero dispuesta a dejarme hacer lo que quisiera a cambio de seguir disfrutando de cosas que nadie me había hecho nunca; me cogió por los hombros y se enterró tan dentro de mí que creí que nunca más volvería a hablar, se golpeó contra mis piernas abiertas con fuerza animal y aún con sus dedos dentro mi culo estimulándome sentí una bocanada de lava caliente dentro de mí. Empezó a gemir sufridamente y noté cómo se derrumbaba sobre mi espalda. "Tranquilo papi, sigue ahí", le susurré girando la cabeza buscando su boca para pasar mis labios por los de él y buscar su lengua con la mía; "te ha gustado mi niña", "sí papi, mucho, nunca me lo habían hecho como tú, quédate ahí dentro de mí" cabalgó varias veces aplastándome casi sin fuerzas y sin dejar de gemir; noté su rabo deshaciéndose en mí, me bajaba su semen por las piernas y su cuerpo derrumbado sobre mí se contorsionaba de placer, sudando, "mmmmm...", no podía decir más,...mi niño, mira que quiero yo a mi padre
Esperé a que fuera él quien tomara la decisión de sacarme la polla del coño porque sé que eso a los hombres les gusta mucho, una vez me lo dijo Don Ramón el cura del colegio mientras yo lo abrazaba sentada sin bragas sobre él en su sillón de la sacristía después de la confesión. Cuando he espiado a mis padres mi madre nunca deja que papá se la deje dentro. Mi madre no folla casi nunca y cuando lo hace es con la luz apagada y siempre le dice a mi padre que no le deje la polla dentro. Eso a los hombres no les gusta, por lo menos no a mi padre ni a Don Ramón el cura de mi colegio.
A papá le gusta dejarme la polla dentro hasta que se le ablanda después de follarme con la luz encendida, verme desnuda en la piscina o paseándome por la casa para ponerlo cachondo, le encanta que le pida que me acaricie cuando me baña, frotarse conmigo en el despacho cuando salgo del instituto y voy a buscarlo, le gusta que le toque mientras vemos la tele en el salón si mi madre no nos mira o que se la sobe con los pies por debajo de la mesa mientras que comemos; papi a veces se despierta por la noche cuando yo voy a su cama y le acaricio la polla mientras duerme, le gusta que se la toque y se la chupe hasta que se la pongo bien dura y tiesa mientras mamá duerme a su lado y después me acompaña a mi cuarto para asegurarse de que su niña se duerme tranquila; a mi papá le gusta que me masturbe para él y le gusta oírme gemir con su polla dentro de cualquiera de mis agujeros siempre abiertos para él. Por eso a mi padre ahora le gusta más follar conmigo y ya casi no se folla a mi madre y es que mi madre no entiende por qué a los hombres les gustan esas cosas; y es que claro la pobre tampoco entendió por qué mi padre ese año me sacó del internado y se empeñó cada noche, mientras ella dormía a mi bendita hermanita, en contarme un cuento antes de irse a dormir... y vaya cuentos los que todavía hoy mi papi cuenta a su niña. Duermo relajadita, relajadita.