Duermo muy bien (2)

El final del relato.

Le moví la mano como si fuera un consolador y cuando aprendió el movimiento devolví mis manos a su cipote cada vez más brillante, terso y rojo. No lo había visto nunca tan grande.

Los chicos de las residencias eran chavales de quince a veinte años y aunque de hormonas estaban llenos para experimentar algunas de mis habilidades, de centímetros no iban sobrados los toletes que me había beneficiado.

Mi buen amigo Don Ramón, el cura de mi colegio, cuando me confesaba me había enseñado la diferencia entre los muchachos del colegio y él, que podía perdonarme todos mis pecados a cambio de una buena penitencia de rodillas entre sus piernas, pero tampoco el padre Ramón se había levantado tanto como mi padre en aquel momento. Llenaba mi boca y sentía el sabor de las gotitas que se deslizaban ardientes por mi garganta. Mi padre seguía metiéndome los dedos y ya no decía nada, sólo gemía. Dejé de mamársela y cogiendo su mano para que la moviera con más fuerza lo miré. - Ves como no esta mal papi, a ti te gusta, a mi me encanta- gemí para que se lo creyera más aún- ves papi, esto es maravilloso, mmmmmm, sigue papá, sigue. Siguió moviendo los dedos con insistencia, me arrimé más a él y me abrí todo lo que pude "chúpame, papi" y me toqué para excitarlo, "chúpale el chuminito a tu niña, cuando era pequeña me gustaba que me bañaras porque así conseguía que me acariciaras y yo sé que a ti te gustaba que te lo pidiera, hoy estas aquí, estamos los dos para darnos gusto papito, chúpame aquí papi", y me tocaba, "cómele el conejito a tu niña...", y bajó su cara hasta mi potorro abierto, noté su lengua explorando mi clítoris y metiéndose entre mis labios chorreantes, no sólo me comía sino que me hurgaba con los dedos y me hacía contorsionar de gusto apretándolo contra mí, "sí, así papi, cómemelo todo, así, más papi, más" y él seguía, "mmmmmm, sí papi sí, pero más, necesito algo más papi, más, hazme más cosas buenas papito". Me miró como si no entendiera, "más papi, te quiero todo dentro de mí, quiero más, me lo debes papi", estaba siendo cruel con él, "vamos papi, quiéreme, lo necesito, quiero que me folles, métemela papi, métemela".

Muy tierno y paternal me besó el vientre y me acarició lascivo los muslos hasta las ingles, su mirada me incitó a chuparme los dedos y tocarme luego el conejo sin dejar de gemir atormentada. Mi padre se puso de rodillas sobre la cama, me colocó la almohada bajo las caderas y subiéndome las piernas sobre sus hombros me abrió las rodillas e insertó lentamente su capullo en mi conejo, cariñoso, muy padre. Lo sentí entrar suave, adaptarse a mí, al moverse, al deslizarse, "más papa, métela toda papi, hazme daño y cúrame luego papi". Bombeaba despacio, creyendo que iba a topar con mi virgo, pobre inocente, bombeaba...., la sacaba un poco y empujaba de nuevo unos cuantos centímetros más hasta que yo de un golpe de cadera me pegué a él de pronto, clavándome lo que aún no me había metido. "Fóllame bien papi, soy tu muñequita", gemí infantil, "venga papaíto, hazme todo eso que mami no te deja hacer, fóllame como un loco" y empezó a empujar bruscamente, al principio me hacía daño pero mis palabras lo habían ensanguinado, estaba descontrolado y notaba cómo su polla entraba y salía de mí casi desgarrándome el chumino pero haciéndome sentir única. Gozaba de su apetito reprimido durante tanto tiempo y notaba como la gorda punta de su cipote me arañaba sin piedad. "¿Así?, ¿te gusta así mi niña...?", me preguntó, ¿es esto lo que querías hija? Dímelo, dime que te gusta, quiero oírtelo mi niña...", "Sí papi, esto es lo que quería, pero quiero más, hazme gozar más, seguro que sabes cómo darme más gusto papi...", jadeaba obscena. "...vamos papi, demuéstralo, demuéstrame que eres un buen padre que quiere mucho a su niña...hazme gozar más si sabes...".

Se detuvo bruscamente, como fuera de sí, sacándome la polla me giró sobre la cama dejándome a cuatro patas bocabajo y me tomó por la cintura. Acercó su polla a mis nalgas y con ella empezó a humedecerme desde la raja hasta el agujero del culo, primero hurgó con la punta de su cada vez más gordo y tenso mango y después de meterme el capullo en el chocho para remojárselo bien apuntó a mi ano. Me la metió de golpe, sin pensárselo dos veces, sin cuidado, enterrándose en mí sin avisar. No pude ni gritar; me quedé sin respiración y no escuchaba más que sus quejidos al empujar, parecía hacerse daño pero seguía empujando violentamente. "¿La notas ahora dándote gusto mi niña?, es lo que querías ¿verdad cariño?... ¿La sientes dentro hija, ves todo lo que te quiera papaíto?... ¿por qué no le dices a papi lo que sientes dentro?... ¿Te gusta eh?". Casi no lo reconocía mientras me tomaba de aquella forma, su voz sonaba cochina "¿quieres más mi vida?....toma...." y me empujaba con más fuerza sintiendo su tolete presionado por mi estrecho culo. Nunca me habían hecho esto, pensaba mientras creía morirme de dolor. Las lágrimas me bajaban por la cara y notaba cómo mi cuerpo se abría por dentro para dejar espacio a aquella inmensa verga que me taladraba, perdí hasta la visión unos segundos, dejé de oír y el dolor no me dejaba ni respirar.

De pronto sin dejar de sentir el rabo de mi padre entrando y saliendo en mi culo noté sus dedos hurgándome el clítoris, empecé a gemir y el aire volvió a mis pulmones, "¿es esto lo que querías verdad mi niña?¿era esto...?" mi padre jadeaba pero no dejaba de buscarme el placer entre las piernas, conseguí pronunciar un doloroso pero morboso "síííí, papí, síííí..." me desvaré de gusto al sentirlo convencido del placer que me daba y para intentar olvidar el dolor empecé a moverme en círculos intentando gozar. Mi padre me cogió una mano y me hizo masturbarme mientras él me metía dos dedos e intentaba colar el tercero, "¿te gusta verdad, cariño? ¿te gusta lo que te hace papi?" y seguía empujándomela por detrás sin dejar de meterme casi sin control los dedos, no llegaban hasta dentro pero me abrían los labios los suficiente para sentirme más salida. Siguió masturbándome sabia pero violentamente y entre sus dedos dentro de mi joven coño y su verga desgarrándome el recién estrenado culito de señorita de bien perdí la noción del tiempo.

No sé cuánto tiempo estuvo dentro de mí hasta que sentí un escalofrío que me recorrió desde la planta de los pies toda la espalda hasta llegar al cuello, empecé a convulsionarme de un gusto que jamás había experimentado sintiendo su polla aún dura llevándome a más, sus manos chorreaban entre mis piernas y era tal mi corrida que mi padre no conseguía tocarme el clítoris sin que se le resbalaran los dedos, al sentirme gemir del interminable orgasmo y desfallecer de gusto empezó a bombear impulsivamente metiéndome la polla hasta el fondo del culo, sacándomela y perforando después mi chumino boqueante; yo me dejaba a gusto, estaba exhausta y dolorida pero dispuesta a dejarme hacer lo que quisiera a cambio de seguir disfrutando de cosas que nadie me había hecho nunca; me cogió por los hombros y se enterró tan dentro de mí que creí que nunca más volvería a hablar, se golpeó contra mis piernas abiertas con fuerza animal y aún con sus dedos dentro mi culo estimulándome sentí una bocanada de lava caliente dentro de mí. Empezó a gemir sufridamente y noté cómo se derrumbaba sobre mi espalda. "Tranquilo papi, sigue ahí", le susurré girando la cabeza buscando su boca para pasar mis labios por los de él y buscar su lengua con la mía; "te ha gustado mi niña", "sí papi, mucho, nunca me lo habían hecho como tú, quédate ahí dentro de mí" cabalgó varias veces aplastándome casi sin fuerzas y sin dejar de gemir; noté su rabo deshaciéndose en mí, me bajaba su semen por las piernas y su cuerpo derrumbado sobre mí se contorsionaba de placer, sudando, "mmmmmm...", no podía decir más,...mi niño, mira que quiero yo a mi padre.

Esperé a que fuera él quien tomara la decisión de sacarme la polla del coño porque sé que eso a los hombres les gusta mucho, una vez me lo dijo Don Ramón el cura del colegio mientras yo lo abrazaba sentada sin bragas sobre él en su sillón de la sacristía después de la confesión. Cuando he espiado a mis padres mi madre nunca deja que papá se la deje dentro. Mi madre no folla casi nunca y cuando lo hace es con la luz apagada y siempre le dice a mi padre que no le deje la polla dentro. Eso a los hombres no les gusta, por lo menos no a mi padre ni a Don Ramón el cura de mi colegio.

A papá le gusta dejarme la polla dentro hasta que se le ablanda después de follarme con la luz encendida, verme desnuda en la piscina o paseándome por la casa para ponerlo cachondo, le encanta que le pida que me acaricie cuando me baña, frotarse conmigo en el despacho cuando salgo del instituto y voy a buscarlo, le gusta que le toque mientras vemos la tele en el salón si mi madre no nos mira o que se la sobe con los pies por debajo de la mesa mientras que comemos; papi a veces se despierta por la noche cuando yo voy a su cama y le acaricio la polla mientras duerme, le gusta que se la toque y se la chupe hasta que se la pongo bien dura y tiesa mientras mamá duerme a su lado y después me acompaña a mi cuarto para asegurarse de que su niña se duerme tranquila; a mi papá le gusta que me masturbe para él y le gusta oírme gemir con su polla dentro de cualquiera de mis agujeros siempre abiertos para él. Por eso a mi padre ahora le gusta más follar conmigo y ya casi no se folla a mi madre y es que mi madre no entiende por qué a los hombres les gustan esas cosas; y es que claro la pobre tampoco entendió por qué mi padre ese año me sacó del internado y se empeñó cada noche, mientras ella dormía a mi bendita hermanita, en contarme un cuento antes de irse a dormir... y vaya cuentos los que todavía hoy mi papi cuenta a su niña. Duermo relajadita, relajadita.

Escríbanme solo mujeres que tengan las mismas experiencias o que tengan curiosidad por el incesto, que deseen experimentarlo, mi correo es rlmc2500@hotmail.com

Posdata: Si algún hombre desea agregarme primero debe de escribirme a mi correo contándome si ha tenido alguna experiencia de amor filial y agregarme a sus contactos pero quien no me escriba no le agregare a mis contactos.