Duerme conmigo otra noche

Segunda y última parte de este inolvidable relato. Prepara tu stereo y disfrútalo.

DUERME CONMIGO OTRA NOCHE

Quisiera comenzar agradeciendo a todos aquellos que se tomaron la molestia de valorar mi relato anterior. En verdad, no saben lo que sus comentarios significaron para mí, creanme que causaron una inmensa alegría cuando los leí uno a uno y pude darme cuenta de que hasta los experimentados escritores de Todorelatos les había gustado mi historia, mi primer historia. Gracias a ello es que me animé a escribir esta continuación, porque la primera parte había sido planeada como una sola y única experiencia que estaba dispuesto a compartir con ustedes. Muchísimas gracias. Para complacer a los que les gustó la idea de incluir las letras de las canciones, lo vuelvo hacer aquí aunque de una forma más moderada y espero más sexual, para que luego no digan: ¡Ke hueva! (¿me estás oyendo, inútil?)

Bueno, disfrútenla entonces y valórenla please, porque al parecer será la última. Mil gracias a todos.

RECOMENDACIÓN: Si quieren disfrutar este relato más vividamente, les sugiero que antes de leerlo consigan los siguientes temas: Simplemente amigos (Ana Gabriel), Bittersweet Symphony (The Verve), la versión en español de Ángel (Robbie Williams), Mírala, Míralo (Alejandra Guzmán) y Cuatro veces amor (de Lucero y Manuel Mijares). Pueden bajarlos por internet. No se arrepentirán.

CAP. 5

Siempre,

como ya es costumbre

día a día es igual.

No hay nada que decir,

ante la gente, es así:

amigos simplemente amigos

y nada más.

¿Pero quién sabe en realidad

lo que sucede entre los dos,

si cada quien, llegando la noche,

finge un adiós?

Cuanto daría por gritarles nuestro amor.

Decirles que al cerrar la puerta

nos amamos sin control,

que despertamos abrazados

con ganas de seguir amándonos,

pero es que en realidad

no aceptan nuestro amor.

Y mañana fue otro día. Había realizado mi sueño más erótico y me sentía feliz… Pero la duda llegó a mi mente: ¿Había sido un juego, un simple acostón, o esa pasión que profesamos bajo las sabanas de su cama podría ser el comienzo de algo más serio, más sentimental? Lo sabría pronto.

Siempre, con miradas

siempre nos damos todo el amor.

Hablamos sin hablar,

todo es silencio en nuestro andar,

amigos simplemente amigos y nada más.

¿Pero quién sabe en realidad

lo que sucede entre los dos,

si cada quien, llegando la noche,

finge un adiós?...

Llegué retrasado al salón de clases, pero con el trabajo de Literatura en la mano. Había pasado toda la madrugada componiendo poesía y escribiendo versos y versos de amor que me salían como hemorragias de sangre desde mi mente y desde mi corazón. Había estado inspirado toda la noche y en esa antología se veían los frutos de dos seres enamorados. Entré a mi grupo con la cabeza en alto, sonriente, irradiando energía y feliz por los aconteceres del día anterior. Percibí que el chico con quien había compartido mi cuerpo ya había llegado y me seguía con la vista hasta tomar asiento en la butaca. Quise, pero no pude voltear a verlo, dirigirle tan siquiera una mirada, porque algo en mi conciencia me lo impidió. Por un momento me sentí desnudo ante mis compañeros y creí que si lo miraba me delataría ante ellos, que se darían cuenta de lo que pasó, que mi mirada había cambiado y si lo veía a él descubriría ante todos la noche de pasión que tuvimos en su recamara. Todo el día traté de evitarlo, de no verlo y de que no supiera que lo veía. Me rodeé aún más de mi grupo de amigos, y él hizo lo mismo. Por cierto, agradecí a Maricela el compacto tan hermoso que nos había prestado, pero ella me respondió con una cara de extrañeza.

-¿Compacto? Yo no le presté a nadie ningún compacto.

Supuse entonces que todo había sido obra del mismo hombre que me había hecho suyo, que había planeado todo, que me engatusó como araña tejiendo su red y que yo, cual pendejo mosquito, había caído en su trampa. ¿Y esto me molestaba? Creo que no, el "cómo" me era indiferente, todo lo que para mí contaba era el "qué" había resultado de eso. Pero tarde o temprano tenía que volver a verlo, y saber entonces que futuro había entre nosotros.

Cuanto daría por gritarles nuestro amor.

Decirles que al cerrar la puerta

nos amamos sin control,

que despertamos abrazados,

con ganas de seguir amándonos,

pero es que en realidad

no aceptan nuestro amor.

El corazón me palpitaba como redobles de tambores anunciando el inicio de la batalla mientras veía como el minutero de mi reloj se acercaba poco a poco a la hora de salida. El encuentro después de clases obviamente resultaría inevitable. ¡Y el timbre sonó! Y todos los estudiantes salieron de los salones rumbo a los pasillos, los patios, los baños y los estacionamientos de la escuela. El chico de mis sueños y de mi realidad salió entre todos ellos, y pronto lo perdí de vista. Los altavoces comenzaron a emitir melodías. El horario escolar había finalizado. La calma volvió a mí y pude reconocer los acordes de la primera canción, se trataba de Agridulce Sinfonía ( Bittersweet Symphony ), pero antes de dejar la escuela tuve la imperiosa necesidad de pasar a los baños. Mi aparato urinario, tal vez por verdadera necesidad o por mero nerviosismo, me exigía pasar unos segundos al W.C.

Entré y solo había un chavo en los urinarios, con su mano derecha se sacudía la mejor parte de su anatomía y yo con paso lento caminé hacia ellos. Bajé el cierre de mi pantalón y el tipo dio media vuelta hacia los lavamanos para después dirigirse a la salida. Hice lo que tenía que hacer mientras continuaba oyendo por los altavoces de la escuela esa canción que, absurdamente y sin saber por qué, me hizo recordar mis vivencias de un descubrimiento homosexual.

Me dirigí al lavabo, y sosteniendo el agua entre mis manos, sumergí la cara entre ellas para refrescarme un poco, pero cuando levanté el rostro y abrí mis ojos, lo que vi reflejado en el espejo fue la figura sensual y masculina del chico que me había quitado la virginidad, ahí, tras de mí, cruzado de brazos y con la mochila al hombro.

-¿Cómo estás? –preguntó sonriente. Yo di media vuelta y dudé en contestar.

-Bien. ¿Y tú?

-Te estaba esperando –dijo él.

-¿Puedo saber para qué?

-¿No te lo imaginas? –preguntó acercándose a mí- Recuerda que no hay nadie en mi casa –me dijo al oído mientras su mano derecha me quitaba algunas gotas de agua que escurrían sobre mi cara.

-Ni aquí tampoco –le respondí haciéndome el valiente y lanzándome a probar sus rojos y apetecibles labios una vez más, que me atraían como el imán atrae al metal.

-Pero aquí estaremos incómodos para lo que planeo hacer contigo –me dijo picaramente. Pero en vez de sentirme alagado me sentí ofendido.

-¿Así que solo es eso, no? ¿Solo soy tu juguete sexual, la cuerda donde secas tus sueños mojados?

-¡Claro que no, guey! –me contestó tomándome de la mano- Tú significas mucho para mí. Nunca me había gustado un "man" hasta que te conocí a ti, y nunca había sentido nada parecido a lo que siento contigo. Pero no niego que me pone caliente el solo recordar todo lo que hicimos ayer, y la mera verdad, quiero que se repita. Por favor, niño, duerme conmigo otra noche.

Bueno, con esas palabras todo el enfoque cambiaba. Su carita de ángel suplicante me hizo odiarme. ¿Cómo podía ser tan orgulloso con alguien al que había deseado desde hacía tanto tiempo? Así que no lo dude más y lo volví a besar en señal de que aceptaba su propuesta. Además, ¿quién se le podía negar a este bombón? Si no lo disfrutaba yo, seguramente otro lo haría. Agradecido estaba, que fuera yo y no una chica cualquiera, la que tuviera la palanca de ese remolque de pasión entre las piernas.

Lo tenía abrazado de la cintura mientras su lengua hurgaba en mi boca y yo saboreaba sus labios, cuando de pronto, oímos que alguien bajó la palanca del contenedor de agua de los excusados y la puerta de uno de los compartimentos se abrió lentamente. Él y yo nos quedamos en shock y solo atinamos a separarnos. ¡Dios mío, quien salió del servicio fue… nuestro Profesor de Literatura! Sí, el mismo hombre treintañero de barba de candado y aspecto amable, el mismo culpable de habernos hecho pasar del apretón de manos al estremecimiento de nuestros cuerpos, el mismo que juntó el día con la noche, el mismo al que debíamos un reciente autodescubrimiento y una incansable sesión de sexo. Me hubiera gustado ser él para ver las caras de espanto y vergüenza que hicimos mi compañero y yo al tenerlo frente a nosotros.

Mi chico se mordió los labios y se recargó en la pared frente a los lavamanos, y yo hice lo mismo en la barra que contenía a estos, pero de espaldas a los espejos, agachando la vista y esperando las crueles palabras que darían inicio al escándalo social.

-¡Vaya, no creí que el trabajo de mi clase sirviera para juntar parejas! –dijo el maestro con voz tranquila mientras se dirigía a lavarse las manos- Por lo que oído, ayer hicieron más que componer poesía ¿verdad? –continuamos callados aunque los dos queríamos decir algo pero no sabíamos qué- Bien, jóvenes, espero que sus versos muestren el romanticismo o la pasión que vivieron anoche y valga la pena tanto desperdicio de hombres. Con permiso, que tengan una excelente tarde… -y sin decir más, salió del lugar

CAP. 6

La melodía aún continuaba y juro que nosotros nos quedamos ahí sin decir nada uno al otro. Dos chicos entraron y lo saludaron, yo hice como qué buscaba algo en mi mochila y él encendió un cigarrillo. Dios santo, se veía tan sexy hasta cuando fumaba. Solo nos veíamos y nuestras miradas eran desviadas al piso, como queriendo encontrar la respuesta a tantas dudas que nos asaltaban en este momento. Los chavos salieron y el se llevó el pelo hacia atrás con la dos manos y dio un puñetazo a la pared que me dolió hasta el alma. Estaba avergonzado. Sí, le importaba lo qué se iba a pensar y decir de él. Claro que a mí también me importaba y eso nos preocupaba a los dos. Creo que el arrepentimiento hacía su aparición por vez primera en nuestros corazones. Esto había sido la típica calentura que venía acompañada del sentimiento de culpa.

Tomé mi mochila con actitud de irme, pero él me lo impidió jalándome de la camisa y tomándome de los brazos me dijo con talante serio.

-Espera… Creo que al profesor no le importó lo que oyó... Y a mí tampoco me importa lo que haya oído –me dijo mostrándome una leve sonrisa-. Si quieres mañana hablamos con él y listo, pero ¿entonces qué, vienes conmigo a mi casa?

-¿Estás seguro?

-Completamente. Además él es culpable de lo que estamos haciendo, y no compré otra caja de condones para dejarlos guardados en mi tocador –dijo soltando al fin la carcajada.

-Quiero preguntarte algo –le dije-: ¿El disco que escuchamos anoche es tuyo, verdad? ¿Lo pusiste a propósito?

-Mmmmm… en realidad no es mío. Es de mi hermana, pero lo consideré prudente para conquistarte.

-Dirás "para calentarme", porque ya desde mucho antes me habías conquistado –le dije al tiempo que me colgaba de su cuello, le quitaba el cigarrillo de la boca y le robaba otro de sus besos.

Él también me besó y de paso, me dio un fuerte apretón de nalgas que, no es por nada, pero están igual de apetecibles que las de él. Y a pesar de los riesgos que implicaba, seguimos fajando en el baño porque sinceramente no podíamos dejar de vernos y desearnos, tratando de hacer el menor ruido posible, haciendo del silencio cómplice de nuestros mormullos de excitación.

El maestro de Literatura en verdad no daría problemas. Era más tolerante de lo que pensamos. Se portó comprensivo y discreto. Y para su fortuna o desgracia, cuando los dos faltábamos a clase, era el único que sabía qué mejores y más placenteras cosas nos encontrábamos haciendo en esos momentos. ¿Y para los que aún se preguntan si aprobamos su trabajo? Les diré que mi chico y yo sacamos la máxima calificación en mi país: el 10.

Creo que mi pudor fue el único factor que impidió que termináramos cojiendo ahí mismo en los baños de la escuela. En vez de eso, partimos cada quien por su lado para encontrarnos minutos más tarde en la calidez de su cuarto y en la comodidad de su cama. Ese inmortal disco de su hermana nos recibió mientras colocábamos nuestras mochilas en un rincón y comenzó a entonar para nosotros la versión en español de Ángel de Robbie Williams.

Así es la ley,

hay un ángel

hecho para mí.

Te conocí,

el llanto se me fue

tal como llegó

Él se acercó a mí al compás de la música, me besó tiernamente mientras me desabotonaba la camisa blanca del uniforme. Yo hice lo mismo con la suya. Ambas prendas cayeron al piso al igual que los pantalones, y sintiendo de nuevo el roce de su piel, me abrazó con afecto y me condujo hasta quedar recostados en su cama. Algunos minutos continuamos así, sin pasar de los besos y las caricias, recorriendo con las yemas de los dedos el cuerpo completo, evitando tocar dos poderosas erecciones que servirían para algo más que ser palpadas. Tocaba la dureza de su abdomen y mordía la aureola de uno de sus pezones. Él me acariciaba el pelo y recorrió después mi espalda con la punta de su lengua. El hombre de mis fantasías cumplidas quedó boca arriba y yo me coloqué encima, sin prisas comencé a bajar hasta su entrepierna y mientras acariciaba la parte interna de sus muslos con una mano, con la otra comencé a bajar el bóxer que ahora llevaba, dejando un poderoso y apetecible miembro digno de tener una escultura en un museo, totalmente rígido y apuntando hacia mi boca. Los jugos lubricantes habían comenzado a surgir y separó aún más sus piernas para ofrecerme tan delicioso bocado.

Ahora ese cacho de carne caliente entró con menos dificultad que la primera vez. Lo chupé como se chupa una paleta de caramelo queriendo llegar al chicle del centro, lo saboree como se saborea un helado de fresa o chocolate, lo disfruté como se disfruta una paleta de leche en pleno verano. En fin, hice que gimiera, gritará y casi se incorpora para asfixiarme con su virilidad cuando llegó al orgasmo y se corrió como solo alguien en abstinencia por muchas semanas lo hace cuando vuelve a disfrutar del sexo. ¿De dónde aprendí hacer esto? No lo sé, él fue el primer hombre en mi boca y en mi trasero, así que solo puedo decir que fue un instinto natural el saber hacer una mamada tan rica y exquisita como la que aprendí hacer en esa segunda ocasión que estuvimos juntos.

-¡Qué rico mamas, cabrón! ¡Gracias! –me dijo e intentó hacer lo mismo conmigo.

Y digo intentó porque lo hizo… "bien", pero nada más. Su boquita era buena para besar, no para... lo demás. No era tan perfecto después de todo, pero no importaba. En nuestra relación eso me tocaría a mí, más sin embargo, lo que él sabía hacer muy bien era lo otro, sabía como hacer sentir hormiguitas por todo el cuerpo, estrellitas en la cabeza y sensaciones desconocidas para mí hasta que compartí la cama con él. Mi chico sabía coger muy bien, y perdón por la comparación, pero hacía el amor como los ángeles. Recuerdo que la primera vez que lo hicimos agradecí en mi mente el entrenamiento que había tenido con seguramente algunas mujeres. Porque gracias a eso yo disfrutaba de su presente y su experiencia a nuestra corta edad. Teníamos 17 años y nos amábamos como personas mayores.

Piernas abrazadas a su espalda, me ensartó como dicen algunos se coge como hombre, de frente, cara a cara, perdiéndome en sus ojos mientras sus pestañas abanicaban los míos. Sintiéndome poseído y encadenado a la cama por sus fuertes y musculosos brazos. Sintiendo su cabello ondulado deslizarse sobre mi cara en cada mete y saca, en cada sube y baja de su cadera. Me besaba y me decía cuanto lo estaba disfrutando.

-¡No mames, guey, aprietas bien chingón!

Me volvía a besar y yo, con mi manos en sus suaves nalgas, lo volvía a traer hacia mi alma abierta, con sus partes endurecidas entrando una y otra vez dentro de mí, golpeando con toda la potencia que nuestros cuerpos adolescentes permitían, bajo las sabanas de su cama, desfalleciendo y reviviendo en cada movimiento sexual, en cada golpe de pasión, en cada entrega de su amor...

De nuevo tú

te cuelas en mis huesos,

dejándome tu beso

junto al corazón.

Y otra vez tú,

abriéndome tus alas,

me sacas de las malas

rachas de dolor.

Porque tú eres

el ángel que quiero yo.

CAP. 7

¡ Mírala, míralo! de Alejandra Guzmán acompañó la penetración. Y entonces lo monté como se debe montar a un vaquero, y cabalgué sobre su verga como se cabalga a un potro salvaje. Yo lo hacía disfrutar del mismo modo que él me hacía disfrutar a mí. En esa segunda vez ya no hubo miedo de hacer algo prohibido, ya no hubo timidez de mi parte por abandonarme a su cuerpo, por sentirlo dentro, por tocarlo fuera.

Era cierto, dos cuerpos de hombres bellos preferían entregarse entre sí que compartirlos con alguna chica. El profesor de Literatura tenía razón: ¡Qué desperdicio de hombres! A la vista él era un ángel desnudo bañado en sudor , envuelto en un combate celestial sobre la cama.

- No te pares, por favor –trató de decirme en medio de sus gemidos.

Tantas noches durmiendo con su recuerdo, tantas masturbaciones nocturnas que mojaban mi mano, no se comparaban a esta realidad ansiada ni a este instante de gozo. Yo me agitaba y también pedía más, moría y renacía de entre las cenizas, volviéndolo a encelar . Cosas del destino, ahora nos amábamos cuando antes ni nos ignorábamos. En plena penumbra la cama era una hoguera encendida, y sobre ella estaba él totalmente desnudo, era bello, bello, bello, más que el firmamento, como un millón de estrellas . Su rostro hermoso, sonrisa perfecta, mirada intensa. Era bello, peligroso y bello, mucho más de la cuenta . Tendría que gritar, pero me mordería la lengua, porque como me gustaba ese hombre, como disfrutaba con cada minuto que seguía a su lado, con cada contacto de su piel entrando y saliendo de mi cuerpo desesperado. Rodamos por la cama y adoptamos nuevas posiciones. Me desenredaba y me volvía a enredar. Me había convertido en una medusa bajo la marea, a punto de naufragar .

A estas alturas ¿creen que se merecen conocer el nombre de mi chico? ¿Mi nombre quizá? No, eso no cambiaría en nada el sentimiento que hasta ahora florece en su alma. No busco publicidad y sería intrascendente. Confórmense con saber que el orgasmo nos llegó a los dos y una poderosa explosión de vida inundó mis entrañas, un potente chorro de lava que salió de mi cuerpo ardiente le mojó el abdomen. Caímos fundidos en un beso, abrazando nuestros cuerpos de adolescentes y con un futuro indescifrable sobre sus sabanas, sobre su cama matrimonial, nuestra cama desde ahora, donde él dormiría a mi lado, donde me abrazaría a una escultura real, a su cuerpo fibroso y dorado, a nuestras almas desnudas donde ahora latiría un solo corazón. Y en ese atardecer del firmamento, en ese amanecer para un nuevo destino, el disco tocó para nosotros la última de sus canciones: Cuatro veces amor .

Amor,

cuatro letras tan sencillas de hilvanar.

Amor,

palabra que no quieres pronunciar.

Amor,

cuatro letras imposibles de atrapar.

Amor,

cuatro mil caricias nuevas que inventar.

Y yo en franca desesperación

soñando con abrirte el corazón

para saber si me has mentido

o a otro ser has prometido

Amor, amor,

amor… Amor.

MI VIDA, SIEMPRE HAY UN MAÑANA Y LA VIDA NOS DA OTRA OPORTUNIDAD PARA HACER LAS COSAS BIEN, PERO SI ME EQUIVOCO Y HOY ES TODO LO QUE NOS QUEDA, ME GUSTARÍA DECIRTE: CUANTO ¡TE

QUIERO!, Y ROBARTE UN BESO PURO Y SINCERO.

Amor,

cuatro noches que multiplicar.

Amor,

cuatro besos que se dan de par en par.

Amor,

cuatro pasos que no quieren regresar.

Amor,

una historia imposible de olvidar.

A más de un año del inicio, aún continuamos amándonos como el primer día... Gracias a ustedes por "escuchar" mi historia

Y yo en franca desesperación

soñando con abrirte el corazón

para saber si has mentido

o a otro ser has prometido.

Y yo pierdo a golpes la razón

y convierto en rabia mi obsesión.

Mi fantasía me abandona

y el alma se me desmorona

por culpa del amor

por culpa del amor

-FyN-