Duendes
Soy una mujer de aventuras extrañas y de fantasía, esta vez, con amiguitos duendes en Europa. Soy deportista profesional y entreno a chicos en su deporte favorito, football.
Duendes
Habían llegado las vacaciones de navidad, así que dejé mi trabajo de entrenadora de football para descansar. A pesar de ser joven, no tengo familia; pues murieron en un accidente dejándome una buena herencia, por ello vivo para lo que me gusta, el deporte. Sin embargo, la navidad es muy ruidosa en Colombia, así que me gusta viajar a otros países, nunca pensé que el norte europeo fuera tan hermoso, y más en invierno. El frio no me importa antes me encanta, su aroma y delicadeza es apacible y reconfortante. Recorrí gran parte de esos países hasta llegar a Irlanda. Allí decidí quedarme en una cabaña asilada de todo, cerca a un lago frio para nadar y quemar muchas calorías. Me gustaba trotar porque nadar era imposible en esta época del año, así que dejé el agua fría sólo para la ducha.
Fue una noche cuando comenzó a ocurrir la aventura, eran las cinco de la tarde y había hecho mis ejercicios diarios, así que me recosté en el mueble de la sala a leer un rato, en medio de eso sonaron ruidos extraños en la puerta, inmediatamente tomé mi arma de seguridad personal y me escondí, pero nada ocurrió. Un poco alarmada decidí cerrar todas las puertas y ventanas con seguro; no había podido leer mucho y ya no quería, así que subí a mi cuarto a tomar una ducha, las prendas de vestir deportivas se ciñen a mi cuerpo, pero son impermeables, de esta forma no me da frio; esto sólo lo reservo al baño. Antes de bañarme, no olvidé encender las cámaras de seguridad de la cabaña, pues me gusta estar al tanto de lo que sucede.
Me quite la ropa y estaba desnuda, le contacto frio del agua con mi piel me estremece, pues se afirma y siento cómo todos mis músculos se acomodan en su posición de una forma perfecta; los músculos que más trabajo son mis piernas, estas son más gruesas que las de una chica normal, no obstante trabajo el resto de mi cuerpo con esfuerzo. A mis 24 años soy una mujer muy atlética y con mucha seriedad, no tengo novio porque los hombres son idiotas que sólo piensan en sexo sin dar nada interesante. Cuando sea más grande tal vez busque enamorarme. Volviendo al tema, el agua fría sobre mis pechos los afirma, la piel se pone más blanca y los pezones mas rosados, eso me agrada y excita un poco; pero lo mejor, es salir del baño con mi mente clara y el cuerpo activo. Miré en las cámaras y no hay nada, así que, siendo ya las siete de la noche, vi un capítulo de la serie que me gusta y me acosté a dormir.
Estaba dispuesta a dormir cuando escuche la puerta de abajo, inmediatamente salte de mi cama al laptop para ver la cámara, la puerta estaba cerrada y no se veía nadie. Deje mi arma cerca y me acosté, pero le quité el seguro a la venta, así podría huir de ahí de forma más fácil si algo sucede. Fue el mejor error que cometí en ese tiempo. A medianoche, la ventana fue abierta lentamente ale frio entro a mi habitación, yo estaba dormida y la costumbre al frio no permitió que me despertara por el viento que entró. Siempre he creído en cosas espirituales y mitológicas, pero en ese momento estaba por verlo y sentirlo de primera mano. Sin despertarme, la criaturita se acercó a la cabecera de la cama y me miró de cerca, yo no me percaté de nada en ese momento. Pero él sí me estaba viendo, removió las cobijas y sólo quede yo en pijama, mi pijama era enteriza y de ositos, así que no deja mucho a la imaginación, pero a los duendes les sobra. Tienen formas muy sutiles y suaves de llevar a cabo sus planes, pues amarró mis piernas sin desvestirme a cada extremo de la cama dejándome boca arriba y con mis extremidades bajas un poco separadas. Mis brazos pasaron por lo mismo, logró atarlos a la cabecera de la cama. En ese momento fue que comencé a despertar.
Lo primero que vi fue el techo, luego sentí frio y me percaté de la incapacidad que tenía para moverme. Me asusté, no sabía qué estaba pasando y esperaba que en cualquier momento apreciara un grupo de hombres a hacer quién sabe qué cosas conmigo. Pero apareció una pequeña sombra en el borde de la cama, me asusté menos, pues sólo se limitó a mirarme. Cuando reaccioné al susto y me ‘calmé’, vi que era pequeño, me llegaría a la cintura, con ojos negros saltones, orejas grandes y puntudas, musculoso a su estatura; pero me asombró la pasividad de sus ojos, no podría ver sus intenciones. Se movió más cerca y en ese momento entró viento por la ventana, se estremecieron las cortinas y la luz de la luna iluminó momentáneamente a mi acechante, dejándome ver un verde mate que contrasta con sus ojos. Un duende, dije entre pensamientos, y me estremecí del miedo al pensar que su objetivo sería sacrificarme o hacerme daño, subió a la cama y yo sólo podía sacudir mi cuerpo, por más fuerza que tuviera no podría soltar los amarres que me hizo. Sin aliento me quedé cuando se arrodillo encima mío y comenzó a bajar la cremallera de mi pijama, no sabía qué hacer, así que sólo miré lo que ocurría.
Cada segundo pasaba lento, la cremallera bajaba desde el cuello hasta la cintura, pero parecía una eternidad. A medida que bajaba más, el viento frio iba invadiendo mi cuerpo encogiendo mi piel y mis senos, luego acariciando mi abdomen hasta llegar a la pelvis, quedó la abertura de mi pijama a su disposición; aunque aun cubría mis senos, los apartaba un poco dejando que el frio los acariciara. Allí, quieta, decidí abrir los ojos y vi pequeña cabeza asomándose entre las dos montañas que se asomaban en mi pecho. Vi cómo se acercaba a mi cara, pasando por encima de mis pechos, hasta quedar frente a frente, sus ojos eran tan negros que penetraban mi alma, al verlos tan de cerca me quedé estupefacta, no podía moverme, ni quería; estaba perdida entre sus ojos y sin darme cuenta, la única parte de mi cuerpo que reaccionó fue mi lengua, humedeciendo mis labios secos del miedo y la incertidumbre. Se dio cuenta de mi movimiento, y entonces vi cómo de esa pequeña cabeza se abría su boca levemente, y salió una lengua oscura que lamio mis labios.
La sensación fue como cuando me baño en ducha fría, un shock que recorrió mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies alterando todos los músculos de mi cuerpo. No sabía qué pensar, pero mis pezones y mi boca sí, pues mis labios se abrieron levemente como una puerta que se abre cuando insertan su código correctamente, su legua se deslizó, mojando mis labios con su saliva hasta que más adentro su boca hizo contacto con la mía; sus labios eran más pequeños, pero fríos, y su lengua era áspera y de sabor dulce amargoso, como a lo que sabe las brevas y no esperaba que supiera a eso. Sentí su lengua acariciar mis dientes, y entonces cerré mis labios con cariño para saborear ese dulce sabor, no podía creerlo, estaba besándolo, y él estaba besándome. Su lengua tocó la mía y era como si un helado dulce se estuviera moviendo en mi lengua, fue instintivo que mi lengua subió por la suya hasta sus fríos labios y los humedeció. Fue ahí cuando se aparto de mi rostro, de alguna forma yo quería seguir, pero él no y sólo siguió mirándome. Yo lo miraba, asombrada de lo que acababa de suceder y pensando qué seguiría.
No pasó mucho tiempo antes de que una pequeña mano, como la mitad de la mía, aparatara el lado derecho de mi pijama dejando expuesto mi seno, y sin dejar de mirarme con sus penetrantes ojos, acarició el rosado y duro pezón descubierto haciendo que mi espalda se arqueara hacía él, sólo pude cerrar mis labios y morder el inferior, mis piernas me pedían estar cerradas, pero los amarres no me dejaban, así que eché la cabeza para atrás dejando que mi pijama se abriera más y mis dos senos quedaran expuestos. El duende se abalanzó sobre mi cuello, lamiéndolo con su fría lengua y, con su mano en mi otro pezón; sentí húmedo mi cuerpo, pero no sabía si era de mi sudor o el de él, o los dos tal vez. Mi corazón estaba a mil y mi mente estaba nula, pero mis sentidos estaban a flor de piel, sentí que comenzó a bajar más, su lengua llegó a mis senos y los lamió sin dudarlo, su lengua áspera excitaba la sensibilidad de mis partes, eran más grandes que su cabeza, pero su lengua era más grande que mi cuerpo. Arqueada del placer sentí un fuego que estremeció mi cuerpo, pues una de sus manos estaba bajando por mi abdomen, y sin recordarlo, sonó la alarma de mi despertador asustándolo, él saltó por la ventana de un solo brincó y huyó, apenas salió, mis manos y pies quedaron libres, pero mi alma quedó presa y no pude moverme por un rato.
Cuando desperté, ya eran las ocho de la mañana, no puede evitar mirarme en el espejo y ver si tenia algo raro, pero no tenía nada, no olía a nada raro, pero sí estaba toda sudada. Me bañé y desayuné; mi mente seguía pensando en él, en el sabor de su lengua, y se preguntaba ¿qué más sabores tendrá? La investigación por internet sólo me daba información que no correspondía con lo vivido, mostraba a los duendes como algo malo, pero él fue amable; pues, omitiendo las ataduras, que no eran reales sino como un encanto o algo así, me dio mucho placer y tranquilidad. También observé detenidamente las cámaras, fue cuando vi cómo entró y lo que hizo mientras yo dormía. Ese día no fui a hacer ejercicio, fui a la biblioteca local a averiguar sobre duendes, y encontré algo interesante, decía que un duende puede ser bondadoso dependiendo de la bondad de la invitación, además, que se le invita a un duende dejando una ventana abierta. Yo no la dejé abierta, pero si se la dejé desasegurada.
Cuando volví a mi casa volaban mis pensamientos, qué debería hacer, qué debería no hacer. Pero la curiosidad humana es impasible. Llegó la noche, me bañe de nuevo recordando la sensación que me dio con su beso, terminé rápido y me vestí, dejé mi arma cerca, me acosté dejando la ventana abierta, también puse la alarma a las cuatro de la mañana porque no quería que se quedara largo tiempo. Llegó la media noche, y yo estaba despierta con mi pijama de osos, esperando su entrada. Fue cuando vi una pequeña cabeza asomándose por la ventana, no sabía qué hacer, si hablarle o no decir nada, mi corazón se aceleró, pero sólo me quedé sentada en la cama. Entró en la habitación con timidez, entonces le dije -ven, puedes acercarte-. Inmediatamente saltó a la cama y quedó frente a mi, dejé las cortinas abiertas para que la luz de la luna entrara y así pudiera verlo mejor, yo estaba sentada con las piernas cruzadas y el estaba de pie frente a mi, con sus ojos negros, hipnotizándome, miré abajo y no tenía entrepierna, pero eso no me importó, nos miramos por unos minutos y entonces le pregunté, casi sin habla, si él tenía nombre; no dijo nada, sólo miró mi pijama. Me acomodé de rodillas ante él y le pregunté, - ¿quieres esto? - Abrí nerviosa mi pijama, por mi misma, quería que me viera, que me besara, que me lamiera, así que lo hice lento, como él me lo hizo a mi, bajé la cremallera muy despacio y se quedó viendo. Cuando terminé, saque mis brazos y quedó todo mi cuerpo superior al aire frio, mis senos firmes y excitados quedaban frente a su rostro, pero él no hizo nada, me acerque más, nerviosa, y me puse frente a su cara, abrí mi boca, le extendí mi lengua y lamí sus labios. Eran fríos como el hielo, pero eso me excitó más, los humedecí y entonces lo besé de nuevo, era una locura, mi cuerpo temblaba al sentir sus labios entre los míos, y que esta vez mi lengua estuviera dentro de su boca; se sentía fría y cálida a la vez, el sabor de su saliva me agradaba, entre más lo besaba más quería su dulce sabor, así que lo abrace, su cuerpo pequeño era muy liso, lo apreté contra mi senos, y el puso su brazos alrededor de ellos, como si sostuviera dos bolas grandes, mi deseo sexual crecía, y mis besos aceleraban el ritmo, mi lengua salía y entraba con deseo cada vez más fuerte, así que inconscientemente, al tenerlo abrazado, me fue fácil acostarlo y estar sobre él. Mis senos reposaban sobre su pequeño cuerpo, pero mi boca sobre la suya, mi salvia salía de mi boca y entraba a la de él al movimiento al ritmo de lo que hacía sobre mis pezones, me estaba volviendo loca, quería algo más, pero no sé qué más podría darme.
Recordé, entonces, que todo dependía de la bondad de la invitación, mi mente no dudó en decirle -soy toda tuya, hazme lo que quieras-, sus pequeñas piernas estaban abiertas alrededor de mi abdomen y, cuando dije eso, comencé a sentir que algo crecía y pegaba contra mis abdominales, yo sabía qué era, y sonreí sin dejar de besarlo, pero con mi mano lo agarré, fue mi sorpresa cuando sentí un gran miembro en mi mano; y, cuando se lo apreté, soltó un lindo gemido junto con la frase -es todo tuyo-. Comenzó a sudar, y de su boca lubricaba más saliva, su sudor salía por todos u cuerpo y era un poco viscoso; yo, besándolo, no dejaba de tragar su saliva, ese dulce me excitaba cada vez más, mi mano recorría su miembro que se alanzaba a salir de ella, no pensé que la tuviera grande, su sudor estaba sobre mi cuerpo, su viscosidad era una sensación extraña en mi cuerpo, mis senos estaban todos mojados y el frio los afirmaba cada vez más; mi abdomen, tocando su miembro también, se mojó del liquido viscoso que salía de él. Mi mano se deslizaba por su miembro más fácil, y fue entonces que me di cuenta de su función lubricante, pues estaba excitado. Mi mente no divagó ni dudó en hacer que mis labios se deslizaran de su boca a su diminuto cuello, eso le encantó, pues mis senos quedaron en su miembro, sólo le dije -apenas comienza- apreté mis senos a su miembro y los moví arriba-abajo, sus manos tomaron mi cabeza y yo sólo podía lamer su cuello, el liquido viscoso no me daba asco, también sabía a brevas, todo de él sabe bien; era como si me alimentara, y también podía lamerlo sin detenerme. La velocidad de mis senos iba aumentando, y así él aumentaba su respiración hasta el punto en que comenzó a arquear su cuerpo para introducir su miembro más profundo entre mi senos, la punta toco mi mentón y notuve de otra que bajar mi rostro, cada vez que subía entre mis senos, la cabeza de su miembro tocaba mis labios. Ella contrastaba con el resto de su cuerpo, pues era grande y caliente; por unos momentos dude en hacerlo, pero lentamente abrí mis labios de nuevo, se dio cuenta y se esforzó porque su cabeza alcanzara más mi boca y, cada vez que llegaba, entraba un poco. Solté mis senos y bajé mi boca dejando que su miembro entrara en ella, estaba mamándosela a un duende, y sabía muy rico, cerré mis ojos y disfruté de su sabor, pues era similar pero menos amargo; mi lengua, se movía como loca intentando enrollarse en él, pero era más grueso que ella, sin embargo, la pasé por todo su miembro, juro que mi entrepierna estaba en llamas, quería tenerlo en mi. Mientras lo pensaba, de alguna forma me dio la vuelta, y quedó encima mío de nuevo, tomó con sus brazos mi cabeza y comenzó a moverse hacia adentro con mucha rapidez, era muy rápido y no me dejaba respirar, era con tanta fuerza que su cuerpo pegaba en mis labios y no pida hacer nada, mi boca estaba tan lubricada que se deslizaba fácil. Sin embargo, me incomodaba porque su miembro tenía una curva hacia arriba, así, hice que él diera la vuelta y yo me moví hasta que mi cabeza quedara en el borde de la almohada, entonces la pude reclinar más hacia atrás dejando que cayera un poco por el borde y la almohada quedara debajo de mi cuello y espalda, de esta forma su curva no me molestaría y entraría más fácil, lo que no me esperaba es que la posición en la que quedó él le permitiría jugar con mis pezones de nuevo, no bajó la intensidad de la velocidad, y sí lamia mis senos llenándolos de su rica saliva, era tanta la que le salía que se deslizaba por mi cuello y, por momentos, entraba en mi boca, la mezcla de sabores me volvía más loca, deseaba que me tocara en mi intimidad, pero su brazo no alcanzaba, pero los míos si alcanzaban a tocarlo por la espalda, subí por ella mientras se movía con agitación y rapidez hasta su cola, era chiquita y huesuda, pero sus testículos no, golpeaban contra mi cara, y quería tenérselos, eran tibios y grandes pero cuando se los cogí, saltó la alarma de nuevo, asustándolo y huyendo de nuevo.
Me maldije a mi misma, pues me había quedado iniciada. Y él también. No había dormido nada, así que me acosté así, sudada, y dormí hasta la tarde. Cuando me desperté, estaba decidida, dejaría que me hiciera toda suya esta vez. Cambié las sabanas, comí algo ligero, y me bañé para estar con la piel muy firme para él. Dejé de nuevo la ventana abierta, y una luz muy tenue, pero no aparecía; me asomé por la ventana, y vi una pequeña sombra entre los arboles, era él pero no venía. Esa noche había decidido no ponerme pijama, sino que estaba desnuda entre las sabanas. Pero sino venía qué podría hacer, de repente movió su mano, llamándome para que fuera; la investigación decía que eso nunca pasaba. Pero él ya me había follado la boca, no me haría daño. Me enrollé en la sabana y salí, el frio sobrecogió mi piel, pero me gusta, me estaba acercando al los arboles y sentí excitación del momento, él se adentro al bosque y yo lo seguí, me estaba llevando a su casa y yo ya había decidido comprarme la cabaña. No fue muy lejos, llegamos a un claro donde él estaba en la mitad y la luna pegaba con intensidad, se veía todo en el claro, así que cuando salí de los arboles para llegar hasta donde él estaba, me quité la sabana y caminé desnuda hacía él. Cuando vio eso, se excito. Llegué hasta él y me arrodillé, quedando en pose de perra, meneaba mi cola por diversión sin darme cuenta que estaba invitando a acercarse a otros cuatro duendes más. Ya estaba frente a mi macho, a punto de besarlo, abrí mi boca y lo besé tomando entre mis manos su miembro, fue entonces cuando sentí otras manos, estaban en mis senos, mi cola, mi espalda, mis piernas. Me asusté mucho y caí de espaldas para verlos, boca arriba con mis senos a la luna pude verlos, eran todos iguales y estaba excitados, pero en mi susto lo que hice fue recostar mi cabeza en el suelo y abrir mis piernas, comencé a sudar cuando sentí sus manos por todo mi cuerpo, uno de ellos se subió en mi abdomen y se sentó a manosear mis senos, otros estaban tocándome las piernas, demasiada excitación en ese punto, pues sus manos subían hasta mis partes intimas y bajaban, otro agarró mi otra pierna y la comenzó a lamer; ya no sabía cuál de todos era mi duende, sino que yo era de los duendes.