Duelo de palabras (3)

Aceptar las cosas tiene sus consecuencias, buenas o malas, pero las tiene. Tan solo hay que saber aprovecharlas y sacarle el mayor partido.

Me sentía como si flotará, mi cuerpo era incapaz de reaccionar, solo era capaz de recibir todas aquellas caricias que me estaba dando. Sus manos me recorrían entera, sin dejar un rincón por explorar con sus dedos, les sentía en todas partes, estaba envuelta bajo su hechizo. No eran necesarias las palabras, él sabía lo que pasaba por mi mente y, aunque yo no fuese consciente de ello, sabía lo que mi cuerpo anhelaba. Jugaba con mis pechos, rodeándolos, sopesándolos, masajeándolos y pellizcando los tensos pezones en el momento justo mandando pequeñas descargas hacia mi bajo vientre. Recorría el camino descendente hacia mi ombligo, los finos trazos de sus dedos me erizaban gustosamente la piel, no podía quedarme quieta sabiendo lo que se avecinaba. Sabiendo que yo estaba expectante por su próxima parada sobre mi cuerpo fue algo malo conmigo, volvió a subir por mi torso, siguió por mis brazos lentamente para llegar a mis manos. Se recreó acariciándolas, suavemente, y acabó entrelazando nuestros dedos.

- ¿Cómo te encuentras, preciosa? ¿Más relajada?

- Sí, definitivamente, necesitaba algo así…

- Lo sé, cariño. Recuerda que sé cómo darte placer, tu cuerpo me habla

Intenté soltarme pero él lo impidió, apretó ligeramente sus dedos y sentí cómo se tenso su cuerpo bajo el mío.

- Déjame ir, por favor

- ¿Por qué? ¿De nuevo quieres huir? ¿Crees que te voy a dejar escapar otra vez?

- Por favor, suéltame. Quiero ser yo quien recorra tu cuerpo como has hecho conmigo, por favor…

Sentí como sus músculos se relajaban de nuevo y su agarre aflojó un poco.

- No tienes qué hacer nada, sólo quiero que disfrutes de esto, preciosa.

- Estoy disfrutando pero también quiero que tu sientas este mismo…

- ¿Este mismo…?

- No sé cómo puedo explicar lo que me haces sentir. Me tienes al límite, nunca creí que podría llegar a sentirme así, tus manos me están enloqueciendo y yo quiero hacerte sentir igual.

Permitió que volteara mi cuerpo, quedando casi cara a cara, tenía acceso a su maravilloso cuerpo aunque seguía presa de sus brazos que se resistían a dejar de tocarme y abrazarme.  No sabía por dónde empezar, mi mirada recorría todo su cuerpo, de arriba abajo, quedando eclipsada por su erección. Boquiabierta y sorprendida le dirigí una mirada preguntando cómo había sucedido aquello.

- Como puedes ver, yo también sentía ese mismo placer, cariño.

- Pero ¿cómo…? Si ni siquiera te he tocado…

- No con tus manos pero cuando te retorcías en tu deseo tu culo hacía un agradable trabajo sobre mi polla, este es el resultado.

Sentía como me ruborizada pero, a la vez, también sentía como el deseo crecía más y más en mi interior. Estaba hambrienta por ese hombre. Bajo su atenta mirada decidí perder esa vergüenza y disfrutar de lo que me ofrecía. Lentamente levanté mi mano y acaricié su mejilla, sentí como su barba raspaba grácilmente bajo mis dedos, con mis ojos seguía el recorrido que hacían estos hasta sus labios. Volví a encontrarme con sus ojos a la vez que él provocativamente se introducía mi dedo en su boca, un escalofrío de placer recorrió toda mi columna estremeciéndome y acercándome más a él. Nuestros cuerpos no dejaban ningún centímetro por donde pasara el aire.

Con un rápido movimiento me colocó sobre él a horcajadas, acercándome lo más posible a él, rodeándome de nuevo con sus brazos en mis caderas. La temperatura aumentaba por momentos, notaba su polla junto a mi coño, palpitando ambos, deseosos de estar juntos, abrazándose entre ellos. Nuestras miradas seguían unidas mientras deslizaba mi dedo entre sus labios. No pude frenar mi instinto y, sin casi darle tiempo a reaccionar, empecé a recorrer su boca con mi lengua, aumentando el ritmo hasta que aquel simple juego se transformó en un apasionado beso. Sus manos habían quedado sobre mis nalgas y empezó a masajearlas con ganas, dándome algún cachete que no hacía más que subir mi excitación. Con mi mano separé una de las suyas y la llevé hasta mis pechos, lo necesitaban, querían que alguien les prestase atención. Después deslicé mi traviesa mano y empecé a acariciarle su pene, primero lento y después con más presión y más ritmo. Los jadeos se escapan entre nuestros labios. La mano que tenia sobre mi nalga, sin percatarme al principio, había empezado a trabajar mi culo. Se sentía muy bien. Abandonó mi boca y dirigió sus labios hacia mi pezón, hambriento por él. Esa sensación mandó escalofríos por todo mi cuerpo, necesitaba más y más, no quería que acabara nunca. Su mano había quedado libre y la llevó entre mis labios, acariciando mi clítoris. Me tenía a punto de estallar.

Era una locura pero se sentía tan bien. Estaba casi completamente llena por él. Sus dedos me penetraban alternativamente el culo y mi vagina, mi orgasmo estaba a punto de llegar y la tortura que ofrecía a mis pechos no podía clasificarse como otra cosa que deliciosa y placentera. Sentía su polla cada vez más dura, caliente y grande en mi mano y se me hacía la boca agua solo con pensar en cómo sería sentirla en mi interior, abriéndome por completo, acariciando mis paredes llevándome al paraíso. Estaba casi totalmente perdida en estado de máximo delirio cuando hoy su firme orden.

- ¡Ahora!

No fueron necesarias más palabras, sencillamente obedecí lo que me decían sus ojos y conduje su polla hacia mi entrada. La espuma jugaba con nuestros cuerpos pícaramente, ayudaba a que nuestro movimiento fuera más fácil y que nuestro éxtasis estuviese cada vez más cercano. Me estaba volviendo loca, sentía que algo crecía en mi interior, que necesitaba salir y, justo cuando volvió a introducir sus dedos en mi ano, sucedió. Un placer descomunal brotó de mi interior, cruzando nuevos límites que ni sabía que existían. Él no dejaba de moverse, yo no podía controlar mi cuerpo. Mientras me la seguía clavando bien adentro me agarré fuertemente donde pude, atrayéndole hacia mí, no podía ni quería perderle, lo necesitaba como aire para respirar. Era totalmente inconsciente de mis actos hasta que me volvió a besar para silenciar mis gritos. Él no cesaba, yo intentaba reanudar mi ritmo, sentía como algo volvía a llenarme y quería alcanzarlo de nuevo.

- Gatita, no voy a poder aguantar más, estoy a punto de correrme así…

- ¡Cállate y sigue follándome!

Él se sorprendió inicialmente ante sus palabras pero no hicieron otra cosa que aumentar su excitación y así su ritmo hasta que ambos volvieron a llegar al clímax. Cayeron rendidos por el esfuerzo, exhaustos ante tal liberación, uno en brazos del otro siguiendo unidos lo más íntimamente posible. Descansaron en dicha posición hasta que el frio cubrió sus cuerpos. Todavía sin decir nada salieron de la bañera, se secaron y se metieron entre las sabanas.

Habían pasado algunas horas, no sabía cuántas, pero en el momento que despertó los recuerdos de aquel lujurioso baño volvieron a su mente. Se dio cuenta de que faltaba algo, ella. Se sacudió el sueño de golpe, no podía ser verdad que hubiese vuelto a huir de él y menos de su propia casa. Saltó de la cama, agarró sus pantalones y se colocó su chaqueta dispuesto a buscarla. Desesperado salió por el pasillo cuando, de repente, algo lo detuvo. Un murmullo provenía de la cocina y, al dirigir sus pasos hacia allí, un delicioso olor empezaba a penetrar en él. Se quedó plantado en el umbral de la puerta como un imbécil, viéndola cocinando mientras vestía su camiseta. Tal era aquel pánico a perderla que ni se había percatado de que le faltaba la prenda. Alegría y enojo se mezclaron en su ser. Se acercó ferozmente hacia ella y la agarró de sus caderas.

- No vuelva a hacerme esto…

Ella se giró sobresaltada, no le había oído al acercarse y el toque de sus manos la asustó.

-          ¿Dónde vas así?

-          He dicho que no vuelvas a hacerme esto

-          Solo estaba haciendo el desayuno, pensé que después de lo de anoche necesitarías comer algo.

Retiro la sartén y apagó el fuego cómo pudo. Al momento sintió como él la alzaba, la sentaba en la fría encimera y se colocaba entre sus piernas mientras le robaba un beso feroz. Ambos se dejaron llevar por la pasión del momento pero necesitaban tomar aire. Jadeando se miraron el uno al otro, sin decirse nada. Ella le acariciaba el rostro intentando apaciguar la furia que veía en sus pupilas, él intentaba detener los temblores que recorrían su cuerpo. Hacía mucho tiempo que la deseaba pero pensaba que no sería tan fuerte este deseo, ella se había introducido muy profundo en él, era suya y no estaba dispuesto a perderla.

- ¿Más tranquilo?

- ¿Por qué lo has hecho?

- ¿Qué sucede? Sólo me levanté a preparar el desayuno, yo…

- No estabas en la cama cuando yo desperté, creí que te habías escapado de nuevo

Aquellas palabras chocaron ante ella. Parecía como si realmente aquello no fuese un juego para él y realmente tuviese miedo de perderla.

- No quise despertarte, dormías plácidamente

- Daba igual si estaba durmiendo, estaba a punto de salir a buscarte

Lo besó suavemente para calmarlo, lo necesitaba. Tras el corto beso lo abrazó rodeándole con su cuerpo y le susurró a la oreja.

- Tranquilo, ya viste que no me escape. Anoche te dije que no tenía intención de hacerlo…

- Pero anoche no eras tú misma, estabas desatada, estabas siendo…

- Quizás mi yo verdadera. Estuve pensando en lo que me dijiste y creo que tal vez tuvieras algo de razón… ¿¡Qué haces?!

Tan rápido como la había subido a la encimera volvió a cogerla en brazos para llevársela al salón. Se sentó en el sofá y la colocó con su vientre sobre sus piernas. La inmovilizó por la espalda y empezó a acariciar su culo que ya se asomaba bajo su camiseta.

- Sólo me cobro uno de tus castigos por hacerme lo que me has hecho ¿te parece poco? Ayer huiste de mí, te escondiste y hoy me das el segundo susto. Creo que lo que hago es darte lo que te mereces.

- ¿Aún sigues con tus castigos?

- Sí y seguiré hasta que sea necesario. No lo olvides eres mía.

Mientras iba diciendo todo eso su mano ya había empezado a dar palmadas sobre su culo. Aquellas mejillas estaban ruborizándose alcanzando un color similar a cuando ella tenía un orgasmo. A su vez, su pene crecía con cada gemido que ella soltaba. Paró un momento y deslizó sus dedos hacia su hendidura, comprobando cuan mojada estaba su coño. Aquello la excitaba, no podía negarlo.

- Parece ser que te gusta mi castigo, gatita, estás mojadísima

- ¡Sí, me gusta!

Él fue a proseguir con sus azotes pero, rápidamente, ella logró escapar de su agarre y, parándolo en su sitio, se agachó entre sus piernas.

- ¿Qué crees que haces?

- Me cansé de que me castigues, es cierto que me gustan, pero no los disfruto si es así

- Yo decido cuando terminan

- Ésta vez no, ésta vez será a mi manera cariño

Sin poder replicar nada vio como desabrochaba su pantalón y se lo bajaba dejando expuesta su polla, después ella se sacó la camiseta exponiendo su precioso cuerpo.

- Ahora quiero que disfrutes de esto, es mi manera de dejarte claras las cosas…

Sin más que decir empezó a acariciar su verga. Subía y bajaba por su miembro lentamente al principio, quería que él realmente lo gozase y entendiera su mensaje. Él no podía apartar los ojos de aquella hermosa mujer que lo enloquecía. Ella empezó a subir el ritmo, cada vez iba más rápido y más fuerte, era realmente un placer. Ella empezó a bajar, rozando sus pechos contra él y mirándole fijamente. Empezó a besar su glande, lamiendo las pequeñas lagrimillas que demostraban su excitación. Se notaba realmente que ella estaba disfrutando y eso significó mucho para él, fue el catalizador para que él también gozase sabiendo que ella iba a seguir allí.

Ella seguía trabajando su pene, ya había dejado de jugar con su ápice y se dedicaba a introducirse la mayor parte posible de aquel miembro. Él notaba el calor de su boca, como sus pezones se habían erizado y ahora lo acariciaban sensualmente, como su pelo le hacía cosquillas,… se dejó llevar por aquel torbellino de sensaciones, sus manos se apoderaron de sus mechones y la guiaron hacia su polla. Cuando ella consiguió mirarlo con esa lujuria escrita en su rostro él supo que aquello había sido su detonante. Empezó a correrse e intentó apartarla pero ella lo venció y succionó hasta su última gota. Estaba derrotado, física y mentalmente. Ella se alzó y, sin temor alguno de que él la rechazase por seguir con su sabor en la boca, lo besó. Aquel beso le dijo más que cualquier largo discurso.

- Espero que esto te haya hecho entender mi mensaje.

- No estoy seguro de si estoy soñando, parece irreal…

Sabía que él le tomaba el pelo pero iba a darle el gusto de que le regalasen los oídos. No sin devolvérsela antes. Lo pellizcó en la pierna y el soltó un pequeño grito. Frunciendo el ceño se inclinó hacia ella para darle su merecido pero ella fue más astuta.

- Es la pura realidad. Espero que entiendas que no voy a irme, has desatado algo en mí y ahora eres el responsable de controlarlo. Ahora quien no puede escapar eres tú. Porque así como yo soy tuya… tú eres mío

Toda su furia se evaporó y se lanzó a capturar aquellos pecadores labios que lo habían salvado. Aquel gesto era como su firma en este trato de por vida. Se habían entregado el uno al otro. La primera en separarse fue ella, se puso en pie y sonrió.

- Ahora, después de dejar las cosas claras, espero que me dejes desayunar en paz. Y, si te apetece, puedes acompañarme.

Ella salió corriendo hacia el pasillo pero no había llegado a la cocina que él ya la había capturado de nuevo. Colocaron la comida y la bebida en la mesa pero, cuando ella se dispuso a sentarse, él la atrajo hacia su regazo y la ancló a él con un abrazo. Empezaron a alimentarse el uno al otro, coqueteando, provocándose mutuamente. Disfrutaron de aquel manjar como si fuese una exquisitez para el paladar en vez de un simple desayuno. Tras acabar, recogieron las cosas y tomaron una ducha rápida. Aun así, no podía mantener las manos quietas y alejadas del otro. Cuando consiguieron acabar se arreglaron pero ella no sabía muy bien qué hacer ahora. No sabía realmente como definir qué eran y le daba miedo preguntar. Él pudo percibir esos pensamientos y decidió dejar las cosas claras. Volvió a situarla en su regazo y la protegió entre sus brazos.

- Preciosa, no quería asustarte con mi actitud de ayer pero debes entenderme. Sentía que empezabas a alejarte de mí y no era capaz de dejarte ir, sé que es egoísta por mi parte irrumpir así en tu vida y exigirte lo que te he exigido, pero no podía perderte. Antes tú has utilizado las palabras correctas: tú eres tan mía como yo soy tuyo.

- Sé lo que dije pero no sé qué quieres tú que signifiquen.

- Quiero que signifiquen lo que únicamente quieren decir. Desde el primer momento te dije que esto para mí no era un juego, quiera más de esto, lo quiero todo, te quiero a ti. Sé que no soy el hombre más fácil pero sabes que puedo darte aquello que deseas, sé lo que quieres. Y tú sabes que lo quieres.

- Eso es cierto, no lo puedo negar pero…

- ¿De qué dudas?

- ¿Y si no sale bien? Nos hemos entendido sexualmente y podemos seguir en ese plano, no tenemos que forzar las cosas…

- No me has oído bien, te quiero a ti, de todos los modos posibles. Sexual y personalmente. No puede fallar

- ¿Cómo puedes estar tan seguro?

- No lo dudes. No te prives de apostar por ello. Tú misma has dicho que la de esta noche eras to yo verdadera. Demuéstralo.

Se veía dubitativa, lo quería pero a la vez le daba miedo. Pero le había prometido q e era suya, ahora no podía echarse atrás. Apartó sus miedos y decidió darse esa oportunidad a los dos, a ella misma. Tenía derecho a disfrutar de la vida.

- Está bien, adelante.

- Esa es mi chica. Ahora me iré pero en un par de horas vuelvo a por ti.

- ¿Qué quieres hacer?

- Tú solo prepárate para disfrutar y seguir explorando esa verdadera tú.

- Empiezas a asustarme…

- No te arrepentirás, gatita. Te lo prometo. Sólo placer, mucho placer

No dejo que ella replicara. La besó a modo de despedida y se dispuso a marchar.

- No lo olvides, en un par de horas estate lista. Ten preparada una bolsa con aquello que sea imprescindible para ti.

Con aquellas últimas palabras se cerró la puerta. Tras unos instantes recapacitando sobre lo que le había dicho se dispuso a preparar una bolsa con lo que le había pedido. Pero ¿qué era lo que ella consideraba imprescindible?

Continuará…