Duelo de palabras (2)
Salir corriendo no siempre significa encontrar una salida pero estar atrapado tampoco quiere decir estar acabado, a veces las contradicciones son la mejor solución
“Hasta esta noche, preciosa. Prepárate, te iré a buscar…”
Esa última frase rondaba por mi cabeza, una y otra vez. No me veía capaz de enfrentarme a él, no quería… sí, no sé… Todo era muy confuso. Rechazo, excitación, miedo, lujuria,… todo se mezclaba, no sabía qué hacer ni lo que me esperaba. Sabía que era una solución cobarde pero huí. Pedí permiso, me excusé diciendo que me encontraba mal y me refugié en casa. Me sentía segura allí, o eso creía.
¿Qué era ese ruido, de dónde venía? Me despertó de golpe aunque tampoco sabía muy bien cuando había caído dormida. Decidí ignorarlo, sería algún vecino. Tres golpes secos más, no cabía duda que venían de mi puerta. Precavidamente, me acerqué y miré por la mirilla. No podía ser verdad, ¿cómo se atrevía a presentarse a mi puerta? Me sorprendió tanto que no sabía si sentirme excitada, nerviosa, cabreada…
- Sé que estás ahí, abre la puerta
Mi voz no se atrevía a salir. Casi no nos conocíamos y, sin más, se presentaba porque sí en mi casa ¿quién se creía que era? Otro golpe aterrizó sobre la madera.
- ¡Ábreme ahora! De nada sirve que te escondas
- Vete, no quiero verte
- No me iré, ya sabes porque estoy aquí
- No, no lo sé ni quiero saberlo, sólo quiero que te vayas
- ¿No lo sabes? Anoche no parecías no saberlo, al contrario, lo sabías muy bien.
- Lo de anoche fue un error que no se va a repetir
- ¿Segura? Yo creo que no es así, gatita. ¿O ya no recuerdas cómo disfrutabas entre mis manos, cómo suplicabas por más?
- ¡Márchate y déjame en paz!
- Mmmmm, si. Lo recuerdas muy bien y quieres más aunque te hagas la difícil. Recordar mi polla, cómo mis manos recorrían tu cuerpo, cómo te hacía disfrutar, rogar por más… cómo jugaba con tus pechos, cómo te besaba hasta dejarte sin respiración, cómo te hacía mía…
Aquello ya no lo podía permitir, estaba montando un escándalo y los vecinos empezaban a asomarse, debía detenerlo. Abrí la puerta para afrontarle pero fue un error. Allí estaba él, plantado ante mi puerta sin intenciones de marcharse, con su cuerpo vibrante dentro de unos simples vaqueros de cadera baja, camiseta y chaqueta de cuero. Un ejemplar magnífico con rostro desafiante. Obligué a reaccionar a mi cerebro emitiendo una respuesta.
- ¡Cállate, todos te están oyendo y…!
Segundo error, no prever que abrir la puerta para discutir con él me llevara hacia mi propia trampa. Entró en mi piso y, sin darme tiempo a reaccionar, había cerrado la puerta y me había presionado con su cuerpo contra ella. Empecé a temblar y mi respiración se vio alterada. Intenté separarlo, meter distancia entre nosotros per rápidamente doblegó mis esfuerzos sosteniendo mis brazos con sus manos.
- Te dije que esta noche iba a tomar lo que era mío y no has obedecido, eso está muy mal
- Yo no soy de nadie
- En eso estás muy equivocada pero aprenderás, pequeña
- No me llames así, no soy tu propi…
No pude terminar la frase. Me calló con un feroz beso contra mis labios, obligándome a abrirlos con su lengua, apropiándose de cada centímetro de mí con ese gesto. Mi resistencia flaqueaba y mi cuerpo volvió a traicionarme entregándome a él pero, cuando le devolvía el beso, se aprovechó y empezó a castigar mi labio con sus dientes, llevándome a un dolor que, a la vez, resultaba placentero.
- Hablas demasiado sin saber, querida. Ésta noche vas a saber a quién perteneces, lo vas a tener muy claro. Lo de hoy no me ha gustado nada, pasar a recogerte y ver que creías haber escapado. Crees que es un juego de una sola noche y no es así, no voy a dejarte ir con tanta facilidad, cariño.
Sus palabras empezaban a asustarme y mi rostro me delató. Él se percató de tan íntimo detalle y se suavizó un poco.
- No debes temerme, preciosa. No es esa mi intención, al contrario. Voy a hacer que me desees en cualquier momento, que disfrutes de conmigo, contigo, ambos juntos… tú y yo, nadie más. Sé que estás asustada pero pronto verás que esto nuestro solo te va a beneficiar, tú lo quieres y yo también, ya te dije que negarlo no serviría de nada, solo para perder tiempo y ya he tirado demasiado esperándote.
No entendía muy bien a qué se refería, nos conocíamos de pocos días, ¿por qué iba a esperarme?
- ¿Sorprendida? Me cuesta creer que no te dieras cuenta mucho antes de nuestro primer encuentro. Llevó mucho tiempo observándote a escondidas, deseando tu cuerpo cada noche, anhelándote cada día… y verte aquél día fue el detonante para decidirme, me cansé de esperar.
- Pero… si apenas… hace unos días que nos hemos visto
- Que tú me has visto
- Yo… yo… no sé… qué…
- No digas nada más por el momento, ahora voy a aprovechar el tiempo perdido pero antes…
Sin darme tiempo a reaccionar me arrastró hacia el sofá, colocándome sobre mi vientre en sus piernas y empezó a acariciar mi culo. Estaba totalmente desconcertada cuando sentí que dejaba de acariciarme pero mi sorpresa llegó al sentir como su mano golpeó sobre mi nalga. No pude reprimir un leve quejido sorprendido.
- Antes recibirás el castigo que mereces por plantarme esta noche.
De nuevo sentí su mano sobre mi otra nalga y así sucesivamente, ya no me quejaba, aquella sensación empezaba a resultarme… agradable, muy agradable. Él lo notó, mi débil ronroneo me delataba
- ¿Te está gustando, gatita? ¿Disfrutas con ello? Sí, sí lo disfrutas, puedo sentir como tu cuerpo quiere más pero no se trata de que te guste sino de que aprendas la lección.
Dejó de azotarme e, involuntariamente, mi cuerpo buscaba su mano, quería más, no podía dejarme así.
- ¿Quieres que siga?
Mi cuerpo seguía buscándole pero no lo conseguía
- Contesta, ¿quieres más?
Un débil susurro salió de mis labios
- Sí…
- No te oigo, ¿quieres que continúe o me marcho?
- Sí, quiero que sigas
- Mmmm, así me gusta… pero ¿por qué debería seguir?
- Por favor, no me dejes así, sigue…
- Dime por qué
- Porque… porque…
- ¿¡Por qué?!
- Porque me gusta…
- Eso ya lo veo por mi mismo pero no me resulta suficientemente convincente
Dicho esto me arrodilló ante él, entre sus piernas, manteniéndome allí esclava de su mirada.
- Por favor… quiero más…
- No
- Por favor…
- Tú no me distes lo que yo quería
- Lo siento, de veras, por favor… por favor, te lo ruego…
- Creo que será mejor que me vaya
- ¡No, no por favor! Haré lo que sea, no te vayas
- ¿Ahora me ruegas, pequeña?
- Sí, sí, te lo ruego
- Vaya, qué cambio…
- Por favor…
Me sentía ansiosa porque se quedara, necesitaba más de aquello, más de él, sentía que algo se despertaba en mi interior y me daba miedo, pero quería seguir, no quería que se marchase.
- Tienes solo una oportunidad para convencerme de que me quede, espero que no la desaproveches.
- No lo haré, te lo prometo
- Muy bien, veamos…
Se quedó en silencio durante un instante que se hizo interminable, me observaba detenidamente, su expresión no delataba sus intenciones, me ponía nerviosa cada segundo que pasaba. Sin decir nada me puso en pie y se recostó sobre el asiento, acomodándose. Yo esperaba expectante que me dijera algo, lo que fuera, pero su silencio me torturaba. En un segundo su rostro se transformó, con una mirada amenazante y desafiante, una sonrisa pícara y un aire de dominio.
- Desnúdate
- ¿Có… cómo?
- Ya me has oído, desnúdate
- Pero… pero
- Muy bien, si no estás dispuesta me marcho
Empezaba a levantarse, no podía dejar que se fuera. Mis palabras salieron con un fino hilo de voz.
- Está bien…
- Veamos, pues, no tengo todo el tiempo del mundo
Avergonzada y con la cabeza gacha comencé a sacarme la ropa, lo más rápido que podía. No podía mirarle a la cara, estaba completamente ruborizada, así que no percibí cuando él se levantó y me sostuvo por mis muñecas impidiendo que continuase. Aún me quedaba la ropa interior.
- Por favor, deja que termine de qui…
- No
- Por favor, déjame hacerlo
- Así no, no lo estoy disfrutando
Le miré inmediatamente a los ojos totalmente confusa, había perdido mi oportunidad.
- Te lo ruego…
- Me gusta que me ruegues pero no vas a conseguir nada por el momento, no hasta que no entiendas de qué va todo esto.
- Creí que querías que me desnudara y eso es lo que hacía…
- Quería que te desnudaras, que disfrutaras del poder que tienes sobre mi, no que te quitaras la ropa sin más…
- ¿Poder?
- Ni siquiera te has dado cuenta, ¿verdad?
- ¿Qué es lo que tendría que saber?
- Esto
Sin esperar a que contestara condujo mi mano hacia su entrepierna, haciéndome notar su bulto de gran tamaño.
- Esto es lo que provocas cada vez que te cruzas por mi camino, cada vez que pienso en ti, que recuerdo cada segundo que he compartido contigo y tú solo piensas que estoy haciendo esto contigo por diversión.
- Yo no sabía…
- No, no lo sabías porque te escondes del mundo, siempre solitaria, en tu trabajo, en casa… no te das cuenta de lo que pasa a tu alrededor, cariño.
- Eso no es cierto, yo no me escondo…
- Sí, lo haces. Desde que te conozco solo te he visto trabajar sin descanso, no sales con nadie del trabajo, no te relacionas con ello. Hasta cuando te vistes te escondes.
- ¿Qué le pasa a mi ropa? ¿Hay algo que te guste de mí?
- Muchas cosas, preciosa. Te las enseñaré poco a poco para que saborees cada instante. Y a tu ropa no le pasa nada, ni bueno ni malo, simplemente nada. Te escondes en ella para no mostrar tu fabulosos cuerpo y, créeme, diría que debería estar agradecido porque otros no puedan disfrutar de las vistas pero… te apagan, no te luces, lo llevas por llevar…
- No creo que mi cuerpo sea digno de admiración, ¿por qué debería exponerme a los demás? ¿para que se burlen?
- No vuelvas a repetir eso
- Pero es la verdad…
- No sabes lo que dices.
Me llevó a mi dormitorio, penetrando en mi intimidad sin pedir permiso, y me sostuvo colocando su pecho contra mi espalda ante el espejo.
- Dime que ves
- Me veo a mí
Bajé la mirada, no me gustaba lo que veía, no quería sentirme tan vulnerable.
- Dame más detalles, dime realmente a quién ves.
- ¿Qué quieres que vea diferente a lo que ves tú? Veo a una chica, con el pelo recogido, medio desvestida, con un cuerpo que debería estar cubierto. Y te veo a ti
- No dices más que bobadas y eso empieza a molestarme.
Con una mano deslizó la goma de mi pelo y dejó que este descendiera por mi cuello, espalda y pecho.
- Fíjate bien y presta atención. Lo que yo veo no es una simple chica, es una mujer bella, con una melena morena hipnotizante, una preciosa cara con rasgos delicados, con esos ojos en los que uno puede perderse sin mucha dificultad y unos labios que vuelven loco hasta al más santo.
Sus manos empezaron a rozar mis hombros lenta y seductoramente. Siguieron acariciando mi torso, mis caderas, mis muslos.
- Veo a una mujer de verdad, con curvas donde deben estar: unos pechos adorables que llenan las manos de su amante y que en un futuro amantaran a su hijo, una cintura esbelta y unas caderas que rompen corazones por allí donde van, unos muslos… alucinantes, solo imaginarlos rodeándome...
Sus palabras empezaban a excitarme, me encantaba esa sensación al sentir cómo me acariciaba, cómo me susurraba las palabras al oído. Ni siquiera me di cuenta de cuando me volteó para exponer mi espalda. su dedo descendió sutilmente por mi espalda, poniéndome la piel de gallina, para finalizar al inicio de mi culo. Con las dos manos amasó mis nalgas, realmente sensibles tras sus azotes. Mi cuerpo estaba a punto de explotar, en cualquier momento llegaría.
- Mira cómo reacciona ante mi toque tu piel, se eriza pensando en qué será lo próximo que suceda. Y este culo, sencillamente indescriptible, mis manos pueden abarcarlo gustosamente sintiendo el calor que desprenden tras tu castigo.
Su mano siguió bajando por el interior de mis bragas y lentamente se introdujo entre mis piernas, podía notar como sus dedos jugaban con mis labios y como se humedecían por mis jugos, debería sentirme avergonzada ante tal hecho pero, por el contrario, me sentía desenfrenada.
- Mmmm delicioso, ten por seguro que mi lengua disfrutará volviéndote loca mientras juega con tu clítoris y te saborea. Sé que te gusta aunque no te atrevas a decirlo en voz alta, pero tu cuerpo habla por ti.
Me estaba enloqueciendo a cada roce que daba, necesitaba muy poco para terminar, unos cuantos toques más y me desharía en sus brazos
- Termina de desnudarte pero no te quites simplemente la ropa, disfrútalo
Mis manos temblaban pero, a esas alturas, solo quería complacerle. Titubeando, empecé a acariciar mis pechos por encima del sujetador, lentamente en círculos, rozando mis pezones que respondieron de inmediato. Empezaba a notar una sensación realmente agradable. Intenté dejarme llevar, cerrar los ojos y proseguir.
- Abre los ojos y mírame.
Obedecí sin pensarlo y me sorprendió lo que vi. Se había sentado en mi cama y se estaba acariciando la polla, me quedé embelesada viendo sus movimientos con la mano, quería ser yo quién lo hiciera y él lo percibió.
- Aún no, acaba primero con tu ropa. Y para siempre, no la volverás a ver.
A lo mejor en otro momento me hubiese sentido ofendida por ese comentario un tanto ofensivo pero, lejos de esa sensación, aumento mi lívido. Lo más sensual que pude, o yo creía que era así, empecé a bajar los tirantes del sujetador, lentamente, acariciando suavemente con mis dedos la piel de mis brazos. Escalofríos subían por mi espalda, extrañamente me sentía cómoda. Bajé a continuación las copas del sujetador, exponiendo mis pechos ante él.
- Muy bien, pequeña, juega con tus pezones. Acarícialos, lámelos, retuércelos, muérdelos.
Mis dedos se fueron hacia su objetivo haciendo caso de las órdenes dichas. En cuanto rozaron suavemente mis pezones mi cuerpo empezó a reaccionar. Me sentía flotar, notaba como me humedecía cada vez más. Jugué con ellos como me había dicho, incrementando mis toques cada vez más, retorciéndolos hasta el límite que podía soportar.
- Sigue bajando, no te detengas.
Su voz sonaba cada vez más ronca, me atrevía a pensar que con deseo. Dejando mis pechos expuestos seguí bajando, lentamente, recreándome en aquella explosión de sensaciones. Descendía por mi vientre, mi cintura, mis caderas,… mis dedos eran como delicadas plumas acariciando cada centímetro de mi piel. Finalmente llegué a la cinturilla de mis bragas, la última prenda y ya no tendría nada que me escondiera ante él aunque, a es tas alturas, ¿quería ocultarme?
Mis ojos no se apartaban de él, podía vislumbra la lujuria y la pasión en ellos, la impaciencia por saltar sobre mi y devorarme de forma animal, todo eso se transmitía a mi cuerpo y me calentaba cada vez más. Poco a poco empezaba a introducir mi mano para acariciar mi pubis pero no osaba a tocarme mucho aún. Su mirada me decía que siguiera pero necesitaba oír su orden.
- Vamos, tócate, lo estás deseando.
Sin más acaricié inicialmente mis labios, notando como se filtraba la humedad por ellos. No me costó introducir un dedo y frotar ligeramente mi clítoris. Al hacerlo mi cuerpo empezó a temblar ligeramente, sentía placer como nunca lo había sentido estando sola.
- Dime, preciosa, ¿estás mojada?
- Mmmmm sí
- Bien, así es como me gustas, deseosa de mí, ¿por qué lo estás, verdad?
- Sí, me encantaría ahora mismo
- Sigue acariciándote, gatita. Quiero que notes como mojas tu mano, como el deseo fluye de ti, empapándote. Métete un dedo.
Seguí sus órdenes, las acaté. No pude evitar cerrar los ojos, aquella sensación era superior a mí. Me acaricié hasta más no poder, sentí que las piernas me desfallecían pero no caí al suelo. Abrí los ojos y le vi sosteniéndome fuerte contra él, su mirada me tenía rendida a sus pies. Me despojó de las bragas y volvió a enfrentarme al espejo.
- Dime, ¿qué ves ahora?¿Sigues viendo a la chica mojigata que creías ser o a la irresistible y atractiva mujer que realmente eres?
No podía negar que me veía diferente, liberada, otra persona. Veía como mi respiración estaba alterada, como mis pechos se veían llenos, mis pezones excitados, mis labios brillantes… él, mientras yo observaba, no dejaba de tocarme, acariciarme, estaba a punto de llegar. Se apartó de mí, dejándome ante mi reflejo, mientras se dirigía al sillón de mi dormitorio. Con su mirada me reclamó a través del espejo, como fiel sirvienta fui hasta él.
- Ahora, sácame la ropa y aprovecha para disfrutar cómo quieras mi cuerpo.
No sabía cómo ni cuándo había llegado ante él, sólo sé que mis manos actuaban por si solas, sacándole la camiseta, desabrochando el pantalón y bajándoselo junto su ropa interior a la vez que me arrodillaba ante él y admiraba su pene. Mi boca se hizo agua tan solo imaginando como sería sentirla dentro de mí, lamer su sabor,… tras desvestirse por completo se acomodó en el sillón, dejándome entre sus piernas, a mi entera disposición. Mis manos recorrían sus piernas, acariciaban sus muslos, mis labios los besaban pero no me atrevía a más aún teniendo su permiso. Ante mis dudas él llevó mi mano hacia su polla mientras yo sorprendida le observaba.
- Ella también requiere tus caricias, gatita. Quiere que juegues con ella porque luego ella lo hará contigo.
Sus palabras me llevaron a otro nivel, sin apartar mis ojos de los suyos empecé a acariciarle su verga, sentía como se iba endureciendo aún más de lo que ya estaba y cómo subía también su temperatura. La cara de mi amante mostraba placer, satisfacción ante sus toques y pronto su polla empezó a dejar salir alguna gotita. Tímidamente acercó su cara hacia su glande y lo lamió. Aquel sabor me transformó, quería más. Empecé a lamerlo lentamente, dando cortos toquecitos, pero me iba animando y ya no solo lamía, intentaba introducirme, poco a poco, el máximo de aquel magnífico ejemplar. Empecé a subir y bajar, cada vez más profundo y con más ritmo, necesitaba todo de él. Vi como sus manos de agarraban fuerte a los brazos del mueble y los conduje hacia mis pechos, deseaba sentir su toque de nuevo. Mis ruegos no se hicieron esperar mucho, él sabía cómo volverme loca y así lo demostró. Veía cómo te gustaban mis tetas y quise probar algo que siempre rondaba por mi mente. Me elevé un poco y, conduciéndome mis pechos junto sus manos, envolví su polla entre ellos. El hecho de sentirla allí, tan dura y caliente, casi me provoca el orgasmo que se avecinaba. Me miraba y yo a él, no nos decíamos nada y a la vez nos lo decíamos todo, sus manos llevaron el ritmo. Soltándome de una mano la bajé hasta tocar mi coño, estaba empapado. Lo acariciaba al ritmo que él marcaba pero, justo en el instante antes de llegar, el paro. Me levantó totalmente e hizo que me sentara a horcajadas sobre él.
- Tú tiempo de recreo se ha acabado, pequeña.
En ese instante necesitaba sentirle dentro, de cualquier manera, me estaba volviendo loca y quería más. Empezó a tocarme el coño, deslizando sus dedos entre mis jugos. No podía dejar de moverme buscando el máximo placer.
- ¿Quieres algo, cariño?
- Sí…
- Dime qué quieres
Sin palabras, le di mi respuesta acariciando su pene.
- ¿Quieres mi polla?
- Sí…
- Pídemela
- Por favor, dame tu polla
- ¿Quieres esto?
Empezó a jugar con su polla acariciándome el coño, dedicándole especial atención al clítoris y haciendo amagos de penetrarme. Yo no podía más, lo necesitaba en ese preciso momento.
- Fóllame ya, por favor, lo necesito de verd… aaaaaaahhhhh
Sin más dilación me clavó su polla hasta lo más profundo de mi coño. Me dejó un segundo para adaptarme pero enseguida empezó a follarme. Mi cuerpo se dejó llevar por él, por su ritmo, por sus embestidas y empezó a buscar su toque. De golpe sentí su mano en mis nalgas de nuevo y aquello me llevó más arriba aún, sus azotes me excitaban cada vez más. No podía dejar de jadear, de gritar, su polla me llenaba por completo y yo solo podía querer más y más, no me saciaba de él. Con una de sus manos empezó a torturar mis pechos, se los llevaba a la boca, los lamías, lo chupaba y succionaba, los mordía. Aquello me dejaba sin respiración. A la vez, humedeciendo un dedo con mis fluidos, empezó a trabajar mi culo. Primero rodeándolo lentamente, dejando que lo aceptara, y luego introduciéndose más y más lento, luego otro dedo más… mi cuerpo recibía muchos estímulos, estaba a punto de colapsar
Me alzó a pulso en brazos, no sé si grite por la sorpresa o por lo profundo de la penetración en aquella posición. Me recostó en la pared y yo me aferré a sus hombros, fue indescriptible sentirle embestirme de aquel modo, me dejaba sin aliento, era llegar y superar el límite del placer. Estaba exhausto, ambos lo estábamos, pero eso no le impidió llevarme hasta la cama, me dio la vuelta y me colocó a cuatro patas sobre el colchón. Sin esperar volvió a penetrarme, agarrándose fuerte a mis caderas para entrar lo más adentro posible. No podía más, mi cuerpo me abandonaba, sentía que ya llegaba.
- No puedo más, me voy a correr.
- Aún no
- Pero, no puedo aguantar…
- Aguanta por mí
Me ayudó a enderezarme, apoyándome en su pecho y mi cabeza en su hombro. Giramos un poco y empezamos a besarnos desenfrenadamente, sus manos se apoderaron de mis pechos y los apretaban y retorcían llevando hacia el clímax. Ya no pude resistir más y estallé, sus labios capturaron mi liberación y, un segundo más tarde el se unió a mí. Ambos quedamos exhaustos, su cuerpo sobre el mío en la cama, nuestras respiraciones agitadas, nuestros cuerpos mojados, …
- Te dije que me esperaras, que aguantaras por mi
- Lo siento, no pude más
- Sssshhhhhhh, ahora descansa, más tarde ya me cobraré tu nuevo castigo
Diciendo aquello me acarició lentamente el culo y me azotó por última vez. Caí rendida presa del sueño. No sabía cuánto tiempo había pasado, solo sentí que alguien me llevaba en brazos. Al abrirlos vi que era él quien me llevaba así, se dirigía hacia el baño. Me sentó un instante en el retrete mientras comprobaba que el agua de la bañera, preparada para un baño de espuma, estuviera a su temperatura idónea. Tras hacerlo se metió dentro y me tendió su mano, la alcancé y me reuní con él dentro de la tina. Se acomodó respaldando su espalda contra la cerámica y me atrajo a sus brazos, aquello era muy reconfortante.
- Ahora relájate, cariño. La noche aún es muy larga y quedan muchas cosas por descubrir entre nosotros.
Sus manos acariciaban mi sensible cuerpo y no dudaban en visitar mi agujero virgen por el momento.
Continuará