Duelo de palabras (1)

Dos desconocidos, una piscina, juego de miradas, de palabras...

Otro día más en el club, por fin había acabado mi jornada por hoy.  Solo quería refrescarme e irme a casa, desconectar un rato. Mis pies me llevaban por inercia hacia el vestuario pero se pararon inexplicablemente en la entrada de la zona de spa. Siempre hacia el mismo recorrido pero iba siempre con la directa puesta. Me quedé pensando e intenté recordar cuando había sido la última vez que disfruté de las instalaciones. Llegué a la conclusión de que era demasiado tiempo, casi ni lo recordaba.

Retomé mi camino pero, mientras me desvestía, seguí el impulso de colocarme el traje de baño y relajarme un poco mientras disfrutaba de los baños. Aquellas horas estaba casi desierto, mejor pensé, no me sentiría observada y me relajaría. Me sumergí en la piscina principal y mis músculos se relajaron al instante, dejé que mi cuerpo flotase y me evadí. No sé cuánto tiempo pasó pero unas voces estridentes me sobresaltaron, eran los chicos del partido de futbol semanal hacia el vestuario. Reían entre ellos, se codeaban, charlaban,… lo más rápido que pude salí dela gua y fui a cubrirme, no quería ser vista. Pase desapercibida, por lo visto. Solté el aire que contuve sin darme cuenta, no quería que me viera mucha gente con el traje de baño por vergüenza, así que envuelta en mi toalla me dirigí de nuevo hacia los vestuarios.

Se había hecho más tarde de lo que creía así que decidí darme una ducha rápida allí mismo. Estaba lavándome el pelo cuando escuche de nuevo esas voces. El vestuario masculino estaba justo abajo del femenino, se podía oír todo perfectamente. Mi mente empezó a imaginarse cómo sería estar allí abajo, rodeada de hombres, disfrutando de las vistas, tocando,... cuando reaccioné me sentía excitada, normalmente no pensaba en esas cosas pero, a lo mejor, tanto tiempo sin sexo me estaba empezando a afectar.

Me vestí, recogí mis cosas y marché hacia casa. Iba distraída, inmersa en mis pensamientos.

- Bonitas vistas…

Aquella voz me sacó de mi ensimismamiento. Me quedé boquiabierta viéndole. Mi primera reacción fue mirarme: camiseta, vaqueros y bambas. ¿Se burlaba de mi?

- ¿Perdona?

- Perdonada, dulzura. Decía que bonitas vistas.

Sí, se burlaba de mí.

- ¿Te diviertes burlándote de mí?

Soltó una risa baja mientras deslizaba un mechón mojado de mi cabello entre sus dedos.

- Nada más lejos, no era mi intención hacerte pensar eso.

Me dejó sin saber qué decir, su aroma me había hipnotizado y el tenerlo cerca me bloqueó. Me miró directamente a los ojos, su boca se torció en una pícara sonrisa y se alejó lentamente.

- Eso sí, me gustaron más las de antes. Toda mojada…

Mis ojos se abrieron y lo miraron confusa, nadie me había visto arriba… me quedé petrificada viendo como se marchaba, sin saber si sentirme enfadada o alagada. Muerta de vergüenza intenté desaparecer del club y llegar lo antes posible a casa. Cerré la puerta y me apoyé en ella, mi respiración estaba alterada y nada tenía que ver con si había caminado más rápido. Me sentía excitada por aquellas palabras…

La noche se presentaba larga, no lograba sacar lo sucedido de mi cabeza. ¿Por qué me afectaba tanto aquel sutil encuentro? Seguramente solo sería una broma pesada de los chicos… En el intento de olvidarlo me senté en el sofá a ver algo en la tele mientras cenaba. Tras un buen rato de cambiar de canal sin éxito me quedé dormida, soñando en aquel hombre…

Otra semana había pasado, más o menos llevadera, centrada en el trabajo. Seguía con mi rutinaria vida: casa, trabajo, más casa, más trabajo,… creía que necesitaba un cambio pero no sabía muy bien lo que quería, sólo que necesitaba agitar mi vida.

Era fin de mes y, como siempre, debía entregar mis informes. Odiaba el papeleo pero, por suerte, no lo dejaba para el último momento. Me dirigí hacia las oficinas de administración para entregar mi trabajo. No tardé mucho, no tenía mucha relación con los compañeros así que tampoco tenía que quedarme para el típico intercambio de frases de cortesía.

De regreso a la consulta decidí pasarme por el cuarto de material para buscar lo que necesitaba. Hasta que no escuché el ruido de la pista no recordé que era el día del partido de futbol. Inmediatamente recordé el pequeño encuentro de la semana pasada y me quedé paralizada, mirando hacia la pista, buscándolo inconscientemente con la mirada. Allí estaba, totalmente entregado al juego, concentrado… y yo ensimismada observándole, fijándome en su cuerpo al correr, en su expresión inquietante, imaginando cualquier pecado con él… ¿Pero qué me pasaba?¿De dónde salían esos pensamientos? Le salió mal la jugada y retornaba al centro del campo, con cara de fastidio, pero en ese momento sus ojos se encontraron con los míos, como si supiera que le estaba mirando, y su semblante se transformó con esa sonrisa pícara y ese brillo en los ojos. Sentí como el calor recorría mi cuerpo y mis mejillas se encendían, viste como me alejé rápidamente y una carcajada sensual resonó por el pasillo.

Me adentré a buscar el material, cerré la puerta y deslicé mi espalda por ella hasta sentarme en el suelo, necesitaba relajarme, no entendía por qué reaccionaba así. No le conocía, sólo nos habíamos visto un par de veces, intercambiado simples frases y ya tenía ese efecto sobre mí. Me sentía desconcertada, perdida, quería gritar, reír, llorar, golpear, … ¿por qué no podía controlarme?

Me calmé y empecé a coger aquello que necesitaba. Estaba ya por irme cuando la puerta se abrió y alguien entró. Era él. Los nervios me traicionaron y se me resbaló todo de las manos. Me sentía idiota, ridícula. Me agaché sin decir nada y empecé a recoger cuando oí de nuevo su risa. Aquello pudo conmigo.

- ¿Se puede saber de qué te ríes? ¿No tuviste suficiente con la bromita de la semana pasada?

Su risa cesó pero esa expresión pícara no se borró de su cara. Me fijé que dejaba la pelota de futbol y se agachó.  Empezó a ayudarme a recoger.

- No me río de ti, preciosa, ni ahora ni la semana pasada. Deja que te ayude.

- No necesito tu ayuda para nada, así que déjame pasar y perderte de vista.

Mi cuerpo tenía ganas de hacérmelo pasar mal. Una vez que había reunido de nuevo lo que necesitaba y me disponía a esquivarlo perdí de nuevo el control.

- Mierda…

Golpeé la puerta con rabia, quería salir de allí cuanto antes y todo se volvía en mi contra. Sentí una mano sobre mi hombro y me sobresalté.

- Tranquila, cariño, no sucede nada ¿o acaso te pongo nerviosa?

- ¿Pero qué dices, cómo se te ocurre eso? ¡Lo que me pones es furiosa!

- Mmmm, una mujer con carácter, todo un desafío…

- Por si no te ha quedado claro no me gusta que se burlen de mí y tu sobrepasa el límite

Malhumorada salí del cuarto y llegué a mi consulta exasperada. No quería permanecer allí más rato del necesario, cada segundo era una nueva oportunidad para cruzarme con ese descarado. Furiosa recogí las llaves para marcharme a cambiar pero en cuanto abrí la puerta allí estaba mi peor pesadilla.

- Hola de nuevo, preciosa, ¿me dejas pasar?

- ¿Pero qué coño te has creído? Déjame en paz de una vez

- Eras tú quien me observaba a escondidas antes

- ¡Yo no te estaba espiando, maldito engreído!

- Ya lo creo que sí y, tranquila, me ha gustado verte allí, sonrojada, excitada, …

- ¡Te repito que yo no te espiaba, pasaba por allí al volver de administración, no eres tan importante como para observarte!

- Me encanta cuando te enfadas, te comportas como una pequeña gatita enfadada…

- ¡Desaparece ahora mismo de mi vista o…!

- ¿O qué, pequeña?

- ¡O…!

No fui capaz de articular palabra, sin poder evitarlo me encontré con sus labios devorando los míos. Me quedé petrificada, ¿cómo se atrevía? Intenté deshacerme de él, morderle el labio para librarme pero aquello no fue más que un grave error. Mi acción dejó vía libre a su lengua, penetrándome, capturando cada suspiro… no sé cuando sucedió pero respondí a su beso con otro del mismo calibre… reaccioné cuando sentí sus dientes sobre mi labio inferior, pellizcándolo, riéndose sensualmente. No podía moverme, me había paralizado.

- Me encanta tu sabor, gatita. Dulce a la vez que picante, una exquisitez.

No era capaz de responder. Había colocado mi mano sobre mis labios como intentando descubrir qué había sucedido allí. Mis ojos lo observaron temerosa a la vez que excitada. Algo en mi interior me impulsó hacia él con la intención de golpearle pero él fue más rápido que yo y me agarró fuertemente de la muñeca atrayéndome hacia su cuerpo.

- No intentes luchar contra esto, cariño. Acabará por suceder, únicamente lograrás perder tiempo intentado evitar lo inevitable. Ambos lo queremos…

- Yo no quiero nada tuyo, embustero. ¡Te has aprovechado de mí!

- ¿Estás segura? Yo creo que tú también te aprovechaste de mí

- ¿Pero…?

Otro beso más suave y ligero me robó la palabra de nuevo a la vez que tranquilizaba.

- Nos vemos, preciosa, piensa un poco en mí, yo lo haré. Te dejo esto por aquí.

Boquiabierta vi como se alejaba de mi consulta, triunfador, cuál cazador victorioso con su presa acorralada. Miré lo que me había dejado y vi que eran todos los productos que necesitaba. Apagué la luz y cerré rápidamente, me cambié y regresé a casa aún sin saber qué había sucedido.

A la mañana siguiente desperté con la sensación de que todo lo pasado había sido un sueño, un sueño muy perturbador.  Dispuesta a olvidar me preparé para seguir con mi rutina, dejando atrás todo lo sucedido. ¡Qué ingenua era…!

Habían pasado un par de días desde entonces y aun así no conseguía concentrarme. Estaba en otra parte todo el rato. Por las noches no había descansado muy bien, me despertaba de madrugada exaltada, excitada, extrañando esa perversa sensación. Tenía que sacarlo de mi cabeza.

Aquél día no me quedó más remedio que quedarme hasta más tarde que el fin de mi jornada, consecuencias de no trabajar como debía. Exhausta decidí que necesitaba un descanso y qué mejor que un baño relajante. A las horas que eran era muy improbable encontrarme con alguien.

Me cambié y me encaminé hacia mi descanso. Nada más entrar, sin pensármelo ni observar mi entorno, deposité mi toalla en el banco y me sumergí en el agua. Crucé la distancia hasta el otro extremo y al salir sentía que mis tensiones se disipaban. Me encantaba esa sensación dejarme llevar por el suave vaivén del agua. Mi relajación fue completa, dejé que mi cuerpo flotara, que el entorno se evadiera y solo existiera yo. Era increíble que algo tan insignificante lograra eliminar la tensión acumulada tras esos días.

Estaba en mi mundo, noté como algo me llevaba a través del espacio hasta sostenerme contra una superficie fuerte a la vez que cálida y suave. Me sentía muy bien, tranquila y las leves caricias que recibían mis brazos solo conseguían adentrarme más en ese estado de relax.

Comencé a salir poco a poco de mi trance, sentía aquella presencia en mi espalda lo cual me puso a la defensiva en un segundo. No sabía si darme la vuelta o intentar escapar de aquellos cálidos brazos.

- Tranquila, no tengas miedo pequeña

Aquella voz… no podía ser

- Tú…

- Sí, yo, pero no pasa nada preciosa

- Te dije que me dejaras en paz

- Lo sé, pero me resulta imposible y, aún menos, cuando te adueñas de tal modo de la piscina como una diosa

- Déjame, vete

Empecé a tiritar, no sabía si de nervios, de frío, de miedo, de rabia, de excitación…

- Cálmate preciosa, no voy a hacerte daño

- Tan solo a reírte de mí de nuevo

- Sabes que no es así

- Sí, sí es así. Cada encuentro que hemos tenido lo has demostrado

- Estás muy equivocada, cariño. O tal vez soy yo quien se ha equivocado en el modo de demostrarte mis verdaderas intenciones

Me volteó ágilmente y me sentó sobre sus piernas, dándole la cara y rodeándome con sus brazos para no dejarme escapar.

- ¿Recuerdas nuestras primeras palabras?

- No, ni quiero

- Preciosa, mientes muy mal, el sonrojo de tus mejillas te delata, igual que ese brillo en tus ojos

Lentamente me acarició con el dorso de su dedo la mejilla descendiendo hasta mis labios a los que perfiló sensualmente.

- El primer día que te vi estabas en esta piscina, tan relajada como hoy, sin ser consciente del espectáculo que ofrecías

- Yo no ofrecía ningún espectáculo, solo quería disfrutar de unos instantes de paz, como hoy, solo que por lo visto no puedo ni obtener eso

- Cálmate, hace unos segundos estabas muy relajada y yo estaba embobado mirándote, eres preciosa

- Deja de burlarte de mí y déjame irme, esto ya no tiene gracia

Al contrario de mi petición apretó su agarre sobre mí y me aproximó más a él, nuestros cuerpos estaban pegados el uno al otro. Empezaba a ponerme realmente nerviosa, mi cuerpo se estaba revolucionando de nuevo y se acercaba la pérdida de control. Intenté separarme pero conseguí el efecto contrario.

- No intentes escapar, no podrás, no te dejaré huir como estos días atrás

- No estoy huyendo, únicamente quiero perderte de vista

- ¿Por qué será que no te creo? ¿Quizás porque tus pezones me indican lo contrario?

- ¡Qué…!

Sin darme tiempo a reaccionar acarició mis pezones, marcados por la excitación del momento, por encima del bañador. Ese sutil roce me estremeció de pies a cabeza, mi cuerpo se pegó aún más al suyo, traicionándome sin querer separarse.

- Me encanta tu respuesta a mi toque, me imagino cómo será cuando te posea, cuando deslice mi lengua por tu cuerpo, saboreándote, descubriendo todos tus rincones, revelando todos tus secretos.

Me tenía bajo su hechizo, no era capaz de articular palabra para escapar, tan solo para rogarle por más. Ya no quería escapar de su presa sino fundirme con su cuerpo, experimentar el placer que ocultaban sus palabras. Él sabía de su efecto en mí pero no alardeo de él. Con un suave beso en mis labios empezó a acariciarme sensualmente realizando un recorrido descendente por mi cuello, mi clavícula, mi pecho, mis pezones, mi abdomen… me tenía en un estado total de lujuria y sin control, me dejaba hacer sin rechistar. No sé como sucedió pero en su retorno sentí como sus labios se posaban directamente sobre mi piel sin que se interpusiera ropa ninguna. En vez de asustarme aquello subió más mi excitación y él lo percibió.

- Sí, cariño. Así me gusta, deja que yo tome el control, deja que te dé el placer que anhelas, deja que sea yo quien te libere.

Con su mano guió la mía hacia su entrepierna. Allí percibí como su falo estaba realmente duro, excitado. Sus gemidos de placer me lo confirmaron sin necesidad de palabras. Algo se apoderó de mí, no necesité que él me guiara para seguir acariciándolo. Quería devolverle a mi modo la misma sensación placentera. Sus caricias tampoco cesaban, tenía mi cuerpo encendido, ya no sabía ni quien era pero no me importaba. Aquello era lo que quería y, por una vez, iba a pensar en mí y tomarlo. La fricción de nuestros cuerpos nos elevaba sin fin, ambos estábamos a punto de explotar y queríamos más el uno del otro. Su mano tenía mi coño a punto de caramelo, necesitaba algo más que me completara, le necesitaba a él dentro de mí. Con mis manos aparté la suya y dirigía su pensé hacia mi vagina, quería que me follase allí pero él se resistía.

- ¡Fóllame, no me dejes así!

- Cariño, no puedo

- Cabrón, no se te ocurra desaparecer ahora…

- No desearía más otra cosa que estar dentro de ti, siento que voy a explotar si no lo hago, pero no tengo protección aquí, no qui….

Le callé con un beso apasionado a la vez que lo dirigía de nuevo hacia la entrada de mi coño. Rozaba mis labios con su polla, excitándonos a los dos cuando susurré contra sus labios las palabras mágicas.

- Fóllame ahora mismo, tomo la pastilla así que si estamos protegidos.

- Estoy totalmente limpio, preciosa

- Y yo, así que ahorrarte la charla y dame lo que quiero

Aquellas palabras fueron el detonante. Me la clavó sin miramientos, hasta lo más profundo. Se me escapó un gemido de placer y de sorpresa. La había notado un muy buen ejemplar entre mis manos pero llegaba a llenarme como nadie más lo había hecho, era una sensación inexplicable. Sorprendido por mi gritó se quedó quieto pero yo necesitaba acción así que, ayudándome de estar en el agua, empecé a deslizarme por su polla cogiendo cada vez más ritmo. Tras ver que yo estaba disfrutando se sumó a la acción y empecé a alucinar. Todo en él me excitaba: cómo me miraba, cómo me hablaba, sus obscenidades, cómo me llevaba,…. El fuego dentro de mí me consumía más y más, estaba a punto de explotar pero no quería hacerlo sin él. Él se dio cuenta de ese detalle pero aún le quedaba aguante, no íbamos a coincidir esta vez. Empezó a succionarme los pezones, a volverme loca con su boca, torturándome placenteramente. Tenía el control sobre mí, sabía lo que tenía que darme y no falló. Me llevó al mejor orgasmo que había disfrutado nunca, mi cuerpo entero se estremeció, mis músculos se aferraban a él para tomar todo lo que me daba y toda yo caí rendida sobre su cuerpo acogedor.

Estaba en un estado placentero, liberador, apacible. Fui reincorporándome para encontrarme con sus maliciosos ojos que transmitían los más pecaminosos deseos. Me besó, me devoró la boca y yo me dejé llevar. Cuando caí en lo que sucedía me aparté e intenté llevarlo hacía la zona menos profunda. Descubrió mis intenciones y respondió abrazándome fuertemente para frenar mis avances. Rendida, no pude con él.

- Déjate llevar por mí, aquí no puedo…

- Ssshhhhh preciosa, ya está

- No, tú no te has corrido, no has llega…

- Tranquila

- Déjame, por favor, quiero hacerlo…

- Hoy no, cariño. Hoy no

- ¿Por qué no? ¿Acaso crees que no puedo devolverte el favor o…?

Sus dedos se posaron sobre mis labios para callarme.

- Soy yo quien te debe a ti un favor, preciosa. He disfrutado como nunca. Y, antes de que digas nada, tienes razón. No me he corrido aún pero hoy no vas a hacerlo. Tendremos más ocasiones para que me pagues si así lo deseas.

- No puedo dejarte así…

- Ese es mi problema, ahora debemos irnos. Es muy tarde y tú estás exhausta. Mañana será otro día.

Sin darme la oportunidad de reprocharle nada me cogió en sus brazos, me envolvió en la toalla y me acurrucó de nuevo contra él. Se despidió de mí en el vestuario. No paré en ducharme, tenía razón, era demasiado tarde y se me escaparía el autobús de regreso. Me arreglé rápidamente y , al salir, allí estaba él esperándome. No sabía si mirarle o no a los ojos, me sentía diferente.

- Vamos, te llevo…

- No es necesario, el autobús…

- He dicho que te llevo y no hay discusión que valga

- No eres nadie para mandar sobre mi

- En eso estás equivocada, gatita…

Sin darme más opción me cogió fuertemente de la mano y me llevó hasta su coche. Las únicas palabras que intercambiamos fueron las instrucciones para llegar a mi casa. Cuando estacionó yo estaba lista para bajarme del coche pero no me dejó. Me asió de la mano y me acercó bruscamente hacia él. Con su mano libre la posó sobre mi cara y me besó apasionadamente, dejándome sin respiración. Abruptamente se separó de mis labios sin dejar de mirarme fijamente a los ojos.

- Buenas noches, princesa, descansa porque lo necesitarás.

- Buenas noches, gracias por traerme. Pero quiero dejar claro que esto no va a volver a suceder más.

- Vuelves a estar equivocada, preciosa. Se va a repetir, antes de lo que tú crees

Me dejó pasmada en la acera observándole, atónita.

- El que está confundido eres tú, bonito…

- Para nada. Ahora descansa porque, cuando estés recuperada, no dudes en que te exigiré todo y más. Ahora ya sabes que eres mía y que lo quiero todo.

- ¡Yo no soy de nadie!

- Exacto, no eres de nadie, sólo mía.

Aquella fue su despedida. Tras ver como entraba en mi portal su coche se perdió en la noche. No me quedaban fuerzas para pensar en sus palabras, me fui directamente a la cama y caí rendida.

Otro día más en la consulta, no muy ajetreado, cosa que no me gustaba ya que no dejaba de darle vueltas a la noche pasada. Sus palabras debían sentarme mal pero, muy lejos de esa reacción, me reconfortaban, me hacían sentir que formaba parte de algo, de alguien… El timbre del teléfono me sacó de mis pensamientos.

- ¿Diga?

- Buenos días, cariño. ¿Descansaste bien?

- Yo…. Yo… supongo que sí

- Eso me gusta, yo también espero que hayas descansado, porque está noche nadie te salvará. Entenderás que quiere decir ser mía y te encantará.

- Te dije que no tenía dueño…

- Hasta esta noche, preciosa. Prepárate, te iré a buscar.

Continuará…