Duelo de esposas

Me miraba como si fuera una pobre mujer desde su pose de francesa liberal, pero yo acepté el desafío. Hechos reales en el verano del 2019.

Duelo de esposas.

Julio de 2019.

Mi marido me había usado por la mañana antes de irse a una larga reunión de trabajo, digo usada porque me había follado sin preámbulos, a lo cucharita, un metida dura, corta, buscando su desahogo, sin ocuparse de mi placer, solo del suyo, mientras yo me dejaba hacer como si estuviera anestesiada.

Debo reconocer que, a veces me gusta que me cojan así, me hace sentirme muy hembra, aunque no me venga, notar que hago que a mi hombre le sale el macho vicioso que tiene dentro. Mientras él se duchaba me masturbé haciéndome la dormida pensando que era una esclava romana. Llegué al orgasmo y volví a dormirme, era temprano.

Sonó el teléfono, era Lalo, mi esposo. Me llamaba para decirme que habíamos quedado a cenar con un compañero de trabajo y su mujer cuando acabara la jornada de encierro de la empresa.

A mi típica pregunta femenina de qué cómo eran y qué me ponía, su contestación fue: vístete como mi putita argentina. Así que decidí comprarme algo ad hoc, de gata caliente y peleona.

Andaba media muerta por el calor en Madrid. Acompañaba a mi marido en un viaje corto de trabajo a su tierra. Habíamos dejado a nuestros hijos con mis padres en Argentina . Estábamos alojados en el piso de mis suegros, que andaban de crucero en el Báltico con mi cuñada, así que estábamos solos.

Me tomé un mate, me fumé un pucho, me di un ducha rápida y me fui a Serrano donde esperaba encontrar ese algo para ponerme que me apeteciera estrenar, aprovechando las rebajas. Iba con blusa y pollera fáciles de quitar para poder probarme cómoda, eso sí con un corpiño sin breteles , que tampoco era cosa de levantar pasiones matutinas, con las lolas jugando bajo la tela. Después de dos intentos, a la tercera fue la vencida.

Un vestido camisero, blanco, con flores rosas y violetas, sin mangas, con un tela ligera pero no trasparente y un poco arrugada, que se me pegaba al torso como una segunda piel y la pollera caía suelta desde las caderas hasta unos dedos por encima de la rodilla. Me lo probé y me gusté. Tenía unas sandalias, que podían valer, así que decidí comer algo para no preparar el almuerzo y descansar para la cena.

Piqué unas anchoas y un pincho de tortilla con un vino blanco de Rueda en una tasca y emprendí el regreso al hogar. Hacía calor, iba por la sombra cuando las vi: unas sandalias divinas, blancas, con dorados y plataforma con unos tacos de impresión y baratas. Llevaba gastados 95 euros entre el vestido y el almuerzo , así que aquella maravilla por 35 valía la pena. Entré pedí mi número, me las probé y salí feliz. Más feliz me sentí cuando pasó un bus, que me dejaba en casa y me ahorraba el taxi o darme un paseo con la calorina que hacía.

No eran las 15.30 y ya estaba de vuelta. Me preparé un mate y me cuestioné si cama o peli de vaqueros en Telemadrid. Decidí lo primero, estaba cansada, así que puse el despertador a las seis, me desnudé y me metí en la cama. No encendí el aire , me apetecía sudar, limpiar el cuerpo de toxinas.

Pensé en cómo sería la pareja con la que íbamos a cenar. Mi mano bajó a mi entrepierna, tenía la concha un poco mojada, empecé a tocarme, me gusta sentir mis dedos en el valle femenino, acariciarme los labios del coño depilado, buscar mi botón rosado, notar su contextura, su dureza cuando estoy caliente. Ya me había pajeado a la mañana, sólo quería fantasear un poco , pero relajada, disfrutando de la caricia de mis dedos y mi imaginación, me corrí y me quedé dormida.

Me desperté empapada, hacia mucho calor, puse agua a calentar y me preparé un mate. Puse una toalla sobre la silla, de rejilla para no pasmarme la concha ni el culo, bebí un poco, eché un Lucky y tranquila fui a ducharme.

Tardé, pues empecé con agua tibia, pasé a caliente y volví a tibia. Tuve la duda si masturbarme, pero decidí que no, tres pajitas eran mucho, quería reservar algo para la noche, ir ardiente a la cena y pegarme un buen polvo con mi chico al volver a casa. De todas formas me acaricié un poco y salí cachonda del agua. El roce de la toalla en la piel me mantuvo caliente, me hice un turbante para el pelo y me embadurné de crema. Me sequé el pelo, hasta que quedó liso y brillante. Tenía media melena, justo sobre los hombros, para poder bañarme bien en el mar, donde esperaba pasar unos días. Un poco de rimel en las pestañas y sin mas maquillaje, estaba dispuesta y esperando a mi marido.

Y me llamó. Que no podía pasar a buscarme, que fuera sola, que me esperaba en la terraza del Círculo de Bellas Artes a las 9 . Cuando añadió : Putita, ponte los aros y las cadenas de oro, me di cuenta que la cosa venía de marcha dura y sensual. Me puse los aros, luego tres cadenas, una en el cuello, otra en la muñeca izquierda y la última en el tobillo derecho, llevar esta última me daba sensación de marcada, de sometida a mi macho Es algo que me pide cuando quiere algo especial, que tenga claro que soy su zorra.

Desnuda pero arreglada, haciendo un poco de tiempo, me toqué un poco los pezones decidiendo si me ponía corpiño o no, tengo una tetas duras, elásticas para lucir, elegí un corpiño blanco, calado, que me las realza todavía más, me puse una braguita blanca, el vestido y las sandalias nuevas, agarré la cartera beige a juego y me miré en el espejo. Me gusté, era una bomba, parecía buena, sobre todo al estar poco maquillada, se me veía como una jovencita mala y perversa y más al andar. Decía Marilyn que los tacos muy altos hacen que te balancees moviendo la cola como un perrito ante su amo.

Un taxi y a la terraza de la calle Alcalá. Mi marido y su compañero ya habían llegado. Los dos de saco y vaquero .

Lalo me dio un beso apretándome, tomando posesión, y dijo al separarnos.

  • Te presento a Franco , es italiano Ahora viene su mujer, Agnes , es francesa, está en el hotel de al lado .

Era un hombre cerca de los cincuenta, como mi marido, con el pelo gris, ojos azules, guapo de verdad, pero con un aire perverso que le hacía más interesante. Me dio la mano, noté una corriente en el saludo que me hizo estremecer. Era un tipo que te calentaba sólo con estar a su lado.

  • No me gusta que me haga esperar, así que debe estar para llegar.

Y llegó. Era una mujer rubia, con pelo largo recogido en un moño que le dejaba ver un bello cuello libre. Ojos verde marrones , nariz recta y labios golosos pintados de rojo. Iba con una blusa de seda blanca y una pollera negra, abotonada, que se ceñía a sus caderas y muslos. Los zapatos negros de fino tacón alto. Me dio un beso, la olí y la sentí, rezumaba competición y deseo, mi libido se puso en marcha y todo duró un poco más de lo correcto, el tiempo suficiente para reconocer nuestra mutua excitación.

  • Pegdonen que llegue tagde pego es que me ha costado encontgag lo que me ha encaggado mi esposo- nos dijo a todos aunque se veía que era una justificación ante su hombre.

Arrastraba las r como g destacando que era francesa y atrevida, porque el beso que le dio a mi marido era algo más que un pico, era una incitación, pegado, húmedo, no le dejó marcados los labios porque el rouge era de los que no dejan marca.

Pensé ¡que pedazo de zorra! Y encima como dicen los hombre estaba no buena, buenísima.

Y entonces me fijé en los adornos de plata que llevaba. Cuatro pulseras en tobillos y muñecas con cierres para que sirvieran de esposas, El collar y los pendientes eran cadenas de plata para usarlas como ataduras. Y la volvía estudiar: preciosa , con un maquillaje perfecto y total ( una se maquilla poco porque no lo hace bien y por eso lo sabe valorar), la imagen de una sumisa maravillosa, de libro.

Ella me estudio desde arriba ( era mas alta que yo) y sus ojos me dijeron: nena, sudaca, no tienes nada que hacer ante mí, una francesa de revista, una mujer de película. Así que...admira a la reina de la noche.

Lalo , mi marido, dado que era el que estaba en su país y le tocaba hacer de sabedor nos preguntó:

  • ¿ Queréis tomar algo antes de subir a la terraza?

  • Yo una cerveza, mi mujer una copa de champan y ¿ tú? - me preguntó Franco con una mirada con sus ojos azules que derretían un tempano.

  • No sé, o una caña como vos o un vino blanco, según lo que vayamos a beber luego.

  • Pues otra caña y yo me apunto al champan con Agnes.

Mi chico estaba seducido por aquella diosa, lo del champan o cava antes de comer era algo raro en él, decía que luego había que seguir tomando lo mismo. Me jorobaba que aquella francesa lo tuviera tan atontado, aunque era una divinidad y ejercía de ello. Decidí tomármelo con tranquilidad, no siempre una gana.

Llegaron las bebidas con aceitunas y almendras Mientras las tomábamos, me di cuenta que Franco me miraba con interés, me estiré lo que pude para lucir tetas, sus ojos se alegraron y sonrió. Tenía una dentadura perfecta, blanca, igualada y ese tipo de labios que nos gustan, ni gruesos ni delgados, bien dibujados.

La perra de Agnes comía las aceitunas como si fueran puntas de verga, sentada luciendo muslo pegándose a mi marido.

  • Creo que es hora de subir- propuso el italiano. Habíamos pagado cuando trajeron la consumición.

Fuimos hacia el ascensor, cuando la francesa se agarró del brazo de mi marido, yo hice la mismo del suyo. Descubrí que tenía un bíceps duro contra el que apreté mi seno. El se dejó hacer.

Llegamos a la terraza, había mucha gente. Teníamos una mesa reservada cerca de la baranda. El público era guapo y elegante, no éramos los más viejos , pero desde luego no estábamos entre los jóvenes.

  • ¡ Es precioso...la vista una maravilla!- dije mirando el Madrid iluminado en la noche.

  • Lo que es hegmoso , es Paguis desde la Toge. - soltó la cabrona de la francesa , sonriendo a mi marido y abriéndose un par de botones de la blusa para que viéramos que no llevaba corpiño.

Era un declaración de guerra, más cuando Lalo no le contestó con la anécdota de Unamuno, que me había contado a mi en París cuando hice el comentario de lo bonita que era esa vista, que decía que era más hermoso el circo de Gredos .

  • No sé , aunque vista nocturna impactante: Río desde el Cristo, ya sabes el Corcovado - una será sudaca, pero decidí defender valores latinoamericanos.

Franco se dio cuenta que aquello no iba por buen camino, así que soltó cortando el tema:

  • Elena tienes razón, es una vista espectacular , no sólo de noche , también de día. - cambio de tono para decir a su mujer- Mientras encargamos la cena, ve a ponerte eso.

  • He tgaído otga para Elena, pego no sé si se atgevegá a usagla.

  • ¿ De qué hablan?

  • Mi esposo me ha pedido que use una bola vaginal con mando a distancia y yo tengo otga para ti , si no te da …

  • Vergüenza, pudor.- añadí yo.

  • Sí, eso. Me encanta excitag a mi esposo y le doy todos los gustos.

Pedazo de hija de puta pensé, me pica para quedar ella de señora liberal y yo de mujer reprimida. Lo que no sabía es con quien estaba jugando. A mis 42 años, casi 43, había hecho de todo con mi marido, tenía una amante y encima escribía relatos porno, o sea que soy golfa de mente y aquella francesita venía a competir.

  • Me imagino que la mía será nueva o estará higienizada.

  • Está nueva y con pilas.

  • Pues vamos al baño a ponerlas.

Y me levanté. Me di cuenta que Lalo sonreía , parecía que había buscado la situación, una situación que podía salir por cualquier lado porque yo estaba decidida a no dejarme epatar por aquella francesa. Tome mi bolso y agarrándola del brazo, pegada a ella, como dos buenas compinches marchamos para los aseos.

Había dos vacíos, entró en uno, antes me dio una caja. Yo fui al otro. Me bajé el tanga, abrí la caja y allí estaba el aparato, era violeta, pequeño. Estaba mojada, así que no me costó que entrara, tiré un poco de la cuerda para que cayera justo en la zona del punto G, volví a ponerme la braguita .

Aquello iba de competición, las lolas de ella no eran grandes y por como se mantenían de tiesas pensé que estaban operadas, así que decidí dar juego a las mías naturales. Me quité el corpiño, lo guarde en la caja del vibrador y lo metí en la cartera. Luego me desabroché cuatro botones del vestido, dos arriba y dos abajo, dejaba parte de los muslos al aire y el escote y salí.

Me estaba mirando en el espejo cuando salió Agnes, me miró, le debí sorprender porque se quedó parada ante mí, estudiándome y dijo:

  • Muy linda.

  • Vos también, sos muy hermosa.

Estábamos paradas una frente a la otra y de pronto me dio un beso en los labios, fue corto. Vi sus ojos verdes y fui yo la que devolvió el beso, también corto pero con lengua jugando. Era como cuando dos boxeadores se saludan antes de empezar el combate. Y fuimos hacía donde estaban nuestros maridos.

No éramos las más jóvenes, ni las más bellas pero nos sentimos devoradas por las miradas cargadas de deseo de los hombres que estaban en el camino. El andar con la bola vibradora en mi vagina me excitaba, mis pezones respondían y estaban tiesos queriendo romper la tela que los ceñía. Franco se quedo obnubilado con mis tetas, tiesas pero vibrantes, me encantó como le ponía. No era sólo su mujer la que estaba buena, yo, de otra forma, también era un matadora.

Los asientos eran altos, nos sentamos , Agnes frente a Lalo, yo mirando a Franco. Y entonces ella le dio la caja con el mando de su bala vibradora a mi marido. Yo no me iba a quedar atrás, así que puse la mía ante el italiano. Fue un momento de tensión, iba a empezar un juego malvado y lascivo. Daba igual la comida, quizá importase la bebida por aquello de liberarnos más.

  • ¿ Quién acaba antes, ese es el campeonato?- dijo en susurro la francesa.

Yo respiré hondo para mostrar el pedazo de tetas duras y con los pezones de punta que se marcaban bajo el vestido, mostrando que no llevaba corpiño, como se comprobó cuando Franco abrió su caja y allí estaba mi prenda interior. La sacó y se la metió en el bolsillo del pantalón.

  • Cariño- le dije, aprovechando para darle otro piquito en los labios- Este es un partido de equipos , de parejas.

  • Chicas, por los cuatro.- brindó mi marido haciendo que chocásemos las copas. Franco y yo vino blanco, ellos cava.

  • ¡ Que empiece la competición.- añadió el italiano que estaba entusiasmado con mis pechos.

Y empezaron a jugar con nosotras mientras iban y venían los platos de la cena. La verdad que estaba tan concentrada en no venirme que casi no me enteré de lo que comí. La vibración subía ,bajaba, paraba, era un tormento delicioso. Mi mirada iba de mi marido al italiano. Me di cuenta que Lalo sólo tenía ojos para la francesa. Así que me sentí libre de jugar con Franco, que encima estaba buenísimo.

Avancé un poco mis nalgas en el asiento, me quedé justo con el principio de los muslos en el borde, el vibrador me afectaba más en esa posición, pero también tenía más facilidad para llegar con mis rodillas a la entrepierna del italiano.... y llegué. La tenía dura, y parecía grande, la rocé con mi pierna desnuda. Puso ojos como platos. Y sus labios se curvaron en una sonrisa lobuna. Yo le devolví la sonrisa, con mi mayor pinta de gata. Yo le masturbaba y él a mí. Jugábamos los dos.

De pronto me di cuenta que la competición tenía trampa. Lo que era excitante era ver como nos veníamos las chicas, es decir que como éramos capaces de llegar al orgasmo en público y que no valía la pena aguantar, al contrario lo que había que hacer era venirse. Y me solté.

Me concentré en la bola dentro, en como me estaba masturbando con su vibración maravillosamente malvada y me dejé llevar. Cuando empezó a llegar la primera ola, me mordí los labios, solté el tenedor y me agarré con fuerza a los bordes de la mesa, y mi respiración comenzó a llevar el ritmo del oleaje, cada vez más fuerte, cada vez más rápido. Tenía los ojos abiertos, la mirada fija, concentrada en venirme.

-¡ Aaah...aahhh....aaahh …. !

Era apenas un susurro que me salió cuando estallé en un orgasmo salvaje.

  • ¡ Ya!- musité al acabar.

Franco me miraba con ganas de comerme, sentí su polla como una piedra, le sonreí entregada, le tomé la mano donde tenía el mando, la apreté y dije mimosa:

  • Lo siento, he perdido.

Lalo, mi marido, no se había dado ni cuenta, estaba ensimismado con la francesa. Decidí seguir el juego con el guapo italiano. Mi rodilla volvió a masajear su dura verga, respiré hondo, mis tetas, con los pezones erectos remarcados bajo la tela del vestido con el amplio escote , eran una provocación, como mi pregunta:

  • A mi no me importa repetir, y ¿ vos?

  • Elena, si quieres lo pongo en marcha light para … mantenerte tan deliciosa como estás... pero no sé si aguanto el show de otro orgasmo tuyo... es una peli porno.

  • Vos decides, yo solo estoy a tu servicio- contesté con voz ronca y entregada.

Con los helados de los postres se corrió Agnes, una delicia, me calenté yo también. Muecas, pequeños gemidos, ojos en blanco, dedicado a mi marido que la miraba totalmente salido.

Pedimos una copa de cava mientras traían la cuenta, y brindamos por los cuatro. Cuando lo hombres pagaran, nosotras nos quedamos mirándonos, valorándonos, dos leonas en celo y en lucha, habíamos ganado ambas, nuestros hombres se habían excitado con la otra, les habíamos puesto cachondos y tocaba acabar. Por eso nos dimos un beso pegándonos un poco más de la cuenta, valorando nuestros cuerpos y dejando que nuestras lenguas se encontraran.

Ellos se fueron andando a su hotel, nosotros tomamos un taxi y nos fuimos a departamento. Notaba la excitación salvaje de mi marido.

Apenas entramos se paró ante mí y me ordenó:

  • Elena ¡ desnúdate!

Lo hice despacio, quería que él me valorara como hembra apetecible, me solté el vestido que cayó a mis pies . Mi marido me miraba salido con ojos de poseso.

  • La braga y como una perra.

Le obedecí, dándole la espalda para bajarme la bombachita, inclinándome con el culito en pompa. No me dio tiempo a sacarme la bola vibradora. Me ensalivó el ojete, y sin quitarse los pantalones, se puso tras mío, apoyó el glande en mi orificio trasero y empujó, metiendo la polla de un golpe.

  • Aaahhh... me has hecho daño.- chillé.

  • Obedece y calla-

Me enculó salvaje, bien agarrada por las caderas para hacerme llevar el ritmo, y dándome nalgadas como si fura una yegua en una carrera. No podía ni tocarme para darme placer, la fuerza de sus embestidas me hubiera hecho caer. Duró poco, soltó su leche y la sacó. Se levantó, me agarró de la mano y tiró de mí hasta que quedé de pié.

  • Nena. Vamos al baño y lávame la polla.

Le obedecí, recorriendo el camino con una mano intentando que no se me saliera la leche del culo, estaba en casa de mis suegros y el suelo era de madera. Mi marido se bajó los pantalones y el boxer, retiró los pies de la ropa que había quedado en el suelo. Yo aproveché para sacarme la bola de mi vagina y con un trozo de papel higiénico secarme el culo y la concha. Apenas me dio tiempo.

  • ¡A la ducha!

Entré en el plato mientras se quitaba el saco y la camisa que tiró al suelo. Agarré la alcachofa del agua , puse el mando en calor templado, cuando mi esposo se paró a mi lado, le tomé la polla, todavía dura, y dirigí el chorro hacia ella. Seguía gorda cuando tiré para dejar el cipote el aire, y volver a lavar los posibles restos de mis heces.

Le miré a los ojos, en ellos vi la lujuria salvaje de un macho ansioso de hembra. Coloqué la ducha en alto y me metí bajo ella. El agua caía sobre mi cuerpo desnudo.

  • ¡De rodillas y chupa!

Le obedecí, me la metí en la boca. Me agarró la cabeza y me usó como si mi boca fuera mi coño. Volvió a tenerla dura como una piedra. Tiró de mi pelo, hasta que la verga salió de mi boca. Se la agarró y comenzó a golpearme con su pija la cara alrededor de la boca. Yo la dejé abierta con los morros esperando su leche.

Se rió.

  • Nena... nena … no va a ser así. Levanta y apóyate con las patas bien abiertas para que te rompa el coño.

Lo hice, me apoyé con el brazo izquierdo doblado, apoyé la cabeza, me abrí de muslos, mi marido tras mío hizo que me inclinara un poco más hasta que pudo colocar cómodo la polla a la altura de mi concha y me la metió.

Sabía que el polvo iba a durar, recién se había corrido, llevé mi mano derecha libre a mi clítoris, me acaricié. YO HABÍA PERDIDO. MI MARIDO ME ESTABA FOLLANDO COMO SI YO FUERA LA FRANCESA. Me sentí usada...como lo que era: SU MUJER, SU ESPOSA.... SU PUTA.

Y me excitó y aceleré el toque en mi botón para correrme como lo que soy.: una gata caliente y viciosa.