Dudas

Dudar esnatural, sobretodo cuando no sabes que es lo que siente la otra persona...

Dudas. Con ella, todo eran dudas. Miedos y nervios. Cuando me miraba, cuando me rozaba y cuando me hablaba, pero sobretodo cuando me dedicaba aquella sonrisa torcida que me volvía loca. Y ahora volvía a dudar, con ella ahí, riendo con mi mejor amigo, Jake. <> me preguntaba ausentándome del mundo real y dejando que mis ojos acariciasen sus preciosos labios rojos. <> me preguntaba anhelando con ansiedad la caricia de sus labios sobre los míos.

-¿En qué piensas, Jay?- me preguntó de repente y tuve que apartar la vista de sus labios para clavarla en sus ojos caoba.

Me estaba dedicando de nuevo aquella sonrisa extraña, con la que solo he visto que me mire a mí. Una sonrisa entre traviesa y dulce que me roba los latidos del corazón y el oxígeno de los pulmones.

-En nada. ¿Por qué?- contesté yo, mientras rogaba a todos los Dioses del Olimpo para que no se diese cuenta de lo nerviosa que me estaba poniendo con aquella sonrisa suya.

-Porque estabas como ausente… como en las nubes, diría yo…- dijo ella soltando una risilla traviesa-. ¿No nos vas a decir quién te roba los pensamientos?

-¡Ay, Gara…! No seas idiota… sabes que no hay nadie…- mentí y me giré por tal de que ni ella ni Jake se diesen cuenta de cómo me sonrojaba.

Gara y Jake eran hermanos y aunque Gara era cuatro años más mayor, ella tenía 19 y nosotros 15, acostumbraba a pasar varias tardes a la semana con nosotros, jugando a cartas o paseando por el pueblo, incluso nos ayudaba con los deberes a menudo. A veces, Gara traía a Joe, su novio, y pasaban la tarde con nosotros. A mí eso me fastidiaba, por que era entonces cuando Gara me prestaba menos atención y parecía que le era indiferente. Por suerte para mí aquel fin de semana, Joe había ido a no se donde con unos amigos, y Gara se quedaría con nosotros durante las fiestas del pueblo.

-Bueno… ¿Dónde queréis ir?- les pregunté volviéndome a girar y arqueando las cejas.

-En serio, Jay… a ti te pasa algo… llevamos media hora diciendo que queremos ir a la feria…- dijo Gara dejando de reírse y mirándome preocupada.

Le sonreí con una dulzura que me salió de lo más profundo del alma. Ella lo debió de notar, por que dejó de estar preocupada para sonrojarse visiblemente y como consecuencia, hacerme sonreír a mí también.

-En serio, Gara… no me pasa nada…- dije poniéndome a caminar de nuevo-. ¡Vamos a la feria!

Escuché como Gara y Jake soltaban una carcajada y corrían para ponérseme cada uno a un lado. Caminamos hasta el recinto ferial, que estaba al otro lado del pueblo, entre risas y bromas. Para mi sorpresa, Gara no se separaba de mí y parecía buscar todo el rato un mínimo contacto conmigo. Un empujón, un roce, todo le valía.

- Bueno, ya vale, Jay… te estás volviendo paranoica… Gara es ABSOLUTAMENTE heterosexual …- me dije para mis adentros mientras Gara me volvía a dedicar otra de sus misteriosas sonrisas.

No tardamos mucho en llegar a la feria, y una vez allí, vi como a Gara le brillaban los ojos de emoción mientras observaba una atracción de unos 15 metros de altura. Aquello me extrañó. A mi amiga nunca le habían gustado aquél tipo de atracciones, pero para sorpresa de Jake y mía, Gara nos arrastró allí sonriendo.

-Ah no, no, no, no…yo no me pienso subir a ahí… NI LOCA…- exclamé mientras clavaba los pies en la tierra por tal de que no me empujase más hasta aquella horripilante máquina de crear accidentes.

-¡Jay! No me hagas esto por favor…- me dijo con carita de cachorrillo y se me acercó al oído para susurrarme algo sin que Jake se enterase-. Si te subes conmigo… luego le damos esquinazo a mi hermano un ratito y nos subimos las dos SOLAS en lo que tú quieras…

La boca y los ojos se me abrieron irremediablemente. El corazón me latía a mil y parecía que se me iba a salir del pecho.

-Va… vale… me subo con vosotros…- contesté yo completamente confusa y Gara me sonrió satisfecha.

Nos encaminamos hacia aquél cacharro que se hacía llamar El Martillo de Thor . Yo con cara de pánico, ellos más contentos que un ocho…

-No se por que me dejo convencer…- musité entre dientes, ya subida en la atracción y mientras me ponían un arnés de seguridad.

-Por mi belleza divina…- contestó Gara, que estaba junto a mí, clavándome una mirada traviesa, aunque acto seguido, cambió su expresión y me agarró la mano con suavidad-. No tengas miedo, Jay… no pasará nada… yo estoy contigo, ¿vale?

Me quedé tan atontada, por el contacto de su mano y por su actitud, que casi no me di cuenta de que la atracción se había puesto en marcha. Seguía clavándome una mirada hipnotizante, que me hacía olvidarme de todo… hasta que me di cuenta de que mis pies ya no pisaban tierra firme. Lancé un grito ahogado y cerré los ojos con fuerza hasta que volvimos a aterrizar, algo mareados. Nos bajamos de la atracción, yo respirando con dificultad, ellos riendo como desquiciados. De repente, Jake se paró delante de nosotras y alzó una ceja extrañado.

-¿Qué hacéis?- nos preguntó con la voz ronca.

Al acto, mis ojos y los de Gara, se dirigieron hacia nuestras manos, las cuales seguían entrelazadas y habíamos “olvidado” soltar, después de bajar de la atracción. Nos soltamos y noté como su calor me abandonaba poco a poco. Desviamos la mirada completamente avergonzadas, pero aún me sonrojé más al ver que Gara se frotaba la mano. Quizá le había apretado demasiado.

-¡Jake! ¿Aquél de allí no es Sam?- exclamó de repente Gara para sorpresa de todos.

-¿Dónde?- preguntó Jake dándose la vuelta y Gara me guiñó un ojo discretamente.

-Allí… creo que se ha metido detrás de aquella caseta…- dijo señalando a algún sitio que yo no conseguí distinguir.

En el rostro de Jake apareció una enorme sonrisa y sin decir nada comenzó a alejarse de nosotras.

-¡Luego nos vemos!- dijo entre girándose y diciéndonos adiós con la mano.

-Una promesa es una promesa…- dijo Gara poniéndose en frente de mí al sentirse interrogada por mi mirada y yo le sonreí ampliamente, pero mi rostro cambió al ver como se frotaba la mano de nuevo.

-¿Te he hecho daño?- le pregunté mordiéndome el labio inferior con un gesto preocupado.

-No… tranquila… estoy bien…- dijo acariciándome levemente la mejilla.

-Ya…- contesté yo escéptica levantando una ceja-. A ver, déjame ver…

Gara alzó los ojos al cielo y me tendió la mano. La observé y, sin poder evitarlo, pasé los dedos suavemente por la marca roja que tenía, provocándole un escalofrío. La miré a los ojos mientras seguía acariciando su mano y por primera vez, vi como se enrojecía ante mi mirada.

-A… aún no me has dicho dónde… dónde te quieres subir conmigo…- dijo nerviosa y sorprendiéndome.

Jamás había visto a Gara perder el control sobre sus emociones. Nunca estaba nerviosa y siempre la envolvía un halo de misterio, como si siempre tuviese la situación bajo control. Recuerdo que una vez, un día no muy lejano a aquél momento, Jake ella y yo fuimos a la playa. Jake se empeñó en que quería nadar hasta la bolla y ambas le respondimos que no. Mi amigo sólo se encogió de hombros y echó a nadar hacia el mar. Recuerdo que ella no apartaba la vista de su hermano y tenía todos los músculos del cuerpo en tensión, como si supiese que algo malo iba a ocurrir. Entonces le pregunté por qué no iba a nadar con él y ella apartó un momento la vista del mar, me miró directamente a los ojos y me dijo: “El mar me da pánico…”. Pero al girarnos las dos, Jake ya no estaba por ninguna parte. Gara frunció el ceño mientras oteaba el horizonte y de repente, se levantó y se tiró al agua de cabeza. Yo la seguí, pero después de veinte metros ya no fui capaz de seguir su ritmo y tuve que volver a la orilla. Jake pataleaba a unos doscientos metros de la costa y Gara no dejó de nadar y nadar hasta que agarró a su hermano y, pausadamente, lo fue empujando hasta la orilla. Cuando ambos salieron del agua, fui corriendo a ver que había pasado. Gara no parecía ni siquiera agitada, no le faltaba la respiración, y vale que hacía mucho deporte, pero había nadado 400 metros, 200 de ellos cargando con su hermano. El caso es que la chica sólo se limitó a sonreír y darle una colleja  a su hermano. “Eres un idiota…” le dijo en un tono cariñoso y se echó en la toalla boca abajo. Yo me senté junto a ella y la miré incrédula. “¿No me habías dicho que te daba pánico el mar?” le pregunté atónita y ella se limitó a mirarme con una amplia sonrisa pintada en los labios. “Y me da pánico… pero es mi hermano… aunque hubiese hecho lo mismo por cualquiera… incluso por ti…” dijo y me dio un empujón cariñoso.

Volviendo a la feria, paseé mis ojos por el recinto, buscando una atracción para compartir con ella. Vi la casa del terror y la mirada se me iluminó, pero pensé que era demasiado típico.

-¡Vamos a los autos de choque!- dije casi sin pensar y ella me miró levantando una ceja. Había recuperado su calma habitual.

-¿A los autos de choque?- preguntó incrédula-. Esperaba algo más…

-¿Más qué? ¿Es que no te atreves conmigo?- le interrumpí guiñándole un ojo y caminando ya hacia la atracción.

-Uy… ¿Te atreves a retarme?- dijo con su sonrisa torcida y corrió hacia mí para subirse sobre mi espalda y después continuar corriendo hacia la caseta de los autos de choque.

Cuando hubimos comprado los billetes, cada una se subió en uno de los cochecitos. Observé a Gara con una mirada desafiante y ella, nuevamente me dedicó su preciosa sonrisa torcida. Durante los pocos minutos que duraba la atracción, ambas reímos y nos lanzamos improperios verbales en broma, pero pronto tuvimos que bajar de los cochecitos. Gara pasó un brazo por mis hombros y me sonrió de aquella manera que me volvía loca.

-Mi hermano tardará en volver… aún estará buscando a Sam…- dijo Gara guiñándome un ojo-. Así que… ¿Qué te parece si vamos a la casa del terror? Ya se que es muy típico… pero me han dicho que esta da miedo de verdad…

Miré a mi amiga sorprendida. A veces creía que me podía leer la mente. Asentí y caminamos la una junto a la otra despacio.

-¿Típico en qué sentido, Gara?- pregunté justo antes de llegar a la cola, que era eterna.

-Bueno, ya sabes…- dijo volviéndose a poner nerviosa-. Si llevas a alguien a la casa del terror, parece que le quieras conquistar… ya sabes, es el sitio perfecto para cogerse de la mano, del brazo o abrazarse con la excusa de que da miedo…

Al acabar su discurso, Gara se rió de la expresión de mi rostro, que a decir verdad, debía de ser muy graciosa. Luego dijo algo como;” Esto va para largo, espérame aquí que ahora vuelvo...” y se marchó dejándome sola y medio atontada. La cola daba casi la vuelta entera a la atracción pero Gara estuvo de vuelta antes de que anduviese un par de metros.

-Hola preciosa.- dijo rodeando mi cintura desde detrás y haciendo que me sobresaltase-. Vaya, ¿aún no hemos entrado en la casa y ya estás asustada?

-No seas tonta… es que no sabía a quién se le podría ocurrir abrazarme de esa manera…- dije avergonzada.

-¿Es qué esperas a algún chico?- preguntó Gara muy cerca de mi oído, sin dejar que me girase.

Tragué saliva y sonreí tímidamente.

-Sólo te espero a ti…- dije envalentonándome, pero procurando que no notase el doble sentido de la frase.

Gara me obligó a girarme, de manera que quedamos muy cerca la una de la otra, posiblemente, más de lo que lo habíamos estado nunca.

-Toma, te he traído esto…- dijo Gara y me entregó una piruleta con forma de corazón.

-¡Gracias, Gara! ¡Eres genial!- dije y la abracé.

Durante el resto de la cola, no pude apartar mi vista de la chica, que lamía otra piruleta de forma distraída, aunque yo dudaba de si lo estaba haciendo para provocarme, por que aquella lengua y aquellos labios eran increíblemente sexys, teñidos de rojo por culpa del caramelo.

-¿Sabes?- dijo Gara de repente sacándome de mi ensimismamiento-. He dejado a Joe…

La miré asombrada y casi tuve que matarme para ocultar la sonrisa de felicidad que estaba a punto de aparecer en mi rostro.

-¿Por qué?- le pregunté.

-Bueno… digamos que… hay alguien más…

-¿Alguien más? ¿En qué sentido?

-Pues… en el sentido de que  Joe nunca fue el dueño de mi corazón, hablando poéticamente… de hecho, creía que mi corazón nunca le pertenecería a nadie… hasta que me di cuenta que siempre había sido de la misma persona...- contestó Gara.

A veces mi amiga tenía esas salidas románticas. Era como si de repente, su coraza desapareciese y dejase que los demás entrevieran lo que resguardaba en su interior.

-Esa persona es muy afortunada…

Gara se encogió de hombros y luego sonrió como si hubiese tenido una idea brillante.

-¿Jugamos a un juego?

Esta vez fui yo la que se encogió de hombros y le devolví la sonrisa.

-Muy bien, dime cinco frases con las que describirías el AMOR.- dijo Gara con un tono de voz que me hizo pensar que ese juego no era improvisado.

-Vale, juguemos, pero empieza tú.

Gara suspiró y luego se rió. Ya estábamos cerca de la entrada y pensé que aquél juego me distraería de los nervios que se estaban agarrando a la boca de mi estómago.

-Como tú quieras, preciosa.- dijo Gara guiñándome un ojo-. A ver… el amor es abrazarse después de una noche de pasión… el amor es lo que todos buscan y pocos encuentran… el amor es juntar dulzura y pasión en la misma cama… el amor es una constelación de miradas, roces y besos… el amor es de cualquier sexo, raza o condición.

Tras la sentencia de Gara, mi boca se abrió ligeramente, una y otra vez, habiendo que en el rostro de mi amiga apareciese una gran sonrisa. Sentí como me empujaba y acto seguido me envolvía la oscuridad. Noté su mano posada en mi cintura.

-¿Gara?- susurré buscándola a tientas.

-Tranquila, estoy aquí…- dijo pegando su pecho a mi espalda y agarrándome por la cintura.

Acto seguido se encendió una luz y un pasillo apareció ante nosotras. Tragué saliva y noté como Gara me empujaba hacia allí, así que tuve que comenzar a caminar. A cada lado del pasillo había puertas cerradas y al final, una abierta, aunque era mucho más pequeña que todas las demás, así que tuvimos que entrar agachadas. La verdad es que estaba muy bien ambientado. La sala en la que entramos era como un gran comedor, con una mesa enorme en el medio. Cuando mis ojos se acostumbraron a la tenue luz, pude ver que había alguien sentado al otro extremo de la mesa. Me recorrió un escalofrío al ver que era un hombre cubierto de sangre. Nos hizo un gesto a ambas señalándonos dos sillas. Miré a Gara intrigada y me volvió a sonreír de medio lado, como siempre hacía. Ella fue la primera en sentarse y yo me senté junto a ella. Volvió a agarrarme de la mano y me miró con intensidad.

-Tranquila, tan solo está actuando…- dijo señalando al hombre, que ahora nos miraba con cara de loco.

De repente, nos lanzó un grito de esos de película de terror que acojonan hasta al más valiente (menos a Gara, que ni se inmutó). El suelo desapareció debajo de nuestros pies y comenzamos a descender por un tobogán que me dio la impresión de que tenía forma de espiral. La mano de Gara me asía con fuerza y no me dejaba separarme de ella. Caímos sobre una colchoneta, pero eso no evitó que el golpe fuese duro. Cuando recobré un poco el sentido, me di cuenta de que Gara había quedado atrapada bajo mi cuerpo y que me miraba sonriendo. Sus manos volvían a estar posadas sobre mis caderas, aunque esta vez traspasaban la tela y tocaban directamente mi piel. Nuestros pechos estaban ten juntos que podía sentir los latidos de su corazón tranquilo junto al mío desbocado.

-Perdona…- susurré, pero mis piernas no querían ayudarme a levantarme.

-no pasa nada…- contestó Gara con el mismo tono de voz, aunque ella tampoco hizo nada por levantarse.

-Deberíamos continuar…- dije confusa.

-Sí, deberíamos

-¿Qué quieres decir?

-Nada, solo que se está bien aquí… al menos parece que se te ha quitado el miedo…- respondió Gara dedicándome aquella sonrisa tan suya.

Un estruendo me obligó a apartar la vista de aquella maravillosa visión. Entonces me di cuenta de que estábamos en una sala pequeña, repleta de libros. Una puerta se había abierto y había entrado un tío de esos con una motosierra. Arqueé una ceja.

-Dios salgamos de aquí…- dije sonriendo.

Pasamos un par de habitaciones perseguidas por el tipo de la motosierra y por una niña loca que no dejaba de decir guarrerías y caminaba muy raro. Por fin, volvimos a salir de aquel infierno de gritos, de nuevo cogidas de la mano. No quería mirar a Gara, pues por alguna extraña razón, sabía que esta vez no se nos había “olvidado” soltarnos de la mano. A lo lejos vi la figura de Jake, que se reía de algo que le estaba diciendo Sam, al que al parecer, al final había encontrado.

-Mira, allí esta Jake… vamos a buscarle, se preguntará dónde estamos…- dije nerviosa e intenté caminar en aquella dirección, pero la mano de Gara me retuvo en el sitio donde estaba.

Suavemente hizo que me diese la vuelta, hasta quedar muy cerca de ella. Era ligeramente más alta que yo, así que tuve que alzar el rostro para mirarla a los ojos.

-Aún no me has dicho qué es el amor para ti…- dijo sonriendo de medio lado.

La miré sorprendida, abriendo los ojos de par en par y sonriendo. Suspiré y me puse delante de ella, muy cerca. Si ella era seductora conmigo, yo no lo iba a ser menos. Después de salir de la casa del terror, me había quedado claro que Gara llevaba toda la noche tonteando descaradamente conmigo.

-El amor es lo único sobre lo que no se puede razonar, pues perderías la razón… el amor es la fragancia de la felicidad y la tristeza… el amor es la dulzura del primer beso y la tristeza del último… el amor es querer luchar siempre hasta el final…- suspiré de nuevo antes de pronunciar la última frase-. El amor es querer morir si TÚ mueres…

Gara abrió la boca ligeramente ante mi descaro.

-¿Si yo muero?

-Yo no he dicho eso…

-Si que lo has dicho… has dicho “si tú mueres”…

-Era una frase echa, Gara…

Hubo un par de segundos de silencio en los que me mantuve muy cerca de ella y entonces, una gran sonrisa fue apareciendo en el rostro de Gara, como si hubiese leído algo en mis ojos.

-Jay…

-¿Sí, Gara?

-Tontear es divertido… pero a mi me gustan las cosas claras.

-Ya somos dos.

-¿Te gusto, Jay?

-Sí. ¿Y yo a ti, Gara?

-Sí. ¿Estás enamorada de mí?

-Como una tonta. ¿Y tú de mí?

-Desde siempre.

-Me alegro.

-Y yo, Jay, y yo… ¿me besas tú o te beso yo?

Reímos y me besó. Así de simple y llano. Después de meses de tonteo, sí, pero así de simple y llano. Por que eso me demostró que no hacen falta palabras de relleno para describir el amor. Una pregunta, una respuesta y un beso es todo lo que hace falta para decirle a una persona lo muchísimo que la amas.

-¿Qué te parece si dejamos que ahora sea mi hermano el que tontee con Sam y tú y yo desaparecemos un par de horitas?- dijo Gara pasando sus brazos alrededor de mi cuello y volviéndome a besar.

-Por supuesto.- contesté yo abrazando su delgada cintura y sonriendo ampliamente, antes de que las dos nos perdiéramos entre la multitud de la feria.

FIN