Ducha sorpresiva
Una madre decide acabar con la virginidad de su hijo tras verlo desnudo en la ducha.
Esta historia ocurrió hace algunos meses y es totalmente verídica. Soy una mujer de 45 años, de mediana estatura, y creo que estoy bastante bien proporcionada. Tengo unas piernas bien torneadas, un pecho y un culo firmes, pelo corto y ojos castaños. En mi trabajo muchos compañeros se fijan en mí y, a veces, tratan de gastarme bromas un poco subidas de tono, a las que casi nunca correspondo para evitar malos entendidos.
Estoy felizmente casada desde hace 20 años y tengo un hijo de 18 años, Daniel, y una hija, Ruth, de 14 años. Vivimos en una bonita casa adosada, de una pequeña ciudad, y pertenecemos a lo que normalmente se denomina "clase media". Es decir que no tenemos excesivos problemas para llegar a fin de mes. Tanto mi marido, Juan, como yo, disfrutamos de dos buenos empleos, bien remunerados. Nos consideramos una familia normal a todos los efectos, como normal es la relación que mantengo con mis hijos y mi marido. Éste por razones de trabajo tiene que viajar con frecuencia y pasar algunos días fuera de casa.
La historia que les quiero contar ocurrió este verano. Mis hijos estaban de vacaciones escolares y mi marido de viaje de trabajo. Era ya la hora de acostarse y Daniel decidió tomar una ducha antes de ir a la cama en el baño de la habitación de matrimonio. Yo quería pasar al baño, pero el otro WC de la casa estaba ocupado por Ruth en ese momento. Así que decidí pasar al baño de matrimonio, pensando que mi hijo tendría las cortinas de la ducha cerradas y no le importaría que yo pasara unos minutos.
Al pasar junto a la ducha me di cuenta que la cortina no ajustaba totalmente a la pared y pude observar de perfil a mi hijo bajo el agua sin que él se diera cuenta. Esta visión fortuita me dejó petrificada. Hacía varios años que ya no veía desnudo a mi hijo y me quedé sorprendida al ver el tamaño de su pene. No podía imaginar que se hubiera desarrollado tanto en tan poco tiempo. Era más largo y grueso que el de su padre, a pesar de que solo tenía 16 años. En estado de semiflacidez pude calcular que le mediría unos 12 o 13 centímetros y de grosor podía ocupar mi mano entera.
Esta imagen fugaz de mi hijo totalmente desnudo me excitó sobremanera. Así que después de orinar pensé rápidamente cómo pasar a la acción. Entré de nuevo en mi dormitorio (el baño se encontraba en el propio dormitorio) y comencé a desnudarme lentamente para dejarme ver por Daniel cuando saliera de la ducha. Me planté frente a la puerta del baño sin bragas ni sujetador, haciéndome la distraída hasta que por fin salió mi hijo.
Lo lo lo siento mamá, no sabía que estabas en la habitación, tartamudeó Daniel cuando me vio como Dios me trajo al mundo, tratando de disculparse y poniéndose más colorado que un tomate.
No te preocupes hijo, me has visto muchas veces así cuando eras más jovencito, no tienes de qué avergonzarte, le contesté yo fingiendo disimular mi desnudez tapándome con las manos el pecho, pero dejando mi velludo pubis a la vista.
Tras estas palabras mi hijo se quedó medio paralizado, pero no podía quitar mi vista de mi zona púbica, estaba como hipnotizado. En breves segundos observé cómo la toalla que llevaba enrollada a la cintura empezaba a levantarse, denotando un bulto de fabuloso tamaño. Tras volver a disculparse de nuevo se fue a su habitación a ponerse el pijama, ya que era difícil disimular su erección.
Tras la cena le invité a ver conmigo la televisión en la cama, ya que su padre se encontraba de viaje y su hermana había salido de marcha con las amigas y yo, le dije, me encontraba muy cansada. El aceptó inmediatamente. Mientras subía a la habitación, yo me puse un corto camisón, como el que suelo utilizar normalmente, sin nada debajo y me acosté, al igual que hizo él nada más llegar al dormitorio, para ver la tele.
Al principio empezamos a charlar de cosas intrascendentes, pero poco a poco fui llevando la conversación al terreno que más me interesaba.
Oye Dani, a tu edad me imagino que ya tendrás novia o, al menos, alguna "amiga fuerte".
No mamá, ya sabes que solo salimos en pandilla y no hay nada especial.
Pero no me harás creer que a tus años nunca habrás tenido algún "roce" con alguna de tu pandilla.
No mami, todas su bastante estrechas y no he tenido oportunidad, aunque reconozco que me hubiera gustado, me dijo, sonrojándose enormemente.
Mientras se desarrollaba esta conversación yo me había puesto de lado mirando hacia él, pasando una pierna por encima de las suyas, que se encontraba tumbado boca arriba, rozando con mis partes más íntimas sus piernas, ya que utilizaba pantalón corto de pijama. Al mismo tiempo con mi mano le acariciaba suavemente su pecho y pude notar cómo su corazón latía desbocado, señal inequívoca de que mis palabras y mi postura habían empezado a causar efecto en él.
Dani, ¿si te hago una pregunta me contestarás sinceramente?.
Claro que sí, mami, sabes que siempre lo he hecho.
Esta bien, ahí va la pregunta: ¿qué has sentido hace un rato cuando me has visto desnuda?.
Buuueno, balbució él, la verdad es que no creía que tenías un cuerpo tan bonito. Es la primera vez que he visto una mujer de carne y hueso completamente desnuda.
¿Y por eso te has excitado tanto al verme?.
Sí, ha sido una sorpresa, y tienes un cuerpo muy deseable.
Bien, le contesté yo, creo que va siendo hora de que empieces a saber lo que es una mujer. Pero tienes que prometerme que esto será un secreto entre nosotros.
Vale, pero estoy nervioso porque no se cómo se hacen estas cosas.
No te preocupes, yo seré tu maestra.
Dicho esto, baje mi boca hasta su pene y lo engullí literalmente. Di varias arcadas del tamaño que tenía porque no me cabía entero. Estaba duro como una roca y medía 20 centímetros en erección. Parecía que iba a estallar. Le dije que se relajara, y que me dejara hacer, pero en dos o tres minutos acabó en mi boca, llenándome de una abundante leche caliente, que no fui capaz de retener en mi boca. ¡Tanta era la cantidad que soltó!. Se disculpó por haber acabado tan rápido y haber manchado las sábanas, mi camisón y mi pelo, pero le dije que no se preocupara que aún teníamos mucho tiempo por delante.
Después de correrse, me puse a caballo sobre su pecho y acerqué mi vulva a su boca diciéndole cómo tenía que actuar. A pesar de su inexperiencia, la excitación que me producía hacerlo con mi propio hijo, me provocó un orgasmo como hacía mucho tiempo que no tenía con mi marido. Me retorcía de placer, con unos espasmos acompañados de gritos, que asustaron a Dani. Tuve que explicarle que esto era algo frecuente cuando una mujer alcanza un orgasmo de tal intensidad.
Después de este primer orgasmo, no besamos tiernamente y en pocos minutos su verga ya estaba lista para un nuevo ataque. Esta vez le coloqué su miembro en mi raja y con movimientos lentos nos corrimos los dos al mismo tiempo en un descomunal orgasmo. Después siguió un tercero y cuarto orgasmo antes de que llegara su hermana, ya de madrugada. Me dejo sorprendida su capacidad de semental. Cada eyaculación me llenó con tal cantidad de leche como si llevara semanas sin hacerlo. Fue una experiencia inenarrable y la mejor noche que he pasado en mi vida.
Desde entonces, cada vez que su padre sale de viaje y su hermana no está en casa, aprovechamos para repetir orgías como la de esa noche. Pero esas son ya otras historias.
Espero que les haya gustado.