Drogada y abusada

Una noche de marcha puede terminar mal por culpa de las drogas.

DROGADA Y ABUSADA

Conocí a un chico en una fiesta. No recuerdo como se llamaba, solo recuerdo que era muy agradable, simpático y atractivo. El ambiente era extraordinario y la compañía perfecta, así que dejé que la situación llevase su propia inercia. El chico me ofreció una pastilla que, según dijo, iba a darme la marcha que necesitaba toda la noche. No me importaban demasiado las consecuencias, solo quería diversión y me pareció que era la noche propicia para darme marcha a rienda suelta. Entre el alcohol y la pastilla, pronto sentí como la excitación se me disparaba y no paraba de bailar y reírme. Las copas caían una detrás de otra y mi estado era cada vez más eufórico. Recuerdo que entonces me ofreció otra pastilla, no entendí lo que me dijo pero insistió en que la tomase. En ese punto que mas da una pastilla más o menos, lo que importaba era continuar con ese estado de éxtasis el mayor tiempo posible. Pero esa segunda pastilla me cambió totalmente el rollo. De repente empecé a sentir una sensación muy extraña, no sabría explicarla pero el sexo me quemaba y solo deseaba follar como una loca. Estaba con aquel chico y no podía pensar en otra cosa que tenerlo dentro, entre mis piernas. Me debí insinuar muy claramente porque al instante me invitó a salir de la fiesta e irme con él. Acepté encantada.

El trayecto en su coche se me hizo eterno, tenía que esperar a llegar a algún sitio para tenerle, así que no puede hacer otra cosa que tocarme y de paso ir excitándole mientras tanto. Paramos en un local en algún sitio, no se donde. Cada vez me resultaba mas difícil pensar con claridad, solo tenía una idea en la cabeza; quería follarme a ese chico. Pasamos dentro y cuando encendió todas esas luces rojas pude comprobar que aquello era un autentico picadero. En otras circunstancias me habría asustado, pero en ese momento solo se me ocurrió abrazarle, besarle y lanzarnos de un salto a la cama. A partir de entonces mis recuerdos se hacen todavía más vagos.

Recuerdo abrazarme a su cuello con fuerza, aprisionando su cadera con mis piernas mientras me penetraba. Le quería todavía más y más adentro. Mi sexo quería más y buscaba la postura más idónea para sentirle con más intensidad y más profundo. Recuerdo que de pronto empecé a percibir algunas siluetas a mi alrededor, siluetas que tenuemente iluminadas se acercaban saliendo de entre las sombras. Rodearon la cama. Me resulta difícil explicar lo que pasaba por mi cabeza ya que me costaba mucho pensar. Por un lado no quería parar de follar pero por otro quería marcharme. Algo le dije al chico que me contestó tranquilizándome, algo así como “disfruta y no te preocupes”. Pero seguía preocupada. Cerré los ojos y traté de seguir su consejo, concentrándome en sentirle dentro, disfrutando de como me penetraba, pero las siluetas seguían allí. Eran figuras masculinas, todas ellas desnudas y se estaban masturbando, pero aun viéndolas ya con claridad solo podía pensar en seguir follando. Necesitaba ante todo recibir placer, mi excitación era tal que todo me parecía bien con tal de calmarla. En ese punto no era dueña de mis actos. Uno de los hombres se acercó sobre la cama y me ofreció su pene. Simplemente lo acepté, dejé que me lo pusiese en la boca y empecé a chuparlo. Estaba a cuatro patas y sentía como me penetraban. Con dificultad me percaté que los hombres que me rodeaban se estaban intercambiando y uno tras otro me estaban follando todos ellos. Me resultaba imposible reaccionar, estaba excitadísima y no conseguía calmar ese estado. Cada vez necesita más una polla, una o varias, las que fuesen necesarias hasta correrme. No recuerdo el tiempo que pasó ni sé cuantos hombres me follaron esa noche, solo recuerdo que logré un orgasmo tan intenso que me oriné encima. Tras ese momento y una vez todos los hombres se hubiesen aliviado, permanecí tumbada en aquella cama, sola, sucia, hasta recuperar poco a poco el sentido de la realidad. Lo que concretamente sucedió esa noche no puedo detallarlo, casi no lo recuerdo, pero los restos de semen que evidenciaban lo ocurrido estaban tanto en mi boca como en mi sexo y esparcidos por todo mi cuerpo. Temí haberme quedado embarazada, afortunadamente no fue así. Me limpié como pude, me vestí y me fui a mi casa.

He vuelto algunas veces a ese lugar, pero siempre lo he encontrado cerrado y ya no he vuelto a ver más a aquel chico.