Drogada en la fiesta clandestina
Me porté mal y fui a una fiesta clandestina. En un momento, me di cuenta de que estaba absolutamente drogada. Había consumido algo en la cerveza, seguramente. Yo nunca hubiera permitido que le hicieran eso a mi cuerpo.
"Hay más sabiduría en tu cuerpo que en tu filosofía más profunda" Nietzsche
Decidí ir a esa fiesta clandestina porque ya no podía más con el encierro impuesto por la pandemia. Era el cumpleaños de Alejandro, el novio de Azul, y me invitaron a una fiesta en su casa. El clima estaba cálido, pero se puso muy caliente después de que fumamos unos porros con mis amigos. Mi cuerpo no dejaba de pedir que tomara cerveza. Poco a poco, más calor subía por mi interior. Tuve que pedirle a Azul que me prestara un vestido, porque quedé empapada de transpiración tras un rato de baile.
Ya más fresca, aproveché una escapada de Azul a la cocina para ir a ayudarla a traer más vasos, ya que por el Covid no queríamos compartirlos. En la cocina, la abracé por detrás y usé mi lengua para chupar suavemente su oreja. Azul se dio vuelta y quedó entre mis brazos. Agarré sus manos, y la empujé contra la pared, empezando a comerle la boca vorazmente. Llevé sus brazos hacia arriba para sostenerlos con una mano, mientras metía la otra dentro de su ropa interior, bajo su pollera cortita. Comencé a acariciar su vulva en círculos veloces, como sabía que la enloquecía. Usé mis dedos para correr el capuchón de piel que rodeaba su clítoris, y le pasé la yema del dedo por encima con suma delicadeza. Puse mi otra mano en su teta, amasándosela desde abajo, y dándole pellizcos en el pezón. Azul soltó sus manos, agarró mi cabeza y la empujó hacia abajo, en un gesto de pedir que bajara con mi boca. Desde luego, me arrodillé para acariciar su clítoris con la lengua, haciendo esta vez el signo del infinito, con la lengua sobre su clítoris. "Hasta el infinito te chupo la concha, amiga..." murmuré suavemente, emitiendo un sonido que se transformó en vibración en el sexo de mi amiga, haciéndola llegar al clímax. "Dámelo todo, refrescame que no puedo más del calor" le dije, volviendo a apretar su pezón derecho entre mi pulgar y mi índice. Su squirt salió en tres pequeños chorros, y me dejó la barbilla goteando.
Volvimos a la fiesta, yo no dejaba de sentir que aumentaba el calor. Bailábamos rodeadas de muchas personas. En un momento, Azul se pegó a un chico que yo no conocía. No pude evitar sentir celos cuando vi que Azul estaba bailando él, que la rodeaba desde atrás y le metía las dos manos adentro de la ropa. Estaba tocándo la concha que yo había dejado preparada para la acción con mi lengua. Mi amiga se retorcía de gozo. Decidí salir afuera, para dejar de mirar la escena que estaba provocándome ganas de ser ese imbécil que la pajeaba. Cuando salí, comencé a sentirme mareada y me apoyé en el marco de la ventana. En un instante, se me fue el calor y empecé a temblar de frío. Estaba congelada. Volví a entrar, fui al baño. Sin capacidad de reacción, abrí la ducha con el agua lo más caliente posible. Me metí dentro, vestida y todo. No sé cuánto tiempo.
Se apaga la luz.
Vuelvo de a poco en mi, recupero la consciencia, muevo los dedos. En ese momento, me doy cuenta de que estoy absolutamente drogada. Había consumido algo. En la cerveza, seguramente. Me lo habían puesto. Yo nunca hubiera permitido que me hicieran eso en el cuerpo.
Mis brazos están atados a una polea en el techo, y estoy de rodillas en la cama. Mi espalda está perfectamente alineada, con cada vértebra separada. Mis manos forman una flecha hacia arriba, y están atadas entre sí con unas esposas con peluche rosa, de Azul, seguramente.
Estoy siendo doblemente penetrada. Por atrás, Azul usa una cinturonga y me martillea el culo, metiéndome 35 centímetros de silicona con cada embestida. Debajo mío, su novio me llena la vagina con su miembro, que nunca había estado tan grande y tan duro. ¿Habrían consumido ellos de lo mismo que me habían metido en la bebida a mi? Hago un repaso rápido de mi cuerpo.
Mis pelos chorrean agua, ¿me bañé?
Mi espalda está empapada de transpiración, ¿cuánto tiempo hace que estoy en la habitación de Azul y Alejandro?
Mis agujeros, completamente dilatados, chorreando líquidos, emanando flujos, lubricante, ¿y semen? ¿Sólo de Alejandro?
No puedo estar segura de haber consentido hacer lo que estamos haciendo. En ese momento, Azul saca el pene de juguete de mi orto, se para frente a mi en la cama, y pone su vulva en mi boca. "Dale, seguí chupándome, perrita mía" me dice. Yo gimo. "Hasta el infinito te chupo la concha, amiga", respondo. Empiezo un lento cunnilingus, pasando mi lengua despacio por todo su sexo. Azul está toda empapada. Debajo mío, Alejandro vuelve a marcar el ritmo, cogiéndome con fuerza, y yo imprimo ese mismo ritmo en la chupada que le estoy dando a Azul. Las dos tenemos un orgasmo a la vez.
Le pido a Azul que me desate las manos. Pone una cara perversa, levantando una ceja. La miro con lascivia. "Dale, hermosa, no te vas a arrepentir, soltame aunque sea una mano, que te quiero devolver eso rico que me estabas haciendo". Me saca la esposa de la mano izquierda, mi mano menos habilidosa, pero igual me las ingenio para sacarle la cinturonga y poniéndomela alrededor de la cintura. Azul me ayuda a atarla y se pone en cuatro frente a mí. La boca de su novio queda situada bajo su pubis, y el empieza a pasarle la lengua. Mientras tanto, yo le escupo el culo, y empiezo a estimularla con mis dedos. Meto uno, luego dos. Azul se queja un poco, y me pasa el tarro de lubricante. Se acerca más a mi. Apreto el pomo sobre la pija plástica que tengo en la cintura, y la dejo completamente lubricada. Sostengo la cadera de Azul con mi mano libre y le clavo el dildo hasta el fondo. Ahora ya no se queja, sólo gime. La clavo hasta que su grito anuncia que está teniendo otro orgasmo. ¡Cómo me gusta hacer orgasmear a mi amiga!
Alejandro no deja de chupársela a su novia, y vuelve a penetrarme a mi. Sus embestidas se tornan fuertes y rítmicas, y me invade la ola de placer que anuncia mi orgasmo inminente. Contraigo y relajo los músculos de mi vagina para apretar fuertemente su pija, mientras voy sintiendo el cosquilleo que se esparce desde mi coxis por todo el cuerpo. Explotamos juntos en un orgasmo que me deja la vagina latiendo alrededor de su pene, mientras el descarga su semen en mi interior.
“¿Pusiste algo en mi cerveza?” la pregunta me brota, aún sabiendo que nunca me va a decir la verdad. "Estuviste increíble Maga, parece que te estimulamos bien" me responde Alejandro, con una sonrisa enigmática que evidencia que él fue el responsable de dejarme inconsciente. Sin dudarlo, le respondo: "Esperá a que lo podamos repetir, pero con pleno uso de mis facultades. Te voy a hacer tantas perversiones que no te las imaginás".