Dragón Ball Universo 1 capítulo 1

Rape despierta en su nuevo mundo, comienza haciendo lo que le viene en gana; pero no todo va a ser fácil en su nueva vida, para empezar tendrá que luchar con todas sus fuerzas para tener un techo bajo el que dormir.

Capítulo 1: la nueva vida

El día comienza temprano, mis nuevos amigos no duermen mucho; los críos juegan entre ellos, su madre organiza la cueva, su padre vigila la entrada.

Al enderezarme, la madre me enseña los dientes afablemente; un burdo intento de sonreír, le devuelvo una sonrisa y me pongo en pie.

Los chicos me besan los pies y el padre levanta una pata en una especie de saludo.

  • Buenos días, chicos.

  • buenos días Rape

  • si eso, Rape

contestan los niños con su voz fina

  • ¿que piensas hacer ahora?

Pregunta su madre.

  • entrenar

Ella asiente, tras eso; le da instrucciones a su marido.

  • el se queda en la cueva, trae el desayuno tu.

  • vale, mujer; Rape...cuidalos.

  • vale, trae comida.

Nuestra mirada es de todo menos amistosa, pero obligados a convivir; se va a obedecer a su mujer, tras observar un poco a mis compañeros de cueva me pongo a entrenar.

Son como perros grandes mezclados con erizos, con ojos negros saltones; una extraña mezcla, que hace seres peligrosos a la par que hermosos.

Mi primer entrenamiento es ejercicio, los niños se entretienen imitandome; a lo tonto eso los fortalecerá en el futuro, la mujer a veces nos mira y sonrie si es que podemos llamar sonrisa a eso.

Luego comienzo la segunda parte de mi entrenamiento, golpear al aire; fingir que esquivo cosas que no hay, los niños se enfrentan entre ellos y es cuando echo de menos tener a alguien como yo.

  • ¿estas triste?

Esa frase proveniente de la mujer perro pincho me saca de mis pensamientos.

  • no, solo estoy cansado.

  • ...

Ella se queda en silencio mirandome unos segundos, sin decir nada; cómo si supiera que la estoy mintiendo.

  • tranquilo, no estas solo; nos tienes a nosotros.

Mi sonrisa es más triste que feliz, pero al menos sonrió; tras eso me pongo a meditar, buscando la energía que usaba mi gente dentro de mi para poder usarla. Cuando el hambre empezaba a minar mi concentración llego el marido con mucha comida, suficiente para todos; casi no me quedo con hambre, la mujer en la comida estuvo contandole y exagerando que estuve entrenando a sus hijos.

El me devolvió una sonrisa voraz.

  • ¿quieres practicar un poco?

  • supongo que no estaría de más, pelear con un enemigo real.

  • no os lastimeis.

Pidió la esposa.

  • ¡calla mujer! Esto es cosa de hombres.

  • no me contendre esta vez.

  • mejor, porque yo tampoco.

Salimos fuera para tener espacio, sus ojos negros centellean al mirarme; mis ojos negros lo miran con tranquilidad y parsimonia, se que me ve como un rival que le intenta robar su hogar y su familia.

  • ¿estas listo? - gruñe

  • comienza.

Empieza a sacudirse como un perro sarnoso, me empiezo a reir hasta que veo que sus pinchos salen disparados en todas direcciones; esquivo la inmensa mayoría, pero algunos se clavan en mis brazos y cuerpo para evitar que alcancen puntos críticos.

  • primero debilitas al enemigo - susurra.

Miro mis brazos y mi cuerpo sorprendido con cara de dolor, gruñe y sale corriendo hacia mi; me pilla distraído, por lo que me salta encima y rodamos por el suelo. El me clava sus pinchos y sus patas por el cuerpo, pero a cambio también se lleva mis cabezazos, puñetazos; rodillazos, golpes contra piedras.

Acabamos los dos tirados por el suelo, jadeando; sangrando.

  • ¡te has vuelto más fuerte! - alza su voz con enfado.

  • si hubieras echo esto la primera vez, me hubieras derrotado; ¿por qué no lo hiciste?

  • porque no esperaba que fueras tan fuerte y no quería matarte delante de mis hijos.

  • ¿y ahora si quieres?

  • ¡¡no!!, ¡quiero que te marches!

  • no voy a irme...

Ambos nos levantamos con dificultad.

  • ¡ya basta! - grita su mujer.

  • ¡fuera!

Salta sobre mi y me muerde el brazo, esta vez con toda su alma; grito de dolor, al sentir como me atraviesa el brazo.

  • ¡nunca!

Reúno en mi puño libre toda la fuerza que me queda y golpeo su morro con todas mis fuerzas, el me suelta; mueve la cabeza un poco descolocado, estornuda y cae inconsciente.

Al ver que ganó, alzó el puño y antes de pronunciar palabra; me desvanezco también.