Dos viudas y un destino

Las dos son todo amor

-VEGA-FRAT-FEIX LOPE (1562-1637) “El oro es como las mujeres que todos dicen mal de ellas y todos las desean”

DOS VIUDAS Y UN DESTINO

La llegada de unas muy especiales fiestas que se celebran cada cinco años, era motivo para que estás atrajesen la atención de otras comarcas así como de pueblos más o menos lejanos. Si este tenía 7000 habitantes durante las fiestas estos se multiplicaban por 2 o por 3. Aquello era un inmenso gentío que quería participar en lo que

fuese.

Gozar de los parientes que llegaban de otras regiones. Amistades que hacía años que no se encontraban, así aquello era una inmensa Babel que llenaban las calles, bares, restaurantes, autos de choque, actos deportivos, etc. etc.

En la familia de doña Engracia al ser está de reducido número, decidieron invitar a unos parientes que tenían en la capital del reino. Aquellos se componían de cuatro personas. Una mujer de unos 52 años de buen ver la hija viuda de 28, y una chica y un chico hijos de la joven viuda. En la casa de doña

E

ngracia, era ella, su

marido

,

así como dos hijas adolescentes.

Como las famosas fiestas duraba en casi dos semanas, daba tiempo para todos los excesos. La casa convirtiéndose en otra B

abel en

miniatura. Al haber gente joven aquello convirti

e

se en un pequeño manicomio, música a todo volumen entradas nocturnas a cualquier hora de la noche, carreras, gritos, lo normal por aquellas fechas con jóvenes con ganas de gozar sin límite y vivir desordenadamente durante aquellos alocados días.

La familia de doña

E

ngracia, ir a una familia tradicional, el marido de ella trabajaba en una empresa de la zona y ella mantenía el orden en casa. Sin cambios significativos, sin estridencias. Este marido era un hombre tranquilo, afable y bastante casero.

H

acía muchísimos años que no se veían debido a que l

a

s dos últimas fiestas coincidieron con problemas familiares. Est

a

s, también costumbristas, vestidas totalmente de negro. Pero tanto la una como la otra no es que estuviesen de buen ver, sino que eran dos mujeres de las pocas que se ven. Sí la mayor con 52 años, estaba como un melocotón maduro, la hija con un melocotón en almíbar. Sí ardiente era una, la otra más. Al marido de doña Engracia aquellas mujeres lo llenaron de extraños y lujuriosos deseos. Tenían el porte de la mujer de la ciudad, sabían expresarse como dos señoras, y eran extremadamente gentiles.

E

n cambio

,

doña

E

ngracia, era una mujer de pueblo, discreta y poco favorecida por la naturaleza. Tampoco el marido era para enamorar a nadie,

con una barriga como un barril de cerveza y una estatura que no sobrepasaba el metro 65. Eso sí, tenía una sonrisa atractiva y al mismo tiempo era una persona cálida en extremo.

Al

ser aquella

una casa relativamente antigua los servicios estaban en la planta baja así como una gran cocina.

En la tercera o cuarta noche de las fiestas y como por la televisión daban un partido de fútbol televisado desde el otro lado del Atlántico el marido de doña Engracia se levantó pasadas las 2 de la madrugada para verlo en la cocina. En el resto de la casa menos 2 de los jóvenes que se fueron al baile los demás dormían todos. Cuando llegó la primera mitad del partido el marido de doña

E

ngracia, se fue a los servicios encontrándose con la viuda joven. La de 28 años. Y está, creyendo estar sola, la encontró con las bragas bajadas dejando la vista su esplendoroso culo de Jaca andaluza. Ni el marido de doña Engracia volviéndose para atrás, ni la sorprendida viuda se la

s

subió. Daba la impresión que

,

aunque sorprendida le gustó que aquel hombre se lo

v

iese. Al marido de doña Engracia lo que le sobraba era sangre fría y además lujurioso en extremo medio en

broma, le

dijo a la viuda que lo que veía le gustaba muchísimo. Sí  a estas horas-le dijo- bajas a los servicios, aquí me encontrarás para lo que precises.

Ella con aplomo y caliente como era le contesto que si lo precisaba.

No sabes cuánto deseo gozar con un hombre -le dijo

ella

-

desde que murió mi marido no he conseguido tener ninguna relación

-

P

ues ahora quizá sea el momento, le dijo este encendido como una tea.

El marido de doña Engracia se sacó su Príapo que era de un volumen considerable y la viuda arrodillándose se lo puso en la boca. Después de succionarlo bien como una becerra lactante tirándose y apoyando la cabeza encima de la pica del grifo, bajándose otra vez las bragas le ofreció su exuberante culo. El Príapo de este no tardo en alguno en entrarle para continuación lanzarle fuertes embestidas.

T

anto el uno como la otra poco tardaron en llegar a un ruidoso orgasmo. La viuda, subiéndose las bragas le dijo que a la noche siguiente a la misma hora allí estaría.

A la siguiente noche, sobre la misma hora y aunque en la televisión no diesen partido alguno el dueño de la casa la espero. Antes a su mujer le dijo que retransmitían otro. No tardo la viuda en aparecer, silenciosamente. Sin intercambiar palabra para no hacer ruido esta vez la llevo a una dependencia de la planta baja en donde había una pila de sacos vacíos. Encima de ellos la cabalga

ba

lujuria y en voz baja repitiéndole putona, zorra y otras lindezas. A esta le debía gustar y mucho estos tratamientos por qué el culo lo movía frenéticamente.

Era mediodía y ya en la mesa  doña Engracia

le pregunto al marido como había acabado el partido. Este, con aplomo le contesto que se había dormido.

O

tra vez, a las 2 el marido de doña Engracia desde la cocina vio cómo se encendía la luz del baño.

Este se fue para allá sabiendo que su mujer nunca se levantaba por la noche. Allí se encontró con la madre de ella. -mi hija me lo

h

a dicho-. Le dijo está con leve sonrisa-si es que no me encuentras demasiado mayor. ¡

Follame

!.

Al

levantarse la falda dejo a la vista un pobl

a

d

í

simo bosque negro como la noche y ya húmedo totalmente. Este, otra vez, se la llevo para tirársela encima de los sacos vacíos, sí caliente era la hija, la madre mucho más. Tuvo que cerrar la puerta porque ella

gruñía

como una cerda.

La siguiente noche, este también tenía que ver un partido, según dijo a su mujer.

Ella, inocente le contesto que valía más que descansase.

Pero este a las 2 estaba otra vez en la cocina. No tardo en aparecer la viuda joven.

Ella

sonriéndole

lívidamente le dijo que su madre estaba muy contenta del encuentro del día anterior y que la noche siguiente volvería. Otra vez la viuda joven fue cabalgada encima de los sacos, y gruñendo como una ninfómana.

Durante

los días que duraron las fiestas el marido de doña Engracia se las fue tirando a ambas alternativamente. Cuanto más las follaba, ellas más ganas tenían. Aquel hombre, a las 2 le

s

sabía dar lo que necesitaban.

Su grueso

príapo a

a

mbas

enerva

b

a

. Sí una era Brava la otra lo era un más.

Doña Engracia sí noto que aquella casa ahora había más familiaridad. Tanto su marido como las dos viudas estaban encantad

a

s y bromeando continuamente. Ella lo achaco a qué este siempre estaba siguiendo aquellos programas de fútbol y como los daban cada noche él se sentía más feliz. La víspera de la marcha de ellas hacia la capital fue la viuda mayor quién después que

é

l

se la tirase dos veces como despedida, le dijo que se fuese con ellas.

Allí

tendrás a las 2 a tu disposición, no te faltará de nada, no necesitas ni ir a trabajar cada día como haces ahora, allí vivirás como un rey. Nosotras te daremos todo el amor que puedas necesitar, seremos tus esclavas sexuales. El marido de doña Engracia quedándose un momento perplejo y con el rostro pensativo le dijo que se fuesen y que al cabo de unos días iría para allá con ellas. De esta manera -le claro -mi mujer no podrá saber a dónde me he ido.

T

al como lo planearon, al día siguiente los invitados de doña Engracia subían al tren en dirección a la capital. el marido de ella, una semana después en vez de irse a trabajar también se fue donde estaban ellas.

Para evitar búsquedas y problemas, en la nota que dejó le dijo a doña Engracia que si había embarcado en un barco mercante y que ya no volvería. Que quería ver mundo.

Q

uizá de haber sido fumador le hubiese dicho que se iba a comprar tabaco.