Dos vidas contigo (3)

¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras me dirás que te amo? Esto es urgente porque la eternidad se nos acaba.[...] No me hables, si quieres, no me toques, no me conozcas más, yo ya no existo. Yo soy sólo la vida que te acosa y tú eres la muerte que resisto Sabines

Dos vidas contigo (3)

10

Me di media vuelta y caminé hacia la tina. Tomé otra toalla para terminar de secarme. Ella ya no estaba. Florencia se había ido. Me encaminé a mi cuarto a vestirme en silencio y no pude evitar sentirme melancólica. Aquel día tuve ganas de pedirle que se quedara, pero me pareció una tontería sentirme así y, sin embargo, no sabía qué era lo que me ponía más triste, el que se fuera o el que no le gusten las mujeres como me afirmó ese día.

Hoy se cumple un año de la muerte de Laura… Cristina está en la sala esperándome para cenar con nuestros amigos

-        Vamos. Le digo tomando mi bolso.

-        Sí, vamos… deben estar esperándonos.

-        Lo sé. Es algo tarde… Quedamos de cenar todos juntos a las 7:30 y son las 8 de la noche.

-        Bueno, yo vine por ti un poco antes de las 7:30, así que…

-        Lo sé, me demoré un poco.

-        Ok. Te quería preguntar si sabes de Florencia. Quiero comprar un vestido en su tienda. Me gustan sus diseños.

-        ¿Qué diseños? –pregunté mientras salíamos y cerraba la puerta.

-        Los de Florencia. Son muy buenos… Me gustan los vestidos de noche.

-        ¿Vestidos de noche?

-        Camila ¿No sabes que Florencia diseña moda? Si tiene hasta una tienda en el centro.

-        No, no sabía… tampoco sabía que trabajaba –dije mientras entrábamos en la camioneta.

-        ¿En qué mundo vives tú? Viven juntas y no sabes en qué trabaja… Lindo.

-        Ya no vivimos juntas…

-        Imagino que eso no debe hacerte sentir bien.

-        Lo contrario.

-        Camila, mírate en un espejo y luego me dices que sigue sin importarte.

-        No sé de qué hablas.

-        De que no pasa desapercibido para nadie que tú y ella tienen algo. Se comportan como si fueran pareja.

-        ¿Qué? Estás loca. ¿De dónde sacas eso?

-        A ver, las miradas, vivían juntas, los celos…

-        ¿Qué miradas? ¿Qué celos?

-        ¡Vamos, Camila! Es muy obvio que le molesta que venga por ti. Cada vez que venía por ti, me miraba con cara de malas pulgas. En ocasiones, quise ir por ti a tu cuarto, cosa que es normal para ambas, pero ella no me dejaba, me decía, “yo voy a avisarle, espérala aquí ”. Es muy obvio que tú le gustas mucho. Por un segundo me recordó a Laura, cuando recién me conoció y se puso celosa de mi cercanía contigo… Sí, casi, casi me miro igual. Qué extraño.

-        Lo sé. Me pasa igual con ella a veces, pero lo que dices no es posible. A Florencia no le gustan las mujeres –dije mientras manejaba.

-        ¿Cómo sabes eso?

-        Me lo ha dicho mientras hablábamos el día que se fue.

-        ¡Ahh, mira! Pues no parece, por cómo te mira yo diría que cambió de preferencias y sabes bien, Camila, que mi intuición no me falla.

-        Esta vez te equivocas y ya no quiero saber más del asunto, Cristina.

-        ¡Ella te gusta! Jajaja…O por lo menos te interesa –me dice mientras me estacionaba.

-        Florencia no me gusta, Cristina. Deja el tema ¿quieres?

-        Sólo si lo admites, ya te pillé –dice mientras nos bajamos.

-        ¡¡Dios!! Qué fastidio contigo –digo cruzando la calle hacia el restaurante que estaba en frente.

-        Dejaré el tema por ahora. Vamos… ya están casi todos, sólo falta Alejandro... no lo veo.

-        ¡Hola a todos! –dije al entrar en el restaurante con Cristina detrás de mí. Los miré a todos mientras me devolvían el saludo. Cristina tenía razón, faltaba Alejandro y alguien más, habían dos asientos desocupados aparte de los nuestros.

-        Camila, mira quiénes están entrando –me dice Cristina al tiempo que me giro hacia la puerta y veo... A Alejandro y Florencia…Entrar juntos.

Sentí como el estómago se me contrajo mientras se iban acercando a la mesa que compartiríamos. Alejandro se ubicó en su silla junto a ella, al mismo tiempo que saludaba a los demás con la mano. Me quedé mirando a Florencia, se veía preciosa y yo sentí que me ardía la sangre al verla con él, sentí el impulso de alejarla de su lado justo cuando Alejandro se levantó de su asiento…

-        Hoy… Hoy se cumple un año desde la muerte de mi hermana Laura y –comienza diciendo y se detiene, mirándome–. Discúlpenme. Cam, ¿quieres decir algo tú?

-        No, Ale… Sólo que les agradezco a todos que hayan venido hoy.

-        Gracias por estar aquí –terminó de decir Alejandro volviéndose a sentar. Le pasaba como a mí. Nos poníamos tristes.

Cristina me miraba de reojo mientras yo, que no podía dejar de pensar en Laura, intentaba mantenerme firme. Ya era un año, un año sin ella, sin su compañía… en un instante la tristeza volvió, los recuerdos… Todo. Quise irme de ahí, pero no podía, prometí que me quedaría y… Aún duele recordarla, escuchar lo que dicen de ella ahora, antes, después… Duele.

Cristina seguía mirándome, preguntando si me sentía bien. Yo sólo asentía con la cabeza, miraba el menú, buscando algo que no estaba ahí y, entonces, sentí la necesidad de levantarme, de despejar mi mente un momento. Le dije a Cris que pidiera algo por mí y, al levantarme, recién ahí, me percaté de que Florencia me estaba mirando fijamente…

-        Iré al servicio un momento –dije al tiempo que comenzaba a caminar.

-        Voy contigo –se ofreció Cristina.

-        No, pide la comida mientras. Yo vuelvo en un momento.

Seguí mi camino. Tranquilamente, aunque en el fondo quería escaparme por la ventana. Me cuesta mucho hacer esto, me hace pensar demasiado en ella y no es que sea malo, pero me aún duele el no tenerla conmigo y el haberla perdido en ese accidente. Tengo una cicatriz que me lo recuerda día con día y me parece suficiente recuerdo ya…

-        Camila.

-        Florencia –dije mirándola a los ojos.

-        ¿Estás bien? –dice acercándose.

-        Sí. Lo estoy… ¿Qué te hace pensar que no?

-        Tu semblante, tus ojos vidriosos… Tu expresión.

-        No me conoces.

-        Lo sé.

-        Vuelve con Alejandro. No le hagas esperar por ti.

-        ¿Te molesta que esté con él?

-        ¿Por qué tendría que molestarme?

-        No sé, tal vez… ¿Yo te gusto? –dice dando un paso hacia mí.

-        ¿Qué? –dije levantando mi mirada hacia ella.

-        Olvídalo. No debí seguirte hasta aquí ni preocuparme por ti, pero pensé… No te veías bien y quise saber cómo estabas… Me sorprendió encontrarte aquí y más, saber que conocías a Alejandro. No me lo esperaba –dice bajando la cabeza.

-        El que sean pareja no quiere decir que te lo cuente todo.

-        Lamento lo de tu novia… Yo no sabía nada de eso.

-        No tenías por qué saberlo. Es algo mío y… –me interrumpe.

-        Camila… Yo quisiera… –dice caminando hacia mí.

-        ¿Qué quieres? –digo mirándola.

-        Yo sólo quiero saber…

-        ¿Qué cosa? No te acerques.

-        Perdóname, Camila, pero es que si no lo hago… Esto me va a consumir –dice mirándome.

-        ¿Hacer qué? –pregunté, pero no me respondió y en dos pasos la tenía frente a mí, buscando mis ojos.

Siento sus manos deslizarse por mis brazos hasta llegar a mis hombros, su mirada ahora está en mis labios y me asustan mis emociones, mis pies retroceden un paso, ella da otro y yo vuelvo a retroceder hasta que ya no puedo alejarme más y mi espalda se topa con la pared. Ella sigue a centímetros de mí y no sé qué hacer, no puedo mover un músculo, mi resistencia es frágil, mis emociones me traicionan y ella vuelve a subir con sus dedos por mis brazos hasta mis hombros y de ahí hasta mi cuello, mis mejillas… Su rostro está próximo, en cada segundo lo está más y más y no puedo con la necesidad, quiero que lo haga, deseo que me bese para saber… Para darle significado a todo esto que me provoca su presencia.

Su dedo pulgar me acaricia las mejillas y ella baja la mirada un segundo para volver a mirar mis labios y entonces lo veo, ese brillo en sus ojos, aquel brillo tan familiar, lo reconozco por un breve momento y luego la siento, la huelo y la respiro justo antes de presentir el leve roce de sus labios en los míos, un pequeño susurro que al instante se hizo fuerte e intenso, me deja sin aliento, pero la sigo… La sigo en la danza sin remedio, lo necesitaba, después de toda la rabia por ella, lo necesitaba, lo quería y me lo imaginé en sueños, lo saboreé como ahora ella lo está haciendo. Besando despacio mi labio superior, aspirándolo por momentos, inclinando su cabeza hacía la izquierda, rozando mi nariz al paso, atrapando mi labio inferior en el transcurso de sus movimientos para sentirnos mejor.

Ahora sus brazos me atrapan, se prende de mi cuello y me besa con más intensidad que antes, su lengua sale y la recibo mientras mis manos se ven en la necesidad de posarse en sus caderas y de presionar un poco más, sólo un poco más hasta sentir cómo sus pechos encuentran su espacio entre los míos, cómo sus piernas se acoplan a las mías y cómo su vientre se topa y acaricia el mío y… La escucho suspirar, la siento respirar agitada y la aprisiono, la abrazo con fuerza hacia mí dejando su boca, se me antojaba mucho tenerla así, muy cerca de mí. No me importaba nada más en ese momento, todo lo que sentía se me hizo tan evidente en ese momento que alejé un poco mi rostro del suyo y la miré un instante antes acercarme a besarla de nuevo…

-        Eh, lamento interrumpirlas, pero me mandaron a buscarlas – escuché que decían desde la puerta.

-        ¡Cristina! –dijimos ambas a la vez.

-        Les diré que ya vienen –dijo saliendo del servicio.

-        Espera, voy contigo. –dije sin pensar.

-        Camila… –dice mirándome anhelante.

-        No es el momento, Florencia. Es mejor dejar esto así.

-        Entiendo –dijo caminando hacia la salida con Cristina y yo. No pude distinguir si sus ojos estaban tristes o simplemente desilusionados. ¿Se habrá desilusionado de mí? ¿Del beso? ¡Joder! No debí dejar que lo hiciera y menos debí dejarme llevar por lo que me provoca. Ella no es como yo, no gusta de las mujeres.

-        Oye, ya no puedes seguir diciéndome que no te gusta. –me dice Cristina en un susurro.

-        No es el momento Cristina, ya bastante culpable me siento como para que tú me lo hagas mayor.

-        ¿Culpable por qué?

-        Estamos aquí por Laura, recordándola…

-        No creo que a ella le parezca mal que rehagas tu vida. Estoy segura de que lo hubiera preferido a que estés guardándole luto por años.

-        Sólo ha pasado un año, Cristina.

-        No tiene importancia. Florencia te gusta y tú a ella.

-        No nos conocemos bien como para tener algo y, además, ella dijo que sus tendencias no van por ese lado, Cristina –dije mientras me sentaba.

-        No se nota. Tú le gustas y a mí me parece genial. Hay algo en ella que me parece familiar, me da confianza. Ahora que la he tratado, me he percatado que tiene unos gestos muy parecidos a los de Laura.

-        Por lo menos no soy yo nada más. También me parece familiar, viví con ella por tres semanas y en ese tiempo, me sorprendió en muchas cosas. Me resulta extraño, es como si supiera las cosas desde antes. Se desenvolvió en la casa como si ya hubiera estado ahí.

-        Te digo, hay algo raro en todo esto. Son muchas coincidencias, tendencias… ayer me pareció que hablaba con Laura por un segundo.

-        ¿Qué quieres decir? No te me pongas a inventar cosas, Cristina. Sólo son coincidencias y ya. Ella no es Laura y no lo será aunque lo intente.

-        Hablaré con Karla mañana.

-        ¿Qué sospechas? No armes líos.

-        Nada, cosas mías. No armaré líos. Ahora comamos y dejemos el cuchicheo que Alejandro nos está mirando sospechosamente. ¡Demonios! Ella está con él.

-        No son pareja. Así que tranquila. Él la ayuda con algunas cosas de la tienda y la invitó a cenar, nada más.

-        ¿Cómo sabes?

-        Mientras estabas en el baño, me comentó que la invitó ayer… No sabe por qué, sólo que le pareció bueno. Al igual que tú y yo, le da confianza. Es raro, dijo que le pareció que la conocía de mucho antes.

-        ¿Qué?

-        Nada mujer. No me hagas caso.

-        Dale, comamos. Quiero que terminemos lo más rápido posible la reunión.

-        Lo dices porque Florencia no deja de mirarte, ¿No?

-        Algo así. –dije por no decir que me tenía nerviosa su mirada fija en mí.

Creo que hasta vi una pizca de molestia en ella antes de desviar la mirada y fijarme en los demás. Mis amigos hablaban entusiasmados, comentado cosas, a veces de Laura, otras simplemente cotidianas. Me sentí cómoda en medio de todo, con ellos cerca. Al final, la velada no resultó tan triste.

11

-        Karla, ¿Qué tipo de trasplante tuvo Florencia? –pregunta Cristina mientras tomaba su café.

-        De corazón ¿Por qué?

-        Curiosidad, nada más.

-        Karla, ¿me traes un jugo de naranja? –dije mientras me levantaba.

-        ¿Dónde vas? –pregunta Cristina.

-        Voy al servicio y vuelvo –digo y me alejo mientras ellas siguen conversando.

-        Karla, ¿te sientas un momento?

-        ¿Qué te traes entre manos, Cristina? –dice Karla sentándose.

-        Dime una cosita ¿sabes de quién es el corazón que recibió Florencia?

-        ¿Por qué preguntas?

-        Curiosidad –dice al verla nerviosa.

-        Ya, que te conozco, Cristina.

-        No es nada mujer, sólo me preguntaba si Florencia tuvo cambios en su actitud, su personalidad o gustos después de la operación… Me han comentado que puede suceder.

-        ¡Ah, bueno! Muchos, de hecho, ahora gusta de cosas que antes le hubieran parecido incómodas e incluso algo desagradables.

-        ¿Cómo qué? Si puedo saber.

-        Antes no venía al café porque le incomodaba la relación lésbica de mi jefa y en sus gustos con la comida también cambió muchísimo, antes era vegetariana, pero cuando le dieron de alta en el Hospital, lo primero que quiso comer fue carne.

-        Ajá… Es normal supongo.

-        Cristina, ¿Qué piensas?

-        En que esos cambios deben ser difíciles para ella.

-        Pues sí, le ha costado mucho acostumbrarse a ellos.

-        ¿Sabes? De alguna manera extraña Florencia tiende parecerse mucho a Laura, me parece extraño y no soy la única que piensa igual.

-        ¿Qué quieres decir?

-        Que Florencia tiene gestos que me recuerdan a Laura, nada más.

-        ¿Te lo parece?

-        Sí, mucho. Ahora que he tenido la oportunidad de tratarla más, me lo parece bastante. Me la recuerda mucho.

-        Cristina, esas son sólo apreciaciones.

-        Lo sé, y sólo te comentaba. No te pongas así de seria, mujer.

-        Tienes razón, es sólo que me dejas pensando en eso de las similitudes. Ahora que lo pienso, ellas tienen mucho en común.

-        ¿Ves? A ti también te lo parece. No debo estar tan mal al pensar que hay algo más que coincidencias en esto.

-        Ya volví –dije y al sentarme noté algo nerviosa a Karla. – ¿Todo bien?

-        Si, sólo conversábamos –dice Cristina.

-        Espero que no sea nada peligroso, como suele pasar cuando estás tú de por medio –le dije entre seria y risueña.

-        ¡Qué mal pensada eres, mujer!

-        Te conozco –dije revisando mis bolsillos –. Se me ha quedado el celular en el baño, ya vuelvo –dije marchándome de nuevo.

-        Oye, Karlita, ¿tú sabes si tu hermana está en su tienda ahorita?

-        Pues supongo que sí. Es media tarde recién y cierra a las 7. ¿Por qué?

-        Para mirar unas cositas que necesito y quiero que Camila me acompañe… A ver si logro que hable con Florencia.

-        ¿Cómo para qué quieres eso? Ellas no se llevan muy bien. Es más, hasta creo que se detestan la una a la otra.

-        Lo sé, Karla, pero ahora es diferente. Ellas se gustan.

-        ¿Qué? ¿Cómo es posible?

-        Vivieron juntas por casi un mes y su comportamiento, las miradas, incluso los celos de ambas, eran evidentes.

-        ¿Miradas? ¿Celos? ¿De qué me perdí?

-        De mucho. Puedo decirte que Florencia estaba celosa de mí y Camila igual, al ver a tu hermana con un tipo en el sillón de su casa… Después, las vi besarse.

-        ¿Se besaron? ¿Qué tipo?

-        Cristina, ¿Qué le estás contando a Karla? –dije interrumpiendo.

-        Nada, sólo que besaste a su hermana.

-        ¡Cristina!

-        Tranquila, Camila. No pasa nada. Ahora, las dejo un segundo, voy por tu jugo.

-        Karla, le seguimos luego, ¿no?

-        Vale.

-        ¿Qué van a seguir? –pregunté curiosa.

-        ¿Recuerdas que te conté que necesitaba un vestido?

-        Sí.

-        ¿Quieres acompañarme? Terminamos el café y vamos.

-        No, porque irás a la tienda de Florencia.

-        ¿Hace cuánto no la ves?

-        Desde lo de la cena, hace casi dos semanas.

-        ¿Quieres verla?

-        No, prefiero que no… Ella sigue viendo a Alejandro.

-        ¿Cómo sabes?

-        Me contó él, ayer que pasó por mi casa.

-        ¿Te dijo que eran pareja?

-        Bueno, tenía una cita con ella.

-        Ah, eso no quiere decir que sean novios.

-        Ya.

-        Acompáñame, anda… necesito que me des tu opinión.

-        No, Cristina, no quiero ver a Florencia. Si voy, será incómodo para ambas y prefiero dejar las cosas así.

-        ¿No dices que no te importa?

-        Sí, pero es diferente ahora… Nos besamos.

-        ¿Te gustó?

-        No me desagradó.

-        Camila, ¿por qué demonios no admites que la chica te encanta? Ya va siendo hora de que entiendas que no está mal enamorarse de nuevo.

-        Cristina, por favor, hoy no. No me siento del todo bien y tus sermones no ayudan en nada.

-        Bueno, entonces vente conmigo y dejo el tema.

-        Está bien, mujer. Pero vamos ahorita.

-        Dale, vamos. La tienda queda cerca de tu florería. Creo que unas cuadras nada más.

-        Bueno, de paso le aviso a Marcela que cierre ella la florería. Así, luego me voy a casa.

-        Ella como que es muy tímida, ¿no? Cuando paso por ahí como que se cohíbe. Aunque, eso no evita que te mire.

-        No inventes, Cristina. En cualquier mujer ves una potencial pareja para mí.

-        Jajaja… Es verdad, pero también es verdad que tú no te das cuenta de esas cosas y estoy casi segura de que tú le gustas a tu empleada.

-        Ya, mejor vamos andando, paga la cuenta mientras acerco la camioneta.

-        Bueno.

12

De lo único de lo que estoy segura es que la extraño. Para qué mentir, extraño a Florencia. Su aroma, aquel perfume algo cítrico aún merodea por la casa. Lo puedo sentir en ocasiones, es como un recordatorio de que ella estuvo aquí… Me gustaban sus notas en el refrigerador, a veces dibujaba una florcita en los puntos de las “i”, me producía mucha ternura. Como cuando me quedaba dormida en el sillón y ella me cubría con un cobertor y yo, sin querer, me acurrucaba media dormida. Esos detalles que tenía conmigo cuando yo no me daba cuenta o me hacía la tonta, todo eso que compartimos a pesar de llevarnos mal, lo extraño. No quería que se fuera, pero no tenía motivo para impedir que lo hiciera. No somos nada y aún así… Siento la necesidad de tenerla cerca.

La resistencia que mantiene mi corazón al no querer amar a alguien, es bastante fuerte. No entiendo cómo fue que ella se metió dentro de mí así, sin avisar y sin que yo me diera cuenta. Ahora entiendo que ser antisocial con ella sólo era un mecanismo de defensa para evitar las emociones que me provocó desde un principio. Cuando cayó encima de mí y sentí aquel escalofrío… no quise darle importancia. No fue nada en ese momento, pero ahora que lo recuerdo me doy cuenta de que me sorprendió sentirlo con sólo un roce de su piel. Fue extraño y lo dejé así, sin darle importancia, pero luego vinieron otros, otros que me resultaron extrañamente familiares, tan enternecedores como los que me provocaba Laura.

Ha pasado un mes desde que nos besamos y espero que ella no esté consciente de lo mucho que me hizo sentir con sólo un beso. Es sano decir que me lo movió todo. Mi cabeza daba vueltas, me olvidé de todo, del motivo por el que estaba ahí, la ocasión, todo, hasta que Cristina nos volvió a la realidad y me sentí culpable, muy culpable… Fue como si traicionara a Laura, a pesar de que ha pasado más de un año desde que se me fue, tuve esa sensación en ese instante, ahora ya no. Ahora quiero ver a Florencia. Tenía la esperanza de verla cuando acompañé a Cristina a la tienda, pero cuando me atreví a preguntar por ella, la empleada dijo que “Flor” no se encontraba en ese momento en la tienda, que si quería, podía dejarle un mensaje, pero que de igual manera se lo haría al llegar ella la semana que viene, porque se había ido de viaje. No pude dejar de sentirme triste por ello, Alejandro me dijo que tenía una cita con ella, no mencionó viaje alguno y hasta hace un par de horas él aún estaba en la ciudad, así que no está con él. Es un alivio, pero aún me siento triste, la extraño y en eso no soy nada buena… Quiero verla, quiero que aparezca por esa puerta y, no sé, pero quiero verla aunque sea para discutir por algo tonto, como solíamos hacer.

Me queda la esperanza de que venga por las cosas que aún están aquí. Encontré unos libros, ropa y un bolso de ella cuando entré a limpiar la habitación donde se quedó. También hay útiles de aseo en el baño que no son míos. Tengo que suponer que vendrá por ellos en algún momento, espero sea hoy que estoy en casa y no cuando no esté. En fin, es mejor ir al supermercado por algunas cosas para la despensa. No hay nada más que pasta.

Al tomar mi bolso, busqué mis llaves y salí justo cuando alguien se estacionaba en la acera de la casa. Por poco no se estaciona en la reja y se la lleva el diablo.

-        ¡Qué idiota! –dije con enfado mientras caminaba hacia la entrada de la casa para reclamarle al estúpido ese. “¿Cómo no tiene más cuidado?” pensé mientras veía cómo abría la puerta del auto para bajarse y yo corría el portón para sacar la camioneta.

-        Hola, Camila –dice una voz familiar.

-        ¡Florencia!

-        ¿Ya no saludas?

-        Hola, ¿Qué haces aquí?

-        Pues vine por unas cosas que se me quedaron.

-        Ahh, y por eso casi te llevas la reja contigo ¿no?

-        ¿Qué? –pregunta y mira su auto diciéndome–, disculpa, no me di cuenta, se me quedaron mis lentes en la tienda y…

-        Excusas.

-        No lo hice a propósito, Camila, pero si quieres te la repongo y ya.

-        Ya, voy saliendo. Vamos por tus cosas antes de que se me haga tarde.

-        Puedo hacerlo sola, así no se te hace tarde para tu cita y no dejas esperando a tu pareja –dijo algo enfadada.

-        Jajaja… ¿Eso es ironía o celos?

-        ¿Por qué celos? Tú y yo no somos nada ni hemos tenido algo como para sentir celos.

-        Es verdad, entonces es ironía –dije irritada por su tono despectivo–. Vamos.

-        Te sigo.

Caminó detrás de mí hasta la puerta y una vez abierta ésta, entró sin siquiera mirarme ni pedir permiso. Sólo se dirigió hacia su habitación recolectando sus cosas, buscando de un lado a otro, cerciorándose de que nada se le quedara. Supongo que no quería tener otro motivo para verme ni para estar aquí más tiempo. Por su manera de desenvolverse, diría que estaba urgida por irse y me dolió es actitud desdeñosa, al parecer, el besarme fue un experimento, nada más.

-        Puedes irte si quieres y te envío tus cosas con Karla. Se nota que te desagrada estar aquí –dije algo dolida.

-        No me desagrada, Camila… Es sólo que no quiero...

-        ¿Qué es lo que no quieres? No te besaré de nuevo, si es eso lo que temes. Está claro que sólo fue una manera de experimentar para ti y…

-        ¿Eso piensas? ¿Que sólo buscaba eso, experimentar y ya?

-        Bueno, si no es así, sólo tienes que decirlo. Supuse eso porque te fuiste de la cuidad y hasta ahora te vuelvo a ver.

-        ¿Cómo sabes que no estaba en la cuidad?

-        Eh, bueno… Cristina fue a tu tienda por un vestido y la acompañé. La empleada dijo que no estabas en la cuidad.

-        ¿Preguntaste por mí? ¿Querías verme o sólo querías saber si estaba ahí para evitar encontrarte conmigo? Eres muy buena evadiendo a las personas –dice acercándose.

-        ¿Qué quieres decir? –digo acercándome a la vez.

-        Que quizás para ti aquel beso sólo fue eso, un beso y solamente fui alguien más. Alguien que no significa nada ¿no?

-        Yo te besé porque quería, Florencia. No buscaba nada en ese momento, no como tú, que sólo querías saber lo que se sentía besar a otra mujer –digo dando el paso que faltaba para estar a escasos centímetros la una de la otra.

-        ¡Por Dios, Camila! Eres imposible… Me voy –dice casi en mis labios y yo no pude resistirme. No pude negarme la oportunidad de besarla y, tomando su cara en mis manos, lo hice. La besé con fuerza y ella, sorprendida, se quedó inmóvil. No fue hasta que mordí suavemente su labio superior que reaccionó y se apartó de mí, poniendo sus manos de por medio entre las dos.

-        Camila, tú sólo besas por besar, en cambio yo…

-        Te extraño –dije sin pensar–. No es un simple beso, tú me gustas, Florencia. Me gustas mucho.

-        ¿Por cuánto tiempo? Dime, por cuánto tiempo te voy a gustar ¿Hasta que te sientas tan culpable que nos lastimes a ambas? Las cosas no funcionan así para mí, Camila –dice mirándome al ver que me quedo en silencio–. Sí, eso pensé. Perdóname, pero no voy a ser eso para ti.

-        ¿Qué quieres de mí?

-        Que bajes la guardia, Camila. Que dejes de estar a la defensiva conmigo todo el tiempo y que, por favor, dejes de lastimarnos a ambas con esas ofensas idiotas.

-        Tú empiezas, Florencia. Con tus sarcasmos y acciones. No se me olvida que te estabas besando en el sillón con un tipo cualquiera, ¿piensas que eso no me dolió?

-        Lo siento, estaba molesta contigo, te la pasabas con Cristina y pensé que entre las dos…

-        ¿Celosa?

-        Nunca sentí celos antes, menos por una mujer. Toda mi vida fui heterosexual, Camila, pero desde que tengo este corazón, las cosas cambiaron. No soy la misma, tú me atraes, me gustas, siento que te quiero y… Eso me perturba. No sé qué hacer con esto, quiero acercarme a ti y no me dejas. Me propuse vivir, tengo una segunda oportunidad, pero nunca imaginé que me iba a sentir medio enamorada de una mujer, de que lo que siento por ti se me hiciera tan normal, cuando antes me era incómodo ver ese tipo de afecto en los demás –dice sentándose en el sillón.

-        ¿Eres homofóbica? –dije sentándome frente de ella.

-        No, sólo me sentía incomoda. Nunca juzgaría a alguien por su condición, pero no me sentía a gusto, en cambio ahora estás tú y todo mi mundo se dio vuelta. Llegas tú y las cosas a mí alrededor son diferentes, son mejores. No sé cómo pasó, Camila, pero el tiempo que vivimos juntas lo cambió todo… Era como si ya hubiera estado aquí antes, me parece todo conocido, aun ahora, buscando mis cosas lo siento todo tan familiar que, estando en mi propia casa, siento incomodidad, como fuera de lugar… Las cosas a mi alrededor se me hacen extrañas.

-        Florencia… No sé qué decirte.

-        No me digas nada. No sé por qué te cuento mis inquietudes… Es mejor que me vaya –musita levantándose.

-        No quiero que te vayas, Florencia… Quédate, ¿sí? –le pedí casi en un susurro.

-        ¿Por qué me quedaría? Tú no buscas tener una relación conmigo. Es más, incluso creo que mis cosas te son indiferentes.

-        ¡Sí me importas! ¿Por qué no lo ves? ¿No piensas que puedo sentirme igual? Yo no buscaba sentirme así de nuevo, Florencia. Desde que murió Laura mi vida quedó en suspenso, apagada y así lo preferí. En un comienzo no quise darle importancia a lo que me provocaba tu presencia. Como a ti, las cosas también cambiaron para mí. No quería enamorarme, pero ya ves, lo estoy haciendo y no sé cómo sentirme al respecto. No te niego que hay culpa, pero no puedo evitar desear tenerte a mi lado ni querer verte cada día. El besarte me lo movió todo, no creí volver a sentirme así de nuevo, no de esta manera que duele.

-        No estás lista Camila y lo entiendo. No se pueden forzar las cosas y menos lo sentimientos… Ni yo misma estoy preparada para esto. Son muchos los cambios. Desde el trasplante he sentido cosas, experimentado cosas intensas por otras chicas, pero nunca me atreví a nada, tenía que aparecer alguien como tú a poner a prueba mi seguridad…

-        ¿Prefieres no sentir por mí lo que sientes?

-        No lo sé. Creo que preferiría ser yo misma.

-        Si fueras tú misma no estarías en esta situación, Florencia. Así que sí, prefieres no sentir lo que sientes.

-        No dije eso. No tergiverses mis palabras.

-        Es igual –dije mirándola–. Quizás sea mejor dejar las cosas como están.

-        ¿Lo quieres así?

-        Tú tienes razón. No estamos listas –dije alejándome de ella.

-        Es cierto, pero no quiero dejar de verte, Camila –dice volteándose a verme.

-        Sabes dónde encontrarme, si quieres verme –dije caminando hacia la cocina.

-        Tú también sabes dónde encontrarme. Es mejor que me vaya, hasta luego –dice caminando hacia la puerta de salida.

-        Hasta luego –dije al tiempo que oía la puerta abrirse para después cerrarse. Entonces caí en cuenta de que lo estaba haciendo de nuevo. La estaba dejando ir de mí y no lo deseaba así. Quería que se quedara… di media vuelta. Caminé hacia la puerta y… Ella me miraba.

-        No sé qué pienses tú, pero esta despedida no me parece del todo adecuada –dice sonriéndome radiante.

-        ¿Te tomas un café conmigo?

-        Bueno, pero ahora que lo recuerdo, tú tenias una cita.

-        Olvida eso. No era una cita, sólo iba al supermercado por víveres. No hay nada en mi despensa.

-        Ahh, pero si quieres te acompaño. Aún estás a tiempo.

-        Me gustaría mucho. Luego vamos a tomarnos el café donde Karla.

-        Me gusta la idea. Vamos –dice caminando hacia la salida de nuevo.

-        Te sigo –dije tomando mis cosas y cerrando la puerta–. ¿Tu auto o el mío?

-        El tuyo, no traigo mis lentes y me siento algo mareada.

-        ¿Cómo? –pregunté algo asustada.

-        No pongas esa cara, Camila. No es nada, sólo es un mareo.

-        Pero puede ser algo más.

-        No mujer. Estás igual que Karla. Vamos a hacer las compras. Estoy bien, tranquila.

-        Bueno, pero si te sientes mal te llevo al hospital –le dije mientras subíamos a la camioneta.

-        Bien, pero te aseguro que no es nada.

-        Confiaré en ti –dije poniendo la camioneta en marcha.