Dos vidas contigo (2)

"Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca. ¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé que tuve" Jaime Sabines.

Dos vidas contigo (2)

7

Hace dos semanas que Florencia vive aquí y aún no sé cómo abordarla. Es sumamente terca en todo, aunque estoy casi segura que sólo lo hace para llevarme la contra. Ahora mismo, está metida en el baño de terca, sabe que estoy esperando para entrar a terminar de arreglarme y se demora de gusto, sólo para fastidiarme la vida… es que a veces creo que lo disfruta y…

-        ¡¡Camila!!

Escuché mi nombre a toda voz. Me encaminé hacia el baño, pero me detuve un momento a pensar y me dije, si está gritando así de fuerte, es por algo … Retrocedí unos pasos en silencio y me dirigí esta vez a la cocina a prepararme un té. Ella seguía con su llamadera, pero me hacía la indiferente, quería que saliera del baño... ¡¡¡Camila!!! Se escucha en toda la casa. Ya iban más de 7 veces que me llamaba y habían pasado más de 20 minutos, pero aún así, me tomé todo el tiempo para terminar mi té antes de ir a ver qué pasaba.

Golpeé la puerta detenidamente. Se escuchaban ruidos dentro del cuarto de baño, a ella también la podía escuchar decir cosas, pero eran tan bajitas que no alcanzaba a descifrar lo que decía con precisión. Con algo de dudas entreabrí la puerta del baño y me asomé sigilosa a ver qué pasaba… Ella estaba dentro de la tina, podía ver su silueta detrás de la… Bueno, de lo que quedaba de cortina. Miré a su alrededor y me percaté de un par de toallas tiradas a unos metros de la tina y un par de cosas en el piso. Me causó mucha gracia todo, al parecer había tirado esas cosas para hacer ruido y que yo pueda oír que me llamaba, pero no hubo tal efecto y…

-        ¡Camila! ¿Qué haces parada ahí? –me dice corriendo un poco el trozo de cortina que aún estaba colgado.

-        Yo… Escuché que me llamabas.

-        ¿Recién? ¡Llevo media hora gritándote como loca para que des el agua caliente!

-        ¡Jajaja!

-        ¡No te rías! Estoy congelándome aquí y tú ni al caso, seguro tomándote un té sin reparos, ¿no?

-        Pues para qué te digo que no si sí… Jajaja.

-        ¡Deja de burlarte!

-        Linda, no estás en condiciones de prohibirme reír. Mira cómo estás…

-        Es por tu culpa.

-        Bueno, no estoy acostumbrada a tener gente en mi casa… y apagué el calefón luego de que terminé de usarlo.

-        ¿Qué? Lo hiciste a propósito, estoy segura, pero me las pagas. ¿Me escuchas? –dice entre dientes al tiempo que sale desnuda de la ducha.

-        Oye, pero… ¡Qué exhibicionista eres! –dije algo turbada por su desnudez.

-        ¡¡Joder!!

-        Jajaja… Jajaja.

-        ¡Deja de reírte, Camila! –me dice tomando una toalla para taparse.

-        No puedo, es muy chistoso verte así, enjabonada, entumida de frío y con el pelo lleno de shampoo. Debería tomarte una foto… Jeje –dije, tomando el celular que traía en el bolsillo.

-        ¡¡Ni se te ocurra!! Te juro que si aprietas ese botón...

-        ¿Qué harás? ¿Saldrás persiguiéndome hasta la calle así? –decía mientras enfocaba la camarita del celular.

-        ¡Ahhh! Vete… Vete del baño. No quiero verte, déjame en paz. Mira que mis manos están ansiosas por estar en tu cuello –decía mientras me empujaba hacia atrás.

-        ¡Epa, que es mi casa! –le reclamaba yo mientras tomaba un par de fotos.

-        Me importa un comino –dijo y cerró la puerta frente a mí.

Me quedé atónita después del portazo que por poco no me da en las narices. Estuve tentada a reclamarle, pero me pareció que se sentía ya bastante avergonzada y desistí de la idea, alejándome de ahí para luego tomar mis cosas e irme a trabajar… mientras buscaba mi bolso, que para variar se me perdió en mi propio desorden, pensaba en ella… Desnuda, con esos ojos llenos de furia y, en eso, recordé que lo había dejado el bolso en la tienda ayer, así que tomé las llaves de la camioneta y partí a la florería.

Ya rumbo a la tienda, me sorprendí sonriendo ante el recuerdo de Florencia toda enjabonada. Me percaté de la herida a lo largo de su pecho, pasada por entre el canalillo de sus pechos llegando no más alto que sus clavículas. Ahora que lo pienso y soy consciente del recuerdo de su desnudez, puedo decir que sus pechos se me hicieron preciosos, con esas aréolas sonrosadas y perfecta curvatura. Me pregunto ¿cómo se sentirá tocarlos? Mmm... ¿Qué piensas, Camila? Una cosa es que te parezcan lindos y otra muy diferente es fantasear, mujer… ah, sacudí otra vez mi cabeza y me concentré en el recorrido pensando que debería disculparme con ella por mi indiscreción…

-        Sí, lo haré cuando vuelva a casa por la tarde –pensaba en voz alta mientras me estacionaba y, caminando a la tienda, seguí pensándola, repasando una y otra vez aquella desnudez. Me pasé casi toda la mañana pensando en ello hasta que un inconveniente con un cliente me lo quitó de la mente.

A las 5 de la tarde me comencé a preparar para ir a casa. Le encargué a Marcela cerrar la florería, así que a eso de las 5, 30 de la tarde ya estaba entrando a mi casa deseando darme un baño que me quite esta pesadez en el cuerpo. Últimamente me he sentido muy cansada, tanto que me paso lo que queda de la tarde durmiendo y, si no fuera porque me da hambre, no me levantaría de la cama hasta la mañana siguiente.

Me tiré en el sillón un momento a descansar los pies antes de ir la ducha.  Me fui quitando la ropa en el camino hasta llegar al baño totalmente desnuda. Me detuve frente al espejo, miré la cicatriz en mi abdomen por un momento y continué mi camino hacia la tina. Me senté en ella mientras dejaba caer el agua tibia, como me gusta, sobre mi cuerpo desnudo.

El agua comenzó a cubrir poco a poco mi cuerpo. Desde mis pies a las rodillas llegando más allá de mis pechos que sentí erguirse al contacto del tibio líquido. Cuando el agua llego hasta mis hombros, cerré la llave. Me incliné hacia atrás relajando mis brazos en mis costados, flexionando un poco mis rodillas… cerré mis ojos un momento, pensé en que esto se sentía demasiado rico, me alegré de estar sola en la casa. Podía dejar ir mi imaginación sin más, dejar volar mis pensamientos hacia esos recuerdos que logran hacer que mis manos cobren vida y comiencen, lentamente, con calma a recorrer, en un principio, mi abdomen, despacio, jugando con los dedos en círculos, dándole un leve movimiento al agua que se siente exquisito…

-        Hola –dice una voz frente a mí.

-        ¡Mierda! ¿Qué haces aquí? –atiné a decir instintivamente.

-        Vivo aquí, ¿recuerdas?

-        Sí, pero no vives en el cuarto de baño.

-        Bueno, bueno… me pareció extraño el tiradero de ropa y lo seguí.

-        ¿Puedes irte?

-        Claro, te dejo con tus… “movimientos de relajación” –dice en un tono burlón.

-        ¡Vete!

-        Jajaja… Jajaja, me iré, pero me llevo estas toallas conmigo –dice levantado las toallas de suelo, riéndose de espaldas a mí.

-        Ni se te ocurra… –dije y en un impulso me levanté de la tina–. ¡Vuelve aquí con las toallas, Florencia!

-        No me da… –comienza a decir y se corta –. ¿Y la exhibicionista soy yo? –dice con sus ojos pegados en mi desnudez.

-        ¡Demonios! –digo saliendo de la tina.

-        ¿Piensas venir a quitármelas? ¿Así?

-        ¿Te pone nerviosa mi desnudez?

-        Para nada, si quieres seguirme hazlo. Yo me voy… Con las toallas.

-        Florencia, ven aquí –dije caminado apresurada hacia ella.

-        No me da la gana…

Se volteó hacia mí un momento y mientras me acercaba con rapidez, tropecé con la pequeña alfombra yéndome hacia delante. Puse mis manos por delante de mí, pero ella, en un movimiento rápido, me sujetó de los brazos flexionando un poco las piernas, logrando así mantener mi cuerpo erguido por unos instantes, pero de igual manera caí, de rodillas junto a ella…

Mantuve mis ojos cerrados por un momento y luego levanté la cara. Ella me miró directamente a los ojos, con sus manos aún sujetando mis brazos. Yo la miré también y no pude evitar esa sensación, la misma sensación de cuando besé a Laura por primera vez y esa emoción en el pecho se me hace tan familiar ahora que Florencia está tan cerca de mí, a unos centímetros de mi rostro. Puedo sentir su respiración en mis mejillas, sus ojos, con ese brillo en la mirada, aquel que tienes cuando algo o alguien te gusta, ese brillo tiene… ¡Dios! ¿Qué está pasando? Se está acercando, su rostro se acerca a mí y yo… ¡Estoy desnuda!

-        ¿Me das una toalla? – murmuré casi en sus labios.

-        Eh… sí –dijo soltándome de los brazos.

-        Gracias.

-        Te dejo seguir con tu baño.

-        Sí, gracias.

8

Ha pasado más de una semana desde el incidente del baño y aún estoy con la pregunta en los pensamientos… ¿Iba a besarme? No, quizás sí, ya no sé qué pensar. Actúa como si nada hubiese pasado, lo que me hace pensar que su intención no era ésa y, sin embargo, en ocasiones siento que sí. Que su intención fue besarme y no puedo dejar de pensar en ello. Aquellas sensaciones, el temblor de mi cuerpo con su proximidad y ese brillo en sus ojos, aquel que me recuerda… Se me hace tan familiar. Todo en ella me es familiar…

-        Camila… ¿Estás bien?

-        Eh… sí, Marcela. Estoy bien.

-        Estás un poco roja ¿No tendrás fiebre?

-        No, Marce, tranquila.

-        Bueno, tu amiga Cristina está esperándote.

-        ¡Oh, sí! Gracias. Dile que ya estoy con ella.

-        Ok.

-        Marcela, ¿Podrías cerrar tú la tienda hoy?

-        Sí, claro. No te preocupes, vete tranquila.

-        ¡Gracias!

-        De nada, te veo mañana.

-        Sí.

¡Dios! Se me olvidó por completo que Cris venía por mí. De haberme acordado, me habría ido antes de que llegara. Ahora no tengo manera de escabullirme de ella y sus ideas locas de sacarme a “pasear”… ¡ja! Como si eso fuera a ayudar en algo.

-        ¡Hola, Cristina! ¿Cómo estás?

-        Bien, gracias.

-        ¿Dónde me llevas esta vez?

-        Te ves bien.

-        Luzco bien, es diferente. No me has respondido –dije mientras caminábamos.

-        Por ahí. No te preocupes, nada demasiado arriesgado para ti –me dice mientras entra a la camioneta conmigo.

-        Como si te fuera a creer eso, Cristina.

-        Jajaja… ¡Dame algo de crédito, Camila! Lo hago por tu salud mental, amiga.

-        Sí, claro. La última vez tuve que cargarte a casa.

-        Jaja, eso fue un pequeño accidente con mi copa. Hoy es diferente, sólo tomaremos una copa o dos.

-        Bueno, bueno, sólo espero no llevarme alguna sorpresa.

-        Son las 9, vamos a tu casa a que te cambies.

-        Está bien. Vamos, pero te advierto que no tengo ganas de salir.

-        ¡Pero, Camila!

-        Estoy cansada, Cristina, es viernes y aún me queda mañana.

-        Vamos, Camila. Ésas son excusas.

-        ¿Qué quieres que te diga?

-        Que vienes conmigo, obvio –dice mientras me estacionaba.

-        No quiero, estoy cansada.

-        Bueno, pero aunque sea vamos a tomarnos algo al café de siempre.

-        ¡Ahhh, qué remedio!

-        Sííí, te vistes y salimos –me dice mientras entramos a la casa.

-        Bueno, dame unos minutos y…

Me quedé helada. No supe qué decir en ese momento. A decir verdad, nunca me esperé una situación así en mi casa ni en mi propio sillón, pero ahí estaba ella, Florencia, encima de un hombre al cual supe reconocer como uno de los padrinos de la boda de Karla, besándose como si en ello se les fuera la vida, él con una de sus manos en uno de sus pechos y la otra en su trasero. La visión en sí me pareció desagradable, pero más que nada me sentí enojada, muy enojada con ella…

-        ¡Vaya! No sabía que había tanto movimiento por estos lados, ¿eh?

-        ¡Camila!

-        Hola, disculpa la intromisión. Nosotras ya nos vamos.

-        Pero Cam… –comienza a decir Florencia.

-        Vamos, Cristina.

-        Camila, no es...

-        Luego hablamos tú y yo al respecto. Los dejo en lo suyo.

Cerré la puerta casi de un golpe al salir de ahí sin percatarme de que Cristina aún seguía dentro. Para cuando salió me miró buscando mis ojos, pero no los encontró. Sólo me dirigí a la camioneta, subiéndome al tiempo que ella lo hacía por su lado. El silencio duró el tiempo que me tomó poner en marcha la camioneta y conducir hacia el café. No sabía dónde más dirigirme. Me sentía abrumada, enojada, con rabia, triste y no tenía idea de por qué. La cabeza me daba vueltas cuando me estacioné enfrente del café.

-        ¿Me dirás qué pasa?

-        Nada pasa, Cris.

-        No me mientas, Camila.

-        ¿Qué quieres que te diga? No te estoy mintiendo.

-        ¿Qué hay entre tú y la hermana de Karla?

-        Nada ¿Por qué la pregunta?

-        Porque estás celosa.

-        ¿Celosa de qué?

-        De cómo viste a Florencia hace unos minutos.

-        Jajaja, ¡No inventes, Cristina! Sólo estoy algo enojada con ella por ese atrevimiento, pero nada más.

-        ¿Segura?

-        Muy segura.

-        Bueno, entonces tomemos una copita de algo.

-        Está bien, pero quiero estar en mi casa antes de la medianoche.

-        Como mande, señorita. De todas maneras, quedé de juntarme con unos amigos aquí a esa hora.

-        ¿Cuándo quedaste con ellos?

-        Les envié un sms.

-        Jajaja, no pierdes el tiempo, ¿no?

-        ¡Es viernes por la noche!

-        Bueno, bueno… ve pidiendo mientras voy al servicio.

-        Dale. Te espero aquí con un tequilita.

-        Vale.

¿Le parecí celosa? Cristina es muy perceptiva, pero su apreciación no tiene razón de ser. No me siento para nada celosa de lo que Florencia pueda hacer o no hacer con ese hombre. Es muy libre de hacer lo que se le venga en gana, pero no en mi casa y, menos, en mi sillón ¿Qué le pasa? No es su casa, le debe respeto, o sea, vale que no nos llevemos bien, pero eso no quiere decir que deba de comportarse de esa manera… ah, mejor respiro un poco.

Me detuve un momento a mirarme en el espejo del servicio. Sentía la cara roja, tenía rabia. Mucha rabia por ver a Florencia en aquella situación con ese tipo. ¿Cómo se atrevió a meter a alguien ajeno en la casa? Una casa que no es de ella, qué falta de respeto. Seguro aún siguen en lo que estaban… en mi sillón. ¡Joder! Es que ni siquiera se inmutó o se tapó cuando me vio, sólo se me quedó mirando con sorpresa… ¡Qué rabia! Ahora, ¿por qué demonios me siento así? Ahhh, es mejor ir con Cristina o viene por mí al baño.

9

-        Camila.

-        Oh, hola, Florencia –dije al escuchar mi nombre y voltearme a verla.

-        Hola… ¿Podemos hablar?

-        Sí, dime.

-        Lo que pasó hace unos días… Lo que viste que hacía con…

-        No tiene importancia. Digo, sí me sorprendí al encontrarme tremenda escena en mi propio sillón, pero no te preocupes por ello.

-        ¿No te importa?

-        Bueno, me hubiera gustado que fueras más respetuosa, ya que no estás en tu casa, pero tampoco voy a hacer un lío por tu mal proceder.

-        O sea, que si el tipo me hubiera estando cogiendo ¿a ti ni al caso?

-        Lo que tú hagas o dejes de hacer, no es mi problema.

-        Mira, es bueno saberlo.

-        Ya lo sabes, ahora, sería bueno que pongas algo en la puerta si vas a estar con alguien en la casa, como para que no tenga que “ sorprenderme” de nuevo y, si no es mucha molestia, háganlo en la cama.

-        Eres una idiota.

-        Yo no fui la que se estaba dejando manosear por alguien que apenas conoce en una casa ajena.

-        Vete a la mierda.

-        Sólo si tú te vas conmigo, linda. Ahora, si me disculpas, me gustaría ducharme para poder descansar.

Me fui dejándola con la palabra en la boca. Digo, ¿qué esperaba que le dijera? O, ¿qué esperaba que hiciera? ¿Que la echara? No podía hacer eso, Karla me mata luego si algo le pasa a esta mujer y, acaso ¿debía importarme lo que hizo? Claro que me importa, de otra manera no me explico las ganas que tenía de darle su buena bofetada por… Aggg ¡Demonios! ¿Qué me pasa con ella? ¿Por qué tiene que influir en mi humor así? Estoy de malas sólo porque me ha recordado que se metió con ese tipo en mi propia casa. Es que hasta evito sentarme ahí… en el sillón. Un fastidio. ¿Por qué demonios me tiene que gustar? Aggg…Pondré música, necesito relajarme, ella no me puede gustar. Tengo que dejar de pensar en eso…

Me puse mis audífonos y me le di play a mi Mp3. Con calma, caminé hacia la ducha y me fui sumergiendo hasta quedar sentada en la tina, disfrutando del agua tibia que me recibía, me estremecí un poco al tiempo que dejaba descansar mi cabeza hacia atrás y tarareaba “calavera con calavera bailan en la oscuridad…” Esta canción tiene un ritmo que me gusta mucho…

“Si fuera por mi vida, yo no me salvaría…

Adicta a tu sabor, tu miel me embriagaría

Y todo lo que siento

Encuentra la salida

Me pone a temblar

Me entrego en el momento y muero…”

-        ¡Vaya! No cantas mal.

-        ¿Qué demonios haces aquí?

-        Nada.

-        ¿Me espías?

-        No, ni que fueras una maravilla.

-        Oh, entonces si en este momento me levantara, no te turbarías, ¿Verdad?

-        Claro que no, yo sólo vine a decirte… –comienza y enmudece– que te busca Cristina.

-        Gracias. Iré en seguida –dije, envolviendo mi cuerpo en una toalla.

-        Ok. –dice, siguiéndome con la mirada.

-        ¿Te gusta?

-        Ah… ¿Qué cosa?

-        Lo que estás viendo.

-        Si hablas de ti, para nada. Mis tendencias sexuales no van por ahí.

-        Entonces cierra la boca que anda una mosca dando vueltas.

-        Idiota.

-        Esa palabra tuya es como mi seudónimo. No hay día que no me llames así. Deberías actualizar tu vocabulario.

-        Vete al diablo, Camila.

-        ¿Dónde es eso?

-        Aggg...

-        Dame permiso mejor.

-        No te aguanto más. Me voy de aquí.

-        ¿Qué quieres decir?

-        Me voy a mi casa. Karla llega en unos días. No hará mucha diferencia.

-        No puedes hacer eso. Tienes que cumplir con el acuerdo.

-        Camila, el acuerdo era llevar las cosas por las buenas y estarás de acuerdo conmigo en que no es así.

-        Bueno…

-        Tú y yo no congeniamos. Somos como agua y aceite, no coincidimos en nada, si yo digo que me gusta algo, tú dices que le falta otro. En fin, esto no da para más. Me voy a mi casa, me cansé de estarnos ofendiendo mutuamente, no va conmigo.

-        Tienes razón…

-        En algo sí estamos de acuerdo.

-        Creo que sí.

-        Bien, haré mi bolso y en una hora ya no estaré aquí.

-        Está bien. Iré a vestirme… saldré con Cristina.

-        Entonces adiós. No creo que nos veamos de nuevo.

-        Adiós, Florencia.

-        Adiós, Camila.