Dos vidas contigo (1)

"Amor mío, mi amor, amor hallado de pronto en la ostra de la muerte. Quiero comer contigo, estar, amar contigo, quiero tocarte, verte." Jaime Sabines.

Dos vidas contigo

1

Otra vez el mismo sueño y la misma imagen en él. Aún ahora, que puedo pensar y analizar la diferencia que hay entre cada uno, me siento completamente desorientada, con las mismas ganas de correr tras aquella figura distante y tan concreta a la vez… ¿Cómo se puede huir del subconsciente? ¿Cómo puedes distinguir lo que es real de lo que es imaginario? Yo la imagino, siempre, como en los sueños cuando corre hacia mí y me abraza de golpe, sin palabras de por medio… sólo me abraza, con fuerza, como temiendo que me escape de ella y no me suelta, permanecemos así, abrazadas, porque yo me aferro a ella también con la misma necesidad con la que respiro, me aferro a ella hasta que, como ahora, un trueno me ha despertado…

Miro el cuerpo que descansa a mi lado por un segundo, luego miro por la ventana del cuarto y observo cómo el cielo se ilumina y las nubes se precipitan insaciables, perfectas… me giro hacia el cuerpo a mi lado, me acurruco mientras le abrazo por detrás. Ella me presiente, guiando mi mano hacia su pecho, acomodando sus nalgas a mi pelvis y uniendo sus piernas con las mías.

-        Tienes los pies helados –me dice en un susurro.

-        Sí, amor –le respondo al oído.

-        Se calentarán con el calor de los míos y podrás dormir.

-        Lo sé, preciosa.

-        Cierra los ojos, cielo… anda, duerme un poco más.

Hundí mi cara en su nuca, me encanta el olor de su cabello. Me acurruco un poco más a su lado y el recuerdo de aquella chica que corre hacia mí, vuelve. Sé que mañana pensaré en ello todo el día buscándole el significado y sé que Laura criticará mis distracciones, pero es algo que después de meses no puedo evitar ni manejar. Quiero saber quién es esa chica, por qué sueño con ella. Nunca en lo que llevo de vida la he visto, tampoco es que sepa cómo es su rostro, pero quiero saber qué significa el soñar tanto tiempo con lo mismo y… de nuevo el sueño comienza a vencerme, de nuevo esta sensación de vacío con él y… mis pies empiezan a entibiarse…

-        ¡Camila!

-        Mmm… ¿Qué pasa?

-        Nos quedamos dormidas, amor… ya pasan de las ocho de la mañana.

-        ¡Joder! Otra vez.

-        Vamos, dúchate mientras preparo café.

-        ¿No vienes?

-        Camila, vamos tarde.

-        Amor, somos las dueñas.

-        Pero hoy llegan los abonos que pedimos ¿recuerdas?

-        Sí, recuerdo.

-        Anda… ¡al agua!

-        Sí, sí… ya voy –dije mientras caminaba hacia la ducha. No me demoré más de diez minutos en vestirme al tiempo que ella se duchaba a la carrera. Sabía que la que tendría que esperarla después, era yo. Así que procedí a tomarme el café que me había dejado preparado al tiempo que la observaba moverse apresurada por la casa, no sé por qué tanto traqueteo si al final no hace nada porque se le ha hecho tarde, jajaja… Es muy típico en ella.

Cuando salimos de la casa, tomamos un taxi. Ella me hablaba de sus planes para este fin de semana, de que teníamos que visitar a mi mamá por su cumpleaños la semana que viene y demás cosas que no escuché con atención, por estar mirándola con esos gestos graciosos que me hacen sonreír y tomar conciencia de lo enamorada que estoy de ella. Tomo su mano en un impulso, ella presiona mis dedos entre los suyos, la veo acercarse precipitadamente hacia mí, de pronto la expresión de su rostro cambia en cosa de segundos… Me siento ir y de pronto, la miro cerrar sus ojos antes de sentir como los míos ceden también…

2

Aquella chica se acercaba a mí, lentamente, no había prisas y yo no tenía intención alguna de despertar. Estaba decidida a saber, a conocer su rostro cuando levantara el mío para verla, lo necesitaba, tal vez con ansiedad, pero a ella no parecía importarle lo rápido que puede ser un sueño y seguía caminando hacia mí sin percatarse de la urgencia que me provocaba saber quién es y, más que nada, por alguna razón, quería que me abrazara como siempre, que me dejara aferrarme a ella, así como la última vez que lo hice, con la necesidad de sentir aquel calorcito tenue que me baila en el pecho cada vez que la encuentro en mis sueños…

-        Camila, por fin. ¡Qué alivio!

-        ¿Dónde estoy?

-        ¿Cómo te sientes? Estás en el Hospital…

-        ¿Qué pasó? ¿Y Laura, dónde está? ¿Por qué no está aquí?

-        Camila… ¿Qué recuerdas?

-        ¿Qué quieres decir, Alejandro? ¿¡Dónde está Laura!?

-        Creo que sabes, Cam… ella murió.

-        ¡Mientes! Ella está bien… Ella me lo dijo…

-        Camila ella murió de forma instantánea, el golpe que recibió en la cabeza fue…

-        No sigas, ella… Alejandro, ella no puede estar muerta… quiero verla…

-        Linda, eso no es posible… ella te protegió, el auto las chocó desde atrás y ella se aferró a ti recibiendo todo el impacto.

-        No quiero saberlo... no digas nada, quiero verla, llévame a verla… ¿Está en la casa?

-        No, Camila… no puedo hacer eso, Laura ya no está con nosotros, tienes que asimilarlo.

-        ¡Vete! Déjame sola… quiero estar sola.

-        Tienes que descansar. Llevas tres semanas inconsciente. Han sanado mucho tus golpes, pero estás muy débil aún, el médico dijo que…

-        No quiero ver a nadie.

-        Pero, Camila…

-        Vete, ¿qué no escuchas? Que me dejes en paz…

-        Está bien, pero no te esfuerces demasiado. Estaré afuera.

Lo recordé todo en un instante… La trivialidad de nuestra conversación mientras mirábamos por la ventana del taxi. Todos nuestros planes… ¡Dios! No es lógico lo que me dice Alejandro, esto es un sueño, uno de los tantos que tengo a menudo, una pesadilla que me mantiene adormecida… Ella no puede estar muerta, mi Laura, no me dejaría sola… Ella no se iría de mí así... Sin despedirse…

3

La gente a mí alrededor me parece insignificante. Mi vida me parece innecesaria. Voy por las calles sin fijarme en nada, las cosas diarias que me llenaban, ahora son simples. Nada, nada es igual sin ella. Me dejo llevar por los demás, sigo haciendo lo que se supone que debo hacer, lo que ya está escrito, vivo, pero no lo hago del todo. Ella me llenaba los días, lo era todo para mí y ahora no tengo nada, no soy nada. Los consejos, las palabras de ánimo me rozan, no interfieren en mi sentir como se supone que debe de ser. Avanzar con mi vida es lo que ella hubiese querido, pero me es sumamente difícil si no va a estar.

Hoy, cuando falta un mes para que se cumpla un año desde aquel accidente, todos siguen en lo mismo. Buscan arreglarme la vida cuando sólo yo puedo hacerlo. Es cosa de voluntad, me decía Laura y lo sé, estoy consciente de todo, pero la cosa es que simplemente no tengo ganas de nada más que de ir a trabajar y volver a mi casa. Sólo en la florería puedo sentirme completamente cómoda. Fue nuestro proyecto, nuestra idea… Ella se ocupaba de las flores y yo me encargaba de hacer los arreglos. Todo se sincronizaba entre las dos y ahora, sólo yo lo hago sin lograr hacerlo del todo.

El aviso fue simple; “Se busca persona con habilidades agrícolas para trabajar en una florería” No se me ocurrió nada más y ganas de pensar en ese instante no tenía, así que… sólo espero que aparezca alguien pronto y que no sea cualquier cosa, como los que atendí por la mañana. Algunos no sabían ni cómo usar los abonos…

-        Buenas tardes.

-        Hola, buenas.

-        Vengo por el anuncio en el diario.

-        ¿Sí? Ven, pasa por aquí para que me platiques.

-        ¿Le platique?

-        Sí, quiero que me cuentes qué sabes sobre la siembra.

-        Si se refiere a un curso o algo parecido…

-        No, me refiero a tus conocimientos.

-        Bueno, nací en el campo, mi familia es dueña de una parcela al sur del país.

-        ¿Sabes sembrar, entonces?

-        Me manejo bastante, sí.

-        Bueno, en ese caso confiaré en tu palabra.

-        Gracias.

-        Mira…tus referencias te las harás tú misma. Estarás a prueba durante un mes. De igual manera te asignaré un sueldo base en principio y luego, si me siento conforme con tu desempeño aquí, hablaremos de nuevo, si estás de acuerdo, claro.

-        Lo estoy, me parece justo. ¿Cuándo empiezo?

-        Mañana mismo, si estás disponible.

-        ¡Oh, lo estoy! Gracias...

-        Aún no es tiempo para que me agradezcas… ¿Cómo te llamas?

-        Marcela Saavedra.

-        Yo soy Camila Millán. Trabajaremos sólo las dos. Entras a las nueve de la mañana y sales a las seis de la tarde, de lunes a viernes. Los sábados entras a las diez y sales a la una de la tarde, el domingo es libre.

-        ¿Usted es la dueña?

-        Sí. ¿Estás de acuerdo con el horario?

-        Sí. Me gusta.

-        Bien, entonces te veo mañana a las nueve aquí.

-        Aquí estaré puntual. No se preocupe.

-        Hasta mañana entonces.

-        Hasta luego, señorita Camila.

-        Dime Camila… trabajaremos juntas y no creo que tengas más edad que yo.

-        Quizás, pero tienes razón… Entonces hasta luego, Camila.

-        Hasta luego.

Bueno, ya está solucionado el problema del empleado nuevo. Alejandro ya me podrá dejar en paz con el asunto y yo puedo tener un poco más de libertad para hacer otras cosas. Iré al parque que está de camino a casa, me hará bien tomar un poco de aire y así no pasaré demasiado tiempo sola. Cristina dejará de molestarme con lo de “conocer a alguien” y yo me despejaré un poco de todo.

4

Esto es el colmo. Esta mujer me saca de mis casillas, es realmente insufrible. Llevo más de media hora esperándola y ni siquiera se ha tomado la decencia de llamar para avisar que no llegará. ¡El colmo! Mejor me voy a casa, es tarde… ya comienza a oscurecer y ando sin la camioneta. Como este café queda a dos cuadras de la florería, vine a pie y con tranquilidad. En fin, caminaré a casa, no me queda más remedio.

-        ¡Hey, Karla! Me lo cargas a mi cuenta, ¿sí?

-        Vale, Camila. No te preocupes, vete tranquila.

-        Gracias, si por esas casualidades viene Cristina, le dices que ya me fui a casa.

-        Bueno.

-        Chao.

-        Hasta más tarde, Cam.

-        ¡Cierto! Tu despedida de soltera.

-        Si no vienes, te tacho de mi lista de damas de honor, ¿eh?

-        Vendré por la noche, tranquila… Jajaja. Y mañana estaré aquí un poco antes para ayudarte con la decoración y estar listas antes del mediodía.

-        Sí… lo sé, pero no estaré yo. Vendrá mi hermana Florencia ya que tengo unos pendientes por la mañana.

-        No sabía que tenías una hermana.

-        Sí sabías, pero no recuerdas cuando te conté.

-        Bueno, sólo avísale que vendré.

-        Sí, no hay problema. Yo le he hablado de ti y de que vendrías a decorar el café, por lo que no habrá inconveniente y, además, eres mi florista personal, jeje.

-        Jejeje, es lo menos que puedo hacer. Eres una de mis mejores amigas, y, además, es mi regalo –dije mientras miraba el local–. Es realmente un acierto que tu jefa dejara el café a tu disposición.

-        Lo sé, Fernanda es la mejor. Además, se sentía un poco mal por no poder estar mañana aquí.

-        Verdad, que me comentaste.

-        Sí. Ahora vete. Cris ya no apareció.

-        Como siempre, eso es demasiado común en ella, pero en fin… te veo al rato.

-        Jajaja, nos vemos.

5

Apenas abrí mis ojos, me percaté de que me encontraba en casa de Karla y no en la mía. Miré el reloj de pared que está en frente de mí y con asombro vi que era un poco más de las nueve de la mañana. Me levanté del sillón donde me quedé dormida, busqué mis cosas y salí de ahí directo a mi casa. Sólo quedaba a unas cuadras y, afortunadamente, es domingo. No tengo que trabajar.

Apenas entré, recordé que tenía que ir a la cafetería. Me miré en el espejo, me sentí… adolorida, cansada, con sueño y de mal humor. Sólo sentía ganas de una ducha caliente y de acurrucarme en mi cama hasta mañana, pero debía cumplir con mi palabra. Karla es mi amiga, ha estado para mí cuando lo necesité, no le podía fallar ahora, así que me metí rapidito al agua y apenas me vi decente en el espejo, me marché a la cafetería.

Cuando llegué, me vi en la necesidad de regañar a la persona que acomodó las flores así. Totalmente fuera de lugar, no le entraba luz a los tulipanes y estaba todo sin alineación. Esto no se parece en nada a lo que me pidió Karla, por lo que caminé en dirección a la única persona que vi. Aquella que estaba trepada en una escalerita acomodando los adornos en las paredes de espaldas a mí…

-        Hola –dije, pero ni se inmutó.

Me quedé en silencio por un momento, por si el efecto era retardado, pero no fue así, por lo que mi saludo siguiente fue más claro y fuerte. Tanto que la chica en cuestión se asustó y tambaleó de un lado a otro sin poder reaccionar, cayendo hacia atrás donde me encontraba yo. Sentí el peso de su cuerpo en mis brazos en cosa de segundos. Cayó de espaldas a mí, apenas si pude contener su peso al intentar sostenerla y mantenerme en pie al mismo tiempo, pero mi equilibrio no duró mucho y caí con ella encima.

Así me quedé unos minutos. Ella encima de mí, presionando mi cuerpo contra el suelo duro y húmedo hasta que, en un movimiento brusco de su parte, intenta levantarse logrando solamente resbalar y volver a caer sobre mi cuerpo, con la diferencia de que esta vez su mano me aplastaba una costilla, por lo que mi quejido la hizo tomar un impulso más adecuado para levantarse y liberar mi cuerpo de su peso…

-        ¡Oye, discúlpame! ¿Te lastimé? –preguntó ofreciéndome su mano para levantarme.

-        No, no hay problema –dije levantando la mirada al tiempo que aceptaba su ayuda.

-        Espero estés consciente de que el accidente y todo es por tu culpa.

-        ¿Cómo?

-        Bueno, fuiste tú la que poco menos me gritó.

-        ¡Eres increíble! ¿Te atajé de caer directo al suelo y dices que es mi culpa?

-        ¡Tú me asustaste! De otra manera no me habría caído.

-        ¡Fíjate! En ese caso, discúlpame tú a mí.

-        No seas sarcástica.

-        Primero deja tú de girar las cosas a tu favor. No es mi culpa que te cayeras, te hablé, pero no me escuchabas y… Ya veo por qué no me respondías. –Dije mirando su Mp3 en el suelo.

-        Bueno…

-        ¿Tú acomodaste las flores así?

-        Sí…

-        Hay que quitarlas. Están mal alineadas y la decoración no tiene razón de ser.

-        ¿Razón de ser?

-        No tienen una idea centrada. Es decir, es una boda. Karla no me pidió un tema en concreto, sólo me dijo que fuera alegre, primaveral y fresco.

-        ¿Y esto no es primaveral?

-        ¡Está todo desordenado! Es que ni siquiera le llega luz a los tulipanes… ¡Un desastre!

-        ¡Ahh, perdone entonces, la señorita!

-        Mejor ayúdame a quitar las flores de las ventanas y el racimo que está pegado a la puerta, no es bautizo.

-        ¡Vete a la mierda! ¿Quién demonios te crees tú?

-        La florista y, por tanto, la encargada de la decoración.

-        Pues la señorita “encargada” , se queda sola… Yo no me quedaré a lidiar con usted.

-        No te estoy pidiendo que te quedes, linda, sólo que quites lo que tú pusiste.

-        Y yo ya te dije que te podías ir a la mierda.

-        He ido y regresado. Ahora ponte a trabajar… Tenemos una hora antes de que comiencen a llegar los invitados.

6

Todo iba según lo planeado. Karla estaba feliz, se notaba en su rostro lo contenta que estaba. La decoración fue de su agrado y, gracias a Dios que terminé a tiempo con todo. ¡Uff! en cierto momento pensé que no lo lograría. Esa chica y su decoración al azar… Me hizo realizar el doble de trabajo esta mañana, pero por suerte todo salió bien. Ya Karla está casada y disfrutando de su día, sólo me queda hacer lo mismo, pero me siento tan cansadilla que no me molestaría inventarme una excusa para irme a mi casa.

-        ¡¡Cam!!

-        Karla, ¿Cómo va todo?

-        ¡Genial! Gracias por la decoración, está preciosa.

-        Me alegra que te gustara.

-        ¿Conociste a mi hermana?

-        ¿Quién es tu hermana?

-        Yo.

-        ¡Ah!, ¿tú? No sabía que eras la hermana de Karla.

-        De hacerlo sabido, ¿hubieras sido más amable conmigo?

-        No, la verdad, me hubiera comportado tal cual.

-        ¿Y no te da vergüenza?

-        Decir la verdad acerca de lo que piensas no tiene por qué dar vergüenza.

-        ¡Epa!, ustedes dos, veo que ya se conocieron.

-        Sí, ella me ayudó con la decoración, pero no sabía que era tu hermana.

-        Ahora sabes. Soy Florencia.

-        Camila.

-        Eh… ¿Todo bien?

-        Sí, hermanita. No te preocupes… ve a disfrutar de tu día. Ya pronto te tienes que ir.

-        ¡Lo sé! Aunque me da un poco de inquietud dejarte sola, Flor… me preocupas.

-        No te preocupes, ve a divertirte un poco más. Yo estoy bien, no me quedaré sola.

-        Bueno, está bien… nos vemos antes de irme. Las dejo, mi recién estrenado marido me llama.

-        Ve tranquila, Karla. Aquí, tu amiga y yo nos tomaremos una copa por ti.

-        Sí, ¡a tu salud, Karlita!

-        ¡Gracias, chicas! Las veo luego.

Mire a Karla caminar hacia su ya marido. Florencia aún seguía parada a mi lado, mirando a su hermana irse. Pude ver un dejo de melancolía en sus ojos al voltearme a verla. Me sorprendió aquel brillo, me llegó a parecer familiar, pero sacudí mi cabeza y seguí mirando a mí alrededor, esperando encontrar aquella excusa para poder marcharme a descansar. Pasada la medianoche, sólo quería dormir. Mis pies me lo pedían a gritos y mi cansada cabeza también. Caminé hacia donde estaba Karla para despedirme de ella antes de que se fuera a su “Luna de miel”. Por suerte, mañana es domingo, no tengo necesidad de levantarme temprano.

-        ¡Karla!

-        Camila, qué bueno que te veo antes de irme.

-        ¿Sí? Yo justo venía a despedirme. Me voy a casa ya.

-        ¡Oh! Bueno, pero necesito que me hagas un favor.

-        Bueno, dale… ¿De qué se trata?

-        Mi hermana Florencia.

-        ¿Qué pasa con ella?

-        No puedo irme dejándola sola. Me preocupa, sólo ha pasado un año desde lo de la operación… me da un poco de temor que esté sola.

-        ¿Operación? ¿De qué hablas?

-        Recuerdas que te conté hace mucho que tenía problemas serios al corazón. Por ese tiempo, mientras estuve ausente por unos meses y no pude estar presente aquí cuando paso lo de Laura.

-        Ajá.

-        Bueno, pues… al final nuestra única esperanza era un trasplante, que por suerte llegó a tiempo.

-        Entiendo, te da miedo que pueda ocurrirle algo.

-        Sí, por eso te pido que dejes que se quede contigo este mes que pasaré fuera.

-        ¿Qué? Karla, apenas si la conozco. Es más, ella apenas me conoce a mí… ¿Cómo va a ir a vivir un mes conmigo?

-        ¡Dale, Camila! Yo confió en ti. Sé que contigo andará bien y tú tendrás algo de compañía.

-        Pero, Karla…

-        Un mes, amiga. No podré estar tranquila sabiendo que ella está sola.

-        ¡Ahh! Está bien. Te prometo que la cuido, pero se lo dices tú.

-        Sí, ¡Gracias!

-        De nada, pero me debes un regalito a vuelta de tu viaje.

-        Jeje… bueno, lo pensaré.

-        Jajaja… vamos, dile que me estoy yendo a casa y tú de viaje.

-        Sí, un momento.

Menudo lío en el que me estoy metiendo, pero ¿cómo decirle que no en un día así? Luego me culpará a mí de que la pasó mal en su “Luna de miel” y será un fastidio que me durará años. No, prefiero aguantarme a la hermana un mes a sentirme culpable por años, Jajaja… es cosa de ecuaciones, supongo. Me fijé en Karla y su hermana y, al cabo de media hora, estábamos Florencia y yo despidiéndola desde la puerta, mientras ella se subía al auto para luego alejarse.

-        Te dijo tu hermana que te vas conmigo, ¿no? –le pregunté mientras mirábamos el auto irse.

-        Sí, me dio la mala noticia, pero no soy una nena para tener niñera.

-        Y yo no soy una niñera para cuidar a una nena.

-        No me iré contigo. Menos a vivir un mes –me dice disimulando su fastidio.

-        Sí irás.

-        No lo haré. Te lo advierto, Camila. Esta vez no seguiré los deseos de mi hermana ni los tuyos, como por la mañana.

-        Te vas conmigo y punto. Se lo prometí a Karla y no quedaré mal por tu culpa ni tus niñerías.

-        ¡No son niñerías! No me iré contigo. Por el simple hecho de que me eres desagradable.

-        Fíjate que el sentimiento es recíproco, pero no tengo opción. Te quedarás conmigo un mes y tendremos que superarlo mientras vivamos juntas.

-        No viviré contigo, ya te dije. Me quedaré en mi casa tranquilamente.

-        Bueno, entonces yo me cambio a tu casa.

-        Ni de broma, no digas estupideces.

-        Entonces asúmelo. O te quedas conmigo o yo contigo. De una u otra manera, sola no te quedas.

-        ¡Qué fastidio contigo! No permitiré que invadas mi espacio.

-        Ni yo que tú invadas el mío, pero ya ves. No tengo mucha opción ya.

-        ¡Pero qué intransigente eres!

-        Mira, hazlo por tu hermana. No tenemos que convivir juntas, sólo tienes que vivir en mi casa un mes. No es necesaria la comunicaron ni la proximidad de ambas.

-        Está bien. Pero seguiré con mi vida habitual.

-        Nadie dijo que no lo harías. Karla sólo quiere estar segura de que estarás bien.

-        Es igual a mi madre. Me trata como una niña y eso que la mayor soy yo.

-        Pero ella no fue la que recibió un corazón.

-        Veo que estás enterada.

-        Me lo dijo para que aceptara que te quedes conmigo.

-        Ok. ¿Me das tiempo de ir por mis cosas o no puedo hacer eso tampoco?

-        Sí, puedes. Te acompaño.

-        No es necesario.

-        Sí lo es. No sabes donde vivo.

-        Sí lo sé.

-        ¿Cómo sabes? Nunca has estado en mi casa.

-        Karla me dijo en una ocasión que pasábamos por fuera.

-        Bueno. Te espero allá entonces. Yo ya me voy, pero procura no ir tan tarde.

-        Como diga la señorita.

-        No empecemos con sarcasmos.

-        Bueno, bueno. En media hora estoy por allá.

-        ¡Bien! Te espero.