¿Dos Singles o Una Doble?

Dos compañeros de oficina, casados, comparten habitación en un viaje de trabajo.

"Se van preparando las maletas que se van a España en dos semanas", nos dijo nuestro jefe.

Nos tenía de sorpresa un viajecito de una semana como premio de reconocimiento a la casa matriz en Madrid.

Pero lo mejor del viaje era la posibilidad de viajar con mi compañero de la oficina de al frente: un moreno de 40 años, casado, con 3 hijos, y una facha envidiable. Un verdadero latin lover y últimamente material recurrente para mis pajas, un deporte que mantengo a mis 36 años y que nunca logré dejar después que me casé.

Lamentablemente, la política de la compañía era de habitaciones singles, pero ya me las habría de ingeniar para poder cumplir con mi fantasía de al menos verlo desnudo. Aunque el destino me tenía preparada una sorpresa aún mayor.

Así que se me ocurrió la brillante idea de irse el fin de semana anterior para aprovechar de ir de marcha por Andalucía. Como era Abril, nos tocaría la Feria de Sevilla y todo el ritmo y el calor flamenco de esas fechas.

Luego de hacer todo un trabajo de agente de viajes, me conseguí una buena tarifa en un hotel y le dije: "Bueno, ¿me pido dos singles o una doble?", a lo que respondió "Pídete una doble nomás, si total esa noche la pagamos nosotros, mejor ahorrar". Mis fantasías iban a mil por hora, imaginando todo lo imaginable, pero con la prudencia de ser dos hombres casados y además compañeros de oficina.

Y así pasaron los días hasta que finalmente llegó la fecha del viaje. El muy desgraciado llegó al aeropuerto con unos jeans y una polera que dejaban ver que la natación, el racquetball y el football habían hecho su efecto, algo que el traje y la corbata disimulaban muy bien en la oficina.

Llegamos un sábado por la mañana, por lo que partimos en el AVE a Andalucía, donde Ricardo (así se llamaba este estupendo ejemplar, muy bien puesto el nombre por cierto por lo rico que es) aprovechó de dormitar. Luego de una parada en Córdoba a almorzar y visitar la mezquita, llegamos a nuestro destino final: Sevilla y el hotel que había seleccionado.

Apenas entramos a la habitación, todos los ingredientes hacían pensar en la mejor de las fantasías sexuales: una habitación pequeña con dos camas pegadas una a la otra, sin espacio para separarlas, y con televisión privada con canales para adultos. El baño seguía la misma línea erótica: no tenía puerta y la ducha sólo tenía un shower door de vidrio transparente. Y para rematarla, un espejo estratégicamente colocado permitía mirar la ducha desde la cama.

Dejamos las cosas, y decidimos pegarnos una ducha antes de partir a rápidamente a La Maestranza porque estábamos tarde para la corrida de toros. Yo me duché primero, y desde la ducha pude ver cómo Ricardo se tendió en la cama sólo con sus boxers a mirar el canal porno. Como sólo se alcanzaba a ver desde el pecho hacia abajo, él no se percató que yo lo miraba, y si bien no se los quitó, se dedicó a jugar ampliamente con su maravilloso paquete. En un minuto se lo dejó al descubierto y empezó a masturbarse suavemente. ¡Que pedazo que se gastaba, el muy desgraciado. Yo no me la podía creer! Obviamente que con este show y con la seguridad que se podía ver si decidía pararse de la cama, mi ducha se convirtió en una de las pajas más calientes que me haya hecho en el último tiempo.

Cuando apagué la ducha, él se lo volvió a colocar dentro de los boxers y cambió el canal. Cuando llegué a la habitación, ya se le había bajado un poco, pero era evidente su estado de excitación: una bonita carpa, los boxers mojados y el rostro transpiroso y ruborizado. Me dijo, "Oye gueón, hay unas pornos super buenas acá en España", y se fue a la ducha.

Desde mi cama, lo pude ver duchandose y como se enjabonaba por todo el cuerpo. Al enjabonarse toda la longitud de su verga, ésta se terminó de poner más tiesa que nunca, pero recién en ese minuto él se dio cuenta que se veía todo a través del espejo aquel y si pensó en pajearse olvidó rápidamente sus intenciones. Era evidente que también se dio cuenta que yo había visto todo el espectáculo que me dio pensando que estaba en la soledad y tranquilidad de su cuarto de hotel.

La corrida estuvo espectacular (la de toros, ¡aparte de la mia en la ducha!). Luego de ahí, a comer, a bailar flamenco, y yo cada vez más caliente con la verdadera diversión que me esperaba de vuelta al hotel, luego de lo que ya había visto.

Ya tipo 3 de la mañana, Ricardo me dijo "Sabes, no aguanto más. No dormí nada en el avión y sólo un par de horas en el AVE desde que salimos de casa, así que vámonos al sobre", y partimos de vuelta al hotel.

Cuando llegamos a la habitación, nos quedamos en boxers para dormir. Con todo el calor que hacía, las camas sólo tenían una sábana muy delgada como cubierta. Le pregunté si le gustaba dormir con luz o a oscuras, y ambos coincidimos que era mejor dejar las cortinas entreabiertas para que entre luz, ya que esa noche había luna llena, pero que dejaramos la ventana cerrada por si refrescaba al amanecer.

Al momento de acostarse, Ricardo me dijo "Bueno, espero que no te moleste, pero yo no soporto dormir con ropa", y dicho esto se sacó los boxers quedando completamente desnudo. ¿Una señal? Normalmente aunque uno duerma asi en su casa, uno guarda el pudor cuando le toca compartir habitación con un compañero de oficina, especialmente si las camas están pegadas. Pero bueno, pensé, será un tipo desinhibido. "Ah, que bueno, porque yo tampoco", le contesté, y quedé exactamente igual.

Nos metimos a la cama y apagamos la luz. Rápidamente, él se quedó dormido, de espalda, pero con el calor terminó destapándose en forma inconsciente. Yo no tenía mucho sueño, pues había dormido bastante en el avión, así que me dediqué a deleitarme con esta visión que me ofrecía mi mejor sueño erótico: su cuerpo desnudo bañado por la luz de la luna.

Pero finalmente el cansancio me venció y me dormí, para despertar cuando empezaba a entrar la primera luz del amanecer. Como siempre me pasa, desperté al palo, completamente destapado por el calor. Pero no era el único: Ricardo estaba de piernas abiertas, destapado, y con una erección envidiable.

Así que rápidamente mi estrategia fue de un erotismo destilado. Me hice el dormido, pero coloqué una pierna sobre la suya, flectada, para maximizar el roce a lo largo de nuestras extremidades. La sensación era deliciosa, el roce de los pelos, la firmeza, la temperatura de su piel. El también pareció disfrutarlo, ya que quieta al principio pero moviéndola luego, él comenzó a gemir con el roce de nuestros cuerpos.

Y luego vino algo que no me esperé: se puso de lado, presionando su herramienta contra mi pierna, y comenzó a frotarla con un movimiento como si me estuviera haciendo el amor. Mientras lo hacía puso su mano en mi cintura y siguió con sus movimientos pélvicos cada vez más fuerte, rozando mi erección con su antebrazo.

Mi corazón palpitaba a mil, y mi pichula dura como palo palpitaba al unísono, cuando en un minuto él se despertó y se dio cuenta de lo que estaba haciendo. De un salto se sentó en la cama y se separó de mi. Pero ya era tarde, yo estaba completamente lubricado tanto en mi glande con mi excitación propia como en mi pierna con la de él. Y Ricardo se dio cuenta.

Pero su excitación pudo más, y se mandó un pajazo de los más deliciosos que haya podido presenciar. Le salía moco a borbotones, saltándole hasta más encima de su cabeza. Me excité tanto, que yo alcancé el orgasmo al unísono, sin tocarme.

El se dio vuelta y siguió durmiendo. Pero un detalle me dejó para pensar: se dio vuelta hacia mi lado. ¿Qué nos depararía esta amistad?

Esta es mi primera historia. Sus comentarios a elfandi_2003@hotmail.com