Dos sentidos 1/2

Aquel fin de semana en Varsovia... Cuando tenga un ratito sigo con él

Aquel fin de semana largo, habíamos decidido ir a pasarlo a Varsovia para aprovechar los últimos rayos de sol del otoño antes del cambio de hora. Los colores de la ciudad nos habian animado a salir a disfrutar de una copiosa cena en un romántico restaurante central. Noté una cierta excitación y un poco de prisa por parte de Johann en terminar de cenar... de todas formas no rechacé la invitación para volver a la habitación del hotel que habíamos alquilado para cuatro noches.

Johann me pidió permiso para atarme a la cama. Siempre me han gustado estos juegos en los que soy la víctima de su terrible imaginación; me había duchado antes de salir a cenar, me había puesto una combinación nueva que había comprado exclusivamente para este viaje y yo notaba a Johann cada vez más excitado; “claro cariño” le susurré al oído mientras me quitaba la falda y le mordía el cuello, “¿cuándo no me he dejado hacer lo que tú has querido?” Me ató pies y manos firmemente a la cama sin terminar de quitarme la ropa.

Su lengua recorrió mi cuerpo entero, desde mi cuello a mis axilas; mis pezones estaban terriblemente duros y se notaban a través del sujetador y la camiseta que aún llevaba puesta; su boca siguió bajando en dirección a mi sexo y noté la humedad de su lengua a través de mis bragas casi transparentes. Apoyé la cabeza sobre la almohada y me retorcí de placer mientras Johann apartaba la tela mojada de mis bragas a un lado y metía su lengua dentro de mí; ¿cuánto tiempo estuvimos así? Imposible decirlo… mis sentidos estaban volando decididos a no volver a mi en un buen rato.

Paró bruscamente de lamerme para ir a rebuscar en la maleta, de la que sacó un objeto negro e irreconocible para mí. Con algo de esfuerzo y sin dirigirme la palabra reconocí que me estaba poniendo una escafandra negra cuyos únicos agujeros eran para respirar por la nariz; la idea de no ver y no poder hablar siempre me había excitado, y Johann lo sabía muy bien. Tras un momento de gran excitación y sin poder ver absolutamente nada, mis sentidos se agudizaron a la espera de ver qué pasaba en la habitación mientras mi vulva se humedecía expectante y juguetona.

Sentí cómo alguien se apoyó en la cama y me arrancó bruscamente las bragas, seguramente rompiéndolas. Me incorporé para comprobarlo pero mis ojos estaban inutilizados... Un dedo recorrió lentamente mi sexo y  estoy segura de que tuvo que sentir mi humedad, humedad que aumentó cuando noté cómo el dedo me abría y se metía ávido dentro de mí; ¿o fueron dos quizá? Imposible reconocerlo sin ver... Mis gemidos ansionsos me dieron a entender que la escafandra dejaba pasar algo de aire por la zona de la boca y me alegró comprobar que podía coger grandes bocanadas de aire... en un momento aprendí a  disfrutar de la oscuridad que me habían regalado, a disfrutar de un nuevo sentido que mi cuerpo había desarrollado rápidamente: mi sexo.

Una polla enorme se metió dentro de mi… pero aquella polla no era la polla que yo tanto esperaba con lo que el dolor y el asco me invadió subitamente todo el cuerpo; me retorcí y grité en mi atadura para sacar la polla que me invadía pero desgraciadamente estaba demasiado tensa para hacer que pudiera darme la vuelta; aún tenía aquella polla dura dentro de mí. Desesperada, giré la cabeza en busca de Johann que, esperaba, siguiera en la habitación. Noté una mano pasando por mis ojos ciegos mientras oí como Johann me susurraba al oído:

  • Cariño, esta noche vas a jugar, ¡disfrutalo!

Mi cabeza se giró ciega y prácticamente muda hacia donde venía la voz de Johann... ¿Voy a jugar yo sola?, ¿y él? susurré llonando pero no obtuve ninguna respuesta más. Johann estaba allí, me había hablado y eso me calmó al instante… mi cuerpo se relajó y aquel cerdo empezó a moverse de nuevo lentamente dentro de mí mientras notaba una mezcla de placer y asco al mismo tiempo.

  • Pero, ¿Qué estas haciendo cabrón? –le respondi sollozando y girando mi cabeza hacia donde había venido su voz, la voz del único hombre en el que confío y con el que apenas podía comunicarme.

Nadie contestó. ¿Llevaba semanas planificando aquéllo?, ¿en qué consistía lo que estaba pasando? Sólo supliqué al cielo porque Johann le hubiera puesto un preservativo a aquel chico. La polla me seguio follando cada vez mas rápido… yo no dejaba de sollozar en silencio y mis propias lagrimas mojaban mi cara dentro de la escafandra hasta llegar, saladas, a mi boca. Me relajé, ¿Qué mas podía hacer ahora? Pensé en que Johann había preparado ésto con esmero, que habría elegido a un chico polaco alto, de pecho ancho, piernas fuertes, rubio, con dos piercings en los pezones y una polla extraordinaria con la que llenarme, ¿Qué mas podria pedir una mujer? Con mi olfato le puse cara a aquel hombre y dejé volar mi imaginación.

Me llegó un terrible olor a hombre excitado, ese olor tan especial que cualquier mujer sabe reconocer en cualquier situación; mi coño era agua para aquel hombre que gemía como un animal cada vez que me envestía fuertemente.

Levanté mi torso para intentar llegar al suyo y mi boca buscó los anillos que mi imaginación le había puesto en los pezones con la intención de tirar de ellos con fuerza y hacerle daño. Mi único pensamiento era enseñarle a aquel cerdo que jugar conmigo tiene sus riesgos y le quería hacer pagar con su dolor el dolor que me había provocado hace un momento; pensé que era un precio justo.

Desesperada por mi atadura, no lo conseguí y mi boca sellada por la escafandra sólo saboreó la sal de mis lagrimas mientras mi lengua recorría los músculos que, me suponía, había tras la escafandra. Mi nariz rozó el pecho sudoroso de aquel hombre que me follaba y al que recorrí con mi olfato intensamente mientras yo disfrutaba profundamente de su polla. Noté como crecía rápidamente dentro de mí y volvió a parar; ¿Qué pasaba ahora?, ¿cuál era el siguiente paso en el juego?

  • Ahora se va a correr – me dijo Johann al oído
  • No, por favor no… ¡ahora no! –volvi a suplicar con la cabeza rozando el pecho caliente. Tras tanto sufrimiento quería alargar aquello, no quería que mi camino se quedara ahí, yo también quería llegar al final; pero ¿hablaría español aquel cerdo?

No me dio tiempo a pensar más y con dos embestidas bruscas noté como su leche caliente llenaba mi coño mientras rugia como un animal y caía encima de mí aplastándome completamente... casi al instante, la polla abandonaba mi coño hecho líquido. ¿Qué era aquello?

Apenas me dio tiempo a pedir que no me dejara así y me puse a gritar y a suplicar en la dirección que, presentía, estaban tanto él como Johann. No quería acabar así aquella noche que tan difícil había sido para mí, quería verle la cara y reconocerle, sólo quería ver el cuerpo que Johann había elegido para mí. No oí ninguna conversación, ni ninguna despedida... sólo oí cómo la puerta se cerró y supuse que el chico ya se había ido, pero no estaba segura porqué suponía que Johann no iba a acabar ahí, le conocía demasiado bien. Volví a llorar invadida por una sensación de impotencia mientras una mano empezó a acariciar suavemente mi pierna; por la forma de acariciarme confirmé que el chico se había ido y que no volvería para follarme. Quise apartar la pierna con una rabia profunda pero no pude… volví a llorar de rabia y de impotencia un buen rato, al cabo del cual me calmé y Johann liberó las ataduras de las piernas, las manos y, por último, la escafandra que estaba húmeda. Lo primero que hice fue darle una sonora bofetada... y luego, dolorida, me abracé a él.

  • Gracias- le susurre al oído mientras me abrazaba a su cuello fuertemente y noté su excitación en mi vientre. -¿Qué quieres que hagamos ahora? –le pregunté confundida esperando una respuesta fácil.

  • Ahora queda la segunda parte del juego –me respondió tras abrazarme fuertemente un rato – Ahora tienes que encontrar al chico que te acaba de follar - y me miró suavemente... como sólo él sabe mirarme; y sabe cómo mirarme para que no pueda decir que no.