Dos parejas en el bar de un hotel... 2

Nuestro matrimonio vuelve a contactar con el Ama y su perro para poder seguir con su procedimiento de adiestramiento en la sumisión.(Os agradecería que mandarais comentarios).

Después de la primera sesión nuestros protagonistas casi no hablaron de la misma, en su interior les parecía increíble que ella hubiera sido follada por un semental cuyo falo previamente hubiera sido mamado por él, y que les hubiese excitado tanto. Su fascinación por el Ama hizo que siguieran sus órdenes al pie de la letra y limitasen sus sucesivas relaciones sexuales a las órdenes dictadas por su dueña o a las que posteriormente recibirían por teléfono o correo electrónico. En estos momentos de sus vidas su sexualidad dependía totalmente de la voluntad del Ama.

Tras unas semanas de intranquilidad la Señora les convocó esta vez en un punto determinado de la ciudad; Allí se encontraba el perro que los conduzco hacia una furgoneta con los cristales tintados a cuyo volante se encontraba el Ama:

  • Hola cachorrillos, ¿os alegráis de verme?

  • Sí Ama -respondieron al unísono-

  • Eso me complace -rió el Ama de buena gana-

Seguidamente les indicó como debían sentarse en la furgoneta: el perrito cornudo delante con ella y la perrita y el semental atrás. Esta distribución produjo el primer espasmo de celos y angustia en el interior de nuestro cornudo protagonista y, efectivamente, sus temores no eran infundados:

  • Muy bien zorra -le dijo el Ama a la mujer- vamos a ir a una casa donde vamos a follaros hasta que nos hartemos, pero mientras tanto quiero que vayas motivando al perro, cómele la polla, pero como se corra !Vais a saber lo que es bueno! -sentenció-

El cornudo vio con aprensión como su mujer obedecía solícita las órdenes del Ama y engullía el tremendo falo del perro, sin pensárselo dos veces. Este último pronto empezó a gemir, mientras su polla crecía y se endurecía cada vez más. La perrita cumplía muy bien las órdenes recibidas, parando cuando intuía que el perro no aguantaba más y continuando con su felación cuando éste se calmaba.

El viaje fue largo, pero por fin llegaron a su destino: una casa de campo a la que entraron directamente por el garaje. El Ama les hizo descender de la furgoneta y el perro -sin que tuviera que recibir instrucción alguna- les vendó los ojos y les puso sus collares y correas. Inmediatamente estirando de ellos les metió en la casa.

La habitación a la que llegaron tenía una cama King Size con dosel, un banco de madera y dos sillones; en una comoda de la esquina se veían diversos artilugios sexuales que, sin duda, el Ama y su perro usaban para sus perversiones sexuales.

El Ama les obligó a desnudarse y tras ponerlos con las manos en la nuca, espalda contra espalda, les ordenó absoluto silencio. Pasó un largo rato en el que los nuevos esclavos sexuales no sabían si estaban solos o estaban siendo observados por alguien. De pronto oyeron la voz de su Señora:

  • !Destaparos los ojos!

La vista era inquietante a la par que muy excitante: el Ama estaba vestida con un corpiño de cuero negro y ligueros y botas altas del mismo color, tenía su sexo al descubierto y en su mano se veía una fusta negra, con la que golpeaba su bota. El perro se encontraba a sus pies, desnudo, con su collar puesto y con su sempiterna erección.

  • Muy bien -dijo- ahora os voy a enseñar quien manda aquí.

Colocó a sus tres esclavos, la perrita en medio y los machos a los lados, a cuatro patas con el culo a su disposición, se acercó despacio y dijo:

  • Ya sabéis que debéis de hacer cada vez que recibáis un regalo mío con la fusta.

  • Sí Ama -respondieron los esclavos-

La sádica descargó el primer fustazo en el trasero del cornudo:

  • Gracias Señora -gimió-

A continuación fue repartiendo su castigo equitativamente entre los tres esclavos, que le agradecían sinceramente las atenciones con cada golpe que recibían.

Cuando consideró que el castigo había sido suficiente, guardó la fusta en la cómoda y se dirigió a la perrita:

  • Ven guapa -le dijo- me habéis puesto caliente y creo que te toca a ti solucionarlo.

  • Como ordene el Ama -respondió la perra-

El ama se sentó en uno de los sillones, colocó sus piernas encima de los reposabrazos, y estirando de la correa indicó a la esclava lo que esperaba de ella. Ante los atónico ojos de su marido, Tere empezó a complacer con su boca las ansías de su Ama. El cornudo no daba crédito a lo que veía, su mujer comiéndose el sexo de otra, cuando siempre había renegado del sexo entre mujeres y le había asegurado que jamás había tenido ninguna experiencia lésbica. Al parecer su mujer había encontrado en la sumisión la manera de vencer todos sus tabúes sexuales. Mientras tanto, el Ama estaba llegando a su primer orgasmo gracias a los lametones de la perrita que ahora, extralimitándose quizás en lo que se le había ordenada, acariciaba con frenesí los grandes pechos de su dueña a la vez que cumplía con su cometido. De repente el Ama se corrió con estrépito y quedó desmadejada en el sillón, cara a cara con su perrita.

  • Eres un verdadero putón - le dijo, mientras le daba un cariñoso beso en la boca-

En esos momentos la excitación del cornudo era evidente, aunque en su interior seguía teniendo ese latigazo mezcla de celos, inquietud, temor a lo que podía pasar y excitación. La Señora se dio cuenta enseguida de su estado:

  • Pobre perrito, fíjate como está. Os estáis portando todos muy bien y me doy cuenta de que estáis muy excitados; Os voy a dar a todos un poco de lo que más os gusta -rió con placer- Tú -se dirigió al perro- puedes follarte a ese infeliz, que estoy segura de que le va a gustar lo suyo.

El joven se dirigió a la cómoda y tras poner al cornudo en posición cuadrúpeda, le empezó a untar el culo con un ungüento. Entre tanto, el Ama se estaba colocando un arnés con un falo de plástico de considerables dimensiones.

El perro se colocó detrás del pobre perrito y empezó a introducir el pene en su culo. El ama colocó a la perrita frente al cornudo, en la misma posición, y acercó el pene de plástico al sexo de su esclava. Pronto ambos, Ama y perro, tenían sus respetivos falos en sus respectivos agujeros y aumentaban paulatinamente el ritmo de penetración.

El cornudo estaba siendo sodomizado por primera vez en su vida y, aunque la situación era nueva para él, podemos decir que no le disgustaba; al menos así lo demostraba la tremenda erección que portaba sin recato. Su mujer también estaba gimiendo gracias a las embestidas del Ama y pronto empezó a gritar:

  • Así, Señora; Fólleme; Haga conmigo lo que quiera.

-No te preocupes, puta, eso voy a hacer -le respondía el Ama.

Teresita -como le llamaba su marido- pronto se corrió como nunca lo había hecho, entre grandes alaridos, pero el Ama no dejaba de bombear mientras le estrujaba sus pechos, por lo que pronto llegó a su segundo orgasmo; A pesar de ello el Ama seguía con su salvaje cabalgada.

El perro también machacaba el culo del cornudo si piedad y pronto pidió permiso para correrse, que al serle concedido provocó que un rio de semen inundara las entrañas del incauto sodomizado.

En esa tesitura se encontraban cuando sonó el timbre de la casa.

  • Será mi sorpresa -comentó el Ama- Perro, vete a abrir para ver si es así.

El semental se dirigió a la puerta desnudo como estaba y tras unos instantes apareció acompañado de un negro de porte atlético de unos 35 años -la misma edad del Ama-

Ante el panorama que le mostraban sus ojos, el negro se dirigió al Ama:

  • Eres la ostia, Mar. Nunca cambiarás...