Dos parejas en casa rural
Dos parejas en una casa rural cerca de la costa. Una de las chicas descubre lo fácil que es calentar y tener al resto de acompañantes pendientes de ella.
Me llamo Eva y os voy a contar una historia que sucedió hace un par de años.
Mi marido (Jorge) y yo habíamos decidido pasar un puente en la costa recién empezado el verano. Él comentó el asunto con un compañero de la oficina con el que hacía muy buenas migas y surgió alquilar una casa rural entre las dos parejas.
Mi marido y Raúl se llevaban muy bien en aquella época. Era habitual que quedasen fuera del trabajo a jugar fútbol, pádel o ir a correr. Y, por supuesto, a tomar cañas. Su mujer, Sara, y yo, los acompañamos algunas veces.
Sara es la típica tía extrovertida que cae bien fácilmente y, aunque no nos conocemos mucho, es raro estar incómoda con ella. Aquí tengo que decir que, aunque me cae muy bien y yo no me considero una mujer celosa, Sara tiene una buena delantera que luce discretamente. No es que tenga unas tetas enormes, pero son grandes y con su constitución delgada destacan. Parece que a mi marido no le pasan desapercibidas, ya que en alguna ocasión le tengo visto echarle miradas disimuladas.
Cuando llegamos a la casa rural vimos que se trataba más bien de una casa vieja que de una antigua. Mil habitaciones muy pequeñas, un sólo baño, de la cocina mejor ni hablar... Pero vaya, todo muy limpio y, por el precio, no nos podíamos quejar si total íbamos a pasar el día en la playa.
Nos repartimos las habitaciones, que eran minúsculas, sin un triste enchufe para cargar el móvil ni armarios para dejar la maleta, así que las dejamos cada pareja en otra habitación. Pero vamos, que lo interesante era estar cerca de la playa, así que nos pusimos los bañadores para salir pitando. Mientras nos cambiábamos, pudimos escuchar perfectamente la conversación entre Sara y Raúl. Me acerqué a Jorge y le dije al oído:
– Caray, cuánto se oye..., vamos a tener que andarnos con cuidado estos días, cariño. – mientras le agarraba el paquete por encima del bañador. Esto le pilló por sorpresa y echó el culo para atrás.
– No prometo nada. – me contestó Jorge metiéndome mano a su vez.
Cuando salimos de la habitación vi que marcaba un poco de tienda de campaña en el bañador, pero nada llamativo. Sonreí. Me gusta tener a mi marido a tono.
En la playa pude ver que, efectivamente, las tetas de Sara eran estupendas. Si había que buscarles alguna pega, estaban ligeramente caídas. Pero nada exagerado. En eso yo salgo ganando, como no las tengo tan grandes, siguen desafiando la ley de la gravedad a mis 36 años.
En un momento que fuimos al agua, Raúl se agarró a Jorge para hundirlo en el agua y luego lo hizo con Sara, entre forcejeos de ésta. No sé si fue porque sólo quedaba yo, porque no tenemos tanta confianza, pero también me agarró a mí para intentar hundirme. En un momento de forcejeo, mi mano se cerró inconscientemente en su paquete. El soltó un gritito y, recordándome a mi marido hacía una hora, echó el culo hacia atrás.
– Uy! - le dije con tono de disculpa – Perdona!
– No te preocupes! – sonrió él, como quitándole importancia.
Ni Jorge ni Sara se enteraron del asunto. La verdad es que fue algo sin mucha importancia, pero me dio bastante morbo tocarle el paquete al compañero de trabajo de mi marido. Aunque estuviese todo blandito y calmado ahí abajo.
Seguimos jugando en el agua (es una playa con bastante oleaje) y Raúl volvió a agarrarme para hundirme. Igual que antes, aunque esta vez conscientemente, mi mano fue a su paquete. Lo que pasa que esta vez no estaba ni calmado ni blandito ahí abajo!
– Anda! – exclamé.
– Jaja – rió él con satisfacción antes de zambullirse en una ola, alejándose.
Si antes había sentido morbo, ahora lo sentía multiplicado por dos. Le había causado una erección al compañero de mi marido y él me había buscado para hacérmela notar!
Salimos del agua todos para tomar el sol. En un momento, en que mi marido se había quedado dormido, Sara fue al coche a buscar un libro que había traído para las vacaciones. Tan pronto se fue, Raúl, que estaba tumbado boca abajo, se dio la vuelta. No pude evitar fijarme que se le marcaba ligeramente el paquete. Es más, diría que le estaba creciendo. ¿Qué estaba pasando? ¿Aprovechaba que no estaba su mujer y Jorge estaba dormido para, disimuladamente, mostrarme la mercancía? La verdad es que la situación me estaba calentando bastante. Ya no sólo por Raúl, sino por Sara. Que su marido esté pendiente de mí me hace sentir una especie de hembra alfa.
En esto que Raúl se da la vuelta y de ahí a 2 minutos aparece Sara. El tío, debía estar pendiente para ver si llegaba.
Al rato se despierta Jorge y le sugiere ir a correr a Raúl, quedándonos solas Sara y yo. Aprovecho y le digo:
– Jo, sólo he traído este biquini y con este solazo me van a quedar las marcas medio verano.
– Hombre, yo creo que me he pasado de previsora... he traído 3. – dijo como con vergüenza. - Si quieres podemos... – aquí hizo una brevísima pausa en que me pasó la mirada por las tetas y corrigió – ir al pueblo a comprar uno mañana!
Estaba claro que iba a ofrecerme uno y rápidamente se dio cuenta de que me lo podía colgar en las orejas! Pensé, esta tía es muy maja, si llega a ser otra me lo hubiese ofrecido haciéndose la tonta pero sabiendo que me iba a quedar mal.
– Va, no te preocupes que es una chorrada. – y añadí – Igual lo mejor es directamente quitarlo y listo! jajaja
– Jajaja. – Rió conmigo. – Aaaay, no sé si me atreveré... ¿tú haces topless normalmente?
– Alguna vez con Jorge, si estamos solos en una playa donde no hay riesgo de encontrar algún conocido. - contesté. - ¿Y tú?
– Qué va! Raúl me insiste mucho pero sólo lo hice un par de veces en una cala en la que estábamos solos.
Jolín con Raúl, pensé, que no sólo quiere mostrar su mercancía sino la de su mujer!
– Venga tía, pues hoy rompemos las reglas! – dije mientras me desanudaba la parte de arriba del bikini – Venga no me dejes sola!
– Ay dios, qué apuro. – suspiraba mientras se quitaba su parte de arriba – Venga va, hecho!
Me fijé en sus tetas, de forma un poquito descarada. La verdad es que la chica calzaba un buen par. Ella hizo lo mismo discretamente y noté como se me ponían duros los pezones sin poder evitarlo. Ahora iba a ser yo la que le mostrase la mercancía a Raúl y bueno, si mi marido se alegraba la vista con Sara, mejor para él.
Cuando llegaron nuestros maridos, Jorge actuó con normalidad, pero Raúl miró a su mujer de pasada y a mí me pegó un buen repaso.
– La próxima vez os dejo aquí a este, que ya no aguanta el ritmo. - Dijo mi marido con los brazos en jarras y una sonrisa.
– Pero que dices chaval, si querías dar vuelta a los cinco minutos! - Contestó Raúl mientras dejaba de mirarme las tetas y se giraba hacia el agua. – Voy a pegarme unos largos que aún me sobra fuelle!
Juraría, por la forma de girarse, que estaba empalmado. Seguro que quería meterse en el agua para que se le bajase el tema. Me sentía como la ganadora de un concurso. ¿Se habría dado cuenta Sara del empalme?
La tarde pasó con cierta normalidad, pillando a Raúl mirándome de vez en cuando las tetas y yo haciendo lo propio con su paquete si sabía que me iba a ver. Estaba poniéndome cada vez más caliente. Cuando volvimos a casa, fui a un cuarto con lavadora y un fregadero para quitarle la sal al bikini. En esto que aparece Raúl, yo pensaba que estaba con Jorge y Sara en el piso de arriba. Viene sólo con el bañador, sin camiseta.
– Anda Eva, no sabía que estabas aquí. - me dice, seguramente mintiendo - Qué bien, así le pasas un agua a también a mi bañador.
– Venga ya, que soy la chacha ahora. – dije, haciéndome la ofendida – A ver, pásamelo que te lo lavo.
– Lo malo es que no tengo nada para ponerme, si te lo doy. – sonríe mientras noto como se le empieza a marcar el paquete
– Bueno, no creo que me vaya a asustar, jaja.
– Nunca se sabe! – ríe él también, marcando ahora una buena tienda de campaña. Joder qué morbo.
- Venga, sácala que te la vea! – Le digo con más aplomo del que siento en ese momento. – Que tu has estado repasando toda la tarde a estas dos. – Le digo mientras me agarro las tetas.
Se ve que duda, pero ya se hizo el chulo y no quiere echarse atrás. Se baja el bañador y salta su polla como un resorte, que queda totalmente horizontal apuntándome.
– Así? – dice, como desafiante
– Hala! – le digo con la boca abierta – ¿Pero eso es todo tuyo? qué calladito te lo tenías cabronazo!
En ese momento su polla pasó de estar horizontal a ponerse apuntando al techo. Qué simples son los hombres. La verdad es que el chico no está mal, pero entra dentro de lo normal. Hasta diría que mi marido la tiene más gorda.
– Ya ves! – sonrió alagado – Parte de la culpa es tuya, que me estuviste calentando toda la tarde.
Me acerco a él y le suelto con voz melosa:
– Jodeeer, parece muy dura, me dejas tocarla? – y sin darle tiempo a responder se la agarro.
La verdad es que la tiene muy dura y, en contraste con mis manos frías de lavar el bikini, la noto muy caliente. Se la agarro con mi pulgar hacia él, como si agarrase una sartén por el mango.
– Joder Raúl, menudo pollón tenías escondido. – le digo al oído mientras le paso la mano por toda la polla, acariciándola. Me pongo a su lado y paso a agarrársela con el pulgar hacia arriba, para rozárselo por el glande. Lo tiene empapado de líquido preseminal. En ese momento noto cómo me palpita el coño.
– Joder Eva, me estás poniendo mucho.
Al decirme eso, acelero el ritmo y empiezo a hacerle una paja.
– Joder, joder, Eva, que haces. – Dice con un jadeo.
– Shhhh calla, que no vas a subir con este palo entre las piernas, tonto.
Volví a acelerar el ritmo. Estaba de lado de él, como abrazando su pierna. Con la mano derecha se la meneaba y con la izquierda le sobaba las bolas desde atrás. Empecé a cascársela frenéticamente. Parecía que estaba haciendo un trabajo cuyo objetivo era que se corriera.
Raúl me sobó una teta torpemente, mientras jadeaba en silencio con la boca abierta y los ojos cerrados. Joder, me ponía cachondísima tenerlo en mis manos, como sometido. Y mientras, Sarita estaba arriba sin enterarse de nada. Yo se la cascaba a su marido, que la tenía durísima por mi culpa y no por su par de tetas que estaría metiendo ahora en la ducha.
En esto que noté cómo se le hinchaba la polla a Raúl y empezó a correrse como un caballo. No tardó ni dos minutos.
– Sí, sí, suéltalo todo. – Le alentaba, mientras notaba como me ardía el coño.
– Joder, joder, Eva. – Suspiraba él, entre jadeos.
Por lo menos echó 5 o 6 chorros que quedaron por todo el suelo. Hizo ademán de girarse hacia mí, pero lo paré:
– Venga, coge esta toalla y sube antes de que te echen en falta arriba!
– Eh, sí sí – Balbuceó, todavía desorientado.
Mientras lo veía salir me volvió esa sensación poderosa de hembra alfa. Ahora mezclada con otra más apremiante entre las piernas!
Limpié el estropicio, acabé con los bañadores y subí.
Raúl estaba saliendo de la ducha y aún no había entrado mi marido. Sara entraba en ese momento. En esto que llama a Raúl al baño. Me quedo petrificada por si ha visto restos de corrida en la toalla o algo. Falsa alarma:
– ¿Vosotros tenéis líquido de lentillas? – pregunta al salir del baño.
– Qué va. – contesta Jorge.
– Pues voy a tener que ir a la farmacia del pueblo, antes de que cierre. – Resuelve. No mira directamente a mi marido, por lo menos tiene algo de vergüenza el chaval.
– Voy contigo. – Se ofrece Jorge
– No! – suelto de repente. Se me quedan los dos mirando. – Que se nos va a hacer tarde con los turnos de ducha. Que vaya Raúl solo que ya es un chico grande.
En ese momento me dan igual los turnos de ducha, lo que necesito es tener la polla de mi marido entre las piernas! Además, se me estaba ocurriendo una maldad, aprovechando que Raúl se marchaba...
Cuando nos quedamos solos mi marido y yo, en el cuarto donde teníamos la maleta, le agarro el paquete por encima del pantalón y le susurro al oído:
– Cariño, ¿vas a tener desatendida a tu mujercita todo el puente? – mientras noto cómo se le va poniendo dura.
– Pero cariño, nos puede oír Sara. – se excusa, pero su polla parece que da un saltito.
– No, que estará en la ducha y somos muy silenciosos... – le susurro con carita de buena. Esa era mi idea, vaciársela a su marido y que luego escuche cómo el mío me satisface totalmente.
– Hostia, que me cabo de acordar que nos olvidamos de comprar café para desayunar! – se aparta de mí. – Voy a llamar a Raúl.
Me quedo chafada mientras empiezo a oír la ducha. Me pasa un flash de Sara mojándose las tetas y se la vuelvo a agarrar a Jorge, por encima del pantalón. A ver si olvida el puto café. En esto que empezamos a oír un vibrador. Es el móvil de Raúl, que se lo ha dejado aquí.
– Mira, voy en bicicleta a un súper que hay aquí al lado. – me besa y, antes de que pueda decir, esta boca es mía, se larga.
Me voy a la habitación. Pienso en lo que acabo de hacer. ¿Por qué quiero joder a Sara? es muy buena tía, y siempre se porta bien conmigo. Con todo el mundo. Tiene muy buen cuerpo, pero, salvo por la delantera, no la envidio nada. Me siendo en la cama y se oye un chirrido. ¿Lo habrá oído Sara? No sé porqué empiezo a botar rítmicamente. En un momento suelto un pequeño jadeo. Imagino que Sara escucha la cama y mi jadeo y se me derrite el coño. Me pongo de rodillas en la cama, mirando por la ventana para ver si llegan Raúl o Jorge y sigo botando. Cada vez me atrevo más y suelto pequeños grititos entre los jadeos.
Se para la ducha y bajo un poco el nivel, pero sigo haciendo ruido con los muelles de la cama. La verdad es que llevo un rato, y me falta el aliento. Entre eso y la calentura, los jadeos me salen muy creíbles!
Empiezo a oír el secador de pelo. Voy a darme un descanso y me asomo a la ventana. Está llegando Jorge. Salgo a recibirlo a la escalera. Lo primero que hago es plantarle un morreo y la mano en el paquete.
– ¿Dónde lo habíamos dejado?
– Joder, cariño, sí que te sientan bien las vacaciones! – contesta Jorge, acalorado por la bicicleta. – ¿Qué pasa que estás roja?
– Estuve haciendo sentadillas para tener un culito duro para mi dueño. – le suelto mientras le llevo una mano a mi culo. Ya tiene la polla a tope, se ve que él también anda salido.
– Bueno bueno, soy muy afortunado! – sonríe – Vamos a la habitación. – Dice mientras me agarra las tetas por detrás y me marca bien la polla en el culo.
Estamos yendo a la habitación sobándonos y riendo cuando sale Sara.
— Uy, perdón por interrumpir, tortolitos. — dijo Sara ruborizándose ligeramente, cubierta con una toalla.
— No pasa nada! — la tranquilicé separándome de Jorge. — Ya sabes cómo son los tíos!
— Eeeh! — protestó él con las manos abiertas. Mirándome como diciendo "Pero si eras tú!"
— Bueno, queda la ducha libre. — dijo apartándose para que pasásemos al baño. Fugazmente vi como le miraba el paquete a mi marido, que marcaba claramente la erección.
Con esa mirada, noté un palpito en el coño. Yo tenía a mi maridito listo para la acción y ella tenía al suyo fuera de combate, al menos por el momento.
Nos metimos juntos en el baño, mi marido y yo.
— Joder, qué pillada. — sonríe Jorge tras cerrar la puerta. Sigue empalmadísimo. ¿Será que a este cabrón también le pone "enseñar la mercancía"? — Me dejaste como un salido.
— Claro cariño, ¿a quién iba a creer? — Le dije mientras me quitaba la ropa de forma sexy.
— Jaja, qué zorra! — rió — Y ahora, ¿cómo me vas a compensar? — dijo mientras se quitaba los pantalones y saltaba su polla como un resorte, igual que momentos antes había hecho la de su compañero.
— Algo se me ocurrirá. — le dije agarrándosela exactamente igual que a Raúl. — Espera, se me olvida una cosa!
Me enrollé una toalla que casi no me cubría el culo y salí del baño hacia la habitación donde tenían la maleta Raúl y Sara. Al entrar, Sara pegó un grito e intentó taparse como pudo, estaba secándose el pelo desnuda.
— Tranqui, tía, que soy yo! — dije quitándome la toalla, para quedar en igualdad de condiciones. — ¿Tienes acondicionador?
— Sí sí, mira en esa bolsa. — Señala detrás de ella, relajando los brazos con los que intentaba taparse sin mucho éxito. — Es que en casa estoy acostumbrada a secarme el pelo antes de vestirme. — Me explica, sin que yo la haya juzgado.
— Pues tendrás bien contento a Raúl. — Le guiño un ojo. Ella sonríe y mis ojos van sin remedio al medio de sus piernas, veo que tiene el coño arregladito, con los pelos cortos. Diría que con los labios hinchados, aunque es imposible saberlo en esta postura. Cuando vuelvo a mirarla veo que ella también ha bajado la vista a mi entrepierna. Yo también tengo los pelitos cortos, pero solo una línea en el centro, como un dedo, el resto con láser. Lo que es seguro es que me puede ver los labios bien abiertos, ya que estoy de cuclillas buscando en su neceser.
—Aquí está! vuelvo a la ducha! — me levanto de un salto y, antes de salir, le planto un beso en la mejilla. — Gracias, guapa!
— De nada. — sonríe ella un poco descolocada.
No sé qué me está pasando, pero quiero acaparar todas las atenciones. No me llega con tener toda la tarde a Raúl detrás de mí en la playa, a mi marido empalmado en el baño, que ahora me pongo a provocar una situación rarísima con Sara.
Antes de entrar en el baño, escucho el coche de Raúl, que debe estar de vuelta de la farmacia.
Mi marido estaba lavándose el pelo cuando entré en la ducha. Tenía los ojos cerrados y el pito morcillón, así que, sin decirle nada me arrodille y me lo metí en la boca. Soltó un jadeo ronco, quizá por la sorpresa, que seguro que lo escuchó Sara en la habitación de al lado.
— Joder, cariño, cómo estás hoy. — me dijo mientras se le hinchaba la polla en mi boca.
— Esto sólo es un adelanto de lo que vas a tener por la noche, cariño. — le dije quitándomela de la boca y mirándolo con cara de niña buena, mientras se la meneaba suavemente.
Se la seguí chupando un rato más y, cuando vi que ya estaba llegando, paré y le dije:
— Venga, por ahora ya está, así te tengo calentito hasta después de cenar.
— Pero Eva, no me dejes así. — me dice con la polla apuntando al techo y dando pequeños espasmos. Joder, como los que sentía yo en el clítoris.
— Cariño, te dejo como yo quiera, — le agarro los huevos, que están apretaditos— ya sabes quién manda aquí. — aprieto ligera pero firmemente.
— Ah, sí si, cariño. Tú, tú mandas. — responde con más espasmos en su herramienta.
— Así me gusta. — sonrío. – Y no se te ocurra cascártela!
Empiezo a ducharme y escucho cómo sale del baño, con la toalla enrollada. Me imagino a Sara viéndolo salir empalmado y se me hace el coño agua.
Tras las duchas, hicimos la cena sin mayor incidencia. Para comer, nos sentamos las parejas cruzadas, en una mesa rectangular. Yo con Raúl a mi derecha y con Sara al frente. Raúl se había puesto un pantalón de algodón después de ducharse que, si bien no me parece lo más elegante del mundo, servían perfectamente a mis propósitos.
Aprovechando que la mesa era bastante alta y Sara y mi marido estaban buscando en las alacenas un abridor para el vino, le metí una buena sobada en el paquete. Noté como enseguida se le puso dura. Lo magreé a placer, delante de la tonta de su mujer mientras abría todas las alacenas de la cocina.
Al fin empezamos a comer y de tanto en tanto, disimuladamente cuando la conversación tenía a todo el mundo distraído, le tocaba la polla a Raúl, para mantenerlo bien empalmado.
Acabamos de cenar y fuimos al jardín a jugar a las cartas. Para mí satisfacción, Raúl bajó las escaleras con la mano en el bolsillo para agarrársela y que no se le notara.
Jugamos con las parejas cruzadas, apostando lavar los platos. Hice por perder para subir a fregar los platos con Raúl, dejando a mi marido y a Eva abajo, empezando las copas.
— No estuviste muy inspirada, eh, Evita? — me reprochó Raúl.
— Calla tonto, que lo hice para poder aliviarte, que vas a reventar el pantalón con esta pedazo tranca que tienes. — le solté agarrándole la polla por encima del pantalón. — Anda, enséñamela otra vez.
— Joder tía, hoy me estás poniendo malo. — dijo como perdonandome la vida, pero se sacó la polla.
— Joder, es que la tienes muy grande cabrón! — le digo mientras me agacho hacia ella — Yo también quiero una así de grande para mí — con carita de buena antes de meterla en la boca.
— Jaja! — se ríe — ¿Jorgito no te tiene satisfecha con la suya? — Noto como se le hincha la polla al muy cabrón cuando lo dice. Igual la tiene un poco más larga, pero en la boca noto como es algo más gorda la de mi marido. Pero el tío está encantado de pensar que su amigo la tiene más pequeña. Lo dicho, que simples son los tíos.
— Sí, satisfecha si — digo quitándomela de la boca y mirándosela. — Pero esto es otro nivel!
Mi principal intención es dejarlo bien vacío, para que la boba de Sara tenga que consolarse con sus deditos. Es pensar eso y siento como un latigazo de calentura entre las piernas.
Le empiezo a menear la polla sin dejar de chupársela. Lo hago como desesperada, con mucha saliva, como si me fuera la vida en ello.
Raúl acaba en poco tiempo, una corrida mucho menos abundante que la anterior que cae nuevamente al suelo. Le limpio bien la polla con la boca y se la guardo. Él aún está recuperándose y se ofrece:
— Venga, ahora vas a flipar. — mientras se arrodilla entre mis piernas.
— Estás loco, nadie tarda tanto en fregar los platos, nos van a pillar! — lo freno, aunque me está ardiendo el coño y me muero de ganas de que me lo coman.
— Bueno, pero en cuanto podamos te lo compenso. — ofrece
— Claro, cabrón. — le digo apretándole los huevos por encima del pantalón. — Necesito este pollón y me lo vas a dar en cuanto podamos.
— Vale vale, Eva. — le suelto la entrepierna y añade — Joder, tía, en mi vida me había puesto nadie tan caliente.
— Pues no has probado ni la mitad...
Acabamos de fregar y salimos al jardín entre risas de nuestras parejas que nos llaman perdedores.
Estamos de charla, tomando una copa, hasta las 2 de la mañana o así y luego nos vamos para casa. Raúl está medio adormilado, parece que la corrida lo ha dejado tranquilito. Contrasta con su mujer, que está muy animada, con los ojos brillantes.
Al llegar a cama mi marido está bastante juguetón y pasamos un rato besándonos y tocándonos en la cama.
— Métemela! — le pido.
— Cariño, pero nos van a oír. — suelta no muy convencido.
— Ya deben estar dormidos, que Raúl se caía encima de la mesa, del sueño que tenía. — me arde el coño, necesito la polla de mi marido urgentemente.
— Venga, despacito, sin hacer mucho ruido. — se incorpora y se mete entre mis piernas.
Me la pasa por el coño, que tengo empapado. Me encanta notar esa barra caliente y dura pasar de arriba abajo hasta que, paf, me la mete de un golpe. Apenas jadeo, aunque me muero de gusto. Noto como el coño se me va adaptando al grosor con la polla metida hasta el fondo, sin moverla.
Empieza un mete saca muy lento, delicioso. No exagero los jadeos. No hay ni un solo ruido y estoy segurísima de que Sara nos está escuchando. Mi marido me susurra:
— Joder, estás empapada, cariño.
— Y tú durísimo, cabrón. ¿No estarás así por verle las tetas a Sara hoy en la playa?
— ¿Qué dices? — se ríe, pero seguro que ahora está pensando en las tetas de Sara. Ahora mismo están grandes y preciosas bajo el pijama, mientras se frota el coño escuchándome follar con mi marido y ella con su marido dormido al lado.
Estos pensamientos me llevan a un orgasmo larguísimo. Me quedo como medio ida del placer. Al poco mi marido acelera el ritmo (con el consiguiente ruido de la cama) y se corre abundantemente. Nos vamos a limpiar al baño y nos acostamos rendidos.
Al día siguiente, mi marido me despierta:
— Dormilona, son más de las 10. — acompañado de un beso, está contento, se ve que va bien follado — Vamos a dar una vuelta en bici Raúl y yo, volvemos en un par de horas.
— Ññññaaa, pasarlo bien. — Logro decir, arrancada del sueño. Cuando se agacha para darme otro beso, le cuelo la mano entre las piernas y le agarro el paquete, no se lo espera. — Traémelo de vuelta pronto.
— Jaja, cariño, te tengo loca estos días. — me dice mientras noto que se le pone morcillón.
Me levanto a los 5 minutos, con pijama de verano por encima del muslo y camiseta holgada sin sujetador. Ya está Sara en la cocina. Con unos pantalones como los míos pero una camiseta de tiras bastante amplia, sin sujetador. Se le ve el inicio de las tetazas y si se mueve un poco se le debe ver hasta el pezón. Me pregunto si Jorge la vería así...
— Buenos días. — Me recibe con una sonrisa.
— Buenos días, Sara. Estás guapa hasta recién levantada. — la halago, y es cierto.
— Tienes café recién hecho, y hay un montón de cosas para comer. — Ofrece.
Pasamos un rato hablando de tonterías, instagramers, trabajo, etc. en que yo no paro de comer con dos tazas de café.
— Caray, sí que tenías que reponer fuerzas. — Me dice con una sonrisa pícara. No sé si sé por dónde va.
— Bueno, entre la playa ayer y tal... — La miro por encima de la taza.
— Y tal. — Sonríe levantando las cejas con complicidad. Noto cómo se le marcan los pezones. Estoy segura de que antes no se le marcaban y en la cocina no hace frío ni hay corriente. Me satisface verla así y yo misma noto como se endurecen los míos.
— Jajaja. — río con falsa timidez — Jo, perdona si hicimos ruido. Ya sabes cómo son los tíos, tanta carne a la vista en la playa y después hay que relajarlos. — Le guiño un ojo. — Vosotros fuisteis más discretos, que no os oímos.
— Discretos, sí. Tanto que Raúl se quedó dormido antes de tocar la almohada. — se quejó.
— Anda. — Finjo sorpresa, pero la confirmación hace que me palpite el botoncito. — Pero sería que habíais desfogado antes, mientras nos duchábamos, porque, perdona que aproveche la confianza, pero en la playa me pareció ver que iba bastante animado, no sé si me entiendes. — Sonrío y le apoyo la mano un poco por encima de la rodilla. Tiene la piel muy suave. La levanto a los dos segundos con una ligera caricia.
— Ay, yaaaa. ¿Te fijaste tú también? — enrojece ligeramente. — A mí también me lo parecía. Pero después nada de nada, tía.
— Será tonto, desaprovechar lo que tiene! — le digo mirándole el pecho. — Pero bueno, va por épocas, que apetece o no apetece ...
— Pues yo estoy en otra época...! — ríe su gracia como con vergüenza.
— Ay pobre, que me la tienen desatendida! — exclamo riendo y vuelvo a posar la mano más arriba en su muslo, sin quitarla esta vez. En esto, noto como, posiblemente de forma involuntaria, Sara separa un poco las piernas.
— A ver, desatendida no, pero joder, ayer... — se queda un poco cortada — me da vergüenza decirte esto.
— Venga, no te cortes, tía. — la tranquilizo y muevo arriba y abajo la mano que tengo en su muslo, quedándome un poco más cerca de su pantalón y hacia la cara interior.
— Joder, es que ayer cuando se marchó Raúl a por el líquido de lentillas, escuché como follabais Jorge y tú.
— Joder, qué palo! — miento. Se había tragado el teatrillo que monté sola en la cama. – Vas a pensar que somos como conejos.
— No te preocupes, Eva. Pero la verdad es oír la cama chirriar y a ti... — hace una pausa por no decir jadear — me puso súper caliente.
— Ay, me oíste jadear mientras follábamos. — le marco la palabra, para hacerle notar que yo lo estaba gozando —. Qué vergüenza — subo un poco la mano ya he llegado al pantalón.
— Que va, si es lo más normal. — continúa. — Pero después, al salir de la ducha os vi salir de la habitación todavía acalorados — claro que estábamos acalorados, yo de hacerle creer que estábamos follando y mi marido de ir en bicicleta al súper. — y perdona, pero no pude evitar fijarme que a Jorge se le marcaba...
— Se le marcaba la polla? — la ayudo a acabar. Aprovecho para subir un poco la mano, por cara interna de su muslo, arrugando un poco el pantalón corto del pijama.
— Joder, sí. Y pensé, a ver si llega pronto Raúl que necesito desfogar. — vuelve a abrir sus piernas, involuntariamente.
— Cuando salí de la habitación con el acondicionador, vi que llegaba.
— Sí. Y cuando subió arriba me eché encima de él. Estaba desnuda, pero ni sé inmutó. Me dijo "cuidado, aquí se oye todo". Y me daba vergüenza decirle que ya os había oído vosotros y por eso estaba tan caliente.
— Pero él también estaba caliente, en la playa ... — yo sabía que estaba fuera de combate por la paja que le habla hecho media hora antes. Pero quería oírselo decir a Sara.
— Qué va! Le pasé la mano por encima del pantalón y la tenía muerta. — suspira — No sabes la envidia que me dabas cuando imaginaba el empalme con el que entró Jorge en el baño, después de haberte pegado una buena follada.
Con esa frase casi se me hace el coño agua. Si seguía así iba a empezar a mojar el pantalón del pijama. Ella se movió en el asiento, parece que también tenía el coño inquieto. Era el momento de forzar la situación.
— Creo que la calentura de Jorge fue a más cuando saliste de la ducha y nos pillaste en el pasillo. Diría que le calentó que tú le miraras el paquete. — subo la mano por dentro del pantalón — cuando volví de la habitación y le dije que estabas desnuda, noté como la polla se le ponía más dura y mirando al techo — sigo subiendo la mano y llego al coño. Está con la braguita, pero está mojada y caliente, el roce es fantástico. Pensé que ella podía apartarse y gritarme si estaba loca que qué hago, pero se deja hacer y creo que a partir de aquí está en mis manos, como su marido el día antes. — Seguí calentándolo hablándole de ti. De que tenías el coño con los pelos bien cortitos.
Aquí aprovecho y entro con los dedos por el lateral de la braguita y le toco directamente el coño. Qué subidón! Está empapada y muy suave.
— Veía como la polla le daba saltitos y seguí calentándolo. Le pregunté si le habían gustado tus tetas en la playa y se la empecé a chupar, me dijo que tenías unas tetazas y noté como se le hinchaba la polla en mi boca al recordarlo. — mientras le decía esto le pasaba los dedos por los labios a Sara, llegando al clítoris. Soltó un suspiro de placer.
Se notaba que le daba vergüenza lo que estaba pasando, por la forma en que me miraba, se mordía el labio de abajo y por lo ruborizada que estaba, pero debía estar tan caliente que no podía (no quería) pararlo.
— Siguió diciéndome que cuando nos estábamos metiendo en el agua y te las vio botar mojadas y con los pezones duros se empalmó y tuvo que meterse rápido en el agua. — continué. Sara estaba suspirando cada vez más continuo, le pasaba la yema del índice por los labios y la del dedo corazón jugando en la entrada. Joder, además de empapada lo tenía muy hinchado. Qué sensación de poder me daba el tenerla tan caliente y dominada. — Claro, aunque lo había provocado, me estaba poniendo un poquito celosa. — dejé de mirarle a los ojos para mirarle las tetas un segundo. — Es que tienes unas tetazas, joder... venga, sácate la camiseta, enséñamelas. — le ordeno. Ella jadea ligeramente, pero duda. — Vamos, quiero ver las tetas que hicieron que mi marido se empalmara! — le insisto y empiezo a meter y sacar el dedo corazón.
Se saca la camiseta y salen sus dos tetas botando jubilosas. Con los pezones durísimos apuntando hacia arriba.
— Joder, no me extraña que Jorge se empalmara viéndolas. — la halago y ella jadea. Cada vez está más fuera de control.
Entonces, con la mano izquierda le agarro una de sus tetas. Empiezo a acariciársela delicadamente y a apretarla levemente. Tiene la piel muy suave y su pecho se nota durito, como los míos. Creía que, con el tamaño que tiene, sería más blando.
— Mientras se la chupaba en la bañera, él me seguía contando cómo le ponía vértelas botar en la playa. — le dijo y empiezo a apretarle su teta derecha. — Creo que me lo decía para ponerme celosa, pero yo seguía con el coño encharcado. Sé que me lo miraste mientras cogía el acondicionador en tu bolsa, ¿verdad? — acompaño la pregunta apretando un poco más mi agarre a su pecho.
— Sí, sí. — contesta entre jadeos — Te lo miré.
— Ya me lo pareció. — dije con satisfacción. — ¿Y te gustó lo que viste?
— Sí, sí, sí. Depiladito y con los labios abiertos de acabar de follar. — jadea — Me moría de envidia.
Me recorre como un calor por el coño al oírla. Ella está a punto de correrse y bajo el ritmo en su coño, pero le mantengo el apretón en su teta con la mano izquierda. Parece que baja un poco el ritmo de los jadeos y comienzo otra vez. Sigo mi historia medio inventada:
— Pues veo que te fijaste bien, zorrona. — jugueteo con su clítoris con los dedos índice y corazón. — En ese momento decidí dejar a mi maridito a medias, para que se acordara de quien manda. — Le aprieto todavía más la teta. Tiene que dolerle, porque casi tengo los dedos blancos, pero no se queja.
Noto mis propios pezones duros marcarse contra la camiseta. Me pone mucho tener mis tetas libres, más pequeñas que las de ella, y al mismo tiempo tener una de las suyas bien agarrada y causándole dolor.
En ese momento, escucho como llegan Jorge y Raúl con las bicicletas. Suelto su teta y quito las manos del coño.
— Ay! ya ha llegado! — La miro de arriba a abajo — Venga, métete en la ducha, que nos van a pillar!
Ella se mira las tetas, que las tiene al aire y obedece mi voz firme con cara de niña asustada. Se dirige al baño tapándoselas a medias con los brazos.
El sentimiento de hembra alfa es cada vez más grande. Pero si Sara se quedó a punto de correrse, yo no estoy muy atrás. Necesito una polla como sea!
Veo entrar a Raúl en el piso de arriba.
— Chicas! vuestros mariditos ya están en caaaasaaa.
— Hey, chicos! Tu esposa se acaba de meter en la ducha. — digo en tono alto y, agarrándole el paquete le digo al oído: — Espérame abajo, "maridito"...
Sin darle tiempo a responder me meto en la habitación donde está la maleta. Al poco llega mi marido.
— ¿Qué tal lo pasasteis, cariño? — le pregunto con toda la normalidad del mundo.
— Bien, bien. — responde con falta de aire. — Pero Jorge me ha dado mucha caña.
Caña es la que me va a dar ahora, pensé.
— Ya veo, que estás todo sudado... Anda, dame la ropa y la meto abajo en la lavadora.
Se desnuda y, como es normal, tiene el pito flácido. Más pequeño de lo normal, por llegar de hacer deporte. Seguro que el de su amigo ya está morcillón esperando por mí abajo. Me palpita el coño al pensarlo.
Bajo a la lavadora y allí está Raúl. No me equivocaba, marca un buen empalme.
— Todo eso es para mí, ¿maridito?
— Todita, mujercita — se la agarra por encima del pantalón.
— Venga, que no tenemos tiempo que perder. — digo quitándome la camiseta y dejando las tetas al aire. No son tan grandes como las de su mujer, pero Raúl se las come con los ojos. — Venga, a ver si sabes usar esta pedazo tranca que tienes. — Se la agarro por encima del pantalón. Él me agarra las tetas con las dos manos.
Me bajo el pantalón y la braguita y él hace lo propio. La polla le salta como un resorte.
— Joder, qué diferencia. — me muerdo el labio mientras se la miro — Ahora mismo, Jorge tenía el pito flácido y delgado. Veo que a ti no te afecta hacer deporte.
Él se ríe y noto como se le marcan las venas en la polla. Me encanta lo fácil de manipular que es.
Me agarra por debajo de los brazos y me monta encima de la lavadora.
— Vamos Eva, hoy vas a probar lo que es una polla de verdad.
Me la mete de un golpe.
– Jodeeeer, que gustoooo – le digo – Necesitaba sentir esta pedazo tranca.
– Ya veo! Sí que estás empapada, veo que te hacía falta una buena polla!
– Joder, sí sí. – Digo entre jadeos. Con ella metida noto que la de mi marido es más gorda, pero estoy sintiendo un placer tremendo. En parte porque la tiene durísima, en parte porque sé que en ese momento mi marido tiene el pito delgadito todo sudado, sin enterarse de que su amigo me la está metiendo hasta los huevos. Pero, principalmente, porque Sara estará en la ducha, caliente como una perra, después de haberla dejado al borde del orgasmo, sin que su marido la haya tocado desde ayer porque lo tenía yo bien vacío.
— Cómeme las tetas! – se me ocurre, pensando en las tetas de Sara, más grandes, pero sin nadie que las chupe. – Joder, qué bien lo haces, cabrón.
En poco tiempo noto como me viene un orgasmo brutal, debo estar como 30 segundos en que creo que llego a perder el control.
Miro para Raúl que está con cara de felicidad viendo que estoy como una perra. Me dice:
– Joder, sin duda te hacía falta una buena polla, cómo te has corrido! – se recrea el muy cabrón – Ahora me toca a mí.
– Venga, suéltame toda tu leche. – es mía, no de tu mujer, pienso. – Córrete en mis tetas.
A los dos minutos se la saca y se corre encima mía. Suelta mucha cantidad, como en la primera paja que le hice, me deja todas las tetas llenas de semen caliente. Vuelvo a pensar en las tetas de Sara y noto que sigo muy caliente a pesar de haber tenido un orgasmo bestial.
— Joder, menudo polvo. – dice Raúl. Me arrodillo y le empiezo a limpiar la polla.
— Venga, vete a la ducha que nos van a pillar. — le pego el último chupetón a su polla, ya morcillona – Pero prométeme una cosa, este fin de semana sólo me vas a follar a mí. – le aprieto ligeramente los huevos.
– Caray Eva, sí que te he pegado fuerte. — se hace el machote, pero le tengo bien cogido y no se atreve a decirme que no.
– Sí, maridito. – le doy un beso en la punta de la polla.
Cuando subo, después de poner la lavadora y limpiarme bien las tetas, está mi marido en la ducha y me cruzo con Sara, que está tapada con la toalla. Se pone toda roja y me dice:
— Oye, lo de antes, no sé qué...
— No te preocupes. — la corto con tono de quitarle importancia — Se nos fue un poco de las manos, no? – sonrío.
– Sí. – afirma tímidamente — Sin duda! — y se ríe. Nos reímos las dos.
— Venga, a ver si toma el relevo tu marido. – le guiño el ojo. – No te cortes en hacer ruido, jaja. Ahora me toca a mí calentarme!
Se ríe y se mete en la habitación, donde está su marido con los huevos bien vacíos. Como no se haya aliviado ante en la ducha, se va a llevar otro chasco.
Después de las duchas nos vamos a la playa. Al llegar, sin decir nada me quedo con las tetas al aire, veo que Sara me mira y hace lo mismo. Me sonríe de forma cómplice.
Nos vamos al agua. Mi marido y yo detrás de ellos. Le digo al oído:
– Cariño, ayer me mataste de placer. ¿Hoy vas a darme más?
– Claro, cariño. – se sorprende ligeramente de que le salga con eso, pero sonríe. – Ya sabes que mi objetivo es darte placer. – Y me besa cerca de la oreja.
– Ay, cariño, tendré que corresponderte. – y le aprieto el paquete por encima del bañador.
– Córtate, Eva, que vamos a dar el cante. – sonríe. – Voy a tener que meterme en el agua.
Efectivamente, se le va marcando en el bañador mientras se mete en el agua, por delante de Sara y Raúl. Éste, para no quedarse atrás, se mete con su compañero.
Me quedo con Sara en la orilla y le digo:
– Ves, ya pasó lo mismo que ayer.
– ¿Qué? – se hace la despistada Sara.
– A mi marido, que tus tetas le han vuelto a provocar un empalme. Por eso se metió en el agua tan rápido!
– Ay, qué dices. – se ruboriza, modesta. Se muerde el labio de abajo y tiene los ojos brillantes. Los pezones le apuntan al cielo.
– ¿Te quedaste más tranquila después de la ducha, cuando llegó Raúl, eh?
– Calla, calla. Que estaba ardiendo y en la ducha estuve tentada a... ya sabes... a...
– Aliviarte. – la ayudo
– Eso. – prosigue – Pero no lo hice pensando en que me la metiese de una vez.
– Claro, donde esté una polla que se quite lo demás!
– Jajaja, sí. – se ríe.
– Bueno, o una lengua experta! – matizo.
Nos reímos las dos.
– El caso es que otra vez, venía todo relajado. Intenté provocarle, pero nada, la tenía morcillona pero no se le levantaba!
– Ay tía, qué dices. – me tapo la boca con la mano, fingiendo sorpresa. Pero realmente, que me confirme esto me pone muy muy caliente.
— Él me decía que se había exigido mucho en la bici y estaba cansado.
– Joder, pero ¿dónde están las prioridades? – le pregunto – ¿Por lo menos te comería el coño o algo? – Estoy muy excitada, porque no creo que fuese el caso.
— Qué va! estoy que exploto... — sonríe y se ruboriza
– Como mi marido por culpa de tus tetas. – río para quitarle peso al asunto, pero también para restregarle algo que está fuera de su alcance. Nos cogemos de la mano momentáneamente y nos metemos en el agua.
Hay bastante oleaje y lo pasamos bien saltando y nadando las olas. Me fijo que Sara está más cerca de mi marido que ayer. Intento no perder ojo entre las olas pero, en un momento se me acerca Raúl y me roza una teta de forma bastante descarada.
– Oye. – le digo con fingido enfado– ¿Qué te crees? – Antes de que pueda contestar, le agarro el paquete, la tiene morcillona, pero no dura. Le paso las tetas por la cara y me alejo de él.
Me acerco a mi marido por detrás y, sin que se lo espere, le agarro el paquete. Está totalmente duro, ¿seguirá excitado desde antes, o será porque anda por ahí Sara botando sus tetas a 2 metros de él? Joder, ¿habré cometido el error de dejar caliente a una tía que está tan buena como Sara, hablándole de lo mucho que le ponen a mi marido sus tetazas?
(continuará...)