Dos parejas en casa rural (2)

La chica descubre que, aunque es fácil calentar y tener al resto de acompañantes pendientes de ella, tiene consecuencias inesperadas.

(Este relato es una continuación. Es necesario leer la primera parte https://www.todorelatos.com/relato/166498/)

Sara y Raúl estaban saliendo del agua.

— ¿No sales? — le dije a mi marido

— Me quedo un rato! — me contesta risueño.

Estoy segura de que se queda en el agua para bajarse el empalme. Cuando llego a la toalla veo que Sara me mira como divertida. Seguro que intuye el motivo de que Jorge se quede en el agua. Además, yo misma le dije que la erección se la había causado ella! La pregunta es, ¿hizo algo Sara algo con él sin que yo me enterase? Por la cara de ella no soy capaz de saberlo. Le devuelvo la mirada con una sonrisa de complicidad.

Me tumbo al lado de Raúl y me empiezo a dar crema. No pierde detalle. Por lo menos con éste estoy segura de que lo tengo pendiente de mí.

Al poco sale Jorge del agua y se pone a jugar a las palas con Raúl.

– Sí que le gusta a tu marido estar en el agua... – me comenta Sara.

Me quedo mirándola y pienso, no me pega en Sara haber hecho algún acercamiento a Jorge en el agua y atreverse a comentar el resultado conmigo! En ese momento recuerdo que nos escuchó follar un par de veces ayer (una de ellas puro teatro) y que hoy la dejé al borde del orgasmo de forma deliberada. Simplemente debe estar caliente como una perra. Le restregaré un poco el "poderío" del que yo puedo disfrutar y ella no.

– Bueno, — me río — más bien debió estar esperando que le bajara el empalme que le debiste causar con esas dos — digo señalándole con el mentón su delantera.

— ¿Tú crees? – sonríe — Había pensado lo del empalme y no me atrevía a decírtelo. Pero vamos, que las dos estuvimos saltando hoy, puede ser por su mujercita!

— Sea como sea, que se prepare, que con lo de antes — digo refiriéndome a la situación que tuvimos las dos solas — necesito su polla urgentemente — mentí a medias, ya que me había tirado a su marido no hacía ni una hora, pero sí que estaba ansiosa por "tranquilizar" al mío.

— Parece que hoy no va a haber siesta para nadie — ríe ella con complicidad.

Nos volvemos a comer a casa. Hace bastante calor y decidimos pasar las horas centrales en el jardín, a la sombra, y volver a la playa más tarde.

Después de comer, Sara y Raúl se van a la habitación, en teoría a dormir la siesta. Raúl me había prometido que no se follaría a su mujer en todo el fin de semana, veamos si cumple su promesa.

Salgo al jardín y está mi marido leyendo. Aunque la comida que preparó Jorge es ligera, voy a dejarle descansar unos minutos antes de tirármelo, así que subo arriba por mi libro. Me cruzo con Sara, que sale de la habitación.

— Nada, que me quedo otra vez a dos velas — susurra y a mí me palpita el coño — El tío se ha puesto a dormir la siesta de verdad.

— Joder, tía, que mal — tengo que ocultar mi satisfacción. Se ve que entre la bicicleta, la playa y el polvo que me echó, el pobre necesita descansar — Pues yo iba justo ahora a empezar mis maniobras en el jardín... — fuerzo a que diga que no me corte.

— Ay, sí sí, claro — y añade pícara — Tienes que bajarle el mástil a Jorge — ambas reímos. Me calienta comprobar que piensa en la polla de mi marido.

— Es mi deber como esposa! — digo de broma.

— Intentaré no calentarme mucho con tus gemidos ni imaginándome lo que hacéis — suelta.

— Si quieres no tienes que imaginártelo — me vuelvo a tirar a la piscina.

— ¿A qué te refieres? — pregunta descolocada.

— Digo, que si quieres, puedes mirarnos desde la ventana de la cocina.

— Ay, no sé tía, me da palo! — dice ruborizándose, pero con un brillo en los ojos.

— Bueno, tú haz lo que veas, yo ahora mismo tengo que atender una urgencia — le digo con una sonrisa poniéndome la mano en la entrepierna.

Creo que me he pasado de lista y he asustado a Sara con mi propuesta. Sea como sea, voy a echarle un polvo a Jorge. Lo primero que hago al llegar junto a él es quitarme la camiseta.

— ¿Qué haces, cariño? — me pregunta con una sonrisa mirándome las tetas.

— Pues iba a leer, pero hay un chico muy guapo en el jardín y quiero provocarlo — veo cómo se le empieza a marcar el pantalón —. Uy, al chico guapo le gustan mis tetas.

— Estás loca, Eva — se ríe y deja el libro al lado —. Ven aquí.

Me pone la cabeza entre las tetas y empieza a chupármelas. Miro hacia la ventana de la cocina y veo en la oscuridad a Sara, que me mira con la boca abierta. Cuando me ve, esconde ligeramente la cabeza, como si estuviese haciendo algo malo. Le sonrío para tranquilizarla (y porque me encanta que vea como mi marido me come las tetas y las suyas no las está comiendo nadie) y vuelve a sacarla. Decido dar un buen espectáculo y me agacho entre las piernas de Jorge.

— Pero, cariño, nos van a pillar — susurra.

— Que va que tienen la puerta cerrada y, si escuchamos ruido arriba, nos da tiempo — digo mientras le saco los pantalones cortos.

Su polla salta como un resorte. Me imagino a Sara admirándolo y me sube un calor por todo el coño. Empiezo una paja suave y, antes de metérmelo en la boca, le digo:

— Cariño, quítate la camiseta que quiero verte bien — por no decir, quítate la camiseta que quiero que Sara vea bien lo que es mío.

Empiezo a hacerle una mamada, de frente a la casa. Cuando mi marido cierra los ojos echo un vistazo rápido a la ventana de la cocina. Miro a Sara con mi mejor cara de puta. Sólo veo que se muerde el labio inferior. Me arde el coño imaginando que se está masturbando mientras mira cómo se la chupo a mi marido.

Me recreo con la mamada pero estoy muy caliente y necesito que mi marido me la meta. Hago ademán de levantarme pero mi marido me para.

— Sigue cariño, que acabo ahora y te lo como yo a ti.

Me recorre un latigazo por entre las piernas, pensando que Sara verá como Jorge me come el coño.

Efectivamente, al poco rato Jorge termina y, aunque no suelo hacerlo, me lo trago todo para no dejar restos por el suelo y para que Sara me viese lo más puta posible. Le dejo bien limpio el pito a mi marido.

Antes de tumbarme en la hamaca de jardín me quito los pantalones y el tanga. Jorge se pone entre las piernas y empieza su trabajo. Me recorren oleadas de placer. Miro fugazmente a la ventana y veo a Sara, que no pierde detalle de la comida que me está haciendo mi marido. Vuelve la sensación de hembra alfa. Me pasa la lengua por los labios, se detiene en el clítoris y juega con un dedo en la entrada. Lo hace muy bien y estamos así un rato largo. Cuando estoy muy cerca del orgasmo, escuchamos un ruido arriba.

Mi marido me mira desde el medio de mis piernas y con cara apremiante se levanta, me pasa mi ropa y coge la suya.

— Rápido, rápido. Vístete, Eva — me apura.

Yo aún estoy medio ida y me visto como puedo.

— Jodeeer, me he quedado a medias, qué putada — me quejo.

— Shhh, cariño, lo siento. Después te compenso — me tranquiliza con un beso — Pero me daría mucho palo si nos pillan así en el jardín.

— En fin — me resigno — Voy a la cocina a por un vaso de agua, ¿quieres? — le ofrezco.

— Sí, así aprovecho y me limpio un poco alrededor de la boca — me dice riendo

Subo a la cocina y veo a Sara con las palmas hacia delante.

— Ay tía, perdona, perdona! — dice susurrando — Me pareció escuchar a Raúl levantarse e hice un ruido para avisaros.

— ¿Pero, se ha levantado Raúl? — le pregunto.

— Que va — dice tapándose los ojos con las manos —. Se me debió ir la olla, perdonaaa.

— Dios, yo te mato! — digo exagerando.

— Yaaaa, perdona — Se disculpa, de nuevo —. Ya vi que Jorge te estaba haciendo un buen trabajo.

— Bueno, parece que hoy es el día de quedarse a medias — haciendo alusión a lo de la mañana.

— Parece que sí — sonríe más tranquila.

— Bueno, dice que me compensará por la noche — le digo mientras cojo un vaso de agua, tengo el coño inquieto —, y ¿qué tal el espectáculo?

— Joder, qué situación tan caliente — dijo con brillo en los ojos — Creo que nunca me había calentado tanto — sus pezones se marcan en la camiseta.

— Jaja, me alegro! — sonrío.

— Y, joder, perdona que me haya fijado, pero Jorge la tiene bastante gorda, no?

Hostia! qué bien se había fijado Sarita en la polla de mi marido!

— Jajaja — me río y añado con un guiño — la verdad es que no me puedo quejar — me encanta restregárselo, aunque sé perfectamente que la de su marido sólo es ligeramente más delgada y, realmente, ambas son normales.

Al poco rato se despierta Raúl y vamos a la playa. Me queda la duda, ¿habría hecho el ruido Sara creyendo que se levantaba Raúl o simplemente para dejarme la comida de coño a medias? quizá me estoy volviendo una paranoica.

En la playa, durante los baños, se repiten algunas de las situaciones calientes con Raúl, que no desperdicia la ocasión de tocarme las tetas. Me fijo varias veces en mi marido, pero está totalmente calmado después de la mamada en el jardín.

Por la noche, después de cenar, jugamos a las cartas. El que pierde bebe un chupito de una botella de tequila que nos trajimos. Jorge y Raúl son los más perjudicados. Cuando nos vamos a la cama, Jorge se queda dormido enseguida, parece que ha olvidado "que me iba a compensar". Quedo un rato despierta y no escucho ruidos en la habitación de la otra pareja. O bien Raúl está cumpliendo su promesa o bien está igual de borracho que su compañero.

Por la mañana me vuelve a despertar Jorge, que se van otra vez en bicicleta. Se la vuelvo a agarrar por encima del pantalón y le digo:

— Tráela de vuelta pronto, a ver si es cierto que me vas a compensar lo de ayer.

— Uuuy, cariño — me besa — Te prometo que te compenso luego!

En la cocina está Sara, con el mismo modelito que ayer. Menudas tetazas tiene esta chica. Me recibe con una sonrisa.

— ¿Qué tal dormiste? — pregunta

— Bien, ¿tú? — la llevo un poco hacia mi terreno — ¿Le diste un buen repaso a Raúl?

— Calla, calla — dice como mosqueada —. Otra vez volvió a dormirse y pasó de mí.

— Entonces como su amiguito — también pongo cara de mosqueo pero estoy complacida de que ella siga sin desfogar aún.

— ¿Tú también? — pregunta — ¿pero no iba a compensarte por lo de la tarde? — Aquí apoya una mano en mi muslo, de forma muy parecida a cómo hice yo ayer con ella.

— Pues se ve que no — respondo con fastidio y añado —, parece que nos tendremos que aliviar nosotras solas...

— Ya, no se puede contar con ellos — sube la mano por la cara interna del muslo, ya está por dentro de mi pantalón.

— ¿Por lo menos Raúl estuvo "animado" hoy? — le pregunto, porque sé que los días anteriores lo tuve fuera de combate.

— Pues sí — responde como sorprendida y parece entender lo que quiero —, hoy mientras cogía el pantalón para vestirse, tenía la picha apuntando al techo — sube la mano y llega a mi coño. Suelto un suspiro, debo tenerlo encharcado —, marcaba las venas y todo — me informa mientras juega con sus dedos por encima de mi braguita —. No es tan gorda como la de tu marido, pero no te creas que está mal, eh? — me mete la mano por debajo de la braguita.

— Sara... — comienzo.

— Shhhh — me interrumpe — déjame compensarte por quedarte a medias ayer por mi culpa.

— Pues entonces vamos a hacerlo bien — digo mientras me levanto y me quito la camiseta —, vamos a mi cama.

Ella se detiene como pensando y me imita. Vamos a la habitación y ahí me quito los pantalones, quedando totalmente desnuda delante de ella. Antes de que ella haga lo mismo, cojo una de sus manos y la llevo a mi coño.

— Aquí estamos más cómodas — le digo, mientras nos sentamos en la cama, una al lado de la otra. Yo totalmente desnuda y ella con pantalones y las tetas al aire.

Abro ligeramente mis piernas y me arqueo hacia atrás. Ella está girada hacia mí, tocándome deliciosamente. Una vez más, siento que tengo que arriesgar y dar el salto. La tengo dominada, pero no es suficiente. Le agarro una teta, apretando ligeramente. Tirando de ella la conduzco hacia las mías, para que me las chupe.

— Sara — digo entre suspiros —, lo haces muy bien, pero... ¿sabes cuál es el problema? — ella se para y me mira desde la altura de mis tetas. No para en ningún momento de jugar con mis labios y mi clítoris — Que ayer Jorge me estaba comiendo el coño.

Ella se detiene totalmente. Pienso que esta vez sí me he pasado. Sin embargo, va bajando poco a poco la cabeza y se arrodilla a los pies de la cama. Comienza con un lametón muy tímido. Está claro que nunca lo ha hecho antes. A mí tampoco me lo había hecho antes una mujer. Ver su cara entre mis piernas me parece la máxima expresión de hembra alfa.

Empieza a comérmelo poco a poco y luego con más ganas. Se ayuda con los dedos. Está claro que sabe lo que le gusta y me lo transmite. Yo estoy semi incorporada apoyada en los codos, no quiero perder detalle de la comida que me está haciendo Sara. Tiene la lengua donde hace menos de 24 horas tenía su marido la polla.

— ¿Te gusta, Eva? — me pregunta.

— Sí, cariño, lo haces muy bien — le contesto entre jadeos.

Estamos así un rato. Me encanta verla comiéndome el coño y mirarme de vez en cuando fijamente, con los ojos brillantes. En un momento dado, veo movimientos con su manos izquierda. Se está quitando el pantalón. Cuando acaba noto que está realizando un movimiento rítmico... Me da un latigazo de placer ver que se está masturbando mientras me come el coño!

— Cariño — le digo —, luego te lo hago yo — con un tono como perdonándole la vida.

— Ay, es que no me aguantooo — jadea —. Estoy muy caliente.

Me recuesto complacida boca arriba a punto de acabar y de pronto noto como se levanta Sara. Sin que me dé tiempo a reaccionar, se sienta a horcajadas sobre mi cabeza y me coloca el coño en la cara.

— Venga, dame tú un poco, que estoy a punto y luego sigo! — me dice Sara.

No puedo contestar, sólo muevo mi lengua y mis labios en su coño, que está chorreando y me lo frota de arriba abajo. Se toca las tetazas, que están impresionantes desde mi posición.

— Sí, sí, qué bien lo haces, joder Eva — grita Sara — Ayer cuando vi cómo se la comías a tu marido me quedé muy caliente! me encantó verle la polla, joder! — se interrumpe con un jadeo que casi es un grito.

No sé qué ha pasado. En un momento me estaba comiendo el coño y al momento siguiente la tengo encima de mi cara, soy yo la que se lo come a ella y me está hablando de lo mucho que le gustó verle la polla a mi marido.

De pronto se gira con una mano y me agarra una teta. No lo hace delicadamente, me aprieta fuerte. Me causa dolor, pero también placer. Desde luego, ahora no me siento una hembra alfa en absoluto! no puedo hablar con el coño de Sara en la boca, para ofrecerle hacer un 69 o que deje de apretarme tan fuerte mi teta, y algo me impide sacármela de encima.

Ella está como loca, moviendo la pelvis rápidamente contra mi cara y sin parar de gritar. En esto que noto como se convulsiona y llega al orgasmo. Empieza a gemir y a gritar como si estuviese poseída. Me aprieta todavía más la teta que tenía agarrada, causándome dolor. Como a los 10 segundos paré de comerle el coño, en plan, ya está bien, pero empezó a refregármelo por la boca y la nariz y tuve que continuar. Debió estar como un minuto en que casi le caía la baba y jadeaba como un animal. Dios, menudos orgasmos tiene esta tía! qué envidia siento en este momento!

Se tira rendida a mi lado en la cama, suspirando.

— Jodeeeer, joder, Eva, casi me matas.

Yo estoy calentísima y lo único que quiero es que me coma el coño y correrme de una vez, pero no sé que me da no dejarle unos segundos.

Entonces oímos las bicis. Ya han vuelto nuestros maridos!

— Hostia, tía! perdonaaa — dice tapándonse la boca con las manos — Dios, te has vuelto a quedar a medias por mi culpa!

— Venga, vístete y lárgate que si nos pillan no sé cómo explicamos esto.

Estoy caliente como una perra, con el coño ardiendo y con la boca y media cara oliendo al coño de Sara. Está claro que le ha dado la vuelta a la tortilla. ¿Lo habrá hecho adrede? No parece mala tía, pero con el coño encharcado como lo tengo no sé qué creer.

Después de ducharme me voy a la cocina para hacer la comida. Mi marido ya se ha duchado y está en el jardín haciendo crucigramas. Me pongo a fregar los cacharros del desayuno y noto como unas manos me agarran las tetas desde atrás.

— Uy, ¿quién es esta guarrilla, que no lleva sujetador? — me susurra Sara en la oreja. Por un momento pensé que era Raúl, pero no sé quién me excita más — Va por ahí provocando...

Está contenta, se ve que quedó bien follada. En ese momento baja lentamente la mano derecha por la barriga y la mete por debajo de mis pantalones cortos. Baja rozándome la línea de pelitos y se queda jugueteando.

— Uy uy uy. Pero si estás empapada, mmmm — sigue susurrando y comienza a darme mordisquitos en la oreja mientras juega con sus dedos en mi coño.

Sólo acierto a suspirar e intentar amortiguar mis jadeos para que no los oiga mi marido, que está abajo, a escasos metros de distancia tras la ventana.

— ¿Sabes qué? Antes vi salir a tu marido de la ducha y parecía que iba contento... — no pude aguantar un gemido al ver que me volvía a hablar de la polla de mi marido — Debe gustarle mucho hacer crucigramas...

Noto como me mete un dedito dentro y sigue frotándome el clítoris. Con la mano izquierda está sobándome las tetas, lo hace muy bien. Suave, no como cuando me la apretó en la cama. Estoy chorreando, tengo las manos apoyadas en el fregadero porque casi no me aguantan las piernas del placer que siento. Lo hace muy despacio y me tiene al límite.

— ¿Sabes de qué me di cuenta? de que te calienta ver cómo a tu marido se le pone dura al verme, ¿me equivoco? — suelto un jadeo, pero no contesto — ¿Me equivoco? — vuelve a preguntar, esta vez apretándome el pecho izquierdo, pero sin parar la sobada de coño que me está dando.

— No, no, no. No te equivocas — respondo entre jadeos e inmediatamente afloja y vuelve a acariciarme suavemente el pecho.

— Ya me lo parecía... — dice con satisfacción — Pues voy a darte una alegría, ¿sabes por qué?

— ¿Por, por qué? — pregunto con la voz entrecortada. Joder, me muero de placer.

— Porque voy a bajar a ayudarle con el crucigrama — me suspira al oido — Tendré que juntar la cabeza a la suya para ver bien y quizá apoyarme en su pierna, muy arriba en el muslo. Lo malo es que no me puse sujetador al salir de la ducha y quizá note mis tetas en su brazo — cuando terminó de decirlo me traicionó un jadeo —. Veo que te gusta la idea — dice divertida la muy zorra.

En ese momento se abrió la puerta del baño, había acabado de ducharse Raúl. Sara sacó rápidamente sus manos de debajo de mi ropa, acompañadas de un suspiro mío, como un quejido, y salió contoneándose hacia la escalera del jardín.

Joder, estaba al borde del orgasmo desde hacía 5 minutos. Había estado jugando conmigo con un control absoluto, dándome oleadas de placer. No me importaba que fuese a calentar a mi marido, al fin y al cabo, yo me había follado al suyo. Pero me jodía un poco lo controlada que me tenía. Hasta hacía una hora me sentía la hembra alfa. No sé si por un arrebato o porque lo tenía planeado, pero el cambio ocurrió cuando se subió encima de mi cara a... a follarme la boca con su coño!

Me asomé a la ventana y allí estaba, tal cual me había dicho, con la cabeza pegada a la de mi marido y apoyándole una mano muy arriba en el muslo. En esa misma silla se la chupaba yo ayer a él y ella me veía desde la cocina. Hoy era al revés y lo peor es que me calentaba terriblemente. Notaba como me palpitaba el coño. Sara me lanzaba miradas toda sonriente cada vez que se apretaba contra mi marido con excusa de señalar una palabra.

En ese momento noté unas manos en mi culo y se asomó Raúl a la ventana conmigo. Es estrecha y tenemos que estar apretados, medio de lado. Sara se separó un poco de mi marido, parece que Raúl le había cortado el juego.

— Hala, ahí están los dos tranquilamente mientras los esclavos preparan la comida — bromeó en alto pero dirigiéndose a mí, sin parar de sobarme el culo.

— Eh, que yo la hice ayer y nadie me echó una mano! — se queja mi marido con una sonrisa.

— Suerte que Raúl y yo sí somos de echar una mano — digo y bajo mi mano derecha cruzada hacia la entrepierna de Raúl. Está empalmado. Se la estoy tocando en las narices de su mujer y mi marido. Enseguida vuelvo a recuperar las sensaciones de ayer.

— Oye, que yo estoy echando una mano a tu marido con el crucigrama! — se queja Sara y todos nos reímos.

— Bueno, voy a hacer una buena comida, aunque algunos la merecen más que otros — digo con doble sentido, apretándole la polla.

Le doy a Raúl las patatas para que las vaya pelando en la ventana. Así vigila a su mujercita. Sin que se lo espere, le bajo los pantalones y me agacho entre sus piernas. La ventana es bastante alta, pero no tanto y tiene que estar en una postura incómoda, con la pierna medio levantada y separado de la pared. Consigo acomodarme y empiezo a chupársela muy despacio.

— Cabronazo, llevo un día sin tener una polla de verdad — le digo susurrando, sin parar de meneársela. Él no puede contestar, porque lo escucharían su mujer y mi marido —. Joder, qué dura la tienes — Vuelvo a engullirla. Estoy pensando que también le pone la situación, porque está durísimo.

Le hago una mamada con mucha saliva y chupándole los huevos, que también tiene depilados. No puedo meterle mucho énfasis, para que no se note, pero veo que casi le tiemblan las piernas y le palpita la polla en mi boca. En pocos minutos se corre y, al contrario que ayer con mi marido, lo dejo caer al suelo. Le limpio bien la polla, eso sí, antes de guardársela.

Me asomo a la ventana, apretándome contra él, que está recuperando el aliento. Sólo peló media patata, parece que no se concentraba, pienso con satisfacción.

— Qué, ¿estos dos siguen ahí disfrutando la vida? — digo en alto dirigiéndome a Raúl —. Anda, sigue tú con la comida, que pelo yo las patatas — vuelvo a decir con doble sentido.

Le guiño un ojo a Sara cuando se aparta Raúl. Ella lo interpreta como que tiene vía libre y vuelve a acercarse a mi marido con excusa de señalar el crucigrama. En ese mismo momento Raúl me está quitando el pantalón y las braguitas. Lleva una mano a mi coño.

— Joder, Evita — se sorprende —. Sí que te gusta chupármela... Estás encharcada.

Me giro, como si hablase de una sartén, delante de mi marido y Sara:

— La grande es mejor, Raúl. La pequeña no llega a nada.

Raúl sonríe con satisfacción por el halago que hago al tamaño de su polla. Me levanta una pierna y, como yo momentos antes, se coloca de espaldas al tabique para comenzar a comerme el coño. Estoy bastante incómoda pero cuando siento su lengua caliente se me olvida. Cruzo mi mirada con Sara, mientras su marido me come el coño. Ella sonríe y pone la mano en el muslo cerca de la polla de mi marido. Desde mi ángulo no veo si marca un bulto, pero Sara mira para mí abriendo los ojos y poniendo los labios como diciendo "uuuh, esto se está calentando".

Muerdo mi labio inferior y suspiro en silencio. Raúl lo hace muy muy bien. Bajo la mano derecha a la cabeza de Raúl y Sara abre mucho los ojos, debe pensar que me estoy masturbando. La muy zorra sonríe con un brillo en los ojos, debe pensar que no me aguanto la calentura viendo cómo ella provoca a mi marido, cuando realmente es el suyo el que tiene la lengua jugando con mis labios, de arriba abajo, parándose en el clítoris.

Raúl incorpora una mano al juego, sin parar de darme lengua. Noto la diferencia con la mano de su mujer, que apenas una hora antes estaba en el mismo sitio. Joder, qué bien lo hace, ya puede estar contenta Sara con las comidas de su marido.

Con lo caliente que estaba, enseguida noto como me llega un orgasmo. Empiezo a convulsionar sin disimulo, pero totalmente en silencio. Mordiendo el labio inferior y arqueándome hacia atrás. Sara lo advierte y no disimula una gran sonrisa de satisfacción mientras apoya sus tetas en el brazo de mi marido. Me corro mirándola a los ojos, con la lengua de su marido en mi coño.

Raúl y yo nos recomponemos y acabamos de hacer la (otra) comida. Raúl empieza a poner la mesa en el jardín y en un momento que quedo sola en la cocina aparece Sara.

— ¿Qué tal, Eva? — me dice acercándose lentamente — ¿Disfrutaste del espectáculo? — me planta la mano en el coño.

— Pues la verdad es que sí — sonrío satisfacción, sin disimular.

Entra Raúl por la puerta y Sara, rápida, le pasa unos platos.

— Baja estos platos, cariño, y coge las servilletas en el coche! que ya le echo yo una mano a Sara — me guiña un ojo. Tan pronto se va Raúl me echa la mano, pero directamente al coño, metiéndola por debajo del pantalón —. Pero cariño... sí que disfrutaste del espectáculo! sigues chorreando — declara orgullosa, sin saber que también está tocando las babas de Raúl —. Tendré que calentar más a menudo a tu marido...

Sin que se lo espere, meto también mi mano por debajo de su pantalón. Echa ligeramente el culo para atrás, por lo inesperado, pero enseguida se acomoda y abre ligeramente las piernas como expresando que no tiene nada que ocultar.

— Mira quién habla! — finjo sorpresa — Tú sí que estás empapada de calentarlo — Le recorro con dos dedos de arriba abajo los labios, que están abiertos e hinchados. Suelta un ligero jadeo.

— Es cierto — admite —. Pero peor es lo tuyo — aumenta el roce en mi coño —. Calentarse viendo como le ponen a tu marido las tetas en la cara — acompaña sus palabras de una sobada deliciosa y de un meneo de sus tetazas, que me quedo mirando — ¿O es porque te dejé a medias antes? — pone cara de niña buena y suelto un jadeo involuntario que le hace sonreír. Me pone muy cachonda que me lo restriegue la muy zorra, sobre todo porque no sabe que su marido acabó el trabajo que ella dejó a medias.

— Sí joder, me puso muchísimo — digo con los ojos cerrados. Los abro, le meto un dedito y añado — ¿Sabes qué necesito ahora? que te la enseñe.

Abre los ojos con sorpresa y ahora es ella la que suelta un jadeo. Parece que le gusta la idea y que la pillé desprevenida.

— Quiero que tengamos una situación caliente con él y se saque la polla delante tuya — le digo al oído sin parar de tocarle el coño — ¿Te gustaría, verdad? ponérsela bien tiesa y que te la enseñe — Ella suelta pequeños gemidos y se muerde el labio inferior. inconscientemente, ha dejado la mano quieta en mi coño, parece que vuelvo a tener dominada la situación y eso hace que me palpite — ¿Sabes cuál es el problema? — pregunto.

— ¿Cuál? — pregunta ella entre pequeños jadeos.

— Que luego voy a querer ver la de tu marido...

Me separo de ella antes de que conteste y bajo la comida al jardín complacida. Nos volvemos a sentar en la mesa las parejas cruzadas. Sara me mira con complicidad, parece que le está gustando la idea que le he propuesto.

Acabamos de comer y hace bastante calor, aún a la sombra. Estamos como una hora de cháchara, pero Raúl se empieza a adormilar y se va a echar la siesta a la habitación. Quedamos en el jardín mi marido, Sara y yo. En una hamaca cada uno, con el ruido de las cigarras. Es el momento perfecto.

— Joder, qué calor hace — me quejo y me quito la camiseta.

— Cariño, ¿qué haces? — se sorprende mi marido, algo cortado pero con una media sonrisa por dejar mis tetas al aire.

— Pues estar como tú, que llevas sin camiseta todo el rato!

Antes de que mi marido conteste, interviene Sara, que lo ha pillado al vuelo.

— Ah, no sabía que se podía — mientras se quita la camiseta y saltan sus dos tetas. Mi marido traga saliva.

— Jaja, cariño, mira qué suerte tienes — lo pico.

— Ya te digo — dice él riendo.

— Lo que pasa es que es un poco injusto — se queja Sara.

— ¿Injusto, por qué? — pregunta mi marido.

– Porque tú te pones las botas mirando y nosotras también queremos — Caray, cómo toma la delantera Sarita.

Mi marido se queda cortado con esa media sonrisa y me mira alternativamente a mí y a Sara. Le traiciona su cuerpo, pues empieza a formársele un bulto en la entrepierna.

— Parece que la idea te gusta, eh, cariño — le digo mirándole la entrepierna — ¿o es que alguien quiere salir a saludar? — Sara ríe mi gracia y le mira sin disimulo el bulto a Jorge, que se la tiene que colocar, para nuestro regocijo.

— Estáis como cabras — intenta quitarle hierro.

— Venga, va — digo poniéndome de pie y acercándome a él — Levanta —. Tiro de él para que se levante.

La escena es muy caliente. Sara sonriendo en la tumbona, con las tetas al aire, desafiantes. Mi marido de pie.

— Uuuu, menuda tienda de campaña! — dice Sara divertida. Mi marido no se achanta, y queda de pie sonriente. Parece que le empieza a gustar el juego al cabronazo.

— Sarita, ¿quieres ver lo que tiene aquí escondido mi marido? — pregunto juguetona, pasándole la mano por el paquete a mi marido.

— Siiii, quiero verla! — dice mientras se incorpora en la hamaca con las piernas cruzadas.

— ¿Se la enseñamos, cariño? — le pregunto y se la recorro desde los huevos hasta la punta.

— Tú verás — dice sonriente levantando las manos con las palmas extendidas. Tiene toda la pinta de querer enseñársela a la mujer de su compañero.

Muy poco a poco, le voy bajando el pantalón a mi marido, mirando a los ojos a Sara. De repente salta su polla apuntando al cielo y se los bajo de todo.

— Hala! — dice Sara.

— Qué, Sara, ¿te gusta lo que tiene mi marido para mí? — le pregunto mientras recorro la polla de mi marido de arriba abajo en una suave caricia. Él está con los brazos en jarras, intentando llevar como puede la situación de que su mujer lo presente, como en un escaparate.

— Sí, joder, la tiene muy gorda, ¿no? — la polla de mi marido se hincha en mi mano. Otro como su amigo, pienso — ¿La tiene muy dura?

— ¿Por qué no vienes aquí y lo compruebas? — digo y mi marido me mira con cara de duda, le guiño un ojo.

Sara se acerca con sus tetas balanceándose y extiende la mano hacia delante. Retiro la mía y le agarra la polla a mi marido.

— Jo, qué dura! — se admira y, en un alarde de conocimiento de psicología masculina añade — y sí que es gorda — dice mirándome a mí, con los ojos muy brillantes.

Mi marido se humedece los labios. La escena es increíble. De pie con los brazos en jarras mientras su mujer mira como otra tía le agarra la polla, las dos con las tetas al aire.

— Lo que pasa es que ahora esto es injusto — digo como pensativa — Ahora él está totalmente desnudo y nosotras no... hay que arreglarlo — Antes de acabar la frase cojo la parte de abajo del biquini de Sara y se la quito. No se lo espera.

Mi marido baja la vista hacia el coño de Sara, levantando ligeramente las cejas.

— ¿Qué tal, cariño, te gusta el coño de Sara? - pregunto melosa. Él se queda dudando.

– Vamos, Jorge, ¿te gusta mi coñito? — pregunta Sara moviendo lateralmente las caderas de forma muy sexy, con las piernas ligeramente entreabiertas.

— Sí, sí — responde mirándolo fijamente —. Me gusta, con los pelitos cortos y eso.

— ¿Y no vas a comprobar si ella también está caliente? — le pregunto mientras me quito el pantalón y las braguitas, quedando desnuda.

Mi marido duda un instante pero la situación no tiene vuelta atrás. Poco a poco lleva la mano al coño de Sara. Cuando la toca esta suelta un pequeño gemido.

— ¿Cómo está? — le pregunto

— Pues bastante mojada, la verdad — dice girándose hacia mí y sin que me lo espere alarga la otra mano hacia mi coño — Estáis las dos muy mojadas — sonríe. Fíjate qué rápido reacciona el chaval, pienso.

Veo como Sara está descubriendo el glande de mi marido. Le asoma una gotita en la punta. Ella se fija y luego mira para mí con cara triunfal. Entre eso y las manos de Jorge en mi coño, estoy que exploto. Sólo queda la guinda del pastel.

— ¿Por qué no se la metes a ver si se calma un poco? — le pregunto tímidamente.

Tanto mi marido como Sara se giran hacia mí con los ojos abiertos. No me intimido y cojo a Sara por la cabeza, bajándosela hacia la polla de mi marido, que se mete en la boca. Mi marido da un suspiro y me mira como diciendo "¿estamos seguros de esto?". Por toda respuesta le guiño un ojo y le apoyo la mano en los hombros, para que se ponga de rodillas. Giro a Sara, para que se ponga a cuatro patas. Me encanta la estampa: mi marido de rodillas con la polla tiesa, Sara con el culo en pompa y las tetazas colgándole, las manos de él sobre las caderas de ella, el acercamiento de la polla, con el consiguiente respingo cuando le toca el coño, la caricia en la espalda de ella con las grandes manos de él (mi marido siempre ha sido muy cariñoso) y paf! se la mete de un golpe.

Sara suelta un pequeño gritito. Mi marido espera un poco, como conmigo, a acomodar un poco el grosor con ella metida hasta los huevos, y empieza un mete saca muy despacio. Ella suelta un jadeo con cada movimiento.

Estoy que me chorrea el coño por las piernas y decido hacer una última maldad. Cojo una de las hamacas y la llevo justo delante de Sara. Me siento en el extremo con las piernas bien abiertas. No hace falta agarrarle la cabeza, porque ya ha empezado a lamerme, pero se la agarro igualmente. Observo cómo mi marido ve a Sara comiéndome el coño y me siendo otra vez la hembra alfa. Se le notan los músculos de los brazos y del abdomen contraerse con las embestidas que le da. Me las transmite a mi entrepierna a través de la lengua y los labios de ella. Ella amortigua los gemidos de placer con mi coño. Cuando levanta la cabeza me mira dócil y agradecida. La pobre llevaba varios días deseando una polla y por fin su amiga se la ha dado.