Dos pájaros de un tiro

Contactamos con un chico para realizar a la vez, la fantasía de mi mujer, de hacerlo con dos tíos a la vez, y yo la de que me rompiesen el culo por primera vez.

Antes de empezar a contaros lo que surgió aquel día, empezaré por contaros  como somos cada uno de nosotros.

Mi mujer y yo, llevamos casados desde el año 95. Ella es una persona muy vergonzosa en temas de sexo, es hetero y bastante sumisa.  Yo no sé como catalogarme, hasta hace poco, creía ser hetero al menos en un 95% y Bi en un 5%. Las mujeres me encantan, pero desde muy joven, empecé masturbándome analmente. Cosa que sigo haciendo hoy en día con una frecuencia bastante escasa.

Recién casados, un día conversando de sexo a solas en casa, vi la oportunidad de confesarle a ella, mi necesidad de masturbarme con dildos de vez en cuando. Ella quedó asombrada a la noticia, pero la encajó perfectamente, y con el paso del tiempo, conseguimos tener sesiones muy de tarde en tarde, haciendo pegging. A ella le cuesta mucho sincerarse conmigo en cuestión de sexo, y contarme sus fantasías.

El verano pasado, paseando por la playa, hablábamos de ello y la pregunté que me contase la fantasía que le gustaría hacer realidad. Después de un rato insistiendo, se sincero y me contó que ella, lo que deseaba hacer, era tener sexo con más hombres a la vez, un trío o intercambios de pareja. Yo me quedé perplejo y mi mente se contradecía. Por un lado, el tema me molaba, pero por otro, imaginaba a otro hombre dándole caña a mi mujer delante de mía, y creía morir.

Ha pasado casi un año desde entonces, y no pasa un día sin pesar en ello. Hay días que digo: -!y por qué no!, y otros que digo: - !ni de coña!. Ella se ha liberado al contarme aquello, era algo que me quería decir pero no se atrevía a ello. Desde entonces, no la importa que la pille leyendo relatos porno de tríos, fotografías y vídeos sobre el tema.

Hace poco, empecé a echar un vistazo por la Web, viendo lo que se ofrecía por las páginas de contactos, y encontré una en la que me di de alta para ver y contactar con más gente que buscase algo que a nosotros nos interesara.

Uno de los días, encontré a una persona, que se ajustaba bastante a lo que mi mujer deseaba, pero mi sorpresa al ver su perfil, era que decía: -Busco chica para sexo. Y en sus datos ponía que era Bi y activo.

Le mandé un correo explicándole lo que queríamos hacer, y le pregunté, que si aceptaba incluir en el lote mi culito. La verdad es que después de mandarle el mensaje sentía una vergüenza enorme.

Al día siguiente recibí en mi correo un mensaje de él, aceptando mi propuesta diciéndome, que si lo que quería era que entre los dos nos follásemos a mi esposa y después me follase a mí también delante de mi mujer, estaría encantado.

Contestamos a sus mensajes preguntándole cosas como para saber más de él, y el de nosotros. Después nos intercambiamos alguna foto.

Pero un día llegó la pregunta definitiva: -¿Cuándo y donde quedamos para follar?

Tras buscar respuesta a la pregunta, quedamos en un bar cerquita de donde podíamos hacerlo si nadie se echase atrás. Un sábado cerca de las 4 y media de la tarde.

Llegó el día y la hora acordada. Mi mujer y yo, preparados para la ocasión, decidimos llegar media hora antes al lugar para verle al entrar por la puerta y ver su reacción al vernos. Estábamos súper nerviosos, faltaba que alguien nos pellizcase para salir corriendo de allí.

Estuvimos tomando un café hasta que se abrió la puerta del bar y le vimos entrar, conociéndole enseguida por las fotos que nos había mandado. El echó una mirada al bar como buscándonos, y enseguida llevó la mirada hacia nosotros reconociéndonos y echando una sonrisa. Se acercó a nosotros, nos saludamos y pedimos otro café para él. Tras las típicas preguntitas del comienzo, nos comentó que esta también era su primera vez con una pareja.

El se fue al servicio un momento, pues venía de conducir durante una hora y cuarto, y supongo que se estaría meando. En su ausencia le pregunté a mi mujer que qué le parecía. Ella me contestó que parecía majo. También me dijo que se moría de la vergüenza, que le estaba dando ganas de salir corriendo. Yo me reí, pero si habíamos llegado hasta aquí, había que seguir adelante.

Volvió rápidamente del aseo, se sentó con nosotros en la mesa para terminarnos el café, y hablamos de todo menos de sexo, hasta que hubo unos segundos de silencio. Ese silencio nos incomodaba a los tres y alguien debía hacer algo. Me levanté de mi asiento y dije: -¿vamos?. Mi mujer y él asintieron con la cabeza y se levantaron, recogiendo su taza para acercarla a la barra. Pagué los cafés y salimos del bar.

Fuimos andando hasta el lugar donde íbamos a tener intimidad para realizar nuestros deseos.

Una vez allí, saqué unas cervezas y refrescos con aperitivos. Nos sentamos en el sofá, mi esposa junto a mí y él en el otro sofá.  En eso, me levanté, me acerqué donde había un aparato de música, lo conecté y puse música para ambientar. Me dirigí al sofá donde estaba mi mujer, la estiré mi brazo para invitarla a bailar, y ella aceptó la petición. Nos colocamos en medio del salón y bien agarraditos empezamos a bailar. Nos dimos varios piquitos entre sonrisas nerviosas mientras girábamos despacio en el baile. Cuando le miraba a él de reojo, veía que miraba a mi esposa desnudándola por completo.

Casi había transcurrido la canción al completo, cuando le lancé mi mano invitándole a unirse al baile. Mi mujer estaba de espaldas a él, y él sigilosamente se acercó por detrás, cogiéndola por la cintura. Mi mujer pegó un respingo de placer que tuve que sujetarla fuerte mientras la besé con ganas.

Estábamos los tres bailando en silencio, dejando a mi mujer metida en medio. Cogí la mano de Juan y se la llevé hacia los pechos de mi mujer para romper el hielo. Juan con mucho tacto, empezó a meterla mano mientras la apretaba el paquete contra su culo. Ella seguía besándome mientras se dejaba meter mano por los dos. Yo metí mi mano por su espalda, para llegar al broche del sujetador y desabrocharlo.

Conseguido mi propósito, note como la mano de Juan había entrado por debajo del jersey de mi mujer para acariciar las tetas ya liberadas del sujetador. Yo besaba su boca mientras la tocaba  el trasero notando en un descuido la excitación de Juan.

Entonces solté a mi mujer y cogí con ambas manos el jersey que la cubría para quitárselo, ella subió los brazos para facilitarme el trabajo mientras disfrutaba de las caricias que le estaba dando Juan en sus pechos. Le saqué por completo el jersey a la vez que el sujetador, dejándola desnuda todo su torso. Juan, a dos manos seguía apretándola las tetas mientras la besaba la espalda. Ella gemía de placer mientras yo la besaba el cuello.

Enseguida coloqué mi mano en el botón de su vaquero y se lo desabroché, bajé suavemente la cremallera y la giré para dejarla  de lado en medio de los dos. Juan enseguida empezó a lamerle el pezón todo tieso por la excitación que ella tenía. Rápidamente yo hice lo mismo. Empecé a mordisquearla el otro pezón mientras la sujetábamos con una mano por la espalda. Mi otra mano se escurrió entre sus braguitas hasta llegar a su chochete empapado.

Solté tras un rato de caricias mis manos, agarré su pantalón y empecé a hacer fuerzas para bajárselo. Tras pasar sus caderas, el pantalón cayó hasta sus rodillas, dejándola  sus intimidades tapadas tan solo con sus minúsculas braguitas.

Como si estuviese ensayado, Juan y yo, fuimos bajando por su cuerpo hasta quedarnos los dos en cunclillas a ambos lados de ella. La liberamos enseguida del pantalón y en cuanto se lo desprendimos de sus piernas, la empezamos a bajar despacito sus braguitas hasta sacárselas de su cuerpo.

Ambos fuimos recorriendo su cuerpo a besos mientras nos incorporábamos, llegando de nuevo a la posición inicial de baile a tres. Ella enfrentada a mí, me besaba con pasión, mientras cuatro manos no paraban de acariciarla su cuerpo y su sexo. Estaba disfrutando como nunca.

Fui besándola los pechos, subiendo despacito por su cuello hasta llegar a la oreja. Entonces la susurré al oído: - Te toca!!, agáchate y cómenos la polla a los dos.

La cogí por la cintura y la giré un cuarto de vuelta. Ella se puso en cunclillas despacito, dejando su cara a la altura de nuestros paquetes. Entonces, empezó a desabrocharle a Juan su pantalón, mientras yo hacia lo mismo con el mío. Juan la ayudó a bajarse el pantalón que cayo rápidamente a sus tobillos.  Ella cogió sus calzoncillos para liberar el miembro de Juan, sin quitárselos del todo, y en cuanto asomó aquel aparato del calzoncillo, ella ya se lo estaba succionando con ganas. Juan se moría de gusto, mientras se liberaba de toda su ropa, quedándose desnudo al completo. Por mi parte, yo también me había quedado libre de ropas. Ella, bien agarrada a ambos miembros, no paraba de intercambiar de polla chupándolas fuertemente. Poco a poco, fue bajando la intensidad de sus chupadas, supongo que seria por el cansancio de hacerlo.

Entonces yo me separé del grupo, mientras ella seguía chupándosela a Juan. Me senté en el borde del asiento del sofá, con las piernas abiertas, y me recosté sobre el respaldo. Ella al verme, soltó a Juan, se puso a cuatro patas y vino hacia mí a gatas, provocando a Juan con su culo en pompa. Me cogió de nuevo la polla y empezó a chupármela, dejando su sexo a merced de Juan.

Juan no dudó un momento y la cogió por detrás, comiéndola a besos las nalgas, tocándola cada centímetro de su chochete y comiéndola todo. Ella se moría de placer con lo que Juan la estaba haciendo. Yo lo notaba porque no podía ni chupármela a mí. Me estrujaba mi polla contra su cara, mientras gemía de placer.

Al ratito, cuando la intensidad del gemido bajó ligeramente, Juan se puso tras ella de pies, mientras se retorcía su polla. Ella seguía disfrutando de mi polla y yo vi las intenciones de Juan, no aguantaba más y quería penetrarla ya. Dobló sus piernas para bajar al chochete de mi mujer y ella al intuir las intenciones de Juan, dejo de chupármela y se preparó para recibir su embestida. Ella se moría de ganas.

Juan restregó su glande por todo el chochete de mi mujer, empapándola en los jugos que ella no paraba de ofrecerle, y cuando la notó lubricada, se la metió de una embestida hasta los huevos. Aquel aparato no era de esos que baten records  Guinness, pero tampoco andaba descalzo el tío. Ella disfrutó aquella embestida como si fuese su primera vez. Juan empezó a follársela de manera bestial. Ella no podía nada más que disfrutar del placer que estaba sintiendo, y yo tuve que obligarla un poco a que siguiese chupándomela, pero entre gemidos y gritos, no podía ni chupármela.

Durante dos o tres minutos, Juan no paró de darla embestidas. Después se la sacó y se recostó sobre el sillón para que mi mujer le chupase la polla hasta llegar a correrse. Entonces yo me levanté del sofá y dejé a mi esposa colocarse. Ella se puso a cuatro patas ofreciéndome ahora a mí todo su sexo, y engancho la polla de Juan para llevarle al estasis. Se llevó la mano al culo y empezó a masajearse el ano. Yo pensé, no me digas más, la empecé a lamer su precioso culito hasta saciarme, apunté mi polla a su coño y se la metí rápidamente dándola cuatro o cinco envestidas, suficientes para poder lubricarme la polla para su entrada anal. Se la saqué, la apunté bien a su culo, y empecé apretándosela  para que fuese entrando pero sin prisas para no hacerla daño.

Noté como se iba haciendo hueco dentro de su culo, y sin prisas, fui realizando paradas cortas, para que su culo se acostumbrase a mi polla. Enseguida, mi polla estaba totalmente metida en su culo, y entonces apretaba más y más, como si quisiese meterla también los huevos. Juan mientras tanto, la sujetaba fuerte la cabeza mientras la follaba la boca. Yo no la dí ninguna envestida, me dediqué a mantener una fuerte presión hacia su interior porque la encanta, En tanto, Juan empezaba a advertir en modo susurrante: -!me corro!, !sigue, sigue !. Hasta que su cuerpo no paraba de moverse y terminó corriéndose en la boca de mi mujer.

Jamás me había dejado mi mujer correrme en su boca, y veía como se tragaba toda la leche de Juan sin poner cara de asco, la estaba encantando, Juan estaba flotando, disfrutando del orgasmo que mi mujer le había propinado.

Inmediatamente fui yo el que descargué mi corrida dentro del su culo, en uno de los mejores orgasmos que había tenido. Yo se la saqué, y extasiado, me senté en el sofá. Juan seguía en la misma posición, con los ojos cerrados, y con una respiración rápida. Mi mujer se dejo caer hacia el respaldo del sillón, quedando recostada en la pierna de Juan, con la cabeza apoyada en su cadera a escasos centímetros de la polla de Juan, la cual, la tenía agarrada sin querer soltársela.

Transcurridos 15 minutos en la misma posición, conseguí escapar del amasijo de piernas, tomé un trago de refresco, y me encendí un cigarro. Ellos seguían en la misma posición.

Mi mujer se incorporó quedando sentada en el sillón y me pidió que la alcanzara la botella de agua. Yo se la acerqué y dio un buen trago. Luego se la pasó a Juan quien también le dio buen trago. Juan soltó la botella junto al pié del sillón.

Entre tanto, Juan estaba de nuevo teniendo una erección, ella se dio cuenta y sin dudarlo un segundo, se recostó sobre el de nuevo y empezó a lamérsela de nuevo para que alcanzara de nuevo una fuerte erección. Yo, viendo la situación también empecé a excitarme. Estábamos de nuevo como lo habíamos dejado.

Juan tenía la polla al cien por cien y mi mujer le colocó en el sofá sentado pero recostado hacia atrás y abriendo sus piernas, se montó sobre él, y empezó a cabalgarle. Yo no daba crédito a lo que veían mis  ojos, pero curiosamente, aquello me excitaba y mucho.

Ella me hizo una señal para que me acercase y me sumara al segundo polvo. Yo me acerqué y ella echo su cuerpo sobre el de Juan. Estaba más que claro sus intenciones, y me gustaron. Su culito estaba lubricado por mi corrida y dilatado por la penetración, estaba sofocada de la cabalgada que se acababa de dar. Se recostó sobre Juan y esperó a que la penetrase su culo. En seguida mi polla estaba dentro de ella y empezamos a darle las envestidas como podíamos. Ella gritaba de placer, y llegó a un orgasmo en muy poco tiempo.  En cuanto nos dimos cuenta de que tubo ella un orgasmo, deshicimos la posturita incómoda que teníamos. Entonces Juan tomó las riendas del asunto. Se colocó de pies, puso a mi mujer de rodillas, para que le chupase la polla y me invitó a mí también a ayudarla. Mi mujer, con la polla de Juan en mano, giró su cabeza hacia mí, y con un toque de cabeza, mientras acariciaba el glande de la polla con su lengua, también me invitó a ello. Me acerqué lentamente viendo a mi mujer comiéndosela y cuando estaba a pocos centímetros de esa hermosa polla, ella me la puso junto a mis labios para  que empezase a chupársela. Aquello era tremendo. Empecé a chupársela mientras ella le comía los huevos. Así estuvimos unos minutos y Juan estaba disfrutando de  verdad. Juan nos propuso ir a una cama y accedimos a ello. Mi mujer se colocó apoyada en el cabecero con las piernas bien abiertas, esperando que alguien se lo comiera. Yo me ofrecí a ello, y metí mi cabeza en su sexo dejando a Juan mi culo. Juan rápidamente me lo cogió con sus manos y empezó a lamérmelo fuertemente. En seguida, sentí un frio gel sobre mi culo, empezó a masajearlo e introdujo un dedo primero y dos después.  Yo sentía un gran placer mientras me comía el coño de mi mujer. Sentí a Juan que cogía postura para penetrarme y yo, con la cabeza como las avestruces, escondido entre las piernas de mi mujer, deseaba esa penetración .

En seguida note el calor de su pene, apuntando en mi, y haciendo una ligera presión, me introdujo toda su polla dentro de mí. Aquello me pareció genial, nada que ver con los dildos de toda la vida. Empezó a bombear con fuerza, y no tardé en tener un orgasmo. Jamás había sentido nada igual, y tuve que hacer un gran esfuerzo mental, para aguantar sus envestidas al termino de mi orgasmo, para que el pudiese continuar para terminar. A él, le costo llegar a correrse, pues llevábamos media tarde follando. Y consiguió sin él saberlo, volver a correrme. Ya no podía más, cuando noté una acelerada penetración. Entre gemidos de mi mujer, los de Juan y los míos, note que se corría dentro de mí.

Después nos relajamos un rato, nos duchamos, nos vestimos y bajamos a un bar a tomar una cerveza.

Juan se tubo que marchar, nos despedimos de el, supongo que para siempre, y marchamos a casa mi mujer y yo.

Aquella noche volvimos a tener sexo mi mujer y yo, como recuperando lo que es nuestro. Ahora, cada vez que nos acordamos de ello, terminamos excitados y follando de nuevo.

Tendremos que repetir otra aventura, tal vez un intercambio de pareja o un viaje a la luna, que se yo.