Dos pájaros de un tiro

Miguel tiene tatuados dos pájaros, uno en cada nalga, que son bastante atractivos.

Dos pájaros de un tiro

1 – La plática

Tony – Lo siento Miguel. No sabía que iba a surgirme un asunto urgente ni era mi intención dejarte tirado.

Miguel – Soy yo el que debería disculparme, Tony. Aquella noche no pude bajar. No me dejaste plantado. Si no hubieras tenido ese asunto de trabajo, te hubieras quedado esperando tú.

T – Bueno, ninguno de los dos acudimos a la cita. Somos un poco informales, pero a veces las cosas son así. ¡Toma! Te he traído un regalito de Grecia. Es una tontería.

M – ¡Jo, pues es una tontería muy linda! Dame un beso y queda en pie la visita a tu casa.

T – Tal vez, si pudieras subir ahora, aunque fuese unos minutos

M – Me gustaría conoceros a todos. No importa la hora. Puedo subir al perro y visitaros en unos minutos.

T – Como quieras, Miguel. El único que no está ahora en casa es Fernando. Te encantaría conocerlo. Es bellísimo y no puedes mirarlo a los ojos si no quieres caer en una trampa mortal, pero está en casa Manu. Es un amigo policía.

M - ¿Poli? ¿Y no dice nada? ¿No se chiva?

T – Nooooo, es amigo mío desde el colegio. Era un chico al que le gustaba un tío más que a ti y a mí. Que ahora sea poli y lleve un uniforme no le quita las ganas de follarse al primero que le guste… y tú eres guapo.

M - ¡Jo, un policía! ¡Qué morbo!

T – Sí, da mucho morbo; sobre todo cuando empieza a quitarse el uniforme. Tiene un pollón delicioso, pero no le gusta nada que lo penetren, es decir, él folla, pero por su culo no entra ni el bigote de una gamba.

M - ¿Es guapo?

T – Uffff. Y es alto y fuerte. Dejarse follar por Manu es fácil y te quedas con ganas.

M - ¿Puedo subir al perro y haceros una visita?

T - ¿Quieres que te folle Manu? Te lo digo simplemente por irle insinuando algo. Si luego no te gusta, basta con que te decidas. Yo te gusto ¿no? Daniel te encantaría… aunque está ocupado esta noche, jajajaja. Andrés es muy lindo. Ramón está de rechupete. Mi hermano es demasiado joven para dejarse penetrar. Creo que te gustará, pero hay tres adultos más ¿eh?

M – Sois unos pervertidos, pero eso me encanta. No sabes lo solo que me siento. ¡Voy a casa a dejar el perro! Y avísame otro día cuando esté Fernando ¿eh? Quiero ver esa belleza.

T – La semana que viene nos mudaremos dos plantas más abajo. Es un piso más grande, con cuatro habitaciones, y habrá una habitación para invitados, así que más fácil no te lo puedo poner.

M – Pagaría la mitad del alquiler de ese piso por irme a vivir con vosotros y quitarme a mis padres de encima. Son homófobos, ya sabes, se llevan todo el día protestando de los maricones. Y yo… pues me lo tengo que tragar.

T – Podrías tragarte otras cosas más apetitosas, creo. Eso del alquiler no vale. Verás; el piso de ahora es mío y el que vamos a alquilar será de Daniel y mío. Pero eso no impediría que te vinieras a casa cuando quisieras. Además, ibas a pasarlo muy bien con mi hermano. No te cortes. Es como un niño pero no es tonto ¿eh? En cuanto te descuides lo tienes encalomado.

2 – La práctica

Subí a casa y avisé de que nos visitaba Miguel. Todos corrieron a ponerse algo para taparse las vergüenzas y les advertí de que a Miguel no le iba a asustar ver pollas balanceándose por el salón y de que todos le insistiéramos para que se desnudara al llegar. Manu se sintió extraño; no se había quitado el uniforme porque no pensaba estaba mucho tiempo ni follar. Le dije que se quedase vestido; es verdad que un uniforme te la pone de piedra en un segundo.

Despegaré un poco – me dijo -; aquí todo el mundo está en pelotas.

No, Manu, no – me eché a reír -, que acabo de bajar de la calle y vengo medio vestido. Me quedaré así, en calzonas y camiseta, pero te advierto que vas a ligar mucho con tu uniforme. Si te gusta Miguel y te lo quieres follar, insinúate. Luego pasáis a la habitación pequeña. Las sábanas están limpias.

¡Coño! – me contestó asombrado -, esto parece un puticlub.

Pues no lo es – le dije -; es una casa decente donde follar no asusta a nadie y te advierto de que Miguel tiene tatuados dos pájaros, uno en cada nalga, que son bastante atractivos.

¡Ah, mira! – se echó a reír -; follándomelo mataría a dos pájaros de un tiro.

Se acercó Daniel a Manu en pelotas y se puso muy cerca diciéndole:

¡Claro!, ya no te importan «otros».

No me tientes Daniel – le respondió Manu -, que estás demasiado bueno. No me importaría matar a esos dos pájaros y comerme luego el postre.

Poco después llamaron a la puerta tímidamente y fui a abrir. Recibí a Miguel con un beso y pasó un poco asustado al salón. Al llegar a la puerta se quedó agarrotado.

¡Vamos, pasa! – le dije -, ya te irás acostumbrando a sentirte entre nosotros cuando te quites – comencé a tirar de su camiseta – la ropa.

Se quitó la camiseta y los pantalones y nos estaba dando tanto morbo verlo en calzoncillos que le dijo Daniel que toda prenda debería ir fuera. Se echó a reír un tanto cortado (supongo que porque se le verían los tatuajes) y se quitó los calzoncillos dejando ver su polla totalmente empalmada. Y como esto de los empalmes se contagia, más de una polla comenzó a subir lentamente.

El policía – dijo de broma - ¿es para llevar el control?

El policía, se levantó de su asiento y le comió la boca pellizcándole las nalgas.

Me han dicho que tienes dos pajaritos ahí detrás – le dijo Manu insinuante -; déjanos verlos.

El pobre Migue (lo entiendo), se dio media vuelta y se agachó un poco.

¡Vaya! – dijo Alex acercándose -; me gustan estos dibujos.

Volvió Manu a sentarse y no había mucho sitio, así que le dijo a Miguel:

¡Vamos! ¡Ven aquí! Siéntate sobre mí que yo vea esos dibujos desde más cerca.

En poco tiempo estaba Miguel besando apasionadamente a Manu y se comenzaron a ver los deseos.

Primera puerta a la izquierda – dije con tono de locutora -. Cada oveja con su pareja.

Los demás nos metimos en nuestro dormitorio y una parte de la cama fue para Daniel y para mí y observé que Ramón y Alex jugueteaban. Poco después, me pareció que Alex, por primera vez, se estaba dejando penetrar un poco por Ramón. Daniel y yo seguimos nuestro rollo, pero desde la otra habitación se oían gemidos de placer incesantes y eso nos puso más a tono. Yo deseaba que Daniel me rompiese en dos por el culo y, en la penumbra de la habitación, vi a Ramón sobre Alex follándoselo en toda regla. Ya hablaría yo unas palabritas con mi hermano

Salimos todos en pelotas al salón a tomar algo de refresco y Miguel parecía haber presenciado una aparición. Hubo pocas palabras.

«Mañana… ¿puedo venir otro ratito?»