Dos noches mojando con la madre de mi amiga
(Al entrar a casa de mi nueva amiga Jana conocí por fin a su madre. Una señora de 45 años elegante y simpática. Sentí deseos de ella nada más verla. Aquel fin de semana nunca lo olvidaré. Fue la primera vez que me acosté con una mujer madura. Hace ya un año y aún recuerdo su sabor.)
Conocí a Jana en la facultad, las dos estudiábamos la misma carrera. Nos hicimos amigas enseguida. Ella no hacía más que hablar de lo que quería a su novio, de que era el más guapo del mundo. Yo no intenté nada con ella, era tan encantadora que solo su amistad me llenaba y ella estaba muy enamorada.
La madre de mi amiga Jana se llama Laura, es una señora de cuarenta y cinco años. Laura tiene dos hijas, Jana y Clara. Jana es la menor de las dos, tiene veintitrés años. Clara tiene dos años más y trabaja en otro país. El marido de Laura es un ejecutivo brillante y siempre está viajando. Según me había contado Jana, su padre era ejemplar y su madre lo quería mucho.
Laura siempre estaba hablando de su madre: Me había contado, que cuando era más joven, había sido presidenta de varias asociaciones y que en aquel momento, colaboraba en temas sociales. Que pintaba como los ángeles y que había puesto una exposición.
Yo conocí a Jana cuando estaba acabando la carrera, a Jana le quedaban dos años de estudios entonces. Yo necesitaba una amiga como ella, nada sexual, solo una buena amiga. Jana siempre estaba presumiendo de que su familia era muy moderna, que cuando iban a la playa hacían nudismo todos, como lo más natural del mundo. Que Vivian sin tabúes, que salían del baño desnudos si encartaba. Me decía que se respetaban sin ser pudorosos. Yo siempre me he desnudado en la playa o en la piscina, pero si están mis padres en casa me baño en bikini; En la playa hago lo mismo. La verdad, en mi casa nos llevamos bien, pero nos gusta un poco más de intimidad.
Jana me contó que su novio no volvería de Alemania, donde hacia Erasmus, hasta el martes; que si quería pasar el fin de semana con ella en su casa, que solo estaríamos: su madre, ella y yo, que seguro que me caía bien su madre. Le dije que sí.
La casa de Jana estaba un una ciudad a unos cien kilómetros de donde estudiábamos, su padre nos recogió en su coche y nos llevó hasta su casa. Al terminar ese fin de semana su madre nos traería en coche hasta la Universidad, ya que esa misma tarde, su padre cogería un vuelo hasta Japón. Era un hombre muy apuesto de unos cincuenta años.
Al llegar a casa de Jana quedé prendada del lugar, una casa muy grande con muro de piedra natural. Entramos directamente a la cochera. El padre de Jana llevaba nuestras dos maletas, entramos en la casa y Pedro, el padre de Jana, besó a su mujer en la mejilla. Después Laura se acercó a nosotras… Su piel denotaba el paso de la edad, pero aún era muy bella y sonreía de un modo que parecía una adolescente. Cuando Laura había llegado cerca de mí, sus ojos tuvieron un brillo intenso al mirarme, movió la cabeza para disimular que yo le había gustado. Jana nos presentó:
_Mama, esta es Margarita, la chica de la que te he hablado, es un primor de amiga…
_Margarita, esta es mi madre, Laura.
Laura me besó en la mejilla y “con la excusa” de adivinar que perfume llevaba yo, me olio en las mejillas y debajo del cuello; al fin me dijo:
_Margarita, que guapa eres, ¡qué digo guapa, preciosa chica!, qué edad tienes.
_Veinticinco señora.
_Dime solo Laura, por favor, y dime, ¿Qué perfume llevas?
_Uno que me regalo papa, Miss Dior
_Te va bien.
Yo me había puesto de punta en blanco. Siempre que voy a casa de alguna amiga intento arreglarme lo mejor que puedo, ese día en concreto, me había dejado mi melena pelirroja rizada suelta, me llegaba por la cintura. Me vestí con una blusa negra de tirantes muy ceñida, tanto que mis generosos pechos parecían más grandes todavía. También llevaba una minifalda muy corta plisada, de cuadritos blancos y negros muy pequeños; ajustada a mi culazo y cerrada con botones negros por delante. Como remate llevaba unos zapatos de tacón con adornos en negro.
Laura nos llevó a nuestros dormitorios, uno para cada una. Puse las cosas de la maleta en el armario pregunté a Jana donde estaba el baño. Fui y me di una ducha rápida, quería estar fresca.
Al terminar de ducharme recordé lo que me dijo Jana y, ni corta ni perezosa, Salí del baño con una toalla liada en la cabeza, ¡nada más!, solo la toalla y unas zapatillas de paño. Mis piernas de muslos firmes y de piel clara se abrían camino por el pasillo y mis grandes y tiernos pechos se movían hacia los lados, apenas hacia abajo, ya que son firmes. Saberme desnuda en una casa ajena hizo que mis pezones adquirieran el tamaño de dos aceitunas sin hueso de color rosa fuerte. Mi cintura delgada y mi vientre plano iban precedidos por mi pubis rasurado, menos mi cinta de vello pelirrojo en el centro de poco más de un centímetro. Me sentía a gusto desnuda, me miré en un espejo que había al fondo del pasillo y vi mi abultado chocho rasurado y mi cuerpo en su conjunto, me sentí bien.
Tenía que caminar unos diez metros hasta llegar a mi dormitorio, se abrió una puerta y de detrás de ella salió Laura, la madre de mi amiga… Al salir iba ligero, pero al verme, se paro en seco y con una expresión como si hubiera visto al Titanic emerger del mar. Quise romper el hielo y le dije:
_Laura, ¿le molesta que me vista en mi habitación?, no lo he hecho en el baño para secarme bien antes, en mi casa salgo lo mismo (mentira).
_Margarita, (tosió) estás en tu casa, si no te da corte.
Sus ojos me había observado al detalle mientras me decía esas pocas palabras, se fijó en mis pechos, parpadeó, luego miró mi bollo y en ese momento fue cuando tosió. Entré en mi cuarto y me seque con mi secador de pelo.
Estando sentadas las tres en el jardín salió Pedro, el padre de Jana, besó a su mujer y a su hija, y también me besó a mí. Se despidió y salió con su coche de la cochera.
Merendamos en el jardín, las pastas recuerdo que estaban de muerte. Laura hablaba y hablaba con su hija y conmigo, se la veía muy dinámica, como si se hubiera tomado no uno sino dos cafés. Nuestras miradas cuando se cruzaban producían chispas, era muy guapa la madre de mi amiga aunque alguna arruga se antojara ya. Sus dos hoyuelos en las mejillas eran lo más.
No hacia ni dos meses que éramos intimas amigas Jana y yo y, no me había sentido con ganas de decirle que era bisexual. Me sentía tan bien con su amistad que, como tantas otras veces me había pasado, oculté mi condición.
A las siete de la tarde sonó el teléfono fijo estando las tres viendo una peli en netflix. Jana se levantó y lo cogió, escuché lo que decía Jana solamente:
_Si dígame… ¿Juan?... ¡que me estas contando!... ¿A Roma?, ¿será carísimo?...Vale, preparo la maleta y te espero, un beso, ¿Qué digo un?, jajaj, dos o tres, mua, mua. Por cierto, de camino al aeropuerto tendremos que dejar a Margarita en la residencia universitaria.
Recuerdo que sentí como si me echaran. Nos contó que había llegado en un vuelo hacia una hora, que tenía una sorpresa para Jana, un viaje a Roma como aniversario de haberse conocido (faltaba una semana). Le había dicho que no venía este finde para que fuera un regalo sorpresa. ¡Coño!, me dejó helada, sobre todo cuando me dijo:
_Viene para acá, ¿no te importa venirte otro fin de semana Margarita?, te dejaremos en la residencia.
La madre, muy discretamente llamó la atención a su hija:
_Jana, si margarita quiere, que se quede el fin de semana, ya que ha venido, ¿verdad Jana?
-Jana pareció pasar de la emoción a la reflexión en un plis plas, se puso roja de vergüenza y me dijo:
_ Margarita, perdona chica, tantas ganas de verlo y te he hecho un feo. ¿Quieres que lo llame y nos quedamos aquí todos?
_Ni pensarlo, lo ves tan poco guapa. Me dejáis en la residencia, que tampoco quiero molestar a tu madre.
_ ¿No querías acabar tu libro Margarita?, quédate con mi madre el finde, más tranquila para leer no vas a estar. Ella te puede llevar el domingo a la residencia.
Me quedé pensativa, estaba bastante desilusionada de que me plantara, si lo llego a saber no hubiera ido (pensé). Jana le dijo a su madre:
_Mama, porque no le haces un retrato a Margarita, ella ya ha posado para artistas en bellas artes, de modelo.
La madre se quedó pensativa y me dijo:
_Margarita, perdona a mi hija, esta enchochada con el novio y por eso… mira, si te quedas haremos bizcocho y pastas, y si quieres te hago un retratillo a lápiz, no soy muy buena pero hare lo que pueda. Para mi será un gusto, digo un placer. Mira, ¡las hijas por un lado y el padre por otro y yo sola! Sonreí sinceramente y me sentí aliviada.
A las ocho de la tarde ya se había ido Jana con su novio, era viernes y lo podía pasar muy bien; claro está, si sabía “avivar el fuego”.
Laura me dijo de hacer un bizcocho las dos, me iba enseñando a prepararlo. Para no manchar mi ropa me puse una camiseta y un pantalón vaquero con tirantes de Laura. A medio hacer el bizcocho y luego las pastas, la camiseta me estaba un poco grande y estaba incomoda. Laura me veía bregar y se reía, le pregunté:
_Laura, ¿me puedo quitar la camiseta?, es que me queda mal.
_Como quieras jovencita, no sé qué otra ropa dejarte que te quede bien.
No le dije nada, me bajé los tirantes y me saqué la camiseta por la cabeza. No llevaba sujetador, me volví a subir los tirantes y mis pechos quedaron algo aplastados por los tirantes vaqueros y mis gruesos pezones se me salían por los lados. Laura puso una cara muy tierna y relajada, me miro solo un momento las tetas, parpadeó y siguió haciendo la masa del bizcocho. Se la veía feliz, estaba segura de que yo le había gustado mucho.
Yo me puse a hacer las pastas indicándome ella, las manos perdidas de harina, ¡que digo las manos!, tenía harina por la cara, en mis pechos, un pegote de masa en el pezón izquierdo poniéndose duro. Otro pegote junto a mi piercing bajo el ombligo. Laura no se había manchado nada, me miraba cada vez con las pupilas más dilatadas y el rostro más distendido; me preguntó:
_Margarita, ¿le has echado a la masa de las pastas toda la azúcar que te dije?
_Creo que sí, pruébela.
Cuando le dije esto dio casualidad de que mi teta izquierda estaba cerca de ella. Audaz con una jovencita como yo, con dos dedos me agarro el pezón y me arranco el pegote de masa. Mi pezón izquierdo dio un saltito. Me miró a los ojos y se metió el pegote de masa que había tenido yo en mi pecho en la boca, lo saboreo despacio y lo tragó. Me dijo con una sonrisa:
_Está buenísima.
Acto seguido me dio un beso en el pezón y me dijo que yo era un primor. Mi rostro se puso rojo, el de ella más.
Acabamos de hacer las pastas y nos duchamos por separado. Había una tensión en el ambiente que se podía cortar con un papel. Vimos otra peli después de la cena, hablamos poco, ella no se atrevía a seducir a una amiga de su hija y yo no quería delatarme porque no sabía que pasaría, además de que me daba vergüenza, Laura me gustaba mucho. Harta de la indecisión me fui a mi habitación y me acosté sobre la cama sin deshacer, completamente desnuda, la excitación me había provocado mucha calor. Mi culo, mi culazo apuntaba hacia la puerta sin intención, tendida de medio lado, con mi bollo saliéndoseme por detrás y mis labios menores inflamados saliendo de mi vagina como la piel de un caracol. Mi espalda triangular estaba llena con mi melena pelirroja. No me quedaba dormida, toqué mis pezones imaginando que me los tocaba la señora Laura; bajé una mano pensando que eran los dedos de Laura los que abrían mi vagina, un rato así, un estremecimiento y un poco de líquido en mis manos. Oí pasos por el pasillo, la puerta de mi dormitorio estaba abierta. Eran las dos de la mañana, escuché las pisadas pasar varias veces, la última vi a Laura mirándome, se escondió en el pasillo y ya no paseó más.
El sábado por la mañana desayunamos las dos en la cocina, la tensión seguía, me contó cosas de su vida, de su arte; me dijo:
_ ¿Quieres que te pinte hoy?, he puesto una exposición de pintura y fotografía no hace mucho.
_Es usted, bueno, ¿eres también fotógrafa Laura?
_Si, bueno, aficionada.
_Laura, ¿me quieres hacer una sesión de fotos y luego me pasa algunas?
_Como quieras, si prefieras fotos, ¿Cómo quieres posar?
Yo le leia el pensamiento, le respondí:
_ Pues desnuda, en poses artísticas por la casa, ¿te parece bien Laura?
_Perfecto.
Me desnudé en mi habitación, salí solo con mis zapatos de tacón, al andar por el pasillo mi apretado culo daba como saltitos, yo era como una yegua con mi melena pelirroja por la cintura. Laura me esperaba en el comedor, escuchó antes los tacones, cuando me vio llegar taconeando soltó un suspiro. Cogió su cámara de fotos súper grande y comenzó a enfocarme, me dijo:
_Margarita, tu improvisa, yo disparare cuando me guste.
Me puse en pompa, agarrando con mis manos una silla de la cocina, me di yo misma un azote en el culo en esa postura.
_Joder chica, ¡que culazo! _ dijo.
Fui al aseo me senté en el váter y comencé a orinar mientras ella hacia fotos. Fui al dormitorio de ella y me tendí en la cama, boca arriba, separé las piernas mi raja expuso mi rosado clítoris y mis labios menores se desplegaron. Me apreté las tetas, me di la vuelta, alcé el culo y me metí un dedo en el chocho. Abrí un cajón y había corbatas y calzoncillos, me puse unos, de su marido, una corbata. Me lo quite todo y le dije:
_Deja la cámara y ven a acariciarme.
_Yo, no sé, si se enterara mi hija.
_Laura, no se enterara nunca, te doy mi palabra.
Se desnudó, era guapa, tenía la piel tersa. Se tendió a mi lado y me abrazó, nuestros pechos se juntaron, mi corazón comenzó a galopar, sus pezones y los míos era piedras clavadas. Acerqué mi pubis a ella, mis pelitos pelirrojos en línea parecían peinar el gran coño castaño de Laura. Bajé hacia abajo, le hice una comida de coño que se corrió dos veces en mi boca dando chillidos. Yo jugaba con sus labios oscuros y distendidos por la edad con mis labios. Me senté encima de su cara y le restregué mi coño desde la barbilla hasta su frente, desde allí abajo me sorbía los labios menores y me mordía los mayores, ¡no podía esperar!, con un chorro me corrí en su boca. Rebañó con la lengua mi sexo.
Eran las dos de la tarde y las dos estábamos dormidas sobre la cama de ella. Nos despertamos a las cuatro, hicimos una paella y vimos una peli desnudas. Por la noche dormimos juntas desnudas en su cama, el domingo fuimos de compras a un mercadillo. De camino a su casa paramos entre unos árboles y me comió la boca como una leona, me bajó las bragas y allí me comió el coño por última vez, ¡un dolor sentí!, levantó la cabeza con un buen mechón de mi vello de mi rayita pelirroja entre los dientes. Me guiñó un ojo y guardó mi vello púbico en su bolso. Por la noche ya estaba yo de vuelta en la residencia universitaria.
(C) {Margaryt} 2019