Dos mujeres: dos bocas
Al salir del trabajo, venias a mi piso, simplemente te arrodillabas (sin quitarte ni una sola prenda de ropa), abrías tu boca y recibías una descarga de semen por tu rostro y tu lengua.
DOS MUJERES: DOS BOCAS
Durante todos estos años he encontrado sumisas de todo tipo y condición. Incluso he encontrado mujeres que pretendían serlo y quedaron solo en el intento. A veces he encontrado mujeres que entendían su sumisión de manera totalmente diferente a la mía. Esta es la historia de dos de las mujeres que utilice, todavía no tengo claro si fueron mis sumisas o no pero la utilizaba de todas formas. Esta historia (como la mayoría de las que escribo) es totalmente verídica.
BARCELONA 1999
Desde el primer día tuve claro que lo único que querías es ser utilizada, o mejor dicho, sentirte auténticamente utilizada porque ser utilizada ya lo eras diariamente en tu trabajo, en tu casa, en la calle, frente a una sociedad estereotipada. Tu sentido de la utilización iba mas allá del diario y conocido. Tu necesitabas que alguien te humillase sin conocer demasiado el motivo. Esporádicamente, al salir del trabajo, venias a mi piso, simplemente te arrodillabas (sin quitarte ni una sola prenda de ropa), abrías tu boca y recibías una descarga de semen por tu rostro y tu lengua que en parte tragabas y en parte limpiabas con una toalla. Después me dabas las gracias y tras ese breve paréntesis cuyo motivo yo me esforzaba en diseccionar, volvías a tu casa, con los tuyos. Segura y poderosa.
Nunca me dijiste como te llamabas, simplemente me enviabas un mensaje al móvil y me decías: "a tal hora iré", si yo te contestaba negativamente los mensajes finalizaba, si yo te contestaba afirmativamente tu llegabas puntual, cerrabas la puerta, te arrodillabas y esperabas tu descarga de semen. Te gustaba que te insultase mientras utilizaba tu boca para masturbarme, no me mirabas a los ojos, simplemente esperabas. Con el paso de los días comprendí que nunca te ibas a quitar la ropa, que nunca sabría tu nombre ni tu condición. Tampoco necesitaba saberlos. Yo solo necesitaba tu boca y tu mi capacidad de humillarte. Una vez me había corrido te metías mi polla en tu boca y me limpiabas hasta la ultima gota. Succionabas con autentica devoción, como si te fuese la vida en ello. Lo único que me pedías es que estuviese limpio. No debías pedírmelo, mi higiene es en todo momento tan escrupulosa como mi discreción. Pero entendía porque me lo pedías.
A pesar de ser un momento humillante querías que fuese tu momento humillante. Hecho a tu medida. Tuvimos muchos encuentros, yo diría que mas de veinte y menos de cincuenta. Nunca supe tu nombre. Debías tener alrededor de cuarenta años, no eras guapa pero tampoco fea, aunque a mi eso no me importaba demasiado, yo solo quería tu boca. Una boca maravillosa. Chupabas con autentica vocación, cada día mejor, controlabas mis reacciones y las analizabas para darme el máximo placer (y al tiempo sentirte la puta mas profesional de todas) y cuando veías que estaba próximo a correrme abrías la boca, sacabas tu lengua y cerrabas los ojos. Solo me pedías que no te manchase la ropa o el pelo. Me encantaba ver mi leche salir disparada y estrellarse contra ti cada vez de manera diferente, unas veces en los labios y parte de la nariz, otras veces salía disparada por encima de ti y apenas te manchaba la frente y algo del pelo, alguna vez te caía en los ojos cerrados (y era yo quien debía limpiarte), en las mejillas, dentro de la boca.
Tu siempre esperabas esa sensación de algo caliente cayéndote brevemente en la cara. El sabor de mi semen (del semen en general) no te atraía pero lo saboreabas (e incluso tragabas) igualmente porque eso te hacia sentirte mas sucia. Mas zorra. Mas utilizada. Una vez que me había corrido me limpiabas la polla con tu lengua, después te limpiabas la cara con la toalla que yo había depositado en una silla junto a la puerta y te marchabas diciendo simplemente "hasta la próxima". Excepto la última vez que te vi, en esa ocasión no dijiste nada. Simplemente te marchaste. Y fue cuando supe que no volverías a aparecer. Nunca mas. Las cosas suceden así, de la misma forma que no te pregunte porque viniste no te pregunté porque desapareciste. Viniste a mi porque sabias que era discreto y te fuiste sin decir nada porque sabias que no volvería a llamarte. Quiero imaginar que eres feliz. A tu manera. Y quiero imaginar que esa felicidad (o no) nada tiene que ver con que dejaras de venir a recibir tu dosis diaria de humillación en forma de semen. Fue una cosa que sentías que tenias que hacer y la hiciste. Y me alegro de ello.
Después de ti no encontré otra mujer que me pidiese (o me ofreciese, todavía no lo tengo claro) lo mismo. Tres meses después de desaparecer encontré en internet a otra buena mamona. Nos citamos en plena noche cerca de un campo de fútbol repleto de prostitutas. Era difícil confundirla con una de las prostitutas porque no había sido dotada de sus espectaculares cuerpos ni tampoco ella vestía indumentaria provocativa alguna, pero pese a ello algún que otro coche se detuvo a su lado para pedirle el precio.
Cuando yo llegue ella simplemente subió al coche sin decir ni media (tal y como habíamos quedado) y nos dirigimos a un descampado. A continuación me hizo una de las mejores mamadas de mi vida, utilizaba la lengua sabiamente, abría la boca y bajaba lentamente hasta la base de mi polla dando imperceptibles mordisquitos al hacerlo, volvía a subir mientras me movía la polla con la otra mano o me masajeaba los huevos. Era todo una experta. A veces cuanto menos saben mas me gustan.
Prefiero la espontaneidad a la profesionalidad. No obstante aquella mamona desconocida era una profesional que me estaba gustando demasiado así que no tarde tampoco mucho en darle su recompensa en forma de una abundante corrida. Cuando acabó me miró y abrió la boca enseñándome mi leche en su lengua (al tiempo que me manchaba la camisa). Yo asentí, ella trago mi leche y después y la devolví al lugar donde la había recogido sin mediar tampoco palabra alguna. Nunca mas supe de aquella mujer. Sabía que estaba casada y que había tenido algún esporádico contacto extramatrimonial que rozaba la sumisión. Pero nunca volví a saber de ella. A veces sucede.
Crees que no va a suceder y desaparece o crees que va a desparecer y entonces se vuelve a ofrecer a ti. Tampoco le doy demasiada importancia a eso. Me limito a disfrutar del momento. Con el paso de los años he descubierto que siempre debes aceptar lo que te viene y utilizarlo de la mejor manera posible. ¿Soy un tipo afortunado? Algunos pensarán que si, otros que no. Todo es cuestión de puntos de vista. A mi me es indiferente el punto de vista de todas aquellas personas que no sea yo o las mujeres a las que he utilizado. Los espectadores están aquí, leyendo mis relatos y respeto sus opiniones, pero sean las que sean no harán que me comporte de manera diferente.
Gracias a Dios sigo siendo Amo.
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¿Te atreves?