Dos mejor que uno

El siguiente es la continuacion de mi primer relato "un polvo en la oficina", aqui les cuento las incidencias de mi encuentro con el empleado de la limpieza y un guardia de seguridad en la propia oficina del gerente y las causas de un inevitable dolor de concha que me duro una semana.

-¿Te gustaría hacerlo en el jacuzzi del gerente?- me pregunto el ordenanza luego del enésimo polvo que nos echábamos.

Para entonces ya había concluido exitosamente el informe solicitado por la gerencia, aún así continuaba engrosando mis horas extras quedándome hasta después de mi horario habitual para encontrarme con él, con ese empleado de la limpieza que ni siquiera sabía como se llamaba.

Si bien no nos hubiese costado nada ir a un hotel y hacerlo en una habitación con todos los chiches, la verdad es que echarnos un polvo en el mismo jacuzzi del gerente nos incitaba un morbo imposible de disimular.

Así que cuándo me hizo tan sugestiva propuesta acepte sin titubear, sin detenerme a pensar en las posibles consecuencias en caso de ser descubiertos.

El día acordado paso a buscarme por la oficina ni bien se hubo asegurado que le camino estaba libre y despejado.

Siempre había escuchado rumores acerca de la existencia de aquel lugar, escondido tras los dominios de la gerencia general, pero nunca les di cabida creyendo que solo se trataban de chismes baratos sin fundamento alguno.

Así que se imaginaran mi sorpresa cuándo estuve allí, al pie del jacuzzi, contemplando anonadada la fastuosidad que se extendía en mi derredor.

Ahora comprendía muy bien el destino de ciertos fondos reservados.

Tras poner en funcionamiento todo el sistema de carga, calentamiento y burbujeo, nos desnudamos y nos metimos en el agua.

Lo hicimos durante un largo rato, hasta que, estando encima de él, montándolo efusivamente, la puerta del recinto se abre y entra un guardia de seguridad.

Me quede helada, imaginando ya el cariz de la noticia que, seguramente, correría como reguero de pólvora: "Giovanna de contaduría fue encontrada cogiendo con uno de limpieza en la oficina del gerente". Ya preveía la hecatombe. Pero fue el mismo guardia quién se encargo de devolverme el alma al cuerpo.

-Me imaginaba que empezarían sin mí- dijo desabrochándose la camisa del uniforme.

Cuándo estuvo en bolas se metió al agua con nosotros.

-No me quedo otra que invitarlo, sino iba a ser imposible pasar- me confió entonces el ordenanza.

¡Vaya soborno!. Ellos hacían sus arreglos y me utilizaban a mí como moneda de pago.

Sin preguntarme siquiera si yo estaba de acuerdo con la transacción, el guardia se ubicó de pie a mi lado, colocando su sexo bien cerca de mi cara con pretensiones mas que evidentes.

No me quedo otra que acceder, así que, metiéndomela en la boca, se la chupe al guardia mientras cabalgaba al ordenanza.

Por supuesto que no era la primera vez que disfrutaba de mas de un hombre al mismo tiempo, de modo que no me fue difícil acomodarme a la nueva situación.

Dentro de mi boca el miembro del guardia creció, creció y creció hasta alcanzar un volumen de proporciones magníficas.

Ya con el pene al máximo de sus posibilidades, se sentó en el otro extremo del jacuzzi.

Me baje, entonces, de arriba del ordenanza y me monte sobre el guardia, empalándome con todo en él, iniciando enseguida un frenético subi-baja, salpicando agua para todos lados con mis endiablados movimientos.

Con una avidez sin par, incontrolable, el guardia me devoraba las tetas, moviéndose conmigo, a la par mía, perforándome hasta donde ni siquiera el ordenanza había podido llegar.

Cuándo quise darme cuenta esté último estaba ya a mi lado, la pija bien erecta apuntando amenazante hacia mi boca.

Sin resignar ni un ápice del ritmo de la montada, se la chupe con intensa fruición, comiéndomela entera, haciéndola resbalar una y otra vez entre mis labios.

Al rato me la saco y colocándose tras de mí, la enfilo, ahora, hacia mi agujerito posterior.

En clara actitud cómplice el guardia me abrió bien los cachetes de la colita, allanándole, así, el camino a su pérfido secuaz.

El ordenanza no tuvo mas que empujar, mi propia dilatación hizo el resto.

Si en ese momento me sentí maravillosamente cogida, ni les cuento cuándo empezaron a moverse, primero en forma desprolija y descoordinada, aunque encontrando poco a poco el ritmo adecuado para penetrarme al unísono, con simultáneo frenesí.

Ambos entraban y salían al mismo tiempo, rompiéndome, amasijándome por detrás y por adelante con idéntica vehemencia.

¿Cuál de los dos era el más vigoroso?. No puedo decirlo. Tanto el uno como el otro me complacían a su manera, sin sacarse ventaja alguna, haciéndome gozar como una loca.

Tampoco era la primera vez que disfrutaba de una penetración doble, razón por la cuál me adapte fácil y cómodamente a los lascivos requerimientos de ambos sementales.

No mucho después acabamos los tres casi al mismo tiempo.

Primero fui yo la que se deshizo en una explosiva amalgama de suspiros y jadeos, la boca abierta recibiendo los húmedos lengüetazos de uno y otro, sintiendo como todo mi interior, todo mi cuerpo se disolvía en intensas y efervescentes oleadas.

El guardia me acompaño, rebalsándome la concha con un torrente de vivificante efusividad, y a él lo siguió el ordenanza, quién me acabó en el culo en una forma por demás caudalosa, rebosándome los esfínteres con su cremosa esencia natural.

Lo hicimos rápida e intensamente, ya que no sabíamos si algún otro guardia podría llegar a aparecer, y, por supuesto, que no iba a hacerlo con todo aquel que se hiciera presente en el lugar.

Al otro día amanecí con la concha toda irritada, con un escozor inaguantable.

Recién entonces me daba cuenta de que el agua seca los lubricantes naturales, por lo que hacerlo en un jacuzzi, mas allá de lo excitante que pueda resultar, no siempre es una buena idea.

Igualmente lo había pasado demasiado bien como para quejarme.

De modo que solo me limite a aguantármelas y a usar algún remedio adecuado para tal dolencia.

El dolor de concha nunca me había resultado tan agradable.