Dos lesbianas y un capullo

Ballbusting. Un chico enfurece al descubrir que la chica que le gusta es lesbiana y que está con su hermana, por lo que trama una venganza de la que no saldrá muy bien parado.

Jose, un chico de 19 años, había perseguido a su hermana Gina y a su novia Lucía, hasta una pequeña playa virgen a la que las chicas habían ido para tener intimidad. Jose las observaba agazapado entre los matorrales de una duna cercana, a diez metros de las chicas.

Ambas lucían radiantes en bikini bajo los rayos del sol veraniego. A pesar de que al ser su hermana no le atraía para nada, el chico era consciente de que es bastante atractiva. Su melena negra contrastaba con su blanca piel, pero aún más lo hacía respecto a sus enormes ojos azules. Un bonito trasero, una cintura estrecha y unas tetas de tamaño medio pero perfectamente formadas constituían la belleza que tenía por hermana.

Sin embargo, a la que Jose no le quitaba era a Lucía. Su media melena castaña enmarcaban una carita redonda, con sonrisa perfecta y ojos verdes. La naturaleza había sido aún más generosa con su cuerpo que con el de Gina, dotándola con más pecho y mejor culo, además de mejor bronceado. Con semejante cuerpo, Jose lamentaba como nadie que fuera lesbiana.

Gina y Lucía se habían conocido ese verano y apenas llevaban una semana de noviazgo, hecho que había destrozado a Jose, ya que se había llevado un mes detrás de Lucía hasta que un día la sorprendió morreándose con su hermana Gina. Fue un mazazo tan grande para él que reaccionó insultándolas muy indignado.

  • ¡Pedazo de puta “calienta-pollas”! - le gritó a Lucía.

  • Tranquilizate, hermano. - le pidió Gina.

  • ¡Cállate si no quieres que se lo cuente a mamá! - fue su respuesta.

  • Yo no tengo culpa de que tú te hayas montado tu película. - le dijo Lucía visiblemente molesta por su actitud.

  • ¿Una película? Si llevas un mes tonteando conmigo, pedazo de puta!

  • ¿Qué me has llamado? - dijo Lucía con gesto serio y mirada asesina.

  • ¡Lo que eres, una puta calienta-pollas!

Cómo se arrepentía de esas palabras, o de no haber estado más atento, ya que apenas vio venir la tremenda patada que le dio Lucía, cuyo empeine golpeó sin miramientos sus testículos. Fue una patada descomunal, ya que la chica era muy deportista y tenía una gran fuerza en las piernas. Ya no hubo más insultos, pues el dolor solo lo dejaba gemir y, minutos después, llorar en posición fetal. El dolor no era nuevo para él, pero sí la intensidad. Nunca le habían dado un golpe similar, y jamás habría imaginado que podía llegar a ser tan doloroso.

Lo invadió una dolorosa sensación de inferioridad al estar tirado en el suelo ante Lucía, que permanecía a su lado con gesto indiferente, para nada sorprendida por el efecto de la patada en las partes blandas del chico. Por suerte, Gina sí mostró algo de empatía por su malherido hermano, aunque poco pudo hacer por ayudarlo más que recriminarle a Lucía la brutalidad del ataque y preguntarle si estaba mejor a cada rato. Como la respuesta a esa pregunta siempre era nula o negativa, Gina tuvo que llamar a emergencias para que lo llevaran al hospital.

  • Por estas cosas no me atraen los tíos, dan tanta pena. - fue de lo poco que dijo Lucía mientras esperaban la ayuda.

Lo más humillante para el chico fue salir de allí en camilla, sollozando y totalmente incapacitado mientras Lucía lo miraba con una media sonrisa de total superioridad. Para sorpresa de Jose, los daños no pasaron de una evidente inflamación en ambos testículos. Fue una sorpresa porque, atendiendo al inmenso dolor, el chico juraría que los daños eran de extrema gravedad. No quiso pensar mucho en ello, pero no pudo evitar preguntarse hasta qué punto hubiera llegado el dolor de haber tenido peores consecuencias.

Volviendo a la actualidad, había pasado una semana desde la patada y Jose llevaba dos días recuperado, aunque siempre recordará esos cinco días como los peores de su vida, sobre todo los dos primeros.

La intención de Jose era sacar fotos de las chicas besándose y enseñárselas a su madre para fastidiarle el noviazgo a Gina, ya que si Lucía no era para él no podía ser para nadie. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que obtendría algo mucho más que un beso, pues las chicas se quitaron la parte superior de los bikinis y empezaron a hacer topless.

El chico pasó de las fotos y metió la mano en el bañador para acariciarse el empalmado pene mientas miraba sus perfectas tetas al sol. A verle sus culazos en tanga estaba acostumbrado, pero estas vistas eran nuevas para él y poco le importaba que una de ellas fuera su hermana. No dudó en masturbarse como un chimpancé al ver como su hermana le untaba crema solar a Lucía, que estaba tumbada con los codos apoyados en la arena mientras Gina extendía la crema por la parte trasera de sus muslos y por su bronceado culo.

  • Ahora que tu hermano está bien, creo que es hora de que me cuentes cómo han sido estos días. - le pidió Lucía, que hasta entonces no se había atrevido a pedir detalles.

  • ¡Qué mala eres! - dijo Gina entre risas- Para mi lo más divertido fue el viaje en ambulancia. Las ATS lo desnudaron y tenía los huevos hinchados, como huevos de gallina más o menos… - contaba haciendo reír a Lucía, lo que le dio a Jose una vista perfecta de sus tetas meneándose en contacto con la blanca arena. Sin embargo, escuchar a su hermana recreando la historia como algo gracioso era lo último que el chico quería oír, y mucho menos que lo oyera su ejecutora, con la que aún tenía pesadillas.

  • ¿Y cómo tiene la polla? - interrumpió Lucía sin dejar de reír ni de extender crema por la espalda de Gina.

  • No te has perdido gran cosa. De las pocas que he visto en mi vida la suya es la más pequeña, ¡Pero por favor no le digas nada! Ya está bastante afectado como para enterarse de que es un “pichacorta”. - le pidió Gina arrepentida de haber sido tan sincera.

  • Lo intentaré. - sonrió Lucía- bueno, qué pasó con esos huevos de gallina? - preguntó mientras le daba la vuelta para untar crema solar en el vientre plano de su novia.

  • Pues una de las enfermeras, o lo que fuera, empezó a tocárselos y pfff no veas que caras ponía el pobre intentando aguantar. Pero solo aguantó el primero, cuando pasó al otro huevo se puso a llorar suplicando que parara, pero la enfermera lo que hizo fue pedirnos a mí y a su compañera que lo sujetáramos hasta que acabara el chequeo. Viendo su reacción yo pensaba que se los habías roto o algo, pero cuando la enfermera acabó dijo que lo más probable es que no tuviera nada grave.

  • Si es que son patéticos, no me cansaré de decirlo. - señaló Lucía, que se estaba recreando cuanto quería untando crema en los perfectos senos de Gina.

Ni siquiera la erótica escena pudo compensar las humillantes palabras que Jose acababa de oír. Le avergonzaba tanto que recordaran entre risas lo sucedido, que la erección desapareció por completo antes de eyacular. No le quedó más remedio que volver a coger el móvil y empezar a sacar fotos una tras otra. No quiso hacer vídeos hasta que dejaran de hablar de cómo lloraba en la ambulancia o de lo chica que tiene la polla.

Cuando por fin terminaron de reírse de su desgracia, Lucía se levantó y fue a darse un baño, dejando a Gina tomando el sol ante la mirada y la vengativa cámara de su hermano, que no le perdonaría jamás lo que había contado. Ya tenía buen material para chantajearlas con favores sexuales, pero Jose quería más y se quedó con la esperanza de que se desnudaran por completo.

El chico contemplaba el hermoso cuerpo de su hermana esperando el regreso de Lucía cuando, sin previo aviso, un pie desnudo lo golpeó brutalmente en sus también desnudos testículos. El pie no podía ser otro que el de Lucía, que se había percatado de su presencia y había dado un rodeo para pillarlo desprevenido.

Y vaya si lo había hecho: tuvo tiempo de sobra para pensar, aunque al ver a Jose con las rodillas muy separadas para no elevar el trasero y, sobre todo, unos caídos testículos que casi tocaban la cálida arena y que por tanto estaban a la altura perfecta para una patada, no hubo mucho que pensar, armó la pierna y pateó con todas sus fuerzas los desprotegidos testículos con precisión milimétrica.

La patada fue tan fuerte que Jose cayó hacia delante, atravesando los matorrales tras los que se escondía y quedando a la vista de su hermana Gina, que se sobresaltó ante la espectacular entrada de su hermano.

  • ¿Qué coño haces aquí? - le gritó cubriéndose las tetas con los brazos. Cuando la chica vio la expresión de su hermano mirándola por un momento supo que no obtendría respuesta.

Si con la primera patada Jose creyó descubrir lo doloroso que es un golpe fuerte en los testículos, con esta se dio cuenta de que no tenía ni puta idea de lo vulnerable que es la hombría. Quería matar a esa hija de puta sádica revientapelotas, quería patearle el coño hasta que sangrara y exprimirle las tetas hasta deformárselas, pero en ese momento estaba muy lejos de poder intentar algo de eso. Retorcerse por la arena y gemir era lo único que podía hacer.

  • ¡Este desgraciado nos estaba espiando! - dijo Lucía pateándolo con fuerza en el trasero, aunque él apenas notó el golpe.

Pe… pero… no era necesario reventarle los huevos. Es mi hermano, tía. - le dijo Gina aún asimilando lo que estaba pasando.

  • ¿Que no era necesario? ¡Debería habérselos cogido y arrancado de cuajo! Mira esto. - dijo Lucía cogiendo el móvil del chico de la arena y dándoselo a Gina.

Esta no daba crédito viendo las fotos de ella y su novia desnudas.

  • Tenías razón Lucy, todos los tíos son iguales, hasta los de tu propia familia. - dijo Gina con decepción tras un largo momento pensando.

  • Por fin te das cuenta. Ya que la patada del otro día no ha servido de nada, tenemos que darle una lección que no olvide jamás. - animó Lucía.

Sin perder tiempo e ignorando las suplicas de Jose, las chicas le apartaron las manos de la entrepierna y lo inmovilizaron mirando al cielo. Lucía le estiró los brazos sobre la cabeza y se sentó sobre ellos, mientras que Gina le cogió los tobillos y le levantó las piernas siguiendo las instrucciones de su novia. El chico agonizaba por un dolor que crecía al mismo tiempo que sus testículos se hinchaban, un dolor que al no poder agarrarse parecía aún más intenso.

  • Es verdad que tiene la polla como un bebé. - dijo Lucía entre risas.- ¿Y con eso querías estar conmigo? Venga Gina, petéalo con fuerza!

La chica, dubitativa, se quedó contemplando a su hermano, con lágrimas en los ojos y suplicando con la mirada. Justo en el centro de la “V” que formaban sus piernas, dos grandes testículos que brillaban rojos bajo los rayos de sol. Por fin cargó la pierna, pero su patada fue tímida, aunque al chico le pareciera devastadora e hiciera que las chicas tuvieran que emplearse a fondo para mantenerlo inmovilizado.

  • Puedes hacerlo mejor ¡Vamos! Piensa en las fotos que te ha hecho. - le decía Lucía.

Sus palabras surtieron efecto y la chica no escatimó esfuerzos en su segunda patada. De no estar dentro del escroto, es probable que los testículos de Jose hubieran salido disparados hacía Lucía. Pero volvieron a su posición, donde los esperaba una segunda patada. Gina pereció cogerle el gusto, pues, mirando fijamente la descompuesta cara de su hermano, encadenó una furiosa patada tras otra. Cuando se cansaba, pensaba en las fotos y en cómo podían haberle arruinado la vida y con eso recobraba fuerzas para seguir pateando hasta que de verdad no pudo más. Todo ello mientas Lucía la animaba a seguir cual entrenadora de boxeo.

El chico quedó babeando, le pitaban los oídos y apenas podía respirar. Incluso alzó la cabeza para comprobar si sus testículos seguían ahí, y sí, seguían, más grandes que nunca. La lección no iba a olvidarla en la vida, pero por desgracia no acabó ahí, ya que Lucía también quería divertirse e intercambió la posición con Gina.

Cuando Jose vio a Lucía separándole las piernas y mirándolo con una sonrisa diabólica casi se mea encima. Su miedo estaba totalmente justificado, pues la lesbiana no titubeó como su hermana y, sin soltar los tobillos, saltó hacia arriba y aterrizó con el pie derecho sobre sus vapuleados testículos.

Ayudándose de las piernas de él, consiguió mantener el equilibrio, y por tanto todo su peso sobre las gónadas. Aunque no sin esfuerzo, ya que un escroto no es suelo firme precisamente. Los movimientos del pie de Lucía para mantenerse presionaban brutalmente los testículos contra el cuerpo. Asimismo, Lucía los sentía en la planta del pie intentando escapar y adaptándose a sus movimientos.

Los gemidos de Jose eran más agudos que nunca. Finalmente, tras unos segundos eternos, el pie de Lucía resbaló hacia atrás, arrastrando consigo las bolas que le servían de apoyo. Pero lo peor no fue el tirón. Sin ninguna duda lo peor fue que, cuando la tortura del chico parecía llegar a su fin, la rodilla de la chica fue a parar justo al centro de las piernas, sustituyendo a su pie.

  • ¡Ups! Creo que he caído en mal lugar, espero no haberte hecho daño. - dijo Lucía dejándose caer hacia delante para caer sobre él, cara a cara y aún sintiendo la calidez del escroto en su rodilla.

A escasos centímetros fue una delicia ver como el chico se ponía bizco y convulsionaba levemente sin apenas poder respirar.

  • Lucy, creo que nos hemos pasado, mira cómo está. - intervino Gina empezando a preocuparse.

  • Puede ser. Veamos…- dijo Lucía poniéndose a cuatro patas sobre él para poder tocarle los testículos con la mano.- Ohjojojojojo tienes que tocar esto, Gina. - continuó mientras los testículos de Jose terminaban de deformarse entre sus dedos en lo que fue la mejor sensación de su vida. De Lucía, evidentemente, ya que para él fue como meter los huevos en una trituradora, además de ser la confirmación de lo que ya sospechaba desde que la rodilla cayó sobre sus testículos como un yunque. Las convulsiones cada vez eran más pronunciadas.

  • ¿Qu-qué pasa? - preguntó Gina con miedo, que ya se imaginaba la respuesta.

  • Digamos que… la próxima vez que le digan “no hay huevos de hacer esto” tu hermano no estará obligado a hacerlo. - fue lo último que escuchó Jose antes de no soportar más el dolor ni el hecho de haber sido castrado por una chica.

Lucía se quitó de encima para que Gina pudiera contemplar el resultado del poder de dos féminas contra los débiles genitales masculinos. Esta no solo lo miró, sino que se arrodilló y cogió el hinchado y deforme escroto para palparlo.

  • Bueno, está claro que ha sido una lesión que nunca olvidará. - concluyó Gina jugueteando con la blanda bolsita de carne que hasta hace poco eran los huevos de su hermano.