Dos Kinkis de clase me usan y me follan la boca

Aitor me llama para ir a su casa a hacerle una mamada. Pero lo que no sabía es la sorpresa que me iba a encontrar allí.

Después de probar su polla no me podía quitar a Yeray de la cabeza. En clase me era inevitable mirarle e imaginar cómo me follaba. Desde que le comí aquel pollón en el baño, mientras fumaba, lo único que había hecho fue comérsela a Miguel en la biblioteca, como siempre hacíamos. Pero incluso, mientras se la mamaba a Miguel, no podía dejar de pensar en Yeray. Además, él solo se había bajado los pantalones lo justo para poder trabajarle su pene y yo quería verle desnudo entero; ya que cuando llevaba camisa de asillas siempre me quedaba embobado de su musculoso y trabajado cuerpo.

Acabó la clase, pero yo seguí perdido en mis pensamientos hasta que Aitor se sentó a mi lado.

  • ¡Ey bro! ¿Qué pasó?- Me dijo a modo de saludo.

  • Aquí, ya me ves- le respondí sin saber bien qué decir; pues no solía hablar mucho con él.

  • Ya te veo ya, mira, pásate por casa esta tarde ¿te parece hermano?

  • Emm vale- contesté confundido.

  • Nos vemos a las cinco o así- me dijo mientras se levantaba.

Aitor era del grupo de Yeray. Ángel Miguel y ellos dos siempre solían estar juntos liándola. Él era el único que aún no me había pedido nada y yo ya estaba pensando que no le iba el tema; pero todo apuntaba a que hoy me tocaba comérsela. Me daba curiosidad pensar como la tendría: era un chico alto y delgado, aunque fibroso ya que hacía kickboxing. Además, yo sabía que a veces practicaba con Yeray en su casa. Tenía un zarcillo en la oreja derecha que no le quedaba nada mal y, aunque tenía solo un año más que yo, parecía más mayor.

Llegada la tarde, fui al portal de su edificio donde me abrió con un pasota “pasa”. Al subir en el ascensor, me empecé a poner nervioso y repasé mentalmente que todo estuviera bien: ¿Dientes lavados? Sí. ¿Desodorante? Sí. Además, esta vez me había limpiado bien el culo y traía condones. Mi culo era virgen todavía y quizás me estaba adelantando a los acontecimientos; pero Aitor tenía pinta de reventar culos (o coños) al ritmo de golpes de kickboxing.

Al llegar a su planta, me abrió la puerta y me invitó a pasar. Estaba sin camisa, con un chándal suelto que no le quedaba nada mal. Al verlo ahora con calma, su delgado pero musculoso cuerpo me pareció más morboso de lo que pensaba. Mi vista se perdió en sus abdominales que conectaban con la “v” de la pelvis. Líneas que bajé con morbosa atención hasta darme cuenta de que se le notaba el paquete debajo del chándal: ¿No llevaba ropa interior?

  • Ponte a gusto- me dijo señalando un amplio sillón en la sala- mis viejos no están. ¿Quieres una cerveza?

  • Vale - le dije mientras me sentaba en el sillón que me había señalado. Se me había empezado a empalmar de mirarle.

En lo que traía la cerveza me puse a mirar la sala. Estaba torpemente decorada y entre todas las cosas destacaba una enorme tele. Me perdí en mis pensamientos hasta que me pareció escuchar una segunda voz viniendo de la cocina. ¿No estaba solo? Al agudizar el oído reconocí la voz de Yeray. Mi pulso se aceleró y me puse extremadamente cachondo mientras las voces se aproximaban: ¿Este sería mi día de suerte?

  • Ey marica- dijo Yeray al verme a modo de saludo. También estaba sin camisa; solo de ver su cuerpazo me empalmé. Como imaginaba, tenía un trabajado cuerpo de gimnasio, donde los pectorales resaltaban junto a sus fuertes brazos. Siempre había pensado que se mataba en el gimnasio para compensar su baja estatura.

  • ¿Es gay?- le preguntó Aitor a Yeray señalándome mientras me daba la cerveza.

  • No lo sé; pero la chupa que da gusto- le respondió Yeray, contestando por mí. Se notaba que no era su primera cerveza, pues, como mínimo, estaban contentos.- Como teníamos pensado entrenar, le dije a Aitor si te invitaba para que nos dejases relajaditos.

  • Yo no sé tío; preferiría con una piba- le contestó Aitor, con algo de preocupación.

  • Ya hermano; pero es lo que hay. Aunque te aseguro que la chupa mejor que las tías con las que he estado- le dijo mirándome con morbo. - Desnúdate que no tenemos toda la tarde.

Yeray se sentó en el sillón de enfrente con las piernas abiertas y los brazos extendidos, dejando claro quién mandaba allí. Yo me quité la camisa y, con algo de duda, me quité los pantalones y calzoncillos a la vez quedándome completamente desnudo ante ellos. Aitor me miraba con curiosidad; pero no convencido del todo.

  • Ven aquí y ya sabes- me dijo Yeray dándole un sorbo a la lata de cerveza.

Me acerqué y en mi desnudez me arrodillé enfrente suyo. Él se bajó los pantalones dejando a la vista su enorme polla tan mulata como él. Yo, sin pensármelo dos veces, me la metí en la boca y se la comí extasiado al poder tener esa perfecta imagen de su cuerpo ante mí.

  • ¿Qué dices? - le dijo Yeray a Aitor. - Si no te mola, no te preocupes que me lo quedo todo para mí.

Aitor no contestó; pero se sentó en el sillón en el que yo estaba antes, se sacó la polla y empezó a tocarse. La tenía algo más pequeña que la mía y ligeramente curva hacia fuera. Mientras, yo se la comía a Yeray lo mejor que podía y parecía que lo estaba haciendo bien, pues de vez en cuando se le escapaba algún gemido. En una de estas, me agarró del pelo y empezó a follarme la boca aún sentado. Casi me corro del morbo de sentir su cálida polla entera en mi boca y garganta. Comprendí que podría pasarme todo el día así y, por primera vez, sentí la necesidad de querer que hicieran lo que quisieran conmigo. Yeray se levantó del sillón para follarme la boca con mayor intensidad hasta que, un momento después, me hizo tragar su polla entera, hundiendo mi cara entre sus piernas; lo cual me dio una pequeña arcada, pues no lo esperaba.

  • ¿Quieres?- Le dijo a Aitor, ofreciéndome mientras me mantenía así hundido entre sus piernas.

Aitor le contestó acercándose. Se levantó, caminó con algo de dificultad, ya que no se había quitado los pantalones del todo, y se sentó a su lado. Entonces Yeray me agarró con la otra mano del cuello y, tirando de él y de mis pelos, me hizo tragarme la polla de Aitor de golpe; ante lo cual, éste soltó un gemido de placer. Cuando Yeray me soltó, se la comí a Aitor mostrándole mis mejores habilidades: me centré bien en el cabezón de su polla, usando la lengua para mamarla y succionando bien para que la mamada le gustara. La sensación de su pene en mi boca era bastante diferente a Yeray, al no ser tan grande como la de Yeray y estar curvada hacia fuera me entraba con facilidad por lo que podía mamársela a garganta profunda; tragándola entera. Yeray se levantó, dio un trago a la cerveza y se empezó a masturbar mientras veía cómo me trabajaba la polla de su colega.

Aitor no se movía ni un centímetro; pero había echado la cabeza hacia atrás del placer y se estaba dejando hacer por mi boca. De vez en cuando soltaba algún gemido lo que, junto a su respiración entrecortada, me indicaba que lo estaba disfrutando de lo lindo. Yeray, que lo sabía, sonreía morbosamente. Hubiera jurado que miraba con intencionalidad mi culo y yo lo empiné invitándole; pero parecía que aquello no surtió efecto. Aitor empezó a gemir con fuerza y, follándome la boca con algo de torpeza, se corrió en toda mi boca sin avisar; lo cual, al sorprenderme, hizo que me atragantara un poco. Aguanté para no tener que sacármela y así poder recibir toda la lefada, que no era poca, y, cuando acabó, me tragué su amargo semen.

Yeray se acercó, me colocó la polla en la cara y se la comí de nuevo. Se notaba que no le quedaba mucho tampoco porque me agarró de la cabeza y me folló la boca con intensidad. Aproveché para alzar mi mano y tocar su musculatura. Él respondió subiendo el ritmo; lo que hizo que casi me corriera de gusto de la escena. Yeray me agarró del cuello con las dos manos ejerciendo la suficiente fuerza como para sentir que me dominaba y que estaba totalmente bajo su control. Además, me dio la sensación de que le gustaba sentir como su polla entraba y salía de mi boca. Yo aproveché para acariciarle, pasando mi mano por sus pectorales, por su pezón y bajando por los abdominales. Me toqué con fuerza y, en ese momento ya que notaba como su cuerpo se tensaba y, como imaginaba, Yeray se corrió en mi interior: Apretó con algo más de fuerza mi cuello, hundiendo la polla todo lo profundo que pudo en mi garganta y entonces sentí como me inundaba con su cálido semen. Casi me corrí del gusto. Sin sacar la polla de mi boca, me hizo un gesto señalando mi polla para que me corriera. Me masturbé saboreando cada parte de la polla y el semen de Yeray y no tardé en correrme. Mi semen salió disparado sobre mi propio cuerpo. Solo entonces Yeray se separó de mí y se sentó, al lado de Aitor, extasiado. Ambos brindaron con las cervezas y se las acabaron mientras se sentían orgullosos de ver cómo me habían dejado: arrodillado, desnudo, manchado por mi propio semen y con la boca llena de sus lefadas.

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IMPORTANTE:

Gracias por leerme. Espero que te haya gutado mi relato.

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