Dos hombres, una madre y su hijo

Mi hijo penso que sería buena idea escribir como terminamos juntos,y penso que seía bueno que os dos la escribieramos.

Hola mi nombre es Luís Pablo, y mi mamá y yo hemos decidido contar nuestra historia en esta increíble página.

Bueno... yo vivo en México, tengo 19 años, y soy un gran aficionado a espiar a mi mamá y a mis hermanas. En mi cuarto tengo un cajón lleno de ropa interior femenina de mi mamá, mis hermanas, primas, tías, exnovias e incluso de las hermanas de algunos de mis amigos.

En casa vivo con mis papás; ambos tienen 41 años de edad, con mis dos hermanas; una de 21, y la otra de 14. Mis papás llevan una relación cordial, pero no son nada cariñosos. Todos los días de la semana, mi mamá esta sola en casa desde la mañana hasta como las tres de la tarde, que es la hora en la que mi hermana Paty, llega de la secundaria.

Mi mamá es una hermosura de mujer. Es de piel muy blanca y cabello completamente negro y lacio; lo cual le crea un hermoso contraste en su físico. Tiene los ojos claros, boca grande, con labios gruesos y pómulos marcados. De cuerpo...tiene un tremendo culo y unas enormes caderas; riquísimo. Es delgada, y sus tetas son firmes aunque definitivamente no llegan a los 90cm, acaso tendrá 80cm.

El viernes yo no fui temprano a la universidad, pues nos iban a dar una práctica de campo en la tarde, así que me quedé en casa toda la mañana. Mi mamá estaba de muy mal humor y me preguntó si no tenía a donde ir, yo le dije que no y seguí pegado en la computadora, preparando mi reporte. Como a las doce estaba listo para irme, pues antes de la práctica tenía otra materia diferente.

Subí a despedirme de mi mamá, pero se estaba bañando. Cuando salía de su cuarto sonó el celular, pensé que sería mí papá o alguna de mis hermanas. Pero para mi sorpresa era un teléfono diferente al de mi mamá; es decir mi mamá tenía dos celulares. La curiosidad pudo más que yo, así que me atrevía a leer el mensaje que tenía en el teléfono desconocido. Se los escribo textual:

Elena, que mal que no tuviste la casa libre esta mañana, pero me pude escapar un rato de la oficina, te puedo ver en el hotel en una hora; así podemos estar unos ratitos juntos.

Sabía in mediatamente que ese mensaje no se lo mandaba mi papá. Me quedé helado... mi mamá andaba de carbona por otro lado. En un segundo se me pasó la conmoción y empecé a imaginar a mi mami cogiendo con otro, luego ese otro se transformó en mí. Empecé a pensar que ese secreto valía mucho.

Todavía tenía el teléfono en la mano cuando sonó de nuevo, era otro mensaje:

Responde amor. ¿Puedes?

Anoté el número de los dos celulares, lo dejé en la bolsa de mi mamá, y me fui como si nada hubiera pasado. Pero todo el día estuve pensando en como sacarle ventaja al secreto, y se me paraba la verga cada vez que me imaginaba a mi mámi de puta tragándose otra verga. Tenía que hacer que también se tragara la mía.

Ese día en la noche trate de poner a mi mamá un poco nerviosa. En la cena frente a todos le pregunté que como le había ido, qué había hecho. Pero me respondía de la forma más tranquila del mundo que le había ido muy bien y que fue al súper y a varios lados más, incluso me detalló toda su actividad. Hasta pensé que de seguro no había podido ver a su amante. Pero comprobé que sí.

Pero el sábado aproveché la ausencia de mi familia para esculcar las cosas de mi mamá, hasta que encontré el teléfono. Gracias a los mensajitos, me enteré de varias cosas de la relación de mi mamá, o más bien debería decir...

Leí todos y cada uno de los mensajes de su teléfono. Llegué a la conclusión de que mi mamá andaba de puta con dos hombres, uno que se llamaba Esteban y el otro Mario; con el primero llevaría unos tres meses, con el segundo: a lo mucho un mes. Así que deduje que no estaba en un romance, sino que estaba muy caliente, y como mi papá no la pelaba, pues se había vuelto más liberal. Se veía que al que más veía era a Mario, imagino porque era la novedad. Ahí mismo tomé sus panties y me masturbe en su honor.

Veía su celular cada vez que podía y el domingo me enteré de que se iban a ver el lunes en nuestra casa con Esteban; él llegaría como a las once a.m., así que tendrían unas cuatro horas si no querían correr riesgos. Empecé a planear mi golpe maestro.

El lunes fingí que iba a la universidad temprano, y mientras mi mamá y mi papá desayunaban, yo me metí en su cuarto y puse la videocámara, la programe para que empezara a grabar a las diez treinta. La acomodé de tal forma que se viera todo un lado de la recamara, no quería detalle, sólo buscaba una prueba.

Contaba las horas para llegar a casa y revisar la cámara. Salí de la escuela a las cinco, e increíblemente a las 5:20 ya estaba en casa. Mí mamá preparaba la cena, y mis hermanas estaban con ella en la cocina, viendo la tele y haciendo otras cosa; en mi casa la cocina es el punto de reunión.

Fue una sorpresa para mí ver el video. Entraron en la recamara a eso de las 12:00, pero el tipo en cuestión era un hombre como de 50 años, aunque se veía Galán. Pero mi mamá era una diosa, en lencería. Llevaba puesto un camisón crema muy transparente, y debajo un conjunto rosa, con tanga. Se sentaron en la cama y se besaron por unos diez minutos. Luego se acostaron, y mi mamí ya sin la bata se veía espectacular. Que culo tan precioso; tuve que hacer un tremendo esfuerzo para no masturbarme, pero lo logré tenía que estar a punto para la noche. Me di cuenta de que mi mamá era toda una zorra, mamaba la verga como una profesional, estaba seguro de que ninguna chica me había hecho algo así.

Por fin Esteban se decidió a quitarle la tanga. ¡Que rajita tan más hermosa tenía esa mujer! Bien rasuradita, con un delgado camino de bello completamente negro. Y que verga la del tipo una enormidad, si he de ser sincero, más grande que la mía, pero igual de gruesa. De inmediato empezó a cabalgar a mi mamá y a morder sus ricas tetas. El cabrón la hacía como quería; le jalaba las piernas, le mordía las tetas, la volteaba, le sacaba la verga de la raja y se la retacaba en la boca; y mi mamá se dejaba hacer todo lo que él quería. El toque maestro y final fue ponerla de perrito. Se chupó el dedo y se lo empezó a clavar en el ano. Una vez que la tuvo bien lubricada le clavo la verga de un golpe maestro.

A mí ya no me dejaba ver nada más que su espalda. Pero los gemidos de mi mamá me ponían bien caliente, la cabrona lo estaba gozando de lo lindo, era una puta dando su mejor actuación, o era la vieja más satisfecha del mundo. Sólo veía la espalda del tipo, pero se notó cuando se empezó venir. Cuando se quitó vi las nalgas de mi madre llenas de semen. Esteban recogió un poco con el dedo, y lo metió a la boca de mi mamá, la zorra se puso boca arriba, y se empezó a frotar la raja con el dedo.

Todo estaba listo para la función. Durante la cena, comí muy poco y lo más rápido que pude. Puse de pretexto que tenía mucha tarea y me fui. Entré al cuarto de mis padres y tomé el conjunto de lencería que más me gustaba de mamá y me lo llevé a mi cuarto. Luego saqué su celular del escondite, lo puse en vibrador, y lo metí en la parte de debajo de la almohada de mi mamá. Todo estaba listo, ahora sólo tenía que esperar que dieran las doce, hora en la que en mi casa ya todos dormían.

No podía creer lo que estaba a punto de hacer, pero la hora había llegado. Me puse mi bóxer favorito y una playera blanca pegada. Colgué el conjunto de mi mamá en el baño de mi cuarto. Justo a las doce escribí el siguiente mensaje en mi celular:

Sé tu secreto mamita, necesitamos hablar. Ven a mi recamara.

No había necesidad de escribir mi nombre, ella reconocería el nombre. Así que sólo me recosté y me puse a esperar.

Saben algo; creo que es mejor que mi mami, les cuente la parte del relato, donde ella entra en escena.

Hola soy Elena, creo que no necesito presentarme ni describirme. Pero ya que mi hijo decidió que yo escribiera esta parte del relato, he decidido empezarla justo donde él la dejó, pero donde aún yo no sé nada de lo que pasa.

Era noche no sabía que hora. Me despertó el vibrador de mi celular. Lo primero que pensé fue que el celular se me había caído a la cama y era la alarma del despertador. Pero cuando por fin lo pude encontrar me quede petrificada. No podía ver nada, pero lo sentía en mi mano. Me levanté como un rayo y me fui al baño. Prendí la luz y mis más grandes temores se hicieron realidad. Yo dejé el teléfono en su escondite, alguien lo había dejado ahí. Tenía un mensaje, pero tenía miedo de leerlo; pues ni Esteban ni Mario me escriben o me llaman de noche, saben que está prohibido. Me siento sobre el sanitario, doy un largo respiro (mi corazón late rapidísimo) y por fin me atrevo a ver la pantalla de mi teléfono:

Sé tu secreto mamita, necesitamos hablar. Ven a mi recamara .

Sólo hay dos opciones mi hija Laura o mi hijo Luís. Veo el número. Es el condenado de Luís. Pienso que toda mi vida está por derrumbarse, me dan ganas de llorar. Sí se lo dice a alguien, estoy muerta. ¿Qué querrá? ¿Desde cuando lo sabe? ¿Por qué no se lo ha dicho a nadie? Pero de pronto una idea horrible me asalta, que tal si ya se lo dijo a alguna de sus hermanas. Justo en ese momento vuelve a vibrar el teléfono.

No te preocupes, no te voy a delatar .

Esa idea me tranquiliza, pero no se que hacer. Seguro me va a hacer una escenita en su cuarto. Pobre, ha de estar desecho. Pero mi hijo no es así, el siempre lo dice todo en el momento, no es paciente. De repente una loca idea me asalta, recuerdo mis prendas que esconde en su cuarto. Pero eso es normal...sacudo la cabeza y saco la idea de mi mente. Tengo que hablar con mi hijo y ofrecerle una disculpa, algo, pero no pienso renunciar. Ya no quiero vivir sexualmente frustrada. Salgo del baño y de la recamara lentamente y voy a la suya.

Tomo unos segundos tras su puerta para respirar hondo, pues no sé a lo que me enfrento. Tengo que convencerlo de que guarde el secreto. Abro sin tocar. Él esta medio sentado en su cama en ropa de dormir.

Pasa mami. Quiero hablar contigo. Pero pon el seguro.

Luís...yo. – Casi se me quiebra la voz y me quedé callada.- Perdón...yo.

Ven ma. Siéntate.- Lo obedezco en lo que me dice

Por favor Luís debes de entender.

De entender que andes de caliente por ahí con unos hombres.- Me deja helada no sé que decir. Me siento perdida.- Imagino que papá no te satisface, te ignora, eso en parte es su culpa. Pero dos hombres...malo, malo.

Luís por favor no se lo digas.

Lo haré fácil para ti mami. Ve y prende la tele.

Me acerco a la tele y la prendo. Lo primero que veo es una imagen mía con la verga de Esteban en mi boca. Siento que un tremendo nudo se me forma en la garganta. Quiero llorar y creo que él lo nota. Apaga la tele con el control y se pone de pie.

Mira mamá. Hay dos opciones, una es que todos vean esa película y se enteren de que andas de cabrona por ahí.

Luís...

La otra es que nadie se entere.

Por favor.- es lo único que digo.

Entra al baño mami, cierra la puerta y luego prende la luz. Una vez ahí sabrás que debes hacer si quieres guardar tu secreto. Una vez que salgas yo sabré si aceptas o no.

No entendía nada de lo que pasaba, tenía los nervios desechos. Pero como quería llorar, se me hizo buena idea entrar al baño. Cerré la puerta con seguro y prendí la luz. Mi primera reacción fue enfurecerme. ¿Cómo era posible? Colgado en el tubo de su regadera estaba uno de mis juegos de lencería. Es un sostén rosa con blanco, y trae unas flores bordadas en la copa, y la tanga de la misma forma trae una flor más pequeña en la parte de enfrente, encima lleva una camisita de tirantes casi transparente que llega al ombligo; y dejo un par de tacones también.

No me recuperaba de la conmoción. Mi hijo me quería follar, esa loca idea que corrí de mi mente resultó acertada. Era la única forma de guardar mi secreto y aun así no estaba segura de aceptar; era mi hijo. Pero si ese secreto se sabía... me podía divorciar. Era deshacer a mi familia. Luego pensé que todo esto empezó porque yo quería sexo, que era lo que ahora me ofrecían. Yo misma me había convertido en una mujerzuela, y le mostré eso a mi hijo. ¿Quién era yo para ofenderme ahora? Me quité la ropa, me aliñe un poco y me puse la lencería que él eligió.

Al salir noté que las piernas me temblaban, pero había tomado mi decisión. Pero la imagen que me encontré al salir, me dejo perpleja, dudosa y un poca excitada, para no mentir. Mi hijo estaba de pies frente a mí, completamente desnudo, con el pene totalmente erecto; a sus pies había una almohada, la cual me daba a entender lo que quería, y además sujetaba una cámara de video en la mano.

¿Cómo sabias que aceptaría?- Lo único que hizo fue señalar el monitor de su computadora, en el cual se veía el interior del baño. El condenado me había estado espiando; lo cual me excito un poquito más, para ser sincera.-

¿Sabes lo que debes de hacer, no?

Sí.- Me acerqué y me arrodille frente a él.

Tardé un par de segundos en decidirme a hacerlo, pero sólo de ver ese rico y joven pene totalmente erecto ya estaba excitada; claro que aun quedaba la pena de que fuera mi hijo, y mi miedo aun no se disipaba. No había marcha atrás estaba semidesnuda y arrodillada frente a mi hijo, con su rica verga frente a mí. La tomé con mucho delicadeza y la puse frente a mis labios cerrados y húmedos; los fui presionando contra su glande al tiempo que empezaba a abrirlos lentamente; cuando su glande entro a mi boca, lo detuve un momento y lo empecé a masajear por debajo con la lengua. El sabor a hombre me invadió de inmediato, ahora estaba segura de que había tomado la decisión correcta.

Cuando tuve todo su pene en mi boca, empecé a moverme hacía atrás, también muy despacio tratando de humedecerlo lo más posible. Lo saqué de mi boca, le di un tremendo y sensual beso en la punta; me agaché y lamí sus huevos desde en medio de sus piernas hasta la base del pene, y desde ahí hasta el glande de nuevo. Pero está vez me lo metí de un golpe, tomé a mi hijo por las nalgas y empecé a mamar como sé muy bien hacerlo; el mete y saca rápido, ejerciéndole presión a su pene con los labios y la lengua, pero sin tocarlo con los dientes, y presionando la base del glande cada ves que este se acercaba a la punta de mi lengua. Lo movía de un lado a otro de mi boca, y en ocasiones lo llevaba hasta mi garganta. Después mi hijo me tomó por la cabeza, me detuvo y el empezó a moverse de atrás a adelante con mayor velocidad; me estaba haciendo el amor por la boca. Yo que ya no me contenía empecé a meter el dedo en mi tanga para trocarme; creo que se dio cuenta, pues la sacó de mi boca, y me puso de pie.

Me encantas mami, y ahora vas a ser mía cuando yo lo deseé.- Yo sólo pude asentir con la cabeza, pues era lo que deseaba.- Eres una perra y ahora te voy a dar lo que te gusta.

Me tomó por la espalda, deslizo sus manos hasta mis nalgas y me dio uno de los besos más ricos y largos de mi vida. Luego sin previo aviso me tomó por los brazos y me aventó a la cama. Se fue hacía el tocador y ahí puso la cámara viendo a la cama. Yo abrí las piernas, metí mi mano en la tanga y pasé mi lengua por los labios. Él me sonrió y se acercó a mí, puso su boca contra la mía.

Eres una zorra.- Dijo.

Yo rodeé su cintura con mis piernas y el se recostó contra mí. Mi hijo me iba a hacer suya, me iba a penetrar por el agujero por el que un día lo tuve. Nos empezamos a besar, pero el pronto bajó a mi cuello y empezó a besarlo y lamerlo con pasión; yo enterré mis uñas en su espalda y lo dejé hacer lo suyo. Sacó mi camisón, fue bajando a mi pecho, y metió su mano en mi sostén y lo desabrochó. Besó, chupo y estrujó mis pechos de una forma encantadora. Luego bajó su mano a mi panochita y empezó a sobar entre mis piernas sobre la flor de mi tanga, que para esta hora ya estaba completamente húmeda, o más bien jugosa.

Yo abrí más las piernas deseosa de él, el me siguió besando y bajó hasta mi abdomen y de ahí hasta mi triángulo. Sacó mi tanga y puso su cara entre mis piernas. Yo sujeté su cabeza y la presioné sobre mi chocha. El empezó a retacarme la lengua y a moverse muy rápido y con presión, empezó a hacer algo que nunca me habían hecho; subió su cara y empezó a rozar su barbilla dentro de mis labios, frotaba de arriba abajo; y yo no podía dejar de gemir; lo bueno era que el cuarto de mi hijo era el único que estaba abajo, pero aun así tenía miedo de que me escucharan.

Así hijo, así. ¡Hay! Me encanta.

¿Te gusta Elena?- Pero yo no tenía ganas de que me dijera Elena.

Dime mamí. Te estas cogiendo a tu mami.

Eres una puta mami.

Tuya.

Se recostó sobre mí. Yo levanté y abrí las piernas, pues por fin venía lo que yo deseaba. Me mató de placer introduciendo su pene lo más lento que pudo, y en vez de empezar con el mete y saca se empezó a mover en círculos. Me rozaba toda, y me volvía loca de placer. Luego me dobló las piernas hasta que pegaron con la almohada y entonces sí me empezó a penetrar como una bestia. Lo jalé hacía mí y le clavé la lengua en la boca, y me aferré a sus hermosas nalgas; sólo me despegaba de el para gemir y decirle.

Me encantas hijo. ¡Hay sí! Así cógeme hijito, métemela mas duro.

¿Así mami, así te gusta puta?

Mucho, más duro no pares…hay.

No resistí más ya llevábamos varios minutos en esa pose. Sentí como mi vagina se apretaba a su pene por la contracción de un orgasmo que nacía desde en medio de mis piernas y se expandía hasta la base de mi nuca donde explotó y me recorrió toda.

  • Ah!!!! Sí, sí. Que rico.

Me dejó tirada en la cama y el condenado regresó con la cámara y una botella de aceite para bebe. Ni pregunté y me puse como la perra que soy y le empecé a menear el culo. Me soltó tres nalgas y luego me tomó el culo, me frotó un dedo lleno de aceite en el ano, y sin aviso me la metió tan duro que solté un tremendo grito, pero ya no recordaba que alguien me podía oír. Me tome las nalgas con las manos para que su verga penetrara más, delicioso. Me encantaba sentir sus nalgadas y escuchar sus insultos; además el morbo de la cámara, y el hecho de que fuera mi hijo. Quité una de mis manos y la puse sobre mi choca, me metí tres dedos, era una loca, estaba en otro mundo lo único que deseaba era placer.

El segundo orgasmo de la noche, y el tercero del día llegó, pero fue muy diferente, el mejor de mi vida, mis pezones querían reventar tuve que masajear mis tetas y lamerlas. Luego me puso de espalada a la cama y sin avisar empezó a soltar chorros de semen sobre mi cara y mis chichis, nunca había visto que alguien se corriera así. Trague el que cayó en mi boca y lamí el de mis tetas, sólo para luego limpiar toda su verga.

Nos recostamos juntos. Me prometió que no diría nada, y me dijo que yo podía coger con quien quisiera siempre que a él lo dejara que me la metiera cuando le diera la gana. Claro que acepté. Luego el prendió un cigarro, yo me recosté sobre su pecho le quite el cigarro y di una honda y deliciosa fumada.