Dos hombres, dos vidas; un destino

Saga acerca de la vida de dos personas, Julián y Matías. Cada uno de ellos muy diferentes. Lo que ninguno de los dos se espera es que su encuentro pueda hacerles reconsiderar muchos aspectos de su vida: caracteres, aspiraciones, sentimientos e incluso su propia sexualidad, pasar de la individualidad

AVISO: SERIE DE RELATOS. ESTE PRIMERO CARENTE PRÁCTICAMENTE DE CONTENIDO SEXUAL. SI BUSCAS SÓLO SEXO, NO ES TU RELATO; SI BUSCAS ALGO MÁS, ESTARÉ ENCANTADO DE QUE LO LEAS Y ME DES TU OPINIÓN PARA CONTINUARLO. GRACIAS

DOS HOMBRES, DOS VIDAS; UN DESTINO

Saga acerca de la vida de dos personas, Julián y Matías. Cada uno de ellos muy diferentes. Lo que ninguno de los dos se espera es que su encuentro pueda hacerles reconsiderar muchos aspectos de su vida: caracteres, aspiraciones, sentimientos e incluso su propia sexualidad, pasar de la individualidad a algo más complejo.

Capítulo 1

El sonido de la alarma despertó a Julián de sus sueños. Tranquilamente se desperezó y revolvió entre las sábanas. Un olor invadió su nariz; el cuarto olía a sexo. Se levantó para abrir la ventana. Todo estaba desordernado y sus ropas por el suelo; pisó algo pegajoso; un condón usado que le hizo recordar al instante el buen rato que había pasado la noche anterior celebrando sus 33 primaveras con una puta que había recogido en una rotonda, una cubanita que se la mamó como hacía tiempo que no se lo hacían.

Fue al baño a darse una buena ducha. Se desnudó y miró en el espejo;  su cuerpo estaba bien moldeado, bastante definido, sin llegar a ser extremadamente musculoso. Se tocó su bronceado torso y se pellizcó los pezones; un escalofrío recorrió su cuerpo. Siguió acariciándose el pecho y fue bajando la mano por la fina línea de vello que tenía entre el ombligo y el pubis; su polla empezaba a crecer gustosa de sus propias caricias. Tenía un buen miembro, grueso, venoso, de 19 cm que empezaban a apuntar hacia el techo. Se escupió la mano y empezó a sobarse la polla. Le gustaba machacársela mirándose al espejo; sabía que tenía buen cuerpo y que su cara llamaba la atención, sobre todo por sus ojos verdes que le habían servido tantas veces para ligar y llevarse a muchas tías a la cama. Empezó a recordar a varias de ellas mientras aceleraba el ritmo con su mano… Ana, Patricia, Lucía… joder que buenas estaban todas, pero claro para no llevárselas al catre con lo partidazo que era él…Sí, habéis acertado, Julián era de esos chuitos que pensaban que si fuera mujer se enamoraría de sí mismo…  Trallazos de semen contra los azulejos del baño le sacaron de sus ensoñaciones; pasó la mano por los azulejos y se restregó la leche por su pecho; echó un largo meo aprovechando que su polla ya iba encogiendo; después abrió el grifo de la ducha y satisfecho con su paja matutina se metió dentro.

Se encendió un cigarro mientras caminaba por la calle. A pesar de ser un tío que controlaba las situaciones, andaba un poco intranquilo. Hacía siete meses que no encontraba curro.  El último trabajo en el que estuvo Julián fue en un garito haciendo hamburguesas, pero una discusión con el jefe le dejó en la calle. Siempre se había movido en el tema de la hostelería, en la cocina de pequeños locales. No había estudiado nada de ese mundillo, pero con 19 años le dieron la oportunidad de meterse en una cocina y la verdad que se defendía bastante bien. Sin embargo, no conseguía durar en ninguno de los locales en los que entraba por su fuerte personalidad y temperamento. Era bastante vividor y no solía aguantar mucho en un mismo lugar. Ese tipo de vida era la que le había llevado a verse desbordado de facturas, con una mando delante y otra detrás.

Hoy tenía una entrevista y por eso se encontraba nervioso. Un colega había hablado con un conocido suyo que era chef en un restaurante bastante conocido de la ciudad y necesitaba un ayudante de cocina. Pfff ayudante de cocina, era un cargo que no le hacía la menor gracia, teniendo en cuenta en la cantidad de sitios en los que ya había cocinado, pero la verdad que le hacía falta el dinero, así que tendría que cerrar la boca y coger lo que hiciera falta.

Llegó al restaurante y preguntó por el chef. Su colega le había comentado que su amigo era un chico bastante estricto, pero buena gente, así que la verdad que Julián tenía esperanzas de poder entrar.

-          Llegas cinco minutos tarde

Julián levantó la cabeza dispuesto a responder, pero se mordió la lengua. Delante de él se encontraba un muchacho joven, diría que cuatro o cinco años menor que él. Alto, rubio, con ojos color avellana. Parecía delgado, aunque las holgadas ropas de los cocineros no le dejaban adivinar del todo su silueta. En su cara puedo ver cierto gesto de desaprobación.

-          A tu izquierda tienes un pequeño vestuario, ponte un mandil si no tienes ropa de cocina y pasa, empieza tu prueba, dijo el chef.

Julián no abrió la boca y fue directo a cambiarse. Ese niñato le había caído ya como una patada en los mismos, pero no podía caer en el mismo error que la última vez, cuando le echaron de la hamburguesería. Entró en la cocina ya preparado. Allí se encontraba el muchacho y dos personas más: una mujer de mediana edad y otro chico joven. Levantaron la mirada, le echaron un vistazo rápido y siguieron a lo suyo.

-          Ven aquí, le dijo el chef. La mejor forma de ver si vales para trabajar aquí es ayudándome con las comandas hoy. Si aguantas el ritmo, veré que hacer contigo.

Julián se acercó sin responder. La verdad que ese niñato con esa actitud tan autoritaria conseguía dejarle sin palabras, a él, que pensaba que nadie podía cerrarle la boca. Seguramente eso es lo que más le molestaba de ese chef engreído.

Le asignaron una partida en la cocina y se puso manos a la obra. El chef iba y venía como un relámpago, encargándose de todo, supervisando a los otros miembros de la cocina y encargándose de sus platos. Él seguía como podía las instrucciones, intentando buscar lo que necesitaba por esa cocina y sin perder el ritmo, atendiendo las órdenes del joven chef. Hubo momentos en los que pensaba que le mandarían a casa, porque era imposible seguir ese ritmo de trabajo, pero la voz autoritaria del chef le devolvía a la realidad y conseguía guiarle.

-          Y con estos chicos, se acabó el turno, dijo el chef limpiando el borde del último plato, antes de que se lo llevara el camarero.

Julián se sentó un momento en un taburete a coger aire; habían sido unas horas muy ajetreadas. Una mano se apoyó en su espalda.

-          El puesto es tuyo Julián, no lo has hecho mal del todo.

¿Qué no lo había hecho mal del todo? Si se había dejado hasta el alma durante esas horas de intenso trabajo. Iba a responderle cuando el chef siguió

-          Por cierto, me llamo Matías, y una pequeña sonrisa se dibujó en su cara mientras le ofrecía la mano. Era la primera muestra de amabilidad que vio en el chef.

Cuando se estrecharon las manos una pequeña descargó invadió el cuerpo de Julián. Se soltaron, miró a Matías; el chef borró la sonrisa, miro su propia mano, miró a Julián y sin más, abandonó la cocina, no sin antes decirle:

-          Recoge todo antes de salir, llamaré al dueño para decirle que se pase.

¿Qué coño acababa de pasar? Se preguntó mientras seguía mirando su mano.

Un rato más tarde, tras estar con el dueño del local arreglando papeles, Julián salió del restaurante; en todo el tiempo extra que estuvo dentro no volvió a ver a Matías.

Llegó a su casa y se metió directamente en la bañera; Se dejó caer en el agua y cerros sus ojos; sus músculos se relajaron con el agua caliente.  Hizo mentalmente un repaso del ajetreado día que había tenido y en su mente retumbaba una y otra vez la autoritaria voz de Matías. Abrió sus ojos como platos y miró su polla; estaba dura como una roca .

-          ¿Pero qué cojones…..? Dijo en voz alta.