Dos heteros, la pandemia y mucha calentura
La relación con mi compañero de piso cambió con el confinamiento
¡¡¡Hola a todos!!! Me llamó Juan y tengo 32 años. Vivo en Madrid con mi compañero de piso Alberto. Los dos tenemos novia y nos va muy bien con ellas. Éramos compañeros de trabajo en una consultora y como los precios de los alquiles en la ciudad estaba por las nubes decidimos que para poder vivir en el centro lo mejor era compartir. La decisión fue todo un acierto porque desde el principio nos llevamos muy bien. Hacíamos deporte juntos, teníamos los mismos gustos y más o menos un carácter parecido.
Albert mide 189cm y está bastante fuertecito. Tiene los abdominales marcados, es moreno con pelo en el pecho y en las piernas y muy guapete. Yo soy un poco más bajo (186cm) pero me cuido un poco más que él. Me depilo todo el cuerpo porque hago mucha natación y así estoy más cómodo. Desde hace dos años salgo con Elena y cuando empecé a vivir con Albert le presentamos a una amiga de mi chica. Laura y él se enamoraron rápidamente y eso nos permitía llevar una convivencia muy familiar los cuatro juntos. Íbamos a cenar, salíamos de fiesta u organizábamos cosillas en casa. Teníamos una vida muy completa hasta que la pandemia lo cambió todo.
Nuestra empresa decidió que todos debíamos teletrabajar y nosotros decidimos instalar un despacho con dos mesas en el salón y allí nos pasábamos todo el día. Ambos teníamos mucha confianza en nuestra convivencia. Nos hemos visto en bolas muchas veces, cuando alguno está en la ducha el otro entra sin problemas y siempre nos hemos tratado con mucho cariño en plan abrazos y tal, pero al estar tanto tiempo juntos y sin poder salir la cosa se fue intensificando. Y pasaron varias cosas que me hicieron replantearme las cosas.
Nuestras novias perdieron su trabajo y se marcharon a Sevilla lo que hizo que estuviéramos muy salidos como motos. Pasamos de follar casi todos los días a estar a palo seco y ambos éramos muy sexuales. Yo siempre he sido un tío con muchas de marcha y necesitaba pajearme por lo menos una vez al día. A Albert le pasaba lo mismo y todos los días después de ver una peli o una serie nos dábamos un abrazo y nos íbamos a la cama.
Ahí comenzó una especie de ritual entre los dos (o eso pensaba yo) que consistía en que apagábamos las luces (nuestras habitaciones estaban pegadas pared con pared) y comenzábamos a masturbarnos. Yo le escuchaba como gemía y sobre todo el ruido de su mano mientras subía y bajaba por su polla. Todo esto era al principio con la puerta cerrada pero al estar en silencio total yo podía escucharle y entonces hacía lo mismo. Cada noche igual, hasta que un día estuvimos charlando en su cuarto antes de irnos a dormir y cuando me fui dejé la puerta abierta y él no la cerró. Yo también me acosté con la puerta abierta para ver que pasaba y efectivamente comenzó otra vez el ritual de todas las noches, pero esta vez se nos podía escuchar perfectamente.
Así estuvimos varios días, al día siguiente no comentábamos nada, nos poníamos la ropa de hacer deporte y estábamos una hora con nuestras rutinas. Una de esas mañanas ocurrió la segunda cosa que me empezó a rallar bastante. Cuando estábamos con las pesas a Albert le dio un tirón fuerte en la espalda, por culpa del dolor se tuvo que tumbar en el suelo. Me pidió que le ayudar para ver si se le pasaba y me puse a hacerle un masaje. Albert se quitó la camiseta y llevaba unas mallas que le marcaban todo el culo. Me senté sobre él y le empecé a masajear para intentar destensarle la espalda. El problema surgió cuando con tanto roce de mi polla sobre su culo, el rabo se me empezó a poner un poco morcillón. También llevaba unas mallas muy pegadas y era bastante evidente que aquello estaba empezando a crecer. Además, cada vez que le masajeaba él suspiraba de una manera que a mí me ponía cachondo y decidí para con aquello. Le dije que ya había terminado y que me iba a la ducha. No entendía que me estaba pasando y lo achaqué a que ya llevaba más de un mes sin ver a mi novia y que todo me ponía cachondo y decidí hacerme un pajote en la ducha pensando en ella.
La tercera situación que acabó por descolocarme sucedió una mañana que yo volvía del súper y me estaba meando. Entre rápidamente al baño mientras Albert se duchaba como otras muchas veces, pero me quedé a cuadros cuando entré. Nuestro baño tiene una ducha de plato con una mampara de cristal y me lo encontré de frente dentro de la ducha haciéndose un pajote. Estaba mojado y con un brazo levantado agarrándose a la mampara enseñado todo su sobaco. La imagen era brutal y me hizo quedarme paralizado.
-Ostia Juan jajaja, perdona tío es que pensé que te habías pirado (para el pajote y salió de la ducha)
-Ehhh nada tío perdona tú. Es que no aguantaba más.
Salí de baño con una mezcla de sensaciones otra vez. Esa imagen me había puesto cachondo y el problema es que no entendía qué me estaba pasando. Todo esto afectó a mi relación con Albert y lo notó. Dejé de masturbarme cada noche como antes porque sólo me venía esa imagen a la cabeza y era algo que me podía. Me inventaba excusas para no hacer deporte porque cada vez que lo veía con esas mallas solo pensaba en su culo.
La relación se enfrío e incluso estuve pensando en irme con mis padres, pero me daba mucho miedo contagiarlos y al final me quedé en la casa. La situación ya era un poco insostenible y un sábado por la tarde vino a hablar conmigo.
-Juan tío qué te pasa conmigo, te noto súper frío y distante. ¿He hecho algo que te ha molestado?
-No no tío que va. Soy yo que con todo esto del encierro y sin poder ver a Elena estoy un poco raro, no me hagas caso
-Venga tronco no me vaciles que soy yo, pero si hasta has dejado de cascártela por la noche
- ¿Cómo?
-Qué te crees que soy tonto, nos pajeabamos cada noche. Dejabas la puerta abierta para que hacerlo y escucharlos y ahora nada
-Joder tío, no sabía que sabías eso… pensaba que solo era yo
-Pues claro! Y qué pasa por tener un poco de morvillo entre colegas que está sin novias y a palo seco. Mira déjate de ostias, esta noche nos tomamos unas copas y te relajas un poco.
La conversación con Albert me relajó mucho porque tenía razón. Llevábamos un mes a palo seco, sin tías, y era normal que me pasaran esas cosas. Con la tontería hacía ya dos semanas que ni me tocaba y solo pensaba en que esa noche iban a caer varias. Albert se fue a comprar alcohol al super y yo despejé un poco el salón.
Empezamos a tomar a beber y pusimos un poco de música. Estaba súper bien, se me habían pasado todos los malos rollos y empezaba a disfrutar. Me había puesto una camisa por primera vez en semanas y unos pantalones que utilizaba para salir porque me hacían un culo de escándalo. Albert también se había arreglado, parecía un botellón de esos que se organizan antes de ir a la discoteca. El hecho de que lleváramos más de un mes sin beber se empezó a notar con la segunda copa. Yo empezaba a estar mareado, pero mis ganas de fiesta podían con todo. Albert estaba igual y con la tercera la cosa se nos fue de las manos. Empezamos a bailar a cantar…
-tío me estoy fijando q esos pantalones te hacen un cuerpazo eh
-jajajaj has visto con este pantalón no se me resistía ni una pivita
La cosa se fue desmadrando y Albert se me acercó por detrás, rodeo mi cintura con su brazo y empezó a bailar conmigo y yo le seguí el rollo: “Así me gusta verte Juanito, contento y alegre”, mientras me decía eso me pegó un mordisco en la oreja. Estuvimos así un buen rato de risas y con bastante sobeteo que me estaba poniendo bastante cachondo. Y por lo que notaba cada vez que baila con Albert a él también
Llevábamos tanto encima que yo me dejé caer en el sofá y él vino de detrás y se tumbó bastante cerca vamos tan cerca que estábamos pegados.
-Bua tío estaba megarrallado por tu culpa por si estabas enfadado con lo que yo te quiero (mientras me decía eso me pagó un beso en la mejilla)
-Y yo tío, nada olvídalo es que se me fue la olla la vez que te vi ahí en el baño, no me sacaba esa imagen de cabeza y…
-jajajajajaja tienes una tontería ¿qué pasa con que nos veamos las pollas o nos masturbemos juntos? ¿Vamos a ser menos heteros por eso? Somos colegas y listo
-Ya tío, que ganas de recuperar nuestras tradiciones nocturnas
-Ya te digo
Albert comenzó a sobarse la polla por encima del pantalón mientras comentaba lo cachondo que estaba mientras me miraba a mí. Yo le dije que también tenía unas ganas muy locas y se empezó a descojonar a la vez que se tiraba encima de mí. Empezamos una pelea que más bien era un sobeteo en toda regla que termino conmigo tirando en el suelo con él sentado encima. Desde esa postura me miro y se quitó la camisa y se desabrochó el pantalón: “Nos hacemos una ahora”, me dijo con una cara de salido impresionante. Le dije que sí, que no aguantaba más. Nos sentamos en el sofá, nos quedamos en boxers y nos sacamos los rabos. Albert estaba cachondisimo y no dudó en agarrarme en rabo: “Joder, qué dura la tienes”. Le contesté que la suya tampoco estaba mal, pero no me atrevía a cogérsela. Empezó a pajearme de forma muy rápida, se incorporó y se dedicó a hacerme un pajote mientras yo resoplaba de gusto, pasé mis brazos por detrás del sofá y le dejé hacer. Con la otra mano me sobaba el pecho.
-Tío me voy a correr eh
Fue escuchar eso y le puso más ganas. Escupió en mi polla y siguió masturbándome de forma super cañera. Yo aguanté todo lo que pude porque estaba disfrutando mucho, pero al rato me corrí. Pude echar como siete u ocho lefazos, uno de ellos me llegó a la cara. Estaba flipando de la cantidad de corrida que había soltado. Albert estaba todo orgullo y se recostó en el sofá apoyando sus piernas en mis muslos. Yo empecé a acariciarlos mientras me miraba, esa mirada solo podía indicar una cosa y es que era su turno.
Cerró los ojos y me incorporé con toda la lefa por el pecho y le cogí el rabo. Con una mano le pajeaba la polla y con otra le agarré los huevos (era algo que me hacía mi novia y me encantaba) a Albert también le estaba gustado porque no paraba de decirlo. Me afané en darle placer. Al principio fui despacio y al escuchar sus jadeos empecé más fuerte, Albert tenía toda la piel de gallina y estaba gozando. No paraba de repetir el gusto que le estaba dando y sin previo aviso comenzó a lefar. Si mi corrida fue brutal la suya ni os cuento, tenía mis manos llena de su lefada.
Cuando medio se recuperó me tiro del brazo y fui a caer sobre él. Me abrazó y nos quedamos así tumbados en el sofá. “Vaya gusto tío menuda corrida cabrón”, me dijo al oído. Entre la borrachera y lo relajados que nos habíamos quedado estuvimos así como media hora. Al despertar, Albert me dijo que se iba la ducha, se levantó y cuando ya iba por el pasillo se giró y me preguntó: ¿Te vienes?...
Espero que os haya gustado, si os apetece saber lo que pasó después no dudéis en escribir