Dos flores en la nieve
El primer amor de mi vida, el gran amor de mi vida y yo. ¿Qué más puedo pedir?
DOS FLORES EN LA NIEVE
NOTA ANTES DE INICIAR LA LECTURA.
EN ESTA HISTORIA LOS PROTAGONISTAS HARÁN REFERENCIA A HECHOS ACONTECIDOS Y NARRADOS EN OTROS RELATOS.
NO ES NECESARIO ESTAR AL CORRIENTE DE LOS ANTECEDENTES. ESTA HISTORIA SE PUEDE LEER DE FORMA INDEPENDIENTE.
EN CUALQUIER CASO LOS QUE QUIERAN CONOCER LAS REFERENCIAS AQUÍ CITADAS REMITO ESPECIALMENTE A LA SERIE TITULADA "EL SUEÑO AMÉRICANO".
GRACIAS POR VUESTRA LECTURA Y QUE OS GUSTE.
Ni siquiera me había sentado y el psicópata laboral de mi jefe ya me estaba metiendo prisa. Joder que se espere. ¿Es que no tiene más empleados a los que dar el coñazo? Yo no empiezo a trabajar sin antes leer mi correo. Hay que aprovechar el ADSL de la empresa. En casa con la estúpida compañía de cable que tengo contratada, leer imeils se hace eterno. Al final tendré que volver al imperio del mal por mucho que me joda. Son unos auténticos desgraciados, los de esa compañía Telefónica, pero es que son los únicos que te dan un servicio algo decente. Bueno, dejémoslo en que te dan servicio, que ya es algo comparado con los del cable de las narices.
Comprobé con sorpresa que tenía cinco correos ese día. Vaya, no estaba mal, alguien me escribía. A ver, uno de oferta de viajes, otro con pinta de virus, uno de mi amigo Alfonso con chistecillos malos, otro del buscador de empleo, no sé para qué me apunto, no sirve de nada, y... vaya... Esto sí que es una sorpresa... Arantxa Zúñiga. Asunto: "Mudanza a Madrid."
Arantxa, el primer gran amor de mi vida. Nos conocimos cuando me fui a Estados Unidos a estudiar inglés, hace ya muchos años. Debía tener yo 16. Vaya relación. Sexualmente fue increíble. Pero además me dejó enamoradísimo esta chica. Ya en España todavía mantuvimos un par de encuentros pero ella vivía en Cantabria y la distancia, y más a esas edades, fue una traba insuperable para nuestro romance. Luego ella se fue a estudiar a su Bilbao natal y allí se quedó. Ya como amigos, yo le he visitado un par de veces y ella vino a Madrid también otras tantas. Pero desde que ambos acabamos la universidad no nos hemos vuelto a ver.
Aún así hemos mantenido todos estos años el contacto. Al principio hablábamos por teléfono todas las semanas, luego cada mes. Con la aparición de internet, sustituimos las llamadas por correos esporádicos y dejamos las conversaciones para cumpleaños y navidades.
Leí su correo en el que me informaba de cambios importantes en su vida. En su empresa habían decidido ascenderla pero eso suponía un traslado a Madrid. De hecho Arantxa me contaba que llevaba ya un mes viviendo en la capital pero con los follones del verano, mudanzas, pisos y adaptaciones todavía no había podido ponerse en contacto conmigo. Me dejaba su nuevo móvil y me instaba a llamarla para vernos si a mí me apetecía.
Claro que me apetecía. Arantxa evocaba los años dorados de mi juventud. No es que ya me sintiera mayor con 29 años, todavía no alcanzaba los 30, el terrible límite psicológico, pero pienso que una vez inicias tu vida laboral, la decadencia ha comenzado.
Cuando llegué a casa le comenté la noticia a Alba. Ella no conocía a Arantxa, aunque yo le había contado con pelos y señales mis aventuras americanas. Alba sabía perfectamente lo que Arantxa supuso para mí aunque fuera hace tantos años.
El caso es que percibí en mi mujer una reacción inédita. La noté celosa.
¿Y qué quiere ahora ésta chica después de tantos años?
Pues hija. Fuimos muy amigos, todavía en cierto modo lo somos. Ella se ha venido a Madrid, donde casi no conoce a nadie y es normal que quiera ponerse en contacto conmigo.
No sé. No sé. ¿Y no tiene novio o algo parecido?
Pues creo que sí que estaba saliendo con un chico desde hace años, allí en Bilbao. Pero no sé como está ese asunto ahora.
Alba y yo formábamos la pareja perfecta, o al menos este es el concepto que yo tengo de una pareja perfecta. Llevábamos 11 años de relación y estábamos enamorados. Por eso no entendí esos atisbos de celos. Sexualmente, a estas alturas lo habíamos probado todo. Juntos y por separado. Habíamos tenido nuestras orgías, intercambios, noches locas, experiencias homosexuales, en fin, yo creo que estábamos completitos.
En cualquier, caso al margen de esa suspicacia inicial, Alba no puso ningún impedimento para que yo llamara a Arantxa al día siguiente de recibir su correo. Pensé que lo mejor era invitarla a cenar a casa y así de paso conocería a mi mujer.
La llamada fue muy cordial. Arantxa se llevó un alegrón al escuchar mi voz. Le pregunté como se decidió por este cambio laboral y vital y me contó que había pasado por una crisis personal. Lo había dejado con su novio, con el que estuvo cinco años, cuando le surgió esta oportunidad. Decidió dar un lavado de cara a su vida, y aquí estaba, en Madrid. Me reconoció que se encontraba algo desbordada por la esencia caótica de esta ciudad y que su día a día de momento consistía en salir del trabajo a casa y de casa al trabajo. Ante la propuesta de cenar juntos en mi casa ella aceptó encantadísima.
Cuando, el día de nuestra cita, sonó el timbre me encargué yo mismo de abrir la puerta. Allí estaba ella. Deslumbrante. Desde luego había cambiado mucho desde la última vez que la había visto. Mantenía igual su cabello pelirrojo y su pecosa y dulce cara, pero sin duda, ahora era más mujer. Su cuerpo había ganado unos kilos, ya no mostraba esa delgadez esquelética de su adolescencia. Comprobé incluso que había nuevos elementos en su figura, por ejemplo, los pechos. En la época que nos conocimos era completamente plana. Ahora debajo de la camiseta fina que vestía se notaban dos pequeñas figuras que alegraban su imagen. Otra novedad era el culo. Sus dimensiones se habían ensanchado y las curvas se admiraban perfectamente bajo sus vaqueros de campana. En absoluto esos kilos obtenidos empeoraban su belleza. Ni mucho menos, si acaso lo contrario. Estaba espléndida.
La velada transcurrió mejor de lo previsto. Yo intenté evitar el que hubiera sido el tema más lógico entre Arantxa y yo, la evocación del recuerdo de nuestra estancia en Estados Unidos. Dado que en ese viaje el componente sexual fue extremadamente intenso, creí poco conveniente hablar de ello con Alba delante. Pero Arantxa era una gran conversadora, de habla inteligente, divertida, culta y variada. Lo más importante fue que las dos chicas congeniaron estupendamente. Se notaba que se agradaban mutuamente. Y no es extraño. Ambas son muy parecidas de carácter, de forma de ser. Lógico teniendo en cuenta que las dos son mi tipo de mujer ideal. El caso es que conectaron e incluso hubo momentos de la cena en que me dejaron un poco al margen.
Para mí esa noche supuso recuperar una excelente amiga y para Alba fue el inicio de una buena amistad.
Pasaron las semanas y los meses y Arantxa se fue integrando en nuestro círculo social. Los fines de semana salíamos a cenar con otros amigos, al cine, a fiestas, de bares, etc. Llegó el invierno y una tarde tomando café los tres, Arantxa nos informó de sus planes para las vacaciones de navidad.
Quiero irme a esquiar a Suiza. Es un viaje que tengo ganas de hacer desde hace tiempo. Y ahora como me han subido el sueldo y además he encontrado una oferta baratísima creo que me voy decidir.
¿Y con quién vas?- pregunté yo curiosón.
Pues iré sola. Eso es lo malo, pero bueno, como voy a estar esquiando todo el día tampoco me importa mucho.
La verdad es que a mí me apetecería hacer también un viaje de este tipo. Tirarme por pistas con kilómetros y kilómetros de nieve- Dijo Alba con cara de niña soñando con visitar un parque de atracciones.
Alba y yo éramos aficionadillos al esquí. Habíamos aprendido ya con cierta edad a deslizarnos por las suaves pendientes de la sierra madrileña, y salvo las de Granada, no conocíamos otras pistas.
Pues si os animáis los precios están muy baratos en la agencia en la que yo voy a contratar el viaje.
Pues mira, nos lo pensaremos- Contestó Alba.
Mi mujer estuvo unos días meditando la posibilidad. Yo no quise meter baza. Aunque los celos iniciales de Alba respecto a Arantxa habían desaparecido completamente, pensé que si mostraba un mínimo interés por irnos los tres a Suiza, podrían volver a reaparecer.
El caso es que Alba se decidió y fue ella misma quien llamó a Arantxa para comunicárselo. Ella se entusiasmó con la idea, le alegraba sinceramente que le acompañáramos a Suiza.
Contratamos una semana de esquí en los Alpes, hospedados en una bucólica y pequeña cabaña a pocos kilómetros de las pistas. Nuestro particular albergue de montaña disponía de dos habitaciones y de un salón amplio. Incluía además una cocina y un baño equipado con todo lujo de detalles y equipamientos. Estos suizos se lo saben montar bien, que duda cabe.
Pasábamos los días lanzándonos por las increíbles pistas de los Alpes. Estábamos horas disfrutando como niños. Nos dimos nuestros leñazos pero no nos importaba. No dejábamos de subir y bajar pendientes hasta que los encargados de la estación de esquí nos echaban casi a empujones. Nos estaba gustando lo de los deportes de invierno.
Por las noches, nuestra cabaña estaba algo aislada de la civilización, así que pasábamos las veladas en casa, disfrutando de un chocolate caliente o de alguna copilla y siempre de una buena conversación con la chimenea encendida.
Alba y Arantxa intimaron todavía más. Tanto es así que al fin surgió el tema de nuestras aventuras sexuales. A instancias de mi mujer, Arantxa contó lo que vivimos ella y yo en Estados Unidos, una historia que Alba ya conocía por mí, pero le interesaba escuchar otra versión. Por su parte mi mujer le confesó a Arantxa algunas de nuestras locuras como las del verano en La Gomera y lo que derivó de aquello. En aquellos días en la nieve las dos mujeres se hicieron todo tipo de confidencias como dos quinceañeras. Entre otras cosas, ambas relataron sus respectivas experiencias lésbicas. Yo participaba poco, intimidado por tanta empatía femenina, pero eso sí, bastante excitado. Me sentía un tanto voyeur escuchando estas conversaciones.
Nos lo estábamos pasando francamente bien, quizá por eso, el último día de esquí, cuando llegó el horario de cierre de la estación estaba yo un poco melancólico. Siempre me pasa al final de unas vacaciones.
Cuando los tres llegamos a la cabaña con nuestro todoterreno alquilado nos dimos cuenta que se nos había acabado la leña. No podíamos pasar nuestra última noche en los Alpes sin chimenea así que las dos chicas me mandaron, a mí claro, a buscar madera al cercano pueblo. No tardé mucho en encontrar un establecimiento que me suministrara la materia prima y regrese rápido a la cabaña. Anochecía y debíamos estar a menos quince grados bajo cero.
Al llegar no vi a las chicas. Supuse que estarían en la habitación haciendo las maletas. Las llamé, pero la respuesta me llegó desde el baño...
- Jaime, estamos aquí, ven- escuché gritar a Alba.
Cuando entré, para mi sorpresa, estaban las dos dándose un baño juntas.
Hola- me dijo mi Alba, como si fuera lo más normal del mundo encontrármela con otra mujer en la bañera- Se nos había metido el frío en el cuerpo y hemos decidido darnos un baño caliente.
Ah, pues que bien- me obligué a decir.- Bueno, pues os dejo para que disfrutéis del baño.
Desde mi posición sólo podía contemplar sus dos cabezas mojadas, pero me imaginaba sus cuerpos desnudos, rozándose bajo el agua. Los efectos de mis pensamientos se hicieron notar rápidamente tras la bragueta. Me di media vuelta pero antes de que pudiera salir Alba dijo con sonido sugerente...
- No hace falta que te vayas. Total ya conoces nuestros cuerpos palmo a palmo, no creo que te asustes.
Las miré con media sonrisa, suponiendo que en mi ausencia habían tramado algo. Desde luego sí lo que querían era iniciar un juego, yo estaba dispuesto. Alba continuó provocándome...
- Por cierto, que aquí en la bañera, Arantxa ha recordado aquélla vez que te excitó en un jacuzzi en San Francisco, delante de todos tus amigos.
El jacuzzi de San Francisco, que recuerdos. Aquel día Arantxa y yo todavía no nos habíamos enrollado pero en aquella inmensa bañera mantuvimos un morboso juego sexual practicando lo que ella llamaba "piececitos." Después de transcurridos tantos años todavía me excito al recordarlo.
-¿Qué fue exactamente lo que le hiciste con los pies?- preguntó Alba dirigiéndose a Arantxa.
- Pues mira se los pasé por el pechito así- Y para demostrarlo elevó uno de sus pies, lo sacó del agua y se lo colocó a mi mujer en la mencionada parte de su cuerpo.
No veía bien la escena desde mi posición pero supuse que Arantxa estaba masajeando con sus pies las tetas de Alba. Ésta sonreía pícaramente. También ella estiró sus piernas llevando sus pies a los pechos de Arantxa. Estaba estupefacto. Ambas se estaban sobando las tetas. No me lo podía creer. Esto no podía haber surgido así, de repente. Seguro que las dos se habían confabulado en mi ausencia para calentarme.
- Jaime, cariño, ¿por qué no vas encendiendo la chimenea para que cuando salgamos esté el salón calentito?- me sugirió con voz melosa Alba.
Yo, la verdad, hubiera preferido quedarme y seguir siendo testigo del espectáculo que me daban las dos chicas, pero decidí seguirlas el juego e irme a preparar la chimenea.
En ello estaba cuando a los pocos minutos aparecieron las dos envueltas cada una en su toalla. Se quedaron mirándome sonrientes, hasta que Alba me dijo:
¿Sabes? Ya sé porque te enrollaste con Arantxa, aparte de que está muy buena y es una tía estupenda, es que besa muy bien.
Y yo ya sé porque te casaste con Alba. Es tan sensual que me pone caliente hasta a mí que no soy lesbiana- replicó Arantxa.
Tras sus cumplidos, que seguro traían ensayados del baño, dejaron caer las toallas, quedándose las dos completamente desnudas, y se fundieron en un tórrido morreo.
Su juego me había colocado ya en una situación de máxima excitación sexual. No sé hasta donde pensaban llevarlo, pero yo estaba dispuesto a llegar hasta el final. Pero antes de poder reaccionar me quedé mirando la belleza de la estampa que tenía delante. El beso de dos preciosas flores. Dos ninfas desnudas ofreciéndose recíprocamente amor.
El cuerpo de Alba ya lo conocía a la perfección. Con sus facciones rebosantes de belleza juvenil. Con su culo hermoso y tetas redondas y generosas, con esos pezones inmensos que me ponían a 100. Con su marcada cadera y sus piernas, no muy largas que desembocan en unos finos y delicados tobillos que presentaban a sus pequeños y paradigmáticos pies, inspiradores de cualquiera que se precie fetichista.
El cuerpo de Arantxa, a pesar de haber compartido horas con él, si aportaba más novedades. Se confirmaba lo que había podido intuir a través de su ropa. Tenía más pechos. Sin ser grandes habían adoptado unas formas suaves, afables con pequeños y rosaditos pezones en el centro. Ahora ofrecía curvas, antes inexistentes dando paso a un culo que podría calificarse de hermoso, de similar tamaño e incluso apariencia al de mi mujer. Los años habían mejorado a mi amiga vasca.
Estaba decidido a pasar a la acción en cualquier momento pero seguí embelesado admirando como el primer amor de mi vida y el gran amor de mi vida se besaban sin detenerse a respirar. No sé si esto lo iniciaron como un simple juego pero ya habían cruzado la línea, se las notaba excitadas y hambrientas una de la otra.
Fue Alba la que sacó la lengua de la boca de Arantxa. Se acercó hacia mí, que seguía estando sentado en la alfombra, a los pies de la chimenea. Se montó encima y empezó a besarme con furia, sin que apenas pudiera defenderme. Arantxa se había posicionado detrás de mí. Con la cabeza boca abajo aprovechó un momento en el que Alba dejó libre mi boca para poseerla. Volvía a probar su dulce sabor, sus fluidos cálidos y jugosos, su lengua esponjosa y juguetona.
Mientras, Arantxa continuaba comiéndome, Alba me iba desvistiendo. Me quitó el jersey y la camisa sin que Arantxa y yo separábamos nuestras bocas más que lo imprescindible. Mi amiga de la juventud había convertido su lengua en ventosa. Se dio la vuelta y se colocó frente a mí, siempre sin dejar de besarme. Yo alargué mis manos hacia sus pechos. Recordé lo sensible que era esa parte de su cuerpo. Separé mi boca de la suya y me abalancé sobre sus pezones para chupárselos y mordérselos de forma suave y comprobé que pese a que habían aumentado de tamaño seguía siendo uno de los puntos mágicos de Arantxa. Echando la cabeza hacia atrás comenzó a jadear como si ya la estuviera penetrando.
Y mientras yo provocaba a Arantxa un ataque de sensaciones con mis mordiscos en los pezones, mi mujer me había despojado del resto de mi ropa. Ahora estábamos los tres en igualdad de condiciones. Alba se acercó a nosotros, puso su cabeza entre Arantxa y yo y lamió nuestras bocas, primero la de ella, luego la mía. Tras ese beso me fui directo hacia su pezón. A mí mujer también le encanta que esa parte de su cuerpo sea agasajada. Arantxa aprovechó para apartarse dejando lugar para que Alba me tumbara sobre la alfombra y me colocara la vulva sobre mi boca. Sin dudarlo comencé a lamer su tesoro.
Arantxa se situó de pie con su pubis a la altura ideal para que Alba iniciara otra sesión de lametones. Estábamos los tres desenfrenados. Mi mujer se movía al ritmo de mis chupadas en el clítoris repercutiendo directamente en la lamida que le practica a su compañera. Ambas jadeaban, gemían e incluso gritaban.
Arantxa se dio la vuelta y mostró sus nalgas. Ella misma separó los muslos con sus manos, curvando ligeramente la espalda. Le estaba ofreciendo el agujero del culo a mi mujer y Ésta lo aceptó sin tapujos. Metió su lengua en lo que casi podríamos denominar una enculada oral.
Yo decidí apartarme de allí. Levanté el pubis de Alba para que me dejara salir y colocarme a su espalda. Quería cambiar de posición para tener una visión privilegiada del espectáculo que me estaban ofreciendo estas dos grandes mujeres.
Coloqué a Alba a cuatro patas mientras ella seguía lamiendo el culo de la vasca. Bajo la impresión que provocaba aquélla imagen comencé la penetración a mi mujer que acogió con un largo gemido. Follaba con ganas. A lo largo de mi vida he gozado de situaciones inmensamente excitantes pero no me recordaba a mí mismo en un estado tan exacerbado como éste. Sujeté fuerte a Alba de las caderas y empujaba con decisión. Trasladé las manos a sus nalgas que apreté con pasión desmedida. Ella dejó el culo de su amiga y se abandonó al placer. Arantxa mientras se alejó hacia el sillón y se sentó en él. La miré y ella me sonrió tocándose su vagina con suavidad, masturbándose a la vez que nos miraba.
Estaba demasiado excitado como para aguantar mucho tiempo sin llegar al orgasmo. Alba me debió leer el pensamiento porque se separó y mi pene quedó a la intemperie. Pero por poco tiempo. Se sentó sobre mí y volvió a insertar mi verga en su coñito en una posición que le gustaba especialmente.
- Tócame el culo, amor, tócamelo- Me dijo con la mirada perdida.
Me follaba ella a mí con ansias, mientras yo sujetaba sus nalgas y mordía sus tetas. Separé una de las manos que apretaba su culo y le metí un dedo en el ano. La combinación de pezón, nalga, ano y polla es definitiva para Alba. En pocos segundos se corrió de forma tajante, aullando, gritando y revolviéndose. Cuando terminó se dejó caer hacia atrás quedando tumbaba sobre la alfombra.
Arantxa se levantó reclamando su turno. Se fue a por Alba y ambas se besaron de nuevo cual dos enamoradas.
Déjame seguir chupando tu culo- le pidió mi mujer. Nunca había visto a Alba tan entusiasmada con alguien de su mismo sexo.
Sí, por favor chúpame entera- respondió Arantxa.
Alba. Se colocó en su trasero, mientras ella lo encumbraba. Le lamió el ojo del culo con ansia desbordada, buscando el maná en el oscuro agujero de Arantxa. Le introdujo un par de dedos. Mi mujer estaba follándose el culo de mi amiga con su mano. Yo seguí admirando de nuevo el espectáculo que me brindaban las dos mujeres. Alba se giró hacia a mí sin dejar de abrir el ano de su compañera.
Tú desvirgaste este culo ¿Te acuerdas?
Como olvidarlo- dije yo intuyendo lo que pretendía mi mujer.
Tras mi respuesta Alba preguntó a Arantxa...
-¿Quieres que mi marido vuelva a follarte el culo mientras yo te lamo entera?
- Siiiii, hacedme eso, por favor, hacédmelo...
Alba dejó libre el agujerito de la pelirroja. Mi esposa se había trabajado bien el culo y lo había dejado considerablemente abierto. Se recolocaron en posición de 69 con Alba debajo, bien situada para lamer su coño. Arantxa también puso de su parte y con la cabeza posada sobre el vientre de mi mujer elevaba el culo para facilitarme la entrada.
Inicié lentamente la penetración, recordando el momento en el que desvirgué aquel hermoso y sonrosado ano. Arantxa me lo entregó aquel día, a pesar del dolor que le produjo, a pesar de que no pudo reprimir las lágrimas. A pesar de todo, insistió en que yo terminara en aquella cavidad.
Y ahora volvía a ofrecerme su más preciado tesoro. No fue tan difícil introducirle el pene como en aquel entonces. Logré insertarle hasta la mitad de un solo golpe mientras Alba simultáneamente iniciaba el cunnilingulis.
- Aaaaaaaah, que placer me estáis dando- dijo entre suspiros.
Animado por sus gemidos, se lo metí hasta el fondo.
-Aaaaaaay.
Ahora el grito era de dolor. Suavice las embestidas pero no lo saqué. Alba comía el coño de Arantxa con verdadera pasión, introduciendo su lengua lo más que pudo en su vagina al tiempo que con la mano palpaba su clítoris.
Arantxa se iba amoldando a mi pene y la entregada lamida de mi mujer empezaba a causarle un turbulento mar de sensaciones. Se revolvía, jadeaba, nos animaba...
- Mas, por favor, Más Alba... más Jaime.. Folladme...
Alba y yo nos sincronizamos perfectamente. A cada una de mis crecientes embestidas ella aumentaba la intensidad de su chupada. Arantxa movía la cabeza de un lado a otro. De vez en cuando la bajaba hacia el coño de mi mujer y lo besaba como si fuera la boca de un amante.
- Me voy... me voy... - dijo en un momento dado, y yo decidí acompañarla.
Me concentré en mis sensaciones, que ya eran imparables. Empujaba rápido y con toda mis fuerzas. Al tiempo que Arantxa estallaba en un grito de placer yo me corrí dentro de su culo sin detener el impulso de mis movimientos.
Saqué el pene y dejé su ano chorreante de semen mientras ella se derrumbaba sobre el cuerpo de Alba. Volvió a besar su vagina en un gesto de agradecimiento y se quedaron las dos tumbadas, extenuadas.
Yo me quedé también acostado unos instantes en la alfombra, pero al poco me incorporé. Le di un morreo a Alba y le di otro a Arantxa. Y mientras todavía recuraban la respiración, yo caí en la cuenta...
- A todo esto no me habéis dejado terminar de encender la chimenea- Dije muy serio observando el hueco con leña.
Ellas se miraron y reaccionaron con una sonora carcajada a mi surrealista observación. Se incorporaron y las dos me metieron la lengua en mi boca como gran epílogo a nuestro desfogue carnal.
A día de hoy, no hemos repetido la experiencia. Pero Arantxa Alba y yo seguimos siendo grandes amigos.
Y como siempre tras una nueva experiencia mi matrimonio se hizo más fuerte. Nuestras relaciones sexuales alcanzaban cotas insuperables.
A estas alturas Alba y yo habíamos satisfecho buena parte de nuestros más ocultos deseos. La esperanza mutua era que esas vivencias fueran solamente el principio de una larga senda. Seguro que sí...
...Nuestras fantasías son hidras. Por cada una que se hace realidad renacen cien.
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